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Notas del fanfic:

Espero que les agrade y muchas gracias por leer

No sé cómo llegué a esta cueva. Lo que sí estoy segura de que me había desviado del sendero. Ningún camino me podía guiar por la espesura de la selva. Estaba realmente desorientada, agotada y exhausta. El sol se había ocultado y sólo la luna era mi luz.  Al sacarme la mochila, logré vislumbrar a una pantera viéndome. El temor me envolvía. Su cabeza levantada me enseñaba los filosos dientes. Perdí las esperanzas. En cuestión de segundos sería comida de ese animal salvaje. Retrocedo lentamente al interior de la cueva. La luz ya no penetraba. Estaba en la negra osuridad. Desesperada, intenté prender la linterna al sacudirla violentamente y darle algunos golpes. finalmente prendió y es ahí donde observe una oscura sombra en el interior de la cueva. La pantera no me sacaba los ojos de encima.

 

¡Quien quiera que seas ayudame te lo suplico!- Mi voz estaba quebrada

 

La sombra sin contestar volvió a avanzar. La luz de la linterna iluminó lo que parecía ser una silueta de una mujer. No estaba segura de lo que vi pero sólo avanze con cautela a través del pasillo empedrado que cada vez se hacía más estrecho. 

 

La fiera quedó atrás, aún así mi valor empezaba a abandonarme tras leer una inscripción en Latín grabada en una de las piedras. Con esfuerzo lo leí:

 

"Estas a punto de entrar a un lugar de llanto. En adelante te diriges al dolor eterno."

 

Eran duras palabras las que estaban escritas. Sin embargo, la persona al que estaba siguiendo me había salvado de la fiera. ¿Qué temor debía sentir?.

Seguí cada vez más y más hasta que noté una recámara iluminada por una antorcha. Me animé a entrar pero lo que vi me aterró tanto que desvié la mirada. Eran cientos de huesos humanos entre ellos cráneos empotrados uno encima de otro y en el centro una especie de altar.  

 

Al dar un paso hacia atrás, el sonido de un crujido me sobresaltó. Me agaché y observé un pequeño objeto en forma de botella que había pisado sin darme cuenta.  En su interior había  cabello humano y dientes. Inmediatamente la linterna y la antorcha se apagaron. Estaba en la completa oscuridad. Intenté que funcionara de nuevo pero no hubo éxito. Entonces, por el altar, me llegó unos sonidos de lamento que cada vez se hacían más estruendosos. No sabía quién lo producía pero ese algo me producía terror. El pánico se apoderó de mí y me hizo retroceder hasta chocar con la pared. Al voltear vi una luz que estaba en una pequeña entrada. Debía pasar arrastrándome. No había otra opción, el sonido retumbaba en mis oídos. Poco a poco me arrastraba por el estrecho y pequeño túnel hasta llegar a una nueva galería. Las paredes estaban inscritas con un dialecto desconocido y esta vez la luz, proveniente del techo, iluminaba un frasco en forma de una muñeca, y lo abrí. 

 

Un aire frío invadió la estancia junto con una risa que me heló el cuerpo. Unos brazos me arrastraban violentamente hacia el suelo. Era la mujer que había visto hace poco. Su atuendo y su aspecto reflejaba ser de una cultura parecida al de las amazonas. La desconocida, de mi estatura y de cabello castaño largo, estaba encima mío y mantenía aquella sonrisa que me daba terror. Su atuendo estaba lo bastante expuesto para sostenerse solo, como si fuera eso lo que le mantenía cubierta. Tenía la pechera cubierta de coloridas plantas rectangulares. Pero lo más llamativo era una cicatriz roja irregular que le partía el pecho en dos desde el hombro derecho a la parte inferior del seno. Tomé aire al escucharla recitar a lo que parecía ser un rezo en un dialecto extraño. 

 

En un instante recordé a un domingo de pascua tres meses antes de que entrara a esta cueva. Mamá y yo caminábamos del patio a la cocina, cogidas del brazo y riéndonos por la nueva chalina de colores, para coger los huevos de colores que habíamos pintado la noche anterior. De repente papá entró desde el vestíbulo. Me arrancó la chalina de pascua y la agitó en el aire mientras le gritaba a mamá.

 

—¿De dónde has sacado el dinero para estas tonterías? ¿Estos gorros y esos zapatos de cuero?  Dime. ¿De dónde? 

 

—Vamos, baja la voz, por favor. Es Pascua; para disfrutar del momento con nuestra hija.

 

Empujó a mamá hacia atrás.

 

 —Haciendo de puta, claro. ¿Es de ahí de donde sacas el dinero? Dímelo. 

 

Agarró a mamá por los brazos y la sacudió tan fuerte que su cara pareció vibrar alrededor de sus ojos, que se mantenían inmóviles y muy abiertos. 

 

—¡Papá, por favor, para! —grité antes de sollozar. 

 

Él alzó la mano y me abofeteó en la mejilla. 

 

—¡Cállate! 

 

Me encogí, y me tape la cara

 

 —¡Y tú! ¿De dónde has sacado ese dinero? 

 

Cogió el atizador de hierro de su rincón y fue a por mamá. Yo grité con toda la fuerza que

pude y me agarré al brazo de papá antes que le diera un golpe.  El desvío toda su furia hacia mi. Se abalanzó y me golpeó en el suelo. Estaba arrinconada a la merced de mi padre. Ahora la misma escena se repetía. Ella me acorralaba en el suelo. Traté de levantarme pero una fuerza inexplicable no me dejaba mover mis extremidades. Empecé a lagrimear cuando ella colocó un dedo en mi frente acompañado de unas palabras en un idioma nuevo. Los lamentos y los sollozos volvieron. Sólo me dispuse a cerrar los ojos tan fuerte.

 

—Ashley…— dijo en un susurro en un español mascado. Yo sólo abrí los ojos y nuestras miradas chocaron.  —Lo que realmente anhela tú corazón es ser amada por una mujer. Sin embargo, tu debilidad ASHLEY es la moral. Tienes miedo al qué dirán y eso te está apagando. Yo puedo saber todo tus oscuros secretos y gracias a ti ahora estoy libre.  Te doy dos opciones. Tu decidiras si quieres vivir o morir. Si eliges vivir me serviras para siempre pero si al elegir morir te matare lenta y dolorosamente. Decide ya.

 

La confusión me envolvía. ¿Quién es ella? ¿Cómo sabe todo de mi? Entonces vi a cuatro sombras que caminaban hacia nosotras. En sus rostros no había ni felicidad ni tristeza. Al pararse debajo de la tenue luz observe sus identidades. El miedo me invadía aún más al ver que ellos tenían los ojos negros. 

 

Dispuesta hacer todo lo que sea necesario para no sentir dolor me dispuse hablar

 

—Te serviré…

 

Ella sólo sonrió y se acercó a mí para besarme. 


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