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Erase una vez un omega. por fuyumi chan

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El cálido contacto del beso aún se aferraba a mis labios, mientras mi mente luchaba por asimilar lo que acababa de suceder. Mi respiración se volvía entrecortada, y mis dedos se deslizaban suavemente sobre mis labios, como si intentara aferrar ese instante. "Lo besé", escapó de mis labios, en un susurro cargado de incredulidad.


 


Ulrick, con una sonrisa arrogante que me hizo estremecer, rompió el silencio. — Sí, lo sé. Y lo más sorprendente es que ambos me ignoraron por completo mientras sucedía — afirmó con suficiencia.


 


Las palabras no tardaron en escapar de mis labios: — ¡Tú... bastardo voyeurista!.


 


Él se defendió con insolencia: — Oye, no me insultes. Ustedes me brindaron un espectáculo gratuito al ignorarme. ¿Acaso esperabas que me tapara los ojos como un virgen?


 


 


La frustración y la rabia se apoderaron de mí. — ¡Maldita sea! —Gruñí, exasperado, mientras restregaba mi rostro, intentando deshacerme de la confusión que me embargaba. — Ese chico realmente te tiene mal, hasta el punto de ignorarme por completo. Felicidades, al menos parece ser recíproco.


 


Ulrick respondió con diversión: — ¡Cállate! No insinúes que me gusta. No es verdad, solo es una maldita obsesión. Pronto se me pasará.


 


Intenté convencerme a mí mismo y a Ulrick de que era solo un capricho pasajero. — Lo que digas. Puedes creer lo que quieras, amigo. Pero el hecho de que provocaras intencionalmente tu castigo ayer me hace dudar un poco. —Sus ojos brillaron con divertimento mientras yo respondía: — Lo digo en serio, no me gusta. Esto ha sido solo una cosa de una vez. —Expresé en voz alta, pero en lo más profundo de mí, sabía que era una mentira. La verdad era que, como un adicto, anhelaba volver a probar esos dulces labios una vez más, yo estaba acabado.


*******************************


 


La confusión que me embargaba no podía describirse con palabras simples; era un estado mucho más complejo. Durante todo el día, me había sentido como un zombi, torpe, idiota y completamente ensimismado.


 


Fue entonces cuando escuché la voz de uno de mis amigos, sin importar cuál de los dos fuera. En ese momento, mi mente se dio cuenta de que me encontraba en la cafetería y que lo que había tomado para el almuerzo era una desagradable mezcla de macarrones, frijoles y puré de patatas. —¡Ya no te soporto! ¿Qué mierda te pasa? —exclamó, lleno de frustración.


 


Desperté abruptamente de mi aturdimiento al escuchar una risa irritante. Mis ojos se dirigieron hacia el responsable de todos mis problemas. El muy idiota, al darse cuenta de que lo observaba, me lanzó un beso con una sonrisa maliciosa, lo cual me enfureció. —Despreciable... —gruñí, rompiendo mi tenedor de plástico y dejando mi comida abandonada en la mesa de la cafetería, liberando parte de mi ira acumulada.


 


—¿Despreciable quién? —preguntó mi amiga Aida, curiosa, mientras su hermano gemelo se sentaba a su lado. —Nadie —respondí rápidamente, evitando sus miradas para que no notaran mi gran y complicado problema.


 


—No es que seamos entrometidos, pero si tu amigo comienza a suspirar todo el día y come alimentos de dudosa calidad, no sería normal que nos preocupáramos. ¿Qué te pasa? ¿Estás embarazado o en celo? ¿O tal vez te has enamorado de alguno de los delincuentes de la escuela y suspiras de amor por él?—Aiden comentó sarcásticamente.


 


—¡No digas estupideces! ¡No es nada de eso! —respondí medio enfadado. La situación empeoró cuando noté que Alem se levantaba de su asiento y se acercaba a nuestra mesa. Mi boca se abrió torpemente, mi cuerpo comenzó a temblar de excitación y calor, mientras recordaba el beso de la mañana.


 


—Hola, omega. Solo venía a avisarte que el profesor Aleix dijo que espera que no se te olvide que tienes detención hoy. También mencionó que ni se te ocurra intentar escapar... —dijo en un tono autoritario, sentándose a mi lado y demasiado cerca para mi gusto. —Dile que no tengo intención de huir, y ¿por qué demonios tiene que mandarte a ti para decirme eso? ¿Acaso no puede venir él mismo a decírmelo? —lo cuestioné con orgullo, evitando mirarlo a los ojos, sabiendo que mis mejillas probablemente estaban sonrojadas y que mis amigos me observaban con ojos de águila.


 


Alem, sonriendo al percatarse de mi incomodidad, tomó mi barbilla y acercó nuestros rostros más de lo necesario. Con voz provocadora y sexy, característica de todo alfa, se acercó a mi oído y susurró con voz provocadora—Entonces te esperaré en tu salón de clases a la hora de la salida, omega —susurró Alem con un tono provocador que hizo estremecer mi cuerpo y casi me hizo gemir de deseo y enojo al mismo tiempo.— Además, te escoltaré, ya que tu aroma, aunque débil, es demasiado delicioso. Creo que pronto entrarás en celo. Pero no te preocupes, no soy un neandertal como piensas, seré todo un caballero y estaré atento a cualquier imprevisto. Así que más te vale tomar tu medicación de inmediato. —Casi quise gritarle en mi mente "¡Ni que fueras mi maldito alfa neandertal!"


 


 


—Bueno, entonces fue un placer conocerlos... —dijo Alem con aparente normalidad, alejándose de mí tan rápido como se acercó, dejándome aún más confundido. Este chico pasaba de ser cretino y decir que no le interesaba ser mi alfa a actuar como un cavernícola protector de su hembra. En serio, ese estúpido alfa estaba jugando con mi mente.


 


—Pero ni siquiera nos has preguntado nuestros nombres —afirmó Aiden, visiblemente molesto.—Si lo sé y no me interesa, así que ahorren las presentaciones. Adiós —dijo de manera arrogante mientras se alejaba. "Qué cretino", murmuró Aiden, mientras yo solo podía emitir un gemido frustrado.


 


—Sabes... nunca me imaginé que te gustaran los chicos malos. Así que cuéntame el chisme, ¿Cómo te hiciste "amigo" de ese alfa? —preguntó Aida con malicia, activando su modo fujoshi hardcore para torturarme si no le daba todos los detalles.


 


—No sé a qué te refieres, no somos "amigos". Él solo es un molesto compañero de detención, un... neandertal, mal educado y arrogante alfa —expresé con la mejor cara de asco que pude, tratando inútilmente de ocultar lo atraído que me estaba sintiendo hacia él. "Malditas hormonas omega, seguro es por el celo. No es que me guste ese neandertal", me dije enojado, mientras me abanicaba y sacaba una de las odiosas pastillas contra el celo de mi cartera.


 


Odiaba tanto mis supresores que muchas veces estuve tentado a no tomarlos. Sin embargo, el intenso calor del celo y el hecho de que fuera irregular, sin un mes fijo como en otros omegas normales, me lo impedía. Tenía que aguantar los efectos secundarios de las pastillas a regañadientes, ya que era alérgico a todos los supresores, excepto a uno que, para empeorar las cosas, tenía efectos secundarios que me hacían comportarme como un idiota y su duración era corta, por lo que tenía que tomar dos pastillas al día. Era horrible, pero era eso o sufrir una alergia que me llevaría al hospital o desmayarme si cambiaba de medicamento. Por alguna razón, yo era uno de los pocos omegas que era incompatible con uno de los ingredientes principales de todos los supresores. Debido a eso, siempre sentí envidia de mi hermano mayor, ya que, a pesar de ser omega, no sufría de celo. Era tan frío en apariencia y cuerpo. Era injusto, pero así era mi vida. Y para colmo, sabía que mi hermano tampoco disfrutaba de ser tan frío, así que ambos estábamos igualmente disgustados con nuestros metabolismos.


 


—Por favor, deja de fingir que no te gusta... —cuestionó Aida con una gran sonrisa malvada, lo que provocó que su hermano gemelo rodara los ojos y emitiera un gruñido frustrado. —Haaa... cállate —le dije nervioso, dejando mi comida a un lado. —Ya me voy a clases —dije levantándome del asiento.


 


—Por más que lo intentes, tendrás que contarme tarde o temprano... —amenazó con una sonrisa perversa. —Hermana, estás avergonzándome —se quejó Aiden. —Por favor, si yo soporto tus gustos raros, tú estás obligado a soportar los míos. Aunque los míos sí son normales —dijo Aida, antes de que Aiden le tapara la boca abruptamente. —...ese es el pacto de hermanos gemelos


 


—continuó Aida cuando se quitó la mano de la boca.


 


—En serio, otra vez con eso... esa cosa no es una ley —exclamó Aiden desesperado. En ese momento me entró la duda de qué era lo raro que le gustaba a Aiden, pero decidí no preguntar. Mi mente ya estaba hecha un lío y no quería meterme en otro. Minutos después de tomar mi medicamento, antes de ir a clase, entró Kylan, otro de mis mejores amigos. Sus ojos estaban rojos y su expresión parecía triste. Aida y Aiden se acercaron para consolarlo.


 


—¿Qué te sucede? Parece como si hubieras estado llorando —pregunté, preocupado. Kylan negó con la cabeza y se sentó a nuestro lado.


 


—No me pasa nada... —dijo, pero en su rostro se podía ver que estaba a punto de llorar.


 


—No me digas que es por lo que publicaron en el grupo de la escuela —preguntó Aida. Kylan murmuró un "mmm" y todos lo abrazamos. Muchas personas en la escuela eran crueles con él y le llamaban "puta" a sus espaldas solo por tener una marca en el cuello. Esa marca había sido puesta por accidente por otro niño llamado Eiran cuando Kylan tenía 10 años. Ese niño había sido su amigo y lo había mordido por accidente mientras jugaban. Sin embargo, cuando la bomba estalló, hubo una gran pelea entre ambas familias. La familia de Eiran consideraba a Kylan poca cosa y le echaron toda la culpa de manipularlo, algo que ofendió a la familia de Kylan. Es decir ¿quién en su sano juicio culpa a un niño de 10 años de manipular a otro? Esto rompió la relación entre ambas familias y después de aquel horrible altercado, les prohibieron volver a verse e incluso la familia de Eiran lo cambió de escuela.


 


—No entiendo por qué la gente es tan mala... Solo es una marca por accidente, pero me siguen llamando puta, aun cuando soy virgen —sollozaba Kylan.


 


—¿Quién fue el bastardo que te lo dijo? Juro que lo golpearé —dijo Aiden, intentando consolar a Kylan. Ser omega era realmente difícil por ese motivo. Siempre había uno u otro idiota de mente cerrada que aún tenía pensamientos tradicionalistas sobre cómo debía comportarse un omega. Sin embargo, el odio hacia Kylan me parecía injustificado. Quiero decir, el chico era realmente lindo y adorable. ¿Quién podría tener el corazón para molestarlo de esa manera? Pero estaba seguro de que se trataba de envidia. Cada mes, alguien desconocido se encargaba de enviarle cartas de amor y obsequios a su pupitre. Tenía la sospecha de que ese alguien era Eiran, tenía todo el sentido del mundo. Pues Eiran no los podía enviar a casa de Kylan, ya que su familia los tiraría a la basura sin dudarlo. Sin embargo, esto provocó celos en muchos omegas y betas, debido al extremo aprecio que mostraban por la "mercancía dañada", como si esa estupidez realmente existiera.


 


No entendía cómo algunas personas podían ser tan mezquinas y crueles. Kylan no merecía el trato injusto que recibía por una marca accidental en su cuello. Era una situación dolorosa para él, y me enfurecía saber que había individuos dispuestos a lastimarlo de esa manera. Pero estábamos allí para apoyarlo y demostrarle que él era valioso y amado.


 


Después de consolar a Kylan, me fui a clases y comencé a sentir los molestos efectos secundarios de mis supresores. Aunque intenté concentrarme, me resultó imposible. En primer lugar, porque tenía ganas de correr por todas partes, gritando de alegría, a pesar de estar enojado y triste por lo de Kylan. Además, no dejaba de pensar en Alem y en lo delicioso que era, a pesar de ser un alfa mal educado y cretino. Eso me enfureció, pero también me hizo sonreír, olvidando temporalmente la razón por la que lo odiaba. Cuando sonó la campana, me levanté del pupitre tarareando, sin preocuparme por la expresión confundida de algunos de mis compañeros. En realidad, nada me importaba en ese momento, porque estaba ansioso por ver a mi alfa nuevamente.


 


—Ahí está mi príncipe de brillante armadura —dije acercándome a él dando saltitos—. ¿Has venido a escoltarme, verdad? Casi podría parecer una cita, si no fuera porque voy a detención y tu hermano es nuestro "angelical" carcelero que en realidad es un demonio disfrazado...


 


—Oye... ¿qué te pasa? —preguntó mi alfa mirándome de reojo.


 


—Nada... es solo que te ves muy guapo hoy y también besas muy rico... —dije con una sonrisa, sintiendo como si alguien intentara apuñalarme en lo más profundo, aunque esos pellizcos eran tan débiles que se sentían como cosquillas agradables—. Ok, gracias, supongo —respondió Alem sonrojándose—. Te ves tan adorable cuando te pones rojo, es como si fueras una cereza deliciosa. Sabes, a mí me gustan mucho las cerezas, eso explica por qué me gustas. Aunque me gustarías mucho más si no fueras tan mal educado a veces, pero eso ahora no importa —expresé lleno de energía, moviendo mis manos de arriba abajo.


 


—¿En serio, qué demonios te pasa? ¿Has tomado algo raro?


 


—Solo mis supresores, ¿por qué preguntas?


 


—Eso explica mucho...


 


—Sí, lo sé. Odio esas pastillas, pero como no tengo novio, no puedo tener sexo para aliviar mi celo. Además, si tuviera novio, mi papá los perseguiría con su rifle de caza... Ningún chico ha salido conmigo por eso, y ese es el motivo por el que aún sigo siendo virgen. Si tú eres valiente y te crees capaz de enfrentarte a mi papá, estaría muy feliz de darte mi virginidad...


 


—¡Qué... oye, no puedes decir eso tan a la ligera! ¡Contrólate un poco! —me regañó Alem, abrazándome y mirando a los demás alfas con desconfianza cuando me miraron de manera juguetona.


 


—¿Qué pasa? ¿No quieres mi virginidad? Porque si no la quieres, se la puedo dar a alguien más, aunque seguramente no será tan bueno... O tal vez sí...


 


—Aaah... por Dios, no tienes filtro... —se quejó Alem, soltándome al ver cómo poco a poco todos comenzaban a alejarse.


 


— Es que son mis pastillas. Ellas me hacen sentir divertido. Tengo ganas de correr durante horas y horas, y bailar — dije animado, girando sobre mí mismo. — Oh... demonios, en qué me he metido — escuché murmurar a mi alfa, lo que me hizo soltar una carcajada. En ese instante, me sentía tan vivo y feliz, a pesar de que el molesto bicho que tenía dentro de mí intentaba matarme, quién sabe por qué motivo.

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