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Erase una vez un omega. por fuyumi chan

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Aunque esa era mi irrefutable decisión, por algún motivo estúpido, ambos terminamos agarrados de la mano riendo mientras comíamos pizza. Nos mirábamos directamente a los ojos, sonriendo. Mi corazón latía como loco y mi expectación crecía por lo que haríamos después de esta "salida de amigos". Al salir de la pizzería, nos tomamos fotos por todos lados como un par de imbéciles enamorados. Incluso entramos a un parque infantil y jugamos en el sube y baja, mientras los niños nos miraban raro. Sinceramente, no entendía cómo habíamos llegado a eso, pero no sería mi novio, es decir...podía divertirme un poco y quizás dejarme desvirgar por él. pero, eso seria todo fin de la aclaración.


 


—¡Basta, pareces tonto! —me reí al verlo usar una diadema de orejas de conejo, después de nuestro ridículo acto en el parque. Ambos nos dirigimos a una tienda en la esquina para comprar mi "regalo" —que no te parezco sexy.


 


—Pero, por supuesto que no. Te ves como un prostituto —lo molesté viendo cómo fingía indignación.— Así... —dijo y luego colocó una diadema con orejas de gatito en mi cabeza.— Te queda totalmente. Arisco como un gato —dijo con una expresión sarcástica.


 


—Lo que digas, neandertal... —respondí viéndolo suspirar de desespero al no mencionar su nombre.— Espero que esto no sea mi regalo... —acusé con puchero, viéndolo sonrojar a través del espejo de los vestidores de la tienda.


 


—No... lo es, pero si te gusta, no dudaré en comprártelo. Solo espero que lo lleves al instituto, mi lindo gatito...


 


—Idiota... —con un codazo a su estómago, me quejé—. Qué violento eres, gatito —dijo entre risas ahogadas por el golpe— ¡Lo que sea! Ya quiero mi regalo, más te vale que sea lindo.


 


—Me amenacé emocionado, mordiendo mis labios y sintiendo mi cuerpo temblar de deseo. Mi agujero se apretaba ansioso y algo húmedo, esperando mi regalo. No es que esperara algo pervertido de regalo, no. Solo era mi estúpido calor post celo y mis ansias por tener sexo. Estaba más que cansado de ser virgen, después de todo.


 


—Ven —dijo Alem con una sonrisa, llevándome a un lado de la tienda donde había un gran aparador brillante con cientos de joyas. Mis ojos se iluminaron al verlos, ya que mis padres nunca me habían comprado joyas a pesar de que sabían que me gustaban. Según ellos, mi posible esposo debía ser quien me comprara mi primer anillo o collar, siguiendo una costumbre entre los omegas. Era estúpido y arcaico, pero era la única tradición que practicaban y les parecía "romántica".


A través de la vitrina, vi un collar realmente hermoso. Era una gargantilla de oro con una rosa, y en el centro, esta tenía un pequeño diamante rosa. Me quedé embelesado al verlo.


 


—Supongo que ese collar te gusta... —se acercó Alem con una extraña sonrisa maliciosa que, en ese momento, no me importó por la hermosa pieza.


 


—Sí... es tan lindo... —dije algo distraído mientras Alem le indicaba a la vendedora cuál collar me gustaba—Por favor, con las especificaciones que le mencioné aquella vez —dijo haciéndome dudar un poco.


 


—¿Qué especificaciones?


 


—Nada complicado ni importante, descuida, y sigue viendo cosas en la tienda —expresó con una sonrisa falsa que me hizo saber que quizás se lo pagaría con mi cuerpo. Me sonrojé solo de imaginarlo y mis ansias por irnos aumentaron. Tan distraído y estúpido fui que, después de una hora, la chica del mostrador regresó con mi hermoso collar en una cajita de terciopelo azul.


 


—Déjame, yo te lo podré —sugirió Alem, y gustoso asentí. Cuando la gargantilla ya estaba en mi cuello, el sonido del "Clack" común de una cerradura me hizo despertar.


 


—¡Qué! —medio grité alterado, yendo al probador más cercano y mirando el espejo que tenía enfrente. Me volteé y vi una cerradura con una inscripción en el broche de forma de corazón con las iniciales de Alem.


 


—¡Pero, qué mierdaaaa! —grité histérico al verlo.


 


—¿Te gusta? Con esto, ningún alfa estúpido intentará algo cuando no esté cerca y no tomes tus pastillas. Es seguro y al mismo tiempo una hermosa venganza por torturarme… —dijo con una resplandeciente sonrisa. Enojado, le di un puntapié.


—¡PATÁN NEANDERTAL, QUÍTAMELO! —exigí, auto flagelándome por mis ridículos pensamientos de hace rato. No se quería vengar con sexo, sino con un estúpido collar de pertenencia, yo no era de nadie.


 


—Ni hablar, no pienso darte las llaves. Además, ya me has pegado dos veces. Si me muestras un poco de respeto, tal vez me lo piense… —dijo, por lo que enojado le di otro puntapié y salí de la tienda para buscar un taxi.


 


—¡Adónde crees que vas! —dijo siguiéndome al parqueo de la tienda. En uno de los estacionamientos, estaba parqueado un taxi—Quiero un viaje a la calle 40 de Bronze Swamp, casa 7 —dije al taxista, quien asintió y abrió la puerta del pasajero.


 


—Oh, no, no irás en esa cosa. Quién sabe qué tipo de psicópata lo está conduciendo. —dijo Alem llegando detrás mío y tomando mi brazo.


 


—Por favor, enserio —puse mis ojos en blanco ante sus palabras.


 


—Oye, no soy ningún psicópata, chico —se quejó el taxista.


 


—Eso está por verse. Dame su constancia policial y un examen psicológico. ¿Se los exigen a los taxistas, no?


 


—Haaaayyy, por dios, una pelea de novios… como odio este trabajo… —se quejó nuevamente el hombre, enojándonos.


 


—¡NO SOMOS NOVIOS! —gritamos ambos al mismo tiempo.


 


—¡Deja de ser un idiota! Si no me ha pasado nada todo este tiempo, ¿Qué te hace pensar que lo hará ahora, neandertal? No tienes por qué comportarte como un hombre de las cavernas sobreprotector. Ya tengo suficiente con mis padres.


—¡Solo me preocupo por ti, pequeño e idiota omega!


 


—¡Pues métete tu preocupación por donde más te convenga!


 


—Haaa… eres un… —enfadado, Alem desordenó su cabello y, levantándome como un saco de harina, me cargó en su espalda.


 


—¡IDIOTAAAA, MÁS TE VALE QUE ME BAJES! —pataleando y pegándole manotazos, exigí, pero él no hizo más que ignorarme.


 


—Ni hablar, yo te llevaré a casa —expresó—Oiga usted, taxista, le doy cien dólares extra si le da un puñetazo a este idiota y me lleva a mí a casa —sugerí, sorprendiendo al hombre.


 


—Oh, eso se oye…


 


—¡Le doy doscientos cincuenta si lo ignora!


 


—¡Qué! ¿Cómo te atreves? Le doy quinientos dólares para que lo ignore a él.


—Tu… pequeño bastardo…


 


—¡Que te pasó! ¿Eso te tocó en el bolsillo? Hay, pobrecito de ti… —dije riéndome malvadamente.


 


—¡Saben qué, a la mierda ustedes dos! No me meteré en pleitos de pareja. Quédense con su dinero, par de tóxicos —dijo el taxista, suspirando algo enojado, y subiéndose a su auto, se marchó.


 


—¡Mira lo que hiciste, imbécil! Ahora tendré que tomar el autobús.


—Eso es incluso más peligroso que un taxi.


 


—¡Por dios, eres tan idiota!


 


—Solo soy sobreprotector con un tonto omega que, para el caso, se pone aún más idiota cuando está en celo…


 


—¡Por si no lo has notado, pedazo de imbécil, mi celo ya se acabó!


 


—Sí, lo sé, pero eso no quiere decir que algo podría pasarte en algún momento. Solo me preocupo, y me asusta pensar que no estaré ahí para cuidarte…


 


—Eres tan, tan NEANDERTALLLL. ¿Por qué demonios quieres cuidarme? ¡No soy tu novio!


 


—Por supuesto que no, soy tu amigo…


 


—Ni eso somos, idiota. ¿Quién se besa y manosea con sus amigos? —acusé haciéndolo sonrojar.


 


—Entonces, ¿por qué aceptaste salir conmigo si sabías que eso podría ocurrir?


—Salí contigo porque pensé que… "pensé que querías castigarme tomando mi virginidad." Que... que... —tartamudeé, quedándome mudo y con la cara roja de vergüenza por lo que había estado a punto de decir.


 


—Pensaste que, termina… —exigió disgustado y luego de un breve silencio entre ambos, pude ver una sonrisa perversa en su rostro cuando lo entendió—Oh, así que pensaste que yo... —ni siquiera le di tiempo a terminar, propinándole otro puntapié—¡HA! Deja de hacer esa mierda… —se quejó acariciando su rodilla cuando, al fin, me liberé de sus brazos—¡JAMÁS VUELVO A SALIR A UNA ESTÚPIDA CITA CONTIGO Y NI SE TE OCURRA VERME O HABLARME EN EL INSTITUTO TAMPOCO! —grité enfadado, corriendo hacia la parada de buses afuera del centro comercial. Por suerte, en ese mismo instante, un autobús estaba a punto de salir, subí rápidamente y antes de que la puerta se cerrara, le saqué el dedo medio, escuchándolo gritar indignado “¡esto no ha sido una cita!” mientras me alejaba de él. Enojado, tomé asiento en el autobús después de haber pagado mi boleto.


 


Cuando llegué a casa, estaba cansado y enojado, no solo con Alem, sino conmigo mismo. Aprisa subí a mi habitación y al llegar, arrojé a un lado la estúpida chaqueta de Alem. Al mirarme en mi espejo, vi el collar con descontento.


—Estúpido pedazo de baratija —expresé frunciendo el entrecejo y acariciando la hermosa pieza en mi cuello. Medité las formas que tenía de quitármelo antes de que mis padres lo descubrieran. Mi blanca piel hacía brillar tanto la baratija que mi enojo se fue calmando. Era una pieza de joyería realmente hermosa y había sido cara, no me quedaba duda. Seguramente, el muy idiota se había gastado todos sus ahorros, pensé, haciendo que mi corazón se acelerara y mis mejillas ardieran.


—Es una pena que algo tan lindo deba ser destruido —dije a mi reflejo. Se veía tan bien en mi cuello y él me lo había comprado. Aunque con malas intenciones, eso no quitaba que había sido un gesto algo lindo para un idiota de su nivel. Suspirando, volví a ver el collar. Era tan hermoso en mi cuello que decidí quedármelo, no tenía nada que ver con el patán de Alem. Me lo estaba quedando porque era lindo y ya. En cuanto a sus iniciales impresas en el broche, girándolo, tomé un poco de cinta de color rosa de mi escritorio y las envolví, ocultando así sus estúpidas iniciales. Se veía algo feo, pero era eso o andar por ahí haciendo creer a la gente que era propiedad de ese cavernícola.


 


Con una sonrisa en mi rostro y un problema resuelto, me dormí, esperando que las cosas en la mañana fueran normales y que no me topara con mi némesis desde ahora proclamado. Poco sabía en aquel entonces que aquello apenas era el comienzo.


 


********************


 


Con un suspiro resignado, miré cómo el autobús se alejaba con el fastidioso enano. ¿Acaso él no tenía idea de lo peligroso que era el transporte público? Enfurecido, gemí con enojo, ese chico no tenía ni una pizca de conservación. Pero ya era tarde para seguirlo, la pequeña plaga se había marchado. Derrotado, me dirigí a donde había estacionado mi motocicleta, encontrándome en el camino con alguien molesto. Sin duda, este era el peor día de todos, ese enano traía consigo mala suerte.


 


— ¿Qué haces aquí, sin vigilancia? —reproché a mi molesto primo Eiran, quien, por si fuera poco, tenía prohibido rondar por esta zona desde que mordió a un omega en la infancia. Desde entonces, nuestra familia se había vuelto más loca de lo normal. Había una razón por la que me desagradaban las personas con dinero, y eso se debía a nuestro apellido.


 


La familia Bright era una de las familias más ricas del país, con un imperio monumental y admirado. Tenían una larga cadena de alfas respetables y exitosos en los negocios. Sin embargo, lo que pocos conocían es que ellos tenían reglas muy duras y arcaicas, reglas que provocaron que nuestros padres se separaran de la familia principal, buscando una vida más normal y alejada de los juegos absurdos de poder y drama que caracterizaban a los Bright.


 


Desde entonces, crecimos en un ambiente diferente, lejos del brillo superficial y las presiones de la familia principal. Pero, de alguna manera, siempre se las arreglaban para seguir interfiriendo en nuestras vidas, pues deshonrar el apellido Bright para aquellos viejos nefastos era un pecado imperdonable. A pesar de que mi familia ya no tenía ningún contacto con ellos, siempre nos mantenían vigilados, amenazando con arruinar nuestras vidas si hacíamos algo fuera de lugar que los pusiera en aprietos ante el público. Lo peor era que Eiran era el siguiente alfa sucesor de todo ese imperio, y que estuviera en un supermercado con una estúpida bolsa de compras por nuestro barrio como si nada era algo inadmisible y un futuro problema por obvias razones.


 


— Eso no te incumbe, yo puedo ir donde me dé la gana —expresó Eiran con actitud desafiante y una aura oscura rodeándolo, lo que no me dio buena espina.


 


—¿Dónde te dé la gana?... por favor, deja de mentir —reproché, pero Eiran me miró con desprecio. —Pues aunque no lo creas, me separé de la familia hace poco, estoy emancipado y los mandé a la mierda —expresó, dejándome con la boca abierta. Esto era peor de lo que imaginaba, tomando en cuenta que nuestra familia se comportaba prácticamente como una mafia.

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