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Erase una vez un omega. por fuyumi chan

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El cacareo estridente del loro de mis vecinos me despertó antes de que mi despertador tuviera la oportunidad de sonar. "Qué mal gusto en música", me quejé al escuchar al estúpido animal cantar una vulgar canción de reguetón. Al abrir los ojos con consternación, me encontré con el desorden que había invadido mi habitación. Bolsas de golosinas esparcidas por las sábanas, algunas migajas y ropa sucia tirada por todas partes. "Vaya desastre", murmuré sarcásticamente, sin ganas de enfrentarme a la tarea de limpiarlo todo.


Refunfuñando, me levanté de la cama y me dirigí al baño adjunto a mi habitación. Al ver mi reflejo en el espejo, dejé escapar un gemido al notar mi cabello cobrizo enredado y revuelto.


 


"Esto me llevará una eternidad", me quejé para mí mismo, tratando de distraer mi mente de lo que sabía que vendría más tarde: "el infierno en la tierra". No es que tuviera miedo de mi profesora, sino por cómo sabía que reaccionaría mi padre omega. Él era un activista de un grupo que desafiaba todos los estereotipos tradicionales de lo que se suponía que debíamos ser como omegas. Ya podía imaginármelo gritándole amenazas a la profesora y al director. Solo esperaba que mi padre beta pudiera calmarlo y que todo el revuelo no me afectara en lo más mínimo. No quería ser conocido en la escuela como "el niño de papá". Sería extremadamente vergonzoso.


 


Con prisa, agarré un peine y desenredé mi cabello, me lavé los dientes y, como no tenía tiempo para ducharme, regresé a mi habitación para ponerme el uniforme a toda velocidad. En quince minutos, estaba listo. Salí de mi habitación sigilosamente, rogando para que mis padres aún estuvieran dormidos. Pero, para mi desgracia, no fue así.


— Qué bueno que te despertaste, mi niño. Estábamos esperándote para ir a la escuela — dijo mi padre omega con alegría mientras yo me deslizaba por las escaleras.


 


— Por favor, papá... ¿por qué tienen que ir? Solo fue un simple castigo, nada serio. Pero mi padre omega expresó con determinación: —¿Cómo puedes decir que no ha sido nada serio? Nadie desprestigia a mis hijos y los hace sentir mal... Iré a la escuela y le diré sus verdades a esa profesora.


 


Su perversa sonrisa me hizo sentir un presentimiento inquietante. Sabía que era posible que intentara hacer que despidieran a la profesora Mary. Mi padre omega no se andaba con juegos cuando se trataba de defendernos a mi hermano mayor y a mí. Cuando se ponía en modo "papá oso", sobreprotector con sus crías, no había nadie capaz de detenerlo. Ni siquiera mi papá beta podía igualar esa hazaña. Suspiré resignado, aceptando mi inminente derrota.


 


—Solo prométeme que no te pondrás como loco cuando hables con la profesora... y que no harás que la despidan —suplicé a mi padre omega.


Él respondió con una sonrisa: —Mi adorable bebé, tu padre no puede prometer una cosa así. Bien sabes que es imposible para mí. Solo intentaré no gritar muy fuerte...


 


Antes de que pudiera decir algo más, mi papá beta interrumpió, abrazando a mi papá omega por la espalda y dándole un amoroso beso en la mejilla. Le susurró algo al oído que lo hizo sonrojar y, al mismo tiempo, me causó una sensación de asco.


 


—¡Basta, por favor! —exclamé molesto—. Aún estoy aquí... y asco…


 


Mis quejas se desvanecieron en el aire, apenas un susurro ignorado por completo. Mis padres, completamente inmersos en su coqueteo matutino, parecían haberse vuelto sordos a mis palabras de incomodidad. Sus voces llenaban el espacio, envueltas en risas y miradas cómplices, mientras yo me sentía cada vez avergonzado.


 


—Neil, te ves tan sexy con el delantal — dijo mi padre en un tono tentador, sin prestar atención a mi presencia.


 


— Agradezco el cumplido, cariño — respondió mi otro padre, sin ningún reparo en coquetear descaradamente. ¿Acaso no les importaba la incomodidad que me provocaba sus comportamientos calenturientos? Parecía que no tenían vergüenza alguna.


 


Lleno de vergüenza, solté un grito de repulsión ante la cursilería de sus actos. — ¡Basta! ¡Dejen de ignorarme! — rogué, pero mis súplicas cayeron en oídos sordos.


 


Después de su breve coqueteo y miradas descaradas, mi padre habló — Oh, bien. Supongo que debemos desayunar primero y luego, cuando regresemos de la escuela, espero que me des mi recompensa — dijo con una sonrisa sugerente.


 


— Por supuesto que la tendrás, pero solo si te portas bien cuando hable con el director y la profesora de Liem — añadió mi padre omega de modo coqueto acariciando la mejilla de mi padre beta, lo que provocó en mí un chillido de frustración. Mi padre omega prácticamente había sobornado a mi padre beta para cumplir sus deseos maliciosos sin que nadie se interpusiera. Era una situación vergonzosa y desesperante.


 


Media hora después del incómodo desayuno, nos dirigimos al instituto. Sentía que iba camino a un pabellón de fusilamiento. "Por favor, que nadie se entere", me repetía constantemente mientras caminaba hacia la entrada del instituto. Justo en ese momento, mi mirada se cruzó con la del cretino de Alem, quien también estaba, extrañamente, temprano para mi fastidio. Además, el acosador alfa que intentó intimidarme ayer estaba con él. "Fantástico, lo que me faltaba", susurré tratando de ignorarlo.


 


—Mira, Liem, tu amigo está en la puerta. ¿No quieres ir a saludarlo?


 


—No me apetece...


 


—Más te vale que sea cierto. Ese chico es una mala influencia para ti. No quiero verte cerca de él...


 


—¡Papá! —gimoteé molesto cuando las cosas inesperadamente se complicaron aún más.


 


—¡Adiós, amorcito! ¡Nos vemos en clase! —parloteó Alem a lo lejos, lanzándome un beso fugaz que me dejó estupefacto. "Maldito patán", grité interiormente, sintiendo las miradas acusadoras de mi padre beta.


 


—Dime la verdad, Liem... ¿es ese chico tan desagradable tu novio? Si es así, me niego a aceptarlo. ¡Mi bebé no saldrá con algún delincuente juvenil! —exclamó mi padre beta con frustración.


 


—¡Por favor, basta de esta estúpida sobreprotección! No es mi novio, por milésima vez —respondí, exasperado.


 


—¿Estás seguro, Liem? Si lo es, a mí no me importaría. Se ve que es un alfa agradable, y los niños saldrían adorables si fueran pareja... Espero que alguno tenga sus ojos —replicó mi padre omega.


 


—¡JAMES! —se quejó mi padre beta enojado ante la posibilidad de tener a alguien como Alem como yerno. No lo culpaba, ese alfa era un neandertal total. Yo jamás me rebajaría a salir con alguien como él.


 


—¡Basta! —exclamé, avergonzado—. Ese neandertal no tiene nada que ver conmigo. — Con esas palabras, los dejé allí, en medio de su discusión, y me dirigí apresuradamente hacia el instituto. Necesitaba alejarme de ellos y de toda esa tensión que se había acumulado en el ambiente.


 


Al alcanzar el solitario pasillo, envuelto en la tranquilidad de la mañana, avisté a Alem. La furia y el resentimiento aún latían en mi interior, y sin pensarlo dos veces me adelante hasta tenerlo de espaldas, descargando mi frustración en un rápido movimiento. Le propiné un fuerte puntapié que lo desequilibró por completo, haciendo que cayera de rodillas al suelo.


 


El sonido del impacto resonó con fuerza en el pasillo vacío, reverberando en cada rincón y llenando el ambiente de tensión. Por un breve instante, el tiempo pareció detenerse, como si el universo mismo contuviera la respiración ante el estallido de emociones. Alem, sorprendido y aturdido, levantó la mirada lentamente, sus ojos reflejando una mezcla de incredulidad y furia, mientras yo permanecía plantado en el lugar, sus ojos estaban cargados de ira contenida y determinación.


 


—¡Tú, pequeño bastardo! ¡Cuando te agarre...! —amenazó Alem, dejando que la rabia fluyera por cada palabra.


 


Mi enojo se intensificó al escuchar su respuesta. Sin importarme las consecuencias, respondí con voz desafiante, dejando que las palabras salieran cargadas de resentimiento.


 


— ¡ Tú fuiste el que empezó todo! ¿Cuál era tu intención al molestar de esa manera a mis padres, patán... neandertal? —mis palabras se deslizaron con un tono afilado, expresando mi desprecio hacia su actitud provocadora. Mantuve mis ojos clavados en él, desafiante y decidido. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, el ambiente entre nosotros cambió drásticamente, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Mi instinto de autopreservación se activó de inmediato, instándome a dar media vuelta y huir de aquel inminente encuentro que amenazaba con volverse aún más violento. Pero antes de que pudiera siquiera dar un paso, Alem demostró una rapidez inesperada al agarrar firmemente mi brazo, impidiendo cualquier posibilidad de escape. Me vi arrastrado hacia su imponente figura, incapaz de resistir su abrumadora fuerza.


 


En un gesto que desafiaba toda lógica, me lanzó una bofetada en el trasero, provocando una sensación de ardor que se extendió rápidamente por mi piel. El impacto fue inmediato y vergonzoso, dejándome atónito ante su atrevimiento.


 


—¡Acabas de nalguearme! —exclamé en un susurro, mezcla de incredulidad y vergüenza.


 


Una sonrisa malvada y atractiva se dibujó en los labios de Alem, como si el acto de violencia hubiera despertado una faceta oscura y seductora en él. Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, teñidas por un leve rubor que traicionaba la confusión de mis emociones.


 


—Sí, ¿y qué harás, pequeño omega malcriado? —cuestionó con un tono desafiante, disfrutando de su poder momentáneo sobre mí.


 


La tensión entre nosotros era palpable, cargada de una extraña y peligrosa atracción. Mi mente luchaba por encontrar una respuesta adecuada, mientras mi corazón latía con fuerza, debatiéndose entre el enojo y una incomprensible fascinación hacia aquel alfa que me desafiaba de forma tan audaz.


 


—¡Cómo te atreves! ¡Deja de llamarme omega, ya te había dicho mi nombre! —exclamé con indignación, mi voz temblaba ligeramente por la mezcla de enojo y confusión que inundaba mi ser.


 


Alem soltó una risa despectiva, su mirada cargada de desdén hacia mí.


—Pues, si para ti soy un neandertal, entonces para mí eres un pequeño e inútil omega... —respondió con voz burlona, provocando una oleada de ira en mi interior.


 


Mi frustración alcanzó un punto máximo, y sin pensarlo dos veces, golpeé su pecho con todas mis fuerzas. Sin embargo, mis puñetazos resultaron patéticos e insignificantes frente a su imponente figura. Fue en ese instante que algo completamente inesperado y desconcertante ocurrió. Alem tomó mi barbilla con firmeza, atrayéndome hacia él, y me besó. Fue un beso apasionado y arrebatador, algo que no esperaba y que desafió todas mis expectativas.


 


Lo más extraño de todo no fue el beso en sí, sino la sensación que despertó en mí. A pesar de mi resistencia inicial, me encontré disfrutando del contacto de nuestros labios, del frenesí y la entrega mutua. Nuestras lenguas se entrelazaron en un baile íntimo, nuestros labios se chocaron en una sinfonía de roces húmedos y ardientes. No pude evitar gemir placenteramente entre besos, dejando que el deseo y la atracción se adueñaran de mí. En el fondo, a pesar de mis propias luchas internas y mis intentos de ocultarlo, siempre había sentido una inclinación por los chicos grandes y dominantes, una atracción que venía impregnada en la esencia misma de ser un omega. Era algo que me avergonzaba y trataba de reprimir.


 


Cuando finalmente nos separamos, nuestras miradas confundidas se encontraron. El silencio reinó entre nosotros, incapaces de encontrar palabras que pudieran expresar la complejidad de lo que acabábamos de vivir. De manera abrupta, nos alejamos el uno del otro, como si el beso nunca hubiera ocurrido.


 


—Eso... no ha pasado... —murmuró Alem, su rostro teñido de un rubor que encontré inexplicablemente encantador, aunque me recriminé a mí mismo por pensar así. "No olvides que odias a ese neandertal, no es lindo", me recordó mi conciencia, aunque mi corazón latía desbocado, desafiando cualquier lógica.


 


—¡De qué demonios hablas! ¡No hemos hecho nada! —respondí, fingiendo indiferencia mientras le daba la espalda y prácticamente huía. Mi mente estaba sumamente confundida y mis rodillas aún temblaban por la intensidad del beso. Al llegar al vacío salón de clases, me senté en uno de los últimos pupitres y, con fuerza, abofeteé mis mejillas, dejándolas enrojecidas. Mientras lo hacía, me cuestionaba el motivo por el cual había correspondido y disfrutado de aquel beso con ese neandertal. Me sentía atrapado en una encrucijada entre lo que mi mente dictaba y lo que mi corazón anhelaba.


 


El sonido de la campana anunciando el inicio de la clase me sacó de mis pensamientos turbulentos. Traté de concentrarme en la lección, pero mi mente estaba ocupada reviviendo una y otra vez el beso robado, la intensidad de nuestros labios unidos y la electricidad que había surcado por mi cuerpo. ¿Qué significaba todo eso? ¿Acaso había despertado algo en mí que estaba enterrado profundamente?


 


El resto del día transcurrió en un torbellino de emociones encontradas. Alem y yo evitamos cruzar miradas, cada uno sumido en su propio mundo de confusión. Trataba de convencerme a mí mismo de que aquel momento había sido un error, un arrebato impulsivo que no debía repetirse. Sin embargo, no podía negar la chispa que había surgido entre nosotros, esa conexión intensa que había trascendido las palabras y se había manifestado en aquel beso prohibido.


 


A medida que avanzaba la tarde, el eco de su risa burlona y las palabras despectivas resonaban en mi mente. Recordaba cómo había comenzado todo, con insultos y desprecio. No podía ignorar ese lado oscuro de Alem, esa faceta que había despertado en mí un profundo desagrado y un rechazo instintivo. Pero a pesar de ello, mi corazón se debatía entre el deseo de alejarme de él y la atracción magnética que sentía hacia su presencia dominante.

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