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El peor por Kaanbaltla

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Notas del fanfic:

Me aventé todo el Spider-verse, los Web-Warriors y el Spider-geddon en menos de cuatro días. Cuando Pavitr le dijo a Hobie que era el peor Spider-man algo despertó en mí. Así que este fanfic toma lugar justo después de eso.

Los personajes no me pertenecen, sino a MARVEL.

La expresión de Hobie no se inmutó tras haber escuchado esas cinco palabras. Solo apartó su mirada para dirigirla a las pantallas sin imagen, era como si tardara en procesar lo que había dicho, pero Pavitr sabía que no era eso. Hobie, Spider-punk, podía ser muchas cosas pero no era estúpido, mucho menos lento. Más bien intentaba procesar, descifrar lo que había detrás de ellas y cuando logró hacerlo, regresó la mirada a Pavitr. Él seguía sentado, su expresión por igual intacta después de haber dicho esas cinco palabras. Eso podía cambiar, por supuesto. Todo podía cambiar si Hobie decidía hacer algo, lo que fuera; largarse o acercarse.

Y así lo hizo. Un largo paso con sus largas piernas y estaba justo frente a Pavitr. Un movimiento más hacia delante y estaba inclinado, el rostro de Hobie a meros centímetros del suyo y una mano en un brazo de la silla, acorralándolo. Pavitr abrió la boca para preguntar qué pretendía hacer, moviendo su torso hacia delante con la intención de deshacerse de él, pero otra mano en su pecho lo empujó a su posición original y la respiración de Hobie, los pocos milímetros que había entre sus labios y el arete de su oreja hicieron que se tragara sus palabras apretando la mandíbula. Podría patearlo con un solo pie, hacerlo volar hasta la pared más lejana de la habitación con mucha fuerza, tan sencillo como eso. No quería hacerlo, por razones que iban más allá de no empezar una estúpida pelea, por la misma razón que había abierto la boca para decirle aquello.

Pavitr llevó sus manos hasta los hombros de Hobie en un intento, en una señal, de quitárselo de encima, tratando de ignorar el leve escalofrío que recorría su espalda y el zumbido de su sentido arácnido que le avisaba se apartara de allí, rápido, pronto, aunque no hubiera a donde correr ni a donde voltear. Hobie no retrocedió, en lo absoluto. Por el contrario, lo sentía aún más cerca de su cuerpo, como si lo hubiera atraído más hacia él, como si la física y el concepto de espacio no existieran en realidad. La barba de una semana que se había dejado raspaba su mejilla.

—El peor, ¿hum?

Los labios de Hobie acariciaron el lóbulo de su oreja izquierda demasiado lento, demasiado suave, cuando habló. Su sentido arácnido se hacía más presente con cada diminuta fracción de segundo que pasaba. La mano que estaba en su pecho se deslizó hasta su barbilla para tomarla y mantener su cabeza quieta. Dolor. Los dientes de Hobie se incrustaron en su lóbulo, los sintió incluso a través del metal de su arete. Arqueó la espalda, sus manos apretaron con fuerza los hombros.

—Veremos eso.

Dijo tras soltar el lóbulo. Se enderezó para mirar a Pavitr por lo alto, su expresión aún sin cambiar, y estiró su brazo derecho hacia la izquierda. Pavitr llevó su propia mano al lóbulo que había sido mordido y lo masajeó con sus dedos índice y pulgar. El dolor ya no estaba, solo el calor de la boca de Hobie y la marca de sus dientes permanecían.

—Nos vemos en tu laboratorio, o como le llames. En cinco. —Hobie se alejó dando media vuelta con largos pasos hasta salir de la cámara del telar.

Pavitr sintió su corazón retumbar en sus oídos como nunca. Estaba tan malamente acostumbrado a la adrenalina que luchar con enemigos y estar al borde la muerte le generaban, pero no a la generada por relacionarse con personas. Dejó de masajear su lóbulo para pasar a rozar su mejilla.

Lo dijo, y muy en serio, con tal de ver qué tan lejos podía llegar el «peor Spider-man». Y ahí estaba solo una pequeña muestra de lo que era capaz de hacer, de hacerle, en la marca ya roja en su oreja, en la desagradable picazón latente en su mejilla.

Se puso de pie lentamente. La silla rechinó. Karn habló.

—¿Todo en orden, Pavitr?

Karn. Por supuesto. Él estaba ahí. Él había visto todo, escuchado todo. Lo que no podía decir con seguridad es si había entendido todo.

—Por supuesto, Karn. No hay ningún problema. —Volteó a verlo con una sonrisa amable antes de ponerse en marcha para salir también de la cámara a paso acelerado. Cuando abrió la puerta miró a Karn de nuevo. —Regreso en seguida, primero tengo que… atender a Hobie.

Si respondió, no lo escuchó. La puerta se cerró detrás suya tan pronto pisó el suelo del pasillo. Aún no habían pasado los cinco minutos pero era capaz de sentir una creciente desesperación difícil de discernir con cada paso que lo acercaba al laboratorio de Jennix.


Lo primero que vio con su vista periférica al entrar al laboratorio y cerrar la puerta es a Hobie observándolo directamente. Observando sin ninguna sutileza cada movimiento que hacía, cada paso corto que tomaba, cada balanceo de sus brazos a su costado, hasta que estuvieron cara a cara, sosteniéndose la mirada. Con ella Hobie preguntó y Pavitr respondió inmediatamente. Notó un rápido movimiento en los labios de Hobie, una sonrisa retenida; entonces señaló con la barbilla la extensa mesa donde Pavitr se encargaba de reparar todo lo que tuviera que ver los cronómetros interdimensionales, drones o pequeñas piezas de los robots que mandaban para vigilar a los Inheritors. En ella había varias piezas metálicas todavía y herramientas desperdigadas, no tuvo muchas oportunidades de ordenarla.

—Mueve todas esas cosas antes de que las tire yo al suelo usando tu cuerpo, ¿sí?

Oh, vaya que era el peor, amenazándolo con una decisión. Dándole la espalda y sin mirarlo por encima de sus hombros, por mucho que Pavitr quisiera dedicarle una mirada asesina que no sería tomada como otra cosa más que como una invitación a cumplir lo que dijo, caminó hasta la mesa y comenzó a mover las cosas a los lados una por una, sin ordenar nada, solo apartándolas del centro con el cuidado que al menos merecían. Su sentido arácnido no tuvo que activarse cuando podía escuchar los pasos que no hacían nada para ocultarse, dirigiéndose hacia él hasta que pudo sentir la corta distancia que había entre su espalda y el torso de Hobie, cerrándose en cámara lenta aunque el movimiento era en sí mismo rápido. Tan rápido como el brazo que rodeó su cintura por completo. Tan rápido como él mismo inclinándose un poco, y solo un poco, hacia la mesa, dándole a Hobie más libertad, más acceso, más poder que no se merecía.

—¿Terminaste?

La otra mano de Hobie regresó a su pecho, fijada en un solo punto, cerca de la zona donde estaba su corazón que continuaba retumbando en sus oídos y que se hacía más fuerte con cada segundo que Hobie se quedaba callado. No lo odiaba. No odiaba el sonido, no tanto como se odiaba a sí mismo por amar toda la atención que recibía en ese momento, atención que antes le había sido negada incontables veces que él había contado. Y por eso era el peor. El peor de todos.

Pavitr asintió. La mano en su pecho comenzó a deslizarse hacía arriba, pasando por sus clavículas, por su cuello.

—Hobie, antes-

La mano de nuevo tomó su barbilla con la misma fuerza de antes, pero esta vez movió su cabeza hacia un lado y tan pronto estuvo en la posición perfecta, los labios de Hobie estaban sobre los suyos. Ni una sola oportunidad de terminar lo que pretendió decir. El brazo alrededor de su cintura lo jaló hacia atrás, acercándolo más al cuerpo de Hobie, tuvo que colocar rápidamente sus manos sobre la mesa para evitar la nauseabunda sensación de estar cayendo. Pudo sentir por un instante la erección de Hobie en su trasero y podía sentir su lengua en la suya propia. El beso era brusco, incómodo por la posición, exigente. Si Pavitr tuviera que describirlo en una sola palabra, diría que se sentía como una invasión. Una cruel invasión asfixiante de sabor agridulce a la que no se estaba negando ni resistiendo. Pero debería. Debía negarse y detenerlo.

Sin ninguna mejor arma, decidió morder el labio inferior de Hobie con insistencia hasta que él rompió el beso con un «ouch» y un ceño fruncido. Pavitr dejó escapar un silencioso jadeo de alivio.

—No es así como haces sexy un beso, Pav. —Hobie pasó su dedo pulgar por su labio, revisando si había salido sangre. Para fortuna de Pavitr no había aplicado tanta fuerza para ello, o de lo contrario tendría que primero disculparse. —Eso dolió.

—Mi intención no era hacer el beso «sexy», Hobie, era detenerlo.

Y lo tenía bien ganado, de hecho. No solo por interrumpirlo, sino por la mordida que había recibido antes, aunque no fuera realmente creyente de la diluida venganza estilo «ojo por ojo».

—Lo que iba a decir antes de que me interrumpieras —Pavitr carraspeó, llevándose una mano a la boca para hacer más énfasis en ello, antes de hablar—, es que nada de… besos.

La mirada llena de confusión que Hobie le dedicó, con su boca un poco abierta en incredulidad, lo hizo sentirse como un absoluto estúpido y el no poder estar seguro de que Hobie se sintiera de la misma manera, aunque debería y mucho, acrecentaba el sentimiento. Pero quizá el haber clarificado eso era ya inútil, por haberse dicho tarde por mucho que no fuese su culpa.

Apartó la mirada cuando la confusión en el rostro de Hobie comenzó a ponerlo por demás nervioso, optando por enfocarse en una pieza de metal muy pequeña y de color rojo de la cual estaba olvidando su nombre en ese momento. Su plan inicial, elaborado durante todo el trayecto al laboratorio, había sido que todo esto acabaría rápido, que no habría eventualidades, que solo le diría a Hobie que los besos estaban prohibidos y que no se vería interrogado en el razonamiento detrás de su petición y que los dos olvidarían todo. Si no hubiera obedecido a Hobie en quitar las cosas de la mesa, las probabilidades de que ya hubieran terminado para ese entonces eran altas. No lo había pensado hasta ahora. Podía echarle la culpa a sus pocas habilidades sociales y románticas por llegar a suponer que todo sería tan fácil. Pero si hablaba con toda honestidad, el ser Spider-man, el ser el único héroe en su Tierra, debió de haberle enseñado que nada era tan fácil, que los planes no eran seguros en ninguna circunstancia que envolviera a un enemigo que podía sobrepasar sus habilidades en solitario. Y Hobie era en ese momento un enemigo que sobrepasaba todas sus habilidades con creces, en cada pequeño detalle. Su exceso de confianza en sus propios planes era su perdición y se estaba dando cuenta muy, muy tarde.

Ya no estaba seguro de que su razonamiento original para no besar a Hobie hiciera sentido hasta para él, no después de haberlo saboreado, o mejor dicho, de haberse dejado saborear con tanta intensidad. Su razonamiento debía cambiar junto con las circunstancias. No podía darse el lujo de besarlo de nuevo, de crear una necesidad por algo que nunca más volvería a recibir. Una sola vez, un solo beso, bastaba para apenas satisfacerlo y eso era lo ideal, estar apenas satisfecho. Bastaba para hacerlo olvidar en compañía y hacerlo recordar en soledad.

—Si eso quieres —Hobie murmuró en su oído, estremeciendo a Pavitr fuera de sus pensamientos, y ejerció más presión hacia delante. La erección de Hobie ahora estaba muy presente y lo hizo dar cuenta de la suya propia—. Pero no vayas a rogar que me detenga.

Iba a preguntar rogar el qué cuando sintió una mordida en su nuca, justo donde terminaba el cuello de su traje. Apretó los dientes y los ojos por el dolor inicial, hasta que los dientes fueron reemplazados por una humedad caliente y suave que acarició lentamente esa zona. Recargando todo su peso en un solo brazo que temblaba, usó el otro con intención de golpear con el codo a Hobie.

—Ey, no dijiste nada sobre morder.

Hobie fue más rápido y detuvo el golpe tomando su brazo por la muñeca para después doblarlo con brusquedad y sostenerlo con fuerza en su propia espalda. Un gemido escapó la garganta de Pavitr, uno que indicaba la mezcla perfecta de dolor y súbita excitación que le recorría el cuerpo.

—Lindo sonido, Pav.

El cómo había pronunciado el apodo fue tan diferente al de antes, cargaba una intención muy clara y siniestra, una frase no pronunciada pero que era capaz de intuir, que podía escuchar a la perfección dentro de su cabeza una y otra vez como si ahora uno de sus poderes fuese el de leer la mente: «¿qué tal si lo repetimos?».

Volvió a atacar. La rasposa sensación en su nuca le indicó el siguiente objetivo y tal como lo predijo, aquellos dientes se incrustaron en su cuello, cerca de la clavícula. Por mucho que una parte suya no quisiera complacer el claro sadismo de Hobie, la otra le gritaba que darle lo que quería le daría a él mismo lo que por igual deseaba. Desear estaba mal. Desear no era más que un vicio que lo terminaría consumiendo por dentro, pero no podía evitarlo. Fue tan débil y tan estúpido para ofrecerse como un libro abierto y ahora lo estaban consumiendo por fuera.

Gimió, esta vez abriendo la boca. Sintió la sonrisa de Hobie formarse contra su piel antes de que comenzara a lamer de nuevo la zona que había mordido. El brazo que lo mantenía por la cintura comenzó a hacerse a un lado, retrayéndose. Pavitr quería detenerlo, quería mantenerlo justo donde estaba a la fuerza y no podía hacerlo; si movía su propio brazo hormigueante, su único soporte, lo único que seguía dándole la sensación de autonomía, entonces caería de rodillas y es lo que menos quería en aquel momento: caer. Quedar en ridículo, alejarse de la presión, del toque, del calor de Hobie y estar a su merced…

El brazo dejó de moverse. La mano de ese brazo descansó por debajo de su ombligo pero no por mucho tiempo. Comenzó a descender con una parsimonia imaginaría. La respiración de Pavitr se detuvo enseguida. Su brazo hormigueaba con más fuerza y en cuanto esa mano presionó su erección por encima del dhoti que la aprisionaba, sus piernas temblaron, su brazo libre sucumbió al no poder sostenerlo por más tiempo.

No cayó, sin embargo. Hobie colocó en su pecho la mano que antes mantenía su brazo, deteniendo su tropiezo.

Pavitr iba a agradecer el gesto hasta que escuchó una leve risa en su oído.

—¿Aún soy el peor Spider-man, Pav?

Su respuesta fue inmediata, ni siquiera la registró en su mente, sus propios oídos tampoco, solo salió de su boca y lo supo porque Hobie, con un gruñido bajo y su sonrisa desvanecida, lo mordió nuevamente en el cuello con una fuerza mucho mayor. Había algo distinto, Pavitr lo notó enseguida. Las mordidas de antes no había sido más que un juego, una pequeña diversión para Hobie como lo era decir sus estúpidos chistes para aligerar el ambiente entre ellos de vez en cuando; esta se sentía como algo más serio, el inicio de algo, un reclamo por decirlo de alguna manera.

La forma en que Hobie no se dedicó a lamer la mordida al apartarse de la piel enrojecida le dio una pista más. El cómo Hobie le dio la vuelta bruscamente, haciendo que sus piernas se cruzaran y que tropezara hacia atrás, cayendo en la dura mesa metálica se lo confirmó. El golpe dolió y se lo dejó saber. Hobie no respondió a su queja de ninguna manera que hiciera sentido. Ni una mirada, ni un sonido, lo único que hizo fue jalar el dhoti que llevaba puesto y consigo también su ropa interior, dejándolos apenas a la mitad de sus muslos.

Estaba dispuesto a gritarle que tuviera cuidado. La súbita mano que tomó su erección lo hizo atragantarse con palabras que ni siquiera terminó de pensar.

—Podría decir lo mismo de ti, Pav.

Hobie se inclinó sobre él, recargándose en el brazo que colocó justo al lado de su cabeza, y lo miró directamente a los ojos.

Eres el peor Spider-man.

Hobie movió la mano que envolvía su miembro hacia arriba. Pavitr cubrió su boca al no saber qué más hacer con sus propias manos.

—Te gusta la atención. Siempre presumiendo lo inteligente que eres con palabras grandes.

La voz de Hobie bajaba en tono con cada palabra al igual que su mano. Pavitr sentía los dedos de sus pies tensarse, su espalda queriendo arquearse hacia arriba en cortos espasmos; la pretina del dhoti y su para nada elástica ropa interior imposibilitaban el movimiento de sus piernas que tanto ansiaban distanciarse aún más una de la otra.

—Noté cómo me mirabas, Pav, desde el primer día que nos topamos.

La mano de Hobie dejó de envolver su miembro. Ahora solo había un dedo acariciando lentamente su longitud desde arriba hacia abajo. La densidad de su propia mano con la que se cubría la boca no bastó para amortiguar el jadeo que produjo, solo lo hizo peor.

Desesperado.

—Querías toda mi atención solo para ti, ¿sí?

Necesitado.

No iba a rogar.

Echó la cabeza hacia atrás con los ojos abiertos en sorpresa, lo último que registró en su mente una sonrisa, una maldita sonrisa en los labios de Hobie, cuando el dedo que antes acariciaba su miembro ahora acariciaba su perineo, cerca de su entrada. Cerca. Tan cerca.

Pavitr amaría negar todo lo que se había dicho, pero eso sería mentir. Era verdad. Hobie solo escupió en su propia cara todas las verdades que tanto se había esmerado en ocultar. Su corazón dolía. Su mente daba vueltas. No sabía qué estaba sintiendo en aquel momento. ¿Frustración consigo mismo por su carencia de sutileza pasada? ¿Excitación por la falta de control que inevitablemente se acercaba? ¿Enojo hacia Hobie por haberlo notado e ignorado? Todo a la vez y nada de eso en realidad.

Hobie seguía acariciando. Solo acariciando. Alejándose.

Mordió su labio inferior. Miró a Hobie. La sonrisa seguía ahí, en los ojos un destello de absoluta diversión. Un juego. Todo era un juego y estaba obligado a participar.

Solo dando círculos. Acercándose.

No era rogar si no lo hacía con la boca.

Sostuvo la mirada de Hobie mientras entrecerró los ojos, retándolo, tentándolo de regreso. Cerró sus piernas, atrapando la mano que para su sorpresa no dejó de moverse, y movió sus caderas hacia arriba, calculando en ir en sentido contrario a los movimientos ajenos. Hobie rio, silencioso, con una falsa tranquilidad que Pavitr saboreó tanto como continuaba saboreando el beso, el labio que había mordido en lo que podía decir era defensa propia, y se enderezó.

La mano que masajeaba su perineo pasó a envolver sus piernas, pegándolas a su torso, y las elevó bruscamente, haciéndolo resollar con sorpresa.

Podía sentirlo. El miembro de Hobie. Una advertencia. Una amenaza que se introdujo en él con fuerza. Pavitr aferró sus manos a los bordes de la mesa y quizá era su imaginación, debía serlo, la sensación del metal doblándose bajo su fuerza. Contuvo la respiración, siseó, gimió. El sabor de la piel de Hobie se mezcla con el sabor del dolor, la sangre de su propio labio.

Era una nueva sensación de plenitud que experimentaba cada que Hobie se movía, empujándose con brusquedad dentro suya. Un dolor diferente, uno que dolía maravillosa y terriblemente bien.

Saciedad. Una nueva forma de luchar por respirar, que no nacía del terror ni de la ansiedad ni la soledad. Escuchó el gemido de Hobie fundido en los suyos propios, una maldición que a sus oídos sonaba como un halago.

Llenura. Un grato ardor distinto a todas las más atroces heridas que pudiera sufrir durante una pelea recorriendo todo su cuerpo pero idéntico a la vez. Completa euforia.

Se obligó a mover una de sus manos, la que fuera, para cubrir su miembro. Brazos entumecidos, piernas hormigueantes. Todo su cuerpo era un escalofrío, su mente un mareo; registraba cada sensación solo para olvidarla al segundo siguiente y registrarla de nuevo. Masturbarse era imposible. Tocar a Hobie era imposible. Besarlo estaba prohibido. Sentía un temblor en su ingle que se extendía por su arqueada columna, sentía el flexionarse de los músculos del brazo que mantenía su quietas sus piernas y sentía las uñas de Hobie penetrar la piel de su muslo.

Eyaculó en su propia mano. El agotamiento lo golpeó por completo, sus piernas siendo las primeras en relajarse y si no fuera porque estaban siendo aún sostenidas, habrían impactado el suelo.

Un suave pero repentino roce en el lateral de su mano lo hizo voltear su cabeza en aquella dirección. La mano de Hobie estaba justo a su lado, sirviendo como soporte para él. Apenas daba cuenta de lo vacío y frío, lo expuesto, que estaba su trasero. Hobie se había hecho a un lado. Intuyó que él había eyaculado fuera, es lo que más tendría sentido. Eso también significaba que tendrían que limpiar el suelo del laboratorio. Estaba cansado, pero su mente ya no era un mar de sinsentidos. Haciendo el esfuerzo consciente de no mover la mano llena de su propio semen, se llevó la otra a la cabeza y suspiró.

—Qué, ¿cansado, Pavitr?

La voz de Hobie sonó más como un murmuro desvaído pero pudo entenderlo. Pavitr asintió con todas las fuerzas que podía usar en su adolorido cuello, a sabiendas de que si hablaba no haría más que arrastrar las palabras y sin apartar la vista de aquella ligera, suave expresión que su mente repetía estaba dedicada a él.

Hobie bajó sus piernas lentamente. Pavitr volvió a suspirar, esta vez de alivio. El hormigueo se había vuelto peor y ahora que sus piernas finalmente colgaba en la mesa podía decir con toda seguridad que la sangre seguía recorriendo sus venas. Lo que no podía decir con la misma seguridad eran las probabilidades de poder caminar en los siguientes, aproximadamente, diez minutos. El esfuerzo tendría que hacerse de todos modos, debía regresar a la cámara de Karn, continuar el trabajo que abandonó sin ningún remordimiento y obligar a Hobie a ayudarlo. Como siempre.

—Sabes, Pav, ahora mismo luces como una almohada perfecta.

No te acostarás encima de mí, Hobie.

Hubiera querido quedarse solo unos minutos más acostado, a pesar del dolor de espalda. Hobie había arruinado ese plan. De nuevo. Así que se incorporó, usando sus manos para impulsarse, mientras veía la enfurruñada expresión de Hobie.

—Necesitamos limpiar el piso.

Dio un rápido vistazo hacia abajo solo para confirmar que estaba en lo correcto mientras pronunciaba las dos últimas palabras. Pudo ver las gotas de semen con perfecta claridad en la superficie gris. Eso lo hizo volverse consciente de su propia mano derecha, con la que seguía apoyándose. Por primera vez en todo el tiempo que llevaban ahí sintió su cara caliente. Debía ser una broma.

—Sí, y la mesa también. —Escuchar la risa en el resoplido de Hobie lo hizo encogerse en hombros y apartar su mano de la mesa tan rápido como fuera posible.

La maldita suerte del peor Spider-man.

Notas finales:

Tengo un Tumblr donde solo compartiré cositas de mis fanfics! Aquí. Las preguntas son bienvenidas, anónimas o no.

Ahora mismo estoy en proceso de otro fanfic chaipunk de los cómics <3 Gracias por el apoyo.

 


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