A lo lejos se encuentra un castillo majestuoso, grande y hermoso. El color negro es el que más predomina en toda su cobertura, donde pareciera que la oscuridad estuviera enamorada de aquel lugar.
La visión me invita a entrar por aquellas enormes puertas que dejan ver el angosto interior que parece ser el recibidor.
Unas antiguas escaleras dan el inicio del recorrido de los pasillos. Muchas puertas, todas cerradas al paso hasta llegar a una en especial que se abre en automático para mostrar una enorme habitación adornada con muchos libros al rededor, pero sobre todo, en medio hay un elegante mesa, que por su apariencia deberá ser un escritorio, donde detrás de ella hay un gran sillón que está girado del lado contrario a mí, como si la persona que se encuentra sentada, viera hacia lo que hay afuera de las enormes ventanas.
Lentamente, empieza a devolver la vista hacia donde estoy. Poco a poco. Ahí hay alguien... Un poco más... Esos ojos... Esa persona es...
Con la respiración agitada y el cuerpo empapado de sudor, despierto violentamente de aquel sueño.
- ¿Otra vez? Este año ha sido muy seguido.
Desde que tengo uso de razón, estas imágenes han invadido mis películas nocturnas. Siempre es lo mismo, la única diferencia a los otros anteriores, es que esta vez pude entrar a aquel lugar, que si analizamos bien, tiene apariencia de que fuese un despacho.
Sin embargo... Ahí había alguien, una persona que al igual que aquel castillo, parecía que la oscuridad lo consumiera. Por esa razón no pude ver su rostro, aunque en el lugar donde deberían de estar sus ojos, emitían un brillo tenue rojizo...
Giro mi cara para ver el pequeño calendario que hay en la mesita de noche, dejándome saber que hoy es 14 de diciembre de 1888. Día que la vida me ha dado ya 13 años de existencia.
A pesar de que para la gente normal, el cumplir años es símbolo de alegría, de felicidad, en mi persona es algo que pasa sin importancia, ya que ya no cuento con alguien con quien celebrarlo. Me he quedado sin familia.
Mis padres murieron en un accidente en carreta, cuando regresaban de un viaje de negocios, en una noche lluviosa, su vehículo se salió del borde del camino, cayendo en las profundidades del bosque. Una aparatosa caída que provocó de inmediato la muerte de ambos, del chófer y del caballo. Y todo justo en un día como hoy de hace ya tres años.
Algunas investigaciones aseguran que pudo no ser lo que aparentó: un accidente. Pero no encontraron las pruebas suficientes, mas las razones sobraban para creerlo: eliminar una gran pieza del juego.
Al quedarme huérfano, mi custodia pasó a manos de mi tía Ann Durles, también conocida como Madam Red, hermana de mi madre.
Era una excelente doctora, y así como era buena en su trabajo, también lo fue como persona. Siempre me acobijó desde que pasé a sus manos, criándome como el hijo que siempre deseó, pero que por crueldad del destino, ella también perdió a seres que amaba.
Pierde a su esposo, en igual un accidente vehicular un año antes del suceso de mis padres, y no bastándole a la vida, también al ser que llevaba en su vientre ya que ella también iba en aquel carruaje, la única diferencia es que sólo ella sobrevivió.
Todo parecía bien entre nosotros, ambos felices con la compañía del otro. Ella me educó en casa, enseñándome todo lo necesario, ya que en un futuro heredaría todas las propiedades de mi difunto padre, el único detalle es que lo haría a los 16 años, por lo tanto, mientras esperaba a ese día, recibía un sustento monetario que dejó mi familia de pasarles a ellos algo.
La vida cobraba un nuevo brillo... hasta ese día...
En julio del año pasado, una fuerte enfermedad le arrebató todo color en su piel, mientras yo sostenía su mano fuertemente, llorando desconsoladamente.
Antes de que ella partiera al otro mundo, me susurró un apagado lo siento, por ser egoísta al tener que dejarme, al no poder cumplir sus promesas de lo que algún día haríamos juntos como ir a visitar la playa en sus vacaciones.
Y me suplicó que siguiera ocultándome, con la forma que me trazó desde que estuvimos juntos. Habían personas que querían deshacerse del último Phantomhive. Por esa razón no me fui con mi tía Frances, la hermana de mi padre, ya que acordaron con mi tía Ann, aparentar que estoy con ellos para desviar toda atención.
- Debo ir a comprar - con la decisión, tomo fuerza para levantarme de la cama, tapándome con una manta por el ya asistido clima frío de temporada en Londres.
Tomo una ducha caliente rápida. Me dirijo al armario y al ver su contenido suelto un suspiro entre cansancio y nostalgia.
- Te prometí seguir ocultándome de la manera que me enseñaste, Madam Red.
Elijo un conjunto sencillo, a pesar de que va en contra de mi género verdadero.
Termino de vestirme, viéndome en el espejo para acomodar todo en orden.
- A pesar de que la tía Ann decía que lo mejor era hacerme pasar por su "prima" menor. Siento que disfrutaba el ponerme vestidos, aun sabiendo que soy varón.
Para los últimos toques, me coloco la peluca de melena larga, amarrándola con dos coletas altas. Ella se esmeró en conseguirme una en el tono real de mi cabello...
Para evitar que vean un poco mi rostro, termino por fin con un sombrero que ayuda bien ocultándome.
Antes de salir del cuarto, veo aquella cajita azulada que contiene el último obsequio de ella. Mi tía que también la quiero como mi segunda madre. Donde insistió mucho en regalarme un par de pendientes azules; como el color de mis ojos.
A pesar de que el dolor de la perforación de años atrás sigue vivo, con el fin de hacer más creíble mi "disfraz", decido tomarlos para usarlos. Aunque solo salga por poco tiempo.
- Solo por ti tía.
.................
Veamos, ya tengo todo lo de la lista, solo me falta pasar por la pastelería. Quiero darme un pequeño gusto.
Nubes grises adornan todo el cielo del día en la ciudad, es como si se avecinara algo... Quizás sea nieve.
Camino unas cuantas cuadras más cuando de pronto veo como todas las personas a mi al rededor se detienen murmurando y señalando al norte de aquí; justo algo en el cielo.
Dirijo mi mirar hacia ese punto que mencionan, notando como "algo", en grandes cantidades, se aproxima hacia donde estamos.
- Que demon... - agudizo la vista - parecieran... ¿Cuervos?
Gritos a nuestras espaldas se empiezan a oír, las personas han entrado en pánico, corriendo por todos lados.
Otros gritos del lado donde miraba también, solo que ahora aquellas aves que apuntan venir hacia acá, dejan ver algo más allá de lo normal: ¡son enormes!
Mi casa, mi casa, ¿hacia donde voy? Rayos, si me alejé un poco.
Bajo la intuición de saber, o al menos eso creo, que dirección tomar, corro a como los tacones me dan la oportunidad.
Por encima de mi hombro veo como esas criaturas han aterrizado en las calles del lugar, empujando, picando, aplastando, a quienes vayan encontrando.
Tía Ann, esto nunca había pasado.
De un momento a otro he chocado con algo sumamente duro, provocando que caiga al suelo.
Alzando la mirada me topo con un par de grandes ojos rojos, siendo dueños unos de los tantos cuervos que nos han invadido.
Me quedo estático tanto por la impresión que me ha causado como del miedo a lo que pueda hacerme. Y a pesar de eso, no le quito la vista de encima, siendo mutuo hasta que su cara con pico empieza acercarse.
Siento su inhalación y exhalación al olerme a cierta distancia cercana hasta que al emitir un irritante graznido acompañado del aleteo extendido de sus alas, me ayuda a salir del shock causado.
A como puedo, me pongo de pie para reiniciar mi carrera para irme a esconder, sin importar a donde sea, para estar lejos de estos animales.
Mucho no duró mi persecución al ser tomado por las garras de las patas del monstruo que se supone del que quería escapar, levantándome del suelo en cada aleteo que él daba hasta que toma vuelo y así dejar atrás lo que hasta ahora era mi hogar.