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Sumisión por Lis Malfoy

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Notas del capitulo: Segundo vicio... éste un poco más largo. Tendrán extensiones diversas, dependiendo del tema y, sobre todo, de mi inspiración! Espero que os guste. Nos vemos! Un beso y gracias!

 

Cuatro años y siete meses. Ése fue el tiempo que estuvo sometido a la voluntad de Lucius Malfoy. Sin apenas magia, se la controlaba su ‘querido esposo’, no podía hacer vida normal. En realidad se pasaba las horas, los días, las semanas y los años encerrado en su cuarto, lúgubre, húmedo y oscuro. El día que Voldemort venció, Harry fue apresado y obligado a casarse con Lucius, contra su voluntad, claro, pero no tenía otra opción. La vida de sus amigos estaba en juego y él vendió la suya para salvarles. No volvió a verlos hasta muchos años después. Pasó recluso esos cuatro años y siete meses en la vieja mansión Riddle, con Voldemort gobernando el mundo a su antojo, sembrando el pánico y matando a miles de inocentes. Harry sufría, él no podía hacer nada y encima tenía que asistir a las celebraciones que el Lord ofrecía a sus fieles seguidores, entre los cuales se encontraba su esposo.

Pero Lucius no era un hombre cruel. Eso lo descubrió a los pocos meses de estar a su lado, no era despiadado como siempre había pensado, simplemente se había juntado con las personas equivocadas y no había podido dar marcha atrás. Lucius estaba con él a todas horas, le atendía, le mimaba, le contaba cosas del mundo exterior, le enseñaba magia antigua y, sobre todo, no hacía nada que Harry no quisiera. Por eso tardaron más de un año en consumar el matrimonio. Todo un año. Un año largo para Lucius. Sólo un año. Un año que pasó muy deprisa para el muchacho. En un año, el corazón de Harry ya tenía dueño. Lucius con sus atenciones consiguió conquistarle y, fruto de ese amor, encubierto de puertas afuera, nacieron Eric y Renée, la alegría y la única distracción de Harry.

Gracias a la influencia de Lucius, Voldemort apenas conocía a los niños, pasaban el tiempo con sus padres y con un par de elfos domésticos que cuidaban de ellos. Harry no se hubiera perdonado que crecieran bajo la tutela del Lord, el asesino de sus abuelos. Eric tenía dos años y medio y Renée había cumplido uno hacía pocos días. Y gracias también a esa influencia, por el hecho de ser la mano derecha de Voldemort, Lucius había podido quedarse con Harry, porque para los mortífagos el chico era una posesión más de las muchas que tenía Malfoy, como un capricho concedido por su eficiente trabajo. Pero en la intimidad Lucius no era así. Era un hombre amable y atento, un padre excelente y un amante perfecto. Ésa había sido la perdición de Harry. Lucius siempre conseguía transportarle al paraíso cada vez que hacían el amor. Harry era feliz en su falsa sumisión y los dos representaban el papel a la perfección.

Pero un día todo cambió. Voldemort perdió la batalla. No fue Harry el encargado de acabar con su vida. Hubo una traición. Varios mortífagos estaban sirviendo a los dos bandos. El jefe era Lucius.

<b>[Flashback]</b><i>
- Eres libre – se volteó -. Puedes irte. Voldemort está muerto, ya nada te retiene aquí  - la voz de Lucius era serena y no dejaba lugar a dudas.
- Pero… - miró fijamente a su esposo, no quería alejarse de él. Y menos cuando eran una familia completa.
- Puedes marcharte cuando quieras – el rubio salió de la habitación dejando a Harry completamente confuso.

El muchacho no entendía nada. Desde que había conocido al verdadero Lucius, al que se escondía debajo de esa gran coraza, Harry había pensado que el rubio lo amaba, que estaría toda la vida con él, pero sólo había sido un pasatiempo, una pieza del puzzle que Lucius debía encajar en su vida para no ser descubierto. Se marchó de allí a las pocas horas. Eric y Renée lloraban, tenían el rostro bañado en lágrimas que Harry iba secando a medida que descendían por sus mejillas. Harry también lloraba, pero por dentro, y nadie secaba las suyas.
<b>[Fin flashback]</b></i>

Cuatro años y siete meses. Ése fue el tiempo que pasó con Lucius. Eso fue lo que duró su felicidad. Se apareció en el Callejón Diagon y se hospedó con sus hijos en El Caldero Chorreante mientras buscaba un sitio más adecuado para empezar una nueva vida que había sido obligado a vivir. Llamó a sus amigos y les informó de su regreso. Ron, Draco, Hermione, Pansy y Blaise los acogieron con los brazos abiertos. No habían tenido ninguna noticia de él desde ese tarde gris en que Voldemort se lo llevó a rastras delante de sus narices sin que pudieran impedírselo. Se alegraron de reencontrarse con él y se sorprendieron por todo lo que les contaba. Pero su sorpresa fue mayor al descubrir a Eric y Renée, la viva imagen de sus dos padres. Eric era moreno, con los ojos verdes, parecía un Harry en miniatura, mientras que Renée era idéntica a Draco. A la niña le hizo mucha gracia encontrar a alguien tan parecido a ella y a su propio padre. Harry les relató también toda su relación con Lucius con los ojos empañados, intentaba no llorar, pero aún dolía demasiado, era muy reciente. Con la ayuda de sus amigos se compró una casa a las afueras de Londres, cerca de los suyos y encontró una guardería mágica para sus dos hijos. Él se puso a estudiar medimagia, era lo que había deseado toda la vida. Cuando terminó de estudiar, entró a formar parte del equipo médico de San Mungo y volvió a sonreír,  era feliz. De nuevo.

Pasaron los días y los años y, justamente el día que se cumplían cuatro años y siete meses de su libertad, encontró una tarjeta en la mesita al despertarse, cuando se estaba peleando con el despertador.

<b><center>“Eres libre. Puedes marcharte cuando quieras”</b></center>

La frase le golpeó directa en el corazón, como si se lo hubieran traspasado con un cuchillo. ¿Cómo no la había entendido antes? Se vistió, recogió sus cosas y salió a la calle. No sabía dónde ir, pero entonces recordó algo que Lucius le había dicho en sus muchas conversaciones, recordó su lugar favorito. Se apareció directamente en una mansión que la familia Malfoy tenía cerca de París, pero allí no había signos de estar viviendo nadie. Seguramente se había equivocado, quizá Lucius le había mentido también en eso. Miró al cielo, la salida del sol era preciosa. El cielo, de color melocotón, contrastaba con las nubes que adquirían un ligero tono morado.

- ¿Harry? – se volteó al oír su voz. Ahí estaba. Algo más delgado y pálido de cómo le recordaba. Algo más descuidado. Pero igual de guapo -. ¿Qué haces aquí?
- He regresado – la convicción con que lo pronunció sorprendió incluso al propio Harry.
- ¿Regresado? – Lucius no sabía muy bien qué le estaba diciendo el moreno.
- Nunca tuve que irme. No querías que me fuera. Hoy lo he entendido. Tu tarjeta…
- ¿Qué tarjeta? – le interrumpió.
- ¿No la has enviado tú? – Harry parecía desconcertado.
- No… ¿qué ponía?
- Sólo una frase. “Eres libre. Puedes marcharte cuando quieras” – la frase sorprendió al rubio, pero Harry tenía las cosas muy claras -. Tú no querías que me fuera. Dijiste que era libre, pero no libre de ti, sino de la falsa sumisión. Dijiste que podía marcharme cuando yo quisiera. Me dejaste escoger, no me echaste, pero yo me fui. Te abandoné, lo siento tanto… - agachó la cabeza, se sentía avergonzado.
- Pero has vuelto – Lucius levantó su mentón y le obligó a mirarlo a los ojos -. Eso es lo único que cuenta. Eres libre y regresas a mí. Es lo que siempre soñé.
- ¿Por qué no me dijiste nunca lo de tu doble vida? – llevaba tanto tiempo preguntándoselo que no pudo evitar que la pregunta escapara de sus labios.
- Tenía miedo de que Voldemort se enterara y te hiciera daño. Vuestra conexión era demasiado fuerte y no quería que sufrieras.
- ¿Siempre me has amado, verdad? – Lucius asintió -. Fue por eso que me pediste como premio, como recompensa por tantos años a su servicio – el rubio asintió de nuevo -.  Y los engañaste a todos, fue una representación perfecta. Cuando me dijiste que era libre yo también pensé que todo había sido sólo un plan. He pasado todos estos años pensando que no te importaba, que no te importábamos…
- Harry, tú y los niños sois mi vida, ¿cómo piensas eso?
- Yo… perdona… - se sentía mal por haber dudado de él tantos años.
- Draco me ha contado todo este tiempo.
- ¿Draco? – Harry no daba crédito a las sorpresas que le estaba deparando el día.
- Sí, tienes un amigo traidor, le debe venir de familia – Harry sonrió -. Me ha traído fotos de los niños todos estos años y me ha contado todo de ellos… y de ti. Harry… te quiero, pero quiero hacerlo bien esta vez.  Esta vez no habrá obligaciones, ni contratos de sumisión de por medio. ¿Quieres casarte conmigo?
- Ca… ¿casarnos? Oh… - a Harry se le iluminó el rostro -. Sí, ¡claro que sí! – se lanzó a sus brazos y se besaron con pasión, recordando que sólo en los brazos del otro encontraban lo que más deseaban.

Lejos de allí, un chico rubio sonreía mientras abrazaba a sus dos hermanos pequeños.

- ¿Por qué sondies, Daco? – preguntó Renée.
- Porque soy feliz, preciosa – le dio un beso en la frente y la niña sonrió.
- ¿Y por qué eres feliz? – Eric frunció el entrecejo y levantó una ceja, al estilo Malfoy.
- Porque pronto vamos a ser una familia completa. Padre vuelve a casa – los niños sonrieron y se abrazaron de nuevo a su hermano mayor. Ahora sí la felicidad sería completa.

 


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