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Soñar por Lis Malfoy

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Notas del capitulo: Bueno... como podeis ver, este es el vicio 23, espero que os guste. Me he saltado unos cuantos (muchos, en realidad) pero ha sido por una causa muy importante.

El día 8 cumple años mi chica y autora favorita, Eve Malfoy, y yo no he podido resistirme a hacerle un regalito.

Para ti, porque me has hecho soñar tantas y tantas veces, para que tus sueños se hagan realidad, esta historia de plata y oro. Metales preciosos, valiosos, nobles. Como tú. Te quiero muchísimo. ¡Un beso enorme, preciosa!

 

 Plata. Toda su vida había estado regida por ese color.

Cuando nació, sus padres permanecieron expectantes varios días. El pequeño Lucius se pasaba las horas durmiendo y ambos estaban ansiosos. Sin embargo, quince días después de su nacimiento, pudieron contemplar por primera vez, con una gran sonrisa en sus labios, sus pequeños y preciosos ojos. Grises. Como el acero. Grises. Como la plata. Era un color noble, adecuado para una familia como la suya. Los Malfoy merecían ese honor. Fue su padre quien le inculcó el aprecio y el respeto por ese metal. Fue su padre quien le contó el valor de la plata en su familia. Los Malfoy siempre tenían los ojos de ese color metálico, cada heredero reflejaba en su mirada el poder de la familia. La plata. Un metal precioso. Un color digno de los Malfoy.

Cuanto entró en Hogwarts, la plata volvió a estar presente en su vida. El sombrero no dudó, todos los Malfoy habían sido seleccionados para esa casa. La casa de Salazar Slytherin. Ahí pasó siete maravillosos años rodeado de verde y plata. Las habitaciones, la sala común, su ropa… Todo del mismo color plateado. Y sus ojos presenciando cada destello de metal precioso.

Al finalizar la escuela, se unió a los mortífagos y sirvió a las órdenes de Lord Voldemort. Pero nunca dejó de pasar información a Dumbledore y a su Orden. Llevaba siempre encima –por si alguna vez su vida corría peligro- un traslador disimulado en un elegante anillo que siempre adornaba el dedo anular de la mano izquierda. Un gran anillo con una serpiente enroscada. Una serpiente con los ojos verdes. Una serpiente con el cuerpo de plata.

Se casó. Las leyes le obligaban a tener un hijo para poder preservar el patrimonio familiar. No estaba enamorado de su esposa, fue un puro trámite al que tuvo de someterse. Pero obtuvo sus frutos. Al cabo de pocos meses nació su único hijo. El heredero. Fue el único motivo para unirse a esa mujer. Estaba ansioso por ver sus ojos, aunque, como él, también tardó varios días en abrirlos. Cuando el pequeño Draco lo miró por primera vez, Lucius sonrió y sintió un gozo enorme, como el que debieron sentir sus padres al contemplar los suyos. El pequeño había heredado sus ojos. Como buen Malfoy. Ojos de acero. Ojos metálicos. Ojos de plata.

Pasó el tiempo. La tan temida guerra estalló, las batallas se sucedían y Voldemort estaba inquieto. Una noche de luna llena, llegó su final. Voldemort murió, como bien decía la profecía. Murió a la luz de la luna. Iluminado por la luna plateada.

Su pesadilla finalmente había terminado, su vida de espía se había acabado, podía finalmente pasear y vivir sin temores. Ser libre, por primera vez en su vida.

Se quitó el anillo, poco a poco se fue despojando de todo lo plateado que lo rodeaba. Sólo quedaron sus ojos. Para Lucius, la plata ya no tenía sentido. La plata era para los eternos segundos, los mayores perdedores.


Él necesitaba más. Él deseaba más. Él ansiaba más.


Necesitaba el oro, como el aire para respirar.

Deseaba el oro, como nunca había deseado otra cosa.

Ansiaba el oro, para poder ser feliz.



Lucius siempre había soñado con el oro.


Y ahora lo tenía. Su sueño se había hecho realidad.


El cuerpo tumbado a su lado se volteó y abrió los ojos. Le miró y Lucius se perdió en aquel par de esmeraldas que iluminaban su rostro. Finalmente tenía el oro que tanto había soñado. Toda su vida se había conformado con el segundo lugar. Ahora poseía el primero. Él era el oro, no por ser un Gryffindor y ostentar ese color, no por haber vencido al mago más temido, no por los apodos que tanto odiaba.


No. Harry era puro oro.

Era único.


Era lo mejor.



Y Lucius Malfoy nunca se cansaba de las cosas buenas.


 


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