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Agua y Aceite por Ariadne

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Notas del fanfic:

Cross-over entre Saint Seiya y Tokyo Babylon nacido en el juego de la Universidad de Athenas.

Escrito para Subaru.

Agua y Aceite

 

 

Ahora, cuando Subaru dormía plácidamente a su lado, era el momento en que Milo no podía dormir. Esa noche, Subaru le había pedido que se quedara en su cuarto a dormir, pues ya estaba muy tarde para que Milo regresara al suyo. Se la habían pasado estudiando todo el tiempo, cada uno en lo suyo, aunque a ratos rozaran sus dedos para descansar.

Ya llevaba varias horas así, viéndole en silencio. No se cansaba de observar sus finos rasgos o como el flequillo le caía sobre el rostro. Su respiración acompasada era casi arrulladora. Sin embargo, no había nada que pudiera ayudarle a conciliar el sueño. Estar así con él, era de por sí un sueño.

Milo se dejó caer en la cama, mirando el cielorraso de la habitación. Todo era tan extraño. Desde el momento en que conoció a Subaru supo que había algo especial sobre ese hombre. Algo que le hizo olvidarse de el mundo a su alrededor. Era increíble, se decía, que una persona tan tranquila y calmada como Subaru pudiera hacerle sentir y experimentar sensaciones tan profundas como las que vivía a su lado.

Suspiró. Su brazo izquierdo sirviéndole de apoyo a su cabeza, mientras el derecho reposaba sobre su estómago. Sentía un vacío en éste de sólo poder tener a Subaru para sí mismo. Quiso despertarlo, decirle cómo se sentía en esos momentos. Lo abrumado y lleno de emociones que se encontraba en ese mismo instante.

Cuando Milo le conoció, él no era más que un calentón primíparo de la universidad. Se había acostado ya con medio dormitorio y a veces incluso se la pasaba su tiempo pensando en cómo acostarse con el otro medio. Rió. Conocer a Subaru había cambiado su vida, dándole un giro de ciento ochenta grados.

El otro se movió en la cama, girándose para darle la espalda, la sábana cayendo desde su cintura. Dormía en pantalones cortos por el calor que hacía, y la sábana, sabía, estaba a punto de resbalarse hasta dejarle ver su cuerpo. Se sentó para verle mejor. Era demasiado para él pensar que en esos momentos podía estar haciéndole el amor en lugar de estar durmiendo.

“Subaru…” susurró, aunque no hubo respuesta. Sonrió de nuevo. El otro simplemente se había removido en su lugar, para quedarse acostado sobre su estómago.

Aún la línea de su columna, derecha en toda su espalda, hacia que le cuerpo del hombre se viera provocativo.

Amaba cada parte de él—no solo de su cuerpo, por supuesto—le encantaba cuando le veía reír y se le hacían los hoyuelos en sus mejillas. le era fascinante que el siempre ecuánime estudiante le provocara, aún en los sitios más insospechados, y que jugara con él a su antojo. Milo solo podía pensar que le importaba muy poco caer en esos juegos, porque era en ellos en que podía ver al Subaru que nadie más veía, porque estaba seguro que ni siquiera sus antiguas parejas le habían visto así.

No entendía cómo era posible que teniéndole de esa manera, no se le hubiera abalanzado todavía. Su relación era tan extraña como sus personalidades, el uno era totalmente calmado, sereno siempre; el otro, impulsivo y visceral. Milo quiso obligarse a pensar en cómo era su vida antes de conocer a su amante y la verdad, no pudo hacerlo. “Subaru…” susurró de nuevo, acercándose esta vez más a él.

Le besó en la mejilla suavemente, enternecido de una manera particular. Pero no pudo conformarse con ese toque; se abrazó a él a pesar del calor, sintiendo contra su pecho desnudo la espalda sudorosa de Subaru. Movió su cabeza en contra de la base de cuello, y también le besó allí, suavemente, justo como creía que debía ser en ese momento. No quería despertarlo, ni menos interrumpirle el sueño. Después de todo, a Subaru le faltaba poco para poder terminar su carrera.

“Te amo…” dijo finalmente, haciéndole que girara para que quedaran frente a frente y él abrazarse a él, acomodando una de sus piernas entre las del otro. Cuántas veces ya le había expresado sus sentimientos, era algo que desconocía. Lo que sí no le era desconocido, era la tranquilidad que le invadía al estar con él, junto con los enormes deseos por devorarle que estaba luchando por controlar.

“¿No piensas seguir besándome?” le sorprendió la voz de Subaru dirigiéndose a él, “vas a tener que hacerte responsable, Milo; ya no puedo dormir y es todo tu culpa.”

“Es tu culpa que yo no haya dormido nada en lo que va de la noche.”

“¿Y a ti quién te ha dicho que yo sí he podido dormir?”

Sonrieron maliciosos. Todo era un juego más. Uno que él había empezado a jugar sin saberlo y que le había recompensado con que el otro no pudiera dormir. Pero había un nuevo juego para ellos. Uno en que la recompensa era el éxtasis y donde sólo el cielo era el límite.

“Yo también te amo.” Susurró el joven contra los labios de Milo, antes de montarse sobre él, sus piernas a ambos lados de su cuerpo. Se meneaba encima de él, mientras sus manos jugaban con sus pezones logrando que estos respondieran endureciéndose.

“Demuéstramelo entonces.” Respondió Milo, pletórico, mientras le tomaba por el rostro y se dejaban llevar por el beso. Afortunadamente aún no era de madrugada y sus clases no comenzaban hasta muy tarde.

 

 

 

 

 

Ariadne – Septiembre 23 de 2006.

Labrys


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