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Táctica Para algo más por Rangiku

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Notas del fanfic:

Es algo viejo y todavía no está terminado, pero pienso hacerlo =D. El lemon vendrá en los próximos capítulos :P.

También existe un spin off del mismo que subiré más adelante, cuando ya hayan aparecido todos los personajes.

Espero que les guste y quisiera saber sus opiniones para el futuro descenlace :P

Una última aclaración, en la historia hay personajes miembro de los yakuza, lo aclaro aca porque no se encuentra en géneros.

Táctica para algo más

Capítulo1: El despertar de un sueño.

Era una noche lluviosa, erraba sin rumbo, ya no le importaba su vida. Sin advertirlo, había llegado a la puerta de su departamento. La abrió. Ahí estaba, parado en el umbral, húmedo, inmóvil, como si todo lo que lo rodeaba fuera ajeno a su mundo. En ese momento, en el que el silencio y la soledad se bifurcaron, lo vio. Estaba sacando una llave de su bolsillo. Cuando sus miradas se cruzaron, su corazón se paralizó por un instante; cayó al suelo inconsciente.

Al despertar, una calidez que hacia tiempo no experimentaba, lo hizo sentir confortable. Percibió una fragancia extraña, pero embriagante, como un elixir. En ese momento abrió sus ojos. El lugar le era totalmente insólito, pero le resultaba placentero.

- Al fin despertás, estaba preocupado... La manera en que te desmayaste... ¿Es que tenés problemas de salud?- Silencio.- Oh, disculpá mi indiscreción, no debí preguntarte eso. Dejame presentarme, mi nombre es Soujiro Ogata - le sonrió dulcemente -, acabo de mudarme, soy tu nuevo vecino, ¿Cuál es el tuyo?-
- M... mi... mi nombre es Yamato Takeishi- dijo bajando la cabeza avergonzado.
Inmerso en una gran confusión, Soujiro asintió- ¿Te sucede algo? ¿Te molesta que esté aquí? Si querés puedo dejarte solo un momento.-
- NO!, no, por favor, no es eso. Sólo que... *no es nada* , debo irme! Disculpe las molestias que le causé, muchas gracias por todo.-
- No tenés que agradecerme, fue un placer. A partir de ahora nos veremos mas seguido, verdad?-
- Sí... más seguido, adiós.-

Yamato regresó exhausto a su casa; se dirigió a la heladera, tomo una cerveza y se retiró a su habitación. Tras recostarse en su cama bebió la helada bebida; temía cerrar sus párpados y recordar, recordar ese momento tan doloroso, que a pesar de haber ocurrido hacía tan sólo unas horas, sentía el peso de haber cargado con ese suplicio hacía una eternidad. Tenía miedo de no poder olvidar, y lo que más deseaba era olvidarla.
Estaba acostumbrado a la soledad y le empezaba a tomar el gusto a la tristeza. Vivió toda su niñez desamparado, diversas situaciones lo obligaron a madurar aceleradamente. Nunca conoció a su madre, murió en el parto, dando su máximo esfuerzo para que él pudiera vivir. Así lo dijeron los médicos. Ahora estaba en ese cuarto oscuro, en ese cubículo impenetrable por la luz, esperando que pudiera penetrar aquel sopor mortífero que lo liberara de esa asquerosa vida, como él la llamaba.
Hacía horas que estaba allí dentro, inmóvil. Horas en las que trató de reflexionar, pero que lo único que le otorgaron fue un vacío espiritual, que no dejaba rastros de humanidad. La sola idea de volver a la realidad lo aterraba. No quería romper ese muro que lo protegía de las debilidades terrenales. Quería evitar lo ineludible. Después de todo no deseaba morir, sólo que no encontraba la forma de superar ese gran daño que le habían conjurado.
Una lágrima rodó por su mejilla. Sus pupilas, ahora mas dilatadas que nunca por la insoluble oscuridad, no dejaban ver las esmeraldas que llevaba por ojos, que se asemejaban al color del mar en todo su esplendor, y hasta lo superaban en belleza. Y así, las lagrimas brotaron una tras otra. El llanto era ahora incontenible y fue el desencadenante de una serie de sentimientos que lo asfixiaron y lo estimularon para que lograra salir de aquel colapso emocional.
Fregó sus ojos con sus blancas manos, caminó hacia el baño, y abrió la canilla para mojar su cara con abundante agua. Al levantar la vista vio reflejado en el espejo un rostro sin expresión, inerte. Se asustó. Esa fue la señal que necesitaba para percatarse de que aún continuaba su existencia, le gustara o no.
Esa mañana debió salir corriendo para llegar a tiempo a sus clases. Tomó su desayuno rápidamente, salió de su departamento y prosiguió a llamar al ascensor. Se llevó una sorpresa cuando se abrieron las puertas y apareció Soujiro, quién le regaló una de sus sonrisas.

- Hola vecino!-
- Buenos días, yo quería agradecerle...
- No es problema. Veo que estas mejor que anoche.-
- Si, por eso ya no se preocupe.-
- Me alegra que estés bien; vas para la escuela?-
- Si, allí mismo, éste es mi último año. Disculpe la intromisión, pero creí que vivía en el mismo piso que yo, como es que venía desde un piso superior?... Debo estar equivocado. Anoche debí estar muy mal para llegar hasta ahí.-
- Jajajaja, no te equivocás, es que soy tan torpe que pulsé el botón incorrecto y terminé en el último piso.-
Rió tímidamente- Oh, así que fue por eso, pero no debería calificarse como torpe por ese simple inconveniente... Cambiando de tema, ¿también va camino a la escuela?-
- No, no. Yo ya terminé mis estudios, voy a mi trabajo.-
- Perdón, pero usted que edad tiene?- su cara fue una mezcla ávida entre asombro y espanto.-
- Jajajaja.- Las carcajadas de Soujiro invadieron el elevador y Yamato terminó mirándolo confundido.- Te voy a pedir un favor antes de contestarte- su mirada parecía fundida en ternura y seducción, tenía un brillo especial, como si fuese un ángel y a la vez un demonio tentador, fue sólo por un segundo, pero cautivó a Yamato de manera tal, que quedó sin habla.- No me trates de usted, sí?- La magia cesó en ese instante- Tengo 19 años, es que parezco mayor?-

A Yamato no le salían las palabras, pasaron varios segundos hasta que al fin pudo modular una frase, aunque al principio tartamudeo un poco. Soujiro se encontraba en un estado de confusión por la tardanza de la respuesta y la expresión de su interlocutor.

- N... no, al contrario, se... te ves más joven.- Sonrojado- por eso pense que aún estabas en la preparatoria.
- Es verdad.- Sonrió-, ahora te das cuenta porque digo que soy torpe, jajaja.-
- No creo que seas torpe, despistado quizás, pero no torpe.-
- Gracias!! Sos muy dulce conmigo.-

(Se abren las puertas del ascensor)

- Estoy llegando tarde al colegio, hasta luego.

Yamato salió corriendo, debía llegar a la escuela y no podía dejar que Soujiro lo viera ruborizado, todo el camino estuvo pensando en él y los recuerdos de “ella” se habían borrado por ese tiempo, y cuando se percató le resultó alentador. Al entrar a clase tuvo que lidiar con sus insoportables, para él, compañeras de clase. Cualquier chico hubiera deseado ocupar su lugar, rodeado de las chicas más bonitas de la división; él sólo quería que la tierra lo tragara. Su personalidad lo hacía ser especial, y era eso lo que ejercía tanta atracción. Todos sabían que él estaba profundamente enamorado y también que no era correspondido.
El hecho de que toda la escuela supiera que habría entregado su propia vida por la chica que lo rechazó, lo convertía en uno de los alumnos más codiciados del colegio. Su indiferencia surtía el efecto contrario. Todas las mañanas recibía cartas de amor y declaraciones que tiraba luego del toque de timbre.
Nunca nadie pudo llegar a su corazón y la única persona que pudo haberlo hecho, no correspondía sus sentimientos. Al parecer jamás una persona llegaría a conocer los secretos más íntimos de su alma. Mientras tanto, Yamato sentía que había perdido la capacidad de amar y no encontraría algún modo de recuperarla.
El fin de la clase había llegado cuando una chica se paro frente a Yamato. Él alzó su cabeza lentamente, con cierta apatía. Vió marcas de lágrimas en sus pómulos y volvió a bajar la mirada. Otra vez sus pensamientos le jugaron en contra y la recordó y la amó como nunca. Estaba seguro de que esa sería la última vez, quería dejar de sufrir y para eso necesitaba olvidarla definitivamente.

- Qué querés?- su voz sonaba, áspera e impasible.
- Err... yo... sólo quería... preguntarte por qué rompiste la carta que te di ayer.- La niña comenzó a sollozar.
La cara de Yamato simplificó y esquematizó la respuesta. - Me gustaría que me hicieras un favor, sí?-
- Sólo tenés que pedirlo.- Los ojos de la chica se iluminaron.
- Bueno, entonces, quiero que le digas a todas tus amigas, compañeras y conocidas que yo no estoy interesado en ninguna de ellas y nunca lo voy a estar, así que por favor, deciles que dejen de fastidiarme.
- Como digas Takeishi-kun, haría lo que fuera por vos.- La chica atinó a darse vuelta y retirarse pero Yamato la tomó por un brazo.-
- Niña, no te hagas ilusiones conmigo, lo mismo va para vos, no quiero que sigas molestándome con tus insulsas cartas.-

La chica comenzó a llorar y salió corriendo del aula. Yamato volvió la mirada a sus cosas. Siempre fue displicente, pero nunca le había contestado a ninguna de sus pretendientes. Hoy estaba realmente dolido, no podía soportar más presiones de nadie, sólo quería llegar a su casa y comenzar a llorar como nunca antes, hasta desahogarse de una vez y para siempre.

La campana resonó en sus oídos. Al fin era hora de partir. Estaba lloviendo, y una cortina de agua también cubría sus ojos, los mismos que habían perdido su brillo aquella noche. Nunca fue suya, y sin embargo la añoraba, su mirada perdida, su sonrisa lejana, nada de ella le pertenecía, pero siempre había mantenido la esperanza, creía poder corresponderle, pero la otra noche las cosas cambiaron. Ella se despidió diciendo que no era la persona indicada para él. No podía asimilar ese mensaje, era la única y siempre lo sería.
Comenzó a caminar, las calles parecían mucho más largas que días anteriores. El paisaje había perdido su color, todo era gris para él, sólo quería llegar a su casa y sumergirse en un profundo letargo y nunca despertar, aunque sabía que eso no era posible. La llovizna respicaba en el suelo y en su cuerpo.
Cuando llegó al departamento estaba completamente mojado, el cabello cubría sus ojos verdes. La lluvia había cesado y el sol comenzaba a vislumbrarse entre las nubes negras. La temperatura iba en aumento y en el edificio el ambiente se volvía sofocante. El ascensor estaba en la planta baja lo que disminuyó el tiempo de llegada. Sin prender ninguna luz se dirigió a su habitación y dejó la puerta entornada.
El ambiente agobiante se verificaba con la respiración entrecortada de Yamato, quien se sentó en la cama con los brazos inclinados hacia atrás. Por su pecho se deslizaban hirvientes gotas de sudor, que concluían su camino en sus bien marcados abdominales. Se había quitado la camisa al sentir la humedad de su cuerpo. Inhaló profundamente y el aire denso penetró e inundó sus pulmones limitando sus sentidos. Se tiró hacia atrás y cayó sobre la cama. Miró el techo y quedó hipnotizado al notar la lentitud con que giraba el ventilador. Esto le produjo una extrema sensación de cansancio y finalmente se quedó dormido.
Ya era día de la práctica de kendo. Añoraba aquellos días en los que en su corazón no sentía preocupaciones, en los estaba “vacío”, y los quería de vuelta, aunque eso significara no haber experimentado el amor. Había sufrido y ahora estaba destrozado, hecho añicos. Era consciente de que tenía tiempo suficiente para dar lugar a ese sentimiento que tanto daño le había hecho; pero luego de enfrentar a la cruel realidad de no ser correspondido, no se sentía preparado.
Miró su reloj. Estaba llegando tarde, se puso rápidamente el uniforme de la escuela, mientras caminaba a la puerta de salida. Tomó el bolso donde tenía su ropa para cambiarse y abrió el picaporte. En ese mismo instante estaba saliendo e su departamento el nuevo inquilino, cerró la puerta y tímidamente le dio los buenos días.

- Qué tal, cómo estás Yamato?-
- Bien, gracias, y usted?-
- Bien, bien; ya te dije que no me trataras más de usted.-
- Perdón.-
- No fue para que te disculpes, sólo para que haya más confianza, pero si té molesta sólo decime y hablamos formalmente.- Le guiñó un ojo y Yamato desvió la mirada. El ambiente se volvía tenso. Ninguno de los dos hablaba. Milagrosamente Yamato decidió romper el hielo.
- N... no, así está bien, cómo le... té fue ayer en el trabajo?.-
- Bien gracias sos muy atento por preguntar.- Mientras contestaba fue a llamar al ascensor.-¿ A vos cómo te fue en la escuela?-
- Igual que siempre. Sólo que volví a tener problemas con una chica.-
- ¿Porqué decís eso?-
- Porque todos los días se me declara una distinta y a mi no me interesan. Quien me interesa... – El silencio que caracterizaba sus charlas se hizo presente nuevamente.
- Quien te interesa..., vamos terminá la frase.-
- Nada, esa persona no debería interesarme, porque ya me rechazó. Disculpá, no debería haberte hablado de ello.-
- No es ningún problema, cuando quieras hablar con alguien sólo tócame el timbre, sí?, sólo una pregunta, cuál es el nombre de esa persona tan especial?, quizás la conozca y te pueda ayudar.-
- Se llama Yoriko Kunikida.- Dijo y se sonrojó cuando se escuchó pronunciando su nombre.
- No la conozco, es una lástima, me hubiese gustado ayudarte.- Y unos segundos después agregó con su peculiar sonrisa en el rostro.- Pero para que no te deprimas tanto déjame decirte que te ves muy bonito cuando te sonrojás.-

Los ojos de Yamato se abrieron de par en par y el rubor se hizo más intenso y mientras trataba de ocultarlo le contestó, después de todo no tenía otra salida, no podía salir corriendo por las escaleras de servicio mientras esperaban el ascensor.
- Muchas gracias por su ayuda, hoy en día no todo el mundo... nadie se preocupa por mí.- Yamato intentó contener las lágrimas.-
- Oye, Yamato... - lo tomó por la barbilla, pasó la mano delicadamente por su lagrimal y mientras lo miraba fijo a los ojos, le replicó.- Quiero que sepas que voy a estar para lo que necesites, siempre lo estaré, que no te quepan dudas.-
- Muchas... gracias. Ya es tarde, no voy a llegar a tiempo a mi práctica de kendo. Disculpame, pero debo irme.- Yamato tomó el ascensor, mientras las puertas se cerraban Soujiro lo despidió.
- No hay problema, hasta luego, suerte en tu práctica, mañana hablamos!!! El día que nos conocimos te lo dije que nos encontraríamos más seguido, jajajaja.-
- Así parece, adiós.-

Llegó a la planta baja, le pareció imposible la idea de no pensar en su vecino, ya que ocupaba absolutamente todos sus pensamientos y no podía borrar ninguno de ellos. Intentaba actuar indiferente a cada uno de ellos pero poco a poco iba cediendo mientras corría hacia la escuela. Llegó con los minutos contados, se cambió en el baño y entró al gimnasio; empuñó su katana y comenzó su práctica concentrándose y olvidándolo todo.
Yamato siempre fue excelente empuñando la espada. Cuando practicaba tenía las cualidades de un felino, era ágil y fuerte; pero cuando competía, su mirada se volvía fría hasta parecer una bestia carroñera sedienta de sangre. Esa mañana fue como todas las anteriores, parecía una fiera.



* es tiempo de entrar a clase *. Pensó cuando escuchó la sirena del timbre que irrumpió en un inesperado momento.

Ese día fue tan denso como el anterior, chicas merodeando, risitas estúpidas, profesores hablando sin parar de cosas que ni ellos terminan de entender, pero por fin había terminado ese calvario.
Pero hoy era distinto de ayer, el sol iluminaba la ciudad, ya ninguna nube cubría el cielo. Hasta sus pensamientos estaban más despejados, al parecer le había hecho bien hablar sobre “eso”, pero no quería volver a molestar a Soujiro, apenas se conocían y no lo creía correcto, a pesar de que él se había ofrecido a escucharlo siempre que lo deseara. Le resultaba extraño, nadie había demostrado interés por él en mucho tiempo y después de lo acontecido con Yoriko, no creía poder recuperar la confianza en sí mismo.
Yoriko, ese nombre todavía era como un eco en su mente, a pesar de lo sucedido le resultaba tan hermoso, era su recuerdo más preciado. Eso debía ser, sólo un recuerdo, de los que no se olvidan, de los que no lastiman. Por fin había logrado entender que con olvidar no cambiaría nada en su vida, y necesitaba sumar experiencias para poder madurar. Mientras seguía caminando reparó en el paisaje que presenciaba. Era un parque común y corriente, como tantos otros que se podían encontrar en Japón. Pero este, le transmitía un sentimiento de melancolía y a su vez lo hacía sentirse sosegado.
Era un lugar muy apacible. A simple vista, nadie podía percibir la pureza del lago escondido en su interior rodeado de arboles que armonizaban y embelesaban el panorama. Se sentó en un banco frente a las aguas cristalinas, apoyando sus brazos en el respaldo y dejándose relajar totalmente, al punto de quedarse entredormido.
Al abrir sus ojos se encontró con la luna llena, que se reflejaba en las aguas haciéndolas resplandecer. El sublime espectáculo absorbía todos sus sentidos, dejándolo perplejo. El tiempo, tirano, marcaba en su reloj la hora de la cena. Se levantó suavemente, estiró sus extremidades, bostezó llevándose una de sus manos a su boca y finalmente continuó su camino.
Había conocido uno de esos lugares que nunca se olvidan, pero que hacen olvidar. Sus penas, por las que tanto había sufrido, se desvanecían por fin, pero aún tenía miedo de que resurgieran vigorosamente desde el interior de su corazón. Su verdadera turbación era volver a verla y volver a amarla, cuando su pasión se apaciguaba.
Su vida no podía seguir en torno a sus miedos. De esa forma no podría continuar subsistiendo. Debía elegir, y no podía dejarse consumir de esa forma. Llegó a la puerta del edificio donde residía y allí se cruzó con el encargado, quien lo saludó, mientas aseaba la galería. Yamato estaba en otro mundo, no reconoció la voz, ni a quien se dirigía, aunque por costumbre hizo una mueca ilustrando un saludo; que no fue del agrado del hombre, quien entre dientes esbozó un gesto de desaprobación y continuó con su trabajo.
El ascensor se encontraba en planta baja como de costumbre, cuando estaba a punto de abrir la puerta corrediza, sintió una mano transpirada en su espalda.

- ¡Córrete niño, no me dejas barrer! ¿No ves que el cartel dice que está clausurado?-
- Oh, perdón, no lo había visto, no hay problema, usaré la escalera.-
- Digamos que no tenés muchas opciones, o usas las escaleras o dormís en el palco.-
- Eso supuse, pero gracias igualmente por la información.-
- ¿¡ Me estás cargando pendejo!?-

- Disculpe si se sintió agredido por alguno de mis comentarios.-
- Sos un caso perdido, con ese entusiasmo no vas a llegar a ningún lado.-
- Y quién le dijo que yo deseo siquiera moverme, hasta ayer hubiese preferido morirme.-

Sus últimas palabras dejaron pensativo al dueño del lugar, quien se quedó mirándolo sorprendido, mientras Yamato se alejaba por el corredor hacia las escaleras. Esa frase había sido acompañada con una mirada fría y sin sentimientos, los recuerdos habían regresado gracias a ese miserable. Tenía muchísimas ganas de hablar con alguien y la persona más cercana en ese momento era Soujiro, pero lo pensaba cada vez mejor y no creía que él se mereciera que lo molestara con sus problemas, cuando finalmente llegó a su piso, el 4°, estuvo a punto de tocarle la puerta, pero se arrepintió a último momento. Cuando entró a su apartamento, había un mensaje en la contestadora. Presionó el botón “play” y sonó una voz de mujer.
“ Konnichiwa!!! Yama-chan. Soy yooooo, Izumi, tu prima consentida, sólo quería saber como estabas, hace mucho que no levantas el tubo del teléfono para llamarme, seguro que con tantas chicas que te persiguen te olvidaste de mí. Oye, ¿seguís tan galanteador como siempre? Jojojojojo. Espero tu llamado, PRONTOOOOO. Siempre termino llamándote yo y nunca te encuentro, bueno creo que es tiempo de colgar, besitos!!!
* Lo siento primita, te quiero pero no me gustaría que me vieras, ni me escucharas así, me conoces demasiado... *
Yamato tomó el teléfono inalámbrico y lo llevó a su cuarto, lo miró unos minutos sin decir nada. Lo abrazó y se durmió pensando en el llamado de su prima.
A la mañana siguiente despertó antes de que sonara la alarma de su reloj. Hacía días que no comía, precisamente desde aquella noche y comenzaba a sentir dolor de estómago debido al hambre, hoy sería mejor que desayunara. Se dio una ducha rápida, se vistió con el uniforme escolar y se encargó de ventilar bien los cuartos, que habían permanecido a oscuras durante esos días. Se había levantado con más ánimos que de costumbre y al parecer planeaba esforzarse para poder salir del pozo depresivo en el que se encontraba.
Tomó su portafolio y cuando llegó a la calle, pasó por su, ahora, parque favorito. Disfrutó un momento de ese ambiente tan indemne y luego se fue a tomar un café a un pequeño bar, no muy concurrido, que se encontraba en el centro de la ciudad. Se sentó en una mesa para dos, alejada del resto de la gente y junto a un gran ventanal. Sacó de su bolsillo un papel que le acababan de dar por la calle y comenzó a leerlo mientras que esperaba que lo atiendan. Era una simple propaganda de venta de electrodomésticos, por el momento no necesitaba, pero volvió a guardarlo.

- Ves lo que te digo, nuestro destino es encontrarnos.- Yamato levantó la vista y se encontró nuevamente con Soujiro.
- Eso parece, ¿te molesta?, porque siempre me lo recordás.-
- No, para nada. No creí que eso te ofendería, jeje, se que soy un poco repetitivo.-
- No hay problema, era un chiste, pero nunca fui bueno haciendo chistes, nadie se reía de ellos.-
- Jajajajajajajajajaja [...], ves yo si me río.-
- Que milagro, es la primera vez que sucede en siglos.-
- Bueno, supongo que no viniste a verme, o sí?.-
- La verdad no sabía que trabajaras acá, vine a tomar un café.-
- Soy yo u hoy estás más hablador de lo normal?.-
- Si, es que estoy contento, ayer recibí un llamado de mi prima, encontré un lugar estupendo y estoy aprendiendo a vivir con el corazón roto... pero no puedo asegurar que vaya a durar demasiado.-
- No hay problema, aprovechemos mientras sea así, ahora ¿que vas a pedir?-
- Un café con crema y 3 medialunas.-
- No hay problema, sólo una cosa, estas demasiado flaco, seguro que por esa pena de amor no te estás alimentando bien ¿quieres venir a cenar esta noche a mi casa?-
- Claro, esta noche estoy libre.-
- Pasa por mi casa cerca de las 7.-
- Allí estaré.-
- Qué puedo cocinar esta noche? Mmmm... ya veré- Dijo para sí mientras iba a buscar lo encargado.-

Soujiro volvió rápidamente con el pedido. Ya desde lo lejos notaba la cara sonrojada de su amigo y apenas dejó ver una sonrisa triunfante. Se acercó a su mesa y le susurró al oído:

- Ah y no te preocupes, este desayuno va por mi cuenta, pero no se lo digas a mi jefe.-
- Pero... -
- Nada de peros, te espero esta noche en mi casa.- Dijo guiñándole un ojo.
- Si me lo decís así, está bien.- Yamato miró su reloj que marcaba las 8:45 a.m.
- Estás apurado?-
- Digamos que en 15 minutos entro a clase.-
- Entonces dejo de distraerte, tomá rápido tu café y llevate las medialunas.-
- Muchas gracias nos vemos luego.-

Yamato salió corriendo del lugar para llegar a tiempo a clase luego de haberse tomado un delicioso café. Tenía la esperanza de que por lo menos fuera un día tranquilo, y así lo fue. La mitad de la escuela se había ido de excursión y los profesores decidieron no dar clase. La práctica de gimnasia se suspendió y por esa razón tuvo más tiempo para prepararse.
Camino a su casa, pasó por una confitería y compró un postre para esa noche. Llegó a su apartamento, dejó el paquete sobre la mesa y comenzó a desvestirse mientras se dirigía al baño. Abrió la canilla de la ducha y se introdujo en la bañera. Se paró debajo de la lluvia, alzó su cabeza y cerró los ojos.
Ininterrumpidas gotas de agua golpeaban su rostro y sus hombros armoniosamente; podía oír los latidos de su corazón, que repercutían como un eco en su interior. Se enjabonó lentamente; la espuma, que había cubierto cada rincón de su cuerpo, resbaló al tomar contacto con el agua, como la nieve que cae de las montañas. Lavó su cabello color café y lo enjuagó delicadamente. Salió de la ducha y se enroscó un toallón a la cadera que dejaba ver parte de su sexo. Tomó una toalla más pequeña y con ambas manos secó su pelo. Se vistió con un pantalón de lino color gris y una camisa negra, y con eso estuvo listo para ir a cenar.
Tocó el timbre de su vecino, y allí apareció Soujiro, se saludaron y lo invitó a pasar. La tensión, que al principio fue muy evidente, disminuía a medida que se sucedían los minutos.

- Qué te gustaría comer hoy? Quiero hacerte una comida especial.-
- Lo que prepares está bien.-
- Vamos, no seas tímido, estamos en confianza.-
- Yo comeré cualquier cosa que cocines.-
- Esta bien, ya que no vas a elegir, que te parece una buena pizza casera? Te advierto que la próxima no te salvas de elegir.- dijo guiñándole el ojo.
- Sí, esta bien.- Lo dijo en voz baja, sonrojándose nuevamente
- Vuelvo en un segundo, mientras tanto sírvete lo que gustes.-
- Gracias. Emm, traje un postre para esta noche.- Dijo llevando el bulto a la cocina.
- Oh, no te hubieras molestado, muchísimas gracias.-
- Por nada, no quería venir con las manos vacías.- dijo mostrando una sonrisa.
- Al fin pude verte sonreir! Jajajaja. Bueno, ya me encargué de la masa, ahora sólo hay que esperar que esté la salsa.- Yamato se sonrojó aún más y su acompañante notó por primera vez desde su llegada lo ruborizado que se encontraba.
- Qué te sucede? Estás colorado. No tendrás fiebre?-

Soujiro se le acercó, tomó su rostro con ambas manos, le inclinó la cabeza y posó sus labios sobre la frente. Yamato sintió un escalofrío que le erizó la piel. No pudo hacer más que permanecer inmóvil y concentrarse en apreciar el suave tacto que lo paralizaba. En lo único que pensaba era en pedirle que se quedaran así por siempre, necesitaba una muestra de afecto como esa. Estaba experimentando una sensación deliciosa, cerró sus ojos y decidió dejarse llevar por su subconsciente.
Se encontraba en un estado de hipnosis. Cuando sintió que una de las manos invadió su cuello, el calor se fue expandiendo como un virus. Lo que sucedía ya no era lo que aparentaba en un principio. El simple toque convertido en caricia hizo reaccionar a Yamato; quien lo estaba sobando era un hombre. Se echó hacia atrás evitando cualquier contacto físico, si no lo hacía no podría resistirse a esos arrumacos, y no era precisamente lo que él tenía en mente.
No le gustaban los hombres, pero tampoco las niñas de su escuela que lo molestaban todos los días. Al darse cuenta de la reacción, Soujiro inmediatamente le preguntó si lo había lastimado. La ingenuidad que solía caracterizarlo se desvanecía para dar lugar a sus verdaderas intenciones, sabía muy bien lo que quería; y en ese momento no deseaba desperdiciar esa oportunidad junto a su invitado especial. Ante la negativa del chico, siguió con su trabajo en la cocina.
Contrariamente a Yamato, él sí había tenido una relación con un hombre cuando sólo tenía 16. Era el mejor amigo de su hermano, tenía 25 años. No pudo evitar ser seducido por aquel deleitoso individuo. Su físico, su manera de actuar y su virilidad entre tantas otras cualidades, eran la carnada perfecta para una presa fácil como Soujiro, que indefectiblemente quedó anonadado desde la primera vez que lo vio. Todo parecía de ensueño, pero era una utopía imposible de mantener por mucho tiempo. Al cabo de 6 meses el gran amante desapareció de su vida y de la de su hermano sin dejar rastros. Después de ese episodio, nunca más se sintió atraído hacia otro hombre; al parecer las cosas estaban cambiando. Ahora él había dejado de ser la presa, y como buen cazador debía ser sigiloso al acechar a su trofeo.
Cuando la comida estuvo lista se sentaron en la mesa uno enfrente de otro. Yamato continuaba ruborizado, su semblante no podía ocultarlo. No se hubiese pronunciado palabra alguna durante la cena, de no ser por la intervención de Soujiro. Era una suerte que Yamato no conociera sus verdaderas intenciones. No era tan tonto como para descubrirse en la primera noche. Ya había comenzado a tejer la red donde caería su acompañante. Nunca había fallado y no iba a ser ésta la primera vez.
Ansiaba tanto tenerlo entre sus brazos, acariciar su cuerpo entero, explorando cada rincón. Quería ser el único con derecho a tocarlo. Si hace unos momentos Yamato no se hubiera alejado, quien sabe si podría haber mantenido el control. Sentía una llama ardiente que lo poseía, quizás haya sido la inocencia del chico, aquella pureza que lo había llevado a él mismo a los brazos de su primer y único hombre.
Siempre estuvo seguro de sus atractivos, pero esta vez debía conquistar a un hombre. No era lo mismo, pero eso no le quitaba su sensualidad, y aquél niño de rostro de porcelana debía ser suyo. A pesar de que sabía disimularlo, lo torturaba la sola idea de tenerlo tan cerca y tan lejos a la vez. No podía evitar pensar en como le haría el amor de mil maneras distintas cada noche. Lo imaginaba desnudo, a la intemperie, y él abusando de su cuerpo celestial.

Continuará...

Notas finales: Espero poder subir pronto la próxima parte

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