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RECUERDOS COMPARTIDOS por nurikosan

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Yhoga va a visitar la tumba de su maestro Camus un día de primavera. Lleva un pequeño ramo de flores silvestres que él mismo ha cortado en el campo. Mientras se acerca a la tumba su mente esta pérdida en los recuerdos de los entrenamientos con él y, en especial, en su último combate por lo que no repara en la figura arrodillada junto a la lápida hasta que no llega a su lado.

- Hola - dice en un susurro después de reconocer al hombre- ¿Cómo estas Milo?

El aludido levanta la cabeza y después de pasarse una mano por el rostro se levanta y se gira hacia el rubio muchacho.

- Bien, ¿y tú? ¿Cómo vas de tus heridas?

- Ya casi estoy recuperado, aunque los médicos dicen que tendré que hacer mucha rehabilitación si quiero dejar de cojear.

- Lo siento, si puedo hacer algo más para que la recuperación sea más rápida no dudes en decírmelo.

Yhoga asiente en silencio y se inclina sobre la tumba para depositar el ramo sobre la misma. Al hacerlo acaricia suavemente la superficie del mármol durante unos instantes, delineando con sus dedos el nombre de Camus cincelado en ella.

- Le hecho mucho de menos Milo. ¿Algún día pasará este dolor?

- No lo se Yhoga, no lo se. Si te sirve de consuelo yo también le extraño muchísimo.

Ambos permanecen en silencio durante una media hora, contemplando la tumba, cada uno de ellos  evocando sus vivencias con el francés, hasta que por fin Milo rompe el silencio al tiempo que pasa un brazo sobre los hombros de Yhoga.

- Vamos, esta anocheciendo. Es hora de regresar.

- Si, tienes razón. Debemos volver al Santuario o Mu se enfadará con nosotros por obligarle a tener la puerta abierta fuera de hora.

- Yhoga, ¿quieres cenar conmigo? Desde que él se fue he estado solo, y creo que ya es hora de romper con mi retiro y ¿quién mejor para ello que su aprendiz?

- ¿Estas seguro? Quizás no sea una agradable compañía. A diferencia de ti, yo no he estado solo, pero me he convertido en una persona taciturna, pensativa y poco dispuesta a conversar.

- La compañía perfecta para un ermitaño como yo. ¿Te gusta la pasta? No soy muy buen cocinero, así que preparo cosas sencillas.

- Tengo buen paladar, no te preocupes. No hay nada que no sea capaz de devorar, especialmente si tengo hambre como ahora.

Milo sonríe y presionando suavemente en el hombro del muchacho comienzan a andar de vuelta al Santuario. Se dirigen directamente al templo del dorado haciendo una parada en el de Mu para hacerle saber con sus cosmos que ya están de vuelta.

- Ponte cómodo - le dice Milo mientras se pone un delantal- , solo tardaré unos minutos en prepararlos.

Yhoga asiente en silencio observando como desaparece en la cocina. Cuando esta solo se sienta en una de las sillas que rodean la mesa y comienza a examinar el salón de forma automática, hasta que su vista se detiene en una fotografía en la que esta Camus sentado en la cima de una montaña, con el cabello al viento y una hermosa sonrisa llena de felicidad y amor. Se acerca a la misma y la acaricia suavemente unos instantes para terminar parpadeando enérgicamente.

- ¿Por qué tuviste que llegar tan lejos? - pregunta a la imagen- ¿No había otra forma de mostrarme tu última enseñanza?

Al cabo de un rato escucha un ligero carraspeo tras él, por lo que se vuelve para ver a Milo con una fuente de espaguetis con tomate y queso.

- Lo siento - se disculpa- al ver su foto yo...

- No te disculpes - le dice mientras deja la fuente en la mesa y vuelve a la cocina para salir con los platos y los cubiertos- Yo también me he pasado largas horas hablando con ella. Y aunque te parezca tonto, siempre me sorprendía de que no me contestara.

- Milo, ¿por qué no me odias?

- ¿Y por qué habría de hacerlo?

- Porque yo le maté, yo le quité la vida con mis propias manos, te arrebaté lo que más amabas.

- Esa era su voluntad Yhoga, él lo quiso así y yo no podía inmiscuirme en su decisión por mucho que deseara detenerle. Tú solo hiciste lo que él te ordenó, nada más, no tenías modo de desobedecerle, así que no te tortures más con eso.

- Para ti es fácil decirlo, tú no viste como caía lentamente al suelo, como la vida se escapaba de su frío cuerpo... me sentí como un vulgar criminal, alguien sin corazón que ha levantado la mano contra aquel que le ha dado todo.

- Debió ser muy duro para ti Yhoga, pero ahora ya no podemos volver atrás. Estoy seguro que si Camus pudiera vernos ahora, estaría muy enfadado con nosotros por nuestra actitud. Tenemos que volver a la vida, no podemos seguir encerrados en nuestro dolor y nuestro mutismo. Tenemos amigos que nos necesitan y que nos extrañan mucho...

- Lo se, pero es muy duro. Además ellos no han tenido una pérdida como la nuestra.

- Eso no es cierto Yhoga. A lo largo de estas batallas todos han perdido a alguien importante para ellos, aunque lo hayan descubierto tarde. Shun perdió a Afrodita, Ikki ha decidido marcharse para no perjudicar a Shaka con su amor, a pesar de que mi rubio compañero esta deseando que lo haga, Seiya ha perdido toda oportunidad de encontrar a su hermana y Shiryu perdió al dragón negro y a Shura. En cuanto a nosotros hemos perdido a compañeros muy amados y queridos...  No Yhoga, todos hemos perdido en estas absurdas luchas provocadas por la ambición loca de los dioses, pero solo nosotros dos estamos encerrados en nuestro propio mundo. ¿No crees que ya es hora de romper el cascarón y salir a la luz?

Mientras espera a que el chico asimile sus palabras sirve la comida para ambos, así como sendas copas de agua fresca. Le hace un gesto con la mano indicándole que empiece a comer, lo cual hace él mismo acto seguido.

La comida transcurre en silencio, siendo roto solamente cuando ambos terminan y se levantan para recoger la mesa. Sus manos chocan al ir a coger al mismo tiempo la fuente y, por unos instantes, se quedan quietos, acariciándose con los dedos muy sutilmente. Por fin Yhoga las retira totalmente enrojecido y se afana en recoger los platos y los cubiertos. Milo por su parte sonríe tímidamente y desaparece en la cocina con la fuente sin decir nada.

- Yhoga, ¿quieres algún postre? Solo tengo fruta y algunos yogures.

- No gracias, he cenado mucho. Soy incapaz de echar algo más al estomago.

Milo asiente en silencio y mete todos los cacharros al lavavajillas para luego empujar suavemente a Yhoga hasta el salón. Le conduce hasta el sillón y él se sirve una copa de bourbon.

- No te ofrezco porque se que no bebes, Camus siempre se mostraba muy orgulloso de vosotros, decía que erais como él: no bebíais, no fumabais, no ibais con chicas malas, no estabais obsesionados con el sexo como los demás muchachos...

- Queríamos que así fuera, por eso siempre procurábamos comportarnos lo más correctamente posible. Pero ahora ya no hay motivo para ello, ¿verdad Milo? Así que, quiero una copa.

El escorpión le mira sorprendido unos segundos para inmediatamente servirle el bourbon que ha pedido. Cuando le da el primer trago siente como la garganta le arde y comienza a toser violentamente hasta el punto de que las lágrimas se le saltan.

- ¿Cómo puedes beber esto? - pregunta una vez ha recuperado el resuello- Me ha dejado la garganta destrozada.

- Jajaja, solo son los dos o tres primeros tragos, luego te acostumbras a ello.

Yhoga le mira con el ceño fruncido unos segundos para luego desviar la mirada a la copa y tomando aire profundamente dar un nuevo trago al oscuro líquido. Esta vez consigue evitar la tos pero no así las lágrimas.

- Imagino que tienes razón - dice con la voz enronquecida- espero que en el próximo consiga que mis ojos dejen de lagrimear tan penosamente.

- No deberías beber más, no estas acostumbrado y se te subirá rápidamente a la cabeza.

- Supongo que en el fondo es eso lo que quiero - le dice encogiéndose de hombros- Anestesiar mi mente para no pensar más.

- Eso no funciona así, créeme ya lo he intentado yo y lo único que conseguí fue llorarle más.

El rubio asiente dejando la copa sobre la mesa y acercándose más a Milo descansa la cabeza en su hombro con los ojos cerrados. Milo por su parte termina su copa y le abraza atrayéndole del todo hacia él. Desliza la mano por su espalda en un mudo consuelo para terminar con la mejilla apoyada sobre la sedosa cabellera rubia de Yhoga.

- Tu cabello es igual de suave que el suyo - murmura mientras frota la mejilla contra el.

- Y tú aún tienes su aroma - susurra el muchacho enterrando el rostro en sus ropas al tiempo que aspira fuertemente el suave olor que se desprende de ellas.

- Eso es porque sigo usando el mismo jabón que él. Yhoga, ¿qué estas haciendo? - pregunta al sentir las manos del muchacho bajo su ropa, en contacto directo con su piel.

- Quiero que me hagas el amor, como se lo hacías a él.

- Yhoga esto no esta bien, por favor detente o mañana nos arrepentiremos.

- Ya nos preocuparemos por eso mañana, ahora hazme tuyo... su aroma esta en tu piel... su sabor es como la suya... será como estar con él otra vez...

- ¿Otra vez? - pregunta Milo apartándole de si bruscamente- ¿Qué has querido decir con otra vez Yhoga? ¿Acaso él y tú erais amantes?

El rubio muchacho parpadea varias veces sonrojándose al extremo de que sus mejillas parecen a estar a punto de estallar para terminar asintiendo lentamente.

- Solo durante un breve tiempo. Cuando volvió a Siberia después de una fuerte discusión contigo. Estaba tan triste, apenas hablaba y se pasaba el tiempo en la cabaña sin salir de la cama. No se como ocurrió, pero un día me harte de verle así y me planté ante él para sacarlo de la cama a la fuerza. Le obligué a meterse en la bañera y cuando quisimos darnos cuenta estábamos haciendo el amor dentro del agua. Continuamos haciéndolo a diario hasta que regresó contigo, nunca más volvió a tocarme o mencionar aquel mes, te pertenecía por entero a ti.

- Nunca me dijo nada, ¿por qué?

- No lo se Milo, pero por otro lado ponte en su lugar. ¿Tú se lo hubieras dicho?

- No, creo que no. - Milo se levanta y se acerca a la fotografía para cogerla y contemplarla unos minutos- Nunca dejaras de sorprenderme francés del demonio, ni siquiera muerto dejas de darme disgustos.

Vuelve a dejarla suavemente en su sitio y se gira para encarar a Yhoga con ojos distintos. Ahora su vista le recorre por entero, apreciando la belleza de sus azules ojos, la perfección de sus músculos, la perfecta proporción de su cuerpo.

- Debo reconocer que no pudo elegir mejor para engañarme. Eres precioso Yhoga, es más me pregunto como no me he fijado antes en ti.

- Eso es porque solo tenías ojos para él. Es más, si lo hubieras hecho, no habría dudado en partirte la cara por intentar engañarle.

Muy bonito, ¿y él si pudo hacerlo?

- El era especial Milo, tanto para ti como para mi.

- Si, muy especial, incluso ahora ¿verdad Yhoga?

El ruso no dice nada, simplemente se limita a mirar a Milo con los ojos empañados por el dolor de los recuerdos y el deseo. Sin decir nada se pone en pie y comienza a desnudarse muy lentamente, prenda a prenda. Según se las quita las deja caer de cualquier manera al suelo hasta formar un informe montón con ellas.

- Yhoga, por favor vístete. Yo no puedo hacer esto, eres su alumno, no puedo ni debo permitirte que sigas adelante...

- Deja de hablar Milo - susurra mientras se acerca a él -, esta noche ambos saldremos de nuestro mutismo.

Cuando esta a su lado empieza a desabrocharle la camisa muy despacio, botón a botón, besando cada tramo de piel que deja al descubierto. Al llegar al último botón las  manos de Milo se posan sobre las suyas deteniéndole de ese modo al tiempo que trata de controlar su excitación.

- No me detengas Milo, no puedes detenerme... siento tu erección contra mi cuerpo... lo estas deseando al igual que yo... no te resistas...

- Yhoga por favor, no insistas, es imposible que yo...

El rubio le cierra los labios con los suyos mientras lleva una mano a la entrepierna del escorpión y empieza a masajearle sin piedad. En cuestión de segundos siente como el dorado cede a sus deseos con un fuerte quejido y con sus manos sobre su cintura.

- Que Camus nos perdone allá donde esté - murmura Milo cogiendo a Yhoga en brazos para llevarlo inmediatamente a la habitación y depositarle sobre la cama.

- No te preocupes - le dice gateando sobre el colchón para desabrocharle el pantalón- Estoy seguro de que esta feliz de vernos juntos.

- No estoy yo muy seguro... pero ahora no puedo pensar, no viéndote así maldito ruso del demonio.

Yhoga solo responde con una sonrisa y con un fuerte tirón para despojarle del pantalón y la ropa interior. Relamiéndose los labios se tumba en la cama con los brazos en alto para recibir al dorado entre ellos. Este no se hace esperar y se lanza a ellos para empezar a cubrir de besos y caricias todo el cuerpo de Yhoga, especialmente las cicatrices que él mismo le causó con su aguja escarlata.

- Hmmmm... eres delicioso - murmura Yhoga al sentir los labios del escorpión en su sexo- Ahora entiendo porque decía que nadie podía igualarte con la boca.

- Deja de hablar si quieres que continúe - replica el dorado en un falso tono de enfado para tratar de cubrir el orgullo que siente por esas palabras- No quiero oír una sola palabra más de lo que él decía o hacía, ¿entendido Yhoga?

- Entendido Milo.

Milo le dedica una sonrisa después de esas palabras y a continuación se concentra en hacerle la mejor felación de su vida al rubio. Engulle su sexo de una vez para torturarle sin piedad con sus labios y su lengua, acariciando sus testículos sin cesar, alternado las caricias con presiones en determinados sitios que le arrancan gritos de placer a Yhoga.  Cuando consigue su blanco néctar se incorpora relamiéndose los labios para fundirse en un profundo y largo beso con el rubio, compartiendo de ese modo con él su propio sabor. A continuación vuelve a deslizarse sobre su cuerpo para separarle las piernas e introducir la cabeza entre ellas. Le separa las nalgas con las manos y nuevamente comienza su ataque con la lengua, esta vez en su ano, concentrando toda su atención en dilatarle y humedecerle todo lo posible. Una vez ha conseguido su objetivo se incorpora guiando su sexo hasta su dilatada entrada. Se introduce en ella muy lentamente, centímetro a centímetro, disfrutando del calor de Yhoga así como de sus jadeos y gritos de dolor.

- Tranquilo, ya esta... ya esta pequeño patito... shhhhh... cálmate...

Yhoga asiente aferrándose a su espalda en silencio y respondiendo a sus delicados besos de consuelo con unos temblorosos labios. Después de unos breves momentos mueve sus caderas para indicarle de ese modo que quiere más.

- Muy bien patito, la más dulce danza de tu vida va a comenzar...

Sin otra palabra Milo comienza a cabalgar sobre él, muy lentamente al principio, para ir acelerando progresivamente a los jadeos y gemidos de placer que lanza Yhoga. Al cabo de pocos minutos ambos dan suelta a todos los sentimientos que han tenido encerrados en su alma a través del sexo más frenético y lujurioso que han experimentado nunca. El escorpión se vacía en el interior del rubio con un grito mezcla de placer y liberación. Por su parte Yhoga le recibe arqueando la espalda hasta un ángulo imposible y gritando del mismo modo. Ambos caen agotados sobre la cama sin separarse del todo tratando de recuperar el ritmo cardíaco.

- Gracias Yhoga - susurra Milo cuando puede hablar acercándose a él todo lo que puede para abrazarle y atraerle hacia si- Solo que ahora hay un pequeño problema.

- ¿Ah si? ¿Y cual es si puede saberse? - responde acurrucándose en sus brazos con una gran sonrisa y besando su pecho.

- Que ahora no quiero separarme de ti.

- Que curioso, a mi me pasa lo mismo.

- ¿Por qué te recuerdo a Camus? - pregunta el escorpión con cierto temor reflejado en la voz.

- No Milo, no es por eso. Reconozco que al principio vine buscando consuelo, un modo de sentir a Camus cerca, pero después del primer beso me di cuenta de que realmente era a ti a quien deseaba amar, eran tus manos las que me hacían gritar de placer, tus labios los que saciaban mi sed y tu... - vacila un poco antes de continuar, pues no sabe si decir la palabra que le viene a la mente o no, pero al final se decide por ella esperando que él este de acuerdo- tu amor el que calmaba mi dolor, hasta el punto de hacerlo desaparecer del todo.

- Mi amor... me gusta como suena en tus labios esa palabra... amor... si, decididamente me gusta mucho... Yhoga ¿quieres quedarte a vivir aquí como mi pareja oficial?

- Me encantaría, pero ¿qué pasa con Atenea? Quizás no acepte nuestra relación.

- Bueno, es posible que así sea, pero no creo que pueda permitirse el lujo de prescindir de los dos dorados más poderosos del Santuario.

- No creo que sea muy poderoso, aún no al menos.

- Me venciste a mi, superaste mi veneno y venciste a Camus limpiamente. Ahora eres el guardián de Acuario, y créeme si te digo que eres poderoso, porque lo eres.

- De acuerdo, de acuerdo, te creo. Pero ahora... ¿por qué no nos amamos de nuevo? Pero esta vez más despacio, sin tanta furia, solo nosotros dos, sin dolor, sin tristeza, sin recuerdos...

- Me parece una idea excelente... ya nos preocuparemos por Atena mañana o pasado....

Yhoga no le deja seguir hablando pues sella sus labios con los suyos para empezar a conocer a conciencia ese cuerpo que pertenece al hombre que tan sorpresivamente ha resultado ser dueño de su corazón. Por su parte Milo no se queda atrás en las atenciones que prodiga a su rubio tesoro de hielo, sintiéndose nuevamente vivo y feliz .

De madrugada los dos amantes caen dormidos en un profundo sueño debido al agotamiento de esta primera noche de amor, para ser despertados al día siguiente por el sol de la tarde que inunda la habitación. El primero en despertarse es Milo y después de besar la blanca frente de Yhoga se dedica a observarle silenciosamente y a acariciarle muy sutilmente hasta que el muchacho abre los ojos y después de varios parpadeos le mira sonriendo.

- Buenos días - le dice estirándose perezosamente- ¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo hemos dormido? A juzgar por la luz tan intensa yo diría que es medio día.

- Así es patito, pero no tenemos prisa, ¿verdad? Así que ¿por qué correr para levantarnos?

Milo se acomoda en la cama rodeando con un brazo a Yhoga para atraerle hacia si. Este responde acomodando la mejilla en su pecho con un suspiro de placer.

- ¿Sabes una cosa, patito? Esta noche he soñado con Camus. Ha sido un sueño muy real, era como si estuviera aquí mismo. Me pidió que cuidará mucho de ti y me regaño por haber tardado tanto en acercarme a ti. Incluso llegó a amenazarme con horribles castigos si me atrevía a hacerte daño de algún modo.

- ¿Y qué le dijiste? - pregunta Yhoga mientras acaricia juguetón el pecho de Milo.

- Le dije que no tenía que preocuparse porque no pienso dejarte escapar - le besa la cabeza y le acaricia la espalda- Le dije que me perdonara por tratar de reiniciar mi vida sin él, y ¿sabes que hizo? No me contesto, simplemente se acerco a mí y me beso apasionadamente para después bendecir nuestra unión con la sonrisa más hermosa que nunca haya visto en su rostro.

- Yo también he soñado con él. Solo que a mí no me regaño ni nada parecido, solo me dijo que fuera paciente con tus ataques de celos y que te vigilará muy de cerca para evitarte caer en tentaciones ajenas. Luego, al igual que a ti, me besó y bendijo nuestra unión del mismo modo. ¿Qué crees que puede haber significado?

- No lo se Yhoga, no lo se. ¿Qué te parece si nos damos un baño juntos?

- Me parece una idea estupenda.

- Muy bien, en ese caso, quédate en la cama hasta que la bañera este lista.

Milo salta de la cama y sin cubrirse se dirige al baño pero al pasar junto a la cómoda que esta en el otro extremo de la habitación se detiene mirando su superficie fijamente.

- Yhoga, ven mira esto - le llama en un susurro-. Mira lo que nos han dejado esta noche como regalo de bodas.

El rubio se levanta intrigado por lo que sea que esta viendo su escorpión, que él recuerde no había nada raro sobre el mueble cuando se acostaron. Pero al llegar a su altura, los ojos se le abren del todo y una exclamación de sorpresa escapa de sus labios. Ambos están contemplando un delicado cisne con el cuello levemente inclinado y entrelazado con el aguijón de un escorpión que esta a su lado. Las dos figuras están talladas en el más hermoso hielo eterno.

- Parece que realmente si ha estado aquí después de todo - dice Yhoga acariciando las figuras- Gracias maestro, gracias por vuestro amor y apoyo incondicional.

- Maldito francés - dice Milo con lágrimas en los ojos y mirando a todas partes-, apostaría mi aguijón a que tenías esto planeado desde el principio. Me conoces mejor que la madre que me parió, sabías que no podría salir adelante yo solo, ¿verdad? Y me escogiste la pareja perfecta para volverme a la vida. Gracias Camus, gracias por todo, pero te advierto una cosa, cuando los dos nos reunamos contigo vamos a pedirte cuentas de todo y no pienses que vas a darnos esquinazo, porque no vamos a separarnos de ti en toda la eternidad.

Milo coge las figuras con gran cuidado y las coloca en el sitio de honor de la habitación para luego abrazar a Yhoga y darle un largo beso.

- Vamos a por ese baño, patito. Tenemos muchas cosas por hacer juntos.

- Si, vamos a ese baño, y te advierto que no pienso dejarte tranquilo... tengo muchas ganas de jugar.

- Jajaja, ¿con que el patito quiere chapotear en el agua? - le dice entre risas para cargarle sobre su espalda y llevarse de ese modo al baño- Muy bien, entonces tendremos que darle gusto y comprobar hasta donde aguanta.

De ese modo, entre risas, ambos empiezan una nueva etapa en su vida, los dos juntos, unidos por el intenso dolor que sintieron hacia el hombre que ambos amaron más que a si mismos, solo que ese dolor se ha transformado en amor que vuelcan recíprocamente uno sobre el otro, y por supuesto ajenos a la difuminada imagen de un hermoso pelirrojo que les mira con una gran sonrisa en su rostro y que desaparece complacido por las risas que escucha procedentes del baño para velar por ellos desde su nuevo plano de existencia.


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