"El pasado es un agujero abismal. Intentas huir de él, pero cuanto más huyes, más grande se hace, los bordes del precipicio te rozan los talones. Tu única opción es girarte y hacerle frente. Pero es como mirar dentro de la tumba de tu amor.
Max Payne 2
Se había hecho más costumbre desde hacía un año, pensó Shu cuando llegó de otra jornada en NG records al departamento.
Al abrir la puerta las luces apagadas en la sala, la cocina y el cuarto le hicieron sentir como si estuviera invadiendo un lugar privado o peor aún, como si su amante desde hacía cuatro años nunca esperara a nadie.
Era tonto pensar eso pues llevaban cuatro años como pareja, pero era cierto, la rutina se había hecho más común en esos últimos meses. El único cuarto iluminado era el estudio, que como era habitual, se encontraba cerrado.
Lo frecuente hubiera sido que Shu entrara de un portazo al estudio para interrumpir como un torbellino en el trabajo de su amante, ofreciéndole toda su alegría y felicidad a un Eiri Uesugi que lo recibiría de mala gana solo para que finalmente le diera unas sobras de su costoso amor con tal de sacarse de encima al koi rápidamente.
Sí, se sentía exhausto, pero no era por las horas de trabajo, los conciertos ni lidiar con la prensa, era realmente toda esa dedicación a Yuki, la sensación de que aunque era un músico afamado no podía ser nadie sin Yuki Eiri, el mismo Eiri Uesugi que nunca lo esperaba.
Se sentía extrañamente atrapado en una cárcel ausente y por un carcelero que había abandonado hace tiempo a su reo, dejando incluso la puerta abierta sabiendo que el condenado nunca se marcharía.
Esa noche Shu se quedó plantado en la entrada del departamento sin poder dar un paso más, entonces de la nada, como si se encontrara en esas situaciones de muerte en donde toda tu vida pasa frente tuyo, en un parpadeo Shu pudo ver los cuatro años de relación que tuvo con Yuki.
Entonces ya no se sacó la chaqueta para tratar de colgarla en el perchero a tientas en la oscuridad mientras prendía el interruptor como siempre lo hacía, esta vez pasó rápidamente entre los muebles de la sala para dirigirse a la habitación que compartía con el escritor.
El teclado no producía ningún sonido, la Laptop apenas producía un suave ronroneo, Eiri estaba absorto completamente en su novela, escribía sin parar a sabiendas que nada más que la llegada de su koi lo interrumpiría.
Porque él era el único que lo sacaba de su caparazón y lo hacía vivir, era el único al cual permitía cruzar las peligrosas aguas que rodeaban su auto exilio, para poder venir a visitarlo y darle felicidad a su vida por un breve tiempo.
Nadie más había podido hacer eso por él y nadie estaría dispuesto a hacerlo por siempre, solo él. Eiri se había dado cuenta que desde hace un tiempo le asaltaban aquellos pensamientos con más fuerzas, su Koi siempre estaba ahí para él, siempre venía a tocar la puerta de su impuesta soledad y Eiri le habría y sin invitarlo a pasar, salía para disfrutar de la felicidad del cantante, pero ¿no estaría bien que quizá solo por alguna vez Shuichi fuera el que pasara al mundo del escritor?
Era extraño pero ahora realmente no sabía como Ser Él mismo en el mundo exterior, se lo había dejado todo a su koi, aún cuando él fuera el dominante simplemente sólo servía para habitar el mundo de Shu, nunca le permitía entrar del todo al suyo salvo en los momentos de más tormento.
Eiri empezó a golpear el teclado con furia mientras se decía para sí que era una tontería, era una estupidez querer compartir su patético mundo con Shu, estaba bien así, siendo él quien salía a compartir el mundo de Shu de vez en cuando, eso era lo correcto, era el trato al que habían llegado sin mediar palabra alguna para aceptarlo...
Cuando Eiri dirigió la mirada al reloj vio que era ya medianoche. Su koi aparecería en cualquier momento por esa puerta y hoy se sentía especialmente de buen humor así que le daría algo más de lo habitual. Afuera sintió unos ligeros pasos en la sala, era él.
Eiri dejó a un lado el teclado y se acomodó en el asiento para esperarlo, pero no apareció en el siguiente minuto, y pasados unos diez Eiri supo que había algo que estaba mal, de alguna manera estaba conciente que no era que Shu estuviera enfermo, deprimido o que un asaltante le tuviera apuntando con un arma en la cabeza mientras robaba el apartamento, pero aún sabiendo que algo estaba mal Eiri Uesugi no se movió de su asiento, seguro de que en algún momento el niño abriría la puerta para hacerle saber que pasaba ahí afuera. Pero eso nunca sucedió.