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Mariposa... por Aome1565

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Notas del fanfic:

Hace cuanto que tengo este fic archivadoo!! xDDD... i el otro día escuchando mis temas de gravi se me dio por continuar este... i lo publico ahora que estoi re bien i son pruebas x)

Los personajes i la historia pertenecen a Maki Murakami n//n

Notas del capitulo:

Holaaas!!... bueno... me quedé sin cosas para contar... ya saben que a este fic lo saqué de la oscuridad i que ahora está viendo la luz... aunque ni Blair ni Akira estén para leerlo... xPP... u////u pero es que creo que Blair anda estudiando... i Akira-chan está en la escuelaa xDDD... así que espero a que se conecten i les digo de la publicación xP...

Bueno... que disfruten el fiiic!! ;DD

 

 

 

 

 

 

 

Mariposa...

 

By: Aome...

 

 

 

Aquella barrita negra titilaba en la reluciente pantalla blanca de su portátil. Desde hacía algunos días que ninguna idea salía de su mente, todo y cada cosa  en lo que pensaba era acerca de cierto pelirrosa, pero es que ambos habían estado discutiendo más de lo normal, más de lo que Yuki hubiese creído que era capaz. Cada vez más palabras hirientes se salían de entre sus labios sin quererlo y lastimaba más a su niño, a su Shuichi... porque si algo era cierto, era que ese hermoso jovencito de ojos amatistas y hermosa voz era suyo más allá de lo posesivo materialmente.

 

Yuki... si, Yuki Eiri se sentía verdaderamente mal en ese mismo instante... en ese instante y desde hacía una semana. Él había perdido su inspiración y no podía escribir más de dos palabras que luego borraba, pero Shuichi había  perdido el apetito, hasta adelgazó un par de kilos, regresaba a casa haciendo su escandalosa entrada pero se dirigía directamente al cuarto, se acostaba desde temprano, sin cenar, despertaba a media noche y se largaba a llorar en silencio para luego retirarse a dormir en el sillón de la sala. Cuando el rubio despertaba, su niño ya no estaba en casa.

 

-¿Por qué, Shuichi?... -se preguntaba el apuesto escritor, apagando la PC, recostándose en la silla reclinable mientras se pasaba ambas manos por el rostro, cansado de tener que sentirse así de vacío, porque si, se sentía vacío al no tener a su Shu, a ese Shu que le llenaba por dentro.

 

Al principio creyó que lo que le faltaba era un poco más de alcohol y un par de cigarrillos extra, pero en unos días notó que emborracharse y fumar demás sólo lo hastiaba, lo agotaba, lo dejaba tumbado y sin nada que hacer, empeorado su situación con el pelirrosa. Ahora había dejado por completo esos hábitos, y aunque por un par de días el de los ojos amatistas le regaló las mejores sonrisas que guardaba y que lo enamoraban cada vez más, luego las peleas recomenzaron y las sonrisas desaparecieron.

 

Hace tantos días Eiri no recibía un beso, un abrazo, por más posesivo que fuera, por parte de Shuichi, al igual que ya casi un mes había pasado de la última noche en que habían hecho el amor, tratando de decirse con la mirada aquellos silenciados te amo.

 

Era cierto que ese chiquillo le hacía la vida a cuadritos, pero a la vez lo colmaba de una calidez que hacía mucho no sentía. Con ese primer beso dentro del ascensor aquella vez, Yuki sintió que su pelirrosa baka era la persona que estaba buscando. Porque sí, aunque no lo parecía, su congelado corazón buscaba un par de ojos que de un chispazo encendiera aquel fuego en su interior, una sonrisa que avivara aquel fuego a existir todos los días, todo el día, por más que por fuera esté nevando, y un cuerpo que con su calor lo mantenga vivo.

 

...Un recuerdo atacó su mente...: la sonrisa de su sensei...

 

-Ahora que lo pienso bien, Yuki-sensei era esa persona que me llenaba de felicidad en esos días en que pensé que estaba solo... y lo maté, matando con él toda capacidad de sentir. Y ahora que mis sentidos parecen reaccionar ante Shuichi, yo empiezo a aniquilar lo que siento hacia él... soy un tonto -pensaba Eiri en un ataque de melancolía. Algunas traviesas lágrimas se atrevían a asomarse en las comisuras de sus ojos, pero él no iba a dejarlas salir así como así, era un hombre fuerte. Siempre había sido fuerte... al enfrentar a esa sociedad que lo rechazaba por parecer extranjero, al matar a esos tipos que se atreverían a violarlo... y al aniquilar, con sus propias manos, al ser más amado por él. Sí, había matado a alguien, a una persona de la que se había enamorado, pero esa persona también lo había traicionado al haberlo vendido por sólo diez dólares a un par de vagos... Tal vez él era fuerte, y tal vez esa misma fortaleza era la que lo había alejado del cantante, de ese ser tan frágil que no se cohibía al llorar si apenas se sentía triste o rechazado; su sonrisa irradiaba tanta felicidad cada vez que su koi le regalaba un beso al menos, y se enojaba de tal forma que rompía todo a su paso. Él era una persona demasiado especial y Yuki tenía el privilegio de estar a su lado, de amarlo de una forma sin límites, pero en vez de eso lo único que hacía era dañar más la frágil alma de niño en el cuerpo de ese cantante de cabello rosa y ojos como amatistas.

 

 

 

La puerta de la casa se abrió y se cerró al instante. Unos pasos se arrastraban  por el piso de madera pulida, y caminaban por el pasillo. Shuichi se detuvo un par de segundos frente a la puerta del estudio del rubio, dubitativo de entrar o seguir de largo. Debía decirle, tenía que acabar con todo aquello, pero esa noche no estaba de ánimo para peleas, ni menos para lastimar y salir lastimado de una pelea con Yuki.

 

Cuando iba a avanzar, con la cabeza gacha, los cabellos rosas cayendo sobre su rostro y gruesas lágrimas escapando de sus ojos, una voz distante pero suave lo llamó desde detrás de la puerta que estaba a su lado:

 

-Shu... ¿vendrías un momento? -pidió Eiri, dudando de la reacción del menor ante el pedido, para luego ver como la puerta se abría apenas, dejando ver el rostro asomado del cantante.

 

-¿Si, Yuki? -fue lo único que Shuichi dijo, con la voz temblorosa.

 

-Entra, ¿si?

 

El pelirrosa entró en el estudio, quedándose de pie no muy cerca del escritorio, temblando ligeramente y tratando de contener las lágrimas.

 

-¿Ocurre algo, Yuki? -preguntó al sentirse incomodado por ese tenso ambiente en el que el aire podría cortarse con cuchillo. El rubio escritor tenía una expresión relajada y ¿triste?.. No, eso no era así, de seguro y se lo imaginaba.

 

-Yo quiero saber si algo te ocurre a ti, Shu... ven, siéntate -fue lo único que dijo el de los ojos dorados, extendiendo una mano, invitando al pelirrosa a sentarse en sus piernas.

 

Shuichi se acercaba con parcimonia, casi contra su voluntad, sin ver a Yuki a los ojos, arrastrando los pies, hasta sentir como su mano era jalada con delicadeza, para luego caer sentado a horcajadas sobre el regazo del mayor, recostado contra su pecho, mientras los brazos del mismo lo rodeaban con calidez, algo que extrañó al de los ojos amatistas.

 

-Yu... Yuki...-susurró Shuichi, cerrando sus ojos, sintiendo como sus sentidos se rendían ante el aroma que ese cuerpo desprendía, pero no iba a dejarse llevar así como así, ya tenía una decisión tomada y no iba a retractarse-. No... Yuki, esto... esto ya no va más... te juro que traté de mejorar lo nuestro por todos los medios, pero... pero... no sé si a ti, pero a mí me hace mucho daño seguir así, seguir discutiendo, seguir sufriendo tu indiferencia. Lo siento, Yuki, yo... yo me voy... ya no te molestaré más... me alejaré si eso te hace feliz... y quien sabe, tal vez yo aprenda a ser feliz con el tiempo -decía el pelirrosa, tratando de esbozar una sonrisa, pero sólo le salió una mueca lastimera.

 

-Yo... yo no quiero que...

 

-Si... si  que me iré... ya no tengo nada que hacer contigo, Yuki -interrumpió el chico de los ojos amatista, empezando a derramar lágrimas de nueva cuenta. Intentó levantarse, pero los brazos del mayor en su cintura, aprisionándolo con delicadeza, se lo impidieron-. Suéltame, Yuki... me has echado tantas veces de aquí, creo que no deberías oponerte cuando yo pongo voluntad de mi parte... no hagas que me retracte... por favor.

 

Shuichi había empezado a llorar a mares, como tantas veces, pero esta vez sus motivos eran demasiado fuertes como para no hacerlo. Muchas veces se  arrepentía de ser tan sensible y permitir que las lágrimas rodaran con tanta libertad, pero ya nada podía hacer.

 

Yuki vio como su niño lloraba, y por su culpa. Muchas veces lo había hecho llorar, pero esta vez era distinta. Lo abrazó con fuerza y hundió su rostro en el cabello rosa del pequeño, inundando sus sentidos con ese embriagante aroma a fresas. Empezó a acariciarle la espalda de arriba abajo, tratando de calmarle, estrujándolo aún más contra su pecho.

 

Eiri no se reconocía en ese instante, para él a ese Eiri, al que se dejaba llevar por un abrazo, por una mirada, lo había matado aquella noche en New York junto con su sensei. Pero aunque en ese instante no se reconocía ni a sí mismo, se dejó llevar por lo que esa tibieza dentro de su pecho le decía.

 

-Shu... canta para mí... -pidió con sutileza, notando como el cuerpo del cantante se tensaba ante el tan simple pedido, pero al instante el pelirrosa se relajó, limpiando sus lágrimas, aspirando aire tranquilamente, para luego hacer vibrar sus cuerdas vocales de la forma más hermosa que Yuki jamás haya oído. Shuichi empezó a cantar aquella canción que improvisada había escapado de entre sus labios, ante miles y miles de personas, dedicada sólo para él:

 

-Orenji iro tsuki yoru ga kuruto kimi no koto wo omoi dasu (cuando sobreviene la luz anaranjada de la luna, yo pienso en ti)... kakko tsuketa ore no serifu wa hoka no dare kano serifu de (el dulce cariño en mis palabras, son las palabras  de otra persona) -cantaba el de los ojos como amatista, llenando la silenciosa habitación con sus palabras, mientras nuevamente derramaba lágrimas-. Fui ni miageru shiruetto kimi no yokogao wo terashita (incluso ahora puedo recordar la pálida luz que ilumina tu silueta)... awai hikari wa ima demo (mientras miras repentinamente hacia arriba, en el cielo de esa noche)... nani wo matteru kimi wa inai heya (ahora estoy esperando, en esta habitación sin ti)... tokei dake ga ashi no oto youni nemurenai mune ni hibiku (sólo se escucha el reloj, que resuena en mi insomne corazón como el sonido de los pasos)... ima mo matteru hitori tomatteru (incluso ahora estoy esperando; estoy aquí, solitario)... futari mita anohi no tsuki wo ima dokode kimi wa miteru~~ (...¿puedes ver, desde donde estés, aquella luna cómo la que tú y yo vimos aquel día?)[*]...

 

Esa última frase cantada quedó flotando en el aire, dejando a la omnisciente melodía resonar en la cabeza de ambos. El rubio sintió como su niño se aferraba a su pecho mientras susurraba un "adiós, Yuki", para luego soltarse e intentar irse, cosa que el mayor le prohibió al tomarlo con fuerza moderada con un brazo, mientras que con la mano libre lo tomaba del mentón, obligándolo a mirarlo.

 

-Yo ya no veo la luna, ni las estrellas, tampoco el sol... ya no veo nada... nada más que tus ojos, Shuichi...

 

Aquellas suaves palabras, salidas de entre los labios del rubio, resonaron en la cabeza del menor, causándole una extraña sensación... Yuki jamás había sido así con él, pero no quería salir lastimado nuevamente y no pensaba ceder ante esa petición que aún no estaba hecha, ante esos ojos que ahora le mostraban la misma dulzura que la miel, mezclada con un intenso toque de tristeza verdadera.

 

-Pues entonces sal de este cuarto, explora los exteriores y sonríe... pero hazlo sin mí... busca a esa luna tú solo... déjame volar libre... déjame ser y te juro que tú también serás... pero cada uno será lo que será tomando caminos separados, alejados del amor que se marchitó... o que jamás floreció... -Shuichi lloraba nuevamente, ahora cubriéndose el rostro con las manos. Su corazón estaba queriendo ceder ante ese silencioso "no te vayas" que quería entender que el ojidorado trataba de decirle, pero que no se atrevía, aunque sabía que las palabras estaban allí.

 

¡No!... esa idea ya no tenía razón para existir, esa había sido su forma de tratar de sanar las heridas que el escritor hacía con su indiferencia. Tratar de creer que el mayor quería decirle que lo amaba, que lo necesitaba, que le extrañaba no le hacía bien, porque aunque su llanto se detenía por un momento, imaginándose junto a él toda su vida, caía luego en la realidad de que Yuki no tenía vida más que para su trabajo...

 

El llanto del pelirrosa se intensificó. Esos pensamientos eran los que noche a noche, dormitando en el sofá de la sala, lo hacían llorar a mares, estando más que solo. Al rubio se le encogió el corazón al ver así a su niño, jamás lo había visto llorar de esa forma tan amarga... tan adulta... Lo abrazó, rodeándole la espalda, apretándolo protectora y fuertemente contra su pecho, volviendo a hundir el rostro en el cabello con aroma a fresas, para luego susurrar:

 

-Si amas a alguien, díselo... grítalo, cántalo, susúrralo, recítalo, pero no lo calles... porque puede que necesites decirlo en ese momento, el cual será el más perfecto, el cual, si lo dejas escapar, ya no volverá, y no tendrás otro instante como ese... -Hizo una pausa, acariciando la espalda del cantante, quien suspiraba de una manera tan pesada que le partía el alma. -...y aunque sé que este no es el mejor momento, aunque sé que he dejado escapar ya muchos instantes... yo... lo siento... te amo, Shuichi -terminó de decir el de los ojos dorados, soltando varios besos entre los rosados cabellos a la vez que una solitaria lágrima descendía por su mejilla, doliéndole aún en el orgullo el tener que dejarla ir... no podía ni consigo mismo.

 

Las lágrimas de Shuichi fueron cediendo, para terminar desapareciendo. Nunca pensó que esas palabras, dichas por Yuki, harían tanta mella en su corazón, que lo harían llorar aún con más fuerza, que no harían desear salir volando de allí a la vez que hacerlo desear aferrarse a ese hombre que lo abrazaba y jamás abandonarlo.

 

Yuki entendió en ese instante ya era tarde para decir cualquier cosa que fuera a decir, su pelirrosa, su Shuichi, ya no era suyo, había madurado, había crecido, había salido del capullo que protegía su fragilidad de niño y como mariposa ahora se enfrentaba al primer viento fuerte. Ahora luchaba contra esas cadenas que lo ataban para poder volar libre, y el rubio no era quien para impedírselo.

 

Soltó al chico y agachó la cabeza, en señal de derrota, porque así se sentía: derrotado, y es que él no era ninguna máquina invencible y tarde o temprano terminaría cayendo rendido.

 

-Perdón... Shuichi -dijo, con la voz quebrada y apagada.

 

El de los ojos amatistas sintió el frío de la habitación ingresar en su cuerpo de golpe al no tener los brazos del escritor rodeándolo. Entendía que ese era su adiós, que no iba a pedirle una vez más que se quedara. Levantó el rostro y besó la mejilla del rubio por donde había caído la única lágrima que soltó y se levantó de donde estaba sentado, saliendo del estudio con pasos cortos, arrastrando los pies, con la cabeza gacha y llorando aún.

 

Se internó en la habitación que todo ese tiempo había compartido con Yuki, se sentó en la cama en la que tantas veces habían hecho el amor, recordó todos y cada uno de los besos y las caricias repartidas sobre las sábanas siempre blancas y soltó a llorar con más fuerza, pero se levantó de allí, se limpió los ojos con el brazo derecho y se puso a recoger sus cosas, metiéndolas en una maleta. Al rato salió de la habitación y caminó por el pasillo, dándole la espalda a la puerta: no se voltearía ni una sola vez. También recogió las pocas cosas que había dejado en la sala y en la cocina, dejó su juego de llaves junto al teléfono y se paró frente a la puerta, abriéndola parsimoniosamente. Al salir la cerró.

 

Yuki escuchó todos y cada uno de los pasos del pelirrosa por el apartamento, a cada uno su corazón se encogía más y más. Le dolía en el alma tener que dejar ir así al chico, pero era cierto que hacía bastante venían lastimándose el uno al otro y si ese era el único remedio, pues él dejaría que ocurriese.

 

Al oír la puerta cerrarse cayó en cuenta de que en verdad Shuichi se iba, y tal vez jamás volvería. Entonces se puso de pie y salió del apartamento, dejando la puerta abierta, y bajó por las escaleras, suponiendo que el chico usaba el ascensor.

 

Cuando llegó a la acera no había nadie conduciendo por allí, la calle estaba completamente desierta y sumergida en la oscuridad de la noche que hacía rato se había estancado ahí, pero había alguien, un chico delgado, esbelto, de cabellos color rosa y con una enorme maleta en una mano en la acera de enfrente.

 

Shuichi se había jurado no voltearse una sola vez cuando hubo salido por completo de aquel lugar, dejando toda una vida atrás, pero cuando cruzó la calle esas fuerzas que lo ayudaron a salir del edificio lo abandonaron, soltó la maleta que llevaba en la mano y se quedó allí, de pie, con la cabeza baja, iluminado sólo por el faro de la esquina. Un viento leve empezó a soplar, agitándole los cabellos. Y en ese entonces no pudo más consigo mismo. Se volteó hacia atrás, hacia la puerta del edificio de apartamentos, viendo como allí, estático, de pie, estaba Yuki. El viento le agitaba los cabellos y un faro lo iluminaba, como cuando se vieron por primera vez, sólo que esta vez no había canción por la que discutir y los ojos del rubio expresaban una tristeza abnegada.

 

El escritor, al sentir sobre sí esa angustiada mirada de ojos amatistas no pudo hacer más que desesperarse. Estaba sólo a unos pasos de él, pero parecía estar tan lejos... Era como una mariposa: se ven hermosas volando cerca, tan, tan cercanas, pero están lejos de nuestras manos, y cuando intentamos atraparlas algo nos lo impide; tal vez sea esa divinidad que expresan con su leve aletear, tal vez lo maravillosas y libres que se ven, o tal vez el simple hecho de que, muy en el fondo, todos queremos volar como ellas, pero jamás las atrapamos, jamás nos vemos con el privilegio de tenerlas entre nuestras manos, y si llegáramos a hacerlo, las soltamos, porque a su libertad no puede quitársela nadie... nadie... y Yuki no era la excepción. Shuichi era una mariposa a la que acababa de soltar y ya no podía volver a atrapar.

 

Y no iría a decirle que volviese, no lo haría, no para meter el dedo en la llaga y volver a llorar ambos. Sólo lo miró por última vez y agachó la cabeza, pero no se movió, se quedó allí escuchando esa voz que empezó a cantar:

 

-Ima mo matteru hitori tomatteru (incluso ahora estoy esperando; estoy aquí, solitario)... futari mita anohi no tsuki wo ima dokode kimi wa miteru~~ (... ¿puedes ver, desde donde estés, aquella luna cómo la que tú y yo vimos aquel día?)

 

Y la frase quedó flotando. Yuki envió a la mierda su orgullo y al menos intentaría atrapar aquella mariposa.

 

Corrió hacia Shuichi, su Shuichi y lo abrazó, lo abrazó fuerte, con desespero, con un ruego entre los labios y un te amo en la mirada.

 

-Pídeme que me quede y yo me quedo, Yuki -sollozó el pelirrosa, apretando fuerte y con ambas manos la camisa del escritor, quien lo observó a los ojos, viendo en ellos tristeza, desesperación, y miles de palabras por decir... los amatistas ojos del chico en ese momento eran iguales a los suyos, como un espejo... y a esa mirada rogaba no verla jamás... ¿pero cómo hacerlo?..

 

El rubio, con Shuichi aún abrazado a él, agarró la maleta y caminó, lentamente, por la senda peatonal, cruzando la calle... esa mariposa aún no era una mariposa...

 

 

 

Notas finales:

[*] In the moonlight... la canción que Shu improvisa en el concierto del OVA xPP...

Espero les haya gustadoo... n//n dejen rr!!

Aome...


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