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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Notas del capitulo:

Hola a todos los que leen este fic. Primero que nada, quiero decirles que agradezco mucho sus comentarios, me hacen muy feliz y me dan más ganas de continuar y mejorar *_*. Espero les guste este capitulo, aunque no avanza mucho en la historia, pero fue escrito con cariño como los demás *_*

Muchas gracias a todas.

 Amaris: No sé por qué, cuando respondí tu comentario, la página no lo cargó, pero lo leí y me encantó, muchas gracias por tus palabras, me emocioné mucho. Un abrazo muy grande. Gracias.

 

Capitulo 11: "El lenguaje del amor"

 

 

Por fin había llegado la noche, la fría, oscura, helada y tan seductora noche. Compartir la cama, no es gran cosa cuando lo haces con un amigo, pero si a tu lado estará la persona que te gusta, lo más probable es que no puedas pegar ojo en toda la noche.

 

Quizá te preguntes si el otro se dormirá tan profundamente, que no notará si lo acaricias en tanto, o talvez te preguntes si llegaran a rozarse por accidente, y si terminarás siendo la almohada que sujetará a su cuerpo hasta el amanecer.

 

"Tontas ilusiones"... se respondía Hyoga.

 

De cualquier forma, dormir con alguien que te gusta, es una oportunidad demasiado buena para cualquiera, pero... ¿Qué pasa si esa persona, es una criatura totalmente salvaje?... la pregunta quizás sea... "¿Estaré vivo al amanecer?"

 

Hyoga conocía muy bien esa sensación, porque esta, no era la primera vez que dormiría con Shun a su lado, no era la primera vez que compartirían la cama juntos,  y era por ello que estaba total y jodidamente asustado. En las pocas veces que habían compartido el calor de sus cuerpos, las reacciones de Shun habían pasado por el desprecio, el escándalo, el orgasmo, la furia, la violencia, el romanticismo y hasta algo de locura. Eso acojonaba a cualquiera.

 

Miró disimuladamente al chico que permanecía entre sus brazos. La quietud del momento le tenía nervioso y no sabía que hacer, si permanecer de la misma forma o moverse. Y no era una decisión fácil de tomar, porque sabía muy bien que un movimiento en falso, podía provocar que terminara siendo arrojado por la ventana y devorado por los renos.

Sin embargo, aún sabiendo que era mucho más inteligente no pensar absolutamente nada, regresaba una y otra vez a su mayor duda existencial: ¿Tenía permitido o no, mover su mano por aquella espalda, que bien sabía era blanca y tersa, y deslizarla con ternura por su cuerpo, para demostrarle cuanto le gustaba hacerlo?

 

Shun continuaba inmóvil y sin decir una sola palabra.

 

¿Sería prudente preguntarle si ese beso recibido antes, era real?... No, definitivamente esa no era una buena idea.  Entonces... ¿Qué tal preguntarle... si ese beso, significaba que tenía una oportunidad con él?

 

"Me das asco"

 

Esa frase que le había lastimado tanto al salir de esos labios rosas, aún vagaban en sus recuerdos molestando como una gran mosca gorda y negra.  ¿Eran ciertas? No lograba entenderle.  No se besa a alguien que te da asco. ¿O sí?

O tal vez, su cuello era el único lugar que a Shun no le provocaba ganas de vomitar.

 

Pero, si su delirio no le había engañado, en medio de su fiebre, el peliverde le había hecho una mamada tan deliciosa, que podría haber muerto ahí mismo de placer.

 

-No entiendo nada - Dejó escapar entre sus pensamientos tan confusos y tormentosos.

-Ni yo, es decir, ese mineral no hay forma de metérselo a los renos ni por el culo - Murmuraba el otro mientras jugaba con el botón del pijama del rubio moviéndose por primera vez y demostrándole al rusito que no tenía en brazos un maniquí.

 

-¿El mineral? - Le interrogó tratando de retomar una plática que al parecer el conejito llevaba de antes mientras él estaba distraído en sus cavilaciones románticas y pasionales.

-Sí, el mineral,  bruto, te lo he dicho mil veces ¿Necesitas que te lo dibuje acaso? - Le enfrentó en la oscuridad absoluta que ahora reinaba en el cuarto, ya que ninguno de los dos, se había levantando para encender la lamparilla de gas.

-No, es decir... el mineral... va en el agua, hay que ponerlo en el agua, se disuelve fácil y lo beben sin problema... dejemos sus culos tranquilos - Sonrió abrazando aún más inconcientemente al menor que no mostró resistencia.

-Bueno... eso facilita las cosas - Contestó entregándose nuevamente al silencio y la quietud. Comenzaba a hacer más frío ahora que recordaba como trató de forzar a esos pobres a animales a comerse el mineral a la fuerza.

-¿Te puedo pedir algo Shun?  

-¡Claro! Lo que necesites, dímelo - Exclamó con entusiasmo incorporándose levemente para sorpresa del rubio que no se creía aquella reacción tan adorable.

-Hay un reno, su nombre es Estrella, está acostumbrada a que le haga mucho cariño y... me preguntaba si... ¿Podrías hacer eso por mí mañana? - Habló con temor mientras sentía que entre su abrazo, Shun se removía incómodo.

-No... no me gustan los renos - Respondió irritado de saber que uno de esos cochinos animales era el favorito del rubio y Hyoga se sintió terriblemente inseguro al notar que le había provocado molestia al conejo cachondo que tenía en sus brazos. 


Repentinamente, el cuarto se iluminó con un tono naranja, en la puerta, la tía Natasha llevaba la tan temida jeringa.

-¿Qué haces aquí escuincle? Tu camarote lo tienes que ir a armar ya a menos que quieras dormir en el suelo - Dijo la madre del rubio con brusquedad, mientras dejaba la lámpara sobre el estante y  se acercaba a su hijo. El peliverde la miró con indiferencia, sin apartarse del cuerpo de Hyoga un solo milímetro.

-Amá... - Le rogó con el tono suplicante que usaba de niño - Shun me hará compañía en la noche, no seas así con él.

-¿Qué  no sea así con él?... Dios Hyoga, sabes que no me molesta si estás... "interesado en este pequeñajo" Pero como madre te lo digo... ¡No te conviene! Sólo está usándote para escaparse del trabajo.

-No es así, hoy ha trabajado muy duro - Lo defendió el rubio mientras en sus brazos el peliverde se acomodaba con desinterés.

-Bien... de acuerdo... es tu cama donde estás metiendo esa cosa diabólica, pero a mi no me vengas a llorar después, y NO quiero que te ponga peor ¿Escuchaste?

-Sí... ya déjalo, lo asustarás con tu actitud - Exclamó preocupado de que el menor pudiera haber entendido parte de la conversación y no se equivocaba, no había que ser un Einstein para darse cuenta de que la Tía Natasha, le tenía en la mira, por así decirlo, pero a él eso le tenía sin el menor cuidado, la vieja loca no le importaba lo más mínimo. Era cierto que podía llegar a ser espeluznante cuando se enfadaba, pero él, él podía serlo mucho más "¡No te metas con un conejo ardiente!"

 

 

-Shun... ¿Puedes dejar espacio? - Le pidió con voz dulce, el peliverde se quitó enfadado para sentarse en una silla lejos de la cama. Sin demora, la Tía Natasha tomó el desinfectante y ayudó a su hijo a bajarse el pantalón del pijama. El conejo miró aterrado.

 

-¿Pero qué guarrada van  a hacer? - Gritó espantado al ver como la vieja le trajinaba su retaguardia.- ¡Te está tocando el culo!

-Me tiene que pinchar - Respondió en un hilo de voz, provocando el horror del menor que sin saber que hacer... se acercó a mirar. (Los conejos son morbosos)

La tía tomó la jeringa y la cargó con la penicilina, a continuación, aquella delgada, larga y aterradora aguja, entró en la carne de la nalga derecha de Hyoga, que dejó escapar un gemido de dolor mientras le inyectaban.

 

-¡Listo! - Terminó su madre subiéndole el pantalón, y ayudándole a tomar posición en la cama - Si necesitas algo, no dudes en gritar fuerte - Le besó en la frente con ternura, para luego lanzar una mirada desconfiada en el menor que la miraba con recelo.

Por fin, abandonó el cuarto, dejando todo otra vez a oscuras.

 

Hyoga buscó en su velador la lámpara y usó unos cerillos para encenderla. Pronto pudo divisar el rostro del peliverde que le miraba extrañado.

 

-Eso parecía doloroso - Comentó frotándose los brazos.

-Algo... odio las jeringas y... las inyecciones - Confesó mientras trataba de olvidar el dolorcillo en su nalga.

-Yo igual - Acotó mientras se quitaba con prisa los zapatos, el chaleco y los pantalones, quedándose con los calzoncillos largos y la camiseta de mangas. Se acercó a la cama, mirando fijamente al rubio que tragaba en seco al verlo en su ropa interior (de Siberia) y se metió por el lado contrario, pero acomodándose hasta estar muy cerca de él - ¿Te acomodo la almohada? - Le ofreció sin esperar respuesta y quitó una para amoldarla y sacudirla, antes de ponerla otra vez en su cabecera.

-Gracias... - Respondió en un susurro.

 

Shun lo miró un rato atentamente, escudriñando algo que no logró descifrar en su mirada, para a continuación, meterse bajo las mantas y acurrucarse en un  bulto solitario, separado de él unos cuantos centímetros. Creyó que su corazón se partiría en dos...

 

¿Era toda esa actitud amable, tan sólo porque dormir en una cama era más cómodo que en un camarote?  Suspiró abatido, dejando caer su cabeza hacia atrás y extendiendo el brazo para cortar el paso de gas y regresar su cuarto a las tinieblas.

 

Pasaron algunos minutos en los que deseó con todas sus fuerzas caer inconciente y despertar ya en un nuevo día, conversar con Jacob que lo vendría  a ver otra vez seguramente, talvez armar algún rompecabezas con su hermana, quizás beber sin pensar en nada más, una rica y calentita leche de reno y sobre todo, no tener cerca ese irrefrenablemente exquisito cuerpo, que para su desgracia, olía tan rico.

 

Por fin sintió que sus párpados se cerraban lentamente, un calorcillo agradable le arrobaba con candor, el tacto ardoroso de ese cuerpo desnudo que se pegaba algo sudado a su piel, aquellos pezones duritos que se apretaban contra su espalda por encima de la tela de su ropa de dormir... Abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que él le tenía abrazado por la espalda, respirando lentamente sobre su hombro y para su sorpresa, totalmente desnudo.

 

-¿Te duele aún? - Le preguntó muy bajito, mientras le rozaba débilmente su nalga con los dedos, cerca del lugar del pinchazo.

-No mucho... - Contestó tan turbado y hechizado, que dudó si realmente había dicho esa palabra y no sólo la había pensado o quizás, todo ello era tan solo parte de un sueño hermoso.

-Si te acaricio... ¿Se te pasa? - Llevó su mano a la cadera tan bien definida del rubio, que se removió deseando su ropa desapareciera para sentir ese cuerpito tan rico contra su piel

-Sí - Mintió sólo para sentirle aún más, el dolor que tenía no desaparecería por arte de magia, pero ¡Cómo quería sentir esas caricias!

 

-Tienes que quitarte... el pijama - Recomendó el peliverde sabiendo que no era cierto, que lo que deseaba desde que entró en ese cuarto, era rememorar cada una de las sensaciones que el cuerpo del rubio le hacía sentir piel a piel.

-Claro - Consintió pasando su camiseta por encima de sus hombros ayudado por las manos del menor. Una vez  tuvo el dorso desnudo, permaneció quieto, levemente incorporado sobre la cama, no podía ver bien las facciones del rostro de su compañero, aún cuando sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad, y esto le tenía muy nervioso. ¿Qué debía hacer ahora?, las manos de Shun jalando insistentemente el elástico del pantalón, no le dieron oportunidad de seguir pensando, pronto su ropa interior, también había desaparecido en algún rincón de ese cuarto.

 

-Hace mucho frío esta noche - Murmuró sin saber que decir.

-¿Quieres que te caliente? - Ofreció el otro con tranquilidad y la adrenalina a cien.

-Sí, por favor... - Le suplicó sin importarle que adivinara en su tono la necesidad que tenía de sentirlo, porque si era verdad... ¿Para que ocultarlo?

 

Shun se acercó hasta él y se abrazó a su cuerpo con brusquedad, él le respondió rodeándole con ansias, la piel estaba algo fría, pero suave y provocadora. Sintió que le acariciaba las mejillas con sus dedos delgados, la mano del peliverde era más pequeña que la suya y le despertaba una sensación de ternura tan grande, que sólo quería decirle lo lindo y bello que le encontraba, pero no estaba seguro de que él quisiera escuchar eso.

 

Se metieron acurrucados bajo las mantas, los brazos de Shun pasaron alrededor de su cuello pegando su pecho al de Hyoga que se estremeció al sentir como su propio pezón, rozaba el endurecido y prominente pezoncito de su pequeño. Cerca de su mejilla, la respiración compasada y profunda chocaba sensualmente en su piel, sus piernas se enredaron con las del menor, frotándose una y otra vez buscando el ansiado calor. Eran tan compactas y apretadas, tan sensualmente formadas y deliciosas, todo él era una delicia.

 

-Shun... - Le susurró con ternura, necesitaba confesarse de una vez, decirle que lo quería, que estaba enamoradísimo de él, aunque fuera cruel  y despiadado, lo amaba, estaba loco, completamente loco por él.

-La tengo tan dura... - Le habló el otro, dejando que su miembro erecto rozara en la entrepierna del rubio - Mmmmm, ya me duele.

 

Hyoga no supo más, alcanzó el pene caliente y mojadito del menor, frotándoselo con desesperación, provocando que el otro se retorciera en sus brazos y jadeara en descontrol.

-¡Más! - Pidió buscando con su mano la erección del rubio, que al sentirla en manos del conejo resopló extasiado apretando con su otra mano las nalgas preciosas del menor.

-Haaaa... sí, sí - Gemía sensualmente sin dejar de frotarse. Hyoga lo apretó hacia su cuerpo, abandonando sus nalgas para tener cerca de su boca esos pezones que hasta ahora no había degustado. Mordió el izquierdo provocando que el menor gritara repentinamente.

-Mierda...no, me duele - Se quejó tratando de apartar la cabeza de Hyoga que no cedió y continuó succionándolo con pasión - Te he dicho que duele... maldición, ¡No me va a salir leche de ahí! - El ruso no se detuvo, continuó como si la idea de que allí saliera algo le hubiese poseído sin remedio.

-Haaaaaaaa - Se corrió en la mano del rubio resoplando agitado, Hyoga le soltó con cuidado para besarle las mejillas que sentía calientes y húmedas. El sudor de Shun  olía delicioso, ese aroma tan intenso y delicado, lo mareaba. Le lamió los pómulos, las orejas y el mentón, mientras el menor no dejaba de respirar rápidamente disfrutando del orgasmo, entreabriendo la boca y jugando a lamerse los labios, suerte para Hyoga que no podía verlo, sino, se hubiera corrido allí mismo.

-Quiero que te corras también - Le habló al oído - Así te vas a mejorar más rápido - Ante esto, el rubio no pudo más que sonreír, lo abrazo con fuerza y buscó sus labios con ansias, quería besarlo, ¡Cómo quería besarlo! Robarle el alma por la boca y entregarle la suya, pero cuando sus labios llegaban a la comisura de la boca del conejo, este movió la cabeza en sentido contrario, impidiéndoselo.

 

-No te equivoques, yo no soy marica - Le dijo con tono duro, Hyoga permaneció estático mientras la mano de Shun le acariciaba los pectorales con ternura. "¿Qué demonios era todo eso?" "¡¿Pero a qué juego quería jugar el endemoniado conejo?!"

-¿Y yo si lo soy? - Le preguntó tratando con todas sus fuerzas de no responder ante las sensaciones que esas dos manos recorriendo y tocando toda su piel le producían.

-No... no lo sé - Terminó el peliverde confundido, deteniendo su exploración y reconocimiento en el cuerpo de su casi amante.

-Entiendo - Suspiró cansado el rubio, pero no del todo desilusionado, aunque el menor no quisiera aceptar que lo que estaban haciendo lo hacían los novios y los enamorados, él sentía que en la dulzura que le demostraba en algunos momentos había algo más. Si recordaba el tiempo en que Shaka triste le hablaba de su amor no correspondido por Ikki, entonces su caso podía ser parecido. Shun sólo trataba de que no le hicieran daño, toda esa actitud agresiva, no era más que una armadura de  titanio para impedir que nadie le lastimara, probablemente alguien ya le había hecho mucho daño antes. Y él, al igual que su querido primo, no se rendiría.

 

-Yo te protegeré de todo, no tienes que tener miedo nunca más - Le dijo abrazándolo con fuerza. El peliverde le miró desconcertado. Le acababa de llamar marica, y no sabía como iba a remediar haber sido tan tonto otra vez, pero sin más, el otro le prometía que lo cuidaría, sin importar lo despiadado que fuera con él. "¿Acaso Hyoga era masoquista?" Si bien esa era una posibilidad, sabía en su interior, que aquel joven tan atractivo, sensual, cachondo y bello, estaba loquito por él y su corazón rebotó con fuerza, regresándole inconcientemente todo ese amor que le profesaba. Cómo le gustaba ese guarro rubio de ojos azules, y como quería llegar más allá, cruzar de una puta vez la línea de la duda, del miedo... del prejuicio.

 

Se abrazaron, con fuerza, con pasión... a veces, las palabras no cuentan, y en ese momento, sus corazones estaban teniendo su propio y particular encuentro, hablando un idioma universal, mágico y desinhibido, no habían malos entendidos ahí, ni falsas caretas, ni renos, ni oscuridad, ni frío... ahí sólo había calor y un inmenso amor.

 

 

Al amanecer, el cielo estaba tan despejado que el sol se reflejaba en la nieve haciéndole brillar de forma enceguecedora. En la cama de Hyoga, dos cuerpos abrazados aún dormían placidamente. Los brazos de Shun rodeaban completamente el cuello de Hyoga, quien le tenía abrazado por la espalda sobre su pecho. Las mantas dejaban a fuera apenas las cabezas de ambos. Tan acurrucados, la mañana era exquisitamente cálida.

 

Shun abrió los ojos al despertar bruscamente con la tos de Hyoga, en las mañanas estaba mucho más congestionado debido a dormir tanto tiempo. Recordó con pesar que no había obtenido el semen del rubio la noche anterior, pero... ¡Nunca es tarde! Le había dicho desde pequeño su hermano, y se escurrió mantas abajo para llegar hasta ese miembro en reposo entre las piernas tan marcadas del chico. Comenzó sujetándoselo con cariño y lo amasó hasta que logró tenerlo completamente duro entre sus manos. Viéndolo así, el recuerdo de la primera vez que había visto a Hyoga vino a su mente, el estaba entre las mantas de su cama, soñando  y masturbándose. Hyoga despertó por fin, jadeando y sorprendiéndose de tan grato despertar. Días atrás, al saber que venía el muchachito lindo de la foto, no había podido más que soñar toda la noche que hacían el amor, ahora, en la realidad, parte de su fantasía se hacía realidad.

 

-¡Hoo! - Jadeó cuando su miembro entró en la boca rojiza del menor, caliente y acogedora - Haaaa, haaaaaa mmmmmm - Se agitó entre las sabanas disfrutando y acariciando el cabello del peliverde con algo de rudeza inevitable ante las sensaciones en su miembro.  Finalmente y después de haber quedado a medias la noche anterior, dejó salir todo dentro de su boca conteniendo el rugido que le hubiera gustado dar.

 

-Gracias por el desayuno - Murmuró el pequeño saliendo de entre las mantas y acurrucándose de nuevo a su cuerpo. Hyoga sonrió satisfecho, aprensándolo.

-Me vas a volver loco - Suspiró - Pero te quiero todo para mí, todo - Shun guardó silencio, quizás era mejor así, en este momento, de su boca sólo podían salir palabras hirientes, había olvidado a hablar con amor a expresar afecto... definitivamente era mejor callar y dejar que su corazón fuera el que hablara otra vez por él.

 

 

 

 

 

 


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