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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Notas del capitulo:

Hola a todos, espero que este capi les guste ^^, y nos vemos pronto en el próximo. No publiqué antes porque no me dejaba la página, pero continué escribiendo el fic igual XD. Gracias por su apoyo, los quiero mucho *_*

 

 

Capitulo 13: "Por amor"

 

La escalera de madera parecía que tenía un millón de escalones y cada uno de ellos se desmoronaba a medida que los pisaba en su arrebatada huida. Una sensación vertiginosa, oscura, demente y aterradoramente real, le hacía perder su equilibrio de forma alarmante.

 

Apenas podía respirar.

 

Por fin estuvo en la planta baja, jadeando y sin saber que hacer, sujetado con fuerza del la baranda de madera.  Esmeralda se acercó a él preocupada después de escuchar sus gritos ininteligibles para ella desde arriba y no pudo llegar a tocarlo, porque su expresión le asustó.

 

-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? - Interrogó aferrándose a su propio cuerpo, mientras la Tía Natasha le ignoraba y subía a ver a Hyoga. En la entrada de la casa, Jacob respiraba con dificultad.

 

-¡Shun, no he podido dar con Estrella! - Le informó angustiado, desconociendo la situación en la que se encontraba el peliverde, ignorante de todo lo que había ocurrido momentos antes. El chico simplemente los miró sin expresión. En algún momento había concluido que lo único que le quedaba ahora era irse de una buena vez y no tenía en su cabeza más pensamientos que esos. Las palabras le llegaban desde tan lejos, que se sintió de pronto  desnudo y vació, tenía que partir ya de una buena vez.

 

- Me voy - Murmuró entre dientes, apretando las manos hasta hundir sus uñas en la palma.

-¿De qué hablas? ¿Ir a dónde? - Le preguntó ahora sí molesto el castañito - No me vas a dejar a mi todo el trabajo de encontrar a Estrella ¿Verdad?

 

El menor sólo pasó por el lado del pequeño y comenzó a avanzar con decisión hacia el camino que llevaba al pueblo, dejando atrás a dos chicos que no comprendían su rara actitud, pero que tampoco le dieron mayor importancia, el menor era de imprevisibles arrebatos y siempre terminaba regresando a la casa.

 

Mientras caminaba, recordó que no había tomado nada más para abrigarse, ni tenía dinero ni comida.

Muchas veces pensó que quería irse de allí y en esos momentos el camino parecía casi imposible de recorrerse sólo. Comprendía ahora que ese pensamiento era porque en realidad nunca quiso irse de allí. Nunca había querido alejarse de Hyoga desde aquel primer momento en que lo vio.  Era tan tonto por negárselo, pero de todas formas, no había nada que hacer ahora al respecto. 

No podía tampoco imaginar el rostro de desprecio en el rubio, al salir no había vuelto para mirarle a la cara. No podía imaginar sus ojos llenos de enfado y fastidio, sus labios formando una mueca de repudio que no podría soportar, había sido mejor así, salir de aquella habitación sin más, sin esperar su respuesta, sin ver a sus ojos tan celestes.

 

Por fin llegó hasta el camino, aquella senda por donde pasaba a duras penas el viejo bus. Miró en ambas direcciones, pero nada parecía acercarse... se puso a dar paso acelerado siguiendo la zanja, no sería la primera vez que fuera a pie, pero sí la primera vez sólo.

 

Seguramente sería fácil contactar con Shiryu, porque de seguro no se había conformado con la parte que envió con Reda y pronto mandaría a por él, quizás para matarlo, o quizás para cobrarse de la misma manera que solía hacerlo con otros. El lo sabía bien, porque aún cuando sabía estaba mal, muchas veces permaneció en silencio sabiendo lo que dentro de ese galpón ocurría, con sus amigos, con sus seudo amigos, que al igual que él, ignoraban el hecho para poder continuar con sus vidas como si nada y tener toda esa puta diversión que ahora no le servía de nada, a penas podía recordar que era lo divertido de todo ello, en su corazón, en sus recuerdos, en todo, había sólo momentos con Ikki, con su hermano, cuando era un niño, cuando ambos estaban siempre el uno para el otro y luego Hyoga y esa mirada tan penetrante, esa adoración que le regalaba con los ojos, el candor de sus caricias, la sinceridad de ese sentimiento que se desbordaba cuando estaban juntos, el deseo de pertenecerle por entero, ser de él y dejar que tomara su corazón tan asustado hasta que toda duda fuera disuelta... y sólo quedara el amor.

 

-...Amor... - Continuó caminando, cruzando con el dolor de la perdida aquellos paisajes desolados en nieve, sintiéndose la escoria más sucia del mundo y también la más cobarde. Atrás  quedaba la casa, los renos, las mantas tibias de esa cama donde le hubiera gustado estar día y noche... y Hyoga. El chico más especial que jamás antes había conocido y que estaba seguro, jamás volvería a ver ni a encontrar en su vida. Pero eso era lo mejor, para todos, en especial para él. Porque merecía tener a su lado a alguien sin miedo a quererlo, sin miedo a luchar por su amor y que jamás, jamás... manchara ese amor tan puro y fuerte que entregaba, con las mentiras viles y dañinas que de su corazón tan frío como piedra, habían salido.

 

-...Amor... es verdad que te amo... pero es sólo una verdad, perdida entre tanta mierda... - Suspiró calentando sus manos con el vaho de su boca, no podía ser tan patético y mirar atrás. Al menos, actuaría como hombre una vez en la vida y lo haría por amor.

 

 

Natasha al entrar al cuarto, vio a su hijo en el suelo. La punzada dolorosa que cruzó su pecho, le advirtió que el estado de su niño, no era por la enfermedad, si no por algo mucho más profundo, agresivo e incurable.  Miró como el cabello rubio le caía sobre sus ojos, pero no lograba con esto ocultar el camino húmedo que las lágrimas dejaban al recorrer la piel de sus mejillas de forma continua.

 

-¡Hyoga! ¿Qué ha pasado?... ¿Te has puesto mal? - Corrió hasta él y trató de llevarlo hasta la cama, pero el cuerpo del chico estaba dejándose caer con todo su peso y fue imposible para ella desplazarlo siquiera un milímetro de su lugar - ¡Por favor Hyoga! ¡Trata de ayudarme, te pondrás peor aquí, el suelo está frío cariño!

 

-No... - Murmuró aguantando los sollozos, sin mirar a la cara a su madre, apretando las manos con fuerza - No quiero...

-Hyoga, por favor... ¿Qué es lo que no quieres cariño?

-No quiero estar sin él... no puedo... - Trató de explicarle, pero no pudo continuar, su pecho le apretaba tan fuerte y su garganta ardía sin permitirle tragar aquella desesperación, se aferró con las manos de sus rodillas, en el piso aún trató de recuperar la calma, tenía que ir tras él, saber que era todo eso que le había dicho... entender que estaba pasando, que significaba todo eso... ¿En verdad todo eso era mentira?... ¿Shun le había usado para... para quitarle el dinero? ... Pero él se lo hubiera dado todo si se lo hubiera pedido, le hubiera dado cualquier cosa, lo que quisiera... no tenía porque mentirle... no entendía porque, pero si le explicaba, entonces podía solucionarse...

... y estaría todo bien... él podía hacer como si nada hubiera pasado...

 

"Es gracioso hasta que punto se puede perder la dignidad"

 

Pero no sentía vergüenza por eso, porque estaba enamorado y era normal... al menos eso creía. Sin embargo él se había ido, lo dejó allí, sin misericordia de sus sentimientos, sin pretender darle la más mínima ayuda, ni por lástima... ni intentar dar una excusa... nada... "Era realmente gracioso"

 

Estaba llorando porque no le amaba nada, porque por fin se daba cuenta de que... no podía conquistarlo, no podía seducirlo y no podía darle todo ese amor y ¡Cómo dolía todo aquel sentimiento reprimido dentro de él!... dolía demasiado.

 

-¿Hyoga? Cariño  - Llamó con delicadeza su madre, pero un escalofrío le recorrió la piel blanca cuando el rubito comenzó a reírse, sentado en donde estaba, convulsionándose levemente en las pequeñas carcajadas que entre lágrimas, le sacudían las gotitas saladas de las mejillas, mostrándole los labios extendidos en una sonrisa y los ojos inyectados en dolor...

-Es... tan... - Se rió nuevamente - Es que yo soy tan... poca cosa - Le dijo a ella, mientras comenzaba a reír cada vez con más fuerza - Es por eso... y yo creí que... es que soy tan estúpido - Miró hacia la ventana, la luz del día parecía iluminar todo menos a él. Cuando la mano dura y fría de su madre le azotó la mejilla, nunca llegó a percibir el dolor. No podría... algo en él estaba roto y le había dejado dañado, inservible, conciente de lo que era, de lo que era ante los ojos de Shun... absolutamente nada.

 

Natasha se acercó a él y le abrazó con fuerza.

 

-No vuelvas a decir nunca algo así, tu eres maravilloso Hyoga, si él no puede verlo, es porque está envenenado y ciego, tú eres hermoso, tú y Esmeralda son lo más maravilloso de este mundo - Le susurró al oído, aunque sabía muy bien que él no la estaba escuchando, y sólo esperaba encontrar la forma de sacarlo de aquel agujero en donde estaba cayendo tan profundo.

 

 

 

Jacob se quedó esperando que el menor regresara sobre sus pasos desde el camino a casa  hasta que lo perdió de vista.

 

-¿Pero qué demonios tiene en la cabeza ese tonto? - Murmuró enfadado - Hyoga no me perdonará si lo dejo ahí sólo, con la suerte que tengo lo ataca un lobo y luego ¿Qué hago?... "Hyoga, este..., Shun se metió al bosque, lo atacó un lobo y... te he traído un huesito que quedó..." - No quería ni pensar como Hyoga reaccionaría a eso. Estrella y Shun perdidos, seguro era más de lo que su querido y frágil emocionalmente Hyoga podía soportar. Estaba a punto de salir tras él cuando escuchó aquella risa escalofriante desde arriba, la voz de la Tía Natasha sobresaliendo de aquellas carcajadas tan amargas. A su lado, Esmeralda palideció.

 

-Jacob... ¿Qué ha pasado? - Preguntó asustada.

-No lo sé... pero seguro está relacionado con esa carta - Dedujo con suspicacia el pequeño para subir sutilmente la escalera junto a la chica. Ambos querían asegurarse de que el rubio estuviera bien  aunque sabían muy bien que no era así.

 

 

Shun caminaba a paso firme, sin dudar ni frenar ante los obstáculos del suelo, nieve, ramas, piedras y algún que otro matorral. Trataba de no pensar en nada más que no fuera su deuda, él tenía que pagarla. Shiryu podía estar muy enfadado talvez, pero si él se entregaba probablemente no harían ni buscarían nada con Hyoga, aún cuando el dijo que eran amantes, era evidente ante las circunstancias en que vivía el rubio que no tenía dinero que pudieran quitarle, pero por otro lado, era cierto que vender todos esos renos podría darles algo extra y no les importaría dejar a una familia sin comer, no era el tipo de cosas que al chino le importaba. ¿Entonces que pasaría con Hyoga...?

No quería imaginarlo, su rubio sufriendo, sin comida, sin abrigo... se sentía como un idiota de recordar siquiera cuando le quitó su abrigo después de mojar el suyo en la nieve, podría haber compartido juntos ese calor que acaparó sólo para él.  No podía dejar que él estuviera involucrado... diría que todo fue mentira, así lo dejaría totalmente libre de todo el problema que tenía.  Si tan sólo Ikki le hubiera mandado el dinero... pero ya debía parar, no podía culparlo, él había creído su mentira y quería ayudar a su Hyoga, hacerlo feliz y quizás lo hiciera, Hyoga podía tomar esa oferta y vivir una vida nueva... estudiar para maestro como tanto había soñado... ser feliz, enamorarse de alguien que lo mereciera...

 

Se dejó caer en la nieve, la sola idea de pensarlo le estaba destruyendo aún más. Hyoga abrazando otro cuerpo, permitiendo que otras manos le tocaran, penetrando un cuerpo sano y bello, limpio completamente, sin fármacos, sin maldad, sin interés y lleno sólo de amor puro, de ese amor que él no fue capaz de dar.

 

-¡Te odio! ¡Me das asco Hyoga! ¡Eres un puerco! - Gritó enardecido en rabia y frustración... estaba jodidamente enamorado y cada vez se alejaba más y más de esa persona, Hyoga jamás volvería a sostenerlo en sus brazos, sus ojos celestes nunca le mirarían a los suyos directamente otra vez... él se había convertido en mierda delante de sus ojos y se había mostrado como la criatura que realmente era - Eres un depravado y un marica... un maldito guarro - Susurró mientras se ponía de pie - Y te amo tanto.

 

Pasaron largas y agotadoras horas para cuando llegó por fin al pueblo. La tarde ya estaba cayendo y un naranja teñía los techos de aquellas casas pintorescas. Continuó hasta llegar al pequeño hotel del pueblo. Necesitaba llamar por teléfono para comunicarse con Reda así que se acercó al mostrados para pedir hacer una llamada con la esperanza de que no le cobraran por ello.

 

 -¿Es dentro de la región? - Le preguntó el hombre en ingles, después de notar que no hablaba ruso.

-Es para Japón - Respondió él, no siendo el mejor momento para comenzar a se honesto en su vida.

-Entonces... NO - Le contestó alejándose a sus tareas.

-¡Rayos! - Se quejó abrumado, no sabía que mierda iba a hacer y no podía dejar de sentir esas ganas inmensas de echarse a llorar como un bebe y no parar hasta estar bajo las mantas del rubio o simplemente morir.

-¡Pero mira que tenemos aquí... un joven y apuesto granjero rural! - Sonrió Siren cruzándose ante la mirada desesperada del menor.

-Siren... ¿Pero qué haces aquí? - Le preguntó anonadado, sin saber como reaccionar.

-¿Esa es forma de saludar a un viejo amigo? - Sonrió con algo de tristeza, pero al segundo retomar su actitud algo sarcástica y fría, muy parecida a la vieja actitud de Shun.

-Veo que has cambiado mucho - Susurró el peliverde sin reconocer realmente al jovencito que tiempo atrás había llegado a unirse a su grupo de amigos con nula experiencia en todo, inocente, ingenuo y tan encantadoramente pervertirle que inmediatamente fue la meta a convertir de todos, incluso de él, que en muchas ocasiones compartió con él de su mercancía.

-La vida es dura, nos cambia a todos continuamente, ahora mismo diría... que te has vuelto un marica - Se burló con entusiasmo.

-No me jodas... ¿Qué haces acá? - Lo enfrentó dolido, pero nada sorprendido, siempre se le daba la espalda a quienes caían en desgracia y ahora era su turno.

-He venido a vigilarte... lo sabes ¿Verdad? - Murmuró aprensando ligeramente su bufanda, no estaba acostumbrado al frío.

-Gracias por tu sinceridad - Sonrió con ironía - Pero vine precisamente porque quiero ir con Shiryu.

-Ho, el perrito huye de su amo, le muerde la mano y escupe su comida y ¿Ahora quiere volver?

-No te hagas el inteligente que no te queda Siren - Se volteó enfadado, agredido y tan violentado que las lágrimas se le escaparon de los ojos sin esperar.

-Shun... no quería hacerte llorar - Se apuró el pelilila acongojado - Tú sabes como es esto, tu mismo me dejaste allí, te fuiste sin decirme nada y no me pidas ahora que tenga consideración contigo.

-Lo siento, yo mismo no la tuve, pero no me fui por mi propia voluntad, mi hermano me trajo aquí a la fuerza.

-¿Es verdad? ¿Entonces quieres regresar? - Preguntó levemente feliz.

-No, quiero pagar mi deuda y luego... no lo sé, no sé que haré después, pero volver no - Le dijo con decisión.

-Reda está arriba, me ha pedido que fuera a verte a una granja, pero ya que estás aquí... es mejor que subas conmigo.

 

 

Ambos chicos subieron la escalera del hotel con paso lento. Shun ahora tenía algo más de que sentirse culpable. Siren, el pequeño Siren, era un chico huérfano de la escuela, el gobierno pagaba su educación y le tenían un tutor. Sin embargo, le había atraído a su vida patética, vacía y tan miserable sin ninguna consideración, no se preocupó de que el menor anhelaba calor, amor, cariño, ahora se daba cuenta, cuando le veía subir delante de él los peldaños, agobiado por tener que estar en contra de quien creía su amigo, pero estaba equivocado, él no había sido un amigo y tenía razón en tenerle rencor, pero no por dejarlo, si no por llevarlo y mostrarle el lado más oscuro y amargo de la vida, de condenarlo a ser un desgraciado.

 

 

Una vez en la segunda planta, el menor le indicó un cuarto al que podía entrar. Shun no vaciló en avanzar, pero fue detenido por el chico.

 

-Shun... aún puedo decir que no te vi... ya sabes, no es un favor, sólo porque, no me gusta lo que el lagarto te va a hacer - Bajó la cabeza sin mirarle.

-Gracias Siren, pero te metería en un problema... además... no tengo a donde ir - Contestó golpeando ligeramente la puerta.

-Yo tampoco - Sonrió con tristeza, el peliverde se la devolvió.

-Si puedes... vete, no hagas lo que hice yo - Le murmuró cuando Reda con su bata de dormir le habría la puerta.

-¡Vaya! Pero que eficiente Siren... - Sonrió dejando pasar a los chicos - Shiryu estará feliz.

 

 

En la granja, Jacob y Esmeralda esperaban en el comedor. Lo que habían visto al entrar al cuarto del rubio había dejado a ambos mal, demasiado mal. La Tía Natasha salió de la cocina con tres tazas de café muy caliente, sus ojos de un rojo inyectado.

Se sentó a la mesa y los tres en silencio, bebieron de su taza.

 

-¿Dormirá toda la noche? - Se atrevió a preguntar el castañito.

-Sí, esas pastillas son fuertes... espero que duerma y no tenga pesadillas - Murmuró la mujer frotando sus sienes.

-¿Dónde estará Shun? - Preguntó la rubia, inquieta y asustada.

-No lo sé, pero espero regrese pronto, no quiero meter a Shaka en problemas con su novio.

-Yo... creo que Shun, pudo haber ido en busca de Estrella - Dijo el menor, alarmando a las mujeres.

-¿Qué ha pasado con Estrella? - Se preocupó aún más la Tía - Dios, Hyoga ha criado a esa reno desde que era una bebé...

-Deberíamos llamar a la policía del condado - Argumentó la chica - Es peligroso, puede morir congelado si se pierde en la nieve durante la noche.

-Dios mió - Se quejó la madre - No podemos dejar a Hyoga sólo, si se despierta... podría hacer alguna tontería... no sé que le hizo ese muchacho...  no sé que le hizo a Hyoga.

 

 

Shun salió del cuarto junto a Siren, Reda le había pasado dinero para comprar algo de comida confiado en el buen desempeño del menor y la actitud entregada del peliverde. A la mañana siguiente partirían  Japón.

 

- Shun, deberías marcharte - Le susurró el menor.

-¿Estás loco? A ti te matarían - Le contestó cansado, tenía ganas de irse a la cama y dormir, quizás soñar con él toda la noche, con su aroma, su piel, su carne...

-Podría irme contigo - Murmuró en voz baja.

-No tenemos nada Siren, nos atraparían y sería peor... tu sólo trata de alejarte de apoco y no te metas en deudas con ellos - Le aconsejó con algo que el otro jamás le había visto, cariño y comprensión. Una mujer se cruzó a paso lento con la intención de comprar en el mismo lugar que ellos. Siren le cedió el puesto ante la sorpresa de Shun.

 

-Está embarazada - Murmuró muy bajito, mirando la enorme barriga de la mujer, sus pasos más lentos su mirada diferente - Estrella... está esperando un renito también... Estrella está embarazada.

-Ho por dios Shun ... ¿Dejaste a una chica embarazada? - Le interrogó el pelilila con horror, ¿Es por eso que te entregarás a Shiryu... quieres mantenerla a salvo?

 

-Siren... tengo que irme... pero regresaré... regresaré, sólo tengo que ir por Estrella, Hyoga sufrirá mucho si algo le sucede... - Retrocedió alejándose del menor que le miraba con miedo.

-Shun, si vas a huir, quiero ir contigo, ¡Por favor! - Le rogó su amigo, con la mirada suplicante.

-No, no puedes... No sabes el frío que hay de noche aquí... no resistirías - Se acercó y le dio un abrazo - Regresaré, dile a Reda que regresaré - Sonrió con resignación. Volteó y se echó a correr rumbo al camino de regreso a la granja dejando a tras a un aterrado Siren que no creía volver a ver al peliverde.

 

Hasta ahora había hecho sólo idioteces, y ahora estaba apunto de hacer otra más, pero esta vez, no era para él mismo, no quería que Hyoga sufriera por Estrella y más aún con ella esperando un renito. No importaba qué pasaría con él después, estaba claro su futuro en manos del lagarto, pero esa noche, no le fallaría a su rubio, aunque nunca lo supiera, le regresaría a Estrella. Haría cualquier coda por él , por que lo amaba, por amor.

 

 

Continuará...

Notas finales:

 


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