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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Notas del capitulo: Respondiendo a sus comentarios, me ha vuelto  a pasar, publico la respuesta pero aparece. Daishun, mcuhas gracias por tu apoyo en este fic, respondí, pero no sé porque no sube T_T, un abrazo grande y gracias por darme ánimos *_*. 
 

Capitulo 14: "Un llamado de amor, que cruza cielos, mares y montañas"

 

 

El cielo nocturno de Siberia, completamente despejado, dejaba ver en lo alto aquel planeta tan conocido por los amantes, Venus, brillante y solitario en medio de la noche, opacaba con su luz a las estrellas e iluminaba el camino de Shun en medio de la nieve. El frío que sentía en su piel, le tenía entumecidas las manos y los pies, un dolor en su garganta y nariz al inhalar el aire tan helado apenas le dejaba calentar sus manos con su aliento y tenía que cerrar los ojos a menudo para no sentir que se le caerían de las cuencas, congelados como dos canicas de escarcha. Había tropezado numerosas veces con ramas que no logró divisar y relieves que le eran totalmente invisibles a esas horas de la noche.  Siren se había quedado en el pueblo, quizás no había corrido inmediatamente con Reda, porque entonces él otro le hubiera dado alcance enseguida.

 

Se preguntaba una y otra vez si Estrella sabría el camino de regreso a la granja y si quizás ya estaría allí, caliente junto a los demás renos y protegiendo a su pequeñito dentro de ella. Sentía una leve culpa después de cómo la había despreciado creyéndola deformada, y sin embargo su estado era producto de algo tan hermoso que apenas podía suspirar al pensarlo. Aquel sentimiento era muy parecido al que descubrió con el rubio, lo que creyó repugnante y vergonzoso, resultó ser ahora la razón para seguir adelante, para ser una mejor persona y actuar por el bien de otro y no por el suyo. ¡Hyoga estaría feliz de verla a salvo y de ver al pequeño renito!

 

Sí.

 

El sería feliz, porque lo merecía, Hyoga merecía lo mejor y el no merecía nada. Esa era la realidad. Seguramente le olvidaría pronto, más sabiendo ahora la mierda de ser humano que era. No había que ser genio para entender que alguien como él, debía darse en el pecho con una piedra por haber tenido el honor de compartir aquellas sabanas, aquel cuerpo tan ardiente y toda esa pasión que no supo aprovechar y que terminó por tirar a la basura junto a sus sentimientos. No tenía nada.

 

Cuando Ikki supiera toda la verdad... no podría creer que tendría la oportunidad de recuperar al que una vez fue, apenas y podía recordarse él mismo en aquellos días de felicidad, de amor, en que pensaba que todos eran buenos, que nadie tenía malas intenciones, que siempre podría enfrentar un nuevo día con una sonrisa y no con una lágrima. Era tan tonto en esa época, aún cuando deseaba no haber vivido todo aquello, agradecía haber dejado de creer en los demás y Hyoga, ahora él tampoco creería en nadie, no después de lo que él le había hecho.

 

Repentinamente fue a dar rodillas a la nieve, nuevamente había tropezado rasgando al tela del pantalón de polar recubierto, tan profundamente, que aquella rama más gruesas que las demás, había cortado su piel fría y blanca, manchando de sangre a su alrededor, dejando una aureola oscura que crecía segundo a segundo. Sintió ganas de llorar, de acurrucarse junto a un árbol y quedarse allí para siempre, no saber de nada más.

 

Sin embargo, por mas tentador que fuera aquel pensamiento, aún no sabía si Estrella estaría bien y por lo menos le debía eso al rubito, al menos eso, después... no importaba nada más, se entregaría al lagarto Shiryu y que hiciera de él lo que quisiera, una vez más en su vida, no importaría... si querían robarle el alma y el orgullo por la piel, ¡Qué lo hicieran!, si quería humillarlo, ¡Adelante! Él mismo se había humillado así mismo mintiendo y lastimando a los demás, si Shiryu quería aquello que tanto anhelaba entregar ahora sólo a una persona... estaba bien, lo merecía, merecía sufrir... incluso, necesitaba sufrir.

 

"Por favor... ya no soporto más este dolor en mi corazón... quiero que se muera de una vez"

 

Se levantó con aquella mirada celeste fija en sus pensamientos, ahora mismo el ruso debía estar en su cama, caliente, abrigado, acogedor, sabroso y tan sexy... tan varonil, tan seductor... pensando seguramente en que se pudriera, preguntándose como pudo tocarlo y mancharse con todo lo que él era, sintiendo asco de las caricias, de su cuerpo, de el amor que alguna vez le tuvo.

 

Una lágrima corrió por su mejilla, el dolor que sentía en su corazón estaba ramificándose, el dolor en la rodilla le punzaba tanto que le hacía cojear y avanzar aún más lento, lo que era muy malo en el frío, quedarse quieto podía ser la muerte. Y no era que no quisiera estarlo, pero su vida había decidido entregarla como pago de todo ese dolor que causó a las personas que más amaba.

 

"Mierda... terminé tan agarrado de ti, tan desesperado por ser tuyo y tan lejos..."

 

Tropezó una vez más y esta vez, levantarse fue una tarea mucho más difícil. Una suave nevada había comenzado a cubrir aún más de nieve sus cabellos. Su cuello estaba húmedo y las piernas casi congeladas. Irse en busca de Estrella en la noche había sido una locura, moriría ahí antes de lograr hacer siquiera algo de lo que se propuso, ni siquiera su muerte conseguirá aliviar en algo el dolor de su rubio hermoso. Era tan poca cosa.

En su mente, la imagen de Hyoga pidiéndole que acariciara a su reno querida, le recordó que no podía rendirse, tenía que seguir. Se afirmo de un árbol y logró mantenerse así un momento, dio un paso torpe y se tambaleo casi dando al piso otra vez. Un paso más y otro y logró llegar a afirmarse del otro árbol. Asustado, vio como de su rodilla la sangre fluía con rapidez, se sintió tan débil y asustado que gimió de desesperación.

 

"Hyoga"

 

"Hyoga"

 

"Mi amor..."

 

 

 

El cuarto de Hyoga estaba completamente a oscuras. Desde abajo, se escuchaba el murmullo suave de la conversación que la Tía Natasha sostenía con Esmeralda. Jacob había partido a su propia casa antes de que anocheciera, prometiendo buscar a Estrella cuando el sol hubiera salido otra vez. Ellos, acostumbrados a criar renos, sabían que el animalito buscaría refugio en los matorrales y que  pasaría con bien la noche.  

 

Una extraña paz reinaba en la morada. Afuera, la noche oscura parecía querer tragarse toda la granja, y en particular, el corazón de Hyoga, que llevaba más de media hora despierto. No podía dejar de mirar a Venus tan fijamente, esperando que ella le diera esas respuestas que tanto necesitaba su adolorido corazón. Pero ella egoístamente e indolente, callaba, dejándole en la incertidumbre, en la ansiedad y en dolor.

 

Desde que había despertado hasta ahora, tenía la sensación de haber dormido una eternidad, la impresión de que al llegar el día, al mirar por la ventana, vería que los campos de hielo habían perdido su imperturbable majestuosidad, talvez el cielo ya no sería de un azul intenso y los bosques gélidos desnudos de madera, le devolverían el reflejo de su alma y de su corazón,  la vacuidad.

 

Ahora nada volvería a ser como antes. Seguro que no.

 

Y tenía mucho miedo, demasiado. Todo lo que era antes, se contaminaba poco a poco por aquella desesperación, por ese corazón roto que apenas podía reconocer dentro de su pecho y la angustia concentrada, casi palpable que le hería. Y aún así, lo amaba, aún así, sabía que seguiría viviendo, la vida era así.

 

El sol no deja de salir. Aunque el corazón esté marchito.

 

Estaría bien de cualquier forma. Era sabido por todos que morir por amor no se puede, a menos que sus propias manos llevaran a cabo la empresa, pero ese no era definitivamente su estilo. Había leído cientos de historias de amor, todas ellas con finales tristes. ¿Por qué su historia sería diferente a todas ellas?...no podía ser tan iluso, él no merecía más que todos ellos ser feliz. Trató de conquistar lo inconquistable, de tener lo más maravilloso de la tierra y por su  petulancia, ahora no le quedaba más que asumir... que ante sus ojos jamás había sido más que un pobre campesino, ignorante, bruto y guarro.

 

Una vez más las lágrimas le desbordaron de los ojos, obligado a cerrarlos, lloró una vez más, ahogando el sonido de su angustia en la almohada donde alguna vez ahogó los de placer, donde aún, entre sus mantas, estaba el aroma del menor, de sus cabellos verdes, de su piel y su sensualidad. Y aspiró con fuerza, tratando de que toda esa esencia quedara dentro de él.

 

"Shun"

 

Susurró mientras mordía ferozmente su mano, deseando que aquel dolor canalizara su angustia, que dejara ir todos esos pedazos filosos de su alma, el polvo astilloso de su corazón. Y en respuesta, sólo tuvo como un eco atronador, aquella voz infantil y erótica, que con tono desesperado, le llamaba.

 

"Hyoga"

 

Se incorporó sobre la cama, con rapidez corrió hasta la ventana.

¿Podía ser cierto que él hubiera decidido hablarle?... quizás le explicaría todo, podía ser sólo un mal entendido y él como un estúpido llorando como una nena. Pero si era así, sería firme, no le dejaría pasar aquello como si nada... le demostraría que tenía orgullo, que valía algo y... lo besaría, Sí... lo besaría hasta morir directo en sus labios, en esa boca deliciosa que no se había atrevido a probar.

 

Abrió la ventana y miró hacia abajo, nadie estaba allí. Las lágrimas de sus mejillas casi se cristalizaron. El frío viento le congelo el cuerpo y se giró en dirección a la puerta. Quizás estaba afuera. Abrió la puerta y vio que allí no había nadie. La voz de Esmeralda de escuchaba por sobre el crepitar del fuego y su corazón pareció revivir, sólo para llenarse de miedo.

 

-Mamá, si Shun no regresa, tendremos que organizar una búsqueda mañana. Ahora mismo es una locura buscarlo a ciegas - Dijo la chica preocupada, casi llorando.

-Muchacho estúpido, salir corriendo así, deja a mi hijo destruido y ahora... se pierde en la noche, desaparece sin decir nada y... por dios, es un chico... sólo un niño en la nieve - Murmuró la Tía Natasha al tiempo que el rubio sujetaba su pecho con horror.

Shun, su Shun estaba fuera, perdido en la noche, congelándose, probablemente muy asustado y en peligro.  Tenía que ir por él, no dejaría que nada malo le pasara, nada.

Corrió por su ropa, y se vistió en silencio. Tomó su abrigo, el mismo que una vez le dio al peliverde en la nieve, cuando este cayó humedeciendo el propio y se lo puso con decisión. Saldría a buscarle.

 

Por la ventana de su cuarto, abandonó la cálida estancia, pero no importaba, él en todo ese tiempo, sólo había sentido un frío que jamás antes había conocido. Había cogido una linterna, la cual llevó hasta su bolsillo y ahí dio con un extraño envoltorio. Lo miró detenidamente y lo abrió descubriendo que era droga. Su rostro alcanzó una mayor palidez... ¿Qué hacía eso en su bolsillo?... ¿Tenía algo que ver con Shun?... lo acercó a su nariz pero no supo que era por el aroma. ¿Algún medicamento?

 

Lo guardó una vez más olvidándolo al instante, en su mente sólo cabía la preocupación por su conejito, por el amor de su vida, por ese chico de ojos verdes. El podía no amarlo, no quererlo, detestarlo, pero no por eso él dejaría de sentir aquel sentimiento en su pecho, y si era feliz lejos de él, bien, pero lo cuidaría y protegería de todas formas. Lo amaba, y aunque sabía era estúpido, no dejaría de amarlo de la única forma en que él podía hacerlo. Con toda el alma.

 

 

 

 

Por fin, luego de caminar con dificultad un rato más, divisó entre un montón de ramas una forma que más parecía una gran roca, pero que un presentimiento le dijo no lo era. Se acercó lo más aprisa que pudo y tocó el pelaje café que apenas se vislumbraba entre tanta nieve. Allí, tratando de protegerse del frío, estaba Estrella, y aún cuando era un reno acostumbrado a toda esa nieve, temblaba considerablemente, alarmando al menor.

 

-Estrella... ¡Estrella! - Se acercó al animal que abrió sus ojos soprendida - Ho por dios estás viva... ¡Gracias! ¡Gracias! - Suspiraba y agradecía al cielo, mientras le quitaba la nieve de encima. Trató de hacerla caminar, pero el reno parecía con dificultad para respirar. Shun vio con pavor como la panza enorme palpitaba con vida propia.

 

Como pudo, buscó ramas largas, apenas tenía fuerzas para jalarlas, pero logró reunir algunas. El dolor de su pierna apenas le dejaba moverse. Las cruzó por encima de Estrella creando un pequeño techo que impedía continuará cubriéndola la nieve. Se quitó su abrigo y lo puso sobre su lomo, para protegerla. Ya no sabía que más hacer. No podía llevarla a casa, menos en el estado en que estaba. Era tan patético que nada podía hacerlo bien. Finalmente, optó por acurrucarse a su lado, para darle calor y obtener lo mismo de ella. Sólo deseaba que todo saliera bien.

 

 

 

-Reda... Shun se ha ido - Le informó luego de reunir valor y regresar al cuarto con las compras.

-Sí, seguro - Rió el otro creyéndolo una broma, pero al ver la angustia en Siren, se incorporó enfadado - ¡¿Pero tú eres estúpido?!... ¡Lo traes y luego lo dejas ir! Es traerlo y llevarlo, no dejarlo ir... ¿Es que no puedo confiar en ti? ...- Gritaba Reda de un lado para otro, sujetando su cabeza - No es que deteste a Shun, ¿Entiendes? Pero es él o nosotros... ¿Captas?

-Sí, lo sé, pero podríamos irnos... dejar todo - Instó Siren con algo de ilusión.

-Tú estás loco, ¿El frío te congeló el cerebro?... yo no huiría, no tengo de qué huir.

-Si es por Mime, puedes llevarlo contigo y...- Trató de apelar el menor de pelo lila.

-¡Cállate!.... No metas a ese en esto, es la puta de Shiryu y si le llevo a Shun...- Terminó mientras Siren lo miraba con decepción, en el fondo, él también se sentía mal por lo que hacía, pero sus intereses eran primero - ¡Le diré al lagarto lo que hiciste y mañana me ayudaras a buscarlo, si no quieres que le haga también una visita a tus amiguitos del orfanato! - Siren agachó la cabeza, para asentir luego quedamente, deseando que Shun si pudiera ser libre, que arrancara, que estuviera lejos, muy lejos, tan lejos como él deseaba estar.

 

 

Hyoga comenzó a iluminar cada sombra de negro penetrante en el camino. Estaba seguro de que si el menor había salido, seguramente había tomado esa ruta porque ya la había recorrido una vez. Aún cuando Venus brillaba tan intensamente, las ramas de los árboles cubrían de sombras casi todo y la nieve que caía tampoco facilitaba las cosas, reduciendo su visibilidad a no más de un par de metros de distancia.

La angustia sobre el paradero de Shun era demasiada. ¿Estaría bien? En su mente, se repetía aquel llamado que le había estremecido el corazón... Necesitaba encontrarlo, protegerlo, decirle que lo amaba no importaba que... sonrió para si mismo al darse cuenta que tan rápido había cambiado de opinión, él no quería demostrar orgullo, ni castigarlo, ni vengarse por aquella mentira, ni por todos esos insultos, no... él quería amarlo, sólo eso, amarlo hasta el fin de sus días y más aún de ser posible, aún más... aunque él no le correspondiera. No importaba, el amor no deja de ser amor por no recibir, el amor es amor, porque siempre quiere dar.

 

 

Shun podía tomarlo todo, llevárselo y tirarlo una y otra vez, pero él seguiría ahí, imperturbable como una milenaria montaña, constante como las mareas y devoto como la tierra que pisamos día a día, que no pide nada a cambio, aunque el hombre la destruya. Así era su amor y no se avergonzaría de ello, nunca.

 

Una nueva lágrima rodó por su mejilla. Era doloroso no ser correspondido, pero aún era más doloroso, pensar en que algo le pudiera pasar a su pequeño, a ese chico tan perfecto, tan adorable. Entendía porque no le quería, lo entendía bien, dudaba de si alguien en este mundo mereciera ser amado por una  criatura así. Recordaba sus miradas tiernas, tan escasas pero también tan inmensas y necesitadas, sus palabras dulces llenas de inocencia, aquel beso que casi le arranca el corazón de su pecho... cuando creyó que era el hombre más feliz de la Tierra, del universo. Y aún así, sabiendo que no tendría nunca más aquellas miradas, ni sus caricias ni sus palabras, él lo protegería, lo cuidaría y lo amaría.

 

Era su decisión, tomada desde siempre, porque aún antes de conocerlo, sabía que cuando amara a alguien, sería definitivo y para siempre. Aceleró el paso lo que más pudo, iluminando todo a su paso... sabiendo que podría no verlo si había sido cubierto por la nieve, pero obedeciendo a su corazón que le gritaba en un lenguaje desconocido... "Busca más allá"  y él, fiel a sus sentimientos, no se confundía y lo seguía fiel en la esperanza de hallarlo.

 

Notas finales: Continuará...

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