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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Capitulo 15: "Dos corazones siempre juntos"

 

Las horas pasaron lentamente para Shun, el frío era demasiado y comenzaba a sentirse adormilado. Como pudo, había rasgado un trozo de su camisa para apretar su pierna e impedir que la sangre continuara fluyendo. Al parecer había funcionado porque había dejado de escurrir por su pierna, pero sentía un hormigueo en toda la extremidad que le tenía asustado. Estrella continuaba respirando con dificultad y su vientre parecía cada vez más duro y aglobado. Comenzó a acariciarle la enorme panza para darle alivio mientras continuaba acurrucado a su lado. Estrella respiró profundo y le mascó tiernamente algunas hebras del cabello, el menor se sintió enormemente reconfortado, le acarició aún con más ahínco, y trató de decirle que todo estaría bien, pero no tenía la real certeza de ello.

Cuando de la parte baja de Estrella comenzó a salir un líquido parecido al agua mezclado con sangre, el menor creyó que todo estaba perdido, el reno moriría ahí mismo, en sus brazos y él tendría que llevarle el cuerpo a Hyoga, a penas podía imaginar aquel momento... Estrella comenzó a gemir dolorosamente.

 

-¡Tranquila, tranquila! ¡La regresaré adentro y todo estará bien! - Se acercó a su trasero para ver que estaba pasando, pero un puje de Estrella le mostró una pata pequeña, delgada y desarticulada que como un tentáculo se asomaba fuera.

-¡HO POR DIOS HO POR DIOS! - El menor no sabía que hacer - ¡Regrésate, regrésate! - Le gritaba para que no saliera al frío invernal tan desprotegido, pero aún en aquellas condiciones, parecía que junto al dolor del animal, aquella criatura luchaba más y más por salir de aquella pancita que era mucho más segura que el mundo cruel.

-Está bien, está bien, pero saca la cabeza no la pata ¡La cabeza! - Gritaba horrorizado mientras trataba de meter la pata de regreso. Estrella resopló agotada y dejó de pujar, todo fue quietud por un momento.

-NO TE MUERAS, NO TE MUERAS - Gritaba el peliverde  mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas como dos cascadas salvajes, ahora jalaba la pata hacia fuera, sabía que tenía que nacer de una vez o moriría ahogado y también Estrella.

-¡Tú puedes, tú puedes! - Sollozaba mientras metía sus dedos en aquel espacio apretado para poder jalar al renito fuera, el momento parecía eterno, sentía que se desmayaría en cualquier momento, toda esa sangre, esos fluidos resbalosos y viscosos, el dolor que había hecho ceder a Estrella hasta casi la inconciencia y la desesperación urgente del pequeño por conocer aquel mundo, que repentinamente, volvía a parecerle tan hermoso y espectacular, sí, la vida en verdad que era hermosa.

 

-¡Vamos, vamos! Tú puedes... - Dos pequeñas patas estuvieron finalmente fuera, pero el menor no sabía si eran las delanteras o traseras, no era sencillo tomar la decisión de jalar, pero era eso, o perder toda oportunidad, respiró profundo, y sujetó las patitas para ayudarlas a salir completamente, junto a ellas, apareció la cabecita, con dos diminutas orejas casi pegadas por el líquido y  los hoyitos de la nariz tapados también. Jaló ayudándolo a salir completamente, lo que fue mucho más fácil una vez había salido la cabeza.   Finalmente el pequeño y escurridizo cuerpo estuvo en sus brazos, unido aún a estrella por aquel cordón escurridizo del que no se podía deshacer.

Retiró con cuidado el líquido y la sangre limpiándolo con la tela que quedaba de su camisa, dejándole respirar, el pequeñito se retorcía viviendo sus primeros segundos en la Tierra, en donde aprendería tantas cosas nuevas, algunas le harían feliz y otras no, pero estaba seguro sería muy amado, lo abrazó emocionado, sintiendo que su corazón era aliviado por un sentimiento maravilloso que palpitaba con fervor en su pecho y hubiese dado todo por que en ese momento, Hyoga estuviera a su lado.

 

-Estrella... es hermoso - Le dijo a la reno que una vez más, volvía a abrir los ojos exhausta - Es el reno más hermoso que jamás he visto - Lo acercó al vientre de la reno, en dónde este comenzó a beber leche enseguida de una de las mamas de Estrella, mientras ella, con las fuerzas que le quedaban, inició su tarea de limpiarlo y separarlo de aquella placenta que lo alimento mientras estuvo en su vientre. Shun continuó masajeando su espalda mientras miraba enternecido al pequeñito beber leche.

 

 

Hyoga continuaba buscando en cada rincón, ¿Habría llegado Shun al pueblo con bien?, quizás se había comunicado con su hermano y le esperaba para regresar con él, pero... nada de eso encajaba con el sentimiento que tuvo dentro de su pecho, el que le decía que su  conejito estaba en peligro, solo, asustado como en una tormenta, sin saber que hacer, con frío.  No podía dejar de buscarlo, algo había ocurrido, su corazón se lo decía.

 

Sintió ganas de toser, su cuerpo se convulsionó, llevó su mano a su frente y sintió como le ardía. Estaba cansado, él podía dar mucho más, pero en ese estado, sus capacidades habían disminuido mucho. Le costaba respirar bien y sentía que su cuerpo estaba muy adolorido, la piel extremadamente sensible, le molestaba el roce de la ropa, pero tenía que protegerse de la baja temperatura.

 

Dio un paso más e iluminó descuidadamente el suelo cuando su pie se enredó en una rama. Enfocó la linterna tratando de liberarse, pero apenas pudo contener un sollozo cuando vio que en la nieve, había un pequeño rastro de sangre. Su corazón se sobrecogió angustiado. ¿Podía esa sangre ser de Shun? Si era así, estaba lastimado, quizás le había atacado un lobo, o se había accidentado. Buscó en los alrededores.

 

-¡Shun! ¡Shun! - Llamó con fuerza, gritando con todo lo que tenía, pero nadie respondió a ese llamado. Iluminó a todas partes, pero nada. Se sentía desesperado, con ganas de llorar, de que alguien le entregara de una buena vez a su conejo, a Shun, que se lo regresaran - ¡Shuuuuuuuuuuuuuuun! ¡Shun mi amor ¿Dónde estás?!

 

Ni una respuesta. Corrió siguiendo el camino, y se detuvo cuando dio con otra mancha de sangre y muy cerca de ella, otra más. Iluminó la nieve y vio que a medida que avanzaba, las huellas eran cada vez más cercanas, aquel derramamiento de sangre había aumentado paulatinamente, si él estaba herido y había continuado caminando, era evidente que su herida se había puesto peor.

 

-Por dios... que no sea Shun - Suspiró y suplicó internamente, quería encontrase con él, tenerlo en sus brazos, pero no de esa forma, quería que mejor el menor hubiera llegado a salvo al pueblo y saliera de su vida para siempre, pero no que estuviera herido, lastimado, sufriendo. Continuó siguiendo el rastro de sangre hasta que vio junto a unos matorrales, algunas ramas cruzadas  a modo de techo. Su corazón se paralizó, en ese lugar, alguien estaba herido, tratando de pasar la leve nevada y el frió de la noche.

 

 

Se acercó corriendo, y se inclinó para mirar dentro. Sacó la linterna y allí, estaba Estrella, acurrucada con un pequeño renito en sus brazos y abrazada a ella, Shun.

 

-Estrella... - Murmuró impresionado mientras el reno abría los ojos ilusionadamente al ver a su querido dueño, mostrando orgullosa a su bebito - Tienes un bebe - Le sonrió el rubio, sin entender porque estaba allí, cómo no había notado que esperaba un renito y como había terminado junto al pequeño, que dormía profundamente a su lado.

-Shun... - Suspiró preocupado, acercando su mano a la mejilla fría. Retiró su abrigo y lo colocó sobre ambos, sobre el peliverde y el reno con su renito. Miró como una enorme mancha de sangre estaba en la pierna del menor y la revisó enseguida.

-Dios, es el peor torniquete que he visto - Lo deshizo y volvió a colocarlo, viendo con alivio que la herida no era tan profunda para toda aquella sangre que había derramado. Probablemente estaría algo anémico.

-Hyoga... - Susurró el menor que había despertado mientras le curaba. La mirada del rubio subió para encontrarse con la de él. Shun creyó que estaba alucinando - ¿Es un sueño?

 

Hyoga lo miró con dulzura, ahí estaba una vez más, en su mirada, en su voz, en sus gestos... todo ese amor que se le desbordaba de adentro y que trataba de ocultar, pero que no podía, no de él, que lo amaba tanto. Se acercó sin responderle, y lo tomó de la mano para incorporarlo hacia él. Shun se acercó con miedo, como si pensara que el rubio se desvanecería en cualquier momento.

 

-Estoy aquí mi amor... estoy aquí de verdad - Le susurró abrazándolo con fuerza. El cuerpo del peliverde comenzó a temblar y las lágrimas escurrieron una vez más, esa noche se le había destapado el alma y parecía que jamás podría retener una vez más el llanto, el corazón se le había hinchado tanto que tendría que hacer una ampliación a su pecho y reordenar todo dentro de él, aquellos brazos, era en donde quería pasar la vida y la eternidad.

 

-Hyoga... - Lo llamó, tenía que decirle todo, tenía que hablar y también tenía que rechazar, porque él había tomado una decisión, su cuerpo, por el bienestar de todos, se lo entregaría al lagarto y no sería cobarde, seria hombre, y así, tendría también lo que merecía por mierda.

 

Sin embargo, cuando los labios de Hyoga le besaron la frente, todo se desvaneció, en ese momento, sólo estaban los dos, sólo ellos y el amor. El frío ya no se sentía, el dolor se había esfumado, estaba tan limpio que cualquiera podría ver a través de él.

 

-Te amo Hyoga - Se le escapó de los labios, sintiendo que salía de su boca como melodía, palabras que se podían tocar y acariciar. Los ojos de Hyoga desbordaron toda la emoción de escuchar de la boca que amaba, las mismas palabras que escuchaba en sus sueños, cada parte de su ser lo escuchó. Su dedos, sus brazos, sus piernas... cada miembro de su cuerpo, habían recibido orgullosamente esa declaración y su boca, siempre más exigente, le pedía mucho más.

 

-Te amo también Shun, no sabes como te amo - Le dijo mientras le besaba las mejillas y por fin, por primera vez, sus labios se encontraban con los de Shun, que movió su lengua para recibirlo con ganas, con ardor, el corazón le había convertido en un rayo de sol., caliente y fulminante, suficiente para derretir toda esa nieve, para derretirlos a ambos y convertirlos en uno solo.  Cada vez que su lengua penetraba más adentro, su corazón se removía con placer y no podía dejar de buscar más y más.

 

-Shun - Le habló una vez sus bocas se separaron hinchadas y brillantes, renacidas con el gusto y el placer, pero aquel nombre no pertenecía a nadie en aquel momento, aquel peliverde frente de él, era el hombre de sus sueños, de su corazón y no respondería a nada más, que no fuera la carne de su boca, la esencia de su ser. No había otra cosa que ambos quisieran más que besarse y así lo hicieron, se amaron las bocas hasta que la aurora boreal, anunció el amanecer de un nuevo día. Abrazados y enamorados, Hyoga dejaba de sentirse poca cosa, para sentirse una galaxia completa, infinita y amante y Shun, bebiendo de sus labios, se sentía libre y poderoso, sano y benefactor. Juntos eran gigantes y aterradores, ardientes y salvajes, juntos podía pulverizar las estrellas y juntos podían ser felices.

 

-Hace frío - Murmuró el rubio apretando el cuerpo de Shun en su abrazo.

-Estás algo afiebrado, no debiste salir en la noche, seguro ese doctor de mierda te va a mandar a pinchar más - Sonrió el menor mientras le masajeaba el pecho para descongestionarle.

-Shun... ¿Cómo es que... estás aquí con Estrella? - Se atrevió a preguntarle, aún con temor, no era como si mágicamente el peliverde se hubiera convertido en santo, su temperamento definitivamente era de temer.

El menor se quedó pensativo, no tenía ganas de rememorar el día anterior, ¿Valía la pena dar detalles?... no, una cosa llevaría a lo otra y terminaría involucrando aún más a su rubio.

-Ho bueno, no te había contado antes, pero soy un súper héroe que salva renos en desgracia - Le susurró dándole pequeños besos en los dedos, de la misma forma en que el rubio le besó la mano en el pasado.

-¿Así? - Indagó algo molesto ante la evasiva, pero sabiendo no era el momento indicado de presionar, todo ello era como un milagro, y los milagros son así, misteriosos y enigmáticos.

-¿Y tú? ¿Cómo has sabido que estaba aquí? - Le preguntó el menor lamiendo sugestivamente el dedo de Hyoga, que resopló excitado.

-Me lo contó un bichito - Respondió picándole en la pancita plana de Shun, que ante los desgarros de la camisa, estaba desprotegida.

-¿Un bichito? Pues era un bicho asquerosamente copuchento - Respondió molesto - Apuesto que trató de seducirte - Reclamó enfadado.

-No, no lo hizo, sabe que soy tuyo - Le sonrió seductoramente, mientras el menor se restregaba provocativamente sobre su pecho.

-Hyoga... Estrella está mirando - Le advirtió el menor, mientras con su pierna le aplastaba intencionalmente el miembro duro bajo los pantalones.

-Es cierto, me aguantaré hasta llegar a casa - Sonrió buscando su boca, pero ante la mención de la granja, el menor sintió que el ánimo desaparecía. Hyoga no tendría una casa a la cual regresar si él no cumplía con su responsabilidad. Se quedó en silencio. Regresaría con Hyoga, lo dejaría a salvo, podía explicarle todo en una nota y entonces irse. En el fondo, aunque el rubio le perdonara todo, aquello no podría hacerlo, sería demasiado creer que su amor por él estaba por encima del su familia, de su vida, la granja y sus amigos. El no sabía aún todo lo que él había sido capaz de hacer. Sin embargo, la vida le estaba dando un premio de consuelo, Estrella estaba bien, tenía la oportunidad de explicarle todo en una nota, de sincerarse verdaderamente con él y decirle un te amo honesto, sin ocultar nada y él, había perdido el miedo a hacerlo aquella noche. Si lo pensaba, era muy afortunado, su boca había disfrutado de besarlo ¿Qué más podía pedir?

 

-Regresaremos y te prepararé un baño caliente. Los dos podemos bañarnos juntos - Dijo alegre el rubio, pero al notar la expresión de Shun se retracto - Está bien, te bañas solo y luego yo.

-No, quiero bañarme contigo - Le respondió con los labios sobre su boca, inhalando el vaho y probando apenas el sabor de su saliva con la puntita de su lengua. El rubio no pudo responder, estaba hechizado.

-Luego, te daré una merienda muy rica, y leche caliente chocolatada y galletas - Continuó el rubio tratando de hacerle más feliz.

-¿Las mismas galletas que le ofrecieron a Jacob? -. Preguntó celoso. El rubio se sintió asustado de que se enfadara.

-No, iré al pueblo por otras, las que quieras - Se justificó, el peliverde sonrió.

-No es necesario, si es por ti, comeré mierda de reno - Le contestó con cariño, mientras el rubio lo miraba sorprendido.

-¡Estás loco conejo poseído! - Le sonrió - Quiero que estemos juntos siempre Shun.

 

Otra vez el menor sintió una punzada de dolor. Talvez esperar a ir a la granja era demasiado, quizás ahora era justo el momento de decirlo todo, que se iría con el chino para no meterlo en más problemas, que él merecía a alguien mejor que él, mucho mejor, que estaba ahora abusando de su suerte, de ese milagro, de ese último instante de placer antes de pagar todo el daño que le había hecho a los que quería, a él, que lo amaba. Recordaba cada insulto dicho, cada palabra de desprecio... Hyoga merecía algo mejor.

 

-Tengo algo que decirte... es importante - Se separó de los brazos del rubio que sintió como un frío le recorría el cuerpo. ¿Iba Shun a decirle que todo era un juego? De sólo pensarlo creyó que su corazón dejaría de latir ahí mismo. ¿Le diría que todo había sido mentira? ¿Qué sólo quería jugar al amor? No podría soportarlo. No podría ahora, estaba demasiado frágil.

-Por favor... no lo hagas. Yo haré lo que sea necesario por ti, lo que quieras... - Habló con dificultad, pero el menor permaneció en silencio - Shun...

-Hyoga - Le interrumpió - Te amo, en verdad nunca creí que terminaría jodidamente enamorado de ti - Sonrió amargamente - Pero, yo...

 

RRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRN RRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRN

El sonido de dos motonieves interrumpió al menor. Hyoga sorprendido lo abrazó y asomó la cabeza fuera del refugio para encontrarse con 3 hombres, uno de cabellos fucsia que reconoció como el amigo de Shun que una vez fue a su casa en su busca, otro más pequeño de cabellos lilas que lo miraba asustado y tenía el rostro golpeado y en la otra motoneta, un sujeto corpulento y muy grande.

 

-Tú eres... - Balbuceó Hyoga mirando fijamente a Reda - Amigo de Shun - Dentro del refugio y acurrucado, el menor se dio cuenta de que lo buscaban a él.

- Así es, Estoy buscándolo... ¿Lo has visto? - Hyoga sintió que debía mentir, que no tenía que decir que estaba con él, entre sus ropas abrazado a su cuerpo - No, no lo he visto - Más no sirvió de nada, porque el menor le empujó quedamente y se dejó ver por los otros dejando la calidez del rubio para quedar a la intemperie de la mañana.

-¡Vaya Shun! Te hacía más listo. Nada personal, pero... tengo que llevarte conmigo - Le anunció Reda feliz, mientras Siren agachaba la cabeza con pesadumbres, creyó que su amigo había escapado lejos, pero no fue así.

-Lo sé, no me escaparé, tenía algo que hacer y ya lo he hecho - Dijo mientras trataba de liberarse del agarre que la mano de Hyoga sujetándole fuertemente no le dejaba.

-Me alegra, de cualquier forma, Kasius se encargará de escoltarte para que... no te pierdas nuevamente - Le sonrió con perspicacia - ¿Estaba entregando tu virginidad a tu novio? Eso no le gustará nada a Shiryu.

 

Shun se sintió estúpido ante esa revelación. El era virgen, nunca había tenido sexo con chicas ni nada, toda su experiencia sexual estaba en manos de Hyoga,  en su cuerpo, en el sabor de su pene en sus labios tan sabrosos. Esa noche pudo haberse entregado y entonces al menos no le daría esa satisfacción al maldito lagarto. Pero no, la noche, el cansancio y la felicidad de aquel reencuentro, no le había dejado pensar en nada más que todas esas emociones tan hermosas.

 

Hyoga que escuchó la última frase se sintió lleno de ira. ¿Qué se creía ese tipo hablarle así a Shun? Se incorporó sin soltar la mano del conejo y lo jaló detrás de él.

 

-Será mejor que te vayas, Shun no va a ninguna parte con un tipo como tú - Le gritó con rabia, apretando la mano del menor que casi no podía contener las lágrimas.

-Hyoga... déjame ir - Le suplicó el peliverde ante la sorpresa del rubio.

-Pero ¿Ir a dónde?... ¿Por qué te vas a ir? ¿Qué hay de... de nosotros? - Preguntó con temor.

-Shun se va para estar con su amante ¿No es así Shun? - Interrumpió Reda con malicia, adivinando los sentimientos del menor - Hace mucho que están separados, seguro lo extraña tanto como él lo extraña.

 

Hyoga apretó los dientes, no haría caso de lo que otros dijeran, él sólo creería en las palabras de su amado conejo. Lo miró buscando una respuesta. Ilusionado.

 

-Es verdad Hyoga, tengo que irme, por favor, suéltame - Le dijo sin mirarle a los ojos.

-¿Qué es verdad? - Le enfrentó con rabia, remeciéndolo con fuera para obligarlo a que lo mirara. Kasius y Reda observaban divertidos - ¿Qué es verdad? Anda dime... ¿Tienes una amante? ¿Te vas con él?

-¡No! No tengo un amante, sólo te amor a ti Hyoga, mi corazón es tuyo, mi corazón siempre va a ser tuyo, pero debo irme.

-¿Tu corazón es mío pero debes irte? ¿Me tengo que conformar con eso? ¿En verdad crees que soy tan estúpido? - Los ojos se le llenaron de lágrimas y cuando le soltó la mano Shun fue a dar al piso sin energía.

-Lo siento Hyoga... - Lloró sobre la nieve - Perdóname, tu mereces alguien mejor.

-¿Merezco alguien mejor?... - Preguntó sin entender nada, sujetando su cabeza desesperado - ¿En verdad te quieres ir con estos tipos?

-...Sí... - Dijo el menor en el suelo, mientras ante el gesto de Reda Kasius bajaba de su motonieve para acercarse al menor.

-¡No te atreva a tocarlo! - Se interpuso entre el enorme sujeto y Shun que asustado se incorporó para evitar que lastimaran a su rubio.

El hombre le dio un empujón para pasar y sujetar con fuerza el brazo de Shun que se dejó sin importar el brusco agarre.

-¡Qué no lo toques desgraciado! - Se arrojó sobre el hombre que lo recibió con un golpe directo a la cara soltando a Shun, pero el rubio se lo devolvió con la misma intensidad. Kaisus le alcanzó a sujetar del cabello para atronarle otro más con sus enormes brazos, Hyoga se sintió mareado, pero no desistió, se arrojó una vez más y le pateó el estómago ante la furia del hombre que trató de darle otro que el rubio hábilmente logró esquivar.

 

-¡Basta! ¡Basta por favor! No le hagas nada a Hyoga...- Gritó el peliverde, pero repentinamente Reda le tenía sujetado del cuello, apuntándole directo a la sien con un revolver. Hyoga se inmovilizó asustado.

-¿Quieres que le esparza los sesos? - Le advirtió el tipo mientras Kasius le sujetaba y le daba un rodillazo en el estómago que le sacó el aire y lo dejó en el suelo.

-¡HYOGAAAAAAA! - Gritó el peliverde - No le hagas nada por favor - Lloró suplicando, con el alma en un hilo.

-¿Nada como qué? ¿Cómo esto? - Gritó en respuesta el otro dándole de patadas mientras la sangre escurría por el suelo.

-NOOOOOO HYOGA, NOOO DEJALO ANIMAL, BASTARDO, déjalo por favor - Gritaba y gemía mientras Hyoga quedaba quieto - Hyoga mi amor, no - Sollozaba mientras Reda lo sujetaba con fuerza.

-Ahora sí podemos irnos ¿Verdad? - Sentenció Reda - Me has obligado a hacer esto Shun, me obligaste - Le continuó apuntando hasta que Kasisus llegó hasta él para sujetarlo con fuerza y subirlo junto a él a la motonieve.

-No lo dejes así, te lo suplico Reda, te lo suplico, no huiré lo prometo. Pero déjame llevarlo a casa, con un médico... si se queda así... - Una cachetada la cruzó la cara.

-No creo en tu palabra Shun, ahora cállate si no quieres que antes de irme le meta un balazo en su linda cabeza amarilla. El menor guardó silencio, sin saber que hacer, que pensar, que sentir. Mientras lo llevaban, la figura inmóvil y sangrando de Hyoga, le despedía  quedando atrás como la realidad de lo que sería su vida ahora,  sólo había traído desgracia y dolor a la vida de su rubio, mejor si estuviera muerto de una buena vez.

 

En la dría nieve Hyoga apenas podía respirar, sentía que el dolor era insoportable y le llevaba a la inconciencia, no podía hacer nada por su niño, lo había golpeado y él no pudo hacer nada, se lo llevaban lejos y no entendía por qué, no entendía por qué le estaba pasando todo eso. ¿A dónde lo llevarían? ¿Cómo lo encontraría ahora si ni siquiera podía ponerse en pie?

 

 

 

Continuará...


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