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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Notas del capitulo:  

 

Capitulo 3: La victoria que nunca quiso

 

-Ho, estás aquí - Dijo con sorpresa la Tía Natasha  que venía entrando junto a Esmeralda cargando  unas pesadas bolsas. Vio con incertidumbre como el peliverde sólo se encogía más y apartaba la mirada.

-Amá, deja que cargue eso - Se acercó el rubio que las había escuchado entrar.

-Huf, estaba casi todo cerrado. Dicen que en las noticias anunciaron una tormenta para mañana - Habló preocupada la Tía.

-Puede ser, el cielo ha estado muy oscuro el día de hoy - Agregó el rubio.

-Está descendiendo mucho la temperatura, sería bueno que vendiéramos leña en el pueblo, nos iría bien.

-Sí, además, me prometiste comprarme ese vestido en la tienda - Exclamó feliz Esmeralda.

-¿Y a mi? ¿No me compraras nada? - Preguntó en un tono infantil el rubio.

-Ya veremos que nos alcanza Hyoga, te mereces algo lindo - Rió divertida la Tía - Pero si vamos a vender la madera, es mejor que ahorremos la nuestra, hoy se van temprano a la cama.

-De acuerdo - Susurró aburrida la chica calentando leche para todos.

-¿Hyoga? ¿Qué ha pasado con el escuincle?

-Nada, tenía los pies casi congelados, le he dejado agua caliente y lo he visto meterlos un par de veces.

-Bien, espero no se enferme - Agregó la Tía.

-Ni yo, si sano es insoportable no me lo imagino mal - Rió el rubio ante la mirada molesta de su madre.

-Bueno, será mejor que hoy lo dejemos descansar y mañana le diré cuales serán sus obligaciones, aquí nadie se queda gratis - Terminó la Tía entrando a la cocina para guardar las compras.

 

Hyoga por fin se veía libre de sus deberes. Había terminado con los renos y la leña. En casa ya no quedaba más que hacer que fuera de su responsabilidad y entró a la sala comedor para dejarse caer en una de las viejas sillas junto al débil fuego.

 

Shun que llevaba bastante tiempo en silencio, lo cual no era su costumbre, comenzó a darle miradas a ratos. Una de sus dudas era por qué, si hacía tanto frío, no ponían más leña al fuego, él comenzaba a congelarse nuevamente. Su otra duda era si acaso le mostrarían su cuarto y donde estaría este, porque esa casa era muy pequeña y no recordaba a ver visto más de tres dormitorios arriba.

 

-Quiero irme a dormir - Dijo en voz alta el peliverde, Hyoga sólo lo observó molesto.

-Pues vete - Contestó desviando la vista hacia el fuego.

-¿Y a donde se supone que debo ir? - Interrogó ya perdiendo su poca paciencia - Estoy congelándome en esta pocilga.

-Los renos tienen un pelaje muy confortable, te mantendrán caliente - Respondió el rubio con tono de burla.

-Hablo en serio - Insistió.

-Yo también -

-Estás loco, no pueden hacerme dormir con los renos - Contestó colocándose de pie por primera vez y acercándose tímidamente a la cocina. Hyoga sólo lo siguió con la mirada.

-Disculpe... - Se asomó el menor con un tono de respeto poco habitual en él - ¿Dónde dormiré yo? - Preguntó a la Tía Natasha.

-Haaa, mijo, que bueno que te has levantado - La mujer se acercó a él y le apretó con fuerza un cachete. Shun quitó la mano de la mujer enfadado y se retiró.

-Jajajaja, ella no habla japonés.

-Lo sé, ¿Vas a dejar de hacerte el inteligente que no te resulta y decirme donde dormiré? - El rubio lo miró por un largo rato, inquietando al menor que se removió incomodo.

-En mi cama, ya sabes donde - Le indicó Hyoga levantando la cabeza levemente en dirección a la escalera.

El peliverde se puso derecho y se marchó rumbo al cuarto sin despedirse de nadie.

 

 

Cuando llegó arriba, se dirigió inmediatamente al dormitorio del ruso y juntó la puerta. Miró en una cajonera y sacó ropas del rubio muy desgastadas para cambiarse. Las miró con desprecio, pero no dormiría con su ropa y menos sin nada con el frío que hacía. Levantó una de las tapas y un olor extraño y a la vez familiar le llegó a las fosas nasales. Inmediatamente se le vinieron a la mente aquellas primeras imágenes que tuvo del rubio. Esos gemidos que escuchó, los movimientos, el semen escurriéndose... se sonrojó y lanzó las mantas lejos de él. Su rostro formó una mueca de asco al ver las raídas sabanas tan diferentes a las de su cama. Se metió lentamente atrayendo las mantas que estaban arremolinadas en un rincón que supuso no habían sido usadas. Dejó su cabeza descansar en la almohada de lanilla y se acurrucó buscando calor. Odiaba ese lugar. ¿Por qué la almohada tenía ese aroma tan cargado? El rubio ese era un cerdo, como podía dormir en unas mantas tan  hediondas a... a su cuerpo. Hundió su cabeza en la almohada inconcientemente y aspiró con fuerza, llenando sus pulmones de la esencia. No supo cómo se quedó dormido.

 

 

Al rato, Hyoga decidía que ya era mejor dormir. Sí al otro día tenía que ir con su hermana a vender leña sería mejor descansar y reponer energías. Esmeralda le entregó su tazón de leche y  otro más para Shun. Después de dar un beso a su madre y otro a su encantadora hermana, subió las escaleras tratando de no verter la leche, especialmente la del tazón para el peliverde.

 

Cuando empujó la puerta del cuarto esta crujió levemente, pero no hubo algún movimiento que le mostrara donde estaba el menor. Dejó los tazones sobre un mueble de madera donde guardaba algunos libros y  se sorprendió al ver en el suelo la ropa. Tomó con asombro unos calzoncillos naranjos y con pequeñas naranjitas impresas en toda la tela. Sonrió. Se acercó a su cama y bajó una de las mantas notando que no eran las que había usado la noche anterior.

El rostro sereno de Shun era hermoso cuando tenía la boca cerrada. La pequeña nariz respingada dejaba escapar el aire tranquilamente. Pasó su dedo por todo el contorno de esa carita hermosa. Las pestañas largas tiritaban levemente, quizás de frío. Los labios entreabiertos se apretaban levemente en ocasiones, no sabía como un chico tan lindo podía ser tan desagradable. Trató de mirar mas allá, pero el peliverde tenía las matas apretadas con fuerza a su cuerpo buscando arropo.

 

-Shun... despierta - Le dijo el rubio remeciéndolo levemente.

-mmmmm - El pequeño parpadeó perezosamente y fijó finalmente sus pupilas en el rostro de Hyoga que lo miraba con dulzura.

-¿Quieres leche caliente? - Preguntó el otro retirando uno de los mechoncitos verdes de la frente.

-¡¿Qué?! - Miró sorprendido y sujetando con más fuerza las mantas - ¿Qué dices?

-Te he traído una leche caliente, para que duermas mejor - Se levantó el rubio en busca de los tazones.

-¡Ya estaba durmiendo pedazo de animal! - Gritó sintiéndose más tranquilo de ver que era leche de reno. Se revolvió entre las mantas acomodándose con el estomago hacia abajo y cerró los ojos molesto.

El rubio dejó a un lado el tazón para Shun y bebió el de él con tranquilidad. Ya había discutido suficiente con él otro para continuar por ese día. Cuando terminó se quitó la ropa y buscó una camiseta manga larga para meterse a la cama. Levantó con cuidado la manta, pensando que el otro dormía.

 

-¡¿Qué crees que haces?! - Gritó el peliverde arrebatándole la manta de las manos, Hyoga casi se asustó por el repentino movimiento.

-Me meto a mi cama a dormir - Remarcó el rubio jalando la manta con más fuerza.

-Tu no te duermes aquí, degenerado, yo estoy durmiendo aquí... ¿Y por qué no te has puesto pantalones? - Gritó desesperado.

-No duermo con pantalones y ya déjame lugar que estoy cansado y quiero dormir - Contestó con un tono golpeado.

El peliverde se levantó abandonando las mantas calientes y se acurrucó más allá. Tratando de estar lo más lejos posible del otro cuerpo.

-Bastardo...- Murmuró entre dientes - ¿Qué? - se removió sintiendo húmedo el lugar donde se había instalado y bajó la mano para tocar la sabana algo mojada, posterior a ello subió la mano y miró con horror como había dado con un nuevo foco de semen en el colchón -  Eres un puerco, ¿Te corres todo el día a caso?

-¿De qué hablas? - Preguntó Hyoga volteándose hacia Shun.

-¡¡Tengo la mano embarrada de tu mierda!! - Gritó el otro molesto.

-Lo siento - Respondió el otro ruborizado tratando de buscar algo con que limpiar al menor, pero de improviso sintió la mano del peliverde estrellarse en su rostro al tiempo que descendía para limpiarse en su camiseta.

 

-¡Me das asco, me enfermas! - Gruñó el menor y se volteó para dormir.

-Lo siento - Suspiró el rubio, aquello realmente lo había avergonzado, pero no podía evitarlo, sus hormonas andaban enloquecidas, pasaba sin siquiera darse cuenta, desconocía que podía haber algo de él, en las mantas. Se acurrucó en su lado de la cama y se quedó dormido.

Shun al notar que la respiración del otro se había acompasado, se incorporó levemente. Tenía los pies fríos, por más que los frotaba no había caso de calentarlos. Movió lentamente su pierna hasta toparse con la de Hyoga que dio un respingo al sentir la helada piel del otro.

 

-Está ardiendo - Murmuró para si mismo el peliverde envidiando las calorías del otro. Se acurrucó un poco más cerca para poder dejar sus pies fríos entre  sus pies. Sintió un alivio gigante y un arrobo que se lo llevó de inmediato al mundo de los sueños.

 

Por la mañana Hyoga despertó para encontrarse con el peliverde durmiendo sobre él con su boca entreabierta cerca de su cuello, los brazos acomodados alrededor de su cabeza y espalda, una de sus piernas por sobre las de él y la otra enredada con las suyas. El mismo tenía sus brazos alrededor de la espalda tibia y suave, con la camiseta arremangada por sobre los pezones que se encontraban blandos y rosados.

No quiso hacer un solo ruido, tenerlo arriba de él le había causado una erección instantánea, trató de llevar una de sus manos hasta su endurecido miembro con intención de calmarlo, pero el movimiento despertó al menor.

 

Las pupilas verdes se encontraron con las celestes.

 

Silencio.

 

 -¡Violador!... Violador - Gritó con todo lo que su garganta le pudo permitir, enseguida el siguiente grito fue una débil copia del segundo cuando las manos del rubio estrujaron con fuerza la garganta del peliverde - ¡...jush... mashicon...ju.!

-Me he despertado y estabas encima, no te he hecho nada... - Habló lenta y pausadamente aflojando la presión en el cuello al ver que el otro sólo lo miraba con las pupilas dilatadas, finalmente lo soltó.

- ¡Me ha tratado de violar, es igual de enfermo que su tío, que toda su familia! - Gritó a un alguien inexistente aún más fuerte dando un salto fuera de la cama y lanzándole una patada en medio de los genitales al ruso que se había incorporado para atraparlo nuevamente - ¡Te van a meter preso por guarro, caliente, cerdo, depravado y en la cárcel te van a violar y apuesto que TE VA A GUSTAR! - Gritaba mientras recogía su ropa y corría fuera del cuarto.

-Maldición... yo lo mato, yo lo mato, lo mato... - Murmuraba el rubio tratando de que el dolor pasara y lograr incorporarse y apaciguar sus instintos homicidas. Una vez la punzada bajó su intensidad se levantó cojeando levemente y salió fuera del cuarto. Ahí no había nadie.

Se asomó por la ventana de la casa y lo vio correr por la nieve en dirección a la nada, se notaba que tenía un sentido de orientación pésimo. Pensó que el otro pronto se daría cuenta de que hacia donde corría no llegaría a ninguna parte y regresaría. Se recostó una vez más en la cama, tratando de tranquilizarse. Cuando decidió bajar a desayunar su madre en la cocina y Esmerada lo miraron con intriga.

 

-¿Sabes a donde fue el escuincle? - Preguntó la Tía Natasha mientras revolvía la avena.

-Lo hemos visto salir corriendo y gritando - Dijo tímidamente la hermosa pelirubia.

-No sé, se ha despertado junto a mí y me ha comenzado a gritar cosas horribles, no quiero que duerma en mi cama otra vez - Dijo el ruso mientras se sentaba apenas a la mesa.

-Tu mismo fuiste él que insistió en que durmiera contigo, que no era necesario armarle un camarote en la sala - Reprendió la mujer al rubio que comenzó a desayunar con la cabeza gacha.

-No sabía que era tan... desagradable y grosero - Se disculpó - Yo mismo le armaré un camarote hoy antes de dormir.

-Como sea,  hoy tiene que cortar leña contigo, porque a la tarde irán a venderla al pueblo. Yo me quedaré a ordenar la casa, que falta le hace.  Iremos por los caballos a la granja de Kanon. Ayer le pedí prestada la carreta.

-De acuerdo, aunque no creo que trabaje, es un vago y un sinvergüenza - Murmuró tocándose disimuladamente su entrepierna esperando que el dolor pasara de una buena vez.

 

 

Mientras, a lo lejos... Shun no paraba de correr como el más rápido de los conejos. Se detuvo cuando ya sus piernas no podían más y los mocos se le estaban cayendo de la nariz a causa del frío. No llevaba mucho abrigo, sólo su ropa que no era muy gruesa.

Caminó un buen rato como pudo, hasta que vio que no había nada que hacer. Le entraron ganas de llorar nuevamente.

 

-¡Ikki hijo de puta! - Gritó con todos sus pulmones. El viento helado se llevó sus palabras - Maldición, encima tenemos la misma madre - Se retractó pensando en otro insulto donde el no saliera perdiendo.

Lamentablemente le gustara o no, tenía que regresar con la familia bruta esa. Verle la cara al gilipollas ese que... de seguro era igual de depravado que Shaka. Debía ser costumbre familiar andar convirtiendo a hombres puros y machos como él, en maricas floreadas como su hermano.

 

Por fin llegó a la casa. Vio que la Vieja y la pendeja salían con prisa de la casa en dirección quien sabe donde.  Eso significaba que otra vez... estaba sólo con el imbécil ese surtidor de leche. Parecía vaca preñada chorreando todo por donde pasaba.

Llegó hasta la puerta y la empujó con fuerza, pero esta no se abrió. La habían cerrado por dentro.

-¿Habrá salido también? - Se preguntó tratando de mirar por la ventana hacia adentro.

 

Hyoga no podía dejar de reírse. Se imaginaba al mocoso golpeando y pidiéndole que le dejara entrar. El estaba abrigadito y tenía de todo para comer en la mesa. Sabía que en cualquier momento escucharía al menor suplicando por que abriera la puerta. Volvió a reírse.

 

Shun dio la vuelta mirando por todas la ventanas que encontró hasta que dio con la de la cocina. Ahí vio al rubio que lo miró con expresión sorprendida. Se notaba que estaba calentito ahí dentro. Y esa expresión en su rostro. Era claro que mostraba arrogancia y superioridad. Lo sabía porque él siempre mostraba esa cara. Sintió ganas de zapatearle la cabezota. Dejarle un mapa de latigazos en la espalda. Estaba furioso. ¿Se pensaba que él le rogaría por dejarle entrar? No señor. Shun no le ruega a nadie. ¡A NADIEEEEEEEEE! Corrió y encontró un tronco grueso. Lo sujetó con fuerza y no lo pensó dos veces para tirarlo contra el vidrio de la ventana donde Hyoga continuaba con su actitud petulante desconociendo semejante misil que iba directo hacia él.

 

¡¡CrasH!!

 

 Se escuchó y Hyoga alcanzó a cubrirse la cabeza de los cristales rotos que volaron por el lugar. Cuando entreabrió los dedos para mirar, vio como el peliverde trataba de meterse por la ventana.

 

-¡¿Pero tu estás loco?! - Le gritó - ¿Sabes lo peligroso que fue eso?... lo sabes, por dios lo sabes - Se dijo así mismo el rubio con temor - Eres un demonio y lo hiciste... - Hyoga se levantó y se paró frente al chico que lo miraba sin expresión - Lo hiciste para herirme, querías que uno de los vidrios me atravesara la garganta.

-No quería que atravesara eso precisamente... Más bien la verga ¡Maldito degenerado! Te voy  a demandar, puto violador - Le gritó al tiempo que tomaba un pedazo de pan y se lo metía en la boca comiéndolo con hambre.

El rubio estaba en Shok. Por su cabeza pasaron demasiadas cosas... demasiadas...

 

-Flashback-

 

-Hyogaaaaaaaaa, Hyoga, una carta de Shaka, llegó una carta - Gritaba feliz Esmeralda llevando en su mano un sobre.

-Vaya, pensé que ya nos había olvidado, con eso de vivir en la gran ciudad - Dijo el rubio tomando el sobre y abriéndolo.

 

Querido Hyoga: Espero que mi tía Natasha, la hermosa Esmeralda y tú, mi hermano, estén bien. Yo estoy pasando por un momento difícil, pero nada que no se pueda solucionar. ¿Recuerdas el  muchacho que te conté me gustaba? Pues cáete... ¡Ya somos pareja! No me quejo de eso, soy refeliz con él, pero... su hermano pequeño... no sabría como describirlo, con que palabras... es muy bonito y no es para menos siendo hermano de mi Ikki, pero su personalidad... "Conejo poseído" Creo que eso lo describe...

 

-Fin del flashback-

 

Hyoga cerró los ojos. Realmente eso le parecía ahora.

 

-Por favor, te pido disculpas por lo de esta mañana, nunca quise violentarme en ningún aspecto, menos sexual, contigo. Sé que eres... que eres muy hombrecito - Le dijo el rubio con calma - No tenemos dinero para reparar esa ventana y tendremos simplemente que tapearla. Le diré a mi madre que ha sido mi culpa... para que me perdones lo de hoy - Continuaba hablando el rubio con una actitud extraña y lejana - Todo ha sido mi culpa, lo siento.

-¡¡....!! - El peliverde no sabía como reaccionar a eso. Nunca le habían dado la razón en algo y encima sentía que, pues si lo pensaba algo, había exagerado un poquito, muy poquito, pero... ¡Al diablo! Se sentó en la mesa y comenzó a comer mientras el rubio iba por madera para tapear la ventana.

Mientras comía unas masitas muy ricas, veía como afuera el rubio cortaba y cortaba leña. Se fue al cuarto y buscó un chaleco más abrigado, antes de salir se recostó una vez más entre las mantas que aún parecían estar tibias. Había dormido realmente muy bien, excepto porque lo habían manoseado, pero ¡Qué bien y calentito había dormido!

Bajó ya vestido y miró como Hyoga continuaba incesantemente cortando leña. Empezó a husmear por la estancia. En la pared había algunas fotos de la familia. En ninguna salía el padre. Una de las fotos, era de ambos hermanos solos. Esmeralda llevaba un hermoso abrigo rojo y Hyoga un abrigo azul. Se veía que no podía tener más de unos 5 años, se veía adorable. Suspiró mirando las demás fotografías. Una en particular le sorprendió. Estaba Shaka y Hyoga en la playa, no parecía muy lejana, quizás un par de años. Ambos estaban sonriendo a la cámara a la orilla del mar. Shun sonrió al ver la sonrisa luminosa y bella que tenía el rubio en esa fotografía. Se notaba muy feliz.

 

-Vaya, me sorprende que hayas terminado antes que Hyoga - Dijo la Tía Natasha entrando a la casa - Me ha dicho que ya cortaste toda la madera que te correspondía - Se acercó y le acarició la cabeza al peliverde. El menor se quedó extrañado sin entender lo que había dicho. Sólo había reconocido la palabra leña y Hyoga entre todo eso.

Al rato entró la rubio sonriendo y le saludo con una sonrisa. Se sintió levemente sonrojado ante esto. La chica esa era realmente linda, aunque fuera una simple campesina. Se sentó en el sofá y al rato apareció la chica llevándole unas galletas.

-Mi mamá dice que te lo mereces por haber trabajado tan duro -

 

Otra vez no había entendido. Pero recibió las galletas y se las comió con ganas. Al rato entró el rubio y se dejó caer en la alfombra agotado. No lo miró a la cara, aún cuando el menor lo miraba insistentemente. Extrañaba poder entender algo de lo que le dijeran.

 

-Bueno, ¿Se van ya al pueblo? - Entró la mujer sacándose su abrigo y colocándose un delantal para empezar los quehaceres de la casa.

-¡Vamos! - Gritó emocionada la menor.

El rubio se incorporó frotando sus brazos vigorosamente. Parecía tenerlos cansados. Por primera vez desde que entró lo miró a la cara.

 

-Iremos al pueblo a vender leña, pero puedes quedarte si quieres - Dijo mientras tomaba su abrigo.

-¿Y aburrirme como verga de cura? Ni hablar - Se levantó y dejó que el rubio le colocara un abrigo grueso.

 

Salieron todos afuera y al ver que los 2 ayudaban a cargar la carreta, tomó un poco de leña para ayudar. No porque quisiera hacerlo, sino para que partieran más rápido. Estaba apunto de llegar con los tronquitos cuando Hyoga se los arrebató de las manos con brusquedad y los llevó. Se sintió extraño, como si él pensara que no era capaz de hacerlo. Regresó por más, pero pasó lo mismo, aún no caminaba con ellos cundo Hyoga se los había arrebatado. Finalmente no ayudó en nada y se sentía incomodo al respecto.

 

El espacio que quedó libre en la carreta apenas alcanzaba para 3. Esmeralda se subió y le golpeó con la mano para que él subiera a su lado.

El menor subió rápido y cuando pensaba que el otro subiría, la carreta se puso en marcha guiada por Esmeralda.  Miró hacia atrás y vio que Hyoga iba caminando a un lado de la carreta asegurando las amarras de los paquetes de leña.

Se tardaron mucho tiempo en llegar al pueblo, más a esa súper velocidad de auto estacionado. Cuando llegaron Shun se sorprendió. Quizás por que nunca pensó que habría tanta gente. En verdad la casa de los rubios estaba muy alejada de todo.

Esmeralda bajó primero, sin pedir ayuda, a él le costó algo más, pero Hyoga le ofreció su mano y llegó seguro al suelo.

 

 

-¿Qué te pasa? - Se atrevió a preguntar el menor.

-No sé de que hablas - Respondió el otro.

-No te hagas, estás raro. Antes no me has dejado hacer nada y...- Pero fue interrumpido bruscamente por Hyoga.

-Tú no quieres hacer nada, siempre vas con la expresión molesta y tratas mal a todos, ya me cansé. Tú ganas. Puedes hacer lo que quieras - Le respondió el rubio mientras se daba la vuelta y comenzaba a bajar la leña junto a Esmeralda de la carreta.

Shun se quedó mirando, enfadado. No era que quisiera ganar algo... se sentía extraño todo eso. Estar ahí con dos tipejos que no conocía bien y que encima ahora le dejaban a un lado. Extrañó algo a Ikki, que nunca le dejaba por más mal que lo trataba. Bueno que al final, había terminado por dejarlo ahí en esa granja. Todo el mundo siempre lo dejaría... esa era la verdad. Nadie lo quería.

 

-Pendejo - Susurró mientras frotaba sus manos y miraba al rubio trabajar - Te voy a hacer la vida imposible.

 

Notas finales: Continuará...

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