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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Notas del capitulo: Mis disculpas a todos, en una distracción, no me di cuenta de que publiqué el capitulo 5, como si fuera el cuatro. Este es efectivamente el capitulo 4, y pido disculpas una vez mas T_T
   

Capitulo 4: Una tormenta asusta conejos

 

 

-¡Hyogaaaaaaaaa!, ¡Hyoga! - Gritaba a lo lejos un chico.

Hey Isaac! - Respondió el rubio acercándose. Cuando se encontraron se dieron un gran abrazo. Shun pudo reconocer al muchacho como el sujeto del bus que los había llevado antes al marica de su hermano, el puto de Shaka y a él.

 

 -¡Qué bueno que has venido! Hace tiempo que no hablamos - Decía el chico de cabello verde claro, mientras no dejaba de abrazar y sobetear al otro.

-Te he extrañado amigo, ¿Cómo te va trabajando en lo de los buses? - Le preguntaba el rubio mientras se separaba de él y comenzaba a sacar las amarras de la carreta.

-Bien, ahí me están enseñando a conducir ¿Y a ti? ¿Cómo te va con el asunto de profesor? - Le preguntó el otro.

-No tan bien, me llegó una carta antes y no me aceptaron - Dijo el rubio algo triste.

-¿Y puedes intentarlo de nuevo? - Preguntó con ilusión el otro.

-Sí, eso creo... - Sonrió dándose la vuelta y apilando la leña.

 

El peliverde se había quedado de pie sólo. Esmeralda había corrido a saludar a sus amigas, unas muchachas muy lindas también. De lejos la vio señalarlo y reír con ellas. A la distancia las muchachas lo saludaron y él algo cortado les regreso el saludo con la mano. Sin embargo Hyoga, no le había presentado a su amigo, aún cuando el otro peliverde le había mirado obviamente reconociéndolo del autobús, tampoco le había hecho algún gesto de saludo, más bien lucía molesto.

 

-Hola - Se acercó el menor hasta Hyoga que charlaba aún con Isaac. Al escucharlo el rubio se quedó sorprendido, no pensó que se acercaría por voluntad propia.

-Isaac, este es Shun, se está quedando en mi casa por un tiempo - Habló calmadamente - Shun, este es Isaac, mi amigo de la infancia, mi mejor amigo.

-Hola mejor amigo del puto violador de siberia - Extendió su mano para saludar al otro.

El otro peliverde lo miró extrañado, sin entender lo que había dicho y lo saludó con algo de sospecha. La carita amable del conejo no le convencía del todo.

-¿Qué ha dicho el escuincle? - Interrogó al rubio.

-Nada, nada importante, ¿Has visto a los demás? - preguntó el rubio tratando de ignorar al molesto conejo a su lado.

 

Mientras el par de amigos charlaba Shun regresó enojado hasta la carreta. No sabía por que le molestaba tanto ser ignorando por Hyoga. Miró como una de las cuerdas aún estaba atada cruzando de un lado al otro la carreta. Su ánimo subió por las nubes al pensar en que pasaría si cortara esa cuerda... ¿Caerían todos los leños desparramados fuera de la carreta?  Sonrió con satisfacción...

 

-Veamos si puedes continuar charlando con el cabeza de moco si tienes el desastre aquí - Sin más dio la vuelta a la carreta para buscar de donde desatar la cuerda cuando un estruendo se escuchó. Todos los leños habían caído armando un escándalo que llamó la atención de todas las personas que pasaban por ahí.

Shun que no sabía lo que había pasado, trató de dar la vuelta, pero se topó con un niño de unos 10 años que tenía en su mano una navaja.

-¿Quién eres tu? - Le preguntó el menor, pero no esperó recibir respuesta del peliverde y salió corriendo del lugar.

 

¿Ese niño había cortado la cuerda?, pero... ¿Y por qué? En ese momento Hyoga se acercaba corriendo hasta donde estaba él agachado en el piso.

 

-Pero... ¡¿Qué hiciste?! ¿Por qué hiciste eso? - Le gritó el rubio al peliverde que lo miraba sorprendido.

-¡No he hecho nada! - Gritó el menor con rabia.

-¿Vas a decirme que no cortaste la cuerda? - Gritó con furia el rubio - No me hables, no quiero escuchar tu voz, súbete a la carreta y no bajes más.

El peliverde se quedó estático, vio como el chico del bus y Esmeralda se acercaban al otro y comenzaban a ayudarlo a juntar la leña.

 

El resto de la tarde pasó muy lenta y fría. Shun miraba como personas muy humildes se acercaban a comprar leña. Hyoga les daba mucha y a algunos incluso no les vio pagar. Cuando el atardecer llegaba, el amigo de Hyoga se despidió y para sorpresa del menor, se acercó hasta donde estaba él y le dio una palmada en la pierna, que era el único lugar que alcanzaba desde el piso.

 

El regreso a casa fue incluso más largo que antes. Esmeralda no le dirigía la palabra y sólo miraba al frente. Hyoga atrás caminaba aún sin necesidad de cuidar que la leña cayera, ya que habían vendido todo. Era obvio que no quería estar cerca de él

 

Al llegar, la Tía los esperaba con la cena. Se veía feliz de que todo hubiese sido vendido y les sirvió platos llenos de lo que parecía un guiso. Dudó en empezar a comer, en especial por que le molestaba como Hyoga y Esmeralda hablaban en ruso sin parar y la madre reía contenta. "Idiotas" pensaba entre bocado y bocado. Estaba siendo ignorado completamente y le molestaba tanto que quería escupir en los platos de cada uno. Pronto llegó la noche y Esmeralda le habló por primera vez.

 

-¿Shun?... ¿Niño verde? - Le preguntó al menor. En un principio no entendía a que se refería, y pensó que trataba de insultarlo, pero luego comprendió que quería referirse a él en su idioma.

-Peliverde -. Corrigió molesto.

-Peliverde, peliverde -. Dijo ella sonriendo.

-Peliverde - Respondió él - Era la primera palabra que aprendía en ruso y para su sorpresa no había sido un insulto.

-Rubia - Dijo ella señalándose el cabello y enroscando uno de sus mechones.

-Rubia - Repitió el menor.

 

Ella se carcajeó, como burlándose de su acento. Se incorporó y le besó la mejilla para subir a dormir. El menor se quedó estático, pero una mirada intensa le hizo girar el rostro en dirección a la cocina, desde donde Hyoga lo miraba con la expresión más horrible que le había visto. ¿Era odio lo que veía en sus ojos? Se removió incomodo y giró su rostro en actitud de desprecio. La tía pasó junto a Hyoga y dejó unas mantas junto al rubio que las acomodó apilándolas. Hablaron un par de cosas y la vieja se fue hasta donde estaba el menor y le sacudió la cabeza otra vez como un "buenas noches".

 

Seguido a eso, el rubio comenzó a armar algo en la sala. Quería saber que hacía, además estaba cansado y ya quería ir a dormir. Pero no iba a  preguntarle nada, si él otro no quería que hablara no le daría el gusto de demostrarle que estaba aburrido de no hacerlo.

 

-Tu cama está lista - Dijo el rubio finalmente.

-¿Mi cama? - Preguntó dudoso al ver por fin que lo que estaba armando era un catre. El rubio puso las mantas arriba y le acercó uno de los cojines del sofá.

-Buenas noches - Se despidió subiendo las escaleras.

 

Shun se acercó al camastro. Se veía incomodo y por sobre todo, poco acogedor. Ordenó las mantas nuevamente, a ver si conseguía hacerlo lucir mas cómodo, pero sin resultado.

Se metió dentro, apagando las velas que estaban encendidas  y cerrando los ojos. Pasaron 10 minutos cuando descubrió que sería imposible pegar ojo. Tenía frío, estaba incomodo, el viento afuera soplaba tan fuerte que no le dejaba concentrarse en nada más y no lograba entender el cambio de actitud del rubio con él. Sí, en lo más profundo de su ser, le molestaba. No tenía su atención, parecía que le daba lo mismo si estaba o no estaba y pensar que en un comienzo creyó que...

 

En fin, se dio la vuelta y se juró a si mismo dormir.

 

5 minutos después, el cielo comenzaba a lanzar los truenos más aterradores que hubiera escuchado jamás. Por momentos creyó que había comenzado una guerra, pero al salir de su adormilamiento comprendió que era una tormenta. Esa tormenta parecía de película. Lo efectos especiales eran de primera y las puertas y ventanas parecían que se iban a romper por el viento. Cuando comenzó a llover la cosa se puso peor. Tenía la piel erizada hasta el último pelito del cuerpo. Se dio la vuelta una y otra vez. Se levantó y encendió una vela. Los ruidos no le dejaban dormir. ¿Qué pasaba si esa casa vieja se caía? ¿Si el techo salía volando y entonces un tornado entraba y se lo llevaba lejos?

"Toto, ya no estamos en kansas" Recordó mientras trataba de distraerse.

Se incorporó atemorizado, unas sombras afuera le hicieron ponerse alerta. Se levantó descalzo y caminó hasta una de las ventanas, miró hacia fuera y vio que era la sombra de un poste de madera.

-Maldición - Tenía miedo y no podía dormir. Se llenó de valor mediocre y decidió dejar su orgullo de lado, con el sueño no se juega, y subió las escaleras. Caminó con sigilo hasta el cuarto del rubio. Abrió la puerta y entró, todo estaba en silencio, claro sin contar los sonidos de la tormenta.

Se metió con cuidado entre las mantas de Hyoga. Estaban calientes y sintió alivio inmediato. Cuando estaba por cerrar los ojos el rubio le habló.

 

-¿Qué haces aquí? - Preguntó revelando que no estaba durmiendo, incluso desde antes que el subiera, pues su voz se percibía sin rastro de arrobo.

-La puta cama que me dejaste no me deja dormir - Contestó en un susurro.

-Cuenta abejas - Respondió el rubio destapándolo con la intención de que se fuera.

-O-bejas - Corrigió el peliverde ignorando que fue destapado y acercándose más al rubio - Caliéntame que tengo frío - Esperaba que él otro lo pateara cama abajo, pero al contrario, sintió la piel caliente de sus brazos arroparlo. Se apretó a su pecho, muy fuerte y hundió su cabeza en el hueco que había entre su cuello y su hombro.

Pasados unos minutos Hyoga parecía haberse dormido otra vez, y Shun se acomodó algo alejado esta vez de su cuello, pero aún apegado a su piel.

 

-Rubia - Dijo tomando uno de los cabellos del ruso y se quedó dormido con el cabello en su mano.

Al otro día despertó como si hubiera dormido en la cama más blanda y tibia del universo. Mejor que nunca. Hyoga aún dormía plácidamente.

Se levantó de encima de él y salió del cuarto. Ese día puede que fuera diferente al anterior.

 

Bajó las escaleras y se encontró con la Tía Natasha desarmando la cama.

-Ven a ayudarme - Dijo la mujer. Shun no entendía nada de ruso, pero comprendió a que se refería por la situación. Se acercó a ella y la ayudó a retirar los palos más largos.

-Ve a fuera y trae leña de la que está en la pared - El peliverde la miró molesto ¿Se le olvidó que él no hablaba su idioma? Sin embargo... la mirada insistente de la mujer lo terminó de convencer que quería que saliera a fuera por madera.

 

Se puso el abrigo que el día anterior le pasó el rubio y abrió la puerta. Una pesada masa de nieve le cayó en la cabeza ante la carcajada de la Tía. Se sacudió el cabello humedecido y sintió algo de frío al estar húmedo ahora. Fue hasta la vuelta de la casa, pero la poca madera que estaba ahí, ahora parecía mojada por la tormenta. Caminó hasta la pequeña bodega y abrió la puerta para sacar madera seca y regresó con ella hasta la casa. Cuando la tía la recibió para meterla en la cocina le entregó una toalla para secarse.

 

Hyoga bajaba en ese momento las escaleras.

-Te traeré la leña - Dijo abriendo la puerta, pero su madre lo detuvo.

-Ya me la ha traído Shun, mejor ayúdale a cercarse, ha tenido un accidente al salir - Dijo con una sonrisa y el peliverde comprendió que se reía de él.

El rubio caminó impresionado hasta donde estaba el menor. Recordaba que la noche anterior no podía dormir pensando en él, en que si estaría bien durmiendo abajo solo, pero a la mitad de la noche llegó a su cama y le había escuchado decir algo en ruso, lo había acariciado y todo parecía un sueño.

 

-¿Por qué me miras con cara de cierva herida? No te sienta, estúpido - Le dijo el conejo sonriendo. Hyoga se acercó a él y le quitó la toalla de las manos para empezar a secarlo, embobado por esa momentánea sonrisa. Los mechones verdes se revolvían una y otra vez entre sus manos. Cuando terminó lo dejó todo despeinado.

 

-Peliverde - Dijo el rubio suspirando.

-Rubia - Contestó el otro, a lo que Hyoga abrió sus ojos muy grandes - Querrás decir Rubio, que es en masculino.

-RubiA - Repitió el otro.

Hyoga le arrojó la toalla encima juguetonamente y se fue a la cocina a ayudar en el desayuno.

Mientras Esmeralda bajaba los escalones, el menor se asomó por la ventana, el paisaje lucía hermoso después de toda esa noche tormentosa. Hacía frío, pero eso no le importaba en ese momento, parecía que se acostumbraba ya poco a poco. Un reno pasó perdido por afuera, quizás era de otra granja, Shun lo miró mientras caminaba desorientado por el lugar, fue entonces que lo vio. Entre unos árboles a lo lejos, le pareció ver a alguien de cabello fucsia oculto. Si lo pensaba, la única persona que conocía así, era uno de los tipejos de Shiryu, el Yakuza que le vendía drogas en la escuela. O al menos así lo había conocido. Le debía ya una buena suma y era evidente que no tenía como pagarla. Por lo que salir de la cuidad había sido en parte bueno para él. Sintió algo de pánico al pensar que este fuera ahí a cobrarle, en especial porque no eran muy gentiles para hacerlo. Volvió a mirar y ya no había nadie allí. Pensó que quizás era su imaginación, porque, ¿Para que mandaría Shiryu a alguien a cobrarle? Tampoco era tanto, sólo unos miles de yenes.

 

-Shun, está servido - Dijo Esmeralda desde la mesa sonriendo.

-Mi hermana aprende rápido ¿Verdad? - Comentó feliz el rubio. El menor no respondió. Se sentó a la mesa y comenzó a comer.

-Hyoga, el pan es bueno - Dijo ella riendo, trataba de aprender lo que su hermano le enseñaba con entusiasmo.

-Muy bien Esmeralda - Le dijo a modo de felicitación, el peliverde no entendía por que le molestaba que el rubio fuera amble con otros, hasta le molestaba que fuera amable con él mismo, o no sabía si le molestaba. Era un caos su cabeza en ese momento.

-¿Cómo puedo decir..."Este pan está duro"? - Dijo irónicamente el menor.

-Deberías aprender a decir, "Muchas gracias por la comida" - Respondió el rubio. Esto molestó inmediatamente al otro.

-Muy bien Profesorcito, ¿Cómo digo "Gracias por esta comida de mierda"? - Escupió el peliverde tomando un trago de leche.

-Eres la persona más desagradable que jamás he conocido - Contestó dolido el rubio y se levantó para dejar la mesa. La Tía Natasha y Esmeralda se quedaron de una pieza al ver como su hermano enfadado se retiraba de la cocina y desaparecía por la puerta dejando su desayuno a medias.

-Vaya, ahora está molesto y se desaparecerá por horas - Le dijo la rubia  a su madre.

Pero a los minutos regresó con preocupación.

 

-Shun, allá afuera hay un chico que te busca - Dijo Hyoga extrañado.

El peliverde creyó que se orinaba.

Notas finales: Continuará...

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