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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Notas del capitulo: Este capitulo ya lo han leído antes, pero esta es su verdadera psisición, "lo tuyo es mio..." viene despues de "una tormenta asusta conejos" Siento los inconvenientes.
 

 

Capitulo 5: Lo tuyo es mío y lo mío es mío.

 

-¿Qué me busca a  mi? - Preguntó inquieto y asustado el menor - ¡No puede ser!

-Pues es, dice que es tu amigo y parece un tipo simpático.

-Claro - Ironizó el menor, "Eres un idiota" pensó para si mismo.

-Será mejor que lo atiendas, afuera hace frío... o si prefieres lo hago pasar.

-¡NO! No, está bien, lo atenderé afuera - Se puso en pie y se apresuró pasando por el lado de Hyoga con brusquedad, el rubio sólo lo miró molesto y rodó los ojos, pero sin dejar de estar pendiente de esa visita tan inesperada.

 

Shun llegó hasta la puerta y dudó unos momentos antes de salir, pero finalmente abrió y se asomó mostrando todos sus blancos dientes en una gran sonrisa completamente fingida.

 

-¿Sí? ¿Para que me necesita? - Preguntó con cordialidad.

-¡No te hagas! - Murmuró el otro - A shiryu no se le ha pasado tu repentina desaparición.

-Hola Reda, me da gusto verte también - Contestó aún con una sonrisa - Pensaba mandarle una postal desde aquí, verás... he venido a trabajar para poder pagarle todo lo que le debo.

-Hay otras formas de juntar dinero si tú quisieras, sin necesidad de salir de Japón y venir  a esta inmunda granja, formas muy fáciles Shun y muy sabrosas - Le dijo con voz acaramelada. Aún cuando el menor no sentía ni el más mínimo interés por esa familia, le dolió un poco que hablara así de su momentánea casa, sólo él podía referirse a ese lugar como pocilga.

-Prefiero venir aquí - Rectificó - No me agradan esos trabajos tan fáciles que mencionas, que además, no me son nada sa-bro-sos - Contestó terminando con énfasis retador en su última palabra.

-No te creo - Dijo el otro - ¿Tengo que regresar en un par de días con compañía Shun? - Le amenazó sutilmente.

 

El peliverde supo que hablaba muy en serio. Se habían acabado los plazos hace mucho rato, antes pensaba pedirle dinero a Ikki e incluso a Shaka, pero ellos no estaban allí y no tenía dinero... ¿Qué se supone debía hacer? ¿Cómo iba a salir de eso? El que se fuera de la ciudad seguramente había enfurecido al chino más peligroso de los suburbios. Todo esto era culpa del marica de su hermano. Fue en ese momento que se le ocurrió una de sus más brillantes ideas...

 

-¿Vez a ese sujeto rubio que está allí? - Señaló el menor al ruso que no perdía detalle desde la cocina, tratando de oír sin éxito lo más que podía.

-Lo veo - Contestó el otro algo más molesto.

-Tiene dinero, él pagara un buen abono para que Shiryu confié en mi y me de algo más de plazo.

-¿Por qué ese tipo pagaría parte de tu deuda? - Indagó el mensajero. Shun tartamudeó un par de veces.

-¡Por que es mi amante! - Soltó por fin con seguridad - ¡Y pagará!

-¿Tu amante?... creo que eso no le gustará mucho al jefe. ¡Pues bien! Te esperaré hasta mañana y más te vale que tengas el dinero, te estaré vigilando bomboncito, no  falles, o esta linda granjita, va a arder con todo y renos... - Se dio la vuelta alejándose, más después de un par de pasos se volvió - Shiryu me ha ordenado llevarte conmigo de regreso si no pagas, vivo o muerto. Tenlo presente Shun.

 

El peliverde cerró la puerta con pánico. El color que alguna vez había poblado sus mejillas emigró muy, muy lejos. Su visión fue alterada por unas pequeñas lágrimas que amenazaron con correr una maratón hasta su barbilla y en respuesta, llevó su mano derecha hasta el corazón, que latía desbocado amenazando con parar bruscamente y no volver a dar señales de vida nunca más.

 

-¿Quién era? - Le preguntó despreocupadamente el rubio desde su silla, tratando de parecer desinteresado - Se fue muy rápido - Suspiró con algo de celos en su tono. El pequeño tardó en girarse y más en responder, pero cuando lo hizo, dejó intencionalmente que el otro le viera con el rostro bañado en llanto.

 

-¡Ho por dios Shun! ¿Qué ha pasado? ¿Son malas noticias? - Preguntó esta vez asustado y acercándose al menor que comenzó a llorar amargamente.

-¡Ho Hyoga! ¡Esos pobres niños! - Susurró tapando su rostro con las manos - Esos niños tan... tan solos - Continuó entre sollozos, hipando y   temblando con actitud dramática.

-¿Niños? ¿Qué niños? - Indagó el rubio abrazándolo fuertemente a su pecho. Besando suavemente la frente pálida de Shun que no dejaba de temblar y lloriquear amargamente.

-Yo soy miembro de una fundación que ayuda a niños sin padres para que puedan ser un poquito más felices - Habló entrecortadamente, apretando el chaleco de Hyoga con fuerza.

-A-ja, continua por favor - Le pidió el otro mientras desde la mesa, la Tía Natasha y Esmeralda miraban preocupadas sin entender nada.

-Las donaciones siempre son insuficientes para que puedan desayunar bien cada día y es muy caro tener leche y pan para ellos, recientemente, hubo un incendio en el hogar de niños... ahora no tiene donde ir ni donde desayunar, seguramente acabaran en las calles o en centros educacionales donde los maltrataran - Lloró con angustia alzando el rostro y mirando a las pupilas celestes de Hyoga.

-Shun, puedes traerlos aquí... ¡A todos! Ya veremos como... - Pero las palabras de Hyoga fueron interrumpidas por  el peliverde

-¡No!.... Es que... ¡Son niños con problemas respiratorios! ¡El frío los haría caer enfermos al instante!... necesito dinero para ayudar a reconstruir la casa-hogar de niños - Le habló con seguridad remeciendo levemente al ruso que lo miraba sorprendido.

-Shun... yo... ¡Verás como todo sale bien! ¡Te ayudaré a conseguir ese dinero! - Le dijo con la mirada decidida, sólo deseando que el menor, quien lucía tan desvalido y hermoso en ese momento, dejara de llorar.

-¿De verdad?... Gracias Hyoga - Dijo por primera vez, no sin dificultas y el rubio creyó que estaba soñando.

-No es nada - Respondió sonrojado mientras abrazaba con fuerza al que parecía ahora, un gran y buen amigo... que por cierto, tenía grandes sentimientos y no era el monstruo que pensó antes por momentos.

 

El rubio llevó de la mano al peliverde hasta la mesa y le invitó a sentarse junto a él, mientras le servía algo de té de hierbas para tranquilizarlo.

 

-¿Qué sucedió Hyoga? - Preguntó la Tía Natasha preocupada.

-Una mala noticia. Shun ayuda en una fundación ¿Lo puedes creer? Sabía que no podía ser tan animal y tenía sentimientos. Es un hogar para niños sin hogar y se incendió.

-¡Ho NO! ¿Y los niños? - Preguntó aterrada la chica.

-Lograron salvarse al parecer, pero el hogar fue totalmente destruido por las llamas. Ahora necesitan juntar dinero para reconstruir el lugar - Contó el rubio a su madre y hermana mientras Shun a su lado bebía su té, pensando en cuanto tiempo se demoraría Hyoga en darle el dinero. Lo necesitaba urgente. Shiryu y sus amigos no eran muy pacientes.

-¿Dinero? - Preguntó angustiada la Tía - Si pudiéramos ayudar... pero apenas nos alcanza a nosotros, veremos como ayudar de todas formas - Dijo con preocupación, a ellos el dinero precisamente no les sobraba.

 

-Ven conmigo Shun - Le dijo el rubio con seriedad. El menor fue tras de él en silencio, restregando sus ojos hinchados de tanto llorar.

 

Subieron hasta el segundo piso e hizo que el menor se sentara a la orilla de la cama.

 

-Estoy seguro de que esto... es mucho más importante que mis estudios para maestro - Dijo revolviendo en los cajones de su vieja cómoda.

 

Shun sólo guardó silencio intrigado.

 

Después de unos segundos, el rubio sacó una cajita cuadrada de metal  y la abrió para dejar ver adentro un montón de billetes y monedas. Sacó del bolsillo de su pantalón lo último que llevaba en la bolsa, y lo puso junto al resto.

 

-No es la gran cosa, pero... espero sirva para ayudar a esos niños que tu... tanto quieres - Le dijo entregándole la cajita - Y que dejes de llorar... podemos hacer una colecta en tu ciudad... hablar con Ikki y Shaka...-

-¡No!... Ikki odia a los niños - Dijo recibiendo la cajita de metal con algo de indecisión.

-¿Tu hermano los odia? ¿A los niños? - Preguntó sorprendido.

-Sí, es alérgico o algo así - Balbuceó el peliverde tratando de imaginar a cuantos yenes equivalían esos billetes.

-Ho... entiendo - Contestó el otro algo sorprendido ante la noticia.

-Gracias... es algo muy bueno lo que has hecho - Dijo el menor, pensando por dentro que pues, después de todo, estaba salvando su propia granja con ello, ya que ese tipo era muy capaz de cumplir sus amenazas - ¿Puedes llevarme al pueblo? Sería ideal que le llevara el dinero ahora mismo.

-Claro - Sonrió el rubio - ¡Vamos ahora mismo! Abrígate bien eso sí.

 

Dejó al peliverde en el cuarto mientras bajaba a avisarle a su madre que saldría al pueblo por el asunto del hogar de niños. La Tía le preparó una lonchera con comida y se la pasó, ya que sin carreta, el camino al pueblo sería realmente largo.

 

Cuando el menor bajó, todo abrigado con gorro y bufanda, Hyoga lo estaba esperando en la entrada para partir rápidamente. Salieron caminado concentrado cada uno en sus pensamientos. Shun no sabía como haría después para pagar el resto del dinero y Hyoga sólo podía pensar en que por fin había encontrado una manera de acercarse a ese jovencito que imaginó cuando vio aquella fotografía que venía adjunta a la carta que Shaka le había enviado meses atrás.

 

 

-Entonces... ¿Ese amigo tuyo es de la fundación también? - Le preguntaba interesado el rubio.

-He... sí, si - Respondía incómodo el menor, no era que fuera un mentiroso compulsivo, era que no podía pedirle dinero para pagar una deuda con un mafioso que le vendía drogas. ¿Quién le daría dinero para eso? Seguro lo echaba a patadas a morir congelado en el hielo.

- Crees... ¿Podría hacerme miembro? - Los ojos de Hyoga le miraron ilusionados.

-No se puede, somos lo que somos y nadie más puede entrar - Contestó rápidamente el menor, dejando al otro estupefacto, esa parecía una fundación bastante rara y estricta.

-¿Pero no sería mejor si admitieran más miembros?

-Claro que NO, porque... ya sabes que si esta organización crece, las autoridades podrían pensar que tratamos de lucrar con ella y nos pondrían problemas.

 

El rubio, que no conocía nada de las leyes en Japón, se tragó el cuento acerca de la fundación y se sintió feliz de saber que Shun era lo suficientemente tierno y sensible, como para pertenecer a un grupo que ayudaba a niños que sufrían.

 

-Entiendo - Dijo conforme el otro, mientras se preocupaba de jalar al menor, el cual a menudo quedaba atrapado en la nieve al caminar - Creo que será mejor caminemos por la carretera, es más largo, pero será más fácil para ti y te cansaras menos.

-De acuerdo - Acepó el peliverde.

 

Llevaban un trecho largo caminado cuando a lo lejos se sintió el venir de uno de los buses viejos en que Shun había llegado a la granja.

 

-¡Genial! - De seguro es Isaac, nos llevará hasta al pueblo - Gritó emocionado el rubio y se puso en medio del camino. El menor lo miró molesto, no le gustaba para nada el amigo de Hyoga.

 

El bus que se veía a lo lejos, tardó bastante en llegar hasta donde los dos jóvenes estaban detenidos, Shun miraba fastidiado preguntándose si ese vehículo tenía acelerador o no.

Una cabeza peliverde se asomó por la ventanilla alzando su brazo por fuera en forma de saludo.

 

-¡¡Hey Hyoga!!

-¡¡Isaac!! - Gritaba el rubio ante la mirada ahora más que enfadada del conejo.

- No grites que me duelen los oídos - Refunfuñó.

-Disculpa - Murmuró el ruso apenado y a la vez algo incomodo, sospechaba que no sería un grato momento el que venía al ver la expresión de hastío del otro.

 

El bus por fin llegó hasta donde estaban ambos chicos.

 

-¡¡Adivina que!! Por fin pasó algo en este lugar - Gritó emocionado saltando del bus en marcha, sin ser esto una gran proeza tomando en cuenta la baja velocidad del vehículo.

-¿Qué ha pasado?

-Dicen que en el pueblo llegaron unos tipos muy peligrosos, tipo yakuzas, ya sabes, de esos  chinos y sus mafias.

-Creo que son japoneses - Corrigió el rubio con una sonrisa - ¿Pero por qué estarían tipos así en el pueblo?

-Dicen que buscan a alguien... para MATARLO - Habló con tono misterioso y tétrico el peliverde, saludando con un débil movimiento de cabeza al conejo.

-Eso sí que es extraño, ¿Quién de aquí tendría que ver con la mafia? - Se preguntó el ruso para luego ir a lo que le interesaba. -¿Podemos ir al pueblo contigo?

-Claro, mi papá tiene que ir a recoger unos turistas allá. Pueden venir con nosotros.

-¡Vamos Shun! - Animó el rubio al otro  tomándolo de la mano y obligándolo a correr para dar alcance al bus que continuaba su marcha lenta. Cuando los chicos se acercaron a la pisadera, Isaac subió de un salto y espero dentro. Hyoga trató de incitar al menor a hacer lo mismo, pero este dudo tratando de no hacerlo.

 

-No quiero, ¿Por qué no frena? - Gritó molesto.

-Por qué no puede, cuesta mucho hacerlo partir, ahora anda, salta - Le dijo el rubio con seguridad.

-No quiero, es peligroso - Se quejaba el otro.

-Va muy lento no te pasará nada - Decía el rubio.

-Shun miró con rabia, no podía decir que el bus iba rápido, pero le daba pánico saltar de todas formas, corrió un poco y dudó, volteó para mirar al rubio que llevaba un gesto de burla en el rostro. Sintió que las mejillas se le enrojecían, miró hacia dentro del bus y vio la cara de Isaac y su padre sonriéndose entre sí... quizás burlándose de él... el cobarde...-

-¡Mierda! - Murmuró y se armó de valor para saltar dentro, pero con tal indecisión que calculó mal la altura del salto y chocó con la punta del pie en la pisadera, rechazando hacia atrás y quedando enterrado en la nieve. Hyoga corrió preocupado.

 

-¡Shun! ¿Estás bien? - Le preguntó con una sonrisa, sabía no podía ser algo muy grave.

-¡Claro que no! ¡Creo que me rompí algo!  Voy a demandar al estúpido de tu amigo para que les quiten esa mierda de bus - Gritó molesto con el rostro rojo de ira y vergüenza ante la mirada sorprendida del rubio.

-Vamos, deja que te revise... ¿Te hiciste realmente daño?

-Claro que sí... imbécil, pude haber muerto si me estrellaba con una estaca afilada en el camino... ¡Eso te gustaría... ¿Verdad?! ¡Claro que te gustaría, si eres un bruto!

-No, no me gustaría y afortunadamente no había ninguna estaca afilada... ¿Me vas a dejar mirar? - Gritó molesto.

-No, me duele el culo, estoy seguro algo le pasó y será tu culpa y la de tu amigo retardado ese - Se levantó rechazando la ayuda del rubio y sacudiendo la nieve de su ropa. - ¡Estoy todo mojado ahora!

-Ok, disculpa... No quiero que te resfríes, sácate ese abrigo y ponte el mio, seguiremos a pie.

 

A lo lejos, Isaac llamó a Hyoga, intrigado de lo que sucedía. El rubio le hizo una señal de despedida, tendrían que caminar al pueblo y él ahora no llevaba su abrigo.

 

-Me queda grande este - Se quejó el otro.

-¿Qué quieres que haga? No traje mi set de costura - Ironizó molesto el rubio.

-¿Falta mucho? - Preguntó el peliverde.

-Sí, queda más de la mitad - Contestó molesto.

-Y ¿Por qué no lo has dicho antes? Este camino es para morir congelado y exhausto.

-Lo has hecho ayer, no creí que fueras tan malo percibiendo distancias.

-Ayer íbamos en carreta - Refutó el peliverde.

-Y hoy iríamos en bus si no fueras tan incompetente - Le respondió con rabia. Shun se sintió ante este comentario seriamente dolido y cerró la boca con la intención de hacerle la ley del hielo al otro.

-Espero que tus amigos no se vean envueltos con los yakuzas que Isaac mencionó - Comentó preocupado - En especial porque podrían tratar de asaltarlos y quitarles las donaciones para la fundación.

 

Al escuchar el termino Yakuza, el menor quiso preguntarle de que hablaba con el otro, pero no quería dirigirle palabra alguna, quería castigarlo y que se diera cuenta de que lo había ofendido profundamente con lo de "Incompetente".

 

-¿Qué haces? - Gritó de pronto el menor con horror - ¡Me tocaste el culo!

-Dijiste que te habías hecho daño - Se defendió Hyoga.

-No quiero que me toques... y - "Maldición" pensó, había roto muy rápido la ley del hielo - No me toques el culo.

-Está bien, pero si no está herido, entonces muévelo más rápido o llegaremos mañana al pueblo.

-Lo muevo como quiero y cuando quiero, porque es Mío.

-Sí, lo sé... es tuyo - Aceptó el rubio frotándose los brazos al sentir algo de frío sin su abrigo - Parece que todo es tuyo.

 

Shun sólo caminó pateando pequeños montículos de nieve al avanzar... realmente le dolía el trasero, pero no tenía ánimos ni ganas de quejarse de ello, ni menos, que Hyoga quisiera revisarlo allí... después de todo... no quería que dejara de ser siempre sólo y únicamente de su propiedad.

 


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