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Para domar a un conejo... ¡Hay que ser rudo! por ringox

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Notas del capitulo: Gracias a todos por leer este fic y más a quienes dejan comentarios que me animan a seguir *_*. Espero les guste como continua.

 

Capitulo 7: Tú y yo somos tan diferentes...

 

Shun se mordió los labios con fuerza, estaba caliente, quería de todo en ese momento y el rubio parecía estar muy lejos de corresponder a esa necesidad en su estado. ¿Qué le pasaba? No podía dejar de apegar su nariz a esa piel tan ardorosa e inhalar con todas sus fuerzas ese hedor tan delicioso. Olor a sudor, a calor, a Hyoga.   

 

-...Hyoga...- Le llamó tratando de que le prestara atención. Pero no logró más que obtener algunas palabras balbuceadas al azar... totalmente incomprensibles. Esos labios que se separaban articulando gemidos parecían tan desmedidamente ricos que le hacían palpitar el miembro nuevamente con candor. Al conejo se le hizo agua la boca... un beso... podía besarlo ahora mismo, pero ¡NO!... eso era de maricones, andar besuqueándose con la lengua caliente, la saliva tibia y abundante... eso era de guarros degenerados.

 

-Shun... - Se quejó el rubio, recuperando parcialmente algo de lucidez y apretando el cuerpo desnudo del menor hacia a él nuevamente. Su mano amasó nuevamente una de sus nalgas, apretándola como si quisiera convencerse de que era real.

-Mmm, no... suéltame - Justo aquél agarre, dio en aquella zona resentida por su caída y le quitó algo de su emocionado estado, trayendo de regreso su característico mal humor - ¡Qué  me sueltes puerco!

 

La mano le dejó ir, el frío se sintió en su nalga abandonada, erizándosela por completo y en consecuencia, sintiendo un frío tremendo en toda su piel. Hyoga tenía los ojos abiertos y le miraba fijamente... no supo que decir ante esas intensas pupilas. Levantó sus manos y le cubrió los ojos, escondiéndose  de esa mirada dolida y triste, acusadora.  Se inclinó hacia él con fuerza, en un enfermizo intento por dejarlo ciego con la presión de sus palmas sobre aquellos parpados que ligeramente sostenían unas lágrimas.

 

-¡Maldito maricón!... ¡Te odio! ¡Me das asco! - Lentamente dejó de presionar, y se incorporó en la cama dejando caer hacia atrás las mantas. El rubio no volvió a mirarlo, las pestañas temblaban apretadas sobre la piel dejando escurrir las lágrimas por los costados mientras dejaba escapar un gemido de dolor casi ahogado y se sintió muy mal. Trató de acercarse, con la loca idea de limpiarlas con sus labios, pero no lo hizo. Se dejó caer nuevamente sobre su cuerpo y se frotó sobre él rozando su miembro con él de Hyoga, que sólo comenzó a gemir débilmente mientras alcanzaba su máxima erección.

 

-Gmmmm - Otra vez estaba muy excitado y enloquecido. Frotó sus caderas con las de Hyoga, manoseando su pene tanto que vibró de placer - Hyoga... ha - No podía dejar de masturbarse frenéticamente, con su otra mano alcanzó el miembro más grande y grueso del rubio y lo apretó con fuerza, tratando de sentirlo suyo por completo, lo agitó con fuerza desde la base a la punta, bajándole la piel y acercándose levemente hasta aquel glande rojo de ardor. Abandonó el suyo y lo frotó con ambas manos, escuchado como el otro gemía despacio y se retorcía en movimientos cortos, tratando de controlarse. Ese aroma a sexo le golpeó tan fuerte, que no supo cuando había abierto su boca y engullido prácticamente la mitad de ese pene ya húmedo y rebosante.

 

Lo chupó, lo mascó tiernamente y lo devoró por completo, lo chupo una vez más, no podía dejar de saborearlo, era tan rico que estaba goteando sin siquiera tocarse del sólo placer de tenerlo en su boca. A ratos el histerismo le obligaba a morderlo con cierta intensidad dolorosa para Hyoga, pero volvía a lamerlo y succionarlo con placer al instante, regresándole el alivio. Pronto tuvo lo que inconcientemente quería. Tras un gemido más largo que los demás, un chorro de semen le llenó la boca. No se apartó sin saber que hacer y recibió los siguientes chorritos bebiéndolos rápidamente para no desbordarlo. Se separó consternado una vez que dejó de sentir aquel flujo abundante en su lengua y se incorporó dejando caer un poco por la comisura de sus labios con el corazón palpitándole en total descontrol.

 

Lo miró tendido, sudado, sollozante... tan desamparado. Se acercó a él, acercó las mantas y se cubrió. Los brazos de Hyoga le abrazaron con temor y el se dejó mientras retomaba su propio miembro. Otra vez esa mano en sus nalgas, un dedo que buscaba tímido entre ellas para penetrarle con algo de dolor y se corrió una vez más sintiéndose a continuación  totalmente seco y por fin satisfecho.

 

Lo miró una vez más, aún sus ojos cerrados con fuerza, su boca entreabierta jadeando. Un enorme deseo de besarlo, de hundirse en esa boca, de compartir el sabor que tenía penetrante en su garganta. Ese sabor tan extraño y tan sabroso... que más sabroso sería con esa lengua recorriendo todo a su paso...

 

-Es suficiente... déjame - Le ordenó saciado y confundido a la vez - Suéltame te he dicho.

 

El dedo del ruso salió de su entrada, dándole una sensación de alivio, pero también de vacío. Las manos del afiebrado Hyoga continuaron acariciando sus muslos con suavidad, recuperando el aire y tratando de contener las ganas de gritar, abandonó la piel finalmente... con nostalgia y desesperación restregó su rostro contra la almohada ahogando un grito de frustración. La cabeza le daba vueltas y sentía a leves momentos ganas de vomitar y unas tremendas ganas de sujetarlo y golpearlo con fuerza hasta verle llorar y pedirle perdón, perdón por lo que le estaba haciendo a su corazón, ese corazón que nunca le había entregado a nadie y que venía a dárselo a un desgraciado que le importaba un rábano lo que sintiera.

 

Shun lo observó nervioso. Lucía en verdad mal. Se acostó una vez más a su lado, tratando de limpiar su semen con su ropa interior y cubriendo inmediatamente el cuerpo que comenzaba a temblar descontrolado.

 

-Hyoga... ¿Estás bien? - Le preguntó acercándose a su cuerpo, y abrazándolo por detrás.

-No... - Susurró enfurecido, pero incapaz de decirle en su estado, todo lo que sentía, lo que pensaba... lo arrepentido que estaba de haber pensado alguna vez que ese chico que venía a la granja, era un regalo del cielo para que fuera feliz... de haber compartido ese horrible momento de placer, de haberse corrido mientras le decían que lo despreciaban.

 

Shun le acarició el hombro preocupado. Sabía que ahora no podría detener algún avance que quisiera dar Hyoga con él, porque obviamente, algo le pasaba a su lado, no sabía que mierda era, pero algo le pasaba con el imbécil, maricón y bruto de Hyoga.

 

Lo sintió sollozar y se preocupó recordando que no siguió ninguna de las aparentes instrucciones que la Tía Natasha le había dicho.  Se levantó asustado al comprender que seguramente no tardarían en llegar con un médico y se escurrió de la cama para vestirse nuevamente.

 

Una vez listo miró al rubio que permanecía enroscado a un lado de la cama sin moverse. Remojó uno de los paños y trató de limpiarlo sin tener resistencia de un Hyoga que entreabría lo ojos a ratos mirando hacia el techo. Le tocó la frente y volvió a colocar un paño frío en ella, notando la mirada acuosa del ruso.

 

-Hyoga... ¿Tienes sed? - Le preguntó sirviendo un poco de agua en un vaso y acercándolo a sus labios. Pero él sólo negó girando la cabeza a otro lado y cerrando por completo sus ojos otra vez.

Un ruido le indicó que ya estaban de regreso.

 

-Doctor Camus, estoy muy preocupada, jamás lo había visto así - Decía la madre de Hyoga mientras subían la escalera y una asustada rubia cargaba algunas toallas nuevas que seguro su hermano ya necesitaba.

 

Al entrar, el peliverde se encontraba junto a la cama, sentado en una silla. La Tía le miró agradecida al ver que su pequeño estaba bien atendido y cuidado.  Se levantó de su lugar para dar espacio al doctor que dejó su abrigo un lado y se inclinó al lado de Hyoga.

 

-¿Hyoga, me escuchas? - Le preguntó mientras levantaba sus párpados y le examinaba con una linternilla.

-...- Balbuceó confundido ante la luz tan potente.

-Abre la boca - Le ordenó, y el rubio obedeció. En seguida el hombre sacó su estetoscopio y le examinó el pecho, en diferentes zonas, le ayudó  a inclinarse y le examinó la espalda con dedicación - Es una neumonía... alguien no se ha cuidado bien al parecer.

-¿Es muy grave? - Preguntó la Tía abrazando a Esmeralda que miraba espantada.

-No si le cuidan bien. Le dejaré unos medicamentos, pero necesita comprar esta receta. Reposo absoluto por esta semana hasta que le revisé nuevamente. Manténgalo caliente, mucho líquido también. Tienen que colocarle estas inyecciones de otra forma esto podría complicarse.

-Entiendo Doctor - Suspiró algo más aliviada, pero preocupada de igual forma. Las cosas no estaban precisamente para comprar nada y algo le decía que esas inyecciones serían costosas.

 

 

Shun miraba desde un rincón. Las miradas y las expresiones le decían mucho de lo que estaba pasando. Una vez el Doctor dejó de examinar a Hyoga, le arropó nuevamente acariciándole el cabello.

 

-Te pondrás bien, eres fuerte - Le susurró tiernamente provocando una punzada de molestia en el menor que tiró accidentalmente una taza al suelo al apoyarse descuidadamente en un estante. Camus volteó a mirarlo con intriga cruzando por unos largos segundos la mirada con esas pupilas verdes inquietas y preocupadas.

 

-Estará bien... supongo tu lo cuidarás mucho ¿Verdad? - Le dijo sacudiéndole el cabello al pasar, recibiendo un manotazo brusco del menor que lo miró con odio - ¡Vaya... lo siento! - Se disculpó de inmediato el doctor abandonando su acto de cariño - Vendré pasado mañana a ver como está Señora Natasha - Se despidió el médico sonriéndole a modo de despedida a la Tía y Esmeralda que reemplazaba los paños por los nuevos que había  traído.

 

Pronto hubo un largo silencio, Shun incómodo levantó la mirada para encontrarse con la molesta de la Tía Natasha, se sintió incomodo, ya que hasta ahora nunca le habían mirando así, con pupilas que parecían afiladas como dagas y le despedazaban su fortaleza y presunción. Esmeralda nerviosa le habló a su enfadada madre.

 

-Mamá, yo me quedaré cuidando a Hyoga. Ustedes por favor duerman.

-Hoy Hyoga llegó sin abrigo y empapado, ha ido al pueblo para ayudar a este mocoso que ha tenido la insolencia de tratar mal a Camus quien gentilmente ha venido en forma gratuita a atender a mi hijo y dejarle medicamentos porque le quiere.

-Pero mamá, él se siente extraño en.... - Pero fue interrumpida por su madre.

-No, linda, tu vas a dormir ¿Está bien? Ya escuchaste a Camus, Tu hermano estará bien y quien se quedará a cuidarlo será este mocoso que es el responsable de que mi niño esté mal - Dijo la mujer con tono autoritario. Esmeralda se levantó y besó al rubio en la frente para mirar furibundamente a Shun y abandonar el cuarto.

 

El peliverde la miró desafiante. Sospechaba o imaginaba de qué había ido esa conversación y no le parecía nada bien. Si él se quedaba cuidando al rubio era porque quería,  no porque le obligaban. Se removió incomodo y miró por la ventanilla como  a lo lejos se alejaba un auto viejo por el camino que supuso sería del doctor.

 

-Tu... escuincle sin respeto, ven aquí - Lo llamó la Tía Natasha acomodando los cojines en la cama de su hijo para dejarle más cómodo. El rubio pestañeó inquieto pero se mantuvo en el sopor de su fiebre de forma ausente.

-No qui-quiero - Reclamó nervioso estrechando su espalda al mueble donde estaba apoyado.

-¡Qué vengas te he dicho! - Subió el tono de voz la mujer acercándose a él y agarrándole de la oreja para llevarle hasta donde estaba la fuente con agua - Vas a cuidar a mi hijo, porque sino, te dejaré congelándote el culo toda la noche allá afuera y no dudes que lo haré.

 

Shun la miró asustado y tratando de alzarse en puntillas para disminuir el jalón de oreja al que le estaban sometiendo y vaya que si dolía. No había entendido ni una sola palabra, pero por la forma en que se las decía, no podía ser algo bueno. Finalmente la Tía le soltó y fue hasta la cama para  acariciar la cabeza de Hyoga con cariño y finalmente apuntar al rostro del menor como advertencia, dejando el cuarto rumbo al suyo.

 

-Vaya mierda, ahora resulta que tengo que cuidar de ti porque la vieja fea me lo dice - Murmuró molesto, sin dejar en claro que su verdadero malestar era porque le forzaron y no por quedarse con él, a su lado. Hyoga se giró hacia un lado de la cama y dejó caer el paño de su frente. Shun se acercó para acomodarlo pero el rubio le alejó con fuerza.

 

-No me toques - Le murmuró para a continuación cubrirse hasta arriba con las mantas.

 

Shun rezongó molesto pensando que su actitud se debía a las molestias de la enfermedad y se metió a la cama para abrigarse, desde que había abandonado el calor de su cuerpo, había estado congelado y añorando volver a estar cerca de él.  Se quitó la ropa una vez más y trató de acomodarse  rebuscando las zonas más calientes de la cama sin tener éxito. Por fin se dio por vencido y se abrazó así mismo haciéndose una bolita, tampoco iba a rogarle después de que le dijo que no le tocara el muy estúpido. Finalmente el sueño le ganó y se quedó dormido lo más cerca de la espalda de Hyoga que logró estar.

 

Pasó un rato en que el ruso no pudo conciliar el sueño a causa del malestar y se volteó al lado de Shun cuando notó que su respiración había tomado el ritmo característico de quien duerme. El pequeño dormía profundamente, pero con incomodidad, tal parecía que estaba pasando frío. Sintió unas enormes ganas de acurrucarlo como en aquella noche de tormenta y besarle a escondidas el cabello.

 

Recordó el tacto de su piel, el momento en que lo tuvo desnudo sobre su cuerpo... esas curvas tan suaves, esos músculos incipientes y delineados sutilmente en su abdomen, ese aroma que desprendía todo ese cuerpecito bello, los pezones rosados y tersos, las nalgas mullidas y acogedoras, sus brazos y piernas largos y delgados, los muslos calientes y esa espalda tan perfecta. Así dormido, parecía angelical, pero no lo era, todo era un engaño. Tras ese rostro había una arpía malvada, sin corazón, que no le quería en lo más mínimo. Sin embargo también recordaba lo que había pasado con la fundación...

 

-¡Ho Hyoga! ¡Esos pobres niños! - Susurró tapando su rostro con las manos - Esos niños tan... tan solos

 

Alguien que ayudaba de esa forma a los niños, no podía ser malo, pero entonces... ¿Por qué era así con él?... ¿Era quizás porque él era muy poca cosa para pretender un poco de su cariño? El era sólo un simple pastor de renos, que no había podido seguir estudiando ni tenía dinero para comprarle cosas lindas... probablemente... aún cuando él nunca se lo había preguntado así mismo... probablemente, no era muy apuesto ni del tipo del peliverde, que al parecer... detestaba siquiera imaginar algo con él. Todos esos contactos pasados fueron acompañados de desprecio... el menor simplemente se había sacado la calentura con él que tontamente pretendía un pedacito de su corazón...

 

-¿Pero qué estoy pensando? - Dijo al aire, mientras inevitablemente su mano buscaba acariciar la mejilla del menor - No soy una chiquilla enamorada de un príncipe, debería tener algo más de orgullo y aceptar que... nada puede pasar contigo Shun. Tú y yo somos tan diferentes, demasiado.

 

Suspiró cansado y pasó su mano por su frente que al parecer había perdido ese calor tan intenso de la enfermedad o era que el dolor que sentía dentro de su pecho, superaba cualquier otro malestar. Cerró sus ojos una vez más y se dejó ir lentamente en el sueño, sin darse cuenta que poco a poco, el cuerpo de Shun se apegaba a su espalda con delicadeza, abrigándole inconcientemente y arropándolo con el calor de su cuerpo.

 

Notas finales: Continuará...

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