Pasillos desiertos y oscuros, silenciosos. Le dolía el cuerpo, pero aún más le dolía el alma. ¿Por qué lo hacía sufrir tanto? Eso era algo que nadie podía responderle.
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Amaba el silencio, le devolvía la seguridad que conocía, sentirse en soledad. Eso era todo lo que sabía, estar feliz lo hacía sentirse inseguro.
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Entre la oscuridad y sus problemas, ninguno vio a la persona que venía de frente. Dos cuerpos chocaron.
El dolor en su cuerpo no le permitió mantener el equilibrio y cayó sentado en el frío piso.
Vio a la otra persona hacer una mueca de dolor al caer, y ofreció su mano para ponerse de pie.
Rechazó la oferta y, haciendo uso de la poca fuerza que le quedaba esa noche, se puso de pie, dándose cuenta de que el otro no paso desapercibido su esfuerzo para realizar una tarea tan sencilla, después de todo, el golpe no había sido tan fuerte.
- No podés ver por dónde caminás?
- Lo siento no te vi
Ese no era el Draco que Harry conocía, su apariencia era normal, excepto por las manchas rojas en los puños de la camisa que asomaban debajo de las mangas de la túnica, pero lo que realmente le extrañaba al morocho, era la forma en la que actuaba, su voz no arrastraba las palabras, mas bien sonaba pastosa, no le dirigía miradas desafiantes, de hecho intentaba esconder su rostro a toda costa, ni siquiera hizo ademán de sacar la varita cuando el llevó su mano al bolsillo.
- Malfoy…? estás bien…?-preguntó con algo de miedo por la respuesta
Pero no la hubo, el rubio simplemente estaba allí, parado, mirando fijamente el suelo y temblando ligeramente. El cabello platinado le cubría el rostro, por lo que Harry no podía ver sus ojos.
El moreno se acercó lentamente, pero Draco retrocedió algunos pasos, en un rápido movimiento el rubio había sacado su varita, pero Harry fue más ligero y lo acorraló contra la pared, golpeando la espalda contra la piedra, provocando que el otro gimiera de dolor, pero continuaba sin levantar el rostro.
- Vas a matarme Potter? Tal vez eso sea lo mejor, así ya no tengo que vivir más ésta pesadilla…
Harry llevó su mano hasta a barbilla del rubio y le levantó la cabeza, pero se lamentó de haberlo hecho, porque lo que vio lo aterró: el perfecto rostro de Draco se encontraba lleno de cortes que aún sangraban, manchando el cuello de su camisa blanca; sus ojos estaban rojos e hinchados por el llanto; sus labios también demostraban cortes. En el cuello se podían ver marcas de mordidas. Nuevas lágrimas caían de los ojos grises, mezclándose con la sangre.
- Quien…?- comenzó a preguntar, pero su voz se quebró
¿Quien podría haberle hecho aquello? Harry no podía entender quién era capaz de ultrajar algo tan hermoso como lo era aquel chico. Sintió un vacío en el estómago y ganas de matar a aquel animal que lastimó a su ángel.
Sintió dolor, náuseas, furia…abrazó a aquel chico que sólo se dejó hacer, escondiendo el rostro herido en el cuello de aquel que se prestaba como su sostén.
- Vamos…-dijo el morocho alzando con cuidado al rubio, intentando no hacerle más daño del que podía llegar a tener.
- A dónde me llevas Potter? Soltame! Tengo que ir a mi casa…
- No voy a permitirte que te vallas así, voy a curarte- continuaba caminando haciendo caso omiso a las protestas de Draco, después de todo ya no le quedaban casi fuerzas para pelear
Llegó a la sala multipropósito, aquella que conocía tan bien desde su quinto año. Entró y acomodó a Draco en la cama que había pedido.
Con cuidado le quitó los zapatos y las medias, la túnica, y vio que la camisa tenía demasiadas manchas de sangre.
- Draco quien fue? Quien te hizo esto?- preguntó mientras desprendía los botones de la camisa, descubriendo un tórax cubierto de cortes.
- No interesa quien fue, él ya no podrá hacerme daño, no más- respondió seguro
Harry respetó el silencio del rubio, y sólo se dedicó a desvestirlo sin que el otro opusiera resistencia.
Le quitaba la ropa delicadamente, casi con adoración, sabiendo que, con cualquier movimiento en falso, se podría romper.
Cada vez que sacaba una prenda, el nudo en su garganta se apretaba más, viendo el estado en que se encontraba aquel cuerpo.
Déjame entrar en tu alma
Déjame entrar en tu vida
Déjame estar en las cosas buenas y malas que tiene tu mundo
Déjame que te acompañe a lo mejor a desahogar esa pena en el corazón
Y que el nudo en tu garganta
Se valla por la mañana
Las manos del rubio tomaron las suyas, frenando la tarea de desvestirlo, y Harry tuvo miedo del por qué.
No preguntó, simplemente destapó un frasco, y se dedicó a cubrir con el líquido delicadamente cada una de las heridas en aquella piel de porcelana
Déjame entrar en tus dudas
Y que jueguen con las mías
Déjame entrar en tus sombras
Que se fundan con las mías
Déjame que te lo diga en soledad
Yo muero cuando te veo a ti llorar
Y que si tu alma está triste
Muy triste estará la mía
Poco a poco las heridas se cerraron, dejando sólo una pequeña cicatriz, que, con el tiempo, desaparecería.
Déjame ser la voz que grita cuando los traidores callan
Déjame estar a tus orillas
Ser la silla que te aguanta
Déjame ser de tus sonrisas
Cuando miras
La que brilla
- Ellos me entregaron- dijo susurrando el rubio cuando Harry se sentó a su lado- Parkinson, Zabini, Crabbe y Goyle le dijeron a mi padre que no quiero ser mortífago. …l me mandó a llamar, y me entregó al Lord. Pero dijo que no era lo suficientemente bueno para entrar en sus filas, sólo me quiere en su cama. Pero no lo voy a permitir, no van a salirse con la suya.
El nudo en la garganta de Harry se entendió hasta su estómago, y cada vez se apretaba más.
Déjame entrar en tu miedo
Déjame ser tu confianza
Déjame ser la balanza que equilibra tus angustias
Déjame ser tu guarida frente al mar
Déjame ser la tristeza que se va
Déjame ser la alegría que ponga luz a tu vida
El morocho simplemente lo abrazó, demostrándole en ese abrazo que siempre, pasara lo que pasara estaría a su lado, y no permitiría que nadie lo vuelva a dañar.
- Te amo- fue todo lo que salió de sus labios, pero el rubio ya se había dormido
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Caminaba por los jardines, hacía frío, pero no era suficiente para detenerlo. Llegó hasta el lago, y lentamente se fue adentrando, el agua helada le dormía las piernas, y sintió que lo jalaban hacia abajo. El era un tesoro y las criaturas submarinas lo querían como su Dios, eso lo sabía. Una vez que lo tomaran, jamás lo dejarían ir, y, aún así, les dio el gusto. Su cuerpo fue su ofrenda para aquellos que le quitarían el dolor de seguir viviendo en esa pesadilla que siempre fue su vida.
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Despertó sólo, el rubio no se encontraba allí, pero sí su ropa. Se levantó, temiendo lo peor. Lo buscó por todo el castillo, pero no lo encontró.
Lagrimas comenzaron a caer de sus ojos, cómo pudo haber sido tan idiota? Porque no se quedó despierto?
Salió a los jardines, el frío aire de la mañana le golpeó el rostro, pero el sentir la piel entumecida no dolió tanto como ver la mata de cabellos rubios flotando dentro del agua del lgo. Mientras corría las palabras de Draco sonaban en su cabeza.
“No interesa quien fue, él ya no podrá hacerme daño, no más”
“dijo que no era lo suficientemente bueno para entrar en sus filas, sólo me quiere en su cama. Pero no lo voy a permitir, no van a salirse con la suya.”
Llegó hasta la orilla del agua, pero se dio cuenta que lo que había visto sólo era un reflejo. Draco quiso que el, y sólo él supiera dónde había perdido su último aliento.
Miró al cielo, una tormenta gris como sus ojos se acercaba, y Harry sonrió.
- No más, mi amor- susurró, viendo cómo algunas burbujas subían a la superficie.
“Gracias” fue lo que Harry quiso creer que le decía.
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