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Desesperante Adicción por Etnol

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Notas del fanfic:

 

Un fic en el que relato de cómo sentí la preparatoria. Y en el cómo se deben superar los obstáculos en esos años tan preciados. Aunque de ello se cometan muchos errores.

 

 

Notas del capitulo:

 

Aquí el primer cap de una larga serie de sucesos...

I - Prefacio.

Todo lo que sueña un joven de dieciséis años es divertirse y creer que siempre será joven. Así lo pensaba yo. Ciertamente me cuesta trabajo entender a las personas, incluso a las personas más cercanas a mí, quizá por eso siempre me dirán que soy…

—Cruel. Eres muy cruel, ¿sabías?

En uno de mis tantos sábados por la noche, ese sábado había salido a cenar con la persona que menos quería ver en esos momentos. Ambos estábamos sentados en una mesa para dos, con los menús en la mano. Yo simplemente no quería pedir nada. Prefería la comida normal a esa clase de comida cara.

—¡Y tú que sabes!

—Te he traído a este lujoso restaurante para que comas de lo más delicioso ¡y me menosprecias! –decía con su fingida voz de aflicción. Pero me importaba en absoluto.

—Me trajiste a un lugar en el que me siento completamente incómodo, debes saber que a mí no me gustan esta clase de lugares. El que tú los frecuentes es porque ya eres adulto-. Y sí que lo era. Más que yo, obviamente. Su elegancia al vestir, al hablar… me dejaba muy atrás.

Mi cabello pasaba poco más de los hombros y siempre estaba hecho un desastre, estatura más baja que la mayoría de mi grupo en la escuela. Sobre todo, mi tono de piel era el de un pálido, y mi cabello y ojos oscuros. No resaltaba para nada. A diferencia de él, quien su estatura era mucho más alta que la mía. Su cabello castaño claro y ojos marrón, con una piel igual de blanca pero que poseía un brillo especial. Simplemente él era especial.

—No te preocupes, ya te acostumbrarás- me dijo con una sonrisa. No me disgustaba que tratara de consentirme, sin embargo yo sabía cuál era la verdadera razón de esa ocasión.

—No te hagas el tonto. Como si no te conociera…

—¡Ah! Aquí viene el mesero —me interrumpió. Pidió la especialidad del chef, una clase de ensalada con mariscos raros, y de postre un cake envinado. Y yo pedí lo mismo que él. Después de todo no me apetecía nada y me daba igual comer cualquier cosa.

Cuando ya íbamos terminando de comer el plato fuerte, sabía que le entraría la necesidad de conversar. Eso sí me disgustaba.

—Mañana comienzas nuevo curso en la escuela, ¿no? Esta vez debes poner todo tu empeño por mejorar tus notas —y con ese horrible tono paterno, me desquiciaba más.

—Sí —respondí desinteresado, haciéndole entender que no quería hablar de nada más.

—Ah… —suspiró él—. Con esa actitud jamás conseguirás novia.

—No te importa. Además, ¿no me habrás invitado a este lugar porque alguien te habrá cancelado la cita? No me sorprendería. Con lo exasperante que eres…

—Eso tampoco te importa- contestó muy serio, tomando su copa de vino— ¿y sabes? Esta noche, cuando te deje durmiendo en tu camita, yo todavía saldré a divertirme hasta muy tarde, como todo joven adulto que disfruta bien de la vida. No como el mocoso que debe descansar para al día siguiente levantarse e ir al colegio.

Bien. No pude responder a eso. Sólo quería que me llevara a casa y que él se largara a donde quisiera, pero que no me molestara más. Últimamente me parecía muy incómodo salir con él.

Más tarde, me había dejado en casa como prometió, y desde luego, también era su responsabilidad. Salí del coche y me disponía a abrir la verja, cuando le escuché otra vez:

—Ariel… —ese nombre. Sólo toleraba que pocos me llamaran por ese nombre, y eso le incluía a él. Me quedé de espaldas. “Lo que vayas a decir, dilo ya”, pensé. Pero no pronunció nada más y enseguida aceleró el coche para marcharse. Nunca se despedía bien de mí.

A la mañana siguiente me levanté con la mayor pereza del mundo. Luego de dos meses y medio durmiendo largas horas, levantarse nuevamente temprano resultaba un fastidio. Bajé a la cocina para desayunar algo rápido. Mi madre estaba ahí preparando café y algo de jugo para mí.

—¡Corazón! Me sorprende que despertaras al primer timbrazo de tu despertador. No cabe duda que ya estás madurando —me sonrió satisfecha—. Perdón que te dejé anoche, tuve que trabajar. Pero dime, ¿Te divertiste con Iván?

—No. Me llevó a un horrible restaurante en el que me hizo sentir como un bicho raro.

—No digas eso, cariño. Él no lo hace con esa intención.

—Y aún así me molesta —le contesté sin mirarla fijamente. Hablar tanto de Iván y lo que hicimos me había aburrido en esos momentos.

—Recuerda que es tu hermano y te quiere mucho —al decir eso, volví a mirarle. Es verdad. Él era mi hermano, y tal vez fuera eso lo que realmente me molestaba.

—¡Ah! ¡Ya es tarde! Apresúrate a comer o no llegarás a tiempo. Yo me retiro. Nos vemos hasta la noche, cariño —y despidiéndose me lanzó un beso.

Salí mucho después que mi madre saliera. No me importaba tener retardos desde el primer día, así que me tomé mi tiempo antes de llegar al Instituto.

“Quizá este año no sea tan tormentoso como el anterior”, pensé recordando el primer año de preparatoria. Ese año había sido el más conflictivo que yo había tenido en toda mi vida escolar y esperaba no se repitiera.

Notas finales:

 

Trataré de actualizar tan rápido como pueda.


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