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Bajo la Sombra de una Iglesia por Supa_Mame

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La tarde de ese día le sabía amarga a cualquiera que supiese las injusticias que se cometían día con día en Amestris bajo el cargo de la milicia y su injusto coronel. Riza Hawkeye había abandonado aquella mañana la milicia, estaba molesta con los "pequeños" arreglos que hacía el nuevo coronel que para su opinión tenía más aire en la cabeza que cerebro.

Había decidido tomarse el día y relajarse un poco mientras su mente ingeniaba la manera de ayudar a sus amigos en manos de los militares.

 

Riza vestía de civil, su cabello largo sobre sus hombros delicados, portaba una falda de tela fina color negra que le llegaba hasta las rodillas y un suéter de cuello de tortuga color azul oscuro la cubría del frío de aquella tarde.

Paseaba su mirada por los puestos de frutas pero su semblante no abandonaba el serio que siempre llevaba consigo, y más en esos momentos que inconscientemente estaba tensa...

 

Unas pisadas características de cierta armadura se escuchaban con fuerza por las calles de aquel pequeño callejón en donde los puestos de fruta, trastes de barro, entre otras cosas se ponían para vender.

Alphonse corría sin tener mucho cuidado con lo que pasaba a su lado, estaba un poco alterado y saber que la seguridad de su hermano peligraba no ayudaba en nada a sus nervios.

Fue cuando la vio, una cabellera larga y bien cuidada relucía entre las demás.

-¡Teniente Riza! -soltó la voz infantil de Al, alzando su brazo enorme para que la chica pudiera verle.

 

La ya mencionada teniente parpadeó varias veces para después mirar por encima de su hombro y mirar a Alphonse, el hermano de Edward, que corría entre la multitud hacía ella.

-¿Alphonse?- Preguntó la mujer al voltearse completamente a la dirección en la que venía el chico y mirarle con escepticismo.

 

-¡Teniente! ¡Mi hermano, me dijeron que había sido encerrado, necesito verle, por favor! -pedía el chico, cerrando sus manos en puño, frente a su pecho de metal y mirando a la rubia con suplica reflejada en la brillantes de su alma -Leí en periódicos que ha habido muchos cambios aquí, pero...

Se quedó callado sin saber como empezar, su preocupación de hermano le estaba matando.

 

-¡Ven!- Soltó la rubia sin avisarle al chico de armadura y tomándole de la mano para llevárselo, a paso rápido, a uno de los callejones sin salida de aquellas calles poco transitadas.

 

Al sudó una enorme gota al ser arrastrado por la rubia seria, con varios espectadores de por medio ante la escena.

Una vez en el callejón, Alphonse miró a todas direcciones, extrañado ante la conducta de Hawkeye.

-¿Qué sucede, teniente? ¿Por qué estamos aquí?

 

-¿Qué es lo que te pasa, Alphonse?- Le preguntó la rubia cuando el chico apenas y acababa de hablar. Riza lucía algo alterada y le preocupación sobraba en su rostro.

-¿Por qué se te ocurre salir a las calles cuando están las cosas así de difíciles en Central?

 

-Por lo mismo que están difíciles, mi hermano me necesita -rogó el chico viendo a Riza con suplica -Me dijo la hermana Celia que mi hermano y el coronel fueron a prisión y yo tengo que ir a sacarlos, mi sobrino... Ben... está muy mal...-bajó la mirada esperando comprensión de la chica -Necesita de mi hermano y yo necesito ver que está bien...

 

-Pero Al, ¿qué tal si te arrestan a ti también?- Preguntaba la de ojos ámbar mientras tomaba del brazo al menor frente a ella. -Por tu cuerpo y el estado de tu alma son algo que la milicia desconoce y son capaces de llevarte a un laboratorio para investigar contigo, Edward jamás se lo perdonaría si llegase a suceder...

 

Alphonse calló cualquier excusa que pudiera salir de su alma, bajando la mirada con tristeza y una impotencia enorme en su pecho.

-Pero mi hermano...-susurró apretando sus puños con fuerza, sin medirlo, ni razonarlo, golpeó la pared cercana, dejando un hueco enorme -Hermano...

¿Solo le quedaba esperar?... ver que pasaba.... ¡Sin hacer nada!

 

Tosía, tosía con fuerza mientras sus ojos se cerraban con fuerza al sentir como las cenizas y el humo golpeaba su rostro.

-¿¡R-Roy!?- Llamaba el rubio al levantar un poco su rostro e intentando ver a través de aquel humo cegador que no le dejaba ni mirar a más allá de su propia nariz ni respirar cómodamente. -¡Contéstame! ¡Roy!

¿Por qué Mustang no le contestaba? Temía que algo le hubiese pasado...

 

Barullo de los presos y gritos se escuchaban con fuerza, así como pasos de botas corriendo y acercándose hacia las celdas, mientras que se escuchaban el cargar de armas y las órdenes de vigilar a los reos que no se hayan escapado.

Pero de Mustang nada de sabía, y el molesto humo no se disipaba.

 

-¡¿Roy!? ¡¿Dónde estás?! ¡Contéstame!- Pedía el rubio que caminaba entre el humo hacia delante en busca del pelinegro que no le contestaba. Con cada paso que daba, sentía como su piel se sentía más caliente pero... ¡tenía que acercarse! ¡¿Por qué Roy no le contestaba?! ¡Estaba consternado!

 

Se detuvo varios segundos mientras un ataque de tos le atrapó al inhalar mucho humo de aquel lugar.

 

Se lanzó sobre el alquimista que se ahogaba del humo y antes de que ambos cayeran al suelo, se dio un poco la vuelta para que Edward no se lastimara en la caída.

Se quejó un poco al recibir el golpe de lleno en su hombro lastimado, más no dijo nada, solo un discreto gruñido.

-¿No se te entrenó para campos como estos? -bromeó Roy refiriéndose al modo de andar cuando el exceso de humo agobiaba. La frente del pelinegro sangraba.

 

-Yo solo soy un simple alquimista...-Soltó Edward quien tosía unas últimas dos veces para después mirar al coronel sobre el cual estaba. Se había alegrado al notar que Mustang había salido sano y salvo de aquella explosión pero... una sustancia roja que caía de la sien del moreno, lo hizo realizar lo contrario. -¡Estás sangrando!

 

-¿Estos? -preguntó tocando su frente, frunciendo el cejo ante la molestia -No es nada, he tenido heridas peores -presumió, más el grito de soldados, entre ordenes y demás, alertó a Mustang -Tenemos que darnos prisa, creo que llamamos mucho la atención -soltó quitando a Edward de encima de él con cuidado y enderezándose en el acto -¿Puedes andar?

 

-Yo... si...- Contestó el rubio quien miraba sus manos y fruncía el cejo, aquellas esposas si que le privaban de muchas cosas. Levantó su vista e intentó pararse, no quería ser un estorbo para Mustang. Tenia que ser fuerte y, sobretodo, mostrar su carácter valiente y audaz que ameritaba la situación en la que estaban.

 

Roy le miró inquisitivamente, para después tomar la mano de Edward con suavidad, atrayéndolo hacia él con cuidado.

-No quiero que te fuerces de más, Acero -soltó Mustang afilando la mirada -Ni que me ocultes las cosas... -pidió ahora, no quería llegar a la salida con un Edward más arrastrado que en pie,

 

-Un simple dolor en las piernas no va a matarme, coronel.- Fue lo que Edward dijo al sentir las tibias manos del moreno sobre las suyas y observando la forma que el otro le miraba.

 

Siguió callado, más enseguida asintió a las palabras de Edward, parándose él también, sintiendo su hombro doler, sin embargo, ni un solo gesto de dolos se vio.

-Tenemos que salir de aquí... el humo pronto se va a disipar -avisó tomando de la mano a Edward y acercándolo hacia él -No quiero que te separes de mí y tapa tu boca con la túnica -ordenó, sin ver a Edward, ya que estaba muy concentrado en intentar ver entre tanto humo.

 

Un brillo envolvió las manos del alquimista y aquellas esposas desaparecieron de sus muñecas, dejándolas libres y con la movilidad perfecta para poder escapar con el coronel. -Si tan solo hubiera pensado en esto antes...-Susurró el chico aferrado de su mano humana con la de Mustang y la otra utilizándola para cubrirse su nariz con la manga de su túnica.

 

Roy no escuchó el último comentario de Edward y siendo muy ágil, empezó a escabullirse con el alquimista de Acero tras él, en busca de la salida en aquel lugar.

Varias quejas de reos se escuchaban, queriendo salir de la cárcel, cosa que no les había ayudado en nada a los presos.

 

Edward miraba a su alrededor con sus ojos entrecerrados y a la velocidad con la que Roy le arrastraba fuera de allí. Le ardían sus piernas, sentía como sus heridas, sobre todo las causadas por la violación del día anterior, se abrían nuevamente causando que olas de dolor recorrieran las piernas del alquimista que había comenzado a caminar torpemente.

‘Tranquilo...', se pedía a si mismo mientras apretaba sus ojos cerrados y se mordía con fuerza el labio inferior. -‘Ya saldremos de aquí...'

 

-¡Vaya, vaya! -gritó una voz prepotente y llena de resentimiento. Roy tuvo que detener su carrera hacia las escaleras que daban a la salida y casi por instinto, tapó a Ed con su cuerpo y afiló la mirada con furia.

El humo ya había casi desaparecido, dejando entre ver la silueta de Archer, altanera y detrás de éste un hombre corpulento y de apariencia estúpida, tenía varios signos de alquimia por los brazos.

-Con que planeaban escapar.

 

Edward frunció el ceño al asomarse por detrás del coronel y poner sus ojos sobre aquel coronel y el hombre tras él. Tenía su alquimia de vuelta, por eso no se preocupaba... podría hacer puré a aquel tipo pero... ¿Y Roy...?

 

-¿No les bastó sacrificar a su hijo, aún pretenden huir? -preguntó negando con suavidad y encogiéndose de hombros -¿Ahora a quien quieres dar en lugar de tu propia vida, Acero? -preguntó ignorando por completo a Roy, ya que era al rubio a quien quería.

 

-¡A nadie, Archer!- Contestó el alquimista menor quien lucía completamente enfadado y con unas tremendas ganas de abofetear a aquel hombre que se había encargado de deshacerse de sus sueños y los de Mustang. -¡Nadie más va a morir a causa mía!- Gritó al apretar sus puños y tomándose más con fuerza de la mano de Roy.

 

-Claro, con la vida de tu bebé tienes, verdad -dijo con cizaña en la voz, mientras se tocaba su barbilla con su mano de modo manda más.

Roy sostuvo con más fuerza la mano de Edward, indicándole con ello que se callara, mejor dejar hablar a Archer.

 

Edward miró al coronel y apretó sus dientes para así desviar su mirada. Odiaba quedarse con las palabras en la boca y, sobre todo, odiaba sentir aquella impotencia en todo su ser.

 

-Ya me tienen harto los dos -dijo entre dientes, viendo con puro odio a Roy, sus dientes rechinaron al estar apretados contra su boca -Si pretendían escapar yo mismo me encargaré de que la única manera sea muertos -soltó mientras afilaba la mirada y sus ojos se dilataban en aquel momento.

-¡Atácalos! -gritó Archer hacia el hombre corpulento que solo estrelló sus enormes manos contra las paredes a sus lados y enormes rayos amarillos corrieron a gran velocidad hacia el coronel y alquimista.

Roy abrió sus ojos en sorpresa ante esto.

 

-¡Roy!- Gritó Edward juntando sus palmas y activando su propia alquimia con la que rápidamente se arrodilló y, tocando el suelo, dos barreras enormes aparecieron una de cada lado de los alquimistas, protegiéndolos de aquellos rayos que tenían intención de lastimarlos.

 

Una explosión leve fue provocada por los rayos que se estrellaron contra las paredes, nuevamente el humo se hizo presente. Archer frunció el cejo frustración.

El humo se disipó casi enseguida, dejando ver dos barreras hechas de concreto completamente destruidas y Roy Mustang cubriendo a Edward bajo su cuerpo, con su espalda llena de pequeñas piedras.

-Buen trabajo, Acero -felicitó Roy separándose ligeramente de Edward -Pensaste muy rápido...

 

Edward lo miró y una sonrisa, por aquellas palabras, no tardó en aparecer en sus labios. -No quiero que te lastimen...- Admitió el rubio sujetándose de los brazos del ex coronel de Amestris.

 

Roy suavizó la mirada y acarició la mejilla de Edward con ternura, sintiendo la piel tersa del rubio.

Archer sintió su coraje envolverle -¡¿Qué estás esperando?! ¡Atácalos! -gritó enojado el nuevo coronel. El hombre gruñó en respuesta y otro signo de alquimia se activó en sus brazos, ahora sacando una enorme raíz verde de la tierra, justo detrás de Edward, la cual sujetó al chico con pequeñas ramas que salieron de ésta, agarrando pies y muñecas, pegando el cuerpo pequeño contra la rama.

 

El rubio sintió como era alejado del pelinegro y como aquellas ramas le envolvían sus extremidades.

-¡Suéltame!- Gritó el rubio intentando romper el agarre, con movimientos bruscos, que aquellas ramas tenían en sus muñecas. -¡Bájame!

 

-¡Acero! -gritó al ver al rubio atado, con rapidez intentó quitar aquellas ataduras de las muñecas de Edward, pero muy a penas podía agarrarlas, se le resbalaban en los dedos -¡Desgraciado, suéltalo! -demandaba Mustang, viendo con odio a Archer, que solo sonreía a su modo.

-Ataca al chico -sentenció el coronel, el hombre volvió a gruñir y nuevamente el signo del rayo se activó, repitiendo la misma acción, solo que desde abajo, en dirección a Edward.

 

Edward abrió sus orbes doradas ampliamente del terror que aquellas palabras, y el ataque que se dirigía hacia él, le provocaban. -¡No!- Gritó el chico forcejeando con toda sus fuerzas contra aquel agarre en sus muñecas.

 

Un fuerte destello fue lo que se vio en ese momento, mientras que los rayos envolvían el cuerpo del alquimista. Archer sonrió con veneno al ver como el cuerpo de Mustang era herido por aquel ataque.

-¡¡Aaargh!! -Roy se había interpuesto en aquel golpe dirigido al alquimista de acero.

-Es un idiota -murmuró sin ser escuchado. Los rayos cesaron y Roy cayó de rodillas al suelo, ligeras cortinas de humo salían del cuerpo lastimado del ex-coronel.

 

-¡¡ROY!!- Gritó el rubio sujetado por aquellas ramas al ver como la persona que más quería era lastimada ante sus ojos. Sus puños se habían cerrado con fuerza ante la impotencia de ver como el dolor de Mustang se sentía tan suyo...

-¡Eres un tonto! ¡¿P-por qué dejaste que te lastimaran?!- Decía el rubio asustado por el ataque recibido por Mustang.

 

-Ya... ya te lo había dicho...-susurró con un hilo de voz -No dejaré que te lastimen -levantó su mirada y le sonrió de modo orgulloso al rubio atado.

 

Las cejas del rubio se encorvaron hacia arriba al oír tales palabras que no tardaron en provocar que la impotencia se mostrara en la cara del chico. -¡P-pero no me gusta que te lastimen!- Decía el rubio mirando al coronel en el suelo y sintiendo un nudo formarse en su garganta para después mirar a Archer y al hombre a su lado. -¡¡Suéltenme, maldita sea!!

 

-Eres un iluso, Mustang -soltó Archer cruzando sus brazos en su pecho -Atácalo otra vez -ordenó de nueva cuenta el pelinegro, el alquimista miró algo sorprendido a su nuevo coronel, y sin poder rehusarse a sus órdenes volvió a atacar. Roy volteó con lentitud hacia su agresor y se paró de nueva cuenta, para proteger a Edward, recibiendo nuevamente todo el daño.

-¡¡Aaargh! -un gran destello rodeó a Roy.

 

-¡¡BASTA!!- Gritaba Edward sintiendo como lágrimas cristalinas se formaban en la comisura de sus orbes dorados. -¡¡NO LO LASTIMEN!!

¿¡Qué demonios podía hacer él para impedir que lastimaran a Roy?! ¡Estaba atado y se le era imposible si quiera mover sus brazos y piernas! Era tanta la impotencia que Edward recurrió a morder aquellas ramas en esperanza de romperlas y así liberarse.

 

Uno, tras otro eran los ataques que Roy recibía de lleno en su espalda, y cada uno acompañado de un grito desgarrados de Mustang, quien ahora escupía sangre de la boca, más en ningún momento permitió que aquellos rayos le dieran a Edward.

Después de lo que él esperaba fuera el último ataque, cayó de rodillas, con la cabeza inclinada hacia arriba, sintiendo como la sangre de su labio bajaba también por su cuello, los ojos de Roy apenas y estaban abiertos.

Archer miraba con ojos dilatados y llenos de gozo y jubilo el estado de Roy.

 

-¡¡DÉJENLO!! ¡¡DETENGANSE!! ¡¡ROY!!- Gritaba el rubio que desde minutos atrás había comenzado a llorar con fuerza y terror por el maltrato que recibía Roy y todo por su culpa. -¡POR FAVOR! ¡DÉJENLO YA! ¡YA!

 

Los sollozos del rubio cada vez eran más fuertes y desesperado al notar que él no podía hacer nada para proteger a Roy. Su cuerpo había comenzado a temblar de la incapacidad de hacer algo para proteger al pelinegro y sus lágrimas cristalinas humedecían desde sus mejillas hasta el suelo debajo de él.

 

El alquimista que atacaba su antiguo coronel, miraba con pena a ambos alquimistas, sintiéndose en verdad mal por lo que hacía, pero... si no hacia caso, le matarían.

-Atácalo otra vez, parece que el ya no puede mantenerse en pie -soltó como si aquello fuera un gran logro.

-Creo que ya tiene suficiente, señor -se atrevió a decir el hombre de apariencia estúpida. Archer le miró con odio.

-¡Eso es algo que yo decido! ¡Ahora atácalo! -señaló Archer hacia Roy, quien nuevamente intentaba ponerse en pie para cubrir el ataque y que Edward no saliera lastimado. Colocó sus dos manos a cada lado de la cabeza de Edward, su respiración entrecortada y débil, era la clara evidencia de que no podría soportar otro ataque más... sin embargo, ahí seguía...

 

-¡P-por favor quítate...!- Pedía el rubio hecho un mar de lágrimas al mirar como Roy prácticamente se estaba sacrificando por él. -U-un ataque no me matará... p-por favor, Roy... hazte a un lado...

 

Negó despacio ante las suplicas de Edward. Otro rayo fue dado justo en la espalda de Roy, más este fue un tanto débil a comparación de los otros y solo logró sacar una pequeña queja de los labios del pelinegro.

-No me importa lo que me pase a mí...-susurró, y con cada palabra, gotas de sangre caían de sus labios -Pero... no dejaré que te dañen... no otra vez... -pasó una mano por la mejilla de Ed, intentando limpiarla con debilidad.

 

Los labios del rubio temblaron ligeramente cuando más y más lágrimas bañaban el rostro que Roy intentaba limpiar. -Roy... te a-amo...- Susurró el rubio cuyos sollozos se le escapaban de sus labios entre abiertos.

 

Muy apenas una débil sonrisa se formó en sus labios -Y-yo... -susurró, queriendo acercarse a Edward y besarle, más la respuesta del pelinegro fue opacada por el grito del cínico coronel.

-¡ATACALO! -gritó Archer de nueva cuenta, y el alquimista nuevamente volvió a activar sus rayos contra Roy, ahora incrementando el voltaje de éstos, ya para acabar con el sufrimiento de ambos.

 

Edward iba a recibir aquel beso que Roy quería entregarle pero, al escuchar la voz cínica de Archer hacer eco en aquel lugar, rápidamente se asomó por encima del hombro de Roy y miró como el alquimista enviaba otro ataque en dirección a ellos. Los ojos del rubio se abrieron como dos grandes platos y su rostro comenzó a negar ligeramente. -¡No! ¡¡NO!!

 

Abrió sus ojos con fuerza ante el grito y sacando un impulso que desconocía que tenía, se dio la vuelta y chasqueó los dedos contra aquel relámpago, era peligroso, lo sabía y lo más probable es que no tuviera buenas consecuencias aquello, pero... no dejaría que Archer se saliera con la suya.

Una enorme explosión inundo todo el lugar, acabando con rejas, paredes, piso, techo....

Archer estaba atónito, mirando como todo se derrumbaba frente a sus ojos, muy apenas pudo salir libre de aquella explosión.

-Desgraciados...-viendo que pronto aquellas celdas colapsarían junto con el edificio, salió de aquel lugar, olvidándose de quien fuera, ya que el alquimista había muerto por la explosión.

Todo empezaba a desmoronarse, la raíz en la que Edward se sostenía también cayó débil ante los destrozos. El cuerpo de Roy estaba todavía parado, más no tardó en empezar a caer.

 

‘¿¡P-pero cómo?!', pensó Edward al sentir como el agarre en sus muñecas se suavizaba y como las ramas se volvían débiles, logrando por fin romper el agarre con ellas y liberarse. Cayó sobre sus rodillas pero se apresuró para colocarse detrás de Roy y recibirlo sobre su cuerpo cuando este cayó al suelo. -¡Roy! 

 

Abrió sus ojos difícilmente, intentando enfocar a Edward con su mirada, sonrió al lograrlo y levantó su mano para acariciar la mejilla del chico.

-Estás bien...-los reos del lugar empezaban a salir, bueno, los que quedaron vivos con la explosión, ya que sus celdas se vieron destruidas, empezando a dejar solos a ambos alquimistas. Roy soltó un quejido de dolor -Tienes que salir de aquí...-susurró sintiendo como su conciencia le abandonaba -... Esto va a colapsar...

 

-¡No voy a dejarte aquí solo!- Contestó el rubio con lágrimas cristalinas bajando de sus mejillas. -¡Si salgo de aquí tiene que ser solo si tu vienes conmigo!

Sus manos se aferraban al cuerpo de Mustang que descansaba sobre el suyo, para Edward cada vez era más difícil respirar. -¡Vamos! ¡Ánimo! ¡Saldremos de aquí...!

 

Roy negó e intentó separarse de Edward, colocando una mano sobre el pecho de éste, algo dibujado se podía ver en él, pero ya la sangre lo había casi borrado.

-V-vamos... lárgate...-soltó entre dientes Roy, para quien moverse resultaba el peor dolor de su vida -¡E-es una orden, Acero!...

 

-¡Y-ya no somos parte de la milicia!- Contestó el rubio con sus ojos acuosos e intentando sostener a Roy y evitarle dolor por ello. -¡No puedo dejarte aquí! ¡Saldremos de aquí juntos, Roy! ¡Saldremos! ¡Es solo cosa de que te dejes hacerlo...!

 

-¡No puedes ni contigo mismo! -bramó Mustang, encarando al rubio, los ojos negros mostraban mucha frustración, el lugar se vendría abajo y Edward quería jugar a los sacrificados, estaba loco, él tenía mucha vida por delante.

Tosió con fuerza y sangre salió de su boca en ese momento, haciendo que Roy cayera boca abajo.

 

-¡Roy!-Gritó el rubio asustado y socorriendo al coronel, volteándolo de frente y mirándole con sus orbes que temblaban llenas de lágrimas. -¡N-no me puedes dejar! ¡No te puedes dar por vencido! ¡Te necesito...!

 

Respiraba con dificultad, sintiendo como su sangre se atoraba en su garganta, sin dejarle hablar con claridad, levantó una mano que temblaba débilmente -L-lo siento...-susurró logrando tocar la mejilla del rubio, ¿Por qué todo empezaba a ser silencioso?...

Por más extraño que pareciera, muchas imágenes de diversos momentos que compartió con Edward empezaron a albergar su mente, llenando su corazón de una dulce calidez, no pudo evitar una sonrisa triste.

-... Debes escapar de aquí... -soltó mirando a los ojos dorados de Ed -Para que... puedas volver a tener una vida normal y... reunirte con tu hermano... y encontrar... a una persona que en verdad... sepa valorarte...

 

-¡P-pero si ya la encontré!- Lloraba el rubio al acurrucarse contra la mano del pelinegro que le acariciaba la mejilla. -¡Eres tú esa persona! ¡La única persona que yo amo!

 

Roy sonrió con suavidad ante las palabras del rubio -También te amo, Edward...-susurró, sus sonrisa se borró con lentitud de sus labios y sus parpados cayeron pesados sobre sus ojos. Así como su mano, la cual empezó a caer con lentitud de la mejilla de Ed.

 

¿Qué? ¿También lo amaba...? Edward no pudo evitar sentir alegría invadirle su cuerpo tras escuchar aquella aclaración pero, cuando los ojos de Roy se cerraron y su mano cayó directamente y contra el suelo, toda la alegría o felicidad que el rubio podría llegar a sentir, se desapareció al instante al igual que todas y cada una de sus esperanzas.

-¡Roy...!- Edward sacudió el hombro del coronel en el suelo, en un intento de despertarle. -¡Roy! ¡O-oye, Roy! ¡Abre los ojos!

 

Pero nada... Mustang no abría sus orbes oscuros como Edward tanto quería que lo hiciera.

-¡¡Roy!!- Insistía el rubio cuando una cucharada de la realidad era lo que le hacía realizar la situación en la que se encontraba en aquel momento. -¡¡Roy!! ¡No! ¡¡T-tiene que ser una broma!!

 

Las paredes ya dejaban de ser seguras así como el techo que prácticamente había abandonado su tarea de proteger para empezar a caer en pedazos contra el suelo, estrellándose y dejando horribles hoyos por donde chocaban.

Las rejas caían con fuerza, haciendo un molesto ruido y el polvo y humo cada vez eran más densos.

Roy estaba con su cabeza ladeada hacia Edward, con un rostro tranquilo y sereno, al fin y al cabo... pudo protegerle... hasta donde había podido.

 

-¡¡R-ROY!!- Lloraba el rubio sintiéndose la persona más débil, sola y desprotegida del mundo sin la persona que más amaba con vida. Edward se dejó caer sobre el pecho del pelinegro que yacía en el suelo y rompió en un llanto desesperado que, por todo el ruido del lugar derrumbándose, era casi imposible de escuchar. Sus sollozos eran incontrolables, Edward sentía que con la muerte de Roy se le iban todas las ganas de seguir si quiera con vida.

-¡¡SE FUE BEN Y AHORA ME DEJAS TÚ!!- Lloraba en el pecho de Roy con toda su fuerza y desahogando su dolor en aquel llanto. -¡¡SI TU TE MUERES ENTONCES YO TAMPOCO QUIERO SEGUIR VIVIENDO!! ¡ROY! ¡R-ROOOOOYYY!!

 

Las paredes seguían cayendo, colapsando unas con otras, por más extraño que pareciera, ninguna roca caía encima de la pareja, era como si estuvieran siendo protegidos.

El piso también era algo que ya empezaba a fallar, desquebrajándose con fuerza y sacando filosas hojas de concreto las cuales, si no tenías cuidado, podían atravesarte.

 

Edward se abrazaba del pecho de Roy que aún seguía calido, su mejilla contra aquel mientras Ed seguía llorando sin ninguna intención de moverse de su lugar. No quería luchar, no si Roy ya no estaba con vida, si Roy ya no estaba con él, Edward ya no quería saber nada de la vida... Total, si se moría... se reuniría con su madre, Ben y también con su amado Roy. No saldría perdiendo...

-¡R-Roy...!- Lloraba el alquimista de acero sobre el pecho de la persona que más amaba. -T-te amo...  Te quiero mucho...

 

‘Da-dum' ‘Da-dum'

 

-¡¿P-pero qué....?!- Edward abrió los ojos, que no supo cuando había cerrado, al escuchar algo viniendo del interior del pecho de Mustang.

Un palpitar... lo que Edward escuchaba era el palpitar débil del corazón de Roy Mustang. -¡¿E-está vivo...?!

 

¡Roy estaba vivo! ¡SU Roy estaba vivo! ¡Eso quería decir que aún había una esperanza! ¡Una vida que vivir por el pequeño Ben! ¡Una vida que vivir junto a Roy! ¡Y una vida donde irían a cenar como en la cita que habían quedado y la que Edward tanto había soñado!

 

El brillo y un montón de energías regresaron a los ojos dorados del rubio quien no sintió cuando una roca cayó raspándole todo el brazo izquierdo, dejándole herido. Estaba tan feliz y motivado por vivir que, cualquier dolor físico, era lo de menos para él.

 

-¡Roy! ¡Saldremos de aquí!- Soltó Edward con determinación en su voz. -¡Saldremos de aquí para estar juntos toda la vida...!

 

Tiempo había pasado desde todo el altercado, el cuartel de central había quedado completamente destruido y al parecer, las noticias no llegaban a los periódicos, aunque si estaba en primera plana que todavía se buscaban a Roy y Edward.

Alphonse cerró el periódico y lo tiró a la basura, había estado velando el sueño de su hermano, así como el del coronel Mustang, quien descansaba a un lado de la cama de Edward.

Le habían informado que su hermano solo tenía pequeñas laceraciones en la muñeca, así como algunas heridas nada de cuidado, más Roy era otra cosa, su cuerpo estaba muy maltratado y magullado y necesitaba mucho reposo, así como sueño.

-Hermano... sufriste mucho y no estuve ahí para ayudarte...

Se encontraban en un hospital en las afueras de Central, por la cosa de que los buscaban, aunque no fuera de buen ver, los habían atendido muy bien.

 

El rubio dormitaba en aquella cama de hospital con su cabeza sobre aquella almohada tan llena de plumas como era posible. Su respirar era tranquilo y lento, lo que daba a entender que el rubio estaba totalmente relajado y que sus heridas lentamente irían sanando.

Sus labios entre abiertos y ligeramente resecos se movieron un poco, como si Edward intentara decir algo o como si simplemente estuviese respirando a través de ellos.

Fue allí cuando sus ojos se abrieron lentamente...

 

-¡Hermano!-soltó emocionado Al, viendo como reaccionaba su hermano, intentó componerse al ver que no podía hacer mucho ruido, ya que Roy seguía muy dormido.

 

Edward se quedó viendo al techo por varios segundos mientras su vista se acostumbraba a la luz de aquella habitación y después sus ojos bajaron y se postraron sobre Alphonse, su hermano que se encontraba a un lado de su cama. -¿Al?- Preguntó Edward sin entender del todo lo que pasaba. -Al, ¿dónde estoy? ¿Por qué estas tú aquí...?

 

-Verás...-empezó Alphonse -Estás en un hospital a las afueras de central, el coronel Mustang está aún lado tuyo, tiene muchas heridas graves, pero está estable -dijo Al, para que su hermano no se alarmara -Estoy aquí porque me preocupaste... no tenía noticias sobre ti y ya no sabía que pensar... pero gracias a Dios que estás bien.

 

-¿El coronel Mustang...?- Susurró Edward, descartando todo lo demás como si Alphonse sólo le hubiese mencionado aquello. Parpadeó varias veces para después reaccionar y levantarse bruscamente, quedando sentado en la cama del hospital. -¡Roy!- Soltó para después arrepentirse de aquel movimiento tan repentino puesto que aquello le había causado una tremenda punzada en su cuerpo. -A-aah

 

-¡Tonto! -gritó Alphonse, volviendo a recostar a Edward en la cama con mucho cuidado -Tu también necesitas reposo, hermano y el coronel no te va a responder ahora, está muy débil. Le pronostican que despertara en una o dos semanas...

 

-¿T-tanto tiempo?- preguntó Ed con un ojo cerrado por culpa del dolor que le incomodaba su cuerpo. -P-pero... tengo muchas cosas que decirle... y que contarle...

 

-Pues tendrán que esperar -dijo con sus manos en su cintura -De momento hay alguien más que quiere verte y te extrañó durante mucho tiempo -dijo Alphonse levantando el dedo índice -Y estoy seguro que él si te recibe ahora.

 

-¿Eh?- Fue lo que salió de los labios del rubio quien parecía no entender nada de lo que su hermano decía. -¿De quién hablas? ¿Hablas de la hermana Celia o de alguien de la iglesia?

 

Alphonse negó con suavidad y dando media vuelta, caminó hacia la puerta -Ya pueden pasar -dijo haciéndose a un lado, dejando la puerta abierta.

Un ligero estornudo se escuchó en ese momento, al que le siguió un gemidito infantil.

 

‘Ese estornudo...', Edward pensó cuando sus ojos temblaron al reconocer aquel gemidito y su corazón se aceleró por la sorpresa que le avecinaba. ‘N-no puede ser...'

 

Celia entro con sumo silencio en la habitación, respetando el sueño de Roy, en sus manos cargaba un bultito que se movía inquieto, envuelto en una mantita azul con decorados de borreguitos.

Una pequeña manita salió a la vista de las mantas.

-Dile hola a ‘mami', Ben -soltó Celia dejando ver al pequeño entre las mantas, y terminando de acercarse a Edward.

El pequeño chilló de felicidad al ver a quien tanto había extrañado, dejando ver una sonrisilla en su boquita.

 

-B-Ben...- Susurró Edward, quien no cabía del asombro y de la sorpresa que se había llevado.

En frente de él, estaba Ben, el bebé que todo este tiempo había dado por muerto con un trágico final en las manos de Archer y que había pagado el precio de su vida injusta... pero... aquí estaba... a salvo y en las manos de Celia...

 

Sus ojos se comenzaron a tornar acuosos en el momento que se encogió en hombros y comenzó a temblar ligeramente.

 

Celia ladeó la cabeza ante el comportamiento de su amigo -¿Ed? -preguntó, sin dejar de mostrarle a Ben, quien ya había alzado sus manitas para que su papi le cargara, empezando a hacer ruiditos para llamar su atención, estornudando de vez en cuando.

Ben sonreía como siempre lleno de vida.

 

-¡E-está vivo...!- Lloró Edward sin dudar en tomar a su bebé, que tanto había extrañado, en brazos y llenándole su carita con besos cariñosos y de vez en cuando con una lágrima suya. -¡Está vivo! ¡Ben está vivo!

 

Ben se agarró de los mechones del cabello de Edward, sin querer soltarlo, mientras enterraba su carita en el pecho del rubio, extrañando a su papi.

Ben también empezó a llorar, siendo un poco escandaloso, aferrándose con fuerza del cabello del alquimista.

-¿Pero que dices, Ed?....

 

-¡N-no lo mataron...!- Lloraba Edward de la felicidad e ignorando el pequeño dolor que su bebé le provocaba al jalarle el cabello. -Lo que Archer dijo fue sólo una mentira... ¡Ben está bien...!

 

Estornudó, cerrando sus ojitos para después abrirlos y meter su manita, con los cabellos de Edward, a su boca, sus ojitos seguía rojos y miraba a Edward muy feliz, lleno de alegría por poder volver a sentir el calor que tanta falta le había echo tantos días.

Alphonse ladeó la cabeza sin entender nada, solo que ese tal Archer había engañado a su hermano con la muerte de su sobrino... eso era muy cruel.

-Pero ahora ya todo está bien...-dijo Al con una voz de niño, digo de él.

 

Edward asintió con una gran sonrisa en su rostro, al igual que las lágrimas que no paraban de salir de sus ojos, y besó la frente tibia de su bebé mientras le limpiaba las lágrimas a su niño con su dedo índice.

-Aquí está mamá, Ben...-Susurró Edward con cariño y dejando vacante el puesto de "papá" para el alquimista de fuego que dormía en su cama vecina. -Mamá y papá te extrañaron mucho...

 

Ben hizo un sonido de pura alegría y no le perdía detalle.

Celia se secó las lagrimas que no sabía habían bajado de sus ojos y Al tan solo miraba enternecido como su hermano se comportaba con su sobrino, era increíble lo mucho que un bebé cambiaba a una persona.

 

SAIGO NO KAJITSU: http://www.youtube.com/watch?v=WXGCc8gKsQg 

 

Notas finales:

El Universo Dominguero de SupaMame

¡PALO!

Ayyy, es dominguito de flojera y como tal, nos da flojerita hablar XD, bueno escribir... no lo tomen a mal, pero la inspiración aveces no viene :p, pero como siempre, les actualizamos para que no se aburran jajaja.

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A:

MISHIMA REIKA

YUKI666

STAR ICE

MABELING

HASAYA

DARA LEE

ELHYAM

GRIN (¡Nu! Deberían de hacer algo para eliminar la experimentación con ranita... TT)

SEIKETO NAYSET

SABAKU NO HYUUGA

SAMIYUMI

TAMAT

ASTRID3

MAR SNAPE

HANEKO

YUKI KUNIMITSU

¡GUBAI!

 

 


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