Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Bajo la Sombra de una Iglesia por Supa_Mame

[Reviews - 182]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Siete largos meses habían pasado desde aquella noche de tormenta que había visitado a Central.

El cielo ahora mostraba un hermoso azul, completamente limpio de nubes grises que anticipaban las tormentas, tenía hermosas motas enormes de color blanco, las cuales tapaban ligeramente el sol como si intentaran ayudar a los habitantes de la enorme ciudad a taparse de sus destellos dorados.

 

Eran pocos los charcos que ahora mojaban las calles, signo de que las lluvias eran menos frecuentes, y pocos los paraguas que traían los ciudadanos.

 

Entre las construcciones de edificios y casas, se podía ver, frente a un parque abarrotado de árboles y bancas, una iglesia enorme, una catedral, con finos detalles de gárgolas en las partes superiores del techo, las ventanas eran vitrales de santos o vírgenes, la pintura vieja y desgastada era de un color pálido. Las escaleras de concreto, un tanto descuidadas y con grietas, eran las que daban la bienvenida a dicho lugar, con su enorme puerta de madera apolillada y podrida, pero resistente para un par de años más.

Dentro de la iglesia se podían apreciar bancas de madera vieja, pero finamente cuidadas, donde descansaban cuatro biblias por banca. Cuadros pequeños de la vida del que es llamado el hijo de Dios, lámparas de aceite alumbraban el lugar, de un tono anaranjado por las llamas de éste, sin ser muy fuerte en su luz.

En frente de las bancas, en el llamado presbiterio, se encontraba el altar decorado modestamente, con un mantelito blanco y desgastado, y un tapetito encima de color verde, nada más, detrás de éste, arriba, la cruz que para muchos era signo de paz, para otros de sufrimientos y para los demás... solo era un objeto sin significado...

 

El sonido de una escoba barriendo era lo que hacía que el silencio no estuviera presente en aquel lugar, interrumpiendo un poco la paz que emanaba aquel sitio.

Había un rubio barriendo, con una escoba tan desgastada como el lugar, las pequeñas tres escaleras para subir al altar. Vestía como monje, mas aquel chico no era uno, una túnica verde oscuro que le cubría su cuerpo a los talones de donde se podían apreciar unas sandalias color café maderoso...

Su cabellera se lucía en una coleta baja que caía sobre su hombro derecho mientras barría con aburrimiento, su mirada estaba perdida en sus pensamientos.

 

Aquel rubio... era Edward... era Edward refugiándose en una iglesia.

 

El chico lucía un poco más maduro por el paso del tiempo pero, aún así portaba con cambios notorios tanto en su rostro como en su cuerpo.

 

Sus ojos ya se habían achicado un poco y su rostro, al contrario, se había alargado finamente. Sus brazos lucían un poco más desarrollados al igual que el resto de su cuerpo tostado pero, al llegar al estómago del chico, había algo que no concordaba con claridad.

 

Edward... tenía a alguien creciendo dentro de si.

 

-¡Edward! -soltó una voz anciana, pero a la que se le podía escuchar la experiencia de la vida. Un anciano de apariencia amable, vestido de túnica blanca y una sotana encima, con adornados dorados, veía con ojos entrecerrados por la edad, al rubio que limpiaba, sus anteojos de media luna se encontraban ligeramente chuecos -¿Otra vez limpiado? ¿Qué te dije esta mañana? Debes de cuidarte chico...

 

El mencionado levantó la mirada y sudó una gota al escuchar los regaños de aquel hombre a unos pasos lejos de él. Se rascó la cabeza y paró de barrer para así reír con nerviosismo.

-Es que... usted sabe que no me gusta estar sentado sin hacer nada, padre...- Contestó el rubio un poco avergonzado por su excusa que no dejaba de ser cierta.

 

El padre negó varias veces ante la disculpa del rubio y siendo muy cuidadoso por el estado de Edward, tomó la mano morena del chico, la cual se sentía cálida y lo sentó a su lado en la primera banca de la iglesia.

-Chico... llevas viviendo en esta antigua iglesia siete meses -empezó el anciano, como si se preparara para contar una historia -Y desde entonces todos aquí nos hemos concentrado en cuidarte a ti y a esa criaturita que está por venir -soltó tocando con cariño la pancita gorda de Edward -Lo que menos queremos es que algo les pase, menos Celia, ya sabes como es contigo, te adora y no le gustará verte en pie...

 

Edward asintió una vez, pero lo hizo con una lentitud puesto que aún su cerebro estaba procesando lo dicho. -Yo lo sé...- Aclaró en un tono calmado, ya que a aquel padre le guardaba respeto. -Yo sólo quiero ayudar. La iglesia es muy grande y somos pocos aquí...- Continuó el chico para después bajar su mirada y poder ver su vientre ya grande que cargaba a un bebé de siete meses de gestación.

Sus ojos dorados se suavizaron y Edward también se acarició el vientre. -Debo aprovechar que aún puedo pararme...

 

-Lo sé chico, lo sé...-dijo el padre cansino, acariciándose el puente de la nariz con suavidad y después miró otra vez al rubio, retirando su mano de la pancita de Ed -Lo dejaste muy en claro la primera vez que llegaste mojado como pollito... pero bueno, cuando termines de barrer, vete a acostar, ¿de acuerdo? -soltó, sin esperar respuesta, parándose de modo lento de la banca y acariciando la cabeza de Ed como si se tratara de su sobrino. Caminó hacia la puerta que daba a las habitaciones...

Una patadita fuerte y certera fue lo que hizo el bebé, mostrando que seguía ahí...

 

Edward parpadeó varias veces al sentir aquel golpe venir de su interior y una sonrisilla se le escapó de sus labios rozados. Acarició su vientre de nueva manera con ternura, sobretodo en el área donde aquella patada fue dada.

-¿Ya te despertaste?- le preguntó con suavidad y cariño a aquel bebé que crecía dentro de él. Edward rió en silencio mientras seguía acariciándose el vientre. -Ya se me hacía raro que no te estuvieras moviendo, bebé. Eres muy inquieto...

 

-¡Y como no, si te la pasas hablándole! -soltó una voz a espaldas de Edward, de acento venezolano, fue lo que se escuchó, proveniente de una chica, de tez morena y ojos color miel, su habito puesto, miraba animado al rubio, recargada en el respaldo de la banca de madera.

 

-¿Eh?- El rubio miró hacia atrás y una sonrisa alegre se dibujó en el rostro del chico rubio. -Buenos días, hermana Celia.- le saludó el rubio para así pararse de su asiento y caminar hacia la mencionada.  -Pensé que todas seguirían dormidas ya que es muy temprano...

 

-¡Al trabajo mejor darle apuro! -soltó solemne y con ese acento que tanto la caracterizaba -¿Y tu que haces parado? Debes de reposar esa pancita, chico

 

-Un poco de ayudadita no mata a nadie.- Confesó el rubio señalando la escoba recargada junto a la primera banca, donde Ed había estado sentado momentos atrás. -Barro, pero no te preocupes, ya voy a terminar...

 

-¡¿Qué?! ¡Tú te has vuelto loco, chico! ¡Completamente! -soltó Celia, negando varias veces y levantando sus manos en lo alto de su cabeza -¡Dios quiera ver tu buena voluntad en tus actos! ¡Pero yo no! -tomó la mano de Edward y lo condujo a las habitaciones de dicha iglesia, cruzaron un pasillo largo, con varias cruces colgadas, para después abrir una puerta que conducía a otro pasillo con varias puertas en ambos lados de las paredes, caminó con todo y rubio casi hasta el fondo de dicho lugar y abrió la puerta de lado izquierdo, la cual tenía una plaquita con una leyenda que decía "Edward" el chico no había dado su apellido. Celia acostó a Ed en la cama, destendiendo las sabanas primero para taparlo con ellas -¡Ahí te quiero ver hasta que sea la hora de la comida! ¿Entendiste, chico?

El bebé dentro de la pancita de Ed dio otra patadita, más fuerte que la anterior.

 

Edward suspiró con derrota y su mano en su vientre volvió a acariciar al bebé para que este notara que su mamá, que parecía papá, no se olvidaba de él.

-¿Hasta la hora de la comida?- Repitió el rubio aburrido por ello. -Pero si son las ocho y ¿qué se supone que hay de divertido al pasársela en la cama? Me voy a morir del aburrimiento para antes de la comida, ya verás.

 

Celia se quedó pensando ante las palabras de Edward, el chico tenia razón no podía dejarle toda la mañana sin hacer nada, lo iba a volver loco.

Chasqueó los dedos ante una nueva idea que había adornado su mente -¡Espérame aquí! -soltó saliendo del cuarto del chico.

 

Edward la miró curioso al verla irse de aquella manera y solo suspiró para así ver a la ventana. -¿Pues a donde más podría ir?- Soltó para él mismo cuando su tibia mano dejó de acariciar su vientre y tan solo se quedó quita sobre su pancita mientras Ed se perdía en sus pensamientos.

 

Minutos después volvió a entrar Celia con una canastita con estambre de diferentes colores y dos agujas grandes insertada en una bolita de estambre.

-Toma, para que le hagas ropita a tu bebé -soltó con una sonrisa y dándole la canastita al rubio.

 

-¿Eh? ¿Qué le haga ropa a mi bebé?- Preguntó el rubio algo extrañado por aquella sugerencia y tomando aquel canasto para examinarlo con curioseo. -Pero si ni sé tejer... solo armaré un alboroto, enredándome con el estambre...

 

-Yo te enseñaré -dijo cariñosa tomando una bolita de estambre y las dos agujas que estaban enterradas en esta, metió la mano más a fondo y sacó otras dos agujas y otra bolita de estambre -Como no sabemos si será niño o niña... haremos ropita amarilla y blanca -dijo mientras empezaba a tejer -Sigue el movimiento de mis manos y copia lo que haga -Celia era una de las hermanas que más quería a Edward, desde el momento en el que llegó lo adoptó como su hermanito y desde entonces lo había cuidado como tal...

 

Edward tomó las agujas, como también una bola de estambre de color amarillo y comenzó a imitar los movimientos de la hermana Celia sin poder evitar ser torpe con sus movimientos en un inicio.

Miraba lo que la mujer hacia para después mirar lo que él había comenzado a hacer... Había una GRAN diferencia entre la calidad de ambos tejidos. Edward sudó una gota por ello.

 

-¡Mira, una camisita! -dijo muy animada, mostrándole al rubio un tejido de color blanco, simple y muy pequeñito. Miró el de Edward y sonrió torpemente -¿Qué es eso? -preguntó al ver el embrollo de su amigo.

 

Edward se sonrojó apenado por lo deforme que había quedado su trabajo. -Se supone que es un gorrito...- Aclaró el rubio nada feliz con su resultado y suspiró. -Pero más bien parece un juguete para gatos...

 

-Bueno, es cuestión de practica -dijo tranquila Celia, dejando su camisita a un lado de Edward -Ya verás que cuando le agarres maña, será más fácil -dijo, para después besar la mejilla del rubio con cariño y parándose de la cama en la que estaba sentada -Bien, entretente con eso, yo mientras seguiré arreglado la iglesia -dijo para después despedirse del rubio y salir del cuarto.

 

Edward se llevó su mano izquierda sobre la mejilla que aquella monjita le había besado y no pudo evitar sonreír y enternecer su mirada.

Desde que había llegado a aquella iglesia, había recibido mucho amor y cariño por todas las monjas y el padre de aquel lugar, un cariño que, según él, era más de lo que merecía.

Tomó la camisita que Celia había tejido y la miro con su mirada suave, analizando su textura y la manera en que fue hecha. Edward sonrió ampliamente.

-¡Yo puedo hacer una también!- Dijo determinado y con una voz muy alegre para así mirar hacia su vientre. -¿Verdad, bebé? ¡Siempre puedo hacer lo que me proponga!

Y, tras decir eso, Edward dejó la camisita a un lado y se puso a tejer con muchos ánimos y devoción. Su mirada lucía segura de si misma y la velocidad con la que tejía, un poco torpe, era impresionante hasta que...

 

-No... no es cierto.- Susurró suspendiendo el tejido y dejando su cabeza cabizbaja. -Yo nunca termino lo que me propongo...  ¿Verdad, Al?

La faz del rubio perdió todo el brillo que animosamente había adquirido con la presencia de la hermana Celia. Ahora Edward lucía deprimido y sobretodo triste. -Me propuse recuperar tu cuerpo, Alphonse, y mira donde estoy...

 

Había huido de su vida hace siete meses... dejando atrás al único familiar que tenía en esta vida. Le dolía el simple hecho de saber que, lo más probable, Alphonse estaba preocupado por él y Edward... estaba refugiado en una iglesia en uno de los barrios menos conocidos de Central... huyendo de la humillación impartida por cierto coronel que aborrecía.

 

-Pero es que yo no puedo regresar...- Susurró el rubio con su voz apagada. -Yo no puedo regresar por que allí esta ese bastardo esperando a que lo haga...

-No puedo dejar que ese idiota me encuentre...- Agregó apretando sus puños al igual que su mirada terminaba afilándose. -Menos por... como ha cambiado mi vida tan drásticamente...

 

Otra patadita fuerte fue lo que dio aquel bebé dentro del vientre de Edward, demostrando que seguía "despierto" en la pancita del rubio.

 

Edward fue sacado de sus pensamientos y suavizó la mirada con una pequeña sonrisa para así acariciarse el vientre. -Sabes... me pregunto como reaccionaría el coronel si supiera que el bebé que espero... es suyo...

 

El escritorio de caoba estaba abarrotado de papeles, carpetas, archivos de grosor grueso y pesado, todos siendo revisados por el Coronel Roy Mustang, completamente metido en sus pensamientos, pasando hoja tras hoja del informe de color amarillo.

Leía sobre varios fugitivos que se cambiaban de cuidad para poder huir de la guerra que se desarrollaba últimamente, lo cual no podía ser, para eso estaba el ejercito, ellos se encargaban de transportar a todas esas personas, convalecientes y sin hogar a centros de cuidado en donde eran protegidos por el estado.

Las personas de otras ciudades no podían actuar por su cuenta y ya había más de cuatrocientos casos de fugitivos, que terminaban presos por no dejarse guiar por el estado.

Lo único que veía en común con todos los fugitivos, era que elegían lugares en el que se les podía dar asilo, y les dificultaba a los militares el si quiera poder entrar al lugar que los resguardaba, mayormente las iglesias eran participes de esas cosas.

-Esto es el colmo... a este paso mis soldados nunca podrán llevarse a nadie -soltó frustrado Mustang, mientras dejaba los archivos en la mesa de mala gama y se recargaba en su silla y miraba el techo.

Empezó a divagar en sus pensamientos... sin poder evitar que unos ojos dorados aparecieran en ellos...

Edward...          

Tenía meses de no saber sobre él, desde aquella noche, cuando lograron sacarlo de aquella jaula se había quedado pensando mucho sobre lo que le había dicho a Edward... había sido muy severo con un niño... pero no, él quería ser tratado como un adulto y eso fue lo que hizo... el que realmente le preocupaba era el hermano menor, Alphonse... todos estos meses solo se había dedicado a la búsqueda exhaustiva de su hermano mayor, sin descanso alguno, ya que no lo necesitaba, pero no tenía pistas... ni una sola... y el chico muchas veces se había dado pro vencido, para regresar al siguiente día con nuevos ánimos de continuar la búsqueda... así llevaba siete meses...

Abrió su cajón del lado derecho del escritorio y sacó el cinturón café que Edward siempre solía portar... lo había olvidado aquella noche... frunció el cejo ante el recuerdo...

-¿Dónde rayos te metiste, Acero?... Alphonse está muy preocupado por ti... -murmuró para si mismo, para después suspirar cansinamente.

-Bien... tengo trabajo que hacer...-llamaría a los soldados y empezaría las búsquedas de los fugitivos, repararía la zona, a él también le tocaba participar. Se paró de su silla, tomó su gabardina negra y su boina militar y salió en la inspección de las iglesias, casas de ayuda y de más lugares...

 

Ya eran las doce de la tarde y el sol se encontraba en su lugar más alto por aquellos cielos de color azul tan puro como lo era el alma de un niño.

El viento soplaba con delicadeza y hacía que las cortinas, de la ventana de Edward, se movieran delicadamente de lado a lado.

Edward llevaba rato tejiendo y sin mover ni bajar sus piernas de aquella cama. A decir verdad, hacia mucho tiempo que Edward se quedaba quieto más de un minuto.

Había logrado concentrarse al tejer otro gorrito para su bebé, claro estaba que este gorrito le estaba quedando mejor que el primero y eso de verdad ponía al rubio contento.

Suspiró al escuchar el reloj marcar las doce y recargo sus manos sobre su regazo para mirar la ventana.

-No se como voy a aguantar así otros dos meses...- Susurró para así dejar su cabeza caer sobre la suave almohada de olor exquisito y cerrar los ojos. -Yo no soy de esos que pueden estar sin hacer nada...

 

El carro era conducido por un soldado de mucho menor rango que el de Riza, pero la teniente Hawkeye también estaba en la búsqueda y a pesar de ser la protectora de Mustang, ésta fue asignada a otra área de Central, lo que fastidiaba un poco a Roy, ya que con Riza de su lado, el pelinegro se sentía un poco mejor.

El soldado estacionó el carro en frente de una iglesia grande y minimalista, bajó del carro y se encaminó a ella.

-Con esta será la quinta iglesia que visite de mi área... -se dijo, subiendo las escaleras con un porte elegante y prepotente. Ya estaba harto de esa maldita búsqueda que lo único que hacía era fastidiarle las tardes y noches.

 

Edward escuchó el sonido de una puerta de un automóvil cerrarse y aquello sólo logró despertarle la curiosidad al rubio. Que el supiera, no había misa hasta las dos de la tarde y nadie del área llegaba en carro a la iglesia ya que preferían hacerlo a pie.

 

Dejó sus cosas a un lado y, batallando un poco, se bajó de la cama para así asomarse mejor por la ventana y mirar hacia la calle frente a la iglesia. Allí fue donde sus ojos dorados se abrieron anchamente con sorpresa al divisar un carro de color negro con un soldado parado a un lado de aquel móvil.

 

Su corazón empezó a latir con fuerza contra su pecho mientras comenzaba a sudar frío. Conocía esos carros perfectamente y, mas que nada, aquel uniforme que usaba el soldado... Eran de la milicia.

 

Venían por él...

 

-M-me encontraron...- Susurró con miedo y caminando hacia atrás con pasos temblorosos e indecisos hasta que chocó con la pared de su habitación y se llevó ambas manos al rostro para negar varias veces. -No... no quiero que me lleven con Mustang...

¡No podía dejar que lo encontraran! ¡Tenía que hablar con alguien para que le ayudaran a esconderse! ¡Tenía que hacerlo y rápido!

 

Salió con la rapidez, que aún sus piernas le brindaban, corriendo fuera de su habitación. -¡Tengo que encontrar al padre o a Celia antes de que me encuentren!

 

Entró por la pesada puerta de madera podrida y se adentró en aquella catedral, sus ojos detallaban en todas las arquitecturas, cachivaches, y cuadros sin sentido a su parecer, que veía en ese lugar.

Caminó por en medio de la iglesia, y se paró justo frente al altar, mirando a todas direcciones, con su mano izquierda en su bolsillo y la otra cargando una carpeta con varias hojas, de seguro con nombres y fotos de indocumentados.

-¿Hola? -preguntó haciendo que su voz chocara contra los grandes muros de la iglesia y se convirtiera en eco.

 

El padre de apariencia anciana y anteojos tan viejos como él, no tardó en hacer acto de presencia en aquel lugar mientras caminaba con sus pasos lentos hacia donde aquel hombre desconocido llamaba por ser notado.

¿Quién era? ¿Y por que alguien de la milicia había venido a su iglesia?

-Buenos días, hijo.- Saludó el padre con su voz cansada al pelinegro mientras lograba acercarse a él.

-¿Vienes a confesarte? -preguntó mirándole con sus ojos entrecerrados.

 

Roy solo levantó su reloj de alquimista nacional -Alquimista Nacional, Roy Mustang, Coronel -empezó el pelinegro, dejando que el anciano se tomara su tiempo para ver el reloj y después guardarlo en su bolsillo.

 

El padre se ajustó sus anteojos al ver tan curioso aparato, sentía ya haberlo visto antes... mas quiso ese pensamiento a un lado al escuchar lo que el pelinegro había dicho.

Vaya, cada vez menos gente asistía a la iglesia por cosas de Dios... eso le hacía sentir un poco de decepción al anciano.

-¿En que puedo servirle, coronel Mastang?- Preguntó el anciano al equivocarse con el apellido del pelinegro sin si quiera notarlo.

 

Edward se encontraba escondido detrás de una de las puertas en aquel pasillo que salía a la iglesia. Había escuchado voces y, en su búsqueda por encontrar al padre, se había visto atrapado en aquel lugar sin poder detener al anciano de salir.

 

Roy frunció el cejo ante el error del padre -Estoy buscando algunos ciudadanos que están refugiándose en las iglesias para no afrontar al estado -empezó serio y tajante, dejando en claro que no aceptaría una negativa de parte del anciano, esperaba poder salir ya de ese lugar que le deprimía en sobre manera, pero tenía que seguir con su porte serio.

Comenzó a sacar varias hojas con fotografías de varios fugitivos -¿Conoce a alguien de las fotografías?

 

‘Esa voz...', pensó el rubio, hacía meses que no escuchaba esa voz.

Sus ojos temblaron un poco y no se aguantó las ganas de asomarse por aquella puerta, asomando un poco su rostro para así poder ver hacia la iglesia donde percibía la figura del padre tomando unos papeles y la de alguien mucho más alto que el anciano... un pelinegro que conocía muy bien.

‘¿¡El coronel Mustang está aquí?!',

Se preguntó el rubio alarmado ante lo que sus oídos escuchaban y sus ojos miraban.

Instintivamente se llevó una mano al vientre con sobreprotección, una mano que había comenzado a temblar por el miedo y el deseo de no ser encontrado.

 

El padre miró las fotos a su paso lento y tranquilo y, así, negó. -No, no conozca a ninguna de estas personas, señor.- Dijo para así regresarle aquellos papeles al coronel frente a él.

 

Roy no estuvo nada convencido de las palabras del padre, así que frunció el cejo ante la cooperación de éste -Mírelas bien -pidió de modo autoritario, afilando la mirada al anciano -Déjeme recordarle que la falta de cooperación por parte de ustedes solo provoca una rebelión poco conveniente entre los fugitivos 

 

La mirada dorada de Edward no tardó en entristecerse... habían pasado meses desde la última vez que había escuchado aquella voz terca del coronel, meses desde la última vez que se había dejado atrapar por ese rostro hermoso, meses desde la última vez que había visto esos ojos...

Bajó la mirada sabiendo que, por más que Roy le hubiese herido su ego y jugado con él, le seguía atrayendo de la misma manera...

 

El padre suspiró y le hizo el favor al hombre en volver a mirar las fotografías. -Ya le dije que no conozco a ninguno...- Dijo el padre por segunda vez. -En esta iglesia solo habitamos unas monjas, varios monjes, un chico y yo...

 

Edward se tensó al escuchar que le mencionaban y negó lentamente...

 

-¿Un chico? -preguntó alzando una ceja en duda, interesado en lo dicho por el anciano, tomó las fotos de la mano arrugada del padre y las guardó en la carpeta que andaba paseando de un lugar a otro y sacó de su bolsillo de la chaqueta azul militar otra fotografía que no estaba en las hojas, ya que el de la foto no era buscado más que por una persona encerrada en una armadura.

-¿Podría ser él? -preguntó Mustang, sintiendo una ligera vergüenza por tener aquella foto consigo, pero si podía ayudar al menor de los Elric a encontrar a Edward, pues mejor hacerlo...

 

El padre se mostró sorprendido ante la imagen que se mostraba en aquella fotografía. Era Edward, el chico que había pedido refugio en aquella iglesia desde aquella tormenta que había sucedido varios meses antes.

¿Pero por que un coronel como Roy estaba buscando a un chico como Edward? ¿Y si lo querían para examinarlo, mandarlo a un laboratorio para analizar su cuerpo con capacidad de concebir?

-¿Por qué... están buscando a este muchacho?- Preguntó el padre intentando mantener la calma y no levantar sospechas. -Se ve muy joven para ser un fugitivo...

 

‘¡No, no, no, no, no!', pensaba Edward con ambas manos sobre su vientre en un intento de abrazarlo. ‘¡¿Acaso el Coronel le está mostrando una foto mía al padre?!'

 

-Ese chico pertenece al estado -soltó secamente sin quitar la fotografía del campo de visión del padre -Es un alquimista nacional y huyó de la nada, se creé que es un traidor a favor de otros estados -soltó, no era del todo mentira, salvo por las promesas de Al de que su hermano nunca sería un traidor, Roy se había abstenido de emprender una búsqueda contra Acero.

-Su nombre es Edward Elric, Alquimista de Acero ¿lo ha visto?

 

Otra patadita fue dada al vientre, el bebé reclamaba comida.

 

Edward bajó su mirada asustada por la cantidad de revelaciones que se le había hecho al padre y tan solo se aferró más de su vientre.

-Descuida bebé, no dejaré que nos encuentren...-Susurró el rubio para así alejarse de la puerta en la que estaba, en un intento por correr. Al girar su cuerpo sobre sus talones, tiró accidentalmente con su  codo una escoba que se encontraba recargada sobre la pared, haciendo que esta cayera ruidosamente del otro lado del pasillo, justo para que Roy y el padre, que apenas iba a contestar la pregunta del pelinegro, voltearan hacia ella.

 

Edward se quedó hecho piedra del otro lado de la puerta con su corazón latiendo a mil por hora contra su pecho. ‘Estoy perdido.', pensó el rubio.

 

-¿Qué fue eso? -preguntó Mustang caminando hacia donde se había escuchado tal alboroto y cachivaches cayéndose. Sin importarle si tuviera la autorización o no, caminó hacia la puerta que parecía entre abierta y sin esperar ni nada y mucho menos importarle las palabras del padre que le detenían a su acción de profanar la iglesia, abrió la puerta de un solo tirón, para que sus ojos se abrieran en sorpresa ante lo que ésta revelaba.

-Acero...

 

El rubio miraba asustado al coronel frente a él, dando un paso hacia atrás y tropezándose para así caer de sentón en el suelo.

Después de todo este tiempo de creer que estaba seguro bajo ese techo, de pensar que jamás volvería a sentirse intimidado por aquel coronel, de vivir con la idea que tendría que sacar a su bebé adelante... con tan solo ver a Roy, todo aquello se derrumbó en pedazos.

-C-coronel...

SAIGO NO KAJITSU: http://www.youtube.com/watch?v=WXGCc8gKsQg

 

Notas finales:

Universo Arcaico de SupaMame

¡PALO!

Minna, ¿Como andan? Nosotras aquí trabajando en nuesvos proyectos para ustedes, esperando que siempre tengan buen material a leer. Ya Roy ha encontrado a Edward, que calamidad (¿Calamidad? mandeeee) ¿Como estarán las cosas ahora que se han encontrado y Edward esperea un bebé de Roy?

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A:

KANARI_SAN

SHAO KINO

YUKI KUNIMITSU

SEIKETO NAYSET

SAMIYUMI

MAR SNAPE

DARA LEE

SEIKA LERKI

¡GUBAI!

PD: Ya saben, sin review no hay actualizaciones. =D

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).