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Yo...yo si tengo sentimientos. por shiinoxkiiba

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Notas del capitulo: ¡Hola! Perdon por la demora u_u Antes de todo: DEJENME REVIEWS U.U se qe no es lo principal D': pero... a los autors nos gusta qe nos dejen RR ):

Espero qe les guste este cap. ^^ Se trata sobre que Tsume, la mama de Kiba, se entera qe su hijo, Kiba, es... Gay.

Al terminar de bañarse, bajó las escaleras con el orgullo por el suelo; no podía creer que él, una de las personas más serias, hubiera tenido uno de esos sueños.

 

 

– ¡Hermanito~! –Lo saludó una rubia, al ver a su hermano sentarse a la mesa con paso pausado.

 

 

– Hola Temari. –La saludó cortantemente con la vista fija en la mesa.

 

 

Como si te quedara ese tono después de lo sucedido. –Susurró divertida mientras terminaba de cocinar.

 

 

Fijó la vista en su hermano que se encontraba frente a él. Estaba con la mirada perdida y con angustia en el rostro.

 

 

– Está mal por Kiba. –Le hizo saber su hermana. Le puso un plato de comida en la mesa, delante de él y del mayor; consistía en pan quemado con muy poca mermelada.

 

 

– ¿No lo había superado?-Miró la comida apenándose de su hermana. Oh, pobre Temari… tenía que aprender a cocinar YA mismo antes de que terminaran intoxicados.

 

 

– Mmm… si y no. Cuando te estabas bañando Kankurô llamó a Kiba pidiéndole que se encontraran en la plaza para hablar y…

 

 

– Me dijo que no. –Terminó el mayor, mientras golpeaba la mesa con ambos puños.

 

 

– Kankurô, calmate o te vas afuera. –Le advirtió la chica severamente.

 

 

– Me voy. –El ojiagua se levantó educadamente, y salió de la casa con sus manos en ambos bolsillos.

 

 

– Yo me voy con él. –Kankurô salió disparatado de la casa.

 

 

Yo que cocino para ellos…–Soltó unas cuantas palabrotas para después levantar los platos que no habían sido probados.

 

 

El castaño miró hacia ambos lados buscando una figura parecida a la de un pelirrojo malhumorado, y la encontró. Corrió rápidamente hacia éste siguiéndole el paso pausado y cansador que tanto odiaba.

 

 

– ¿Crees que alguna vez encuentre a la chica indicada?-Preguntó de la nada el de ojos marrones al ojiagua.

 

 

– ¿Chica?– “¿me está jodiendo o qué?” frunció el ceño confundido.

 

 

– Si, chica, ¿qué hay de raro?–

 

 

A Gaara la apareció una vena en la frente, ¿no era que le gustaban los chicos?

 

 

 

 

– ¿Me estás tomando el pelo?–Iba a perder la paciencia.

 

 

– Tengo la manos en lo bolsillos. –Le contestó este con una sonrisa de lo más normal.

 

 

– Yo te mato. –Estaba dispuesto a pegarle con ambos puños, de no ser porque el maestro de las marionetas empezó a poner sus manos a la altura de su rostro y empezar a agitarlas.

 

 

– ¡Chiste! ¡Chiste! –Siguió agitándolas hasta ver que el otro se calmó.

 

 

Baka. –Susurró el de tez blanca, bastante enojado.

 

 

– No me gustan los chicos. –Gaara frunció el ceño, ¿acaso estaban todo locos? Si no le gustaban los chicos… ¿Kiba que era? ¿Una chica? –Me gustan las chicas, Kiba es una excepción. Es tan perfecto, tan lindo, dulce… que no me interesa si es hombre. Y a todo esto, ¿Qué chica crees que es para mí?

 

 

Gaara alzó la vista mirando al cielo y empezó a nombrar varias kunoichis de las cuales todas fueron rechazadas. “Pega muy fuerte”; “Chismosa y gritona”; “Muy inocente”– ¿TenTen? –Era la única chica que quedaba.

 

 

– …

 

 

– ¿Me llamaban? –Preguntó una voz detrás de ambos, haciendo que se sobresaltaran. – ¡Gomensai!– se disculpó la chica un poco apenada.

 

 

– Hola TenTen. –Saludaron ambos.

 

 

– Hola Gaara–sama, Kankurô. –Sonrió.

 

 

– ¿Por qué “sama”?– cuestionó el castaño.

 

 

– ¡Es el kazekage de Suna, baka! ¿Cómo quieres que lo llame?– le gritó enfadada.

 

 

– ¡Akemi no le dice Gaara–sama!– le respondió en el mismo tono de voz. El pelirrojo miró la situación con una gran gota de sudor en su frente.

 

 

– TenTen, no hace falta el “sama”. –Pero fue en vano, la castaña no lo escuchó porque estaba muy concentrada en la discusión que tenía con Kankurô.

 

 

– ¡No me hables en ese tono Sabaku no Kankurô!– el ojiagua respiró profundamente, mucho kazekage pero nadie le prestaba atención. –Aparte, Akemi es su novia, ¿quieres que le diga “Hola kazekage–sama, lo quiero mucho”? ¡Ay, por favor! Totalmente normal. –Acotó sarcásticamente, roja de ira.

 

 

El menor se cansó de aquella estúpida discusión y se dirigió a la casa de la Aburame.

 

 

Pero tanto TenTen como Kankurô no se habían percatado de que el pelirrojo ya no estaba con ellos.

 

 

– Y vos… TenTen “no tengo apellido” –La ojimarrón se cruzó de brazos enfadada, más no se quedo callada.

 

 

– Para tu información no tengo apellido, porque mi familia tiene la tradición de que las mujeres reciban el apellido de su futuro marido. –

 

 

– ¿A si? Pues, yo tengo un apellido perfecto para darte…– respiró hondo, “TenTen baka, si… eso era perfecto”– ¡Sabaku no TenTen!– ¿qué? ¿“Sabaku no TenTen”? ¿De donde carajos había venido eso?

 

 

El sonrojo que había producido la ira en TenTen, cesó para hacerla ruborizar de vergüenza. Definitivamente, aquella indirecta era muy rara.

 

 

Al llegar a la casa de la chica tocó la puerta varias veces, bufó molesto al no recibir respuesta, ya eran las doce del medio día y se estaba muriendo de hambre.

 

 

– ¡Hola! –Lo saludó una mujer más alta que él; de ojos verdes; cabello negro y ondulado que le llegaba hasta los hombros; de tez blanca y unos labios finos de color rosa. – ¿Quién sos?

 

 

– Vengo por Akemi, mi nombre es Sabaku no Gaara. –

 

 

– ¿Gaara? ¡Oh! El novio de mi hija. –Se abalanzó al chico y le besó la frente unas diez veces mientras lo abrazaba.

 

 

–Mamá, lo vas a dejar sin aire. –Gritó una voz detrás de ellos.

 

 

– ¡Akemi! ¡Tu novio ha venido!

 

 

– ¡Ya lo sé! Lo tengo en frente, pero… ¡suéltalo antes de que muera! –Dijo alarmada.

 

 

 

La mujer lo soltó con una sonrisa nerviosa. El chico solo se quedó parado, sin moverse de su lugar… sorprendido, con aquel abrazo maternal. Había sentido un alivio profundo que nunca antes había experimentado, un calor raro y unas ganas de llorar de emoción que, por su puesto, no hizo.

 

 

– Vamos. –Propuso la pelirroja con una sonrisa, al mismo tiempo que lo agarraba de la mano.

 

 

– S…si. –Le contestó sin dejar de pensar aquella ola de sentimientos que aún no se calmaban dentro suyo.

 

 

Estuvieron un caminando un rato, de los cuales aprovecharon para hablar un poco, pero la ojiverde quería hablar sobre un tema en particular…

 

 

– G… Gaara. –Lo llamó un poco apenada.

 

 

– ¿Qué pasa?

 

 

– N… nosotros alguna vez nos vam… vamos a besar. –Se ruborizó un poco y giró el rostro mirándolo directamente a los ojos.

 

 

Él se sobresaltó internamente, era verdad, aún no se habían besado. La miró, talvez ese era el momento indicado.

 

 

Traía el cabello suelto, aquellos ojos verdes como las hojas de los árboles lo miraban, ese contraste de la pálida piel a la rosa en sus mejillas, pero los labios eran los que más lo llamaban la atención: eran finos de un color rojo, ya que estaban un poco paspados porque la pelirroja se pasaba la lengua sobre ellos para no sentir la piel seca de éstos. Se veía tan adorable, tan… apetecible; acarició su mejilla haciendo que la menor se acercara más (N/A: Acuérdense de su personalidad).

 

 

– Te amo demasiado, Akemi. –Le dijo con un leve rubor en el rostro. Ella solo cerró los ojos, Gaara se acercó aún más y apoyó sus labios en los de ella. Sus labios sabían a fresa, era tan dulce. La agarró de la cintura y la ojiverde lo agarró del cuello así profundizaban el beso.

 

 

Se separaron por “la culpa” de la chica que se separó lentamente de él y siguió caminando, sin antes, agarrarlo de la mano.

 

 

 

– Tenés sabor a manzana. –Rió divertida.

 

 

– ¿A manzana? Y vos a fresa. –Ella le sonrió, su primer beso había sido como esperaba… no podía pedir más.

 

– – – – – – – – – –

 

 

Una chica de unas veinte y tantos se encontraba haciendo los quehaceres de la casa, hasta que escuchó golpear la puerta. Se aproximo a ésta; cuando la abrió sonrió de oreja a oreja.

 

 

– ¡Cuñado! –

 

 

– ¿Cu… cuñado?– preguntó el chico un poco confundido.

 

 

– Kiba está arriba. –Hana le cedió el paso, pero antes de que empezara a subir las escaleras le advirtió…– Shino, ¿te acordás cuando viniste a casa y le dije a Kiba que mamá vendría en unas horas? –Éll asintió.– Bueno, un cambio de planes, vendrá hoy, no tengo ni la más remota idea de la hora, por eso te pido no se besen en cualquier lado.– El pelinegro reflexionó, aquello era verdad, su madre talvez lo podía ver y Kiba tendría problemas. Asintió nuevamente y siguió subiendo hasta el cuarto del castaño.

 

 

Tocó la puerta de la habitación de Kiba y antes de que lo volviera a hacer, la Inuzuka abrió la puerta de un golpe. “Pero si hace un rato estaba abajo” pensó el pelinegro sorprendido por la rapidez.

 

 

– ¡Levantate!– le gritó Hana al oído sensible de Kiba haciendo que se cayera de la cama.

 

 

– ¡Kuso!– gritó éste mientras se sobaba el oído.

 

–¡¡No me despiertes así!! Aparte… ¿Qué pas…?– se quedó pasmado al notar la presencia de la persona que más amaba en este mundo.

 

 

 

 

– ¡Por kami, Kiba! Tu pieza está hecha un asco, quiero que la ordenes AHORA.

– P… pero.

 

 

– Nada de peros, mi cuñado te ayudará. –Se dio Vuelta dirigiéndole una sonrisa malévola al pelinegro.

 

 

– ¿Cuñado?– preguntó Kiba sin caer… aún. –Onee-san baka, gomen Shino, pero parece que no voy a poder salir hasta termin…– se quedó como piedra al sentir como las manos del Aburame recorrían su cadera.

 

–¿q… qué ha… haces?– preguntó al mismo tiempo que la sangre subía a su rostro.

 

 

Él no respondió, hizo que Kiba se diera vuelta y lo besó cuando lo tuvo frente suyo…

Detrás de la puerta…

 

 

 

¡eso es, Akamaru! Lo hicimos…– le dijo la castaña al perro.

 

 

Waf…– ladró feliz éste.

 

 

Volviendo con Kiba y Shino…

 

 

– M… mi hermana podría venir.– ¡Por kamisama! ¿Shino estaba pensando en hacer “eso” en su casa?

 

 

– Kiba, no voy a hacerlo con vos ahora. Solo quiero…besarte. –Kiba no captaba nada de lo que sucedía a su alrededor. Apenas percibió cuando el chico de gafas lo acostó sobre la cama, sobre el y entre sus piernas.

 

 

– No te creo. –Respondió por lo bajo, lascivamente, al sentirse acalorado y un poco… solo un poco, excitado.

 

 

Pero…

 

 

– ¿Quién será a esta hora?– se preguntó al oír nuevamente aquel sonido que emitía un golpe en la puerta. – ¿Diga?– una vez que abrió la puerta se encontró con la persona que menos quería ver en ese momento.

 

 

– Hola hija. –Sonrió su madre mientras le besaba la frente y abrazaba posesivamente.

 

 

– No respiro…– Si, era difícil pensar como hacer que tu mamá no se diera cuenta de que Kiba y Shino estaban besándose, tocándose, y demás cosas en el segundo piso de la casa… mientras te están asfixiando.

 

 

– Gomen. –La soltó sin dejar de sonreír.– voy a saludar a Kib…

 

 

– ¡¡No!! Digo, no… está durmiendo. Ya sabes como es él. –Kami, su madre no era tonta.

 

 

– ¿Desde cuando sos tan considerada con tu hermano?– Arqueó una ceja insegura, vamos… que si Hana dejaba adormir a su hermano más de lo debido, era porque estaba loca.

 

 

– Es que, lo puse a limpiar. –

 

 

– ¿No era que estaba durmiendo?– No, su querida Hija no estaba loca, estaba ocultando algo.– Hana… –La llamó severamente.

 

 

– ¿S…si?

 

 

 

 

Con permiso. –Siguió andando hasta la habitación de su hijo. – ¿Qué es… este olor? –Sintió un aroma parecido al de su compañero de equipo: Shibi Aburame. Iba abrir la puerta cuando…

 

 

– ¡¡No mamá no pases!! ¡¡Que Kiba está ordenando la pieza con un amigo!! ¡¡Ese Shino Aburame!!– “Espero que gritando, se den cuenta de que está mamá”

 

 

– ¡Ay! Por favor Hija, no grites. Si no querés estar castigada un mes, salí ya mismo del camino. –Tragó seco y le dio paso, bastante apenada.– Por Kami.– fue lo único que pudo decir en ese momento, al ver a Shino Aburame sobre su hijo.

 

 

– M…mamá. –Kiba nunca había sentido aquella vergüenza, era horriblemente infinita.

 

 

– Vístanse los dos… ¡¡ahora!!– cerró los ojos con fuerza, no podía tolerar aquello.

 

 

–Y… ya está. –Dijo apenado Kiba una vez que ambos se vistieron.

 

 

 

 

– ¡si serás baka otôto! ¡No viste como grité para que se dieran cuenta de ella estaba acá!

 

 

– ¡Claro que no escuché! ¡Sino ya estaría vestido!

 

 

– ¡Después no digas que no te ayude!

 

 

– ¡no me grites así Hana!

 

 

– ¡Vos me empezaste a gritar, Kiba!

 

 

– ¡¡Cállense los dos!!– gritó la madre de ambos, haciendo que se callaran y se pusieran mas duros que una piedra. –Explíquenme que pasa… ahora.

 

 

– Mamá… yo, yo…– No le podría decir que eran novios, porque aún no lo eran. –Me gusta Shino y él gusta de mi. Igual no somos novios… es una larga historia. –Se sintió estúpido, pero ya no podía hacer nada para remediar aquel lío.

 

 

– ¿Te gustan los chicos?– fue único que preguntó su madre.

 

 

– Pues, Shino es un chico, –Sonrió nerviosamente, verdaderamente se estaba comportando como un estúpido.

 

 

– No voy a dejar que MI hijo sea homosexual, claro que no. O te vas de la familia Inuzuka y te quedas con él, o t conseguís una novia y olvido todo esto. –Los dos hermanos abrieron los ojos como platos, nunca creyeron que su madre les diría algo así, pensaron que no importaría con quién estuvieran… ella siempre los iba a aceptar con el simple hecho de que fueran felices; pero al parecer se habían equivocado.

 

 

El más chico cerró los ojos impidiendo que sus lágrimas cayeran sobre sus mejillas, esperando que no fuera cierto, no le gustaba elegir… odiaba hacerlo, porque cada opción tenía una consecuencia. Pero, en este caso, elegiría la primer opción: ser desterrado de su clan e ir con Shino; porque se había prometido a sí mismo que dejaría todo por la persona que amara con el sólo propósito de estar juntos.

 

 

– Mamá, no puedes hacer eso. –Rompió el silencio la mayor con lágrimas en los ojos.– ¡Kiba es mi hermano! ¡Y sobre todo… tu hijo!

 

 

– Ya tomé una decisión, decime Kiba… ¿qué elegís?

 

 

– Shino es mi vida. –Contestó sin balbucear y con la mirada fija en su madre.

 

 

– Tomá tus cosas y andate lo más pronto posible. –Se retiró del cuarto, quedando solo el pelinegro y ambos hermanos.

 

 

– N… no puedo creerlo. –

 

 

– Créelo Hana. –Respondió tristemente el menor mientras recogía lo más elemental.

 

 

– Gracias. –

 

 

– ¿Nani?– se preguntó Kiba.

 

 

– Por elegirme, yo sé que todo se va a solucionar. Te amo mi cachorro. –Se sintió cohibido al ver a Shino acercándosele.

 

 

– Ay, son tan lindos. –Soltó sin poder resistirse, la única chica presente.

 

 

– ¿No estabas triste?– se preguntó el Inuzuka con pequeñas gotas cayendo en su cabeza.

.

 

 

– ¿Kakashi?– preguntó al abrir la puerta y encontrarse con el antes nombrado, frente suyo.

 

 

– Iruka-kun. –Arqueó su único ojo visible en señal de sonrisa. El chûnnin solo de sonrojó al oír como el peligris pronunciaba su nombre.

 

 

– ¿Qué hacés acá? –Volvió a preguntarle nervioso. El Hatake no respondió, dio unos pasos hacia delante haciendo que el Umino retrocediera; cerró la puerta con un pié y aprisionó al menor.

 

 

Todavía no lo hemos hecho… –Le dijo maléficamente en voz sumamente baja, aunque lo suficientemente alta para que el chûnnin lo escuchara.

 

 

– Eres un pervertido, aparte… aún no somos p…p…pa…pa…par…– le daba vergüenza decir “pareja” y la situación no le ayudaba en mucho.

 

 

– ¿Pareja?– lo ayudó divertido, le encantaba cuando su koi se ponía así.

 

 

Hai. –Susurró avergonzado.

 

 

– Oh… tenés razón. –Se arrodilló en el suelo frente a él. –Iruka-sensei, ¿aceptaría ser mi novio?– Éste no hizo más que reír y ponerse de cuclillas mientras lo besaba tiernamente en la mejilla (Aunque la máscara no lo permitió mucho). – Supongo que eso es un sí, y ahora… ¿lo hacemos?– pidió suplicante. El morocho lo miro desaprobadamente.– Ya me cansé de satisfacerme solo.–

 

 

– ¿Te… te… mas…?–

 

 

– Si, con vos todos los días. –Volvió a sonreír picaronamente, mientras se acercaba a Iruka.

 

 

El castaño lo miró con una gran gota en la cabeza.– Sos un pervertido en porten…– los labios de Kakashi le impidieron seguir. No sabía como hacía Kakashi para bajar aquella máscara tan rápido, pero se sentía bien. Lo amaba tanto, que no resistió cerrar los ojos y corresponderle.

 

 

– Onegai Iruka-kun, hagámoslo, me duele la mano de tanto masturbarme. –

 

 

– ¡No digas esa palabra! –Se puso rojo como un tomate. – Ah, ¿Por qué nunca puedo decirte que no? –Se pegó la frente con la mano en señal de frustración, porque era verdad: El nunca se negaba a Kakashi.

Notas finales:

Odio subir en amor-yaoi.com -_-Uu

 

Besos


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