Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Días febriles por ines_kaiba_wheeler

[Reviews - 38]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

EDITADO 30/12/11---Esta historia está siendo editada capítulo a capítulo, que no os sorprenda leer capítulos muy extensos y de repente encontraros con un salto hacia atrás en la forma de narrar.

A día 30/12/11 el capítulo 2 está completamente revisado y editado. He quitado cosas y las he añadido. Aparte, lo he narrado de una mejor manera, que era el fallo principal de esta historia.

----------

^^ He vuelto de nuevo.

Confundido como estaba, Takashi parpadeó un par de veces sin atreverse a contestarle aún. ¿Hablaba en serio o era otro doble sentido? Declararles la guerra a Fuji y a Tezuka. Ni siquiera sabía cómo podrían hacer algo parecido, aunque fuese una simple metáfora. Negando suavemente con la cabeza le dio otro sorbo a su té.


--Quizá cuando te recuperes, --eso ya de entrada. --Por muchas ganas de “guerra” que tengas, dudo que logres mucho si no tienes fuerzas, --lo miró de reojo esperando que le diese la razón. Jin tan sólo se encogió de hombros.

Siguieron en silencio hasta que llegó el repartidor. A penas cinco minutos más tarde y tras haber debatido quién iba a pagar, Takashi observaba como Jin devoraba la comida sin detenerse casi a masticar. Se suponía que esa era su entrada para irse a comer a su casa pero de algún modo le apetecía quedarse. Más bien, no le apetecía dejarle solo. Lo había estado demasiado tiempo. Debía estar ahí para él, aunque resultase complicado, extraño y confuso al principio. Mejoraría con el tiempo, ¿no? En todas las relaciones se daban momentos incómodos los primeros días. Al menos, esperaba que fuesen sólo un par de días.

-- ¿Vas a ponerte a llorar, Kawamura? --Se le había ocurrido levantar la mirada hacia Takashi y le había visto con una cara de preocupación que se le hacía hartamente conocida. La misma cara que ponía su madre antes de sacar a relucir sus lágrimas. Una cara que no podía odiar más y desde hacía demasiado tiempo.

Sobresaltado por sus palabras, Takashi levantó la cabeza hacia el frente abriendo mucho los ojos. No tenía pensado ponerse a llorar. Ni siquiera tenía ganas. Hacía mucho que no lo hacía, desde que era un niño y no era por razones. Por suerte siempre conseguía tragárselas.

--Porque deberías saber que no las soporto, --añadió mostrando una mueca de molestia que esperaba que Takashi viese. --Aunque las aguante todos los días, --torció una sonrisa cuando vio que el otro le miraba.

Takashi volvió a negar, cerrando los ojos y relajando sus hombros de nuevo. Increíble pero cierto.

--Que te parezca divertido que Yuuki-chan llore debería considerarse un pecado, --le observó comer inesperadamente molesto por lo que acababa de escuchar, esperando por una respuesta que no tardó en llegarle. De nuevo tenía en la cara una media sonrisa que no le ayudaba a sentirse mejor.

--Tengo asumido que arderé en el infierno, Kawamura. Otro pecado más es sólo uno más, --resolvió antes de darle otro mordisco aterrador a la hamburguesa. En sólo cinco bocados la tenía casi despachada. Sin lugar a dudas tenía la boca grande y un hambre feroz. --Si intentas hacerme sentir culpable, sigue probando suerte porque lo vas a tener jodido.

Como sus dos opciones en ese momento eran resignarse o empezar una discusión absurda, se decidió por resignarse. A pesar de que Jin claramente quería que se diese la segunda opción no iba a conseguirlo. Su comentario de antes apoyaba ese pensamiento. Para él una discusión era otra manera más de comunicación de pareja.

Aunque no le gustase, sabía que discutirían por absurdos diariamente, era un hecho.

--Eres único en tu especie, --dijo finalmente, apoyando sus antebrazos en sus rodillas y mirando al suelo. --Cualquiera que sea.

Con esta postura decidió ignorarle durante un rato. Lo suficiente como para que terminase de comer en silencio y pudiese irse a casa sin dolor de cabeza ni sentimiento de culpa. Aunque lo segundo predominaba en su mente de manera que lo primero empezaba a aparecer. Lo que menos necesitaba ahora era tener que soportar un dolor de cabeza. Ya tenía que aguantar a uno de metro ochenta y febril, uno suyo no le beneficiaría en su labor de vigía.

--Eso de único me hace ser especial, ¿no crees?

--Las defensas de tu ego están perfectamente, por lo que veo, --si tuviese tantos anticuerpos como amor propio jamás se pondría enfermo. Podía jurarlo.

--Que esté enfermo no me cambia, Kawamura, --para su disgusto esa era una afirmación demasiado veraz. --Si no te gusta cómo soy, no es mi problema.

--Ha de ser mío, --murmuró para sí antes de levantarse. Prefería irse ahora antes de quedarse y decir lo que su mente pedía a gritos. Silencio, tan simple como eso. Para decir esas perlas, mejor callado.

--Me voy ya, --lo miró de reojo, dudando de si besarle o irse sin más. De todas maneras, la forma en el que lo dijo daba a entender que no estaba precisamente contento, ¿qué más daba entonces?

--Si piensas por un momento irte sin despedirte, tu padre sabrá que su hijo es de todo menos educado, --Takashi rodó los ojos y suspiró. ¿Qué más daba? No pudo evitar repetirse antes de inclinarse hacia él y dejarse besar nuevamente.

Si tenía una conclusión final a todo lo que había pasado hasta ahora era que no recordaba ese tipo de besos por su parte. Cautelosos, como si no quisiese fastidiarlo aún más. Quizá una manera de suavizar su instinto autodestructivo y acto reflejo. Quizá se sentía tan inseguro como él. Improbable, pero era una posibilidad más al fin y al cabo.

--Tienes mi número, ¿verdad? Si no está en la agenda de Yuuki-chan, --él mismo se había encargado de escribirlo allí a petición de la mujer. --Llámame si es urgente, --quiso frenar el repentino impulso que había nacido desde el interior de sus calzoncillos al mirarle a los ojos pero le fue imposible. Cuando se quiso dar cuenta ya podía contar cuántas muelas tenía Jin en la boca.

Con el sabor de la hamburguesa todavía en la suya, Takashi salió del piso lo más rápido que pudo, dejando tras de sí a un sonriente y excitado Jin, quién tuvo que ignorar esa excitación cuando un bostezo se apoderó de su boca. Dormir, debía dormir. Ya se desahogaría en otro momento, tenía tiempo y estaba solo en casa. El placer sería mayor si no estuviese enfermo.

Poco tardó en despertarse de nuevo. Como el sueño parecía que no quería volver, se levantó como pudo y se fue al salón a jugar un poco.

Tirado en el sofá fue como se lo encontró Takashi cuando fue a hacerle la cena. Meneó la cabeza en un gesto desaprobatorio tan pronto lo vio allí, aunque no le dijo nada. Siempre había sido libre de hacer lo que le diese la gana, tampoco iba a controlarle.

Esta vez cenaron juntos e incluso jugaron un par de partidas antes de que Takashi se fuese a casa.

--Todavía es pronto para irte, --argumentó Jin mientras le impedía levantarse del sofá.

Terminaron enredándose el uno con el otro sobre los cojines.
Takashi sentía que se derretiría allí mismo del puro calor que sentía, con aquellas manos librándose de su camiseta y su boca deslizándose hacia su pecho. Sin embargo no creía que estuviesen haciendo lo correcto. En alguna parte de su cabeza podía escuchar una reiterada negación que le hizo plantearse el parar. Se sentía bien pero no debían seguir. No todavía. Era muy pronto para asimilar todo lo que estaba pasando y simplemente dejarse hacer.

Y Jin estaba enfermo.

--Kawamura…

Fue lo único que dijo Jin cuando se vio apartado de su cuerpo. Un quejido que implicaba que no quería detener aquello, que no quería que parase. Sabía que con insistir podía lograr su cometido, ya había ocurrido una vez después de todo. Pero obligarle a hacer algo que no quería no entraba dentro de sus planes de conquista.  Y tampoco se sentía tan bien físicamente como para seguir.

Con un beso como despedida, Takashi se fue del piso una vez consiguió convencer a Jin para que se acostase.


Jin dio otra media vuelta en la cama cuando se despertó el lunes, todavía sin abrir los ojos. Había tenido un sueño extraño, aunque no recordaba mucho de él, tan sólo las imágenes. Aparecía él junto a otro niño que por su apariencia tenía que ser Takashi. Intentó recordar sobre qué hablaban pero le fue imposible. Se habían enganchado los meñiques, quizá por una promesa. Después la madre de Takashi había aparecido y se lo había llevado, un hecho bastante recurrente cuando eran pequeños. Fue entonces cuando se despertó, entre un manto de oscuridad y recuerdos no tan agradables de su pasado.

Volvió a apoyar su espalda en el colchón y se estiró lo máximo que pudo antes de incorporarse con la ayuda de sus manos. De un vistazo rápido recorrió la habitación. Las cortinas estaban echadas y la luz estaba apagada. La noche anterior no había hecho ninguna de ambas cosas. Ni siquiera había cenado. Se había tirado en cama antes de que Takashi llegase y hasta entonces que se despertaba.

Por suerte estaba la puerta abierta y entraba por ella el reflejo de la luz blanca de la cocina. El repentino picor de su garganta le hizo toser y caer de nuevo en la cama. El sonido de un metal cayendo en algún lugar de la casa le hizo agudizar sus sentidos. Por un momento incluso creyó que su corazón se había parado.

-- ¿Ya estás despierto?

La voz de Takashi. Parecía nervioso, quizá lo había asustado. Aunque seguramente no más de lo que se había asustado él.

--No me destroces la casa, --le avisó, notando ronca su voz. Lo que le faltaba, afonía. Más de la que por cuestiones hormonales ya tenía.

--Lo siento.

Jin rodó los ojos, preguntándose qué hora sería. Cuando lo vio aparecer con el uniforme del instituto, aparte del desayuno, imaginó que ya había amanecido. Frotándose los ojos, se preguntó cuándo había sido la última vez que había dormido toda la tarde y toda la noche.

--Volviste por la noche, ¿verdad? --No había sido él quien había corrido las cortinas y tampoco había limpiado y tirado la basura de su habitación. --A vigilarme, --añadió mientras se sentaba para recoger la bandeja que llevaba Takashi.

--No exactamente para vigilarte, --le puso el desayuno encima de las piernas antes de ir hacia la ventana a abrir las cortinas. --Pero sí volví.

Cuando había salido de casa media hora antes y había visto lo oscuro que estaba el cielo, le dieron ganas de volver a meterse dentro del restaurante. No tardaría mucho en ponerse a llover o incluso a nevar. El pronóstico del tiempo anunciaba ambas en diferentes zonas de la ciudad.

--Mi hermana me pidió que te dijera que eres un debilucho por ponerte enfermo y no poder hacer nada por ti solo, --le había hecho gracia en su momento, pero no dejaba de preocuparle.

--Esa cría tiene los huevos mejor puestos que tú, Kawamura, --se rió con maldad, cogiendo el recipiente del arroz.

--No digas eso, --volvió hacia la cama con la mirada gacha. --Lo dijo por la fiebre que todavía no le baja, --se rascó la nuca, incómodo. De seguir así tendría que volver al médico, ojalá no fuese a más. --Es hora de que me vaya a clase o llegaré tarde a primera hora.

Jin lo miró fijamente mientras comía. ¿Tan tarde era? Lo que le llevó a una segunda pregunta.

-- ¿Y el entrenamiento? --Preguntó una vez tragó lo que tenía en la boca.

--Ayer me encontré con Inui cuando me fui a comer, --Jin frunció el entrecejo levemente ante la mención de su compañero de equipo, un hecho que pasó inadvertido para Takashi al no estar mirando en su dirección. --Le pedí que avisara de que no iría, tampoco estamos obligados a ir a estas alturas del curso, --algo que los de tercer año agradecían. Tenían más tiempo para concentrarse en sus estudios, que parecían acumularse inexplicablemente día a día. --Además tenía que encargarme de dos enfermos, así que…

--No me utilices como método para no ir a entrenar, --a pesar de que sonaba enfadado, la verdad era que no le importaba que estuviese ahí con él. Todo lo contrario. --Lo dejarás en marzo, deberías aprovechar.

--Lo que haga o deje de hacer con mi tiempo no debería importarte, --sin ser consciente de sus movimientos, se acercó a Jin y le apartó el pelo de la cara antes de inclinarse para posar sus labios sobre su frente. No parecía que tuviese fiebre, pero no debía fiarse. --Tómate una pastilla de esas, --señaló el paquete de encima de la mesilla, -- ¿vale? --Jin simplemente bajó la mirada hacia su taza de arroz mientras masticaba, haciéndole suspirar. --Sabes que es por tu bien.

--Por mi bien los cojones, --cualquier cosa que indicaba medicinas o médicos le ponía más enfermo de lo que ya estaba. Sería bueno si Takashi se daba cuenta de una vez de ese detalle. --Estoy perfectamente, --a pesar de su tono de seguridad, el ataque de tos que le dio posteriormente no le hizo quedar nada bien.

Antes de que el moreno pudiese decir nada, la mirada de Jin le avisó de que no abriese la boca al respecto. Apoyando ambas manos en sus mejillas, dirigió su cabeza hacia él para que le prestase total atención.

--Si no quieres tomártela, no lo hagas, pero lo que tengo muy claro es que no voy a estar presionándote como si fueses un niño cada dos por tres, --a veces era más fácil tratar con su hermana que con él, algo que no terminaba de encajar muy bien debido a la diferencia de edad entre ambos. --Y créeme, más allá de mi hermana, no soporto a los niños. Tú verás.

Se separó de él con la firme intención de irse corriendo a clase. Hiciese lo que hiciese tenía claro que llegaría tarde, pero mejor era llegar un minuto tarde que cinco.

--Volveré a la hora de la comida, --anunció al dejar la habitación, mostrando en su voz un tinte de enfado que no debería haber dejado salir a la luz.

Definitivamente el día no pintaba nada bien ya desde primera hora.


A pesar de no haber sonado aún la campana que indicaba el inicio de las clases, los pasillos se encontraban ya llenos de estudiantes. Entre el mal tiempo que no invitaba a quedarse fuera y los que llevaban un par de horas en el colegio a causa de los entrenamientos matutinos, pocos eran lo que todavía no habían llegado al Seigaku.

En uno de los pasillos de la zona de los de tercer año, un grupo se encaramaba lo suficiente por una esquina para seguirle los pasos a Fuji Shusuke que caminaba absorto en sus propios pensamientos, siendo consciente de que era vigilado bien de cerca por aquellas chicas de curso inferior.

El pensamiento que más se repetía era lo ignorado que se sentía por Tezuka. No era que le gustase que le prestase completa atención a todas horas, aunque sí le apetecía que el resto de sus ocupaciones diarias no le restasen tiempo para estar con él. Siempre que se les concedía un poco de tiempo, libres del resto del mundo, conseguía escaquearse para atender a asuntos del consejo escolar o del club de tenis.

Suspirando, sacó a relucir su mejor sonrisa y se giró hacia las chicas, quiénes no tuvieron tiempo de esconderse y tuvieron que aceptar la vergüenza de verse descubiertas.

--Chicas, ¿habéis visto a Tezuka? --Ellas negaron forzosamente, todavía mirando al suelo con fijación.

--Ha ido a hablar con Ryuuzaki-sensei, --por detrás de ellas apareció la alta figura de Inui Sadaharu con un par de libretas en sus brazos.

--No parecía muy contento.

--Nunca lo parece, --se le escapó a una de las muchachas, quién quiso inmediatamente que la tierra la tragase al verse centro de la mirada de ambos chicos.

--Últimamente parece estar más contento, --intentó salvarla su amiga, desviando su mirada hacia ella.

-- ¿Ah sí? --Fuji enarcó una ceja, divertido por aquella escena.

--Sobre todo, cuando…--Inui se fijó en el detalle de que la chica levantaba ambas cejas simultáneamente hacia Fuji y no pudo sino torcer una sonrisa. --Ya me entiende, sempai.
Imitando el gesto de Inui, Fuji inclinó levemente su cabeza.

--Sí, --compartiendo una sonrisa cómplice que dejó al resto del grupo petrificado, los de tercer año hicieron su camino en busca de Tezuka.

-- ¿Me acompañas? --Le preguntó al verle a su lado, sacando un bolígrafo y abriendo una de las libretas.

--Sólo hasta que lleguemos a mi clase, me temo, --tras escribir un par de renglones, volvió a guardar el bolígrafo y a cerrar la libreta. --No sabía que les dieses cuerda a tus admiradoras.

--Es divertido verles perder la confianza, --temblar ante su mirada, salivar al tenerle cerca. Si supieran que era gay y estaba cogido, en más de un sentido, seguramente se ahorcarían. Un pensamiento placentero en algún u otro sentido. -- ¿Qué pasa? --Preguntó al notar la intensa mirada de Inui en él.

--Tienes ese aura a tu alrededor otra vez, --la misma que tenía en su partido contra Mizuki meses atrás. Estaba claro que su amigo no era una hermanita de la caridad. --Dejando eso aparte, --la sonrisa que tenía Fuji en la cara en ese momento le hizo tragar saliva. --Lo de Tezuka-

--Sé lo que piensas y tengo conocimiento de esos cambios de humor, --interrumpió sin dejar de sonreír. Nadie más observador que él para notarlo. --Saber que terceras personas también lo notan me hace pensar que es realmente obvio.

Aunque secretamente, el saberlo le hacía disfrutar y le condenaba a partes iguales. Debía aceptar que otros y otras podían mirarlo de la misma manera que él, incluso desearlo más al no tenerle. Le gustaba creer que Tezuka era suyo, para disfrute propio en los buenos y malos ratos. Estos últimos siendo bastante más asiduos.

--Me gustaría entender mejor esa mente tuya, Fuji, --la voz de Inui le sacó de sus pensamientos y se permitió ensanchar la sonrisa cuando se le cortó al ver a Kaidoh caminar en su dirección.

--Buenos días, Kaidoh. De nuevo, --el más joven hizo una reverencia, visiblemente perturbado. Viendo el sonrojo que acababa de aparecer en su cara no pudo evitar mirar hacia su derecha. Aparentemente no era el único con la cara a colores. -- ¿Has visto a Tezuka? --Tras un leve siseo, dirigió su mirada hacia la clase que acababa de pasar. La de Tezuka. --Oh, vaya, --a pesar de que su cara indicaba pena, el tono que utilizó no invitaba a sentir lástima por él. Más bien por su capitán. --Ya hablaré con él en el descanso para comer, --sin mediar más palabra entre ambos, dio un par de pasos rápidos para desaparecer por el pasillo por el que había aparecido Kaidoh.

Si no podía molestar a Tezuka antes de clase, al menos incomodaría a esos dos. Un hecho que no tardó en suceder.

El de segundo año, viéndose a solas con Inui, bajó la cabeza y trató de ocultarla entre sus hombros. Siempre conseguía hacerle temblar con su sola presencia, quedarse a solas con él no facilitaba que ese sentimiento mejorase. Todo lo contrario.

--Te recomendaría que fueras a clase. Llegarás tarde, --puntualizó mirando hacia sus manos. Conocía esos signos, los había visto antes en otras personas, la mayoría chicas. Saberlo tampoco le ayudaba a mitigar la angustia que le provocaba, pero no podía evitar sentirse bien con ello. --Y yo también.

Con esta aclaración, el propio Kaidoh pidió disculpas avergonzado por retrasarle. No era consciente de que él no había hecho nada para que el otro llegase tarde, no le había obligado a quedarse parado a su lado. Sin embargo, inclinó su cuerpo y se fue por el pasillo hacia el laboratorio, llevándose con él a sus compañeras de clase, que seguían observando la escena desde dónde se habían quedado tras el llamado de Fuji.

Evitando suspirar o sentirse más mal de lo que ya se sentía por la frialdad con la que siempre actuaba con él, Inui analizó sus opciones. Quizá Kaidoh no llegase tarde, porque se había ido casi corriendo, pero él no conseguiría llegar a tiempo a su primera clase. Era un hecho.

Tampoco parecía que fuese a llegar a tiempo Fuji, que con la excusa de buscar a Tezuka había dado demasiada vuelta por el lugar como para entrar a clase antes que su profesor. Sorprendentemente no era el único que se encontraba en esa situación. Justo al dar la última curva se dio de frente con un cuerpo demasiado grande y alto para ser una chica.

--…Perdón, --al levantar la mirada y reconocer aquella cara, la sonrisa volvió a su rostro. --Taka-san. Te echamos de menos en el entrenamiento, --sin escuchar sus gritos entusiasmados y pasionales a primera hora de la mañana, los lunes se hacía curiosamente largos.

--Pero Inui nos lo explicó, --a Tezuka no le había sentado nada bien la ausencia, pero supo callárselo bastante bien.
Antes de que el otro pudiese decir algo, cogiendo aire para recuperar el que había perdido al correr hacia el Seigaku, una ligera tos carrasposa les sobresaltó a ambos.

--Señores Kawamura y Fuji, ¿por qué no están en clase aún? --Su profesor de matemáticas podía ser demasiado pedante e insoportable como para cruzárselo en un mal día. O eso le parecía a Fuji.

--Supongo que por la misma razón que no lo está usted, profesor, --educado como había sonado, el trasfondo oculto del mensaje le mandaba directamente a un lugar poco agradable.

Takashi quiso decir algo para contrarrestar lo que había dicho su amigo, pero al ver la vena aparecer en el cuello de su profesor, supo que la batalla estaba perdida antes de tener tiempo de sacar la espada para defenderse.

--Señor Fuji, a veces debería saber que la respuesta más sabia es callarse. ¿Por qué no aprende de su amigo? --A pesar de que se dirigía a Fuji, el enfado se descargaba contra ambos. Con ese hombre siempre pagaban justos por pecadores, la pena era que por mucho que los odiase, no los podía suspender. Por razones más que obvias.

--Sentido común, ¿quizá? No me gusta dejarme doblegar, --por gente que no debía doblegarle, al menos. Tenía demasiado orgullo, amor propio. Lo llamase como lo llamase, no le apetecía lidiar con su profesor a esas horas, a pesar de tener que aguantar su clase tan pronto esa discusión terminase.

--No creo yo que conozca el significado del sentido común, señor Fuji, de otra manera se hubiese callado antes de meterles a ambos en un castigo de cabeza, --mostrando su mejor cara de asco, añadió, --esta tarde tras la limpieza de clases en la sala de tutoría del primer piso.

Sin comerlo ni beberlo, a Takashi se le cayó el alma a los pies. ¿Y a él porqué lo castigaba? Ni siquiera había hablado. Finalmente tuvo que resignarse mientras se despedía de Fuji para ir a la clase que le tocaba. Aquel profesor había nacido para incordiar a sus alumnos, preguntarse razones de su conducta no servía para nada más que para perder el tiempo.

Lo peor de todo era ya no sólo el tener que cuidar tanto de Jin como de su hermana, sino que aún por encima lo habían castigado el día de su cumpleaños. ¿Podría haber algo peor?

Por supuesto.

A media mañana, justo antes de la hora del descanso, el jefe de estudios llamó a la puerta de la clase de Takashi y le pidió que saliese al pasillo. Tan pronto escuchó su nombre la preocupación hizo que le temblasen las rodillas y su barriga empezase a dolerle por los nervios. Había ocurrido algo, ¿el qué? No estaba seguro de querer saberlo.

Aparentemente, a su hermana le había subido la fiebre demasiado y sus padres tuvieron que llevarla al hospital. Takashi recogió sus cosas, se excusó con la clase y el profesor y esperó pacientemente por su padre, que había quedado en ir a recogerlo lo más rápido posible. Mientras esperaba, no podía evitar pensar en ese resfriado. Porque eso era lo que sufría su hermana, ¿no? Nada más grave, no podía ser nada más grave que un simple resfriado.

Poco después de que la campana que anunciaba el inicio del primer descanso sonase, vio aparecer por los pasillos gente de su clase que se acercó para animarle; entre ellos también aparecieron Fuji y Kikumaru, alertados por algún amigo en común.

En pocas palabras les explicó lo que pasaba con un nudo en la garganta. Su padre apareció por la puerta y ni siquiera se molestó en despedirse, necesitaba saber cómo estaba ella. Tenía que verla y su padre lo sabía, por eso no preguntó nada y se limitó a acelerar para llegar antes.

Takashi entrecerró los ojos al atravesar las puertas de cristal del edificio. Una cálida brisa les acompañó bien entrado en el rellano y hasta que empezaron a recorrer los pasillos. No le gustaban los hospitales, ni estar dentro de ellos, ni su olor, ni tener que hacer una visita a ninguno de sus familiares. Cuando su padre se quedó parado frente a una de las puertas de la zona de habitaciones privadas, comprendió porqué Akutsu tampoco quería que le viese un médico. Tendría que ser benévolo con él en ese aspecto a partir de ahora.

Uno, dos, tres golpes con los nudillos a la puerta y la voz quebrada de su madre desde el interior que accedía a dejarles pasar fueron los detonantes de sus nervios. Tanteó el suelo que se abrió ante él junto con la puerta, incapaz de mirar al frente por temor a lo que pudiese ver. Observó a su madre con cautela, sentada en el sofá que había en un rincón. Tenía la mirada fija en la cama, los ojos vidriosos y entre sus brazos la chaqueta que normalmente tenía puesta su hermana, sujeta con fuerza y manos temblorosas. Podía afirmar con rotundidad que jamás la había visto tan pálida.

El leve chasquido que hizo la puerta al cerrarse le obligó a cambiar la dirección de su mirada, esta vez a su padre, que se encaminaba hacia el sofá con la intención de consolar a su mujer. Empezó a escuchar también un pitido rítmico en el que no había reparado hasta ahora y que le puso los pelos de la nuca de punta. Había visto demasiadas series de médicos como para no reconocer la máquina a la que pertenecía aquel sonido.

Instintivamente miró hacia la cama. Abrió con tanta fuerza los ojos que creyó que los párpados cederían, pero apenas sintió el dolor. La visión que le ofrecían sus ojos era todavía más perturbadora y dolorosa. Había tubos, cables y al menos tres máquinas conectadas a su hermana, que parecía confundirse con las sábanas de lo blanca que se encontraba. No pudo aguantar la situación más de dos segundos.

Salió corriendo de allí en dirección al cuarto de baño. Buena cosa que sabía dónde estaba. El estómago le había dado un vuelco y las arcadas no se hicieron de rogar, así como tampoco sus lágrimas. La impotencia que había sentido al ver a su pequeña y dulce hermana postrada en aquella cama fue superior a él, a su orgullo, a lo que fuese. Tiró de la cadena, se lavó la cara evitando mirarse al espejo y salió de nuevo al pasillo, quedando sentado frente a la puerta de la habitación. No quería volver a entrar, tenía la sensación de que volvería a vomitar si la volviese a ver así.

Perdió la noción del tiempo por lo que no estaba seguro de cuánto había estado allí sentado, con la frialdad de la pared y del suelo como compañeras. No fue hasta que su padre le despertó de su trance que pareció recobrar la cordura. Su hermana estaba hospitalizada. No era ninguna pesadilla, era la vida real.

-- ¿Por qué no vuelves a casa? --Fueron las primeras palabras que escuchó. Negó. Prefería quedarse, aún si no entraba, debía quedarse. -- ¿No le habías prometido a Yuuki que cuidarías de su hijo? Podrías ir con él y distraerte.

Una nueva negación, aunque eso le recordó que su hermana no era la única enferma. Akutsu también lo estaba y estaba solo sin nadie más que él a quien llamar en caso de emergencia.

--Si me das la llave de su casa iré yo a ver cómo está, --levantó la mirada para encarar la de su padre y recibió una sonrisa ladeada. --Necesito despejarme un rato, --tenía los ojos hinchados. ¿Había estado llorando o era simple cansancio?

Takashi no se mostró reticente y sacó el llavero de su bolsillo para dárselo a su padre. Se quedó pensativo mirando el muñeco de hilos que hacía compañía a sus llaves. Se lo había regalado su hermana cuando se enteró de que habían ganado los nacionales. Uno a cada miembro del equipo, ella misma los había hecho.

--Sólo necesita que le hagan la cena y que le recuerden que tiene unas pastillas que tomar antes de acostarse, --murmuró cerrando los ojos.

Su padre asintió aunque él no logró verle.

--Deberías entrar a cuidar de tu madre. Y a tu hermana. Ambas te necesitan.

Le observó irse y decidió no levantarse hasta que ya no le viese.

Cuando esto ocurrió, hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y se prometió ser fuerte por los tres. Y por él mismo. Al entrar se dirigió directamente hacia su madre y la abrazó. Ella empezó a llorar en su hombro, todavía aferrada a la chaqueta de su hermana.

Y no fue la única.


Notas finales:

EDITADO 30/12/11---Espero que con estos cambios, el capítulo haya ganado tanto visualmente como en la narración, la trama y los personajes.

 

--------------

¿Qué os ha parecido?

 

Yo noto un OOC en Akutsu y puede que en el padre de Kawamura también.

 

Atte. Inés.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).