Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

8 Semanas por Naruko

[Reviews - 591]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Gracias de nuevo a Nammy por su cover para esta historia. Les dejo el enlace para que la puedan ver.

Cover 7 (1ª parte)

¡A leer!

 

Los personajes de este fic no me pertenecen. Van a cuenta del señor Kishimoto-sensei. 

Cap 11: Dolor y egoísmo.

 

—¿Un suicidio fingido? ¿Estás bromeando, Ero-senin?

 

Jiraiya se volvió brusco hacia el joven detective reprendiéndole con un dedo sobre la boca para que moderara su tono.

 

—Baja la voz, chico. ¿Acaso quieres que nos descubran?

 

El rubio infló los mofletes, y como un niño pequeño al que acaban de regañar, se cruzó de brazos girando el rostro en sentido contrario con obstinación.

 

—Si dejaras de espiar a través del cáñamo el baño de las chicas no tendrías de qué preocuparte —reprendió ceñudo—. Viejo pervertido.

 

—Es trabajo de investigación —contradijo Jiraiya colocando de nuevo un ojo en la ranura mientras reía pecaminosamente por lo bajo—. Esto no tiene nada que ver con la edad, se lleva en el espíritu… y el mío tiene hasta acné.

 

Naruto rodó los ojos con visible agotamiento. Definitivamente la próxima vez rechazaría de pleno la oferta de acompañar a su jefe a aquellas aguas termales a sabiendas de que arriesgaba su culo y seguramente otras partes de su cuerpo, de ser descubierto por las chicas que se bañaban al otro lado del muro de bambú. A fin de cuentas un pervertido siempre sería un pervertido.

 

—Lo que sea —gruñó quitándose el paño húmedo de la cabeza para sumergirlo en el agua—. ¿Pero por qué dices que podría ser un suicidio fingido? Ya te lo he dicho antes. Estoy completamente seguro de que Itachi está muerto. De ninguna manera fingió un suicidio para poder escapar.

 

—¿Y tú cómo estás tan seguro de eso? ¿Acaso tienes alguna prueba que lo confirme? ¿Sabes dónde se encuentra enterrado el cuerpo de Itachi? —indagó. Jiraiya observó cómo su joven discípulo torcía el rostro obstinado sin intención de contestar a ninguna de sus preguntas y añadió contundente—. Muchacho, si sabes dónde se encuentra el cuerpo debes decírmelo. Podríamos pedir una orden de exhumación del cuerpo.

 

El rubio abrió los ojos desmesuradamente, y alarmado, atravesó las termas agitando el agua a su paso hasta quedar frente al viejo con visible disconformidad.

 

—¡¿Qué?! De ninguna manera vamos a desenterrarlo. ¡Auch! —un certero golpe cayó inesperadamente sobre su cabeza reprendiéndole por su efusividad y tono de voz. Al otro lado del cáñamo las chicas habían dejado de hablar despreocupadamente, y recelosas, miraban hacia la barrera que separaba las termas.

 

—Mocoso, te he dicho que bajes la voz. ¿Acaso tienes las suficientes agallas para enfrentarte a una manada de hembras cabreadas y con jabón de ducha a mano? ¡Si quieres suicidarte hazlo, pero no me arrastres contigo!

 

—No podemos desenterrarlo —susurró retomando el tema con interés—. Eso… eso no estaría bien. No es bueno romper el descanso de los muertos.

 

Y además, él perdería toda la confianza que Sasuke le depositó contándole el secreto que tan celosamente guardaba. Traicionaría su confianza, rompería ese frágil lazo que los unía. Y le había costado tanto conseguir su aceptación, que no estaba dispuesto a dejar que todo lo ganado entre ellos se destruyera en mil pedazos para confirmar el cuerpo enterrado de Uchiha Itachi.

 

—Eso quiere decir que sabes dónde está —espetó con acritud su jefe entornando los ojos maliciosamente, tanto que su mirada quedó dibujada en una finísima línea horizontal—. Mira chico, nuestro trabajo se basa en pruebas y hechos constatados, cosa de la que carecemos en este momento. No sé por qué te empeñas en ocultarme información, pero si se trata de algún tipo de chantaje por parte de Sasuke…

 

—No se trata de eso —negó convincente—. Sencillamente mantengo un acuerdo de confidencialidad con él —Jiraiya abrió la boca para protestar pero el rubio le interrumpió antes de que pudiera objetar nada—. No puedo decirte más, sólo confía en mí. Seguiré investigando por mi cuenta hasta esclarecer por completo las causas de su muerte. Por ahora sólo es una suposición mía, pero no quiero descartar el homicidio. Realmente creo que lo asesinaron.

 

En el relato de Sasuke había algunas cosas que no le terminaban de cuadrar del todo. ¿A qué se refería con que su familia estaba corrupta? ¿Por qué quería Itachi que Sasuke lo acompañara en su huida? ¿Con qué propósito lo citó Itachi en aquel lugar? Eran demasiadas preguntas sin respuesta.

 

El viejo negó pesadamente con el rostro.

 

—Asesinato o suicidio no puedo dejar que sigas investigando tú solo —negó rotundo—. Has hecho lo que has podido, pero esto queda al margen de tu competencia. Hablaré con mi cliente y archivaremos el caso, dándole como resolución la desaparición de Itachi. Pero a partir de ahora quiero que te mantengas al margen del caso.

 

—¡¿Qué?! ¿Y eso por qué?

 

El viejo alzó el rostro inspirando hondamente en actitud pensativa.

 

—No debería contarte esto ya que es un tema altamente confidencial, pero nuestro gabinete está trabajando junto con el FBI en la investigación del líder del clan Uchiha. Se sospecha que la familia podría estar utilizando Industrias Uchiha como tapadera ante la sociedad, mientras que en el interior se está liderando el movimiento para realizar un golpe de estado en Konoha.

 

Naruto abrió los ojos desmesuradamente asimilando la importante información.

 

—¿Un golpe de estado? —preguntó dudoso. Sasuke no había mencionado nada al respecto, y durante el periodo en que lo estuvo investigando, nada a su alrededor le hizo sospechar de una complicación de tal magnitud—. Eso no es posible, Sasuke nunca haría una cosa así…

 

—No estoy hablando de Sasuke. De hecho, dudo que tu amigo sepa algo del tema —aseveró contundente—. Sino de su padre, Fugaku Uchiha. Él es el líder del clan.

 

El rubio arrugó las cejas con visible confusión. ¿El padre de Sasuke implicado en un golpe de estado? Lo cierto es que no sabía mucho de él a parte que era el máximo responsable de la empresa que regentaba. Lo había visto tan sólo una vez, y en foto. No era un hombre al que se pudiera acceder con facilidad.

 

—Está bien, veré lo que puedo hac…

 

—No me has entendido, chico —interrumpió nuevamente Jiraiya negando con la cabeza—. Estás fuera del caso. Kiba será el encargado de investigarlo.

 

—¿Kiba? Él no está preparado para una misión así. ¿Por qué no dejas que vaya yo?

 

—Es demasiado peligroso.

 

—¿Y eso que tiene que ver? He solucionado casos más peligrosos que este —replicó testarudo, pero sus palabras no parecían convencer a su jefe, por lo que pronto eligió otra línea de ataque—. Sabes que soy la persona más cualificada para esclarecer este caso. Podría hablar con Sasuke, estoy seguro de que si su padre está implicado él…

 

—He dicho que no —cortó rotundo.

 

—¡Maldita sea! ¡¿Cuándo vas a dejar de tratarme como a un niño?! —estalló inflexible alzándose impulsivo—. Soy el mejor detective que tienes y lo he demostrado con creces durante todos estos años, pero te niegas a reconocer mi valor y mis agallas.

 

—No se trata de eso y lo sabes. Estás implicado emocionalmente con uno de los posibles testigos por lo que si te diera el caso no serías ni objetivo ni neutral. ¿Acaso crees que no me he dado cuenta del interés que le prestas a Sasuke? —cuestionó irónicamente alzando el rostro retador—. Conoces las reglas y eso te obliga a mantenerte al margen del caso.

 

—¡Me da igual lo que digan las dichosas reglas! —bramó indignado girándose con un movimiento enérgico en dirección a la salida—. No vas a sacarme del caso. No voy a dejar que otra persona haga mi trabajo.

 

Y sin esperar si quiera una respuesta por parte de su jefe, cruzó la puerta abandonando las termas.

 

—Maldito crío —resopló Jiraiya con pesadez. No era la primera vez que se enfrentaba a su temperamento impulsivo, temerario. Años atrás ya había sido testigo de la misma testarudez que caracterizaba a su madre—. Desde luego, nadie puede decir que no sea hijo tuyo, Kushina...

 

 

 

—2—

 

Con un largo suspiro, Sasuke cerró la pantalla del portátil con el que trabajaba y se dejó caer pesadamente sobre el respaldo de la silla frente al escritorio.

 

Había sido un día agotador.

 

Después de ponerse al día con su trabajo y asistir a un par de reuniones con redundantes clientes, había salido a media mañana con la intención de encontrar un lugar despejado donde poder disfrutar de su almuerzo en soledad y así librarse del estrés que cargaba. Algo, a su pesar, en vano. Por teléfono Sakura se había encargado de recordarle hasta el cansancio la cita de degustación que tenían con el chef que se iba a encargar del banquete, y la cita con la ilustradora encargada de diseño de las invitaciones. Tareas que no sólo había acrecentado su mal humor, sino que se habían convertido en una cosa más a sumar entre las miles de cosas que condicionaban su terrible dolor de cabeza.

 

La boda.

 

Maldito el día en que consintió que se llevara a cabo.

 

Pero algo en todo ese asunto le hacía desconfiar. El día anterior, tras volver de una breve escapada al cine con el dobe, se sorprendió encontrar en casa a su prometida cuando supuestamente tenía que trabajar en un turno doble en el hospital. El carácter afectivo y la omisión de preguntas sobre su paradero no hicieron más que acrecentar su duda. ¿Has recogido los anillos? Fue lo único que Sakura le preguntó, y por un momento Sasuke creyó que el mundo se abría bajo sus pies. No, claro que no los había recogido. El encargo había sido plenamente olvidado en el momento en que otra idea mucho más suculenta había acaparado por completo su mente, verlo a él. Por suerte Sasuke nunca había tenido problemas en elaborar convincentes excusas poco discutibles referentes a su entregado trabajo. Ah, está bien. No importa. La sosegada contestación de la joven confirmó sus sospechas. Por un error así, ella habría puesto el grito en el cielo, o como mínimo arrugado la frente.

 

¿No estaría tramando algo a sus espaldas?

 

Lo mejor era no ver a Naruto en un tiempo.

 

Se puso en pie y una desagradable punzada entre las nalgas le hizo apretar los puños con un reniego.

 

Por lo menos hasta que su trasero estuviera completamente recuperado.

 

No comprendía cómo ese idiota se las apañaba para lograr someterlo a su antojo. Aun cuando era Sasuke quien en todo momento creía mantener el control de la situación. Pero para ser sinceros, aquello era lo que menos le desconcertaba en aquel momento. La cercanía de Naruto había comenzado a ser algo indispensable en su vida. Lo que antes creyó haber etiquetado como sexo, un desahogo básico sin sentimientos, un simple acto carnal, ahora variaba su significado hacia uno totalmente incierto. Sasuke quiso luchar contra el calor que inundaba su alma, contra esa inesperada y desconocida alegría, contra las emociones que Naruto tan abiertamente expresaba. Quiso luchar tanto como dejarse vencer por la satisfacción que le proporcionaba su presencia, disfrutar de sus conversaciones, tan disparatadas como serias, sus riñas y sus bromas de las que se había dado cuenta que disfrutaba siendo su objetivo. Era tan fácil provocarlo y hacerle enfadar…

 

Enfrentarse a un alejamiento forzoso de Naruto le irritaba, mucho más sabiendo las causas que lo originaban y lo ridículo de un sentimiento tan pueril. ¡Maldición, no! Él no era posesivo…

 

Pero si alguna vez ese estúpido de Sai se atrevía a acercarse más de lo debido a lo que un Uchiha ha decretado que le pertenece por ley, juraría que no sería un malentendido lo que ocurriría entre su puño y esa pálida cara.

 

El sonido del teléfono de sobremesa que se posaba a un lado de su escritorio lo sacó de sus pensamientos, y con más energía de la habitual pulsó la tecla de descolgar. Era su secretaria.

 

—Disculpa las molestias. Tengo en la otra línea a Suigetsu, de la aldea de la niebla, quien insiste en organizar una reunión con nosotros para ultimar los detalles de la corporación Taka. Solicita una respuesta.

 

—Está bien, dile que nos reuniremos mañana por la tarde aquí, en la sala de juntas.

 

—Enseguida se lo confirmo. También tengo un mensaje de su padre, dice que no se vaya sin pasar antes por su oficina.

 

Sasuke frunció las cejas y mentalmente hizo un repaso de lo que podía querer su padre de él.

 

—¿Te ha dicho para qué? —preguntó curioso.

 

—Pues… no —dudó la joven—. ¿Quiere que la próxima vez le pregunte?

 

—No, está bien. Ahora voy.

 

Colgó, y con la extraña impresión de que aquella conversación no iba a ser de su agrado, Sasuke encaminó los pasos hacia el despacho de su progenitor situado en la última planta del edificio; una zona lo suficientemente aislada y vigilada como para no dejar entrar visitas sin cita previa, ni personal no autorizado.

 

Una vez que llegó a su destino llamó a la puerta con dos ligeros golpes de nudillos y entró al escuchar del otro lado la profunda y seca autorización de su padre.

 

El hombre, de unos cincuenta años de edad, presidía la estancia sentado desde el otro lado del escritorio con los codos apoyados y los dedos entrelazados en un gesto de profunda reflexión. Salvando la diferencia de edad entre padre e hijo, nadie podía negar que entre ellos existiera un claro lazo familiar por su gran parecido físico; mismo color de ojos y forma rasgada, nariz recta, frente despejada y color de pelo, tan negro como el ala de un cuervo. La diferencia entre ambos no contemplaba el físico, sino el carácter. Fugaku era conocido por disponer de un fuerte temperamento y una frialdad extrema.

 

Alguien realmente inquietante incluso para su hijo.

 

—Padre, ¿querías verme?

 

Fugaku levantó la vista y clavó en él su indagadora mirada.

 

—Sí. Hace tiempo que no hablamos entre nosotros de cosas que no sean de trabajo, pero eso no significa que no me interese la vida de mi hijo.

 

Sasuke simplemente se limitó a asentir con la cabeza, aunque interiormente daba gracias a que su padre fuera un hombre lo suficientemente ocupado como para no inmiscuirse en su vida privada nunca.

 

—¿Cómo te va con Sakura?

 

La inesperada pregunta le tomó por sorpresa. Nunca antes se había preocupado en averiguar nada referente a los pormenores de la relación que mantenía con la joven. Con saber que seguían juntos y la boda se llevaría a cabo, le bastaba. Lo que le hizo sospechar que ese sería el inicio de una charla no fructífera en la que él, indudablemente, no tendría participación activa. Lo peor estaba por llegar…

 

—Bien —respondió esquivo y escueto sin variar ni un ápice su expresión serena.

 

—¿Y la boda? —prosiguió Fugaku con interés—. ¿Lo tenéis todo organizado?

 

—Sí. Prácticamente está todo concretado.

 

—Muy bien.

 

Fugaku se alzó, rodeó la mesa del escritorio, y sin siquiera dedicarle una mirada a su descendiente, se acercó hacia el gran ventanal desde donde podía contemplar las magníficas vistas que ofrecía el último piso del edificio.

 

—Sabes lo importante que es esta boda para industrias Uchiha —prosiguió el mayor con cierta exigencia—. Hay rumores de que Tsunade ya está concretando todos los detalles de su retiro y dejará el hospital a cargo de su mejor discípula, Sakura. Vuestra unión reafirmará los lazos de poder de nuestra empresa, preservará el orden social y aumentará el patrimonio familiar —se giró, y en su pétreo rostro Sasuke pudo apreciar con desagrado la línea astuta de sus labios al arquearse en una aprovechada sonrisa, así como la intensa y calculadora mirada de sus ojos entornados—. Hicimos una buena elección con ella.

 

Sasuke intentó por todos los medios ocultar la rabia que esas palabras le producían. Eso era todo lo que le importaba a su padre; poder, estatus social y dinero. Daba igual cual fuera su voluntad, mucho menos sus sentimientos, mientras él lograra su propósito.

 

No, aquel hombre despreciable y sin escrúpulos no tenía semejanza alguna con él. Y daba gracias por ello.

 

—Una vez que tengamos el hospital bajo nuestro mando, lo venderemos al mejor postor, y con los ingresos obtenidos nuestra empresa pasará a ser una multinacional. Crearemos diversas compañías alrededor del mundo con las que expandiremos la producción tanto de venta como de compra. Podremos controlar no sólo el mercado de Konoha, sino de todas las ciudades a su alrededor.

 

—¿Vender el hospital? —murmuró Sasuke confuso. Eso no era lo que él se había imaginado que ocurriría una vez casados. Lo cierto es que su padre nunca antes le había comentado nada al respecto—. No creo que Sakura esté de acuerdo con la idea, y mucho menos una vez que tenga el control absoluto del hospital. Ella vive para su profesión, disfruta ayudando a la gente, además…

 

—Aceptará —cortó tajante su padre—. Tú te encargarás de persuadirla. Después de todo ella va a estar muy ocupada centrándose en criar al heredero que le debes a tu casta, un varón —requirió minucioso acercándose con paso lento hacia él—. Que será respetado e inculcado estrictamente como el orgullo de la familia.

 

Sasuke inspiró hondamente sin moverse de su lugar. Tenía que controlarse, calmar la furia que emergía arrolladora desde su interior. Desde luego, todo acababa de cobrar sentido ante sus ojos, ahora tenía bien claro los planes de futuro tan gratos que tenía su padre para él…

 

Y lo cierto es que no le sorprendía en absoluto, pues desde que tuvo juicio y razón siempre había sido tratado como a una marioneta sin voz ni voto.

 

El sonido de llamada entrante proveniente del teléfono móvil de Fugaku distrajo la atención de ambos. El mayor revisó el número que reflejaba la pequeña pantalla, y tras reconocerlo, descolgó con gesto enérgico.

 

—Te dije que sólo me llamaras si se trataba de un asunto urgente —rugió cortante, dando la espalda a su hijo—. ¡¿Qué?! ¡¿Y cómo demonios se ha filtrado esa información?! —prosiguió segundos después—. Atajo de inútiles. Ordena inmediatamente a Inabi que proceda con lo acordado. Me da igual cuantos sean, acaba con todos.

 

Colgó la llamada y con recelo, Sasuke observó el ir y venir de su padre por el despacho, removiendo archivos y papeles hasta dar con los que parecían indicados. Era evidente que la reciente información no era de su agrado.

 

Fugaku se giró con tanta celeridad hacia su hijo, que este inevitablemente adoptó una actitud de defensa.

 

—Tengo que salir. Seguiremos con esta conversación más tarde. No te olvides de lo que hemos hablado.

 

—Sí, padre.

 

Y acto seguido abandonó el despacho.

 

Sasuke permaneció inerte, analizando mentalmente los últimos acontecimientos.

 

Siempre había sido así. No entendía cómo después de todo lo sucedido aún terminaba sorprendiéndose de sus actos. Estaba repitiendo con él la misma estrategia autoritaria que había empleado contra su hermano mayor. Presionando, haciéndole creer que heredaría el negocio familiar a cambio de que ampliara los horizontes del clan con un matrimonio convenido.

 

Pero contra todo pronóstico Itachi se había negado. No aceptó casarse con nadie que no fuera de su elección, y eso desató las disputas entre ellos.

 

¿Tendría él ese mismo valor para enfrentarse a la voluntad de su padre? ¿Sería capaz de renunciar a todo por Naruto?

 

Iba a abandonar la estancia cuando sus ojos, siempre avizor, se percataron de algo que le llamó especialmente la atención en la pared más cercana a la mesa. El cuadro de gran tamaño donde se reflejaba el símbolo de un paipai rojo, originalmente emblema ancestral del apellido Uchiha, estaba torcido hacia un lateral dejando entrever una caja fuerte empotrada contra la pared.

 

Estaba abierta.

 

Curioso, el joven se acercó a inspeccionar. La mayoría de documentos allí guardados se trataban de escrituras y contratos con diversas compañías. Y allí, oculta en lo más profundo de la caja fuerte, Sasuke halló una carta, cuya pulcra caligrafía escribía al dorso un nombre de sobra conocido para él.

 

—Uchiha Itachi…

 

—3—

 

—Me relevó del caso, ¿te lo puedes creer? Me apartó a mí y le pidió a Kiba que lo investigara en mi lugar… ¡¿En qué demonios está pensando ese viejo demente?! —gritó Naruto pegando un fuerte golpe sobre la mesa del puesto ambulante de ramen donde se sentaba junto a Sai—. Kiba no lograría conseguir información de primera mano ni con una manada de perros hambrienta. Si ese viejo pervertido se cree que me quedaré de brazos cruzados es que aún no conoce a Uzumaki Naruto.

 

El rubio giró exaltado el rostro hacia su compañero pidiendo su apoyo y comprensión, pero Sai como siempre, se mantuvo en silencio mostrando una expresión superflua, carente de emoción.

 

—Di algo, joder —insistió.

 

—Estás tenso. Una de las mejores formas de liberar tensión es mediante el sexo. Lo leí en un libro —las personas normalmente no le daban demasiada importancia al contenido de los libros, pero Sai era un chico bien informado—. ¿Te has acostado con alguien últimamente?

 

Naruto suspiró abatido, y apoyando los brazos sobre la mesa, dejó caer la cabeza que quedó oculta. La falta de empatía de Sai tampoco ayudaba en absoluto.

 

—No te has acostado con nadie desde que cortaste con Gaara —insistió Sai, pensativo.

 

—¿A qué viene tu obsesión por memorizar con cuantos chicos me acuesto? —recriminó ceñudo—. Te aseguro que me molesta que lo hagas.

 

—Yo solo intento ayudar.

 

Un tic comenzó a parpadear frenéticamente en el ojo izquierdo de Naruto.

 

—Aquí tenéis, chicos —interrumpió el dependiente colocando frente a ellos dos humeantes cuencos de miso ramen—. El de Naruto con doble de carne.

 

—Gracias viejo.

 

Tras el acostumbrado Itadakimasu, el rubio comenzó a engullir su plato como si su vida dependiera de ello. Pocas cosas resultaban tan deliciosas como el ramen de aquel local.

 

A parte de Sasuke…

 

—Además, tengo un plan para solucionar todo esto —prosiguió el rubio limpiándose la boca con el dorso de la mano.

 

—¿Vas a visitar el barrio de Akatsuki? Te recomiendo a Sasori. Ni te imaginas la de orificios que puede penetrar con sus marionetas.

 

—¿Qué? —Naruto giró enérgico el rostro hacia él con gesto desaprobador—. No idiota, me refiero al caso Uchiha, no a la tensión.

 

—La tensión siempre es algo… problemático de solucionar —aportó una tercera voz recién llegada al local.

 

Ambos chicos giraron el rostro sobresaltados hacia la derecha, donde un rostro familiar se acomodaba con flojera junto a Naruto, con media sonrisa pintada en los labios.

 

—¡Shikamaru! —saludó animadamente el rubio dedicándole una amplia sonrisa a su compañero de oficio—. Hacía mucho tiempo que no sabía de ti. ¿Todo bien con Temari?

 

—Sí, bueno. Temari sigue siendo una mujer… con la que no te gustaría discutir —afirmó tan fatigosamente que parecía que le era incómodo hasta hablar del tema.

 

Naruto asintió efusivamente. Cualquiera que conociera mínimamente el terrible carácter de Temari sabía que la discusión con ella era una batalla perdida. A menos que quisieras conocer lo útiles que resultaban los abanicos a modo de castigo…

 

—A propósito, ¿cómo Shikadai? —preguntó curioso retomando su comida—. Todavía no me explico cómo fuiste capaz de tener un hijo. Siempre había pensado que el sexo te daba flojera.

 

—Y me da flojera —aseveró—. Es un poco problemático de explicar, pero se podría decir que aquel día fui prácticamente violado.

 

Naruto soltó una sonora y alegre carcajada que sacudió todo su cuerpo.

Algo así sospechaba.

 

Hablaron durante largo rato recordando los viejos tiempos, cuando ambos estudiaban en la misma escuela para detectives hasta el día en que sus caminos se separaron. Naruto por aquel entonces ya se encargaba de pequeños trabajos en el gabinete de Jiraiya, su tutor legal, mientras Shikamaru ingresaba en otro prestigiosa agencia que dirigía Asuma, un reconocido docente.

 

—Oye, ¿le ocurre algo a tu amigo? —preguntó discretamente Shikamaru al percatarse de que durante toda la conversación, Sai no había hablado, y lo que era más sospechoso, no había variado ni un ápice la expresión de su rostro, semejante a una máscara de porcelana falta de expresividad—. Parece que le haya dado un ictus.

 

Naruto levantó una ceja y miró evaluativamente a Sai.

 

—No, tranquilo. Esa suele ser siempre su cara. ¿Y qué te trae por aquí? ¿Estás siguiendo a alguien? —preguntó curioso derivando la conversación. Shikamaru se limitó a asentir ligeramente con el rostro—. ¿Y lo has encontrado?

 

—Me temo que sí.

Del bolsillo interior de la chaqueta extrajo un par de fotos que tendió a su amigo de forma disimulada, y con curiosidad, Naruto las examinó. Tarde se dio cuenta de que lo que aparecía ante sus ojos era su propia imagen junto a la de Sasuke en actitud más que cariñosa. Sintió como una frialdad extrema se extendía rápida por todo su cuerpo, paralizándole la sangre y ralentizando los latidos de su corazón. El aire no le llegaba con facilidad a los pulmones y su rostro había quedado completamente desencajado.

 

¿Pero qué demonios?

 

Alarmado, alzó la vista hacia Shikamaru, preguntando en su fuero interno si había sido Sakura quien había solicitado sus servicios, y este como si lo estuviera escuchando de viva voz, asintió firme y en silencio.

 

Naruto no replicó. Dio un último vistazo a las fotografías antes de esconderlas con rapidez en el bolsillo del pantalón.

 

—Sai —lo llamó con un perceptible tono inquieto sin querer mirarlo directamente—, Shikamaru y yo tenemos que hablar de un asunto privado. No hace falta que me acerques a casa en tu coche, tomaré el metro cuando termine de hablar con él.

 

Sobre la mesa del establecimiento depositó unos cuantos billetes, suficientes para pagar todas las raciones de comida, y se alzó junto a Shikamaru.

 

—Puedo esperar —ofreció Sai con una curiosidad más que despierta. Desde su posición no había alcanzado a ver qué clase de fotografías escondía, pero se hacía una ligera idea.

 

—No será necesario. Es mejor que te vayas a casa. Nos vemos mañana en la oficina.

 

Sin dejar que pudiera replicar, el rubio se apartó de él, comenzando a caminar junto a Shikamaru calle abajo, eludiendo las avenidas principales y bulliciosas hasta entrar en un callejón oscuro y solitario.

 

—Fui contratado hace dos días para que siguiera de cerca a Sasuke —explicó Shikamaru entrando directamente al tema—. Mi clienta sospechaba que su novio estaba teniendo una aventura, así que pinché su número de teléfono y comencé a seguirlo. Pero no imaginaba que detrás de todo este asunto fuera a encontrarme contigo. Sabes que está prometido, ¿verdad?

 

En el instante que Naruto rehuyó su mirada, Shikamaru lo comprendió. Claro que lo sabía.

 

—Que problemático —suspiró cansadamente mientras se recostaba contra la pared más cercana y cruzaba los brazos a la altura de su pecho—. Esperaba que no lo supieras, desde luego todo hubiera sido más fácil así. Pero si lo sabes quiere decir que estas de acuerdo con el papel que te toca, y consientes ser una simple aventura.

 

—No soy una simple aventura —rebatió el rubio a la defensiva—. Te estás haciendo una idea equivocada de Sasuke. No soy un desahogo, ni un juguete con el que pueda jugar a su antojo, fue lo primero que me preocupé en dejarle claro antes de comenzar con todo esto. Y aún así él me sigue buscando una y otra vez, me necesita… —tanto como lo necesitaba él mismo, cosa que omitió evidenciar.

 

Shikamaru resopló ruidosamente.

 

—Mira, yo no soy quien para juzgar tu vida sentimental, y de tener que hacerlo, dimitiría por pereza. Pero si estás tan seguro de que no eres una simple aventura para él ¿por qué no deja a su novia?

 

—No puede hacerlo —explicó inclinando el rostro para ocultar un gesto disconforme—. Está sujeto a un contrato verbal con su padre. Si cancela el compromiso perderá todo por lo que una vez luchó; su casa, su trabajo, su futuro… es un matrimonio acordado.

 

Shikamaru asintió comprendiendo perfectamente las palabras de Naruto. Era una práctica que se venía repitiendo en el tiempo por siglos, afortunadamente cada vez con menor frecuencia. Padres avaros e interesados que tratan a sus hijos como moneda de cambio para su único beneficio, e hijos arrastrados irremediablemente a un destino que no eligen por voluntad propia. Sometidos, obligados a vivir una vida que era de todo menos suya.

 

—¿Te ha dicho alguna vez que te quiere? —inquirió repentinamente.

 

Naruto desvió la mirada, torciendo el rostro hacia un lado.

—No —murmuró muy flojito—. A Sasuke no se le da bien mostrar sus sentimientos. Incluso a veces es difícil saber si los tiene… pero sé que están ahí —aseveró con ímpetu—. Él no es consciente, pero hay ocasiones en las que deja caer esa pesada coraza tras la que se esconde del mundo, y por un momento soy capaz de ver a un hombre libre, humano y feliz… —él es feliz a mi lado, quiso pronunciar.

 

Shikamaru negó lentamente con la cabeza.

 

—Esa es una actitud cobarde —inquirió chasqueando la lengua con fastidio—. Se limita a asentir y obedecer las órdenes de un padre que lo que menos le tiene es en estima. De querer, podría luchar por sus derechos, por hacerse respetar y por vivir una vida junto a la persona que él elija, pero no le interesa. Porque luchar por todos esos valores significa romper con muchos otros que le dan comodidad y estabilidad tanto económica como social —acusó duramente.

 

Contrariado, Naruto arrugó las cejas con desagrado. No eran las palabras de Shikamaru lo que me molestaban, sino el hecho de no haber recapacitado en ellas antes, sabiendo cuan ciertas eran. Culpaban a su padre de egoísmo y materialismo, cuando el mismo Sasuke lo utilizaba a su favor, manipulándolo para satisfacer sus deseos, impidiéndole la oportunidad de encontrar a una persona a la que amar sin restricciones, incondicionalmente.

 

—Si no es capaz de renunciar a todo eso por ti… ¿Qué clase de amor es ese? —añadió.

 

Desconcertado, Naruto no supo que responder.

 

—No he venido hasta aquí para darte la charla, es muy problemático de explicar —admitió encogiéndose de hombros—. Pero supongo que alguien lo tiene que hacer. ¿Has pensado qué harás cuando esté oficialmente casado con esa mujer? ¿Cuándo formen una familia? ¿Cuándo el tiempo que ahora te dedica a ti sea ocupado por sus hijos? —prosiguió.

 

Naruto apretó fuertemente los puños, pero no dijo nada. Era cierto, todo lo que Shikamaru decía era innegable. ¿Cómo había podido creer que su relación con él continuaría inamovible después de la boda? ¿Cómo podía seguir acostándose con él con la firme idea de que todo seguiría igual? ¿Por qué seguía dejando que Sasuke entrara cada vez más en su corazón sabiendo que tarde o temprano quedaría hecho trizas?

 

La mentira es el recurso de quienes viven una vida de vergüenzas, y él no tenía nada de lo que avergonzarse, nada por lo que ocultar su condición homosexual, nada por lo que reprimir sus sentimientos como lo había estado haciendo hasta ahora.

 

—Te mereces algo mejor —resopló su compañero—. Pero si esto es lo que quieres…

 

Con lentitud Shikamaru se enderezó, metió las manos en los bolsillos, y extrajo el sobre que contenía los negativos de esas comprometidas fotos.

 

—Sólo espero que no cometas el mismo error que con Gaara —farfulló al mismo tiempo que se las entregaba. Con eso quedaba todo zanjado. No era necesario decir que mantendría oculta la relación a pesar de estar en desacuerdo. Valoraba más su amistad.

 

Shikamaru echó la cabeza hacia atrás y suspiró lánguidamente.

 

—El amor es tan problemático.

 

Con una amistosa palmada en el hombro, se dio la vuelta, comenzando a caminar sin prisas hacia la salida del callejón.

 

—Shikamaru —lo llamó Naruto con impaciencia.

 

Este se detuvo antes de que la luz de los faros que iluminaban la calle transversal llegara a reflejar por completo su figura.

 

—Gracias —musitó Naruto con una sincera sonrisa. Más por la charla que le había echo abrir los ojos que por las fotografías—. Realmente eres un buen amigo.

 

No intercambiaron más palabras. Naruto se quedó allí de pie, viendo como su compañero desaparecía tras la esquina mientras movía despreocupadamente la mano en el aire.

 

Por mucho que le costara y le doliera admitir muchas cosas de su relación con Sasuke, Shikamaru siempre tenía razón.

 

No por nada era un genio.

 

—4—

 

Abatido, Sasuke lanzó la carta abierta sobre la mesa antes de dejarse caer pesadamente sobre el sofá, encorvado, con los brazos apoyados sobre los muslos y las manos crispadas sobre su cabeza, escondiendo una mueca doliente tras el negro flequillo.

 

La rabia y la impotencia que aquellas letras reveladoras habían hecho bullir candente por sus venas, le hicieron apretar fuertemente los dientes hasta que su mandíbula crujió.

 

—Estúpido nii-san —murmuró mientras dejaba que una solitaria y amarga lágrima se deslizara por su rostro, como hacía mucho tiempo que no sentía.

 

Continuará…

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).