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8 Semanas por Naruko

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Los personajes de este fic no me pertenecen. Van a cuenta del señor Kishimoto-sensei.

 

Notas del fic:

Comienza la cuenta atrás. A partir de ahora iré contando las semanas que faltan para llegar al desenlace final que publiqué al inicio del fic. Él o yo.

 

 

Cap 04: Fiera enjaulada

 

Exasperado.

 

Irritado.

 

Crispado.

 

Eran muchas las palabras que podían definir el estado mental de Sasuke, y aunque su mal carácter era algo casi habitual en él, nunca antes había llegado hasta tal punto de exaltación. Tanto que creyó que si no salía de aquel lugar de inmediato, el tic de su ojo izquierdo se quedaría de forma permanente instalado en su cara.

 

Recurriendo a la escasa paciencia que le quedaba, inspiró hondamente, cerró los ojos y cruzó los brazos a la altura de su pecho de forma displicente.

 

—Esto es una pérdida de tiempo.

 

Y un completo error. Tanto el estar allí sentado en aquel despacho, como haber dejado que Sakura lo convenciera para acudir a la cita. Demonios, él era un hombre de negocios, una persona ocupada, el heredero de una prestigiosa empresa. No necesitaba que nadie le dijera cómo llevar su vida, y mucho menos la sentimental.

 

Con gesto impaciente consultó de nuevo su reloj de pulsera.

 

Dos horas de retraso.

 

Llevaba esperando dos malditas horas a que apareciera el supuesto consultor sentimental de aquella redundante terapia matrimonial a la que le había arrastrado Sakura sin su consentimiento. Y el desgraciado consultor seguía sin dar señales de vida.

 

Sasuke juró en su fuero interno vengarse de él cuando todo esto hubiera terminado.

 

—No pongas esa cara —le reprendió su novia sentada a su lado—. Es el mejor especialista de la ciudad.

 

—Te dije que esto no era necesario —espetó hosco, frotándose encarecidamente el puente de la nariz en un intento por relajar la tensión que comenzaba a acumular en su entrecejo—. Tengo cosas mejores que hacer antes que perder el tiempo con problemas inexistentes.

 

Como extorsionar, ultrajar y exterminar a cierto rubio que había sugerido a su novia aquellas malditas terapias.

 

—¿Cosas mejores antes que salvar nuestra relación? —cuestionó mordaz Sakura alzando la vista hacia su prometido con una expresión triste en sus ojos.

 

—A nuestra relación no le ocurre nada —siseó.

 

Eso si dejaba al margen los servicios que pagaba a los chicos de vida alegre.

 

No es que no respetara a Sakura como pareja, de hecho, si continuaba con ella y había aceptado dar un paso hacia el matrimonio era por la tranquilidad y estabilidad emocional que le proporcionaba la joven. Sakura nunca se involucraba en sus asuntos, le daba el suficiente espacio personal para ir o hacer cualquier cosa sin tener que dar una constante explicación de sus actos, y eso era un punto importante que Sasuke valoraba considerablemente en una pareja.

 

Otro asunto eran sus necesidades fisiológicas como hombre.

 

Tampoco podía decir que Sakura no le satisficiera sexualmente. De hecho, casi siempre había sido ella la que tomaba la iniciativa y daba pie a esas situaciones. Y él las había disfrutado. Pero con el paso de los años, la monotonía y la pérdida de deseo, había llegado a aburrirlo.

 

Que ahora tuviera interés en satisfacer sus deseos de otra manera, con personas de su mismo sexo, no significaba necesariamente que fuera homosexual. 

 

—¿Entonces por qué me evitas? —musitó la joven alicaída—. Cada vez te noto más distante, más alejado de mí. Y no logro comprender por qué —alargó una mano, dejándola posada sobre la del moreno—. Si me dijeras lo que te ocurre, si hablaras más conmigo sobre lo que piensas… entre los dos podríamos ayudarnos. Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?

 

Sasuke apretó los dientes con tanta fuerza que su quijada dolió.

 

¿Y tener que explicarle por qué visitaba los suburbios? ¿Por qué prefería el silencio y la discreción que le proporcionaban el servicio de los de su mismo sexo? ¿El placer y maestría que solo otro hombre con su misma fisiología era capaz de apreciar? No, gracias. Los chaperos a los que acudía no demandaban más allá de lo que él contrataba, y una vez finalizado su cometido, no intentaban involucrarse a nivel sentimental con él, del mismo modo que lo intentaba una mujer.

 

—Así me gusta, que habléis entre vosotros.

 

Ambos jóvenes giraron el rostro hacia la puerta de entrada, donde un hombre maduro, de complexión ligera aunque bien entrenada, ingresaba con total parsimonia a la consulta para sentarse frente a ellos. Tenía los cabellos grises, salpicados de canas y un extraño peinado a prueba de gravedad que le hacía aparentar más edad de la que seguramente tenía.

 

—¿Es usted Kakashi? –cuestionó Sakura alzando una ceja dubitativa.

 

El hombre simplemente se limitó a curvar su ojito feliz y a cerrar el libro de la saga Icha Icha con el que había entrado leyendo en alza.

 

—¡Llegas tarde! —increpó nuevamente la joven—. Llevamos esperándole más de dos horas.

 

—Es parte de la terapia. Tengo una teoría, si la pareja consigue aguantar una hora sin gritarse, pegarse o intentar matar al contrario, son aptos para mi tratamiento.

 

A Sasuke no le pareció mala idea eso de gritar, pegar o intentar matar al contrario. Comenzando por el consejero.

 

—Bien. Ya podemos comenzar la sesión —aventuró Kakashi cruzándose de brazos en actitud relajada—. La señorita Sakura me ha comentado por teléfono más o menos vuestro problema de pareja, y antes de comenzar con la sesión, me gustaría que contestarais a unas cuantas preguntas.

 

Sakura asintió efusiva, aunque Sasuke bufó desdeñoso. Con suerte las preguntas serían rápidas y podrían terminar pronto con todo aquel asunto.

 

—Bien. La primera es bastante obvia, pero aun así debo preguntarla —inquirió mirando de hito a hito a sus clientes—. ¿Os queréis?

 

Sasuke frunció el ceño, reacio a contestar a la pregunta. Ya antes de comenzar intuía por dónde discurriría la terapia, y las preguntas a responder. Pero nunca creyó que el consultor las formularía de forma tan directa. Su respuesta esquiva fue girar el rostro hacia su prometida, ofreciéndole la palabra a ella.

 

—Po… por supuesto que sí…

 

—No, Sakura —intervino de nuevo el consejero matrimonial, desviando su astuta mirada hacia el moreno—. Se lo estoy preguntando a Sasuke.

 

El Uchiha abrió los ojos con estupor, notando un desagradable latigazo recorrer su espina dorsal. Llamémoslo instinto de supervivencia, pero algo en su interior le advirtió de que estaba a punto de pagar las consecuencias de su respuesta.

 

—Nos respetamos.

 

Llevaba con ella más de cinco años, y su relación, siempre había discurrido por una línea estable y segura, sin ningún tipo de complicación o recelo. Sakura era una buena mujer, cariñosa y amable. Nunca se olvidaba de su cumpleaños ni de su aniversario. La respetaba y sentía un profundo cariño hacia ella.

 

—Esa no es la respuesta correcta —aseveró Kakashi con cierto matiz de burla en la voz—. Inténtalo de nuevo, Sasuke. ¿La quieres?

 

Vio por el rabillo del ojo como Sakura aguardaba con interés la respuesta con la respiración contenida, e instintivamente se volvió hacia ella. Sus ojos verdes lo taladraban expectantes, ansiosos, con cierto nerviosismo y esperanza. Nunca se lo había dicho, o por lo menos no de forma tan directa.  Y durante un instante, que resultó eterno, notó la presión y la tensión que aquella pregunta causaba, como si de alguna forma pudiera arrinconarlo, aplastarlo contra el sofá de modo que no pudiera levantarse.

 

—Por supuesto que sí —rugió a la defensiva, más por disipar la tirantez creada que por el significado de sus palabras—. Estamos prometidos. Es obvio que…

 

—¿La amas? —interrumpió nuevamente Kakashi sin dejar de observar cada una de sus reacciones—. ¿Estás tan enamorado de ella como el primer día?

 

Y el silencio volvió a cubrir el ambiente durante eternos segundos.

 

La quería, a eso podía contestar. Pero… ¿enamorado?

 

Su educación desde niño, había sido estricta, muy severa y alejada de compañías que no consiguieran la aprobación de su padre, cuyo único propósito era ver convertido a su hijo en el digno sucesor de la empresa familiar. Quizás esa fuera una de las razones principales por las que desde su más tierna infancia, Sasuke no había despertado atracción por el sexo opuesto, a pesar de ser, desde siempre, un chico muy popular, deseado y agasajado por infinidad de mujeres. La mayoría más interesadas en alcanzar el estatus social que su apellido le brindaba, que en descubrir la persona que Sasuke era.

 

Cuando cumplió los dieciocho, y al dar muestras evidentes de no tener interés en las féminas, su padre le instó a elegir una compañera sentimental, que además de acallar rumores, le asegurara la descendencia que su glorioso apellido requería. Y entonces eligió a Sakura, su amiga de la infancia, la única persona de la que estaba completamente seguro, no lo quería por su herencia.

 

El cariño y el respeto nacieron con los años.

 

—Estas son preguntas absurdas —gruñó Sasuke, entrecerrando los ojos con animosidad. No estaba dispuesto a continuar con aquella conversación ni con aquellos pensamientos—. Si no la quisiera no estaría dispuesto a casarme con ella.

 

—Pero ya no eres el mismo de antes, Sasuke-kun —intervino de repente la joven, agitando el rostro afligido—. Desde que hicimos oficinal nuestro compromiso, has cambiado. Apenas hablas conmigo, me evitas constantemente, vivimos bajo el mismo techo y a penas te veo… ¿Es por la presión de la boda? ¿Por el trabajo?

 

Sasuke se dejó caer hacia atrás sobre el sofá y con visible agotamiento comenzó a frotarse las sienes con los dedos. Comenzaba a perder la paciencia con tanta pregunta.

 

—Vamos a hacer una cosa —propuso Kakashi a la expectativa—. Por lo que veo, entre vosotros no existe ese vínculo que une a las parejas enamoradas —y dudaba si alguna vez lo habían tenido—. Por lo tanto, lo que tenéis que hacer es crear una unión prematrimonial. Comenzareis a pasar más tiempo juntos, tanto como sea posible, de forma que podáis crear recuerdos, compartir momentos, unir vuestros lazos… si eso no funciona siempre estoy a tiempo de sacar los bates acolchados y dejar que os golpeéis mientras os gritáis a la cara los trapos sucios de vuestra relación.

  

—¡Eso suena genial! —Sakura parecía realmente ilusionada con la propuesta, y durante unos instantes, Sasuke rezó para que se refiriera a la de los bates acolchados—. Podemos ir al cine, de compras, a cenar, o quizás podríamos hacer algún viaje los dos solos. Aunque no sé si eso contaría como luna de miel… —susurró tímidamente inclinando la mirada con cierto embarazo—. Tal vez podríamos preparar los detalles de la boda entre los dos. ¿Qué te parece?

 

La idea de vestirse con traje de conejita le parecía mil veces más tentadora que la que le proponían.

 

—Eso es —afirmó Kakashi curvando su ojito feliz—. Cualquier cosa que os mantenga juntos, interactuando. Y no os olvidéis de las caricias, cuanto más íntimas mejor.

 

—Me parece una idea perfecta, doctor. No se preocupe por nada —interrumpió la joven alzándose con premura—. Me aseguraré de que Sasuke-kun y yo estemos juntos en todo momento. Me alegro de haber venido a esta terapia. Ha resultado tan productiva…

 

—Por supuesto. Vuelvan dentro de una semana y veremos como se ha desarrollado esta primera etapa en su relación.

 

—Lo haremos.

 

Kakashi se levantó, estrechando amistosamente la mano de Sakura que sonreía pletórica de emoción. Hizo exactamente lo mismo con Sasuke, y al instante no pudo evitar soltar un reniego cuando la mano se estrechó con violencia al tiempo que Sasuke se inclinaba sobre él para poder susurrarle de forma confidencial al oído.

 

—¿Podríamos reconsiderar de nuevo lo de los bates acolchados?

 

—2—

Tarareando una animada cancioncilla que había escuchado la noche anterior en ese club nocturno, Naruto apagó el fuego, vertió el caldo con los fideos ramen en un cuenco y tras coger unos palillos, se sentó frente al televisor dispuesto a saborear con gusto su plato preferido.

 

En realidad no es que prestara demasiada atención a los programas, su mente discurría más bien en el emocionante caso que le había asignado su jefe días atrás.

 

No sabía si era cosa del destino, pero de nuevo se veía investigando un apellido de sobra conocido para él; los Uchiha. Un clan al que las malas lenguas señalaban como maldito. Entre los diversos informes de policía resaltaba uno en especial, el acta de defunción de Shisui Uchiha, a quien según las diversas fotografías, se le había encontrado ahogado en la orilla del lago de Konoha, boca abajo y sin ojos. Según el informe técnico, el análisis forense reveló que la misma víctima se los había arrancado con sus propias manos, antes de suicidarse tirándose al lago. Pero la escena del lugar del crimen revelaba más huellas de las necesarias. Y fue entonces cuando todas las miradas recayeron en él.

 

Uchiha Itachi.

 

Naruto rebuscó con los palillos en el interior del cuenco hasta atrapar un trozo de carne que se llevó con premura a la boca.

 

Itachi era el hijo primogénito de Fugaku Uchiha, el cabeza de familia del clan y hermano mayor de Sasuke. Que cruel destino volvía a hacerle coincidir en el camino del bastardo. Itachi se caracterizaba por ser un hombre de suma inteligencia, tranquilo, habilidoso en deportes, y el digno sucesor de la industria de su padre. Pero por causas desconocidas, días antes del acto oficial de investidura, Itachi desapareció sin dar ningún motivo. Dejando que el legado de su cargo pasara a manos de su pequeño hermano Sasuke.

 

La desaparición no habría tenido tal repercusión si dos días antes de su marcha, un simple pescador no hubiera encontrado el cuerpo sin vida de Shisui en la orilla del río.

 

Naruto inclinó el bol sorbiendo ruidosamente el caldo de los fideos.

 

Pero lo cierto es que no había pruebas suficientes contra Itachi sobre el supuesto homicidio. Según el informe parental, ambos mantenían una buena y estrecha relación que nada hacía sospechar el fatal desenlace.

 

Tal vez si le preguntara a Sasuke…

 

Pero lo que menos quería en aquel momento era volver a tratar con el bastardo infiel.

 

Dos fuertes golpes resonaron desde la puerta de entrada, y Naruto dejó el bol de ramen a medio comer para atender a la llamada. Lo que no se esperaba es que, de entre todas las personas de la faz de la tierra, fuera a ser precisamente él, quien estuviera esperando en la misma puerta de su casa.

 

—Sasuke —murmuró desconcertado—. ¿Qué haces aquí?


Estaba desaliñado, con los cabellos alborotados, el nudo de la corbata deshecho y la chaqueta arrugada colgando en una mano. Su mirada irradiaba furia, como si de un momento a otro fuera a ejecutar algún tipo de técnica ocular relacionada con muerte, tortura y sufrimiento. Si eso pudiera suceder…

 

—Tú sabes bien por qué estoy aquí —replicó enérgico, antes de apartar de un manotazo al rubio y acceder a la vivienda sin siquiera ser invitado—. Ha sido idea tuya, ¿verdad?  ¿Cuándo vas a dejar de meterte en mi vida?

 

El rubio dudó si cerrar la puerta y continuar con la conversación en el interior, o echarlo de su casa con una patada en el culo. Finalmente decidió cerrar la puerta y encararlo.

 

—¿De qué estás hablando?

 

—No te hagas el desentendido —alzó una mano que fue a agarrar la camiseta del detective, haciéndole retroceder hasta tropezar de espaldas contra la pared más cercana—. Primero las fotos, luego el gato y ahora el maldito consejero matrimonial. He tenido que tragarme su charla, sus preguntas, sus consejos, y por si eso fuera poco, he tenido que pasar los últimos tres días pegado a ella; de compras, al cine, a cenar, a pasear códigos de la mano por el parque… ¡Y hasta he tenido que besarla públicamente!

 

Naruto frunció el ceño, tratando de asimilar atropelladamente los reproches del moreno. Y hasta donde creía entender, le estaba echando las culpas de que su prometida hubiera tenido la gran idea de acudir a un consejero matrimonial, que a su vez, les había recomendado pasar más tiempo juntos.

 

—¡Teme, yo no tengo nada que ver en el asunto! Ni siquiera sé de lo que estás hablando —forcejeó hasta conseguir que lo soltase de su agarre—. Además, ¿no se supone que resulta agradable pasar más tiempo con tu pareja?

 

—Eso a ti no te importa.

 

—No, claro que no. Como tampoco me importan las frustraciones que llevas acumulando en tu vida sentimental.

 

Era una perdida de tiempo seguir lidiando con una persona intratable como Sasuke.

 

—Vete de mi casa —inquirió, señalando con un dedo la puerta de salida—. No me debes nada, y yo no te debo nada a ti. Así que haz el favor de desaparecer de mi vida.

 

—Qué casualidad —gruñó, apretando fuertemente los puños—. Justo lo que estaba a punto de hacer. Pero antes de irme te diré una cosa. Si vuelves a interferir en mi vida, si vuelves a aparecer en mi casa, te juro que no pararé hasta hacer de tu vida un infierno. No quieras saber hasta qué punto soy capaz de llegar.

 

—Dime una cosa, Sasuke… —musitó con el mismo tono de voz afilado—. ¿Por qué no hiciste nada cuando me descubriste en el callejón? ¿Acaso pensabas que era otro chapero al que podías beneficiarte? ¿Querías que te la chupara?

 

Lo sabía. Sabía cuál sería su reacción tras escuchar sus palabras, y aun así, Naruto no trató de esquivar el golpe contundente que cayó sobre su boca, partiéndole el labio inferior.

 

—Bastardo… —gruñó Naruto entre dientes, limpiándose la sangre con el dorso de la mano.

 

Y más promovido por las ganas de liberar la tensión que llevaba acumulando que por iniciar una pelea, Naruto se abalanzó sobre él.

 

Ambos jóvenes se enzarzaron en una rabiosa contienda donde toda clase de golpes eran válidos; patadas, arañazos, puñetazos. La oscura sangre comenzaba a ser visible y a teñir de rojo sus ropas. Una zancadilla, y el moreno se vio transportado de bruces contra el suelo, llevándose a Naruto en el proceso. Previniendo un posible ataque, Naruto se apresuró a sentarse sobre las caderas de Sasuke y a inmovilizar sus brazos por encima de su cabeza.

 

Y fue entonces cuando lo notó.

 

Aquello que todo hombre esconde entre las piernas y que en aquel momento, se alzaba dura e hinchada contra su culo.

 

Sasuke estaba empalmado.

 

—¡Aparta, estúpido dobe!

 

Aprovechando el desconcierto del rubio, Sasuke se lo quitó de encima, incorporándose, y saliendo a toda prisa del apartamento.

 

Naruto no reaccionó, ni siquiera vio como se marchaba. Sus ojos fuera de  órbita no acertaban a vislumbrar nada a su alrededor. Solo era consciente del calor que subió raudo hacia sus mejillas, y el acelerado latir de su corazón.

 

—¿Qué coño ha pasado aquí? —musitó.


Su mano viajó hacia su propia entrepierna. Y con asombro descubrió que también estaba dura.

 

—3—

 

 

Durante el regreso a casa, Sasuke no había podido apartar de su mente lo sucedido en el domicilio del detective, la angustiosa sensación de ver como su cuerpo reaccionaba sin control al más mínimo contacto con aquel idiota rubio y descerebrado. No podía dejar que ocurriera algo así de nuevo. Era penoso. Más que penoso, era enfermizo.

 

Con rabia pisó el acelerador del coche, sobrepasando la velocidad máxima permitida, saltándose varios semáforos en el proceso.

 

Aún podía sentir la adrenalina recorriendo su cuerpo, acelerando su pulso, agitando sus entrañas. No recordaba la última vez que se había visto dominado por sus impulsos, esa ardiente explosión interior que nublaba su juicio. Y lo peor de todo es que había disfrutado de cada golpe propinado, de cada golpe recibido, de la furia, el arrebato y la energía con la que se había desarrollado el combate. ¿Acaso se habría vuelto masoquista? ¿Había despertado algún gusto insano a la tortura?

 

Y entonces el rubio lo notó. La comprometida erección imposible de ocultar.

 

Irritado, golpeó el volante con el puño.

 

Llevaba muchos días sin descargar su tensión sexual. Tenía que ser eso, no le encontraba una mejor explicación al asunto. No había vuelto a acudir al callejón desde la última vez en la que ese mismo dobe lo había descubierto. Y Sakura… bueno, ella llevaba un par de días tan insistente con aquello de pasar más tiempo juntos que el único deseo sexual que le despertaba, era el de alejarse de ella.

 

¿Pero por qué precisamente con él?

 

Nunca le había ocurrido algo así. Nunca se había sentido atraído por ningún hombre. Ni siquiera con los chaperos a los que simplemente pagaba porque cerraran la boca alrededor de su glande y se mantuvieran en el anonimato. ¿Entonces por qué su cuerpo se incendiaba cada vez que aquellos limpios ojos azules lo miraban? Sasuke no se consideraba homosexual, la razón por la que buscaba calmar su deseo con un hombre y no con una mujer no era física sino simple; los hombres no se encariñaban con él, no demandaban más allá de su dinero y un servicio discreto.

 

El coche redujo la velocidad hasta detenerse frente a la puerta de su casa.

 

“¿Pensabas que era otro chapero al que poder beneficiarte? ¿Querías que te la chupara?” Había rezongado el detective burlón.

 

Sasuke salió del coche, dando un portazo.

 

—Maldito cabrón.

 

Sí, lo había pensado, lo había deseado febrilmente y su negativa aquel día había resultado de lo más frustrante. La simple idea de tener que reconocer aquello lo enfurecía.

 

Entró en casa como una fiera a la que acaban de soltar después de su cautiverio, despojándose de la chaqueta a tirones en un vano intento por aliviar la furia que atenazaba su cuerpo. Si no se calmaba y pronto, comenzaría a hiperventilar.

 

—Sasuke-kun, ¿Ha ocurrido algo?

 

El moreno se giró sobre sus talones para descubrir a su prometida recién salida de la ducha, con el corto cabello empapado y una pequeña toalla cubriendo su cuerpo menudo, dejando que pequeñas gotas resbalaran creando un pequeño charco sobre el tatami.

 

Sasuke gruñó, decidido a eliminar esas dudas y pensamientos inútiles que tanto lo atormentaban. Demonios, ¡a él no le gustaban los hombres!

 

Avanzó hacia ella y tomando entre sus dedos el rostro de Sakura, la besó tan rudo que la joven apenas pudo reprimir un gemido de sorpresa. Era tan raro ver a Sasuke tomando la iniciativa en ese tipo de situaciones, que ella no pudo más que alabar a los Dioses y dejarse arrastrar hacia el dormitorio.

 

—Estás muy participativo hoy… —insinuó coqueta la joven entre risas.

 

—Sí, lo que sea, pero no hables.

 

Sasuke cerró los ojos y la volvió a besar. Sus manos instintivamente acariciaron sus mejillas, que como era de esperar, resultaban lisas, sin ningún tipo de cicatriz a los lados. No contento con aquel tacto, le rodeó la cintura, levantándola con facilidad. Era demasiado ligera, demasiado menuda, le faltaba musculatura, le faltaba fuerza en los brazos, le faltaba pasión…

 

Al llegar junto a la cama la soltó, derribándola sobre el colchón, apresurándose a retirar la toalla húmeda que cubría su desnudez. Pero para su desdicha no halló aquello que su subconsciente anhelaba encontrar; una piel tostada, un torso definido, un vello púbico dorado…

 

Con un gruñido frustrado por no poder controlar ni siquiera sus pensamientos, se inclinó hacia la joven apresando entre sus dientes el cuello pálido que tan vulnerable le exponía. Lo mordió y lo besó sin compasión, notando como el cuerpo frágil bajo él se convulsionaba con cada arrebato hambriento.

 

—Sasuke-kun… —gimió enardecida. Pasó ambos brazos por los hombros del joven y arqueó la espalda, pegando sus cuerpos, buscando pleno contacto.

 

El que a penas duró unos escasos segundos.

 

Bruscamente, Sasuke se incorporó, instando a la joven a darse la vuelta y mostrarle la espalda, dejando que su rostro descansara contra el colchón.  Justo como se lo había imaginado. Besó su nuca y bajó por la espalda al tiempo que maniobraba contra el cinturón de su pantalón y la cremallera. Dejando a penas al descubierto un miembro palpitante, rígido y erguido.

 

—¿Qué… qué piensas hacer? —dudó la joven, sin comprender por qué del cambio de postura. Era la primera vez que su novio proponía algo así.

 

Pero Sasuke no contestó. Tan solo se limitó a agarrar fuertemente las caderas y a elevarlas hasta la altura deseada.

 

—¿Sasuke—kun? —volvió a preguntar cada vez más insegura.

 

Sakura notó la presión del erecto pene arremetiendo contra su esfínter e instintivamente se tensó, con la boca abierta y los ojos fuera de órbita. Una de dos; o con la nueva postura Sasuke se había desorientado y presionaba sobre el orificio equivocado, o realmente pretendía introducirla en ese lugar.

 

La presión aumentó y entonces supo que realmente sí pretendía introducirla por el ano.

 

—¡¿Pero qué demonios te pasa?!


La joven se revolvió furiosa, levantó la mano y con un rápido revés, lo golpeó en la mejilla.

 

—¡¿Te has vuelto loco?! —rápidamente se cubrió el cuerpo con la sábana, apartándose hacia un lado—. ¿Qué pretendías hacer?

 

Sasuke fue devuelto a sus sentidos bruscamente con la bofetada, y solo entonces fue consciente de lo que había intentado hacer. Había perdido el juicio, durante un mísero instante no había sido consciente de que su amante era una mujer y no el hombre de cabellos rubios que llenaba su mente, que incendiaba su cuerpo, y le instaba a satisfacer sus más oscuros deseos.

 

Boquiabierto y con las pupilas dilatadas por la importante información, se llevó una mano a la mejilla donde la carne aún ardía.

 

—Lo siento —apenas acertó a decir.

 

—¿Lo sientes? —bramó la joven ofendida—. ¿Eso es todo lo que puedes decir?

 

En ese momento lo único que Sasuke podía hacer era maldecir internamente el haberse encontrado alguna vez con aquel detective de ojos azules. Hasta ahora había vivido una dichosa existencia; un buen trabajo, una novia cariñosa y una lujuriosa afición complacida entre callejones.

 

Pero ya nada volvería a ser igual, no después de llegar a la conclusión de que definitivamente, no le atraían los hombres.

 

Excepto él.

 

—4—

 

 

—Sakura por favor, habla más despacio. No entiendo nada de lo que estás diciendo —le indicó Kakashi haciendo el esfuerzo de apartar los ojos del libro que habitualmente leía—. ¿No ha funcionado la terapia que os mandé?

 

La joven se removió inquieta en el sofá frente a él.

 

—Al principio sí —indicó perturbada—. Pero anoche… anoche Sasuke-kun intento… —desvió la mirada inquisidora hacia la derecha, donde se encontraba taciturno el aludido—, mi prometido intentó entrar en un sitio al que no recuerdo haberle dado el permiso a penetrar.

 

Kakashi clavó su ojo perezoso en Sasuke, que con expresión crispada y homicida, no hacía otra cosa que gruñir entre dientes, fruncir el entrecejo, e intentar calmar los diversos tics nerviosos de su rostro.

 

El consultor intentó disimular la mordaz sonrisa que pugnaba por surgir de sus labios.

 

—Bueno, tal vez sí sea necesario sacar los bates acolchados.

Continuará…

 


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