Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

8 Semanas por Naruko

[Reviews - 591]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 

 

Los personajes de este fic no me pertenecen. Van a cuenta del señor Kishimoto-sensei. 

 

 

Cap 06: La cena.

 

Seis semanas antes…

 

—Te dije que no te acercaras a él.

 

—Cállate, Sai. No te lo he contado para que me riñas.

 

Con eficiencia, Naruto comenzó a sellar y clasificar la gran pila de papeles que acaparaba toda su mesa de despacho. Había descuidado el papeleo durante varios días y las consecuencias comenzaban a acumularse en pilas de documentos a la espera de su revisión.

 

—¿Entonces vas a ir esta noche a la cena? —le preguntó nuevamente Sai a la expectativa, apoyándose relajado sobre el borde del escritorio.

 

—Ya te he dicho que no —rebatió con un largo suspiro—. Más tarde llamaré a Sakura para disculparme. Le diré que me ha surgido un compromiso de última hora que no puedo rechazar.

 

—¿Y por qué le dijiste que sí? —preguntó confuso.

 

Naruto alzó el rostro con una sonrisa ancha y traviesa.

 

—Tú no viste la cara que puso el bastardo cuando dije que iba a ir. Parecía que estuviera a punto de sufrir una crisis nerviosa y de identidad —rió, reclinándose hacia atrás con las manos tras la nuca—. Fue divertido.

 

Sai parpadeó confuso, sin variar ni un ápice su expresión indefinida.

 

—Sigo sin entenderlo.

 

—No importa, tampoco esperaba que lo entendieras —dando un sonoro suspiro, Naruto se incorporó retomando sus labores de forma eficiente—. Por cierto, ¿cómo te fue anoche? ¿Conseguiste sacarle más información a ese camarero? Al rarito de la mascara.

 

Aunque Naruto había accedido a acompañar a Sai a esos tugurios de mala muerte ubicados en el barrio de Akatsuki, no había puesto mucho empeño en recopilar datos. Sobre todo a partir de que Sai hubiera desaparecido tras la puerta que daba acceso a la sala oscura con aquel camarero llamado Tobi. Un tipo tan raro como curioso. Fue entonces cuando decidió marcharse del local.

 

Sai recompuso esa sonrisa indefinida que tanto lo caracterizaba antes de decidirse a relatar su profunda investigación.

 

—Me metió en el cuarto oscuro y me empujó contra la pared. Estaba duro, lo noté —recalcó—. Le dije que no me quería acostar con él porque yo con los chicos tengo buen gusto, entonces se quitó la mascara y…

 

—Ahórrame ese tipo de detalles, ¿quieres? —apresuró a cortar el rubio evasivo moviendo una mano en el aire desdeñoso—. Concéntrate en el tema de Itachi.

 

—Sabes, leí hace poco en un libro que la frustración sexual…

 

—Tampoco quiero saber lo que pone en esos libros degenerados que lees habitualmente… —gruñó en tono peligroso alzando un dedo acusador—. Vamos, habla de una vez.

 

—Eres un chico muy aburrido. Por eso nunca tienes nada interesante que contar.

 

—Nada que tú necesites saber. Ahora desembucha.

 

—Tobi no sabe con exactitud dónde se encuentra Itachi. Pero sus fuentes lo ubican en un recóndito lugar a las afueras de la villa de la roca, próximo a la ciudad natal de Deidara, el chico que lo acompaña —del bolsillo interior de su chaqueta, Sai extrajo una fotografía que tendió hacia el detective—. Esta es su imagen actual.

 

Naruto no pudo ocultar su sorpresa. Resultaba inquietante el gran parecido físico que se procesaban ambos hermanos, tanto que parecía estar contemplando una versión de Sasuke más adulta y serena; el mismo color de pelo, el mismo tono de piel, pero los ojos… aquellas dos hermosas piedras negras e infinitas reflejaban un brillo melancólico, lejano, incluso triste. Y Naruto no pudo evitar pensar en qué cosas habrían llevado a que aquel hombre reflejara tal amargura.

 

—¿Y qué se sabe del otro chico? —curioseó Naruto, recordando el nombre de Deidara—. El que dices que lo acompaña.

 

—Son amantes.

 

El rubio alzó tan bruscamente el rostro, que por un momento no logró enfocar con claridad la vista. Así que el hermano de Sasuke también era gay. Para que luego digan que la homosexualidad no tiene un origen genético.

 

—Se cuenta que Itachi mantenía una relación sentimental con Deidara, oculta a cara vista de la familia Uchiha. Hasta que un día su primo Shisui los descubrió. Tobi no entró en detalles, pero al parecer Shisui también llevaba un tiempo ocultando sus sentimientos por Itachi, y tras una disputa amorosa ocurrió el altercado que acabó con la vida de Shisui.

 

—Y dos días después, Itachi desapareció —concluyó el rubio.

 

—Eso parece. Se rumorea que existe una prueba decisiva que la familia Uchiha trata de ocultar a toda costa para impedir que la policía pueda dar con el asesino. La carta que dejó Shisui antes de morir.

 

—Una carta… —susurró el rubio emocionado. El caso cada vez se ponía más interesante—. Esa podría ser la pista decisiva para resolver el caso. Tal vez nuestro cliente está en lo cierto y no fue un suicidio, tal vez Shisui dejó escrito el nombre de la persona que lo asesinó, el nombre de Uchiha Itachi.

 

Sai simplemente se encogió de hombros.

 

—No conseguí que Tobi me dijera nada más. Los pinceles dejaron de surtir el efecto deseado cuando se acabó la vaselina…

 

Haciendo oídos sordos al último comentario, Naruto se llevó una mano al mentón, pensativo.

 

—En cualquier caso tenemos que volver a hablar con él y conseguir que nos cuente todo lo que sabe. Y lo más importante —recalcó—. Tenemos que encontrar esa carta.

 

—La tiene Sasuke.

 

Un desagradable escalofrío lo recorrió de arriba a abajo al escuchar ese nombre. ¿Qué había dicho? ¿Qué la tenía quién…? Las palabras, igual que una cacofonía inaudible, se aglutinaron en su mente.

 

—¿Qué? —musitó desconcertado.

 

—He dicho que...

 

—Ya se lo que has dicho, idiota —gruñó, alzándose presuroso de su silla con el corazón a mil por hora—. ¿Pero en qué te basas para decir que la tiene ese bastardo?

 

—Es algo que se rumorea. Cuando la policía comenzó a tomar testimonio a los familiares de la víctima, revelaron que Itachi fue la última persona que vio con vida a su primo, y Sasuke el último que vio a Itachi antes de que desapareciera. Es probable que Itachi aprovechara ese último instante para entregársela a su hermano menor.

 

—¿Y se sabe algo sobre el contenido de esa carta?

 

Sai negó lentamente y Naruto frunció el ceño.

 

¿Por qué demonios siempre aparecía Sasuke involucrado en todo?

 

No era una información completamente fiable, y aun así tenía que investigar esa pista, tirar del hilo y ver hacia dónde llevaba. Pero había un problema. En el caso de que esa carta existiera y estuviera en manos de Sasuke, tenía seguro que el bastardo jamás se la mostraría por voluntad propia. Preguntarle o intentar llegar a un acuerdo con él para que se la revelara, era una pérdida de tiempo.

 

En tal caso no le quedaba otra solución más que colarse en su casa para buscarla él mismo. Pero eso se consideraba allanamiento de morada.

 

A menos que…

 

Con una amplia sonrisa el rubio se encaminó hacia el perchero, y tras colocarse el abrigo, avanzó con paso firme hacia la salida.

 

—¿A dónde vas? —escuchó que le preguntaba Sai a sus espaldas.

 

—A vestirme apropiadamente —respondió astuto, antes de abrir la puerta con un gesto contundente—. Tengo una cena a la que acudir esta noche.

 

—2—

 

—Naruto se retrasa.

 

Sakura revisó por quinta vez el reloj que prendía colgado en la pared del amplio salón; pasaban algo más de las seis y cuarto de la tarde y su invitado aún no había llegado. Y eso que había hecho hincapié en que no llegara tarde.

 

—No tenías ni que haberlo invitado —gruñó el moreno, apoltronado cómodamente sobre el sofá de cuero negro que cruzaba el amplio salón.

 

—Parecía un chico tan formal —suspiró ella.

 

—Lo que parecía era un idiota de remate.

 

—Sí, eso también.

 

Lo había logrado. El dobe no iba a acudir a la cena y Sasuke no podía estar más conforme con el resultado, y ahora, reunido de nuevo con su paz interior podía relajarse y dejar atrás los nervios que lo habían acometido durante todo el día al pensar que, en algún momento de la noche y sumergidos en una desafortunada conversación, ese rubio idiota pudiera hablar de más y revelar a su prometida aquellos vergonzosos acontecimientos en los que se veía envuelto.

 

Mejor así, en realidad no quería volverlo a ver…

 

—Es una pena —replicó Ino con un sonoro suspiro de decepción—. Me hubiera gustado conocerlo. Sobre todo si es tan guapo como se rumorea.

 

Sasuke enarcó una ceja al tiempo que desviaba la atención hacia su novia, la que claramente evitaba su mirada con las mejillas encendidas por el comentario.

 

—Sakura dice que es un chico muy apuesto, encantador, con una  sonrisa bonita, y unos ojos tan azules como el cielo. Justo lo que me ha recetado el médico —bromeó la joven con aire soñador.

 

—¡Ino! —regañó la aludida con una forzada sonrisa, notando como los ojos negros se clavaban concienzudamente en su nuca—. Yo no dije todo eso…

 

—Sí lo hiciste —aseveró a sabiendas de que Sasuke las escuchaba—. ¿Qué se me ha olvidado explicar? ¿Lo mucho que babeabas hablando de él?

 

—¡Yo no estaba babeando! —replicó.

 

—No, perdona. Ya no se dice babear, ahora se le llama mojar las bragas…

 

—Acompáñame un momento a la cocina —gruñó Sakura. La mirada que mantenían ambas jóvenes amenazaba con entrar en ebullición de un momento a otro.

 

—Ni hablar, frontuda —declinó la rubia dirigiéndose melosamente hacia el moreno—. Ya que mi acompañante no va a presentarse, prefiero quedarme con Sasuke-kun. Hace mucho tiempo que no hablamos…

 

—Insisto —agarrándola del antebrazo, Sakura arrastró a su amiga hacia la cocina dejándole ver, por la fuerza, que no aceptaba un no por respuesta.

 

Cuando la irritante conversación y presencia femenina cesó, Sasuke se permitió cerrar los ojos con un malogrado suspiro.

 

¿De verdad Sakura creía que el dobe era atractivo?

 

Su ceño se frunció copiosamente.

 

Menuda estupidez…

 

Naruto no era nada atractivo, en absoluto, más bien lucía como el anticristo de la sensualidad; pelo alborotado, voz aguda e irritante, ropas desaliñadas y de oferta que, seguramente, ocultarían un cuerpo bronceado, fibroso y bien ejercitado. No es que él quisiera saber cómo lucía desnudo. Solo para comparar, quizás. En lo único que podía estar de acuerdo con las chicas era en su sonrisa, tan amplia y sincera, tan jugosa, tan sugestiva. Naruto tenía una boca bonita. Y sus ojos, aquellas dos piedras azules tan grandes y brillantes, y…

 

¿Pero en qué demonios estás pensando? ¡Céntrate, Sasuke!

 

El timbre de la casa sonó, reclamando su atención, y comprobando como las chicas parecían no haber escuchado la llamada, acudió él.

 

Lo que jamás creyó encontrar allí, en el vestíbulo de su casa, era a un radiante Naruto un tanto compungido.

 

—Lo sé, llego tarde. No me arrancaba el coche.

 

Sasuke no pudo evitar observarlo de arriba abajo.

 

Lucía unos pantalones negros tiernamente apretados a cada línea de sus caderas y fuertes piernas. Camiseta en un tono naranja suave que remarcaba bellamente sus brazos, hombros y abdomen, con una suculenta abertura en el cuello en la que aparte de dejar vislumbrar suculentamente un pecho bronceado, destacaba un curioso y a primera vista costoso colgante con una piedra azul cobalto, semejante al vivo color de sus ojos. Los cabellos continuaban igual de alborotados, aunque si observaba con atención, y observar cada detalle del rubio era su prioridad principal en aquel momento, lograba apreciar el brillo del gel fijador con el que seguramente había intentado dominar su cabello en punta.

 

El rubio estaba perturbadoramente imponente.

 

Sus ojos conectaron y Sasuke sintió como una ráfaga de electricidad le recorrió la espalda, despertando su bajo vientre.

 

—¿Quién es, Sasuke? —escuchó que le preguntaba Sakura desde el interior. Su corazón comenzó a latir bruscamente.

 

No. De ninguna forma. No le permitía la entrada. No dejaría que el rubio ingresara en su casa y conociera a Ino. Ni a nadie. No con esas ropas, no con ese pelo, no con esa sonrisa y ese brillo en sus ojos.

 

—No es nadie —gritó en respuesta el moreno, haciendo amago de cerrar la puerta en las narices del detective. Poco faltó para conseguir su cometido, de no ser por el pie que veloz Naruto colocó en medio de la puerta.

 

—Vamos, teme. Parece que no te alegras de verme.

 

—Es que no me alegro de verte, dobe —gruñó a la defensiva, sin dejar de presionar sobre la madera en un intento por cerrarla a la fuerza.

 

—Que desconsiderado —bufó y la decepción se reflejó en sus pupilas empañadas—. Había venido con la intención de enterrar nuestras hachas de guerra por una noche, pero veo que tú no estás por la labor —suspiró con fingido pesar—. En ese caso no voy a tener más remedio que recurrir al plan B.

 

—¿Y consiste en largarte por donde has venido? —musitó irónico.

 

—No —rió ligeramente—. Consiste en gritar lo suficientemente alto como para que tu prometida, tu amiga y medio vecindario se entere de tu homosexualidad, luego de tu infidelidad, y para asegurarme que les queda claro, voy a gritar cuales son tus hábitos sexuales, ilustración de imágenes incluidas. Así que, si quieres saber lo que es la autentica humillación, atrévete a cerrar la maldita puerta.

 

Tic nervioso en el ojo izquierdo, tic nervioso en el ojo derecho, vena palpitante sobre la frente, sonido de dientes chirreando y gruñido gutural y peligroso saliendo de la garganta del último descendiente del clan Uchiha. Sí, eran suficientes señales como para advertir que había conseguido cabrear a Sasuke.

 

Pero Naruto estaba tranquilo, sabía que el bastardo no tenía más remedio que ceder…

 

… y finalmente la puerta se abrió.

 

—Si se te ocurre decir algo… —susurró ronco antes de que el rubio entrara por completo.

 

—Tranquilo —Naruto lo miró de reojo suavizando su tono de voz—, no tengo intención de hacerlo. No pienso decir nada durante la cena. Soy un hombre de palabra.

 

—Más te vale.

 

—3—

 

Si había algo que Sasuke tenía muy claro a base de malas experiencias, era que la comida preparada por Sakura aseguraba la ingesta de un antiácido a posterior. Lo supo la primera vez que probó su sopa de miso. Intragable. También la segunda vez cuando queriendo compensar la primera, insistió en preparar unos cuantos onigiris. Pasados de sal. También lo supo la tercera, la cuarta y la quinta vez que trató de hacer verduras salteadas. Todas carbonizadas. Después de diez intentos y una descomposición estomacal, Sasuke llegó a la conclusión de que primero, a Sakura no se le daba nada bien la cocina. Y segundo, contratarían a una asistenta domestica que la hiciera por ella. Por eso, en aquella ocasión ninguno de los dos pudo salir de su asombro cuando el rubio, con una sonrisa amplia y jubilosa, devoró por completo el contenido del plato preparado por Sakura y quiso repetir. Definitivamente el dobe había nacido sin papilas gustativas. Lo único que le reconfortaba era saber que pronto sufriría dolorosos retortijones de estómago.

 

Pero para su sorpresa, la cena estaba discurriendo con total tranquilidad.

 

La actitud de Naruto había sido en todo momento amistosa y conciliadora, sin comentarios irónicos o sarcásticos que pudieran producirle incomodidad o desconfianza. Y la gran hazaña se debía en gran parte a la poca, o más bien nula, participación del moreno. Quien en ningún momento abrió la boca, ni siquiera para comer.

 

Aún así no pudo dejar de estar tenso en cada minuto. Le parecía haber percibido en alguna ocasión las furtivas miradas que le dedicaba el rubio, penetrantes y sugestivas. Algo que desconcertantemente le había provocado un agradable estremecimiento.

 

—Yo trabajo en una floristería —explicó Ino, sentada al lado del rubio—. La gente siempre dice que huelo a flores. ¿Te gustaría olerme?

 

Sin esperar respuesta, la muchacha se acercó al rubio con el rostro alzado, mostrando su garganta blanca y esbelta. Primera fase de seducción, concluyó Sasuke sin dejar de observarlos. Estaba más que arto de sufrir esas constantes atenciones por parte de las mujeres… y algún que otro hombre. Y a Ino parecía haberle agradado el dobe…

 

Y el dobe a ella…

 

—Claro —el rubio se aproximó, rozando la punta de nariz contra el cuello que olfateó sin prisas—. El aroma es muy suave.

 

—A que sí.

 

Sasuke notó de nuevo como la oleada de calor se expandía rápida por sus entrañas, a la que se le unían unas ganas irrefrenables de coger por el pelo a la rubia y apartarlo del rubio. O al rubio de la rubia, lo que primero sucediese. Tal vez en otro momento y lugar, aquel descarado flirteo habría sido completamente ignorado. Pero no podía, no cuando una de las personas implicadas se trataba de él.

 

Por dios, ¿tan desesperado estaba como para querer acostarse con Ino?

 

—¿Y a qué te dedicas? —preguntó de nuevo la joven con ojos ensoñadores.

 

A Sasuke se le cortó la respiración. Por el rabillo del ojo observó con una mirada crítica al idiota rubio sentado frente a él, rogando internamente porque el dobe inventara cualquier banal oficio menos el suyo.

 

—Soy detective privado —respondió.

 

¡Maldito dobe del demonio!

 

Sasuke juró en su fuero interno vengarse de él cuando todo esto hubiera terminado.

 

Rabioso y a punto de sufrir otra de las muchas crisis nerviosas y de identidad que asiduamente le asaltaban, el moreno estrujó entre sus manos la servilleta de tela como si el cuello de Naruto se tratara. No contento con la poca descarga de frustración que eso le producía, cogió impulso con un pie antes de soltar una patada por debajo de la mesa, que si bien pretendía golpear contra Naruto, se vio inesperadamente desviada hacia la persona incorrecta.

 

—¡Auch! ¿Qué ha sido eso? —se quejó Ino llevándose una mano a la pierna lastimada.

 

Sasuke cerró los ojos, e intentó recordar como se respiraba adecuadamente. La situación se le iba de las manos por momentos. Un paso en falso, un comentario fuera de lugar y toda su vida terminaría siendo arrojada por la borda. El corazón le bombardeaba con tanta violencia que le costó gran esfuerzo continuar escuchando la conversación de los dos jóvenes.

 

—¿Y qué cosas investigas?

 

—De todo un poco —musitó sin querer mirar directamente al moreno—. Mi profesión abarca un gran amplio abanico de posibilidades como por ejemplo, buscar a personas desaparecidas, resolver casos de asesinatos, o las más solicitadas, destapar infidelidades… —hizo una pausa en la que se permitió sonreír con sorna. Percibía como Sasuke le observaba a la expectativa—. Esas cosas.

—Que interesante…

 

Ino se aproximó aún más al rubio invadiendo claramente su espacio personal, dejando posada intencionadamente una mano sobre el muslo del detective, que pegó un pequeño bote de la impresión al tiempo que sus mejillas se teñían de un vistoso carmesí. Incomodo, Naruto trató de apartarse no más de lo que exigía la buena educación, giró el rostro al frente y su mirada cruzó con la de Sasuke, quien con extrañeza apretaba fuertemente la mandíbula al tiempo que entrecerraba los ojos inquisidor. Parecía estar a punto de llorar sangre o algo por el estilo…

 

Confuso por un repentino e inexplicable sentimiento de culpa, Naruto se puso en pie de un salto, cortando todo contacto con la joven. Maldición. Él no estaba ahí para dejarse seducir por una muchacha, sino para buscar la prueba en su investigación. Bordeó la mesa antes de preguntar inquieto.

 

—¿El baño, por favor?

 

—Sigue recto por el pasillo —le explicó Sakura que recién entraba de nuevo en la estancia con una tetera y varias tazas—. La segunda puerta a la izquierda.

 

—Gracias.

 

Una vez en el pasillo, vislumbró las diferentes puertas de acceso. Una, dos, tres y hasta cuatro habitaciones se distribuían contando con el servicio. Aunque el baño no era precisamente el lugar al que pretendía entrar. Sino a alguna de las tres puertas restantes.

 

Sabiendo el escaso tiempo del que disponía antes de que lo echaran en falta en la mesa, optó por comenzar con la que había justo frente al servicio. En algún sitio debía esconder la maldita carta.

 

Abrió la puerta y a tientas buscó la llave de luz. Cuando la estancia quedó plenamente iluminada se sorprendió de ver que la primera a revisar era la habitación de Sasuke, cosa que dedujo por la cama de matrimonio ubicada en el centro.

 

Se aproximó hacia la cajonera alta de la esquina y comenzó a examinar por encima cada cajón, no encontrando nada parecido a una carta. Se desplazó entonces a las pequeñas mesitas de noche colocadas a cada lado de la cama. Una de ellas contenía lencería femenina de encaje, la mayoría transparente. Naruto alzó con curiosidad uno de los tangas.

 

—Siempre he dicho que se puede averiguar mucho de una mujer por sus bragas…

 

Desechando la cantidad de pensamientos impuros que comenzaron a discurrir por su mente, prosiguió su búsqueda con el armario empotrado. Pero a parte de los ya conocidos y caros trajes del bastardo y su ropa deportiva, no encontró nada interesante.

 

—Dónde demonios lo ha podido esconder… —susurró para si mismo.

 

Dio media vuelta dispuesto a buscar en una segunda habitación y cuando estaba a punto de alcanzar la salida, la figura del bastardo se atravesó en el marco, cortándole el paso.

 

Mal-di-ción.

 

—Este no es el baño —gruñó Sasuke.

 

—Sí, me acabo de dar cuenta —musitó rascándose nervioso una mejilla en un intento por parecer inocente. No lo consiguió—. Soy disléxico. Siempre confundo derecha e izquierda.

 

Intentando aparentar menos importancia de la que tenía, quiso apartarlo para continuar su camino, pero las fuertes manos del moreno le agarraron por la camiseta, impulsándolo de nuevo al interior de la habitación que fue cerrada a su paso. Naruto soltó un ligero quejido cuando su espalda chocó bruscamente contra la pared más cercana y sus manos fueron inmovilizadas por encima de su cabeza.

 

Lo había acorralado.

 

—Por qué has venido —exigió más que preguntó el moreno a escasos centímetros de su cuerpo—. Pensaba que habíamos llegado a un acuerdo. Tú desaparecías de mi vida y yo de la tuya.

 

Naruto tembló al notar el cálido aliento rozándole sobre los labios, la respiración acelerada, salpicada de pequeños jadeos contrariados, y la tensión de los brazos con los que apresaba sus muñecas. Tragó saliva con dificultad y notó como el pelo de la nuca se le erizaba cuando contempló los brillantes ojos negros que a escasos centímetros lo taladraban.

 

—Cambié de opinión —pronunció rogando porque su voz sonara convincente—. Pensé que podría ser divertido. Tu novia es realmente un encanto, e Ino es muy bonita. No todos los días tengo el honor de cenar con dos bellezas y un… bastardo.

 

Sasuke produjo un gruñido gutural e indescifrable al tiempo que redoblaba la fuerza con la que lo aferraba contra la pared. No le había gustado nada esa confesión, por lo que deslizó una pierna entre las del detective rozándole intencionadamente la entrepierna con el muslo. Naruto pegó un respingo, y una oleada abrasadora de calor se expandió por todo su cuerpo. Recordó el beso, como ambos se habían excitado al contacto de sus cuerpos, los tórridos sueños húmedos y los remedios manuales de la ducha. Negarlo era imposible, aunque sus palabras pronunciaran lo contrario, Sasuke le atraía más que cualquier otra cosa.

 

Contuvo la respiración cuando el moreno se inclinó hacia delante, tanto que sus narices se rozaron y sus bocas quedaron a escasos centímetros. Y durante una fracción de segundo temió por su entereza, por su cordura, por sus repentinas ganas de clavarlo contra el armario empotrado y sobre todo por evitar que su dureza fuera tan evidente como el color púrpura de sus mejillas.

 

—¿Pero tú no eras gay? —cuestionó mordaz Sasuke con una mirada evaluativa. Varió levemente de postura golpeando nuevamente el muslo contra la ingle.

 

Naruto tuvo que ahogar un gemido angustiado cuando constató que parte de su cordura y el total de su cuerpo habían dejado de obedecerlo. Inspiró hondamente, tratando de calmar los pinchazos de su hombría.  Ya ni siquiera podía pensar racionalmente en otra cosa que no fuera liberarse de manos y apretar con ellas los dos glúteos prietos del trasero del bastardo.

 

—Que tú lo seas no quiere decir que yo también lo tenga que ser, teme —musitó con gran dificultad. Había comenzado a hiperventilar.

 

—¿En serio? —rió quedamente desplazando el rostro hacia el oído del menor, tomándose su tiempo antes de preguntar burlón—. ¿Y por qué te has vuelto a excitar?

 

Naruto abrió desmesuradamente los ojos tras verse descubierto, más no protestó ni trató de apartarse. Se limitó a sonreír socarrón y en silencio. Sasuke no era el único que había notado una dureza presionando contra su muslo. De nuevo volvían a reaccionar a la par.

 

—Creo que no soy el único —ronroneó en su oído.

 

El detective se mordió los labios intentando reprimir un sofocante jadeo cuando la lengua de Sasuke comenzó a lamerle el cuello en toda su extensión. Por instinto alzó el rostro para darle mayor acceso a su piel caliente, apretó la rígida espalda contra la pared y cerró los puños con fuerza. Sus besos quemaban, y su lengua le provocaba incontrolables oleadas de placer. Ni siquiera fue consciente de cuando sus caderas se habían comenzado a mover, acompasadas a la fricción enloquecedora de Sasuke sobre su muslo.

 

—No dejes que se acerque a ti… —escuchó que le decía entrecortadamente al oído sin dejar de frotar sus caderas. Pero Naruto no estaba en el mejor momento para deliberar si se refería a Ino o a Sakura—. No dejes que nadie más que yo se acerque…

 

Sasuke buscó con la mirada los ojos de Naruto, y tras unos segundos inciertos, el rubio percibió cómo Sasuke ladeaba el rostro y lentamente se inclinaba hacia él. Al instante supo con total seguridad lo que iba a ocurrir por segunda vez. Iba a besarlo. Y él se lo iba a permitir.

 

Estoy jodido. Fue lo último que pensó antes de cerrar los ojos y adelantar el rostro ofreciendo sus labios. Estoy jodido.

 

—¿Sasuke-kun?

 

El moreno escuchó la voz de su prometida cercana a la habitación, e instintivamente pegó un salto hacia atrás asustado, con los ojos abiertos como platos y las mejillas encendidas. Giró el rostro hacia la puerta del dormitorio confirmando que aún seguía cerrada y nadie había visto nada de lo ocurrido. Con un gruñido frustrado por la abrupta interrupción, se obligó a recomponer su habitual máscara de indiferencia, recuperando parte de su compostura.

 

Al devolver de nuevo la atención sobre Naruto, sus ojos parpadearon confusos. Tenía el rostro inclinado hacia delante con los cabellos caídos sobre la frente, los hombros trepidaban pavorosamente presos de la angustia que lo convulsionada, y sus manos rígidas se oprimían con fuerza, incapaz de contener los temblores que lo sacudían.

 

Sasuke frunció enérgicamente el entrecejo. ¿Qué demonios le ocurría?

 

—Oye, ¿te encuentras bien? —quiso indagar. Alzó una mano, pero antes siquiera de rozar con ella el hombro del rubio, este la rechazó propinándole un manotazo antes de salir corriendo de la habitación.

 

El detective se topó en el pasillo con Sakura, quien discutía sobre un tema banal con Ino sobre sobre el paradero de ambos chicos. Con paso acelerado fue hasta el comedor y tras coger la chaqueta que descansaba en el respaldo de la silla, se giró hacia las jóvenes recomponiendo la mejor cara de disculpa que pudo recomponer.

 

—Lo siento, debo marcharme —indicó breve—. Ya he abusado suficiente de vuestra hospitalidad y no quisiera ser una molestia —con paso enérgico avanzó hacia la puerta de salida—. Muchas gracias por la cena. De veras, estaba riquísima.

 

Sin siquiera dirigirle una mirada a Sasuke quien aparecía por el pasillo tras las dos jóvenes, se giró raudo, atravesó lo poco que le quedaba de estancia y salió por la puerta.

 

—¿Es mi impresión o parecía nervioso? —avistó Sakura.

 

—¡Maldita frontuda! —intervino la rubia con un mohín desilusionado—. Has echado a perder mi cita con ese pedazo de hombre. Seguro que se ha ido con una indigestión por culpa de tu comida.

 

—¿Y no será que huía de tu olor, Ino cerda? —reprochó.

 

—¿Qué has dicho, frontuda?

 

Aprovechando los minutos de discusión femenina, Sasuke retrocedió en sus pasos, encerrándose en el baño. Él tampoco podía afrontarlas con una protuberancia tan llamativa en sus bajos.

 

—4—

 

 

Tras mojarse la cara varias veces y respirar pausadamente, la urgente necesidad fisiológica de Sasuke había ido decayendo hasta anularse por completo. Ahora ya podía pensar con más claridad lo que había ocurrido en el dormitorio. Atracción inminente. No era la primera vez que le ocurría con el rubio, y aunque su propósito en un primer instante había sido la de reprocharle su conducta ante Ino, no logró conseguirlo.

 

—¿Has decidido ya el arreglo floral que colocaras en el centro de las mesas? —le preguntó Ino a Sakura mientras le mostraba varios catálogos de flores.

 

—No me decido. Me gusta el ramaje de orquídeas, pero no creo que quedaran lo suficientemente vistosas para una boda —dudó la joven mordiéndose el labio inferior. Alzó el rostro, dirigiéndole la pregunta a su prometido, que inmóvil frente a la ventana, parecía ausente—. ¿Tú que opinas, Sasuke?

 

Llovía, al otro lado de la ventana la visión se había vuelto un tanto turbia, pero no lo suficiente como para no distinguir el coche negro aparcado frente a su puerta, el que tras varios intentos por ponerlo en marcha, no conseguía funcionar.

 

Sasuke sonrió de medio lado sin dejar de mirar tras la ventana. Estúpido dobe. Llevaba más de media hora metido en el coche girando la llave de contacto. ¿Acaso no escuchaba el ruido ronco que emitía al encendido? Se había cargado el alternador.

 

—¿Ocurre algo? —escuchó a sus espaldas. Sasuke giró el rostro por encima del hombro al tiempo de ver a su prometida tras él.

 

—Naruto se ha cargado el alternador y no le queda batería. No puede arrancar el coche —se mofó. Quizás esa era la razón por la que también llegó tarde a la cena.

 

—Ohh, pues será mejor que se quede aquí a dormir entonces. Es muy tarde para llamar a una grúa.

 

—¿Qué? —el moreno se giró con brusquedad hacia su prometida, formando su mejor cara de homicidio—. Déjalo, no es nuestro problema. Puede llamar a un taxi para volver a su casa.

 

—No voy a dejar que llame a un taxi teniendo una habitación de invitados, Sasuke —rió cruzándose de brazos—. No seas quisquilloso.

 

—Pero Ino es la que se iba a quedar en la habitación de invitados ¿recuerdas? —gruñó dando a entender que no era una buena idea que dos personas que se acaban de conocer y de distinto sexo compartieran cama.

 

—En ese caso, trasladamos a Ino a nuestra habitación. Ella puede dormir conmigo.

 

Sasuke entornó los parpados mientras reflexionaba. Si Sakura e Ino dormían juntas en una habitación, por descarte la de invitados la ocuparían… ellos dos.

 

—¡No! —vociferó tras comprenderlo.

 

Pero era demasiado tarde. Sakura ya había bajado por las escaleras rumbo a la calle.

 

Continuará…

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).