Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

8 Semanas por Naruko

[Reviews - 591]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Gracias de nuevo a Nammy por otra de sus lindas covers para este fic.

Capítulo 7 - Parte 2

 

Los personajes de este fic no me pertenecen. Van a cuenta del seños Kishimoto-sensei.

 

Cap 12: Sufrimiento de unos, ambición de otros.

 

Tres semanas antes…

 

Había estado ciego durante demasiado tiempo.

 

Desde la muerte de su hermano había dejado pasar los días, los meses y los años sin preocuparse ni interesarse, por las causas que le habían llevado a arrebatarse la vida. O eso había pensado hasta ahora. Como un estúpido necio, Sasuke se dejó cegar por las palabras de su padre sin ser todo lo juicioso que esas circunstancias requerían.

 

Demasiado tarde se dio cuenta de que todo formaba parte de un elaborado y astuto plan de coartada.

 

Una realidad tan próxima a él que no había logrado advertir ni siquiera ante el extraño comportamiento de su hermano. Y ahora, dos años después, se preguntaba con frustración por qué no había sido capaz de creer a Itachi cuando le dijo que toda la familia Uchiha estaba corrupta, palabras que nunca tuvieron explicación y que ahora por fin cobraban sentido. Como piezas de un puzzle que él nunca se había preocupado en completar.

 

—¿Qué es exactamente lo que buscas? —le preguntó repentinamente el vendedor ambulante mostrando un amplio su arsenal de armas de contrabando a lo largo del maletero del coche—. La mayoría son semiautomáticas, de nueve o diez milímetros, aunque si realmente buscas una ligera y sin retroceso, te recomiendo esta.

 

Los ojos de Sasuke se posaron sobre el objeto que el traficante le mostraba, aunque sus mente continuara en otra parte.

 

La carta.

 

Si pudieras impedir una masacre, ¿lo harías al precio que fuera? ¿Incluso si con ello arriesgaras tu propia vida? Relataba el inicio de la carta que Shisui Uchiha había escrito para Itachi, y que él, por fortuna o desgracia había terminado descubriendo dentro de la caja fuerte de su padre.

 

Las primeras líneas iban dedicadas al perdón.

 

Con visible arrepentimiento Shisui le pedía disculpas a Itachi por haberlo traicionado, por haberse dejado manipular por el clan como una burda marioneta y haber aceptado el encargo de vigilarlo y ser su sombra, ya que gran parte del consejo había comenzado a sospechar de Itachi, de su lealtad para con el clan, lo que había generado una gran desconfianza.

 

Entre Shisui e Itachi siempre había existido una estrecha relación de amistad y profundo respeto mutuo, llegando a considerarse como hermanos. Y esa era una de las principales razones por las que Shisui le escribía aquella carta, para así poder emendar sus errores.

 

Y tras las primeras líneas de arrepentimiento, Shisui comenzó a narrar el macabro plan que tan celosamente guardaban los mayores diligentes del clan Uchiha; el golpe de estado.

 

De sobra era conocida la enemistad que los dos clanes más poderosos de Konoha, Senju y Uchiha, se profesaban. La notoriedad y fuerte presión financiera que ejercía el clan rival sobre Industrias Uchiha podía llevarlos en cualquier momento a la ruina, por lo que Teyaki el más radical de los dirigentes, sugirió deshacerse del líder el clan Senju. No sólo conseguirían el control total de Konoha, sino que también desestabilizarían el mando de su oponente, y para cuando el clan enemigo quisiera volver a reestructurarse, ellos ya se habrían consolidado, cobrado una mayor fuerza que tomaría por completo la ciudad. Fugaku, líder principal del clan, accedió a la propuesta de infiltrar a su hijo mayor Itachi como el espía entre las líneas enemigas, como doble agente.

 

Pero Itachi se había negado en rotundo a la propuesta de recopilar información del clan rival, mostrando así su desacuerdo. Y fue entonces cuando el clan le otorgó la misión a Shisui de vigilar los movimientos de Itachi, y en caso de que traicionara a los Uchiha, fuera eliminado.

 

—Tu hijo no valora a los de su raza. Y en este momento es tan peligroso como cualquiera del clan rival. Es evidente que nos oculta algo.

 

—Mi hijo conoce cual es el precio a pagar si osa traicionar a su raza. Yo mismo me encargaré de él si renuncia a los de su propia sangre.

 

Fue lo último que Shisui logró escuchar a escondidas en una de las reuniones de los diligentes del clan Uchiha antes de que apareciera muerto.

 

Corrupción, conspiración y asesinatos.

 

El clan Uchiha estaba corrupto. Itachi lo sabía, y por eso había intentado que Sasuke y él abandonaran el país. Para alejar a su preciado hermano menor de la corrupción que se cernía entorno a su familia.

 

Incluido a su padre.

 

—Vamos chico, no tengo todo el día —le insistió el vendedor ante la nula participación de Sasuke, tentado a cerrar el maletero y salir corriendo—. No serás un poli, ¿verdad?

 

Si lo dicho en esa carta era verdad, no sólo culpaba a toda su familia de corrupción y conspiración contra el clan rival, sino que tenía sobrados motivos para pensar que la muerte de su primo Shisui no había sido un suicidio, y probablemente ni siquiera Itachi era culpable del asesinato, como su padre en un principio le hizo pensar…

 

Sasuke cerró fuertemente los ojos, y a su mente acudió el último encuentro que mantuvo con su hermano. Intentaba protegerlo, Itachi había querido que lo acompañara, que abandonaran el país inmediatamente con la intención de alejarlo de toda la corrupción que se cernía en torno a su familia. Y él, sin ser consciente de nada, lo había rechazado.

 

No era un asesino. Tarde se había dado cuenta de que su hermano mayor era inocente. No mató a Shisui, y definitivamente, ninguno de los dos se suicidó.

 

Sí. Todo comenzaba a cobrar sentido.

 

Con firmeza, dio un vistazo rápido a todas las armas de fuego que el traficante le ofrecía, antes de pronunciar con seguridad.

 

—Dame la más potente que tengas.

 

 

—2—

 

Los nervios le carcomían por dentro.

 

Naruto había estado meditando durante varios días la conversación que mantuvo con Shikamaru, y siempre llegaba a la misma conclusión; podía seguir fingiendo que su vida era perfecta tal y como estaba, que aceptaba las condiciones que ser amante implicaba, que se conformaba con lo poco que Sasuke podía ofrecerle, pero no era así.

 

Él quería más.

 

Lo quería todo.

 

Todo aquello que cualquier pareja comparte en una relación abierta y sincera junto a la persona amada; cariño, respeto, amor. No quería seguir recibiendo sus migajas. Lo quería todo o nada.

 

Y no conocía otra forma de hacérselo saber si no era hablando con él.

 

Tenía una ligera idea de cuál sería la reacción de Sasuke nada más iniciar el tema, pero tenía la confianza de que por lo menos accediera a escucharlo, y tras hacerle entender cuales eran sus sentimientos, Sasuke pudiera ver las cosas de una manera más optimista. Si el moreno realmente estaba interesado en él, si realmente esos sentimientos que ocultaba celosamente en su interior eran tan fuertes y necesitados como los suyos propios, si le faltaba el aire ante la simple idea de terminar con la relación, Sasuke aceptaría comenzar una nueva vida a su lado. No importaba el trabajo, la familia, el dinero, ni el estatus social mientras se tuvieran el uno al otro.

 

¿Acaso era un pensamiento egoísta querer pasar el resto de su vida junto a la persona amada?

 

Naruto habría hecho cualquier cosa por él sin dudarlo ni un instante.

 

Además, también quería informarle de los nuevos y frustrados intentos de Sakura por contratar más detectives privados, de las importantes acusaciones que recaían últimamente sobre su padre, y según le había informado aquella misma mañana Jiraiya, la desaparición de Kiba; el detective que hasta escasos dos días investigaba el caso Uchiha.

 

¿Estaría Fugaku involucrado en la repentina desaparición del detective?

 

Definitivamente tenía que hablar con él.

 

Con el firme pensamiento de solucionar cuanto antes todos esos puntos importantes, Naruto estacionó el vehículo frente a la casa de Sasuke y esperó. Tuvieron que pasar dos horas antes de verlo aparecer y salir del BMW negro con gesto cansado.

 

Sus ojos se encontraron, y desconcertado, Sasuke frunció el ceño. Naruto era consciente de que visitarlo en la puerta del domicilio que Sasuke compartía con Sakura, era demasiado temerario. Por ello le instó con un ligero movimiento de cabeza a que lo siguiera a pie hacia un lugar más discreto. Pero para su sorpresa, Sasuke no accedió. Simplemente se limitó a ignorar su petición y refugiarse en el interior de su casa.

 

Aquel bastardo había tenido el descaro de marcharse omitiendo deliberadamente su presencia.

 

El desaire no hizo más que acrecentar su furia. Apretó fuertemente los puños, rígidos a cada lado de su cuerpo y con arrebato lo siguió hasta quedar a escasos centímetros de la puerta que había sido cerrada en sus narices. Pero en la entrada, con el puño en alto y claras intenciones de golpear la madera, se detuvo en seco al percibir la suave voz de Sakura. Durante la espera, no había visto  entrar a la joven en la vivienda, pero eso no significaba que la muchacha no se encontrara ya en el interior.

 

Irritado por su frustradas intenciones, sacó el teléfono móvil de su pantalón, y rabioso, marcó ágilmente el número de Sasuke. Antes de que su ofuscada mente le hiciera apretar deliberadamente la tecla de descolgar, la lucidez volvió a su cabeza. Con el fin de no levantar más sospechas innecesarias por parte de la joven prometida, Shikamaru le había informado que la línea telefónica de Sasuke continuaría pinchada hasta que las dudas de Sakura desaparecieran. Por lo que llamarlo a su teléfono personal para soltarle toda clase de improperios dichos y por inventar, quedaba como opción descartada.

 

—¡Maldición!

 

Ese bastardo desgraciado…

 

Era evidente que lo estaba evitando. ¿Pero por qué razón? La última vez que se habían encontrado fue en el cine, y la verdad es que Sasuke no había salido precisamente descontento de los baños.

 

Levemente cojeando sí, pero no molesto por ello.

 

Lo que le llevaba a ejecutar otra línea de ataque un poco más agresiva. Si no quería verlo por las buenas, lo haría por las malas.

 

 

—3—

 

 

Sasuke estacionó el vehículo en su plaza de garaje correspondiente, y soltando un pesado suspiro, colocó ambas manos sobre el volante, dejando caer la cabeza hacia delante que quedó oculta entre los brazos. Demasiada información que asimilar, demasiadas teorías sin respuestas, demasiadas cosas en las que pensar en tan pocos días.

 

—Sólo tengo que hablar con él —se dijo a sí mismo. De la guantera del coche extrajo la misma pistola semiautomática que había comprado días atrás en el barrio bajo de Akatsuki. La cual se apresuró a esconder a su espalda, cruzada en el pantalón y oculta por la chaqueta—. Y si lo dicho en esa carta es cierto acabaré con lo que él mismo comenzó.

 

Tenía sobrados motivos para no sentir más que odio y desprecio por su padre, para no querer ver nunca más su rostro, para sepultarlo un metro bajo tierra.

 

Con los ánimos renovados, apagó el motor. Iba a salir del vehículo cuando una brusca sacudida abrió la puerta del copiloto, dejando entrar a un individuo que sin ningún tipo de miramiento, se sentó a su lado. A  su derecha descubrió unos ojos azules tan hermosos e intensos como su dueño.

 

Ese dobe…

 

—¿Qué demonios haces aquí? —inquirió ceñudo. Con movimientos nerviosos inspeccionó su entorno, asegurándose de que ninguno de los dos había llamado la atención en el aparcamiento de la empresa.

 

—¡Teme!, no me has dejado otra opción. Llevo intentando hablar contigo desde hace días, pero no paras de evitarme —profirió ceñudo cruzando los brazos con obstinación—. ¿Por qué lo haces?

 

Sasuke apartó la mirada y respiró hondamente, tratando de disimular de manera efectiva el desaforado golpeteo de su corazón contra el pecho.

¿Acaso no era evidente? Si lo que narraba la carta de Shisui era verdad, si las fuertes acusaciones que recaían sobre Fugaku eran ciertas, cualquier persona a su alrededor estaba expuesta al peligro. El más mínimo error y Naruto sería el siguiente en la larga lista de víctimas.

 

Tenía que deshacerse del rubio cuanto antes, no iba a permitir que nadie ajeno a la familia se involucrara en algo que sólo le incumbía a él.

 

Internamente se obligó a anular sus sentimientos y recomponer la mascara fría en la que se escondía de los demás.

 

—¿Tengo que tener alguna razón para no querer verte? —inquirió rudo—. Lárgate, no tengo tiempo que perder contigo.

 

—De acuerdo —cabeceó el rubio conforme. El bastardo comenzaba a emplear ese tono irónico que utilizaba como defensa cada vez que se enfundaba tras su coraza. Había tensión en cada uno de sus músculos, y su rostro lucía más pálido y tirante de lo normal. Hasta podía detectar un pequeño comienzo de ojera bajo el parpado. Seguramente no debía haber dormido mucho en los últimos días—. Ya me ha quedado del todo claro que aquí ocurre algo extraño. Ahora vas a contármelo.

 

—Baja del coche y no vuelvas a acercarte a mí.

 

—Primero vamos a hablar.

 

—No tengo nada que hablar contigo. Baja del coche de una maldita vez —replicó con mayor vigor apretando con dureza el volante del coche.

 

—¡Maldita sea, Sasuke! —del bolsillo interior de la chaqueta extrajo varias fotografías que Shikamaru le había entregado—. Tu prometida ha contratado a otro detective para que te siga y nos ha pillado metiéndonos mano de lleno en el cine, ¿quieres hablar ahora, o bajo del coche y se las doy yo mismo?

 

Sinceramente, lo que menos le preocupaba a Sasuke en aquel momento era que Sakura descubriera las incontables infidelidades que había cometido. Es más, comenzaba a barajar la posibilidad de decírselo él mismo si de ese modo lograba deshacerse de otro de sus muchos problemas. Pero aquellas fotos mostraban de pleno el rostro de Naruto, y a pesar de tener la seguridad de que la joven no las utilizaría de forma vengativa, no podía arriesgarse a que el rumor llegara hasta el despacho de la última planta, donde su padre, sí le pondría nombre a un nuevo crimen.

 

Abrió los ojos y de reojo le dedicó una mirada dura al detective.

 

—Que sea rápido —ordenó secamente.

 

Naruto lo contempló extrañado. Podía comprender hasta cierto punto su enfado. Sasuke estaba acostumbrado a que la gente a su alrededor lo obedeciera y él era poco dado a obedecer, pero ninguna de esas razones tenían el suficiente peso como para justificar el haber provocado aquella mirada gélida en sus ojos ónice. Incómodo por la tensa atmósfera que se respiraba, se inclinó hacia delante frotándose las palmas de las manos contra los muslos, pensando con rapidez cuales serían las palabras apropiadas con las que comenzar.

 

—Es una suerte que conociera al detective. Shikamaru y yo estudiamos juntos en la misma escuela. Es un buen amigo —aseguró escondiendo de nuevo las instantáneas en el bolsillo—. Por eso decidió hablar conmigo antes que entregárselas directamente a ella.

 

Naruto esperó impaciente algún comentario por parte del moreno, y al no recibir ni siquiera una mirada, añadió a regañadientes.

 

—Esto no puede seguir así, Sasuke —suspiró, examinando con atención el rostro impávido y carente de atención de su compañero—. Esta vez he podido solucionarlo a tiempo, pero si Sakura continúa sospechando y contratando más gente al final se enterará de todo de la peor manera posible.

 

—Ese es mi problema.

 

—No, Sasuke. El problema es de los dos. Tanto tuyo como mío —refutó—. Estoy involucrado en esto desde el momento en que comencé a compartir el riesgo contigo, desde el momento en que me convertí en tu amante.

 

—Entonces sólo tienes que dejar de serlo.

 

—¿Cómo dices?

 

Era la oportunidad perfecta para desencadenar una forzosa ruptura, y mantenerlo alejado de él, a salvo.

 

—Si has venido a decirme que no tienes suficiente con ser tan sólo un amante, que necesitas más y cualquier otro estúpido argumento sentimental, ahórratelo. Yo también estoy cansado de este juego. Y estoy de acuerdo en acabar con esto. Por eso he comenzado a guardar las cosas que no necesito en una caja.

 

Naruto arrugó bruscamente el ceño, se enderezó y su rostro se tornó desconfiado.

 

—¿Qué quieres decir con eso? —bufó tan molesto como receloso.

 

—Que tu sitio está dentro de esa caja.

 

Esas mismas palabras rudas, tanto en significado como en la forma en las que estaban siendo pronunciadas, se volvieron a repetir lentamente en la mente de Naruto de manera sucesiva, y una angustiosa sensación opresiva se enroscó alrededor de su pecho.

 

—Entiendo —musitó sintiendo su propia voz débil e insegura.

 

No es que no hubiera pensado ya con anterioridad en una respuesta negativa, que fuera él quien sentenciara definitivamente aquella patética relación, pero en el fondo, estúpidamente, había tenido la esperanza de que Sasuke coincidiera con él en que permanecer juntos valía la pena. Sólo fue consciente del vacío que producía aquella negativa hasta que lo escuchó de su propia boca.

 

Y la sangre de sus venas dejó de ser caliente.

 

—¿Qué esperabas? —prosiguió Sasuke entornando los parpados, dibujando sobre sus labios una mordaz sonrisa—. ¿Qué renunciaría a todo lo que me ha costado levantar por alguien como tú? ¿Que te elegiría a ti antes que a una vida de éxito asegurada? No seas estúpido. Tú sólo eres un juguete, y ya me he cansado de ti. Ahora desaparece de una maldita vez de mi vida igual que yo lo haré de la tuya.

 

Naruto contuvo el aire en los pulmones durante unos segundos, sintiendo como por momentos un desagradable malestar crecía atropelladamente dentro de él. Calor, notaba como la marea candente ascendía hacia su rostro, nublándole el juicio y una violenta rabia inundaba todo su ser, trayendo consigo unas irresistibles ganas de golpear aquel rostro pálido.

 

—Un juguete —repitió Naruto, aplacando a tiempo en una pose tensa y altiva la rabia que pugnaba por surgir de su interior. Apretó con fuerza los puños hasta que sus nudillos se volvieron blanquecinos—. ¿Esa es tu mejor excusa, Sasuke? ¿Ya te has cansado de mí?

 

—¿Por qué iba a buscar una excusa? Tú eres el idiota que no entiende…

 

—Porque las cosas se están poniendo serias entre nosotros y eso te asusta —acusó mostrando un semblante decisivo y serio, adelantando el cuerpo hasta quedar frente a él a muy poca distancia.

 

Sasuke retrocedió, irritado. No le gustaba el giro inesperado que estaba tomando la conversación. No era por donde él quería que discurriera y terminara.

 

—Te conozco mucho mejor que todas esas personas que te rodean. No pretendas hacerme creer que lo nuestro ha sido tan sólo un juego —inquirió Naruto con decisión—. Sé que no eres feliz en el lugar donde te encuentras ahora, es algo que tú mismo me has confesado. Como también sé que has pasado muchos años escondido tras el muro infranqueable que has levantado en tu corazón, intentando protegerte del amor, de aquello que crees que te hace débil, y sin darte cuenta has bajado la guardia, y has permitido que alguien como yo entrara en tu vida. Y por primera vez te has encontrado a gusto con alguien que te entiende y acepta tal como eres. Y eso te aterra.

 

La situación se le estaba yendo de las manos. Lo que tenía que hacer era alejar a Naruto, crearle el dolor suficiente como para que el resentimiento y el orgullo le impidiera acercarse de nuevo a su entorno.

 

—No tienes ni idea de…

 

—Porque dejar que yo entre en tu vida significa romper con la mísera existencia que conoces —prosiguió ignorando sus palabras—. Piensas que para ser digno de tu familia debes aceptar el destino que ellos te tienen reservado, cumplir sus expectativas y así convertirte en el hijo modélico que esperan de ti. Pero no te das cuenta de que eso sólo te convierte en un cobarde incapaz de enfrentarse a una familia egoísta e interesada únicamente en su propio beneficio, demostrando con ese acuerdo matrimonial que nunca te han respetado lo suficiente como para dejarte tomar tus propias decisiones.

 

—Cállate —gruñó cerrando fuertemente la mandíbula.

 

—Te conformas con ser la marioneta de un ambicioso padre que no dudaría en deshacerse de ti si osas contradecir su voluntad. Eso no es amor, eso es desprecio. Te trata igual que a sus negocios, como si fueras una inversión financiera de la que espera obtener beneficios.

 

—¡Cállate!

 

—¡Callándome no será menos verdad lo que digo!

 

Sasuke cerró los puños con fuerza, y rabioso se lanzó contra el rubio, el que detuvo sin problemas su envestida. Sentía como le ardía el pecho y le palpitaban las sienes con fuerza, como si toda aquella palabrería hubiera colapsado su mente y su cuerpo.

 

—No digas ni una mísera palabra más —ordenó tajante.

 

¡Maldición, ya sabía todo eso! No hacía falta que le recordara cada una de las miserias que se cernían entorno a su vida, no en aquel momento. No cuando había acumulado tanta rabia, tanto rencor durante todos estos años, siendo consciente de que para su padre él tan solo era un indeseable trozo de carne, una moneda de cambio.

 

—Tú que sabrás por lo que estoy pasando. No tienes padres ni hermanos, no puedes entender mi dolor —musitó inclinándose desafiante sobre él—. ¿Acaso sabes cómo me siento? ¿Acaso crees saber por lo que estoy pasando? ¡Tú no sabes nada!

 

Sin parpadear Naruto le sostuvo la mirada desafiante, y sorprendido descubrió bajo aquellas oscuras pupilas que algo impreciso se agitaba resquebrajando su máscara impertérrita. El dolor y la impotencia del que se siente vulnerable, tan frágil que apenas reconocía en él al hombre arrogante y seguro de si mismo que tanto alardeaba ser.

 

—¡Tú no eres nadie! —bramó de nuevo Sasuke con el rostro desencajado en una mueca doliente—. No tienes ningún derecho a hablar así de mi padre. El único con ese derecho soy yo, ¿entiendes? ¡Yo!

 

—Sasuke…

 

—He creído como un estúpido cada una de sus palabras, cada una de sus mentiras, una tras otra. He vivido odiando injustamente durante los últimos dos años a una persona inocente, a la única persona que intentó salvarme. No digas que me conoces… ¡No te atrevas a decir que sabes lo que siento!

 

—Estás llorando…

 

Naruto trató de posar una mano sobre su hombro, pero Sasuke lo impidió con un seco revés.

 

—¡No me toques! —con movimientos enérgicos se frotó el rostro eliminado todo rastro de humedad sin ser consciente de cuando había comenzado a llorar—. Aléjate de mí.

 

Naruto lo contempló sobrecogido, incapaz de mover un músculo ni articular palabra, con la sensación de haber cometido un fatídico error al haber obligado a Sasuke a tener aquella conversación sin haber reparado antes en el gran peso que soportaba a sus espaldas. Arrepentido y sin poder apartar los ojos de aquel rostro que por segunda vez veía arrasado por la impotencia y el sufrimiento, posó suavemente una mano sobre su hombro y dócilmente le hizo girar hasta que el cuerpo tembloroso quedó arropado en su regazo.

 

—Aléjate de mí —murmuró débilmente Sasuke escondiendo el rostro en la curvatura del cuello, aferrándose con desesperación a su cintura.

 

—Está bien —susurró acariciándole la espalda consoladoramente—. Está bien.

 

Minutos después, cuando la calma fue relajando los tensos músculos y la respiración se volvió acompasada, Sasuke se apartó lentamente sin poder sostener por mucho tiempo la mirada contra esos cálidos y hermosos ojos azules. 

 

—Ha ocurrido algo, ¿verdad? —preguntó con calma Naruto, aunque sin poder evitar que su voz sonara preocupada.

 

El moreno torció el rostro de forma lánguida, sin afirmar ni negar nada.

 

—Cuéntamelo, Sasuke. Sabes que puedes confiar en mí.

 

Sí, Naruto era de las pocas personas en las que podía seguir confiando. Pero esa no era la cuestión. Hacerlo conocedor de todos esos datos, de toda esa información, lo convertía automáticamente en un cómplice, lo haría partícipe de aquel peligro. No estaba dispuesto a perder de nuevo a una persona importante en su vida, no a Naruto. Pero por otro lado estaba seguro de que tarde y temprano el detective acabaría enterándose por otras fuentes, y quizás corriendo un peligro mayor.

 

Con cansancio echó la cabeza hacia atrás y suspiró derrotado.

 

—Encontré la carta.

 

—4—

 

 

Su hogar, esa cálida estancia que desde hacía varios años compartía junto a su pareja sentimental, ya no le resultaba tan agradable y acogedora como en antaño. El silencio del que anteriormente supo disfrutar, ahora se le antojaba triste y vacío, como un pozo sin fondo. La soledad, que tanta paz interior le había proporcionado, ahora le perturbaba, le incomodaba, le recorría con estremecimiento la columna, erizándole el vello, enroscándose en su estómago, agitándole el pecho. No, a Sakura ya no le resultaba agradable volver a casa después del trabajo, sobre todo sabiendo que en su interior no habría nadie para recibirla.

 

Sasuke volvía de nuevo a sus escapadas, a llegar tarde a casa, a no contestar las llamadas, a no dar explicaciones…

 

La joven suspiró abatida y de reojo observó su desanimado reflejo en el escaparate.

 

Se le acababan las ideas, y comenzaba a estar cansada de luchar por un amor cada vez menos entregado y a primera vista condenado al fracaso. Si tan sólo pudiera ser de nuevo su centro de atención, el foco de sus regaños, de su mal humor, escuchar el tono fuerte de su voz, dejarse arrastrar por su lujuria, o simplemente tenerlo junto ella, a su lado, dormido en cama, deleitarse de nuevo a escondidas con la belleza de su tranquilo sueño…

 

Si tan sólo supiera cómo conectar de nuevo con Sasuke…

 

Una fresca brisa se alzó, alborotándole los rosados cabellos. Con ambas manos se los peinó, recogiendo los mechones delanteros tras las orejas.

 

Quizás era hora del volver a hacerle una visita a Kakashi. No es que le hiciera mucha gracia volver a ver a aquel hombre tan holgazán como desinteresado. Por no hablar de lo costosa que era su consulta. Pero sus consejos eran eficientes, y eso era lo único que importaba.

 

Un poco más animada giró sobre sus pasos calle abajo, en dirección al consultorio. Sabía que sin cita previa iba a ser difícil ser atendida, pero no le pareció mala idea esperar un poco, de todas formas no tenía nada mejor que hacer.

 

Todo ocurrió tan rápido que no pudo frenar ni esquivar a tiempo a la persona con la que chocó de frente al girar la esquina. La sorpresa más que el tropiezo, le hizo perder el equilibrio y precipitarse torpemente hacia atrás. Oyó un repentino “cuidado” y su cuerpo, como un mecanismo de defensa, se tensó preparado para la caída.

 

Algo que nunca llegó a ocurrir.

 

A tiempo lograron unos fuertes brazos rodearla con presteza por la cintura dejando la parte superior de su cuerpo suspendido en el aire.

 

Presintió el calor de una boca a penas a escasos centímetros de la suya y lentamente abrió los ojos, centrando la mirada sobre la persona que la había salvado de un seguro golpe sobre sus posaderas. Un rostro joven, sorprendentemente familiar, y que inmediatamente provocó que su corazón latiera desaforado y sus mejillas se tiñeran de un vistoso tono rojizo. Abrió la boca, pero ninguna palabra surgió de ella.

 

Se parecía tanto a Sasuke.

 

—¿Estás bien? —le preguntó el joven en un tono imperturbable.

 

Sakura parpadeó confusa centrando mejor su vista. No, ese no era Sasuke, aunque era evidente el gran parecido físico que existía entre ellos; el mismo color de pelo, la misma palidez en el rostro, nariz recta, labios finos, incluso la misma forma rasgada y color de ojos; tan negros como la noche. Pero algo en él lo hacía inquietantemente diferente.

 

—Sí —musitó débilmente incorporándose y dejando entre ellos el espacio suficiente que exigía la buena educación—. Gracias.

 

El joven tan sólo le dedicó una artificial sonrisa carente de emoción. Parecía que su silenciosa respuesta era todo lo que pretendía añadir al respecto hasta que segundos después pronunció.

 

—Me llamo Sai.

 

—Sa… Sakura.

 

—Sakura —murmuró flojito, sin variar ni un ápice el gesto artificial en su rostro—. Es un nombre de mujer.

 

Las finas dejas de la joven se alzaron abruptamente, sin terminar de comprender muy bien qué trataba de decir con aquel comentario. ¿Acaso no era obvio?

 

—Sí, lo es —aseguró vacilante. Aquel chico le resultaba cada vez más perturbador y desconcertante, no sabía cómo definirlo, simplemente no le agradaba. Lo mejor en esos casos era marcharse de forma condescendiente, y con suerte no volvería a cruzarse con él en la vida—. Gracias nuevamente por tu ayuda.

 

Mostrando una forzada sonrisa, se dio la vuelta retomando su camino. A penas unos pasos antes de que la voz impasible de Sai la detuviera de nuevo.

 

—Estoy confuso.

 

Sakura frunció el ceño y lentamente se giró hacia él.

 

—¿Cómo dices? —preguntó insegura.

 

El muchacho torció ligeramente el rostro hacia un lado sin variar ni un ápice su expresión indefinida.

 

—Tu cuerpo es muy ligero y hueles a perfume de mujer, pero los rasgos de tu cara son bastante andróginos —explicó dubitativo. Poco a poco Sai se fue acercando hasta quedar a escasos centímetros de la joven, examinando con descarada pasividad cada facción de su rostro—. Tampoco eres linda como una chica, ni dulce, pero vistes ropa femenina —alargó una mano, y con toda la naturalidad del mundo, palpó curioso el pecho de la mujer—. Y además no tienes tetas. ¿Seguro que eres una chica?

 

Sakura abrió tanto los ojos que sus orbes amenazaron con salir disparadas. Incrédula, tardó varios segundos en reaccionar mientras el joven pasaba descaradamente una mano por sus senos, comprobando el tamaño de los mismos.

 

—¡Pero qué demonios haces! —gritó escandalizada. Súbitamente alargó los brazos empujándolo con tanta brusquedad que Sai se vio impulsado hacia atrás, perdiendo el equilibrio y seguidamente cayendo de culo contra el suelo. No contenta con eso alzó una mano y le abofeteó sonoramente la cara—. ¡Pervertido!

 

Sai vio como la joven entre blasfemias, daba rápidamente media vuelta y con paso acelerado se perdía calle abajo. Aún permaneció en el suelo varios minutos más, con el corazón bombeando fuertemente en su pecho y la mejilla ardiendo allí donde había sido golpeado.

 

—¿Eso es un sí o un no? —titubeó frunciendo las cejas dubitativamente—. Sigo confuso…


—5—


Una vez mostrada la carta en el interior del departamento del rubio, Sasuke se limitó a fingir de pie, asomado a la ventana del salón, que su atención estaba puesta en la transitada calle. Toda la historia podía haber sido resumida en pocas palabras, obviando los detalles más vergonzosos y escabrosos en los que se veía envuelta su familia, pero algo en su interior le hizo desistir. Era preferible entregarle el documento y dejar que Naruto lo leyera por sí mismo, permitiendo que sacara sus propias conclusiones.

 

Mientras el detective la leía, Sasuke no dejó de estudiar de reojo sus reacciones; incrédulas en un principio, mudadas a un gesto grave y tenso instantes después. Distinguiendo a cada segundo menos brillo y más preocupación sobre sus ojos. La misma crispación que días atrás le había asaltado a él tras conocer el relato.

 

Fue un tiempo casi eterno, o al menos esa fue su impresión, el que transcurrió hasta que finalmente terminó de leerla. Después, ninguno de los dos habló.

 

Naruto depositó el documento sobre la mesa, y lentamente se aproximó por detrás a su compañero.

 

—Tenemos que llevar esta carta a la policía.

 

—No.

 

—¿Por qué no? Esta carta es la prueba física que puede demostrar la inocencia de tu hermano y lo que es peor, su asesinato. Si la llevamos ante la policía abrirán un expediente criminal a los responsables y serán enviados a la cárcel —explicó—. Sólo necesitamos la declaración de un perito grafólogo que demuestre que la carta y letra es autentica.

 

Sasuke chaqueó la lengua con irritación. Ya lo sabía. ¿Acaso creía que era idiota? Fue lo primero que se molestó en conseguir; una prueba fehaciente de que aquel documento era autentico. Pero las cosas no sucederían de la forma sencilla en que Naruto lo explicaba. Por muchas denuncias delictivas que hiciera ese relato inscrito por una persona sepultada bajo tierra, nada aseguraba con completa convicción que lo citado en esas líneas fuera cierto. No bastaba sólo con acusar y señalar criminales, además debías demostrar esa acusación con hechos que lo ratificaran, cosa de la que carecían. Si entregaban la carta, los acusados negarían los sucesos, era palabra contra palabra, inmediatamente el caso quedaría archivado y los acusados libres por presunción de inocencia mientras no se demostrara legalmente su culpabilidad.

 

La única solución viable era hablar directamente con su padre, hacerle confesar y entonces…

 

—Yo tengo mis propios métodos.

 

—¿Te refieres a esto? —Naruto intentó tocarle la parte baja de la espalda donde se avistaba un bulto sospechoso. A penas lo rozó con los dedos y Sasuke se giró raudo, apresándole la muñeca para que no sacara la pistola—. ¿Es eso lo que quieres, Sasuke? ¿Convertirte en lo mismo que tu padre?

 

—Cállate, tú no conoces a mi familia. ¿Acaso sabes con quién te estás enfrentando? ¿De verdad nunca has oído hablar del apellido Uchiha? —entrecerró los ojos dedicándole una mirada nublada y densa—. No sabes absolutamente nada de mi padre. Tiene contactos infiltrados en la policía, a los que soborna a cambio de silencio o eliminación de pruebas. Si entregamos la carta, los únicos perjudicados seríamos nosotros, idiota.

 

—Entonces hablaremos con policías de otro distrito —resolvió airoso—. Puede que tu padre sea capaz de mantener controlado un círculo de contactos en esta ciudad, pero dudo que pueda sobornar los de todo el país. Una vez que entreguemos la prueba ellos arrestarán a los responsables.

 

Sasuke sacudió con fuerza la cabeza, rechazando ese procedimiento, pero no contestó.

 

—Además, tengo un amigo en Suna que podría ayudarnos —añadió el rubio convincente—. Es el jefe de policía en la villa de la arena.

 

Sasuke le dedicó una mirada inquisidora antes de preguntar.

 

—¿Quién?

 

El detective tragó saliva con dificultad, se mojó los labios con la lengua, y trató de que su voz no delatara su nerviosismo.

 

—Gaara.

 

Sasuke arrugó ligeramente las finas cejas. Recordaba ese nombre, era el mismo que utilizó semanas atrás para chantajear al rubio.

 

Y si no le fallaba la memoria, ese era su ex novio.

 

Mala combinación.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).