Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

8 Semanas por Naruko

[Reviews - 591]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Gracias de nuevo a Nammy por el cover para este capítulo.

Cover 2

 

Los personajes de este fic no me pertenecen. Van a cuenta del señor Kishimoto-sensei. 

Capítulo 2: Vive y deja vivir.

 

No podía borrarla. No conseguía eliminar esa escena erótica de su mente que se repetía una y otra vez sin descanso, tantas que el recuerdo de una más le hizo soltar un resoplido extenuante. Naruto cerró los ojos, e inclinando la cabeza hacia delante se cruzó de brazos, dedicado a rumiar en silencio como llevaba haciendo desde la noche anterior.

 

Ahora lo comprendía todo…

 

Las mentiras, las falsas apariencias, las escapadas nocturnas y los chicos a saldo, de ropa ligera y lengua afanosa.

 

Todo ello oculto tras una doble vida cuya apariencia ante la sociedad y sus amigos era, a cara vista, la de un hombre dedicado a su trabajo, el perfecto hijo heredero de una gran potencia industrial y un riguroso prometido. Pero tras la cara oculta se revelaba el verdadero hombre que escondía, un hombre atormentado, afligido, aquel que no era capaz de expresar su libre condición homosexual y batallaba día tras día en salvaguardar una vida triste y repleta de mentiras.

 

Como bien había deducido en su momento, se trataba de un caso de infidelidad. Pero no uno que señalara a una única persona concreta, sino a muchas terceras personas. Chaperos a los que pagaba con dinero por los servicios.

 

Naruto abrió la carpeta marrón donde guardaba las comprometidas fotografías y volvió a contemplarlas por undécima, no, duodécima vez… ya ni sabía cuantas veces las había analizado. Pero seguro habían sido muchas más de las que lograba recordar.

 

En las diversas instantáneas, Sasuke mostraba un gesto de sincera sorpresa bastante cómico; con la boca entreabierta y los ojos desorbitados, como a aquel que se ve sorprendido ante sus fechorías. Por suerte, el rostro del joven chapero de cabellos cortos a sus pies continuaba en el anonimato. Sakura no tenía por qué conocer con exactitud ese tipo de datos, y mucho menos tomar represalias contra inocentes. Al fin y al cabo, ninguno de ellos era culpable de que Sasuke solicitara por iniciativa propia ese tipo de compañías.

 

Metió de nuevo las fotografías en la carpeta con un extraño sentimiento de culpabilidad apretando en el fondo de su estómago. ¿Pero por qué? ¿No era su deber desenmascarar la verdad? ¿Por qué debería de sentirse culpable ahora? ¿Acaso los farsantes no debían pagar por sus mentiras?

 

Sacudió la cabeza enérgicamente. Qué importaba ya. Él era detective y el caso ya estaba cerrado. No tenía sentido quedarse sentado en el coche rumiando algo absurdo.

 

Con un gesto decidido, se colocó el abrigo, escondió la carpeta en el interior de la chaqueta y salió del vehículo. Al otro lado de la acera, a muy poca distancia, se encontraba Sakura dentro de aquel mugriento bar donde se citaron por primera vez, a la que sin esfuerzo, podía divisar tras la ventana sentada en una de las mesas.

 

Entró en el local con una sonrisa conciliadora y la seguridad que tanto lo caracterizaba, al menos en apariencia, ya que por dentro lo carcomían los nervios. Y por primera vez, al conectar con los bellos ojos de su clienta, Naruto tuvo la imperiosa necesidad de salir corriendo en sentido contrario, con la seguridad de que todo iba a acabar mal. No comprendía por qué demonios estaba tan alterado, había resuelto este tipo de casos cientos de veces, incluso algunos mucho más peliagudos. Pero nunca, jamás, en su maldita vida, revelar una información le había ocasionado tal nivel de agitación y ansiedad, como si el nudo cernido en su garganta tratada de asfixiarlo.

 

Haciendo ademan de tranquilizarse, respiró hondo antes de sentarse frente a ella.

 

—¿Has descubierto algo? —le preguntó ansiosa la joven.

 

El rubio se frotó las manos sudorosas desviando la mirada. Tenía muy claro como afrontar este tipo de situaciones, había escogido las palabras exactas con las que se lo comunicaría sin que la verdad resultase demasiado violenta.

 

Carraspeó, en un intento por aclarar su voz y tembloroso abrió la boca.

 

—¿Qué desea tomar?

 

Naruto dio un respingo sobresaltado, con el corazón en un puño. En el lateral derecho, una guapa camarera con dos graciosos moños a ambos lados de la cabeza y un uniforme oriental nada acorde con el local, le miraba atenta esperando para anotar su pedido en una pequeña libreta que llevaba entre sus manos.

 

Desvió rápidamente la mirada hacia la mesa y señaló con un dedo la taza de té que identificó frente a Sakura.

 

—Lo mismo que ella, por favor —dijo inseguro notando como le bombeaban las sienes dolorosamente. La camarera cabeceó conforme regresando a la barra.

 

—¿Y bien? —le volvió a preguntar Sakura inclinándose sobre la mesa en actitud reservada—. Anoche Sasuke volvió a llegar tarde a casa, y además bastante nervioso, como si realmente hubiera ocurrido algo fuera de lo normal. Aunque no conseguí que me dijera nada… ¿Fuiste capaz de resolver mis dudas?

 

El rubio se llevó una mano al pecho apretando bajo la tela de la chaqueta las comprometidas fotografías que ocultaba. Tan solo eran dos letras, una palabra simple de confirmación. Algo tan sencillo de articular que no entendió cómo demonios su boca pronto pronunció lo contrario.

 

—No.

 

Y esa negación continuó resonando con fuerza en su mente en bucle.

 

—¿No? —cuestionó dudosa la joven.

 

—No —volvió a negar atropelladamente. Sobre su frente comenzaron a acumularse pequeñas gotitas de sudor que le supieron a culpabilidad, encubrimiento y complicidad.

 

—¿Y a dónde fue? —inquirió insegura.

 

Los recuerdos de todos los días que había estado investigando a Sasuke comenzaron a pasar a gran velocidad por su mente, pero no encontraba nada especial con lo que dar coartada a la pregunta. ¡Menuda mierda de vida que tenía el desgraciado!

 

—Tiene… tiene un gato —musitó casi por inercia, sin mucha convicción, recordando de repente ese pequeño detalle—. Sí, Sasuke cuida de un gato callejero, y todos los días… le da… de comer.

 

Las finas cejas de la joven se curvaron confusas.

 

—¿Un gato? —preguntó incrédula con retintín en la voz—. Me estás diciendo que Sasuke llega tarde a casa porque se detiene a darle de comer a… ¿un gato?

 

El asfixiante calor de los remordimientos comenzó a emanar de su cuerpo en grandes cantidades industriales. La situación se le estaba yendo de las manos. ¿Quién demonios le había obligado a él a mentir? Con un impulsivo movimiento, Naruto se levantó de la silla al tiempo que la joven de los moños le traía su taza de té.

 

—Tengo que seguir investigando —masculló intentando salir de allí y esquivando a la joven camarera, que aturdida, a punto estuvo de tirar la bandeja con la taza al suelo—. Necesito un poco más de tiempo.

 

—¿Más tiempo? ¿Cuánto? —la joven de cabellos rosados se levantó a su vez intentando frenar al detective, que a paso apresurado, ya se encaminaba hacia la salida.

 

—No lo sé. Le llamaré cuando sepa algo —fue su breve respuesta antes de desaparecer tras la puerta.

 

De saber lo que una simple afirmación le acarrearía a largo plazo en su vida, Uzumaki Naruto no hubiera dudado en sustituir ese no, por un rotundo sí.

 

—2—



Cobarde.

 

Odiaba esa palabra y todas las connotaciones negativas que producía, entre otras cosas, porque él nunca se había sentido identificado con ese calificativo. Naruto siempre se había caracterizado por ser una persona impulsiva, a veces torpe, a veces ingenuo y cabeza dura, pero tenaz, una persona capaz de afrontar cualquier tipo de problema por muy problemático que resultara. Él nunca se retractaba de sus palabras. El apelativo de cobarde no tenía cabida en sus rasgos distintivos. Hasta ahora.

 

Cobarde. Volvió a resonar en su fuero interno.

 

¡Él no era ningún cobarde!

 

Mentiste por él. Le proveíste de una coartada. Fallaste a tu oficio.

 

¡No había sido su intención!

 

No quisiste delatarlo. No quisiste obligarlo a romper con su vida. No quisiste que desapareciera de la tuya.

 

¡Cállate, maldita voz corrosiva!

 

¿Pero qué demonios estaba haciendo? ¿Peleándose con su propia mente?

 

Estas perdiendo el juicio, Uzumaki.

 

Habían transcurrido dos días desde la última vez que vio a Sakura en aquel café y ni siquiera se había dignado a llamarla de nuevo. Aunque nada tenía que decirle. No había continuado investigando al infiel prometido por recelo a ser reconocido o que hubiera colocado sistemas de seguridad y alerta a su alrededor.

 

¿Por qué demonios tuvo que mentir? ¿Por qué ocultó la verdad?

 

Nunca había hecho tal cosa. Su palabra siempre había estado por encima de todo. Le gustaba su trabajo, resultaba atrevido y estimulante perseguir al supuesto malhechor para terminar resolviendo el caso, para imponer un poco de justicia en un mundo cada vez más dañino y corrupto. Adoraba ser detective.

 

Pero con Sasuke, simplemente no pudo. Por primera vez en su trabajo había experimentado un gran sentimiento de culpa y se había aferrado con uñas y dientes ante la idea de seguir investigándolo aun sabiendo que no era así, utilizando una burda excusa para desaparecer de allí lo más pronto posible sin que sus palabras lo delataran.

 

Y ahora además de sentirse miserable por no haberle contado la verdad a su clienta, había comenzado a evitar descaradamente a su jefe. El que todos los días le preguntaba por el seguimiento del caso. ¿Pero qué demonios le podía decir? ¿Más mentiras? ¿Más evasiones?

 

Naruto se detuvo frente a la puerta del despacho, con vista alzada hacia el rótulo distintivo en el que se podía leer con una caligrafía pulcra y estilosa despacho de detectives Sannin.

 

Sin querer pensar demasiado en el tema de la sinceridad, hasta que al menos no solucionara sus propios problemas internos, Naruto rebasó la entrada en dirección a su oficina. Por el rabillo del ojo logró distinguir a Sai, uno de sus compañeros de oficio quien, apoyado sobre el mostrador principal, volvía a acosar con sus extrañas preguntas a la pobre Hinata, sentada tras la mesa de recepción.

 

Sai resultaba una persona extraña. Y catalogarlo como extraño era quedarse corto por no llamarlo anómalo, frío, inexpresivo, carente de sutileza e incapaz de sentir o mostrar alguna emoción.

 

Sobre todo sus preguntas…

 

—Hace poco leí en un libro que practicar sexo ayuda a vencer la timidez —escuchó que decía Sai con su habitual tono indiferente y esa impertérrita sonrisa dibujada en los labios—. ¿Te acuestas con alguien últimamente, Hinata?

 

Hinata era otro caso excepcional. Aún no comprendía como una joven tan tímida y retraída había acabado trabajando como secretaria en el gabinete. Aunque claro, si tu jefe se caracterizaba por ser un pervertido, un mujeriego y el tamaño voluptuoso del pecho de la chica sobrepasaba con creces lo que podías abarcar con una sola mano, la respuesta perdía el sentido.

 

—Sai-kun —susurró la joven desviando la mirada hacia su voluptuoso pecho completamente ruborizada—. No deberías hacerle ese tipo de preguntas a una muchacha.

 

—Pero Jiraiya-sama lo pregunta muy a menudo —prosiguió confuso.

 

—Jiraiya-sama no es precisamente un caballero… —murmuró consternada.

 

—Pero yo leí en un libro que…

 

—¡Sai!

 

El joven detective giró el rostro por encima de su hombro para dedicarle una mirada de confusión al recién llegado. Si eso pudiera suceder.

 

—Maldito pervertido. Te dije la semana pasada que dejaras de acosar a Hinata. A ella no le interesan esa clase de libros pervertidos que lees en la biblioteca.

 

El ceño de Sai se frunció ligeramente.

 

—Pero a biblioteca es una fuente de sabiduría y conocimiento inagotable —reprochó.

 

—Y sobre todo que dejaras de hacerle ese tipo de preguntas a Hinata —le volvió a recordar cruzando los brazos desdeñoso—. ¿Acaso no te das cuenta de que tus preguntas la incomodan?

 

—Yo solo intento ayudar.

 

—Tus métodos no son efectivos. Ya deberías haberte dado cuenta.

 

Naruto lo agarró con fuerza de un brazo, instándolo a caminar en  dirección al despacho contiguo al suyo para que dejara de atosigar a la joven.

 

—Na… Naruto-kun —lo llamó con nerviosismo Hinata antes de que ambos lograran desaparecer del vestíbulo. El rubio giró sobre sus talones al tiempo de ver como la secretaria le ofrecía apocada un dossier que recogió de su mesa—. Jiraiya-sama me dio esto para ti. Es un… un nuevo caso de investigación. Y también hay… hay alguien que…

 

—¿Otro? —la interrumpió Naruto con aprensión, accediendo a recoger los archivos—. Pero si aún no he terminado el que tengo entre manos.

 

—No es eso lo que dice tu informe —señaló Sai—. Lo leí esta mañana. Un caso de infidelidad. Lo que no comprendo es por qué no se lo has comunicado aún a tu clienta.

 

Maldito entrometido.

 

—¿Cuántas veces te he dicho que no curiosees en mi despacho? —increpó malhumorado—. El caso aún no está cerrado.

 

—¿Por qué no? Hace dos días que deberías habérselo comunicado. Nada debería haber impedido tu obligación como detective a menos que te hayas acostado con ella.

 

—¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no!

 

—¿Con su hermana?

 

—No

 

—¿Con su novio?

 

—¡No!

 

—Estoy perdiendo el interés en esa historia.

 

Visiblemente agotado, Naruto se frotó las sienes encarecidamente frenando el impulso de saltar sobre él y apretar su cuello hasta que suplicara clemencia.

 

—Hace poco leí en un libro que la masturbación es el mejor remedio para canalizar el estrés. Además, puede ayudar a prevenir el cáncer de próstata y ayudar a controlar la eyaculación precoz —prosiguió Sai como si lo estuviera leyendo ahora mismo del libro—. ¿Hace mucho que no te tocas?

 

—¡¿Y tú sabes por donde te puedes meter tus malditos libros…?!

 

—Podrías pedírselo al chico que tienes en tu despacho.

 

—¡Por el c…! ¿Qué? —el rubio parpadeó dubitativo, intentando asimilar a trompicones las palabras de Sai y otros tantos en darle forma a la pregunta correcta—. ¿Qué chico?

—Es… es lo que intentaba decirte —murmuró Hinata frotando enérgicamente sus dedos índices—. Ti… tienes una visita.

 

—¿De quién?

 

—U… Uchiha Sasuke.

 

El rostro de Naruto se volvió cadavérico, con la boca desencajada y los ojos fuera de órbita. El nudo opresivo del que parecía no lograr deshacerse volvió a cernirse sobre su garganta, al tiempo que su corazón iniciaba un frenético galope como el caballo que emprende una carrera. Con pasos inseguros, fue hacia su despacho. Y como si necesitaba comprobarlo con su propia mirada, abrió la puerta.

 

Se encontrara de espaldas frente al gran ventanal, y aun así, reconoció a la perfección su silueta, la forma despuntada de sus cabellos negros, las ropas caras e impolutas, la pose arrogante y enhiesta que tanto lo caracterizaba.

 

—¿Qué haces aquí? —preguntó inseguro una vez cerrada la puerta a su espalda. Libre de curiosos—. ¿Cómo me has encontrado?

 

El inesperado invitado tan solo se limitó a girar el rostro por encima de su hombro, revelando una mirada negra, infinita, aún más brillante y hermosa que la primera y única vez que tuvo la oportunidad de contemplarla de cerca.

 

—No eres el único que sabe seguir a la gente.

 

En silencio, ambos hombres se midieron, desafiantes, estoicos. Naruto no necesitó más palabras para llegar a la conclusión de que Sasuke había contratado a otro rastreador profesional expresamente para encontrarlo a él y abastecerle la información privada necesaria para localizarlo.

 

Sasuke giró sobre sus talones, en dirección a la mesa de escritorio de donde recogió con premeditada lentitud la pequeña placa de metal donde se escribía su nombre.

 

—Y dado que eres un pésimo detective no me ha costado demasiado localizarte, Uzumaki Naruto.

 

Naruto encajó la mandíbula, con los puños tan apretados que sus nudillos crujieron. ¿Quién demonios se creía ese niñato para cuestionar su valía como detective? Con un par de zancadas salvó el espacio que les separaba, quitándole en un brusco movimiento la placa de las manos.

 

—¿Quieres algo a parte de curiosear sobre mi mesa? —inquirió ceñudo mientras guardaba con disimulada desenvoltura los dossier que se esparcían sobre su mesa, entre ellos el de Sakura.

 

Por el rabillo del ojo logró divisar un perceptible movimiento a su espalda, suave y liviano, cuando Sasuke se inclinó sobre él para susurrarle cálidamente al oído.

 

—¿Tú que crees que puedo querer?

 

Naruto dejó de respirar.

 

No estaba seguro de cual sería la respuesta correcta. Le venían tantas a la cabeza y todas en la última posición en la que lo fotografió…

 

—Soy detective, no vidente —masculló intentando parecer sereno.

 

Los labios de Sasuke se curvaron imperceptiblemente en una sonrisa arrogante. Apoyó una mano sobre la mesa, de forma que al ladear el rostro sus ojos afilados pudieran conectar con aquellos del color del cielo.

 

—Quiero las fotos, evidentemente —pronunció con el tono autoritario del que no acepta un no por respuesta—. Junto con los negativos y tu silencio.

 

Aquella revelación le hizo comprender al instante la situación a la que se enfrentaba. Sasuke era conocedor de que las comprometidas fotos no habían llegado a su destino, seguramente exteriorizado por el comportamiento de su prometida que continuaba comportándose como una novia atenta y cariñosa, ingenua y al margen de la realidad.

 

Aún así, Naruto no quiso tentar a su suerte y hablar más de la cuenta. Todavía podía enmendar el error que cometió no entregándoselas.

 

—¿Y qué te hace pensar que las tengo? —replicó en el mismo tono seco alzando desafiante el rostro.

 

Los ágiles dedos de Sasuke agarraron con fuerza las solapas de la chaqueta del detective, acercándolo amenazador a su rostro.

 

—¿Te crees que soy imbécil? —murmuró con vibrante tono—. Si Sakura las tuviera no estaría ahora perdiendo el tiempo con alguien como tú.

 

Así que era eso. Sutilmente intentaba sonsacarle si su prometida había sido la persona que lo había contratado. O en caso contrario, por lo menos descartar a uno.

 

—Yo no he dicho a quien se las voy a dar. No te hagas suposiciones erróneas. Hay otros medios de comunicación que pagarían muy bien por esas instantáneas —le retó—. Y dado que eres el heredero de una compañía muy importante en el país, estoy seguro de que les sacaré un buen precio.

 

Un peligroso gruñido semejante al de una advertencia chocó contra la boca húmeda del detective. Tan cerca e intimidante, que podía verse reflejado en sus pupilas.

 

Tranquilízate, pensó el rubio para sí mismo. Aguanta su mirada sin parpadear. No dudes, no te pongas nervioso. Pero de nada sevía su mantra. Nunca había sido bueno mintiendo y Sasuke estaba a punto de averiguarlo. A menos que lograra controlar a tiempo las miles de gotas que comenzaban a surcar su frente, su respiración cada vez más acelerada y su entereza, la que dejaba su tapadera al descubierto.

 

Con un inesperado empujón, Sasuke lo soltó de su agarre haciendo que el rubio retrocediera varios pasos en un precario equilibrio.

 

—Mientes.

 

Sin esperar contradicción a sus palabras, Sasuke metió una mano en el bolsillo interior de la chaqueta que vestía para sacar un bolígrafo y un pequeño talonario donde escribió una cifra con muchos ceros.

 

—Con esto tienes más que suficiente —dictaminó, arrancando la hoja del talonario para ofrecérsela desdeñoso—. No quiero saber quién te ha encargado el trabajo de seguirme, ni cuánto tiempo llevas haciéndolo. Solo dame las fotos y zanjemos este asunto.

 

Curioso, Naruto ladeó la cabeza al tiempo de ver con horror la cifra desorbitada de ceros inscrita en el papel.

 

Un soborno. ¿Qué otra cosa podía haber esperado que le ofreciera? De repente se sintió terriblemente decepcionado.

 

—¿Estás intentando comprar mi silencio? —cuestionó vacilante, aunque sabía bien la respuesta.

 

Sasuke movió el talón distraídamente en el aire.

 

—Es evidente que sí. ¿Acaso eres idiota?

 

El detective dio un paso hacia atrás, negando frenéticamente con el rostro.

 

—No, yo no estoy en venta —apresuró a aclarar haciendo oídos sordos al insulto—. No soy esa clase de personas.

 

—¿Y de qué clase eres? —rebatió ceñudo—. Te entrometes en mi vida como si tal cosa, violas deliberadamente mi intimidad siguiéndome y sacando unas fotografías en contra de mi voluntad, las retienes en tu poder como si tuvieras potestad sobre ellas, y aún tienes la desfachatez de decir que no eres de esa clase de personas.

 

—Soy detective, ¿Para qué crees que nos contratan sino es para descubrir oscuros secretos? —espetó a la defensiva.

 

—Si tan detective eres ¿Por qué no cumpliste con tu trabajo? ¿Por qué no se las diste? ¿Acaso pensabas sacarle más dinero alargando el caso? —con paso decidido avanzó hacia el rubio, hasta quedar a escasos centímetros de su rostro—. Si no eres un detective, eres un estafador.

 

—¡Te equivocas! —intervino dolido—. No quiero su dinero, ni siquiera le he cobrado.

 

—¡¿Entonces qué demonios quieres?!

 

—¡Quiero que se lo digas tú! —gritó sin saber muy bien lo que decía.

 

Segundos después, lo comprendió.

 

Era una posibilidad, la mejor en este caso. Si conseguía que fuera Sasuke quien por voluntad propia reconociera sus errores, no tendría que pasar por el mal trago de entregar esas fotografías, su conciencia dejaría de atormentarle y no habría lugar para más irreflexivas mentiras.

 

Sorprendido de lo que sus propios pensamientos acababan de revelarle, levantó la vista hacia Sasuke, el que mostraba una expresión totalmente confusa.

 

—¿Qué?

 

—Díselo tú. Dile a tu prometida que te gustan los hombres —finalizó.

 

Sasuke lo miró fijamente durante largos segundos con desconcierto, como si de una estatua de piedra se tratara, antes de que sus labios se curvaran lentamente y un gorgorito parecido al de una risa brotara de su garganta.

 

—Definitivamente eres idiota —espetó mientras negaba con la cabeza antes de dar media vuelta y encaminar sus pasos hacia la salida.

 

—Díselo —repitió Naruto autoritario.

 

—¡No tengo nada que decirle! —gritó volviéndose de medio lado con el rostro enfurecido—. Yo no soy gay.

 

—Bastardo mentiroso, ¿Y qué hacías en ese callejón beneficiándote a un chapero? —aseveró sin dejarse intimidar.

 

—Eso a ti no te importa.

 

Con un gesto despectivo, Sasuke retomó sus pasos no queriendo seguir con esa conversación innecesaria.

 

—Entonces se lo diré yo —le retó alzando el rostro decidido—. Le daré las fotos, le diré a dónde vas por las noches en tus escapadas y como terminan.

 

Los pasos del Uchiha resonaron fuertes en el suelo del despacho cuando lo atravesó por completo para agarrar intimidante al detective con una mano por el cuello de la camisa y acorralarlo de espaldas contra la pared.

 

—¡Tú no sabes nada! Me oyes… ¡Nada! —gritó atrayéndolo hacia sí con una sacudida e inclinándose ceñudo—. ¡¿Quién coño te has creído que eres para decirme lo que tengo que hacer?! ¡¿Quién te ha dado derecho a interferir en mi vida?! ¡¿Quién?!

 

Naruto podía sentir el temblor de ira que azotaba su cuerpo, la fuerza con la que lo sostenía, la grave voz retumbando como un martillo en sus oídos y el fresco aliento chocando contra su boca. Quiso haberle contestado pero se contuvo al ver la intensidad de su mirada.

 

—Como yo quiera llevar mi vida sentimental es únicamente de mi interés —inquirió rudo, con la frente surcada en un sin fin de arrugas—. No tengo por qué darte explicaciones.

 

—Pero ella me contrató porque...

 

—¡Ella no tenía derecho a inmiscuirse en mis asuntos! —rugió enérgico sobresaltando al rubio.

 

El rostro de Sasuke se contrajo repentinamente en una mueca de desesperación, no parecía él, por lo menos no el Sasuke al que había estado siguiendo en la última semana. Comprendía su actitud reticente ante la nueva situación inesperada al que le estaba obligando a involucrarse; destapar sus secretos, afrontar contiendas de todo tipo y si el perdón no llegaba, lo haría una resolución nefasta que rompería completamente con su vida.

 

¿Pero qué pasaba con ella? ¿No había pensado en sus sentimientos y el daño que le producía ser engañada una y otra vez? Se supone que dos personas se unen porque comparten un sentimiento recíproco; amor, confianza, fidelidad, tres emociones que Sasuke había quebrantado reiteradas veces en sus escapadas.

 

Entonces, ¿cuál era la razón por la que iba a casarse con ella?

 

—¿Acaso no la amas?  

 

La puerta del despacho se abrió de repente, y ambos jóvenes desviaron la atención hacia Sai, quien invariable los observaba desde el quicio de la puerta.

 

—He escuchado gritos.

 

—No pasa nada, Sai —se excusó Naruto mirando de reojo al Uchiha, y apresurándose a mantener la distancia entre ellos—. Sólo estábamos discutiendo distintos puntos de vista.

 

Sai cabeceó conforme con la respuesta, pero sin intención alguna de abandonar el despacho. Por lo menos hasta que Sasuke decidiera abandonar las instalaciones por voluntad propia.

 

El moreno se giró de nuevo hacia el rubio, e inclinándose perceptiblemente hacia él, le susurró de forma confidencial.

 

—Esto no quedará así, Uzumaki Naruto.

 

Y sin añadir nada más, dio media vuelta y salió displicente del despacho, no sin antes dedicarle una ofensiva mirada al joven importuno.

 

—¿Quién es? —preguntó Sai curioso.

 

Naruto se dejó caer visiblemente agotado sobre la cómoda silla tras el escritorio.

 

—El prometido de mi clienta.

 

—Parece como si estuviera sufriendo por dentro —señaló llevándose una mano al mentón, pensativo—. Podría ser una úlcera o que no va suficientes veces al baño.

 

Naruto suspiró consternado, sin suficientes fuerzas para contradecir a su compañero.

 

—O probablemente las dos cosas —insistió—. Seguro que hace mucho que no folla.

 

 

Continuará…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).