La profesora McGonagall, estaba sentada detrás de su escritorio, esperando a los alumnos para iniciar una nueva clase de transformaciones. Ese día le tocaba séptimo año de Gryffindor y Slytherin.
La nueva directora miraba a un punto fijo, mientras que su cerebro trataba de asimilas aun, lo que había visto hace algunas noches.
La imagen de Harry y Draco saliendo de ese salón, parecía totalmente inverosímil, algún tipo de visión, magia negra…intentaba buscar alguna explicación. No hablaría con los chicos, aun no era el momento. Primero tenía que estar segura que tramaban esos dos, y vigilarlos.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta se abrió y entraron los alumnos.
Ambos chicos estaban con sus respectivos amigos, y se sentaron en distintas partes del salón, bastante alejados.
Antes de finalizar la clase, Harry se paró de su asiento y se dirigió al escritorio de su profesora.
-Profesora, necesito decirle algo.
-Lo escucho Potter – dijo algo avergonzada, al recordar la actitud tan cariñosa del chico esa noche.
-Le aviso que este fin de semana me iré del colegio, para regresar el lunes. Es cumpleaños de mi primo muggle e iré a su fiesta.
-De acuerdo Potter…el toque de queda es el domingo a las 10 de la noche.
-Aquí estaré profesora, gracias.
A Minerva le pareció extraño, dado que Harry nunca salía del castillo los fines de semana.
Los alumnos salieron hacia el gran comedor y ella también.
-Directora, disculpe directora – dijo Draco que venia corriendo detrás para alcanzarla.
-Joven Malfoy…quiere arreglarse usted el uniforme por favor.
-si, disculpe directora – dijo Draco abotonándose la camisa y apretando su corbata.
-usted dirá.
-Si, vengo a informarle que me iré este fin de semana del castillo. Me quedare en el ministerio averiguando sobre el juicio de mis padres. Regresare el lunes.
-Muy bien, procure llegar antes del toque de queda.
-Gracias profesora.
McGnagall quedó con cara de “yo no me chupo el dedo” seguramente esos dos irían a algún lugar ese fin de semana. Pero contrario a lo que suponía, ella se sentía feliz por los chicos, habían sufrido mucho y se merecían estar bien, y sentirse queridos. Definitivamente jamás pensó que fueran ellos dos, pero el amor es tan raro y caprichoso, que de repente, no le pareció tan extraño.
_______________________________________________________________
Muy temprano el sábado por la mañana, Harry esperaba a Draco en la tumba de Dumbledore, con su ropa muggle y un bolso para los días que estaría afuera.
En un momento apareció Draco, vestido con su traje íntegramente negro, camisa y corbata de seda, y un bolso en su mano derecha. Harry al verlo sintió como la boca se le hacia agua y un sofocón de calor le recorrió el cuerpo.
Luego de saludarse con un dulce beso en los labios, caminaron un momento hasta un descampado, donde había una lata oxidada, era un translador, lo tocaron y cayeron en los jardines de la mansión Black.
Entraron a la casa, y Draco se quedo sorprendido, todo allí era tan…Slytherin.
-Mi sr. Harry Potter, es un honor tenerlo en casa – dijo el elfo domestico.
-Hola Kreacher, mi amigo y yo vamos a quedarnos aquí hasta el domingo a la tarde.
-Claro que si sr. Harry Potter. Kreacher estará aquí para que nada les falte.
-El es mi invitado, Draco Malfoy
Kreacher, al escuchar este nombre se tenso un poco, y adopto una postura fría, que incomodo al rubio.
-El sr Harry Potter debe tener sus razones para traer ese tipo de gente aquí.
-Esta es mi casa, y yo traigo a quien quiero, te pido por favor que no intervengas.
De repente se creo un clima tenso de silencio. Draco se sintió muy incomodo y pidió que lo guiara hasta el cuarto de baño mas cercano, Harry lo hizo, y se quedo esperándolo en la puerta, mientras pensaba que no era conveniente tener al elfo merodeando la mansión si querían estar tranquilos ambos.
Harry aprovecho que Draco no estaba y le pidió unas cuantas cosas al elfo.
- Kreacher, quiero que te tomes libre hasta el domingo por la tarde, y no aparezcas si yo no te llamo.
-Como usted lo ordene sr. Harry Potter, Kreacher obedece a su amo.-Antes de que te vallas, necesito que llenes la nevera con la comida que a mi me gusta, que no falte gaseosas, pizzas, fresas y helado.
-Toda la comida muggle que al señor le gusta estará ahí Harry Potter.
-Bien, luego de eso puedes irte, y no aparezcas si yo no te lo ordeno.
El elfo se esfumo al instante justo en el momento que Draco abandonaba el cuarto de baño.
-¿Quieres que te muestre la casa? – dijo Harry acercándose y besando sus labios.
Draco acertó con la cabeza y ambos comenzaron a recorrerla.
Era una mansión maravillosa, elegante y antigua, con mucha tradición de familia sangre pura. Al rubio le sorprendió todo los detalles en serpientes de plata, que adornaban la casa, los grifos en el cuarto de baño tenían formas de serpiente, en las habitaciones…sobre todo la de Regulus Black, se parecía mucho a su cuarto.
Harry se paró ante una puerta y dijo:
-Este es mi cuarto ahora, siempre que vengo aquí duermo en el, era de Sirius antes.
Harry abrió la puerta y Draco quedó sorprendido, era todo tan…Gryffindor. Decorado con sus colores, postres de bellas mujeres muggles, supuso que lo era, dado que la fotografía no tenia movimiento. El rubio miro al moreno, que tenía cara de nostalgia y tristeza, Draco no quería verlo así y acotó:
-La rama que se callo del árbol, ¿verdad?
La mirada de Harry cambio a una de orgullo, lo único que pudo hacer fue abrazar a Draco tan fuerte que tenia miedo de dañarlo. Así se quedaron unos minutos, reflexionando, tal ves…no sabían exactamente porque se quedaron así tanto tiempo, simplemente se sentían bien, contenidos, protegidos, queridos…era una sensación fabulosa, que no habían experimentado.
Estaban dispuestos a salir a visitar el pueblo también, pero el cielo estaba muy negro y se escuchaban truenos a lo lejos…una leve bruma blanca comenzó a caer sobre el jardín, y los chicos comprendieron que era la primer nevada de la temporada.
El invierno había llegado muy tarde ese año…tal ves porque todo estaba en paz, y no había nadie tenebroso rondado por el mundo mágico.
Ambos se miraron, y volvieron a meterse a la casa para no salir de ahí, hasta que sea momento de volver al colegio.