Todo era perfecto, demasiado perfecto, tanto, que asustaba.
Las fiestas se acercaban, y todos en Hogwarts estaban emocionados, las decoraciones estaban mejor que nunca, y seria la primera temporada de fiestas, sin Lord Voldemort.
Harry y Draco, actuaban de forma normal y despreocupada. Sus amigos no sospechaban nada, pero igualmente, ambos debían de soportar interrogativos, acerca de sus estados de ánimo, es que estaban tan felices, que daba para sospechar que algo pasaba.
Es que, efectivamente algo pasaba. De día todo era tranquilo, las clases, los trabajos, el Quidditch, los amigos…pero por las noches, todo eso desaparecía, y eran solamente ellos dos. Un rubio y un moreno, amándose en cualquier lugar del inmenso castillo.
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Una tarde, mientras se merendaba en el gran comedor, fabulosamente decorado con motivos navideños, se encontraban pocos alumnos hablando animadamente.
-Oye Ron – lo interrumpió su hermanita Ginny – necesito que me prestes tu desluminador.
-Para…
-Se me ocurrió llevarlo a mi clase de estudios muggles. Es que tenemos que llevar objetos mágicos, parecidos a los muggles.
-Entonces…
-Pues el desluminador se parece a esa cosa que tiene papá, que cuando lo aprietas sale fuego…como se llama.
-¿Un encendedor? – acotó Hermione.
-¡Eso mismo!, ¿me lo prestas Ron?
-Si, está en mi mesita de noche…oye, más te vale cuidarlo, significa mucho para mí.
-¡Hay Ron!, por quien me tomas, ¡diablos!.
-Solo te lo advierto – antes que Ginny se marchara, Ron le explicó – si no esta donde te dije, revisa la mesita de Harry, se lo preste la otra noche, no se para que. ¡y no desordenes!.
Ginny apresuró el paso hacia la sala común, el hecho de poder entrar en el cuarto de Harry y ver dentro de su mesita, la emocionaba.
La pelirroja entró cautelosa a la habitación, verificando antes, que nadie estuviese cerca.
Se acerco a la mesita de su hermano, pero el desluminador no estaba. Muy eufórica, la chica se acercó hasta las pertenencias de Harry.
Antes de buscar el artefacto, Ginny decidió explorar el territorio de su amado…se sentó sobre su cama, la acaricio, olió el perfume en su ropa, recordando ese dulce aroma que le era tan conocido, el mismo de sus besos, que tanto extrañaba.
Ginny abrió su mesita de noche, y efectivamente ahí se encontraba el desluminador, lo puso en su bolsillo, pero antes de cerrar el cajón, decidió explorar un poco mas.
Comenzó a levantar cuidadosamente las cosas, era bastante desordenado. Ahí se encontraba el mapa de los Merodeadores, pergaminos, plumas, y debajo de todo, algo se movía…una foto.
La pelirroja la tomó entre sus manos, al mismo tiempo que su corazón se detenía.
Ginny no daba cuanta a lo que sus ojos veían…era Harry, su Harry, abrasando por el cuello a Malfoy…al maldito Draco Malfoy, mientras que éste rodeaba su cintura, le daba dos vueltas divertidas, para luego…¡besarlo!
Estaba furiosa, impresionada, decepcionada, triste, sorprendida, confundida…ya no lo podía describir, eran muchos sentimientos encontrados. Pero había un sentimiento que les ganaba a todos…el dolor, un profundo y desgarrador dolor.
-¡MALDITOS!, ¡MALDITOS! – grito furiosa, al mismo tiempo que destrozaba la foto con sus manos.
Ginny estaba arrodillada en el suelo, llorando a mares, por la rabia, la impotencia…había descubierto a la otra de Harry, y no era “una”, sino “uno”…y para peor, era la asquerosa serpiente de Malfoy.
-¡ME LAS PAGARAN! – seguía histérica, mientras le daba fuertes golpes al piso.
Cuando comenzó a calmarse, y su mente se hacia mas clara, se dio cuanta que había hecho trizas la fotografía, Harry indudablemente se daría cuenta. Saco su varita y murmuro: Oculus reparo, y la foto volvió a armarse, como si nada la hubiera estropeado.
Salio a toda prisa de ahí, para llegar hecha una fiera a su habitación, se lanzo a la cama, golpeando la almohada y llorando desconsoladamente.
-Me voy a vengar…ese maldito Malfoy no sabe de lo que soy capaz.
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En otro lugar del castillo, más precisamente el aula de defensas, los sentimientos eran completamente diferentes.
-umm auch, no me muerdas – le dijo Draco a Harry, que parecía una sanguijuela en su cuello.
Harry estaba totalmente exaltado, dado que durante todo el día, su rubio había llamado la atención (sin desearlo) de profesores y alumnos, con su nuevo look desalineado. Vale destacar la cara del profesor de pociones, cuando Draco llego a su clase diez minutos tarde, con la camisa fuera del pantalón, tres botones desabrochados, la corbata sin atar y los platinados cabellos revueltos. Ni siquiera le quito puntos, el viejo verde.
-Eres tan jodidamente sexy, maldito – Harry casi se prende fuego, al notar como su rubio le agarro con fuerza las nalgas, y lo tiro hacia el.
-Que lindo vocabulario, ¿te parece correcto?, San Potter.
Los chicos se lanzaron al suelo, enredados, gimiendo, gozando, comenzando a aflojar sus vestimentas.
-Shh, ¿oíste eso? – Pregunto Draco algo asustado.
-No oí nada, ven aquí – Decía Harry, tomando con sus manos el rostro de Draco, para que volviera a besarlo.
-Si, no lo oyes, son como rasguños.
-Debe ser la Sra. Norris, o algún fantasma…ya, ven.
Draco dejo de preocuparse, y volvió su atención a Harry, después de todo la sala tenia un hechizo silencioso, y la puerta estaba sellada.
Luego de un fogoso rato en el salón, que incluyó, besos, mordidas, rasguños…los chicos se dignaron a salir.
Pero…se llevaron la sorpresa de sus vidas, al encontrar a la directora McGonagall parada frente a la puerta, mirándolos fijamente, con caras de pocos amigos.
Los chicos se miraron aterrados, Draco pareció decirle “te dije que algo rascaba la puerta”. Estaban petrificados, nerviosos, asustados.
-Procuren no llamar mucho la atención.
Eso fue lo único que Minerva les dijo, luego le dedico una casi imperceptible sonrisa, y se marcho, dejando a los chicos confusos, desorientados y con la boca abierta por la sorpresa.
Ahora deberían ser mucho mas cautelosos que antes, alguien en el castillo sabia de su relación secreta, y no era cualquier alguien, era nada mas y nada menos que la directora del colegio.
Algo asustados aun, y pensativos, se dirigieron a sus respectivas casas, sin sospechar, que ese día, también Ginny los había descubierto.