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Al Amanecer... por katzel

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Las leyendas populares adornan en demasía la felicidad y existencia de un vampiro joven, detenido en el tiempo.

Quienes han idealizado así a mi raza hablan desde la otra barrera del tiempo, desde un lugar seguro que pueden abandonar luego de cumplir un ciclo natural y humano.

Sus huesos, su sangre, su amor, todo será parte impregnada de la memoria que los acompañará a la tumba.

Una vida llena de significado.

Para nosotros eso carece de sentido.

Atrapados en la locura de un mundo lleno de cadáveres animados estamos cansados de permanecer.

El universo sigue caminando.

Pero nosotros fuimos olvidados en su imparable marcha.

Verlo girar hechiceramente como una esfera de cristal y saber que no podemos tocarlo es tan fascinante y frustrante a la vez...

Es la única ilusión que nos dejaron nuestros ancestros.

Ser esclavos de la noche danzando en la soledad de nuestros inmensos palacios, sintiendo nostalgia por el llamado de la muerte. Intentamos resignarnos repitiendo "esto es perfecto", "esta es la forma en que puedo ser feliz", "no necesito a nadie".

Eludimos el brillo del sol fingiendo que seríamos indiferentes a su faz sobre las olas del mar en el atardecer cuando lo cierto es que caeríamos arrodillados con lágrimas en los ojos si sólo pudiésemos apreciarlo una vez más.

Es una lástima...

Es cierto, somos desgraciados, pero no espero que un humano pueda comprenderlo y mucho menos, compadecerme.

Cómo adoro a los humanos.

No es sólo cuestión de sangre.

Son un mundo en sí mismos.

Pequeños misterios latentes, que traen a nosotros aquella brisa fresca para no morir de aburrimiento.

Cómo luchan en el efímero tiempo que se les ha concedido...

Y yo que los adoro tanto sólo puedo estar en cortos instantes a su lado, de lo contrario sentiría la terrible tentación de hacerlos compartir mi condena.

No soy alguien a quien se pueda amar...

Además de mi sentido del deber que me prohibe crear hijos de mi sangre, está mi cambiante personalidad.

No soportaría estar acompañado una centuria sin llegar a despreciar a mi esclavo.

Cada vez que percibía de mi ocasional amante algo más que agrado le devolvía a su realidad luego de borrar todos sus recuerdos.

Así, el guardián de nuestros buenos momentos, el que se quedaba con el cáliz precioso de nuestros besos y paseos a la luz de la luna... era yo... ellos podían seguir su camino sin culpa y conseguir alguien a la altura de su valor.

Brindo por ellos y por sus hijos hermosos y por todos los jóvenes perfectos que me han dado la sensación de volver de entre los muertos.
  El ave de la oscuridad me observaba pacientemente negando con la cabeza.

- Inútil... inútil... un verdadero desperdicio enredarse con aquellos humanos... ¿qué es lo que busca milord? ¿acaso transgredirá las reglas de su propio código y asesinará a alguno para que comparta la vida con usted? Sino es así sólo devórelo y olvídelo después.

Esa preciosa ave azabache es mi alter ego animalizado.

Todos nosotros, los hijos de la noche formamos con parte de nuestra conciencia un reflejo encarnado simbólicamente de nuestro ser.

- ... qué es lo que busco... quizás la pincelada de algo que no puede ser mío...

La preocupación de mi ave proviene de la duración de mi último amante, un joven que retenía yo disimuladamente en mi palacio y dilataba el tiempo de su despedida.

- Durante cuanto tiempo más jugará con esa persona sin decirle lo que es... hasta cuándo esperará, milord.

Tenía la suerte de ser el único ser sobre la tierra capaz de hablarme con esa confianza, a otro ya le habría atravesado la yugular.

-No te compete a ti hacer observaciones sobre mi conducta.

- Mi existencia y la suya son la misma, milord, soy el espejo de sus propias inconfesables inquietudes.

- Entonces... será hoy día... cuando le despida para siempre...

- De modo que al final lo ha decidido...

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Fue una velada maravillosa.

Apoyado en mi brazo miraba los detalles magníficos de mi palacio misterioso.

Luego caminábamos en la penunmbra por los pasillos anchos y llenos de lienzos.

Él estaba encantado de mi disposición y apertura tan distante de mi frialdad de nuestros primeros días.

Sonreía viendo mi manera de compartir lo que me gustaba... y yo reprimiendo mi deseo de clavar mis colmillos en su cuello para hacerlo mío guardaba cada uno de sus gestos para atesorarlos después cuando se haya ido.

Estábamos llegando a la fuente brillante de plata.

Las sienes me latían.

Listo... la decisión ya estaba tomada.

Lo solté.

- Será mejor que te marches - dije empezando nuestro final.

- Que me vaya... pero por qué... Ellan...

- Después de esta noche no volveremos a vernos.

"No puedo conservarte... pero tampoco puedo decirte la razón"

- Por qué...

"No me preguntes la razón"

- Ellan, dime por qué...

"¡No me preguntes la razón, maldita sea... solo lárgate!"

- Por que perteneciendo a distintas posiciones sociales tú y yo nunca podríamos ser más que una pareja de amantes ocasionales...

Se puso rojo de ira y cerró su puño dando un golpe al muro.

- Te habrás divertido demasiado dándole alas a un imbécil como yo...

- Así es... - le dije fríamente.

"Es cierto que venimos de mundos distintos, por eso es que me niego a hacerte daño, nunca entenderás lo que soy y aunque te haga mío no sabrás corresponderme... así que serña mejor que te vayas..."

- ... me das asco Ellan de Voltemmar... si intentas aproximarte a mí... juro que te mataré...

- No necesito nada de ti - dije mirándolo sin prestarle atención.

Estaba al límite, a punto de explicárselo todo.

Quería mostrarle mis colmillos, mi sangre, decirle que en secreto había visto morir a todos mis antiguos amantes y que ya era suficiente para mí.

- Te odio como a nadie he odiado jamás y te maldigo... y maldigo el día en que nos conocimos.

Dejé que se fuera y apenas atravesó la puerta me apoyé en el mármol blanco de un frío farol invernal.

Aún podía correr tras él.

Pero ya no había nada que pudiera hacer por nosotros... era mejor así...

El ave negra se posó sobre mi hombro.

- Por qué no hizo como con los demás... pudo haberle arrebatado la memoria y dejarlo ir sin ninguna herida.

- No... él no se merecía eso... era lo mínimo que podía hacer por él. Si yo borrase sus recuerdos tendría la tentación de volver a empezar toda nuestra historia nuevamente, tenía que odiarme, de esa manera no tengo oportunidad de estar a su lado... y no lo condenaré a la nada conmigo...

Un hilo de sangre corría por mis labios, me había mordido a mí mismo.

- Ya está hecho... no debo dudar nunca más... ha sido demasiado perfecto... me ha hecho sentir vivo...

- Temo mucho por mí - cantó el ave -... nuestros destinos están unidos y en sus ojos veo que sólo piensa en desaparecer... puedo olerlo en su piel...

- Es verdad... estoy listo para partir, y cansado de esta pantomima... quiero ver el amanecer... sentir el sol envolviendo mi cuerpo...

- Espere... qué va a...

Corrí riendo como un loco ebrio de alegría y subí todos los peldaños arremolinados en rojas alfombras, a mi paso iba arrancandolas cortinas de los grandes ventanales.

- Al amanecer... moriré crucificado en el espectro naranja de su luz...

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Mi última noche sobre la tierra.

Aún sentía un poco la lástima de pasarla a solas.

Entonces un extraño llegó a mi prisión.

Pedía hospitalidad y prometía marcharse apenas terminara la menuda garúa que había empezado dos horas antes.

Era un príncipe muy bello.

Perfecto para mi despedida.

Su carruaje se había atascado y la gente inferior estaba en la posada cercana de los alrededores, pero él consideraba un pecado dormir con aquella gente y prefirió tentar a mi hospitalidad ya que tenía yo un magnífico castillo.

¿Quién era realmente ese esplendoroso joven?

Lo invité a mi mesa, le serví vino de color blanco, dancé con él, conversamos, admiramos el rocío que se forma sobre las flores.

Recité los poemas más tristes e intensos de los amantes inmortales mientras tomaba su mano y sólo temblábamos escuchando el sonido de mi voz.

¿Sentía él lo mismo que yo?

¿No era solo un humano?

Pues no se parecía a los otros que había conocido.

Cuando giraba entre mis brazos sonriendo y entregándose libremente a mí.

Cuando miraba maravillado mi rostro con esos ojos llenos de ternura y hechizados de ensueño.

Cuando mi fría piel tocaba la suya también gélida y hermosa y a pesar de estar hechos de hielo podíamos sentirnos mutuamente.

Al apreciar las flores y pensar en cómo su belleza efímera podía arrancarnos una sonrisa breve también.

Nuestros labios se buscaban.

Hablando, mirando, disimulando.

Era insoportable ya el nivel de deseo y amor al que llegamos con sólo estar uno al frente del otro.

Sus dedos se posaron en mi mejilla...

... e inclinándome sobre él lo atraje suavemente besándolo.

A ambos nos costaba respirar de manera entrecortada entregándonos en aquel beso.

¿Me gustaba por que era lo último que iba a ver antes de convertirme en cenizas?

No lo sabía.

Pero me distraje de mi objetivo y aún nos encontrábamos en los jardines cuando el cielo me anunció con su palidez que estaba a punto de amanecer.

Aún estábamos abrazados cuando lo vi...

No deseaba perdérmelo... la entrada triunfal al más allá.

- Debo retirarme. Disculpa..., pero es imperativo que lo haga ahora... no puedo quedarme aquí.

El ave azabache cantó dolorosamente rogándome que no me entregase a la brillantez solar.

Ignorando todo corrí velozmente subiendo hacia el mundo que ansiaba.

Tras de mí el pequeño príncipe también subía quizás presagiando algo.

No me di cuenta que tomaba las telas largas de las cortinas y las arrastraba consigo.

Me coloqué al centro de mi antro mortuorio y pude ver apenas un mínimo rayo en el horizonte que me hirió debilitándome.

De pronto todo quedó otra vez en tinieblas.

- No te dejaré hacerlo.

- ... qué has dicho...

- No permitiré que lo hagas...

- ... no está relacionado contigo pequeño príncipe... todos tenemos derecho a morir... como mejor lo deseemos... ahora por favor, retira aquellas cortinas, déjame partir...

- ... no...

- ¡Obedéceme!

- ¡Te digo que no!

Vi sus ojos cristalinos de un azul encendido como sólo podemos llevarlos los de mi raza y su mano cruzada con una línea de sol que lamiendo su piel hermosa la había herido profundamente.

En toda esa noche de ensueño no me había percatado de ello.

Era como yo...

Era igual a mí...

Se materializó a su lado un felino bello de color blanco, su otro yo...

- Comprendo cómo te sientes... yo también vine a estas tierras a quitarme la vida... en este mismo palacio cuya cima es conocida entre nosotros por que los rayos del sol asesinarían a cualquiera que se elevara en su cúspide.

Pero anoche... entendí que no tenía motivo para irme... no después de conocerte a ti...

- Pero...

- ... no te opongas... tú y yo sabemos que somos el uno para el otro...

Asentí recibiéndolo entre mis brazos como el regalo de un cielo que por una vez en la vida me había brindado su ayuda.

Y lloré sin control sobre su hombro.

- ... soy yo quien te ama de una vez y para siempre... mi pequeño príncipe... perdóname... no he querido ver... que ha sido la mejor noche de mi vida...

- ... yo cuidaré de ti... tú cuidarás de mí... aprenderemos a sobrellevar nuestra carga inmortal explorando la vida y las emociones en todas sus formas...

Me sentí tan reconfortado con haberle hallado que sonreí luego de tantos siglos muertos y enterrados.



A su lado la eternidad si es un precioso regalo...

Él es mi príncipe...  

... y si camina a mi lado en el mismo infierno eso basta para convertirlo en un jardín de rosas...

És mi luna azul...

Que ha venido a alumbrar mis tinieblas en medio de la noche...

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