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Kitsune por katzel

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Notas del fanfic:

Inspirado para su idea original en la película "Pom Poko" de Hayao Miyazaki.

Cuando cumplí quince años mis padres se separaron amistosamente.

Papá continuó con su trabajo en la planta Tanagura y mamá decidió irse comigo a la región de Sen donde se estaban construyendo los nuevos edificios de vivienda.

Debido a que era de mutuo acuerdo no hubo para mí un cuadro demasiado traumático y papá prometió venir cada cierto tiempo a verme.

Con esa promesa en las manos tomé mis cosas y las guardé cuidadosamente en una caja de memorias.

Y con ella a cuestas acompañé a mi madre hasta la estación donde nos despedimos de quienes venían a acompañarnos.

Ningún entrañable amigo dejaba yo atrás, siempre fui muy hermético y en toda mi vida no había sabido atraerme la amistad de mis compañeros.

No lo consideraba malo y la soledad no se aproximaba a mí, era feliz con ese mundo de sombras que había construido y con las historias que escribía con paciencia en las blancas páginas de mis borradores.

La casa nueva era amplia, con un jardín frondoso y una cerca que lo recorría dándole un encanto rústico.

Aún así no me dejaba engañar por esos detalles, se notaba que era para suavizar el impacto de las construcciones materiales en una zona donde antaño seguramente se habìa respirado el aire puro.

Apenas llegado a mi nueva morada me encontré con mi abuela materna quien por sus años se mudaba con nosotros para que mi madre pudiese cuidar de ella.

- ¡Seto-chan! -

Salió a recibirme con ese olor añejo de pulpa de cerezo y manos antiguas llenas de amor.

Siempre nos habíamos llevado bien.

Solía contarme historias del tiempo de sus antepasados, guerras, romances, cuentos de terror y sobre todo curiosidades acerca de los dioses y sus lugares sagrados.

Nos entreteníamos ambos en mi infancia durante los festivales y me enseñaba los bailes que en su juventud enamoraron al abuelo, un antiguo teniente muerto hacia años ya.

Con las cajas rodeándonos tomamos el té mientras mi madre se dirigía a la estación a retirar el resto de nuestras pertenencias.

- Oba san... oba san... qué bien que viviremos todos juntos...

- Seto-chan... lamento lo de tus papás...

- Ohh um... pues estoy bien... sin problemas... lo entiendo, además papá vendrá a verme durante las vacaciones...

- Haz madurado mucho, Seto-chan.

- Gracias al amor de mi Oba-chan... ohh y dime ¿hay alguna tradición de esta zona?

- Pues si sigues la vereda roja encontrarás al dios zorro, el sagrado protector del templo de la colina, es juguetón y engaña a los inocentes con sus mil caras así que debes tener cuidado...

- ¡Haiiii! lo prometo...

- Pues con todo aún te veo muy inocente como para caer en sus trucos... te daré esta cinta roja bordada así no podrá acercarse a ti...

- ¡Gracias oba-chan!

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En la escuela las cosas transcurrían tal y como habían sido en el lugar anterior.

Desde mi salón de clases se veía la elevación llena de hierba que llevaba al templo.

Por el otro lado camiones y excavadoras empezaban su trabajo.

Toda la colina iba a dar lugar a nuevos y lujosos ambientes de departamentos.

Mi abuela solía decirme que los dioses se enfadaban con los hombres cuando los movían de su lugar de origen.

¿Se iría a enojar el dios zorro por lo que le estaban haciendo a su colina?

Después de estudiar me decidí a explorar el lugar.

La mayoría de los chicos de allí no lo apreciaba y no sabía el nombre del templo que se erguía sobre sus pilares.

Me daba un poco de pena ver cómo no prestaban atención a cosas tan maravillosas.

Yo, al subir por los largos escalones y ver las diferentes estatuas del zorro, descuidadas descubrí el mundo cristalino de la montaña.

Corría un poco de viento y me pareció que uno de los zorros que estaba en la escalinata tenía un poco de frío.

Así que me quité el pañuelo y lo até a su garganta.

- Señor, zorro, no seas tan descuidado... te puedes resfriar - le dije al oído.

Subí, dejé un incienso en el templo abandonado de ventanas rotas y lancé una moneda haciendo una plegaria.

"Mañana regaré las flores del camino, este lugar es demasiado hermoso para dejarlo así" - me dije.

La cinta roja que mi abuela me había regalado me picaba mucho y estaba tentado de sacármela.

Regresé con la puesta de sol, silbando una antigua canción.


En la sobremesa de la noche oba chan y yo jugamos con hilo rojo a formar figuras y luego me enseñó algunos movimientos en damas.

Conversábamos tranquilamente a la luz de la lumbre pues el sistema eléctrico aún no había sido correctamente instalado en nuestra casa.

Era mejor así...

Callado y tranquilo.

- Oba chan...

- ¿Sí?

- Corre mucho viento... ¿tu crees que el señor zorro se vaya a resfriar?

- ...

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Las clases terminaron temprano por algunos chubascos de lluvia que empezaban a caer.

Yo aproveché para visitar el templo llevando capullos de tulipán y una pala para remover la tierra.

Mi pañuelo había desaparecido de la estatua y me enfadó saber que había gente que no respetaba nada.

Empecé mi labor afanosamente colocando pequeños terraplenes en el barro para que el agua no cubriese demasiado las semillas.

- Están fuera de temporada, esas flores no crecerán, además el templo está abandonado, no hay necesidad de que hagas eso...

La voz provenía de un joven de ojos almendra y cabello plateado.

Nunca me he sentido tan vulnerable ante nadie...

Pero en esa oportunidad, a pesar de la dureza de sus palabras, me pareció que me reprendía con mucha dulzura.

- ¡Lo lamento!... es solo que acabo de llegar a este pueblo... y el templo me parece tan hermoso... es una lástima que lo tengan así...

- Soy el guardián... mi nombre es Setsuna...

- Encantado - dije inclinando la cabeza -... mi nombre es Seto.

El saludo que acababa de darle pareció gustarle.

- Ya no veo personas que practiquen saludos rituales... eres un chico extraño - susurró.

- Oh... suelen decir que es raro... pero lo aprendí de mi abuela, ella siempre lucha por mantener vivas las tradiciones y me gusta mucho su manera de pensar...

Setsuna se aproximó hasta fijar la vista en mi brazalete rojo.

Entonces se detuvo a distancia de un leve tiro de arco.

- Pues lamento que te esfuerces tanto por nada, esas flores no nacerán con estas lluvias...

- Entiendo que como guardián le preocupe... pero ¿podría hacerme un favor?...

- Dependiendo de cuál...

- ¿Me dejaría intentarlo? ... venir aquí... cuidar las estatuas, barrer el piso.

- Um...

Su gesto no correspondía a ninguna emoción que yo conociese...

Al voltear su barbilla para mirar al horizonte vi que era muy hermoso.

En realidad lo era... su piel, sus ojos claros y sus cabellos largos plateados.

Fue entonces cuando esa desconocida emoción empezó a nacer en mí.

Y alimentó de tal manera mis sueños imposibles que todos mis deseos se transfirieron a las semillas que realizaron un milagro otoñal.

Pronto los tulipanes adornaron el camino al templo.

Todas las tardes cumplía rigurosamente mi deber.

Y todas las tardes Setsuna me ayudaba a cierta distancia sin atreverse a acercarse.

Seguramente era por la desconfianza a que un desconocido como yo me introdujese en un espacio considerado privado por muchos años.

El día en que mi improvisado brazalete se rompió, Setsuna se acercó a mí.

Lucía un poco emocionado, aunque el ruido de los trabajos en la mitad de la montaña le hacía entristecer por momentos.

Ambos barríamos y cambiábamos las ventanas de papel del templo.

No necesitábamos hablar... tranquilamente, con mucha calma mientras tarareábamos canciones de festival, armábamos aquel espacio mágico.

Empezamos a compartir pronto costumbres y espacios determinados.

Y mi primer amor empezó sin sobresaltos, de una manera familiar, ahondándose en mi corazón.

Cada vez que hablábamos sus ojos almendra acariciaban mi rostro gentilmente.

Y aunque nunca nos habíamos tocado sospechaba la blandura de su piel.

Su belleza me hacía suspirar, su triste sonrisa me recordaba una canción romántica, toda su persona era amada para mí.

- ¿Qué opinas de los zorros? - me preguntó una tarde.

- Oba chan dice que son un poco peligrosos...

- Oh...

- Pero a mí me parecen bonitos... deben ser muy suaves... y delicados... deben tener un alma hermosa ya que están enamorados de la luna...

Setsuna me mostró una sonrisa un poco diferente y extendió la mano en un gesto.

- Ya es tarde... vete ya...

Iba a agregar algo cuando el bramido de una máquina cercana nos interrumpió.

Su rostro cambió y una expresión de odio que jamás había visto le llenó.

- Así que ya están aquí... esos malditos... no pueden ver... la belleza de este lugar...

Quise aproximarme.

- ... ve a casa Seto... y mañana... por favor no vengas...

- Pero Setsuna...

- Te lo ruego...

- Pero...

Caminó hacia mí y puso una mano sobre mi cabeza.

Luego la deslizó hacia mis mejillas que quemaban.

Suave...

Era suave como en mis sueños y frío como el invierno.

- Sólo mañana... después... volveremos a vernos...

Asentí.

Cuando se dio la vuelta me dieron ganas de decirle.

"Me gustas"

"Me gustas"

"Estoy enamorado de ti..."



El día transcurrió en aburridas tareas.

Hasta el descanso donde todos los chicos comentaban algo...

Uno de los operarios del tractor que habíamos escuchado Setsuna y yo el día anterior, había sido asesinado de una manera cruel.

No me atreví a hacer conexión alguna de ese hecho con el guardián del templo.

"Imposible..."

- Dicen que ha sido el espíritu del zorro quien lo ha hecho... - murmuraban.

"Setsuna... ¿has sido tu?..."

"No, no puede ser..."

"Entonces por qué... por qué me has pedido que no vaya hoy..."

Me retiré pretextando un resfriado y subí al templo.

Tras el altar encontré manchas de sangre... salían hacia unos matorrales.

Un precioso zorro plateado se encontraba tirado sobre el pasto, llevaba en el cuello mi pañuelo.

Acerqué mi mano para tocarlo y se movió apenas.

- Seto... eres tú... - me dijo.

No podía creerlo... aquel zorro...

Reconocería esa mirada donde sea.

- Setsuna...

Caí arrodillado en shock.

Luego sentí las voces de quienes querían acabar con él y hacerle daño.

A Setsuna... alguien quería matar a Setsuna...

Lo llevé a casa.

Limpié sus heridas con agua y las desinfecté.

Lo miraba una y otra vez para comprender el hecho de que el joven a quien estaba viendo todo el tiempo era ese bello zorro.

Encerrado en mi habitación, admiraba su inigualable hermosura.

La noche de luna entró por mi ventana.

Al volver con un hisopo y unas vendas encontré en el piso de mi tatami al joven cuidador en forma humana.

- ¡Setsuna!

Le tomé entre mis brazos llamándolo.

Abrió los ojos lentamente.

- Seto...

Le alcancé de inmediato el recipiente de agua para que lo bebiese.

Cuando terminó limpié su frente con una toalla húmeda.

- Seto... no estás... asustado...

- No...

- No me temes...

- Ya te lo dije, Setsuna... a mí... me gustan los zorros...

Volvió a abrazarse a mí quedando encima, ambos sobre el piso.

- Gracias a dios...

Era suave... y también muy sensible... y aunque había leído que los zorros eran muy desconfiados, ahí, sobre mí, sentí que yo era su refugio.

Nos echamos juntos.

El olor del ungüento de la abuela, de hierbas aromáticas, el roce de las vendas, sus cabellos plateados sobre mi rostro y su aliento, me hicieron desear una noche sin fin.

Mi zorro, el ser que yo amaba sobre la faz de la tierra...

"Recuperará sus heridas y seguro querrá volver al templo"

"Iré a verlo todos los días"

"Creceré a su lado..."

"Siempre estaremos juntos"

- Te quiero - le dije y su rostro en sueños no se movió.

- Te quiero - le repetí hasta la salida del sol.

No dormí esa noche... quería dedicarme a quererlo así, a mi manera, hasta el amanecer.

Me venció el cansancio...

Apenas pestañeé un poco y ya no estaba.

- Setsuna...



En el desayuno oba chan notó mi desconcierto.

Se volteó a buscar entre sus viejas joyas.

- Cuando un zorro se enamora de un humano, su amor es verdadero... él... no se arrepiente jamás... es difícil domesticar uno... pero si lo tienes de tu mano... ten por seguro que te amará para siempre...

Me dio un pequeño amuleto.

- Protégelo... es tu zorro, necesita de ti...

Salí corriendo en dirección a la montaña.

Setsuna estaba ahí como si nada hubiese ocurrido.

- ¡Setsunaaaaaaa!

No soy impulsivo...

Pero al verlo el corazón se me iba a salir del pecho...

Fui yo quien le abracé.

- Seto... creí que no...

- Kitsune...

Su semblante tan pálido se tiñó de rosa al oír su nombre.

- ... Seto...

- Mi kitsune...

- Mañana habrá un festival, tú, ¿podrías asistir?

Levanté mi rostro quedándome a merced del suyo.

Estaba emocionado... era el momento... lo sabía...

Setsuna se acercó sin sobresaltos y posó sus labios sobre los míos...

Acababa de recibir mi primer beso...

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