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Grandes Esperanzas por Crawlingbutterfly

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Notas del capitulo: Espero les guste. Gracias por leerme.
Capitulo II


Mi día fatídico, aquel donde iniciara mi interminable senda llegó tan anunciado como la alborada que le precedió.
Llegó cargado de calidas obsesiones y mordaces sufrimientos. Más no podría dejar de mencionar las visiones exquisitas, que en algún momento se volvieron un tanto frustrantes porqué de alguna forma siempre se me mostraron inalcanzables…

Fue un sábado templado, luminoso por demás. Ninguna nube surcaba la inmensidad de aquel cielo teñido en ese azul precioso que tantas veces ha predominado en mis cuadros. Valence se había vestido sus jeans y una playera de un blanco inmaculado; y yo unos pantaloncillos cortos con una vieja playera azul.

Antaño a Fleur le gustaba que vistiera de azul porqué resaltaba el dorado de mi cabello y profundizaba el celeste de mis ojos.

Cómo no sabía a ciencia cierta que me la iba a pasar haciendo mientras Valence hacía la revisión, pues me decidí por llevar mi cuaderno y mis colores. Ya de antemano conocía que esa finca daba al mar. Nunca había dibujado el mar.

Cuando llegamos la verja se encontraba entrecerrada, bastó un leve empujoncito para abrirla de par en par y entrar con todo y pick up.

- Creo que voy a tardar más de lo pensado – dijo Valence al bajar de la camioneta y encontrarse una construcción perceptiblemente dañada y descuidada.
- Sí, creo que sí – dije en tono burlón.

Aquello era más de lo que pudimos haber imaginado. ¡La casa por nada se caía! y ni hablar de los jardines infestados de trepadoras; unas frescas y otras ya secas. Por doquier se admiraban arbustos crecidos salvajemente, hojas secas por montones, pastizales ocre donde debía haber un cuidado césped. Las jardineras eran las más deplorables, esas sí estaban partidas, hechas añicos sobre el piso.

- Anda a dar una vuelta – me ordenó Valence -. Yo tengo mucho quehacer.

Asentí apenado y a la vez divertido. Aquello era un reto que Valence adoraría aceptar ¡Porqué la propiedad era bellísima! Dejando de lado lo maltratada que se encontraba, era una preciosidad en todo el sentido de la palabra. La construcción era vieja, de los años de gloria del Misisipí, pero duradera, como la nostalgia que la embargaba.

Créanme, durante todo el rato que permanecimos allí jamás dudé, ni por un instante, que en cualquier momento aparecería delante mío un mulato volviendo de la colecta de algodón.

Pero lo que apareció fue algo muy, pero muy diferente.

Acababa de encontrar un estanque rectangular que se me antojó para retozar, sí, aunque estaba bastante descuidado, como todo en esa propiedad, me pareció ameno, mucho más después de dar vueltas y vueltas por el jardín y no encontrar ningún área más agradable. Y es que para ir al lado del mar tenía que atravesar la casona, y pues no me atreví a hacerlo. En fin, tomé asiento a la horilla de la pileta de agua verdusca, para ese momento ya pasaba de las 3 de la tarde, pero de Valence ni seña alguna. Definitivamente esa casa le tenía abstraído.

Yo ya estaba aburrido, nada me había gustado tanto como para dibujarlo, bueno, la fachada sí, con esas columnas blancas medio cuarteadas y la infinidad de ventanas tapiadas, pero no terminaba de convencerme. Necesitaba algo más… inspirador. Algo más… hermoso…

Aún ahora, con mis casi 30 años encima, no dejo de sopesar una frase increíblemente sabía que mencionan en una bellísima película, una frase que, sí alguien me hubiese comentado antes del momento que estoy a punto de relatarles, me habría hecho reír a pierna suelta. A la fecha todavía creo que no hay nada más cierto.

Mentiría si les dijera que estoy citando textualmente, pero la idea es ésta. Dice así:

“Una vez alguien comentó, que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo suele detenerse. Más luego, por recuperar ese lapso en que te pierdes al amor, avanza con preocupante rapidez…, avanza sin que puedas desacelerar el paso de su rigor”

Continuemos para narrarles el acontecimiento que marcó mi vida:

Bufaba en alto por el reniegue de encontrarme sumamente aburrido, cuando en un arranque de impotencia infantil tomé y arrojé una piedra al centro del estanque. Fijé la vista en el epicentro, luego seguí una de las ondas expansivas hasta la orilla, después de unos segundos elevé la mirada dirigiéndola al otro lado de donde me encontraba, y entonces, en contra de todo lo que yo era… mi tiempo se detuvo.

Sí, se detuvo y altero mi vida entera, pues alguien me observaba desde el otro lado del estanque. Ignoraba cuanto tiempo llevaba haciéndolo ¡Pero allí estaba! parado detrás de unos medianos ramales, con la carita ladeada a la derecha y un delgado listón verde atado al cuello.

¡Era una aparición! ¡podría haberlo jurado! Era hermoso, divinamente hermoso.

Me puse en pie lentamente. Sí era acaso que me temía no quería espantarle, aunque debo admitir, que nunca dio signos de tal cosa.

Comencé mi andanza en su dirección, sin dejar de mirarle, o admirarle, y cuando un árbol obstaculizaba mi trayecto le rodeaba rápidamente para no perderle de vista.

…l me seguía a distancia mientras una fresca brisa agitaba sus cabellos.

Cuando por fin salvé toda distancia no pude creer lo que tenía frente a mí, a escasos 2 metros:

¡Era un niño!

Un precioso chiquillo que me escudriñaba con dos hermosas esmeraldas que derramaban enigmas en su perturbadora expresión. La brisa no dejaba de agitar su cabello color jade, mismo que, con la suavidad de una caricia, besaba sus sonrosadas mejillitas ¡Qué hubiera dado yo por tocar ese marmóreo rostro y así comprobar que era real y no una mera ilusión!

Vestía una playera blanca cual nube de primavera y un short verde haciendo juego con su listón al cuello. Las chancletas dejarían a la vista dos joviales piecesitos ansiosos de correr por el mundo.

Su boquita pequeña, hermética pero perfecta.

- H-hola – musité nervioso.

…l frunció el seño. Mi familiaridad no le agradó.

- ¿Quién eres? – pregunté desinhibidamente.

…l me recorrió, de cabeza a pies y de regreso con mirada escrutadora. Luego dijo, así sin más:

-Tu padre te busca.
- ¿¡Mi qué!? – dije sorprendido. Luego caí en cuenta que se refería a Valence -. ¡Ah, no! …l no es mi padre.

Pero mi explicación de nada servía, él ya se alejaba.

- ¡Espera! – grité corriendo tras él.

…l se detuvo para luego girar y decirme: - Deja de hacer tanto escándalo.

Enseguida continuó su andanza.

Quedé perplejo. Idiotizado con su voz, con su figura, con su aroma.

Nunca había conocido a un niño como él.

En silencio me empareje a su costado y no perdiendo oportunidad de admirarle a cada instante me percaté que era un poco más bajo y delgado que yo. Que su piel era deliciosamente pálida y que su cabello destellaba con cada rayo de sol que le pegaba.

Después de andar unos cuantos minutos salimos a la alameda frente a la casona. Mi guía subió al pórtico y se deslizó al interior sin invitarme. Yo dude en seguirle, pero lo hice cuando entendí que me llevaría hasta Valence, además de que la curiosidad de conocer el interior de la casa le ganó a mis buenos modales.

Las estancias principales eran considerablemente amplias, con sus muebles viejos y roídos que daban un aspecto tan deplorable que se antojaba risible, y sin embargo ¡todo aquello era encantador! Había gente observándome desde los muros despapelados, cuadros viejos que otrora hubiesen sido mi delirio, cerámica aterrada, candiles envueltos en telarañas, hojarasca invadiendo todo desde el patio interior, mismo que ya no contaba con una cúpula de cristal que años atrás le coronara y que ahora se encontraba desperdigada, hecha añicos, por todos lados. Y al medio de todo, una churrigueresca fuentecilla que tiempo después Valence consiguiera hacer funcionar con su mecanismo original.

- Ahí estás – dijeron -. Nos preguntábamos donde andarías.

Me giré a donde provenía la voz, comprobando que era dirigida a mi persona. La emitía un hombre tremendamente llamativo, más que eso era… exótico…, como su voz, que estremecía tras ese timbre de distinción. Sus ojos irradiaban en la penumbra de aquella habitación. Eran claros, como agua de manantial, del mismo tono que su espumosa cabellera aqua, larga hasta la espalda media. Alto y delgado. Espléndidamente… impresionante.

- Lo encontré en el estanque – dijo mi guía saliendo de un costado -. ¿Ya puedo retirarme?
- Claro, mi corazón. Gracias.

Dicho aquello el niño dio media vuelta y se perdió tras un grueso muro. Yo me quedé en silencio sin decidirme a por ir tras él o quedarme a contemplar a ese amable caballero.

La duda la disipó el hombre aquel.

- Acompáñame, Valence está esperándote.

¿De cuando acá Valence daba esas familiaridades a un desconocido?

Dioses, le daba vueltas y vueltas al asunto y aún así ¡No podía dejar de admirar al hombre ese! ¡O tan siquiera dejar de pensar en ese niño de cabellos jade que ansiaba con todas mis fuerzas ir a buscar!

- ¡Hyoga! ¿Dónde andabas? – escuché que Valence me preguntaba sólo traspasar el umbral.

Habíamos llegado a una apacible, y descuidada, terraza; donde al parecer aquellos 2 llevaban un rato charlando y bebiendo una especie de cóctel.

- Dando la vuelta, como me ordenaste.- respondí cómo si nada.

El hombre de ojos aqua río por lo bajo mientras tomaba asiento frente a Valence. - Es encantador – dijo ladeando el rostro para apoyarlo en su mano derecha, sus hipnóticos ojos quedaron medio ocultos tras sus espesas pestañas.

Llegó una calida brisa y un silencio abrumador se hizo de repente. Valence tosió hacia un costado mientras el hombre se volvió a verle sin perder detalle de su fisonomía.

La curiosa situación cesó por la llegada de un sirviente que anunciaba que la comida estaba lista.

- Es hora de irnos – dijo Valence poniéndose en pie -. Agradezco todas tus atenciones.
- Ni que lo digas – respondió el otro –, yo te agradezco más el que aceptaras el trabajo, y tú sabes… - aquí hizo una breve pausa, luego agregó -: Es muy importante que nadie sepa…
- Descuida, por nosotros nadie lo sabrá.
- Gracias, en verdad, muchas gracias – le dijo a Valence, enseguida se giró a verme -. Por cierto, Hyoga, yo soy Valarian Valduz, y el niño que te encontró es Shun, mi sobrino.
- Shun… - musité.
- Vamos, Hyoga, tenemos que irnos.

Al decir aquello, Valence palmeó mi espalda haciéndome volver a la realidad. Valarian me había arrullado con su voz.

- Los esperamos el fin de semana, entonces espero que no rechaces la invitación a comer, Valence.

…¿¡Qué cosa!?… Pensé inmediatamente girándome a ver a Valence… Valarian nos había invitado a comer ¡Y él iba y lo rechazaba, quitándome un precioso momento de convivencia con Shun!

- Ya veremos, por lo pronto gracias por todo. Nos vemos el próximo sábado.

Aún recuerdo a Valarian al despedirnos esa tarde. Agitaba su delicada mano desde el pórtico de: “Sea Manor”, nombre con el que se volvería a conocer aquella imponente finca.

- Valence.
- Dime.
- ¿Qué es… aquello que los demás no sabrán de Valarian y Shun por nosotros? – pregunté de camino a casa. Me gruñían las tripas, pero para estás alturas ya saben que mi impertinencia y curiosidad podían más que otras cosas.

Vi el rostro de Valence ensombrecido de repente, comprendiendo el porqué del qué le llamaran Death Mask.

- Es algo… triste, quizás sería bueno que no te lo dijera, pero igual ya estás grandecito y sé que podrás guardar el secreto.

Sin más detalles, Valence me dijo que él conocía a Valarian de fama, pues fuera vocalista (dándose a conocer bajo el nombre de: Afrodita) de una banda Sueca que se había desintegrado uno o dos años atrás: “The Black Rose”. En Europa y Asia habían llegado a ser muy famosos, eso hasta que Valarían cayera en una terrible depresión que se complico con drogas y alcohol. Por si no fuera poco, en su peor momento, su hermano, un modelo llamado: Misti, fue asesinado junto con su esposa, dejando huérfano y a su cuidado al pequeño Shun. De eso pasaban 5 años, cuando el niño contara con 7.

- Nadie debe enterarse, los medios son unos chacales, los destrozarían de enterarse que se encuentran aquí, en medio de la nada y tan vulnerables.
- Entiendo.

Juré guardar el secreto. Con éste, y el de Camus, ya tenía dos en mi haber.
Notas finales: Comentarios, ya saben que serán muy bien recibidos!

Namarië...

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