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Secuestro Romántico por AthenaExclamation67

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Secuestro Romántico

By AthenaExclamation67

"POV HYOGA"

Me secuestro. Y no es  que yo este exagerando, nada de eso. Pero es que el muy chalado, me maniató y me metió dentro de un saco para poder llevar a cabo su plan malvado.

Sinceramente, todo quedó olvidado cuando me encontré en aquel lugar paradisiaco tan romántico que yo inicialmente rehusaba conocer, pero que ahora, después de lo que vivimos aquel fin de semana, siempre que tenemos ocasión, nos escapamos y disfrutamos de nuestro amor, de nuestra felicidad solos, sin amigos, ni diosa o hermanitos encantadores que interrumpen a cada rato.

No sé cuándo ni cómo lo hizo para organizarlo todo sin que el resto de habitantes de la mansión nos enteráramos, pero eso fue lo de menos ya que ese fin de semana inolvidable en el que nos escapamos sin que nadie conociera nuestro paradero, nos hizo darnos cuenta de cuánto nos necesitábamos, de cuál era el significado de tenerle a mi lado, descubriendo que el amor que nos procesábamos era mucho más grande de lo que jamás nos hubiéramos imaginado.

Todo empezó la noche de un viernes de verano. Noche que Ikki aprovechó para cumplir con todo lo que había preparado a conciencia como después descubrí. Se metió en mi cuarto y me noqueó poniéndome un pañuelito con algún producto sedante después de atarme. Me ocultó dentro de un saco y como un ladrón, tomó uno de los coches de la mansión para conducirnos a ambos a aquel mágico lugar que nos mantuvo aislados de la civilización y para qué negarlo, de nuestros queridos pero a veces insoportables hermanitos.

Por aquel entonces, Ikki y yo nos conocíamos muy bien, demasiado bien, lo que no era un secreto para nadie ya que después de un pequeño percance con la bruja, digo la zanahoria, digo Saori. Todos se enteraron de la situación y nos hicieron pasar algo de vergüenza los primeros días. Luego todo se calmo y nadie se extraño de ver como Ikki me acosaba a cada rato e incluso me apretaba contra los rincones de la casa para poder besarme.

Y no es que me desagradaran sus arrebatos, pero como siempre le dije y siempre será así, prefiero la intimidad de un lugar tranquilo a dar el espectáculo en público.

Y así me encontré. Cuando desperté del efecto de aquel producto. Atado y sin poder ver nada porque obviamente no sabía nada, mucho menos se me ocurrió imaginar que me habían metido dentro de un saco y que estaba tirado en la  parte trasera del coche de la bruja. Mucho menos sabía quién era el individuo degenerado que me había secuestrado semi desnudo, ataviado solamente con mis bóxers.

Empecé a moverme, a renegar sin saber exactamente el tiempo que había transcurrido y peor aún. No sabía si el individuo que me retenía de aquel modo era un pervertido.

Pocos minutos tarde en averiguarlo, en descubrirlo todo cuando sentí que el auto se detenía, cuando me vi suspendido en el aire, cargado a hombros de alguien que parecía bastante fuerte, alguien que me transportaba sin ninguna prisa, mientras escuchaba cada ruido, cada puerta que se habría para que si me surgía la oportunidad de escape poder más o menos averiguar la salida.

Pero nada más lejos de la realidad, cuando se hizo la luz en aquella oscura habitación, cuando por fin me soltó y me liberó del saco, pude ver sin ningún problema a mi secuestrador.

- ¡PERO TU ESTÁS LOCO! - grité viendo su sonrisa pervertida, esa que me estremece y me hace enloquecer aunque él no lo sabe - ¡DESATAME! - añadí furioso.

- Hyoga tranquilo, solo quería estar contigo a solas, no es para tanto... - dijo tan tranquilo.

- ¡QUÉ NO ES PARA TANTO! - refuté más furioso aún - si deseabas estar conmigo a solas me hubieras dicho y... - me disponía a decir pero me vi interrumpido.

- Me hubieras dicho que no, como siempre que te lo he sugerido. Así que decidí por los dos - refutó.

Lo siguiente que pronunciaron mis labios fueron reproches y palabras mal sonantes. Sí, le llamé de todo. Quitando lo excitante de la situación que se calentaba por momentos, que el maldito tuviera la razón fue lo que más me indignó.

Y sí, era cierto, por qué negarlo. Cada vez que se mencionó una posible escapada romántica, yo le decía que no. Y era por un miedo estúpido, por uno que me hacia erizar, uno que me hacía pensar que jamás a su lado, a solas podría encontrar la felicidad, uno que me dañaba, y uno que no quería comprobar arriesgándome, pasando unos días con él para conocernos mejor.

Por supuesto, le eché de la habitación. En aquel momento la indignación y el orgullo estaban por encima de todo, cosa que me cegó y que luego de que se marchara lentamente descubrieron mis ojos, algo que no había visto por la pelea absurda, pero algo que me hizo arrepentir de todas y cada una de las palabras que había dicho.

Cuando descubrí toda la belleza que tenia aquel lugar, cuando vi que la había decorado minuciosamente, me sentí morir, en realidad si me hubiese tragado la tierra hubiera estado bien porque no sabía cómo aplacar ese sentimiento de culpabilidad que empezaba a asolarme.

Pensé unos segundos, analizando la situación, pensando que si se había molestado en hacer todo eso, si había organizado ese fin de semana romántico era porque deseaba tenerme a su lado, algo que me erizo, algo que me hizo entender la situación y olvidé ese estúpido miedo, arriesgando mi corazón aunque tenía la certeza de que no saldría herido.

Aun así, por más romántica e idílica que estuviese siendo esa situación, tenía que hacerle entender que no podía hacer ese tipo de cosas. Así que decidí hacerle esperar. Una hora más o menos, hora que me dio el tiempo necesario para arreglarme y quedar esplendido solo para él.

Me bañé y perfume mi cuerpo para después vestirme con algo que encontré en una de las bolsas que también se había preocupado de llevar, lo que me dio que pensar tratando de adivinar el tiempo que llevaba planeando todo aquello.

Tome una de las mudas limpias y nada más, dirigiéndome a la puerta para luego encontrarle. Me asomé al pasillo, apoyándome en el marco de un modo muy sugerente y provocativo, pero en realidad fui yo el sorprendido.

- ¡¿Ikki?! - susurré sin entender nada, sin encontrarle - se fue... - susurré empezando a buscarle.

Ikki no estaba, se había marchado. No podía encontrarlo en ningún lugar de aquel lugar tan bonito y empecé a pensar que se haya enfadado y mucho. Nunca hasta ese momento se había rendido conmigo, siempre había tratado de hacerme entender y ambos cedíamos en nuestras discusiones, dejando de lado el orgullo y dando paso a calientes reconciliaciones.

Regresé al dormitorio, cabizbajo y triste. Apenado por todo lo que había pasado, pensando en cómo solucionarlo mientras me iba hasta la ventana para ver las estrellas presidiendo el cielo oscuro de la noche.

- Hyoga... ¿estás bien? - me erice al escuchar su voz - perdona que no te avisé, solo fui a buscar la cena a un lugar cercano y... - trato de seguir pero me encargue de acallar sus labios con los míos luego de correr junto a él y saltar a sus brazos.

Caímos al suelo por el impulso mientras le besaba, mientras me sentía correspondido al ser rodeado por sus brazos, al sentir su lengua adentrarse en mi boca lentamente, quedando encima de él solo un momento, solo unos instantes hasta que nos separamos y volteo nuestros cuerpos, quedando encima de mí, regalándome deliciosas caricias.

Caricias que duraron toda la noche mientras nos amábamos como si nada hubiera pasado, felices de poder estar tranquilos aunque solo fuera una vez, demostrándonos amor sin ninguna vergüenza o complejo, sin preocupaciones de ser descubiertos, solo amando y sintiendo que no había ningún otro lugar en el que querer estar. Agotados, cayendo dormidos por tanto "ejercicio" nocturno.

No sé cuánto tiempo duró nuestro sueño, solo sé que cuando desperté, desnudo sobre la cama, el sol ya brillaba muy fuerte, encontrándome solo nuevamente cuando me giré para abrazarme a Ikki.

La situación empezó a confundirme, no entendía donde podía haberse metido, aunque no paso más de un minuto que apareció con su sonrisa radiante, con su sonrisa que deslumbraba más que el sol y que me hizo ruborizar.

- Buen día - susurró inclinándose - mejor dicho, buenas tardes... - sonrió y me besó suavemente, dejando la bandeja que llevaba en sus manos a un lado, abrazándose a mí, dejándome completamente sorprendido.

- Te amo... dije y correspondí el abrazo, sintiendo como mi cuerpo empezaba de nuevo a arder igual que el suyo - gracias por todo esto Ikki... - añadí tornando a besarle.

Casi podía sentir que el calor que desprendía su cuerpo lograría derretirme, pero repentinamente se separó y empezó a hablar emocionado, exaltado, relatándome todo el plan que tenia organizado.

- Bien. Ahora comemos algo y después, la playa nos está esperando hasta que nos hartemos. Podemos nadar o tomar el sol, lo que prefieras, a mí me es indiferente - dijo como si nada, dejándome extrañado.

- ¿Indiferente? - pregunté curioso - entonces que hacemos aquí... - pensé para mí mismo.

- Sí. Me da igual mientras pueda estar contigo...

Una sonrisilla boba se dibujó en mi cara, una que no pude evitar y que añadida a mi sonrojo, pareció provocarle de un modo increíble que no tarde demasiado en comprobar en mi propia piel.

Desayunamos, más bien fue el almuerzo debido a la hora que era ya que después de esas palabras tan bonitas, nuestros cuerpos se fundieron en una nueva tanda de caricias que duró hasta que empezaba la tarde. Tarde en la que amanecimos después de una pequeña siestecita, sonrientes y dispuestos a abandonar esa preciosa habitación para que nos diera un poco el aire.

Nos pusimos los bañadores que Ikki gentilmente se acordó de meter en la bolsa y salimos a caminar bajo el sol del atardecer que le daba unos tonos anaranjados al cielo y también al horizonte, descansando de tanto ajetreo amoroso mientras nos sentábamos en la orilla del agua.

Todo era idílico en aquel atardecer de verano, no nos hacía falta comida, ni siquiera respirar, solo la presencia del otro nos bastaba para llenar nuestros corazones de felicidad.

Sin darnos cuenta, el agua nos empezó a mojar, dando inicio a una pequeña guerra de salpicones que ambos estábamos dispuestos a ganar, metiéndonos dentro del agua sin saber my bien como, adentrándonos casi a lo más profundo, dejándonos de salpicar, mirándonos a los ojos embobados hasta que de pronto...

- ¡¡Kyahh!! - pegué un brinco involuntario que me dejó literalmente enroscado al cuerpo de Ikki.

- ¡Vaya! - exclamó - si querías que... - empezó a decir pero le interrumpí.

- ¡Pervertido! No es eso. Algo ha tocado mis piernas y salté como reflejo - le contesté - ni pienses que conseguirías eso en este lugar...

Mi cara se transformó al ver la suya. Esa media sonrisa diabólica, ese brillo en sus ojos...

Sabía perfectamente lo que se avecinaba, sabiendo lo que seguiría tras ese tipo de insinuación. Insinuación que no pensaba dejar que se materializara, que no surtiría ningún efecto sobre mi cuerpo, menos en medio de la playa.

Me separé de él, dispuesto a salir del agua antes de que avanzara un poco más y me hiciera enloquecer, así que lentamente, desenrosque las piernas de su cadera y le di la espalda empezando a caminar, pero la respuesta fue inmediata y sus manos en mi cintura me impidieron marchar, más cuando la rodearon y se deslizaron lascivas, llenas de lujuria bajo mis bermudas para tocarme de esa forma con la que conseguía excitarme tanto que me veía incapaz de negarle cualquier cosa.

Traté de detenerle, pero no lo logre. Cuando su diestra rodeo mi sexo y lo movió tan deliciosamente yo no tuve nada más que hacer. Solo me concentré en sentir esas deliciosas caricias que sus labios ejercían sobre mi cuello y mi espalda, como sus manos, contribuían tocándome bajo el agua, sintiendo que mientras una me masturbaba, la otra hacía descender mi bóxer lentamente, casi tan lento como le sentí adentrarse en mi cuerpo.

- Ahhh... Ikki... - gemí - podrían vernos... - suspiré notando como empezaba a moverse.

- Mmnnn... Patito... este es un lugar privado, no hay nadie más a parte de nosotros.

Sonreí. No es que me gustara hacer ese tipo de cosas en lugares tan públicos, pero si como él decía nadie podía vernos...

Me relajé, disfruté de aquel momento extasiante de placer. Sintiendo su miembro crecer en mi interior y sintiendo el mío endurecerse por sus caricias.

El movimiento del agua nos acunaba al mismo tiempo que las caricias y los gemidos y jadeos aumentaban. Al ritmo de las embestidas que ejercía sobre mí y que me hacían perder el equilibrio, provocando que me aferrase con una mano a uno de sus brazos mientras que la otra surcaba las profundidades y se sujetaba a una de sus nalgas.

El deseo crecía en aquel instante inolvidable que finalizó con una última entrada algo más fuerte que nos hizo estremecer a ambos, provocando que estalláramos, culminando aquel momento perfecto.

- Te amo... - susurró apoyando su mentón sobre mi hombro mientras salía de mi cuerpo y sus manos lentamente dejaban descansar mi sexo.

- Y yo a ti - contesté volteando mi cuerpo, abrazándome a él, eliminando cualquier distancia que pudiera haber - volvamos a la habitación Ikki... - susurré a su oído - solo deseo estar contigo, aprovechar juntos todo el tiempo que nos quede en este lugar magnifico. Deseo compartir todo mi ser contigo, hablarte, amarte, sentirme acunado por tus brazos mientras dormimos en esta paz de la que estamos rodeados - sonreí.

Fui complacido inmediatamente. Ikki me cargó en sus brazos y me sacó del agua para después encerrarnos en la habitación donde no tuvimos ni un segundo de descanso. Habitación en la que nos volvimos a amar, en la que reímos y nos abrazamos hablando hasta quedar completamente dormidos, exhaustos por el cansancio hasta el día siguiente en el que deberíamos marcharnos.

Y así fue, nos levantamos muy tarde, nos bañamos y disfrutamos de los últimos momentos de ese lugar paradisiaco en el que descubrimos, sobre todo yo, lo mucho que nos amábamos, lo mucho que nos necesitábamos. Después, nos subimos al auto y regresamos a casa con nuestros hermanos y la bruja zanahoria.

Pero nuestra fue la sorpresa cuando llegamos y estacionamos el coche ya que en el jardín había varias patrullas policiales. Este hecho, nos hizo apresurarnos y correr al interior de la mansión para averiguar qué estaba pasando con el siguiente resultado...

- ¡Ni-isan! - gritó Shun al vernos - ¡estábamos muy preocupados! - añadió furioso.

- ¡¿Dónde demonios estabais?! - agregó Saori llena de rabia.

- ¡Un momentito! - exclamó Ikki - ambos ya estamos mayorcitos para tener que dar explicaciones de a dónde salimos - renegó - además, deje una nota sobre mi cama que decía donde estaríamos - finalizó.

Obviamente Seiya, fue el primero en reírse, en burlarse de la zanahoria que se puso más roja que un tomate cuando comprobó por si misma que no se había dado cuenta de ese "pequeño" detalle.

Desde entonces, nos escapamos de vez en cuando pero sin necesidad de ataduras o sacos. Regresamos a ese pequeño lugar que por siempre fue nuestro lugar preferido. Lugar en el que nos mostramos desinhibidos y sin ningún tipo de reparo lo mucho que nos amamos.

-Fin-

 


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