Prólogo
Un árbol seco en medio de un paisaje árido y sin vida era lo que se dibujaba frente a mis ojos, podía observar como el amenazante cielo gris se unía con la resquebrajada tierra en el final del horizonte, mostrando entremedio de ambas cosas, pequeños trazos de luz provenientes del crepúsculo de la noche.
Habían dos bandos separados por una línea imaginaria, confrontándose con miradas de absoluto recelo. Ambos completamente opuestos, pero con una similitud, un grupo de jóvenes cuyas edades redondeaban los 17 años se hacían al frente de batalla; demostrando determinación y arrogancia.
-No es justo – Rompió el silencio la voz de una chica de cabellos oscuros y ondulados vestida de un extraño y hermoso ropaje blanco.
Aparentemente estaba hablándome a mi, un joven de cabellos negros que se situaba en el bando contrario, a la derecha del chico que era el jefe de mi bando.
-Nadie dijo que debía a serlo – Respondí con firmeza.
- ¡Pero Alex! – Esta vez habia sido interrumpida por otra chica, una de cabellos rubios.
- Alice – Le llamo un chico del mismo grupo del grupo de la rubia y la castaña, acaparando la atención de esta. Este tenía el cabello de un color negro extrañamente desgastado y ojos grises –No sigas- Dijo luego de negar con la cabeza en silencio –No tiene caso- Continuó siendo interrumpido por el líder del bando contrario
- ¿Piensan quedarse ahí prados todo el día o que?- Pregunto altaneramente el líder del grupo de la azabache levantando el mentón y ladeando levemente la cabeza hacia un lado en plan intimidante mientras que con sus manos jugaba con unas extrañas pistolas.
Un silenció mortal se apodero del ambiente, luego de aquellas palabras parecía que hasta el tiempo mismo había detenido su andanza y esperaba a ver que es lo que sucedería ahora, porque la sonrisa burlona y arrogante de aquel chico te mantenía expectante he hipnotizada. Un solo soplido del fuerte viento basto como aviso junto a la humareda de polvo que esta trajo consigo para dar comienzo a una sangrienta y cruel batalla.
El olor a sangre inundo el lugar, los bandos antes diferidos caían de igual forma. Se les podía observar cayendo muertos en el piso sin diferencia alguna, por primera vez, eran iguales.
De manera sorpresiva un rayo callo del oscuro cielo prendiendo fuego a aquel viejo y seco árbol, iluminando un poco la horrible situación, a éste le siguieron otros los cuales trajeron consigo una densa lluvia que ya poco dejaba ver del confuso campo de batalla.
Otro rayo más callo, uno más fuerte que cualquiera, y junto con el fuerte trueno que este provocó, un grito ahogado se dejo escuchar junto a uno lastimero y delirante, lo cual logro acaparo la atención de todos y detener la pelea, pues, la escena que tenían delante se les hacia demasiado irreal, nadie podía creer lo que sus ojos veían. En una pequeña colina rodeada de cadáveres se podían ver tres sombras tal vez demasiado conocidas por todos, una estaba siendo apuñalada por la otra al tratando de proteger al verdadero blanco de aquel ataque.
--T..tu– Dijo en un hilo de voz una de las sombras, era aquel chico de las pistolas – Por…porque? – Sus ojos se encontraban abiertos a duras penas mientras trataba de mirar a la chica que se encontraba de perfil a el, seguía mirándole por el rabillo del ojo igual de sorprendida que el. Inmediatamente le soltó, dejándolo caer al piso siendo detenido mis brasos mientras que la asesina retrocedía lentamente, estaba asustada, sorprendida y shockeada por como habían terminado las cosas. Tropezó con uno de los cadáveres del piso cayendo al piso y mirando la escena perdidamente con lagrimas en los ojos. Lo que había cometido era traición, de las peores y más inesperadas.
Nadie dijo nada, todos temían hacerlo y muchos de ellos también parecían contener la respiración ante tan expectante escena, aquella chica había apuñalado a su líder.
-- Idiota – Susurre lastimeramente mientras sostenía su cuerpo, mirandole, sintiendo como las lagrimas se acumulaban en mis ojos – ¿Porque? – Pregunte arrimándome contra su cuerpo, empapándome con su sangre.
-- Porque… - Dijo a penas mientras levaba una de sus manos hacia mi rostro para acariciarme la mejilla – Así… Tenia que ser.. - Su mano callo ah un costado de su cuerpo, estaba perdiendo la fuerza, su voz apenas podía ser escuchada. Pero aun así esa sonrisa prepotente que le marcaba seguía ahí – Idiota… - Termino diciendo mientras cerraba los ojos, todo había terminado para el.
-- ¡No!- Grité desgarradoramente mientras me aferraba con fuerza a su ya frio cuerpo –Por favor…no ahora, no así – Mi voz sonaba débil y las lagrimas corrían libres por mis mejillas.
Me oblige a mi mismo a tranquilizarme, era el segundo en rango y ahora sería el nuevo líder y no podía permitirme hacer esto. Solté su cuerpo dejándolo suavemente en el piso para luego levantarme manchado en sangre, volviendome hacia el campo de batalla dejando que la luz de los continuos rayos mostraran entre la lluvia mis serias e inmutables facciones manchadas en sangre y lagrimas, logrando hacer que los de mi propio bando retrocedieran cuando reclame las pistolas del difunto y les mire a todos.
-- Ya no hay nada más que hacer aquí, nos vamos – Dije seriamente mientras que detrás mio se abría un portal. Nadie se movió -- ¿¡Que mierda esperan imbesiles?! – Les grite enojado sobresaltándolos y logrando que comenzaran a retirarse. Un grupo de Demonios se acerco al cuerpo del que alguna vez les había liderado, pero un disparo al aire les detuvo – No se atrevan a tocarlo – Les dije entre dientes ocultando mi rostro tras mi cabello – Y no se atrevan a contradecirme a menos quieran que los mate – Continuó logrando que estos desaparecieran rápidamente.
Los ángeles también se habían retirado por ordenes del líder del otro equipo, todos sabían que aquella batalla había terminado. Sin ángeles o demonios quedo el paisaje, dejando así que solamente nosotros, los jóvenes humanos, se encontraran en aquel lugar.
-- Alex – Susurro tristemente la rubia nuevamente mientras me miraba con pena, quería abrasarme, lo sabía, pero ella tenía claro que no podría hacerlo.
Yo, por mi parte camine hasta la chica que había matado a la persona que más quería para colocarle una de las pistolas en su cien y dispararle sin siquiera mirarla. Aquella chica no dijo ni hizo algo para impedir su muerte, simplemente siguió sentada con los ojos inundados en lagrimas y la mirada dirigida hacia la nada.
Una vez se escucho el disparo, di media vuelta dispuesto a caminar hacia el portal, pero una mano en mi brazo me detuvo, era de aquella pelinegra y la rubia me evitaba la mirada, pero estaba ahí.
-- No nos dejes solos de nuevo – Rogó llorando la pelinegra.
-- No… -- Respondí sin ademán de soltarme de su agarre – Yo jamás los deje solos… -- Le mire con rencor -Porque jamás estuve con ustedes – Sentencié soltándome de sus manos de manera brusca caminando hacia el portal y desapareciendo del lugar dejando que la chica cayera derrotada por la pena y las lagrimas al piso mientras era abrasada por la rubia
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