Es ese instante mire tus ojos. Frio y helados como la mezcla perfecta de la indiferencia hecha en algo físico, sus ordes no mostraban el amor que tanto deseaba ver el ellos, más solo un destello brilloso de indiferencia total. Dicen que en los ojos yace el espejo del alma, pero en esos ojos, no había un alma que tanto deseaba ver.
En aquel entorno, nuestros cuerpos tendido en una mullida cama de terciopelo y de pétalos de rosas baratas, esparcidas por el lecho y el suelo. Un frasco de vino yacía destapado y medio vacío con el liquido desparramado por toda la cama y mi cuerpo.
La sentencia barata de mi alma estaba esparcida en esa habitación de lujo, donde la expresión vana de la lujuria y el deseo estaba impregnada. Pero amor, dulzura, nada de qué hablar. Tal vez yo lo amo, pero sé que él me ve como un juguete de satisfacción, creo que en si lo soy.
Maldita sea mi vida, me digo siempre al ver que el se levanta de encima mío y se viste con lentitud siquiera una gélida mira me da antes de cerrar la puerta de un portazo e irse de este recinto, dejándome a mí, al pobre Naruto Uzumaki solo, solo como una paloma que nunca pudo alcanzar el vuelo.
-maldito-susurre mientras enredaba mi cuerpo en las sabanas manchadas de vino y placer, oculte mi cabeza en la fría y helada almohada que aun conservaba el olor de mi amado Sasuke, mi amado que no me correspondía, el ser que se iba y volvía.
Mis ojos aguaron, como si caudasales de gotas de ellos fueran a caer pero me retuve y suspire, con mis manos pálidas los seque y volví a suspirar y a continuación repetía l mismo acto, como si luchara con mi orgullo y dignidad.
Mire a mi alrededor todo desordenado mi ropa tirada en lugares sucios, miles de afiches, miles de objetos, miles de figuras, miles de cuerpos que para mí era lo mismo a dolor y antipatía, todo estaba obscuro y solo la lejana luz de la luna penetraba en mi recinto.
Me revolví en las sabanas, me sentía desdichado, roto y vulnerable, ya Sasuke tiene que estar sentado en el mejor bar bebiendo a cantaros como lo hace todas las noches mientras que yo, aquí tirado en mi maldita cama de rosas baratas.
Baratas. Estire mi mano y lo vi, el anillo de compromiso dado en aquel día de mi vida, el día más feliz cuando mi Sasuke me pidió matrimonio. Éramos tan felices ahora somos tan miserables. Donde fue el amor dejado, donde fue el cariño y el deseo pasional lleno de cariño y dulzura, ¿Por qué fue cambiado por el frio has de la indiferencia y frialdad?
El helado cuerpo mío, la helada alma mía. Tome el vino ya tibio y de un sorbo viví lo que me aprecio más de dos copas en una, que manera para ahogar las penas en alcohol y vergüenza.
Miraba ahora ah mis piernas allí había una rosa enterrad. Me la dio Sasuke antes de ir a la cama con él, pero no soy estúpido, esa rosa no es un gesto de amor solo un preparativo para ir a la cama, un sedujo simple como el que le hace la serpiente a sus presas.
Mi mano se recargo en mi mejilla y las lagrimas de ansiedad y dolor salieron, miraba la rosa frente a mi, roja y viva, como lo que fue nuestro amor efímero, radiante y esplendorosa, como eras nuestros besos, tierna y jovial, como eran nuestras mentes, pero, la rosa era barata, barata como este momento de impotencia y agonía, era simple, como los sentimientos de Sasuke hacia mí, era un objeto ya trillado, como sus palabras y falacias, falsos cortejos.
Pues al final lo que resulto con el fue tan escueto, tan estúpido, tan quimérico, lleno de infidelidad y dolor, como aquella flor en mis manos gastadas, porque nuestro amor fue al final, igual que una
-rosa barata-