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Do you believe in angels? por Eryseus

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Notas del fanfic:

Esperando sinceramente que os guste

Notas del capitulo: "Oneshot" basado a medias en una historia real; se la dedico a una buena amiga que, estoy seguro, lloraría con ella.

Mi ángel

 

 

“Sé feliz, donde quiera que te lleve tu corazón.”

 

 

 

-Dante, ¿tú crees en los ángeles?

 

Él se apartó un mechón de pelo y la miró, con una mezcla de curiosidad y cariño.

 

-Tal vez. ¿Tú no?- le preguntó.

 

La chica se rió suavemente, y después se encogió de hombros.

 

-Supongo que si. O más bien quiero creer en ellos.

 

Dante cogió un trozo de papel y dibujó unos trazos con el lápiz; los difuminó un poco con el dedo y repasó las líneas con un rotulador negro. Se lo dio.

 

-Cree entonces- le dijo suavemente.

 

El dibujo eran unas alas, simples pero muy bien hechas; entre las dos había escrito una frase corta.

 

“Believe to see.”

 

Ella sonrió.

 

-Gracias, Dan.

 

-De nada, pequeña Luz.

 

Sonó el timbre, y el chico recogió sus cosas. Se echó la mochila al hombro y se despidió de ella.

 

-Yannah.

 

-Nos vemos luego- respondió Luz.

 

Se quedó mirándolo hasta que cerró la puerta detrás de él. Sin duda, Dante era una persona muy especial. Parecía un solitario, un friki que se pirraba por el manga, el color negro y las artes marciales. Y lo era, en cierta modo.

Pero también se apasionaba por otras cosas, cosas simples que a ella le encantaban; un poema, una flor, las puestas de sol, un dibujo bien hecho… incluso tocaba la guitarra principal en un grupo punk. Cierto es que podía tirarse dos horas sentado al lado de uno y no decir nada; pero el suyo era un silencio que contaba muchas más cosas de las que se pueden hablar. También es verdad que sus respuestas no solían ser nunca nada seguro; pero la paciencia y la prudencia que tenía le habían ahorrado muchos disgustos al pequeño grupo de amigos con los que contaba. Y nunca ocultaba nada a las personas que quería.

Luz le gustaba, y hacía ya casi dos años que se lo había contado él mismo. La chica, algo confundida, le pidió un fin de semana para pensar. Y cuando volvieron a verse, ella le dijo la verdad.

 

-Te tengo mucho cariño, Dan. Eres mi mejor amigo, y siempre te he querido mucho; pero no es amor. De veras que siento hacerte daño así, pero no me gustaría mentirte y destrozarte el corazón más tarde.

 

Él simplemente la miró a los ojos (los del joven eran azules, los de Luz eran de color verde-gris), sonrió y le puso un pequeño collar; una chapita de acero en la que él mismo había puesto: “Decidir nos hace libres”

 

-Has elegido ser libre; te quiero aún más por eso.

 

Se abrazaron.

 

-¿Qué milagro he hecho para tener tan cerca a alguien como tú?- le preguntó ella.

 

-Ser como eres- dijo Dante.- Es más que suficiente.

 

 

 

Ahora Luz tenía pareja; Mar, una joven de su edad que había conocido en una de sus escapadas a la montaña. Tenía el pelo castaño, como sus ojos, y lo llevaba recogido casi siempre en una coleta; daba la impresión de que nunca le faltaban las fuerzas ni la voluntad para hacer cosas. Tenía muy claro su futuro; irse a Canadá y trabajar allí de traductora.

 

-Entre la nieve, el mar y las montañas… ¿te lo imaginas?- decía siempre, muy ilusionada.

 

Luz la comprendía, y le encantaba lo decidida que siempre estaba Mar.

Al principio le daba miedo que a Dante le doliese su relación; siempre la había apoyado en todo, pero tal vez encontrara insultante que le restregara que le gustaba otra persona.

Sin embargo, se lo tomó muy bien; algunos días después, él y Mar ya eran amigos, sobre todo después de que un día Dante le acompañara a casa. Después de despedirse, el chico la llamó.

 

-Hazla feliz, ¿quieres?- le dijo con una dulce sonrisa en los labios. –Sé que contigo estará bien, así que cuídala.

 

Mar se quedó de piedra por un momento; luego sonrió también.

 

-Realmente tienes un corazón muy generoso, Dan.

 

-La quiero mucho. Y a ti también, porque contigo será feliz- dijo, y se marchó.

 

 

 

Luz volvió a la realidad. Alguien la zarandeaba de un lado a otro. Después recibió un beso.

 

-¿Ma… Mar? ¿Qué pasa?

 

-¡Tengo una beca! ¡Me han concedido una beca para ir a estudiar a Canadá!

 

-¿De verdad? ¡Eso es estupen…!- se calló de repente. La miró.

 

-¿Por cuánto tiempo?- se atrevió a preguntarle.

 

Mar pareció comprender lo que pasaba por su cabeza y bajó la vista.

 

-… años…- murmuró.

 

-¿Eh?

 

-Tres años- dijo, esta vez mirándole a los ojos.

 

A Luz se le cayó el alma al suelo. Estaba a punto de echarse a llorar.

 

-Es el sueño de mi vida- se defendió Mar, aunque con la voz rota.

 

La otra chica simplemente salió corriendo.

 

 

 

-¿Te vas?

 

Mar levantó la cabeza y alcanzó a ver como Dante se sentaba a su lado.

 

-Llevo deseando estudiar en Canadá desde que tenía cinco años; mis padres decían que era un buen reto y siempre me apoyaron- dijo con tristeza. –Ella sabía que si se me daba una oportunidad la aprovecharía sin dudar, y a pesar del riesgo aceptó salir conmigo. ¿Es que ahora no puede aceptarlo?

 

Su amigo reflexionó un poco.

 

-Le cuesta- admitió. –Se ha hecho a la idea de que siempre te tendría a su lado.

 

Mar suspiró. Una lágrima se deslizó por su mejilla; Dante le pasó un brazo por los hombros.

 

-¿Y a mí no me duele acaso?- preguntó amargamente, como si Luz estuviese ahí. -¿No se acuerda de lo mucho que la quiero?

 

-Sí. Pero esta vez no es ella quien decide; no es la que elige para ser libre, de una manera u otra. Tú cumplirás un sueño, uno de los dos; a ella se le habrá roto el mundo, porque sólo tenía una opción. Y, sin embargo, yo quiero que vayas.

 

-¿Qué?- preguntó ella, sorprendida. -¿No querías que fuera feliz?- dijo con tono algo acusador.

 

-No te quepa la menor duda de que sigo deseándolo, y con todas mis fuerzas. Pero creo que si has de elegir, para tu futuro esta oportunidad es única. Y si la quieres de verdad, serás capaz de irte, cumplir tu sueño y volver a por ella; y si ella te quiere de verdad, hará todo lo posible para que cumplas tu sueño y luego irá a buscarte. No pienses sólo en que no quieres verla sufrir, porque ella tampoco quiere que tú sufras.

 

Mar lloraba. Sabía que Dante tenía razón.

 

-¿Piensas que me esperará?- le preguntó con voz entrecortada.

 

-Ruego por que así sea- le dijo. –Tanto por ella como por ti.

 

 

 

-Escríbeme.

 

-Lo haré.

 

-No te olvides de mí.

 

-Imposible.

 

Le dio un beso. Amargo. Triste. Lleno de esperanzas.

 

-Mar…

 

-Voy a perder el tren… ¿qué?

 

-Te quiero.

 

-Y yo, Luz. Y yo.

 

-Mar…

 

-¿Y ahora qué?

 

-Es por el otro lado.

 

Ambas se rieron. Último abrazo, último beso.

 

“Que sea también el último adiós” pidió Luz en su corazón.

 

Cuando el tren se marchó, ella seguía allí. Dante le había ayudado a entender, y estaba dispuesta a esperar; dispuesta a soñar que volvería, a pensar en lo que le dirían sus próximas cartas; a luchar por volver a la vida que se habían entregado la una a la otra.

No se molestó en secarse las lágrimas; aún tendrían que caer muchas más.

 

-Decidir nos hace libres. Llorar por las decisiones nos hace personas- dijo Dante suavemente detrás de ella.

 

No lloraba, pero se notaba que acababa de despedir a una persona muy querida.

 

-Y la esperanza que nos dan las lágrimas nos ayuda a decidir- susurró Luz.

 

Después lo abrazó con fuerza. Durante horas, durante toda una eternidad; el tiempo que dura la esperanza de un corazón.

 

-Dante… ¿tú crees en los ángeles?

 

Él la besó dulcemente en la frente.

 

-Tengo uno entre mis brazos.

 

Notas finales: ¡Gracias por leerlo!

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