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Un ángel, mi prisionero. por PrincessofDark

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen. Son de Masami Kurumada.

¡Esta historia pertenece a Love Shun, a Mary! Es un sueño de ella que yo tomé y escribí un poco para publicarlo. Lo publico aquí con su consentimiento y agradeciéndole la oportunidad de poder hacerlo.

Para ti, Mary!

Notas del capitulo:

Escrito por Love Shun!! Pequeñas modificaciones a cargo de PrincessofDark.

¡¡Ojala lo disfruten!!

La casa era sencilla aunque bien cuidada. Se notaba la dedicación de sus dueños por mantenerla en buen estado.

El barrio era también modesto aunque era muy poco habitual que hubiera robos o asesinatos.

Sin embargo, esa noche fue la excepción. Tres ladrones entraron en la primera vivienda que encontraron y pudieron forzar. Escapaban de la policía porque no era su primer asalto, cuadras antes habían robado un almacén en busca de todo el dinero en efectivo que pudieron encontrar. La policía los había visto y se habían dado a la fuga.

-Tenemos que escaparnos de aquí - comentó uno de ellos.

-No. Esperaremos a que la policía pase - le respondió otro, el que parecía el jefe.

En ese momento escucharon los pequeños ruidos provenientes de la cocina y apenas tuvieron el tiempo suficiente de ocultarse para poder ver aparecer a uno de los habitantes de la casa.

La figura se detuvo un momento, como notando que algo extraño estaba pasando en la casa y la mano que llevaba un vaso de agua se movió un poco inquieta. La figura prestó más atención y finalmente los halló para que con el susto el vaso de agua se estrellara en el piso haciéndolo mil añicos.

-Hay que matarlo - la voz fue dura y fría, proveniente del tercer ladrón.

El joven no pudo encontrar un hilo de voz para suplicar por su vida y lo que hizo fue echarse a correr, regresando a la cocina para intentar escapar por la puerta trasera. Uno de los ladrones lo siguió y lo atrapó antes de que pudiera hacerlo.

Rápidamente con una mano, el ladrón atrapa las manos del menor y las pone por sobre su cabeza, mientras que con la otra le tapa la boca para que no grite aunque el pequeño no podía aún hallar la voz. Después  coge un cuchillo de la mesa  y lo alza para ponerlo en el cuello del muchacho, para que con un tajo certero la vida cesara en ese temeroso chiquillo.  Estaba a punto de matarlo cuando antes de hacerlo los ojos azules y los ojos verdes  se encontraron por primera vez.

El ladrón no sabía porque pero no podía moverse ni reaccionar después de haber visto esos ojos.  Era como si hubiera sido hipnotizado por  esos grandes y hermosos ojos verdes, una hipnosis tan profunda que no podía dejar de mirarlo ni desviar sus propios ojos de ellos.

Ese niño tenía una  mirada pura e inocente y esas lágrimas de cristal le daban un toque aun más angelical. Su propia mente y aquello que podemos denominar conciencia comenzaron a atormentarlo y a preguntarse lo que estaba haciendo. 

Miró de nuevo al jovencito frente a él, pero ni siquiera pudo verlo como un joven. Para él se convirtió en tan solo un niño de no más de 15 años  que estaba muy aterrado tembloroso y todo por su culpa. 

Para el no sería la primera vez que acabara con una vida, ya antes en su "trabajo" había matado a otras personas, pero... esta vez no podía hacerlo, no comprendía porque, pero no podía., de alguna forma esos ojos le tranquilizaban, le transmitían tanta paz y tanta serenidad que no podía imaginar siquiera la idea de cerrarlos para siempre.

Con lentitud deja el cuchillo sobre la mesa y libera la boca del jovencito que no hace otra cosa que quedarse callado durante un rato. Era imposible para el pequeño encontrar su voz y el mayor tampoco lo obliga, es un silencio que parece eterno pero que se corta al entreabrirse los pequeños labios.

-Gracias - una sola palabra, pronunciada por una voz suave y angelical.

De pronto se oye el grito de otra persona,  Shun reconoce que es la voz de su amigo Hyoga, que  era con quien compartía la casa. Mira suplicante al peliazul y  sus labios vuelven a abrirse para realizar un ruego.

-Por favor, no lastimen a Hyoga.

 Ikki cambia su mirada a una más seria y mucho más dura. Abandona la cocina y se dirige a donde estaban sus demás compañeros con Shun siguiéndole por detrás, nervioso y aún temblando.

 En la sala ven al rubio amigo de Shun tirado en el piso desmayado, al parecer se había levantado por el ruido y al verlos gritó pero uno de ellos lo golpeó en la cabeza, haciendo que perdiera la conciencia.

-Tenemos que irnos de una vez. Vámonos y dejémoslos - la voz del peliazul fue una orden, demostrando quien era el líder del pequeño grupo.

Shun sonríe y de una manera inocente abraza al imponente peliazul, susurrándole un trémulo gracias antes de soltarse para ir con su amigo de cabellos claros.

El joven de cabellos verdes da un par de pasos, pero el peliazul lo detiene del brazo, con un agarre firme pero sin lastimarlo. Los ojos de  Shun lo miran confundido, no entendiendo por qué hacía eso, por qué le impedía ir con su amigo.

 Entonces Ikki pronuncia algo que aterra al menor.

- Tú vienes conmigo - fue una clara orden, sin dar lugar a réplicas.       

-¿Qué?     

 -Ya oíste, tú vienes conmigo porque si no lo haces mato ahora mismo a tu amigo - la amenaza también fue hecha sin contemplaciones.

 -¡No! Eso no por favor, no le hagan daño a Hyoga - suplicó el pequeño con sus ojos llenándose de lágrimas una vez más.   

-Vamos

Shun hizo intentos inútiles por soltarse de su agarre, pero el mayor cada vez ejercía más presión hasta que finalmente quedaron las marcas rojizas de su fuerza en los brazos del pequeño. El niño desesperado intentó gritar pero el peliazul se giró rápidamente y le dirigió una mirada muy fría y  dura que dejó al menor congelado.

 Es entonces que uno de los ladrones se acercó a ellos y le preguntó enojado a Ikki  el por qué tenían que irse así sin llevarse nada y dejando un testigo que podría reconocerlos. Le pide permiso para matar al rubio para que no haya testigos e Ikki sin dejar de mirar a Shun todo ese tiempo dice con frialdad.

 -Eso depende de él - refiriéndose obviamente al peliverde quien lo miraba aterrado.

Shun estaba sorprendido y era incapaz de creer lo que estaba sucediendo, para él era una pesadilla, un horrible sueño del que despertaría para reírse con Hyoga. Su mente se planteó un millón de preguntas: cómo se iría con esos extraños, a dónde lo llevarían, qué podrían hacer con él, etc.  Sin embargo volvió  mirar con sus bellas esmeraldas a su amigo que seguía inconsciente y supo que  no podía dejar que le hicieran daño.  Bajó la mirada para ocultar sus lágrimas y su triste gesto de derrota ante de contestar.

 -De acuerdo, iré contigo

Un pañuelo con cloroformo se posó en la boca del pequeño para sumirlo en un profundo sueño que le impidiera estar despierto para conocer el recorrido que realizarían y que terminaría en el departamento de Ikki.

Ikki se llevó a Shun a su departamento y lo  mantuvo desde un primer momento encerrado. Casi todo el tiempo  se mostraba serio con el niño, y a veces trataba de alejarse porque no podía explicarse porque había  hecho eso, o sea traerlo con él.

El peliazul siempre había sido muy serio con su trabajo, por eso se planteaba a diario  que haría  con el niño, sabiendo que  esa situación no podía continuar así. Pero cada vez que ideaba un plan para deshacerse del menor, no podía hacerlo, no podía lastimarlo. Cada vez que estaba cerca de él, que podía contemplar su pequeña figura y su pálida piel, cada vez que lo miraba... se sentía tan bien, tan completo y feliz que no podía causarle el menor daño.

 Había provocado varias veces discusiones para así poder darse valor y tomar una decisión, pero ese niño simplemente era muy obediente, hacía todo lo que  le decía y  sin que se lo dijera se encargaba del aseo de la casa, de preparar la comida y esas cosas. Sin embargo y pese a toda la ayuda, el pequeño solicitaba todas las veces que podía hablar con él la libertad. 

                                                                  *             *             *

Una mañana, Ikki salió dejando a Shun encerrado con llave. Sin embargo, apenas un rato después la puerta se abrió y dos amigos de Ikki se adentraron en el lugar, buscando al pequeño con su mirada.

-Ikki es un tonto... teniendo semejante angelito bajo su techo y no tocándole un pelo - la voz provino de los tipos mientras el otro rió por lo bajo cuando el chiquillo salió de la cocina y se quedó inmóvil.

-Pero nosotros somos muy listos - comentó uno de ellos, tomando a Shun con fuerza y arrojándolo en el piso.

El menor estaba asustado pero al sentirse en el piso intentó escaparse inútilmente, ya que los dos hombres eran mucho más fuertes que él.  Las manos torpes y sin ningún cuidado fueron recorriendo su tembloroso cuerpo por encima de la ropa mientras intentaban deshacerse de ella. Un par de besos robados al azar y con furia completaban el uso de esas manos.

El chiquillo rompió a llorar cuando sintió que las manos de uno de ellos comenzaban a pasearse por un hueco hecho en su ropa y cuando lo irremediable parecía que iba a suceder Ikki apareció y los apartó violentamente de Shun, enzarzándose en una feroz pelea.

El resultado fue la victoria de Ikki y la huída malheridos de los dos intrusos, mientras el peliazul quedaba de pie inmóvil. Shun se quedó en el piso, abrazándose entre sollozos hasta que vio caer a Ikki al suelo. Asustado corrió a ayudarlo y vio que estaba sangrando, pero por suerte la herida  no era muy grave, el peliazul trató de apartarlo pero el menor se resistió y le suplicó que le permitiera ayudarlo hasta que el mayor terminó aceptando.

Fue después de que Shun lo ayudara a curarse que Ikki lo asió con firmeza de su mano y lo atrajo contra sí para robarle un beso, asustándolo y cambiando la relación entre ellos. Ahora el menor tenía miedo, miedo de que Ikki intentara hacerle algo, similar a lo que los tipos habían intentado. Ikki por su parte había aceptado que  Shun le gustaba, que lo deseaba hasta hacerle perder todo su control y sin embargo no quería hacerle daño, las cosas no pasaban de besos robados o caricias deslizadas al azar.

Sin embargo, una noche Shun viendo que Ikki ya no cerraba la puerta planeo escapar y regresar a su casa.  No odiaba a Ikki y de hecho empezaba a quererlo, pero tenía miedo y ya no quería estar encerrado. Se levantó muy de noche para poder irse y se deslizó con sigilo por el apartamento, pero antes de que pudiera siquiera  llegar a abrir la puerta de salida una voz lo dejó congelado.

-¿Adónde vas?

 Shun se giro asustado sin saber que decir.

 -Te pregunté ¿Adónde vas?  - repitió Ikki con una voz helada que podía cortar el ambiente.

  -Yo... yo ... - Shun tartamudeó su respuesta, lleno de miedo por haber sido descubierto.

-¿Querías dejarme no es verdad?.... ¿Pensabas que podías escapar de mi? - gritó furioso mientras tomaba al menor de los hombros y lo acorralaba contra la pared. El niño sólo se puso a llorar tratando de soltarse de su atacante pero sin poder conseguir nada.

-¿Por qué? ¿Acaso no soy amable contigo? - la voz de Ikki estaba matizada de furia y rabia.

  -Me lastimas, por favor déjame ir - suplicó Shun.

 El peliazul comenzó a reír cínicamente mientras sus ojos brillaron de forma extraña, tomando un tinte aún más siniestro que antes.

-¿Te lastimo?, no me hagas reír. Si esto aun no termina, vas a recibir tu castigo por haber intentado abandonarme.  Porque... escúchame... tú jamás vas a dejarme... jamás te dejaré.

Ikki cargó al menor a su cuarto, mientras el niño gritaba y trataba por todos los medios posibles de soltarse, pero nada podía hacer. El mayor lo tiró sobre la cama, mientras que con su cuerpo impedía que el menor trate de escapar y lo besó con desesperación, abriendo pese a la resistencia esos suaves labios para invadir con su lengua esa deleitante cavidad.

Sintió los estremecimientos de ese cuerpo al que sin contemplaciones le arrancaba la ropa para hacerla jirones y dejarlos arrojados en el piso del dormitorio.

La rabia era la excusa para hacer eso que estaba haciendo ahora, acallando sus sentidos y cualquier voz de conciencia para perderse en esa bella boca de rosa que estaba devorando pese a que el otro cuerpo no dejaba de pelear por soltarse.

No le importaron las súplicas cuando abandonó esa boca para dejar su sello en ese terso cuello, tan blanco como la nieve o como la luz de la luna. Lo fue marcando con su boca y con su lengua, haciéndolo tan suyo como sabía que lo haría con su cuerpo.

-Para... por favor... para - la voz de Shun fue un sollozo que se ahogó con un nuevo y devorante beso.

Entre esos besos Ikki se deshizo de su propia ropa, arrancándola preso de la desesperación y de la excitación. Cuando se acomodó en el cuerpo del pequeño se excitó al sentir el roce de esa piel tan tersa y tan estremecida.  Sus cuerpos se fundieron entre los contrastes, entre lo blanco y lo bronceado, entre el dominante y el dominado, entre la furia y la desesperación, entre la pasión desbordante y la inocencia enloquecedora.

Ikki se abrió paso entre las piernas del pequeño con una de sus manos y entre besos reprimió todos los gemidos del menor, gemidos de dolor al sentir la invasión de sus dedos para prepararlo para la penetración.

Shun se debatió e intentó soltarse cuando sintió que Ikki retiraba sus dedos para comenzar a introducir algo mucho más doloroso.

-¡¡No!! - Shun rompió a llorar, un llanto desgarrador que envolvió las paredes de esa habitación mientras lo completaban los excitados gemidos de Ikki que después de un instante había comenzado a moverse en el interior del menor.

Ikki terminó en el cuerpo del menor con un hondo gemido y luego se retiró despacio, recuperando poco a poco la conciencia de lo que había hecho, de lo que le había hecho a ese hermoso ángel de ojos esmeraldas.

El peliazul buscó esos ojos y le partió el alma verlos derramar hondas lágrimas, lágrimas de desesperación y desconsuelo. Una de sus manos lo acarició suavemente pero el chiquillo se encogió con suavidad y se abrazó a sí mismo para seguir llorando.

-Shun... yo no pude... contenerme... lo siento. Por todos los cielos... perdóname.

El pequeño no le respondió nada, simplemente siguió llorando hasta que Ikki se levantó y lo dejó a solas en la habitación para encerrarse en el baño. Shun dejó de llorar al cabo de un tiempo y le extrañó que el mayor no saliera del baño. Se levantó de la cama, intentando no pensar en lo que había sucedido y se acercó al baño.

-¿Ikki? Abre... - su voz fue un susurro que apenas se pudo oír.

El peliazul no respondió nada y Shun abrió la puerta ingresando para detener al mayor que estaba a punto de cortarse una de sus muñecas con una maquinilla de afeitar.  Su mano se posó suavemente en la del mayor y negó con un gesto.

-No tengo perdón... - sollozó el peliazul - no puedo... haber caído tan bajo... no merezco que hagas esto.

-Te perdono - las dos palabras de Shun fueron tan sencillas que el peliazul sintió el doble de culpa.

-¿Por qué eres así? Porque si eres así yo tuve que llegar a hacerte eso... si tan sólo... pero yo... perdí la cabeza... la idea de que te fueras... comprendes... te amo... desde la primera vez que te vi... pero mi amor... no te importa...

Shun se atrevió a sonreírle y luego, con mucha suavidad le dio un beso en la mejilla.

-También te amo - murmuró el pequeño.

-¿Entonces por qué te ibas?

-Porque tenía miedo... de que... quisieras lastimarme como tus amigos

-Y te lastimé aún más... Shun... te lastimé aún más.

Ikki lo abrazó con suavidad y Shun le permitió el contacto hasta que poco a poco se fue durmiendo.

Cuando el peliverde despertó lo hizo al sentir una fuerte voz llamándolo.

-Joven... joven... ¿qué hace durmiendo en el parque? - la voz provino de un policía y Shun se incorporó asustado.

-¿Dónde estoy? - preguntó en voz alta para al enfocar su mirada encontrarse frente a su casa. Se fue corriendo hasta allí y entró sin llamar para encontrarse a Hyoga guardando algunas de sus cosas.

-¿Te mudas? - llamó en voz alta y el rubio casi se muere al ver al chiquillo frente a sí.

-¿Shun? ¿Shun? ¡Eres tú! ¡Volviste! Ellos... ¿te dejaron ir? - preguntó el joven ruso ansioso.

-No quiero hablar de eso - susurró el peliverde con sus ojos esmeraldas llenándose de tristeza.

-Lo siento... perdóname.

Shun volvió de a poco a su antigua vida, con el regreso de las rutinas y de todas esas cosas que antes le aburrían pero que ahora le transmitían serenidad. Fue en medio de una limpieza que escuchó sonar el timbre de la casa y se apresuró a abrir.

En el umbral estaba  él, su secuestrador, con los cabellos azules y los ojos del mismo tono posados en él.

-Hola. Soy Ikki Yukawa y me dijeron que podía rentar una habitación por esta zona. ¿Sabría decirme dónde? - la voz demostró la enorme ansiedad de estar haciendo eso.

Shun no supo si reír o llorar de la emoción de verlo, finalmente optó porque sus esmeraldas reflejaran su corazón antes de responder.

-Hola, soy Shun Kido y por esta zona no hay ninguna habitación disponible. Aunque si es con mucho apuro podría alquilarle una aquí por un tiempo.

-No tengo mucho dinero. ¿Esto servirá? - Ikki besó brevemente los labios del pequeño y acarició su mejilla.

-Sí. Esto servirá.


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