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Pajarillo por akisuki

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Notas del capitulo: he aqui mi primer yuri, ya vera que pasara mas adelante, quiza este sa mi debut y despedida, o quiza mas adelante haya una segunda historia yuri.

-No mires-sentí el jalón en mi brazo al mismo tiempo que mi madre me decía aquellas palabras.

 Alcé la vista, noté la mirada de repugnancia, no comprendía por qué la miraba así. Parecía disgustarle mucho la presencia de la mujer, incluso habíamos cruzado la calle para evitar pasar cerca de ella.

 

No entendía el afán por evitarla, yo no podía apartar la mirada de esa mujer, era simplemente hermosa, tenía las facciones finas, y las mejillas rosadas, unos ojos castaños que resaltaban gracias a las pestañas negras, el cabello enrulado hasta la cintura. Parecía una de esas muñecas tan caras que mi madre no me quería comprar, que tenía que conformarme con sólo mirar.

 

Incluso me llamó la atención que sus zapatos, su cinturón y su bolso fueran a juego unos con otros, lo mismo que con su vestido.

 

Nunca la había visto antes, nunca había visto a alguien como ella, así que continué mirándola a pesar de los reproches de mi madre.

 

Seguramente mi madre habló muy fuerte, ya que la mujer nos miró, sonrió, mi madre comenzó a balbucear una serie de palabras que no recuerdo, me quedé contemplando la sonrisa que nos había obsequiado.

 

Yo tenía diez años, vivíamos en un barrio sencillo, esos donde todos los vecinos se conocen, donde las madres salen en la tarde a regar sus jardines  frontales mientras platican con las vecinas de las novedades, y los niños juegan en la calle a la pelota mientras las niñas se ponen en las banquetas a jugar con sus muñecas o a hacer comida con lodo.

 

Ese  era el barrio donde crecí, a tres cuadras de nuestra casa, había un pequeño parque con  juegos, sólo nos dejaban ir en la tarde antes de que comenzara a oscurecer, pero los juegos estaban hechos de metal y a medio día el sol los calentaba, así que no podíamos jugar en ellos, en más de una ocasión le pedía a mi madre que me dejara ir al atardecer. Mi hermano mayor se juntaba con los otros chicos del barrio, así que podía ir con él pero siempre se negó.

 

-Mamá – la llamé esa tarde, mientras hablaba con las vecinas, iba acompañada de mis dos mejores amigas, Sofía que vivía frente a mi casa, y Fabiola que vivía dos casas más abajo, las tres éramos de la misma edad, habíamos ido juntas a preescolar y por las tardes a pesar de estar en diferentes primarias, jugábamos juntas.

 

Nuestras madres dejaron su plática para prestarnos atención.

 

-¿Podemos ir al parque?- preguntó Fabi con su voz chillona, solía hacerla cuando quería que su padre le comprara algo, pero con su madre no  funcionaba tanto.

 

-Sólo un rato- pidió Sofi, antes de que le respondieran las tres miramos a los mayores que por un momento no supieron qué responder.

 

-No, no pueden es peligroso- respondió una al final,  yo no quería darme por vencida, la verdad no era que no quisiera jugar en los columpios sin que éstos me quemaran, sino que quería ver si podía volver a ver a la mujer que había visto dos días atrás en una de las esquinas del parque, no podía dejar de pensar en ella.

 

-¿Por qué?- pregunté obstinada. –Mi hermano siempre va.

 

-Tu hermano es mayor, váyanse a jugar- y con esas simples palabras nos fuimos a nuestra banqueta, no estábamos acostumbradas a desobedecer a nuestras madres, así que nos quedamos justo donde siempre jugábamos.

 

Sin discutir, como siempre.

 

Creo sinceramente que mi infancia terminó cuando entré en la secundaria, fue cuando descubrí que los chicos existían para otra cosa que no fuera cortarle el cabello a nuestras muñecas, descubrí   el alcohol, los cigarros y el sexo, no necesariamente en ese orden.

 

También fue cuando volví a ver a esa mujer.

 

Mi madre ya me consideraba mayor como para salir al parque, siempre y cuando fuera con mi grupo de amigos,  que estaba compuesto de mis amigas y unos chicos mayores del barrio, simplemente mis amigas y yo éramos los nuevos miembros de la banda.

 

Estaba parada en el mismo lugar donde la había mirado dos años atrás, seguía igual de hermosa, y nuevamente volví a compararla con una muñeca, ahora lucía su cabello recogido y eso me permitió  ver mejor sus facciones.

 

-¿Quién es?- pregunté con la mirada fija en ella, Fernando rió mientras abrazaba a Sofi de la cintura, hacía poco que eran novios.

 

-Es la puta del barrio- respondió, acto seguido le silbó, debió de haberlo hecho seguido porque ni siquiera se molestó en voltearse, estuvo a punto de gritarle algo pero Sofi  lo detuvo.

 

Me costó un poco entender a qué se refería con puta, pero lo hice.

 

Era todo lo contrario de las prostitutas que me imaginaba,  solía imaginarlas con poca ropa y mucho maquillaje, mujeres vulgares e incluso sucias y repugnantes, pero ella no era nada de eso, usaba poco  maquillaje,  su ropa era limpia y le sentaba como guante, resaltaba su figura,  un auto se acercó a ella y se subió en él en menos de un minuto.

 

De repente comprendí por qué mi madre la evitaba, por qué no quería que fuera al parque, por qué no quería que la mirara.

 

Seguimos platicando como si nada.

 

Todos los días nos juntábamos en el parque, y yo todos los días la miraba, disimuladamente.

 

-¿Qué tanto le ves a la puta?- me preguntaban si me atrapaban mirándola más de la cuenta, muchas veces pensé en pedirles que dejaran de decirle así, pero no podía, porque eso era, una puta.

 

Comencé a acostumbrarme a mirarla subir y bajar de los autos de desconocidos, algunos incluso podía reconocerlos como clientes frecuentes.

 

Un día hubo un escándalo.

 

-Es la policía- dijo Fabi apurada mientras tomaba mi brazo y me jalaba hacia el parque, mi amiga había aprendido de nuestras madres el amor a los chismes-la van a arrestar.

 

Cuando llegamos, había ya un grupo de vecinos observando como dos oficiales hablaban con ella, y por la expresión en su rostro no le agradaba nada lo que le decían, tardaron casi quince minutos en los cuales fue la comidilla de los vecinos.

 

Al final se la llevaron presa, y escuché a los vecinos, aclamar a la policía creyendo que se desharían de la mujer para siempre, pero no fue así, dos días después regresó a su lugar, tan hermosa como siempre.

 

Y ahí siguió los siguientes años.

 

En la misma esquina.

 

Subiendo  y bajando de autos, siendo arrestada una vez al mes.

 

Parecía seguir igual que siempre, pero no era así, cada año que pasaba algo cambiaba en su mirada, era como si su brillo desapareciera poco a poco.

 

Aún así seguía sonriendo,  a sus clientes, a los chicos del barrio que le gritaban cosas, a los mirones que pasaban, y en ocasiones cuando se percataba de que la miraba, a mí también.

 

Poco a poco, comenzó a notarse como su piel parecía palidecer, aún seguía siendo hermosa, pero su piel comenzaba a delatar su edad y el maquillaje no ayudaba a disimularlo.

 

Ya habían pasado seis años desde que la vi la primera vez, y aún seguía fascinándome, comprendí luego que lo que yo pensaba que era una fascinación infantil se había trasformado en algo más, pensaba que sólo me gustaba mirarla por su belleza, pero no era así, me molestaba la manera en que mis amigos se expresaban sobre ella, me irritaban los hombres que pasaban y le gritaban obscenidades.

 

Me gustaba verla sonreír, ver como su falda se ondulaba, pasaba el día pensando en cómo se arreglaría el cabello,  incluso comencé a devolverle las sonrisas que me dirigía.

 

Pero un día simplemente desapareció, al principio pensé que quizá la habían arrestado o algo por el estilo, en ocasiones solía no ir un día o dos, pero no era el caso, nunca más la volví a ver, la esquina donde se paraba se quedó sola.

 

La extrañé durante mucho tiempo, qué curioso, después de que se fuera me di cuenta de que me atraían las mujeres y que ella había sido mi primer amor, un amor platónico tal vez. ººººººººººººººººº 

 

-¿Cómo se llamaba?- me preguntó  Alejandra, mi novia desde hacía dos meses, por ella había recordado a la puta de mi barrio.

 

Me había preguntado sobre mi primer amor.   

 

Sonreí con un deje de ironía y tristeza.

 

-No lo sé, nunca lo supe, nuca le pregunté- recargué mi  espalda en el respaldo de la silla.- Raro ¿no? Enamorarte de alguien y no saber ni su nombre.

 

Alejandra me sonrió,  y yo no pude más que pensar en aquella hermosa mujer que me había robado la mirada siendo yo aún una niña.

 

Y preguntarme qué habría sido de ella.

 

Notas finales:

gracias por haberle dado la oportunidad, espero haya sido de su agrado.

nos leemos pronto un beso y un abrazo bye bye


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