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Mis Labios Por Tus Piernas por Songfic_Maniak

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Notas del fanfic:

Razón: ¿nostalgia? ¿Inspiración espontánea? ¿Un grito desde lo más hondo de mi alma songfickera? No lo sé. Ocurrió así: compré el nuevo álbum de La Quinta Estación y empecé a escucharlo. Conforme escuchaba esta canción me fui imaginando toda la historia que leerán a continuación. Así era como escribía mis songfics: escuchaba una canción y de repente llegaba a mí la historia. Hace tiempo que no me ocurría, así que lo consideré una señal. La canción y la trama se entrelazaban tan bien que supe que valía la pena volver después de tanto tiempo para crear este songfic. Sí, lo confieso, fue por este Songfic que volví al foro solo que antes de poder terminarlo y publicarlo… ¡me tomaron por sorpresa muchos eventos y cosas pendientes que dejé! Jajaja.

Ahora finalmente lo he terminado y se los muestro a todas mis amigas, lectores y conocidas amantes de Mi BichoxCopo®

Me gustó mucho escribir un songfic después de tanto tiempo, siento casi la misma emoción que sentí con el primero.

Ha pasado más de un año desde que me retiré de los songfics y del fanfiction, así que me da un gusto enorme volver a escribir bajo mi querido seudónimo Songfic Maniak. Ha sido un reencuentro muy tierno.

Como siempre, hago un comentario sobre la canción usada, si me lo permiten: no es una canción conocida porque acaba de salir en el disco “Sin Frenos”, pero yo tengo esperanza de que La Quinta Estación la elegirá como próximo sencillo ya que tiene mucha fuerza en la letra. Espero que quienes lean tengan la oportunidad de escucharla, vale la pena. Siendo un grupo pop quien compuso esta canción y aunque la melodía que la acompaña no es muy buena, creo que fue un riesgo muy grande el que tomaron al usar una letra que trata un tema tan fuerte (quien le escuche con atención comprenderá a lo que me refiero). En parte por eso me arriesgué también a crear un songfic de esta canción. La vida está hecha de riesgos, supongo. Al escucharla aparecieron Milo y Camus en mi cabeza. Les puse toda mi atención y ellos me contaron esta historia.

No crean que es la gran cosa, de hecho es una más de las mil y un versiones de lo que bien pudo haber sucedido antes de la batalla de las doce casas, pero al fin y al cabo cada una de las versiones son diferente y aportan algo nuevo. Personalmente esta a mí me pareció bastante “llegadora”. Ahora ya dejo de pretender hacer todo un Fanfic de mi ficha de publicación y me dispondré a compartir esta historia con tod@s ustedes.

“MIS LABIOS POR TUS PIERNAS”

Interpretada por La Quinta Estación

Escrito por Songfic Maniak



Estar mirando a menos de dos centímetros de ti a la persona que hace que tu corazón palpite acelerado, que la respiración se te corte y que la sangre parezca correr un maratón entre venas y arterias parecería un suicidio pasional para cualquiera. Cualquiera podría morir de un infarto en ese mismo instante. Al menos sería una forma muy dulce de morir. Por esta razón, a Milo no le hubiera importado perder la vida en ese mismo instante, pero luego de reflexionarlo un par de segundos se dio cuenta que si eso ocurría no tendría la oportunidad de volver a ver a Camus como lo estaba apreciando en ese momento, así que decidió mantenerse íntegro frente a él.



–Yo sé porqué estás aquí esta noche –susurró Camus camuflando su voz con la suave brisa de la noche.



En otras circunstancias Milo hubiera sonreído. Ciertamente se hubiera reído de sí mismo. ¿Cuántas veces Aioria no se lo había dicho? ¿Cuántas veces no le había reprochado que frente al caballero de Acuario se comportara como un imbécil retrasado?



¿Y qué? ¡Que lo culparan por tener sentimientos! ¡Que lo condenaran por amar mil y un veces más a un compañero de batallas que a su propia Diosa! ¡Que lo juzgaran por no poder controlarse! ¿Qué importaba? En esos momentos todo eso se reducía a un grano de arena en comparación con la montaña que estaba delante de él. Más alto que el Everest. Más alto y, por supuesto, mucho más frío. Lidiar con el “qué dirán” de los demás no era nada comparado con lidiar con aquella mirada que Camus poseía y que lo taladraba en ese momento. Le hipnotizaba y originaba en él unas ganas absurdas e incontrolables de lanzarse a sus pies para besarlos con adoración.



–Yo sé porqué viniste esta noche con una excusa trazada que, por los nervios, olvidaste en el camino. Yo sé la razón, Milo. Es la misma razón por la que no apartas tu vista de mí en el Coliseo y la misma por la que no logras decirme ni dos palabras y ya empiezas a tartamudear.



–Y-yo… n-no tartamudeo –trató de defenderse Milo, sin éxito, claro está.



–Yo lo entiendo Milo, pero necesito que tú me lo digas. Necesito escucharte para que no me quede duda de lo que está ocurriendo entre tú y yo.



¿Era un sueño? Podía serlo. Solo en sueños Camus se le acercaba así: tomando sus hombros para no dejarlo escapar y acercando su rostro tan peligrosamente que sus cálidas exhalaciones eran absorbidas por los trémulos labios de Milo. Tan cerca que sus sentimientos quedaban pudorosamente expuestos en el destello de sus pupilas y su alma quería gritar, llorar, perder el sentido y la razón al contemplar esos zafiros inquisidores. Tan bellos y profundos; tan salvajes y refinados. Los ojos de Camus. Los ojos de Milo. ¿Dónde acababa la mirada de uno y comenzaba la del otro? Un puente invisible se había instalado entre ellos.



Cortas la distancia

Que hay entre tus ojos y mi alma





–Habla –le pidió educadamente.



Milo estaba dispuesto a complacerlo en todo, pero le costó trabajo salir de la petrificación y retomar el habla. ¿Qué esperaba de él? ¿Una confesión? No le sería tan fácil. El escorpión era lo suficientemente orgulloso como para tomar valor y aguantar un poco más.



–No sé de qué hablas. Yo solo he venido a avisarte que mañana no habrá entrenamiento. Se acerca una tormenta terrible y es preferible quedarse en el Santuario. Creí que sería bueno hacértelo saber, para que no bajaras en balde al coliseo.



–Pero Milo, eso yo ya lo sabía.



– ¿Ah, sí? –inquirió Milo fingiendo no saberlo.



Camus arqueó una de sus cejas y sonrió mordazmente sin dejar de mirarlo con esa chispa de astucia.



–No te hagas el tonto. Tú estabas ahí cuando lo discutimos. Fui yo quien propuso suspender el entrenamiento en la reunión que tuvimos hoy a medio día.



¡No de nuevo! Había caído otra vez. Se había boicoteado a sí mismo. De entre todos los pretextos que se pudo haber inventado había sacado el que lo haría parecer el más idiota de los idiotas frente a Camus de Acuario. Quería morirse de pena. Quiso destrozar la columna más cercana para descargar su ira, deseó echarse a sus brazos para ser consolado por su estúpida forma de comportarse ante él. No hizo nada de eso. Se quedó inmóvil sin saber que contestar.



– ¿Por qué no solo lo admites y ya?



–No sé de qué hablas –. Mintió Milo retrocediendo un paso y cruzándose de brazos para sentirse un poco más seguro.



–Oh, Milo, yo creo que sí. Quiero que me contestes algunas preguntas: ¿por qué todavía agachas la cabeza cada vez que nos cruzamos pese a que ya hace más de diez años que nos conocemos?



“Porque no puedo sostenerte la mirada. Te darías cuenta de lo que siento por ti”



–Es una muestra de respeto. Eres mi compañero –le contestó.



– ¿Por qué haces reír a todos los demás y cuando aparezco te vuelves una tumba?



“Porque tengo miedo de que pienses que soy un idiota hablando estupideces. No soportaría decepcionarte de esa manera.”



–Eres aburrido, Camus. Ni siquiera yo sería capaz de provocarte una sonrisa. ¿Para qué perder mi tiempo haciéndole plática a alguien que parece no tener ni una pizca de ligereza en él?



Esa respuesta había sido un golpe deliberadamente bajo, sin embargo Camus no pareció inmutarse y las comisuras de sus labios se alzaron irónicas.



–Sé sonreír, Milo –le dijo apoyando su espalda contra la columna tras de él al tiempo que se guardaba sus manos en las bolsas de su pantalón de algodón blanco –. ¿Por qué cuando nos enfrentamos siempre te desconcentras y terminas mordiendo la arena del Coliseo?



“Estás jugando sucio, Camus. Sabes que es porque mis nervios me traicionan y no puedo controlarme cuando estoy frente a ti”



–Eres débil, caballero de Acuario. Te dejo ganar para que los demás te tengan algo de respeto.



–No estás siendo sincero – le recriminó Camus al sentirse herido por esa respuesta.



–Esa es la verdad. O mejor dime tú las respuestas que deseas escuchar y trataré de complacerte.



–No quería llegar a esto, pero me has obligado. Creo que será lo mejor. Dime: ¿Por qué cada vez que nuestros cuerpos se rozan por accidente puedo sentir como tu piel se estremece?



“Porque despiertas en mí el querer acariciarte”.



–No sé de qué hablas –contestó Milo tragando saliva.



– ¿Por qué nunca dejas de verme cuando estamos desnudos en las regaderas tras el entrenamiento?



“Porque despiertas en mí el deseo de poseerte”



– ¡Basta, Camus! Eres tú él que se imagina esas cosas. Eres un degenerado y no pienso caer en tu juego.



– ¿Por qué no has podido apartar tu mirada de mis labios en este momento?



-¿Eso crees? ¿A qué quieres llegar? No sé qué quieres de mí, Camus, pero ninguna de tus preguntas tiene sentido.



-¿Por qué tantas excusas, Milo? Quiero que seas sincero. Te lo estoy permitiendo y no te estoy juzgando por ello. Solo dímelo.





Muchas las excusas

Para no aceptar que me haces falta





Si fuera tan fácil que un hombre hablara sobre los sentimientos más sublimes dentro de él a la persona misma que los provoca, desde el inicio de la historia, la humanidad se hubiera ahorrado millones de historias de desamor y tragedia. Los seres humanos nos hubiéramos salvado del “pudo ser”. Milo decidió quedarse callado, en parte por medio a tartamudear, en parte por no saber cómo expresar sus sentimientos. Se acercó a Camus y lo miró entrañable.



“Te quiero”



¿Qué había sido eso? ¿Milo lo había dicho o Camus había traducido esas palabras por el brillo de su mirada?



“Yo también te quiero, yo también. Milo, te quiero” lo pensó así, mas no dijo nada. …l no lo diría. Milo era quien tenía que hablar.



– ¿Vas a hablar?



–No.



¿Para qué hablar? ¿Para qué tratar de explicar lo que bien sabía que no tenía explicación? Camus siempre era así de frío y calculador, pero él no. Milo, ¡pobre Milo! Puro sentimiento, puro impulso… frente a Camus estaba perdido.



El Escorpión bajó la vista, tomó la mano de Camus entre la suya. Se acercó más, volvió a enfrentar su mirada, le acarició el dorso de la mano, sintió una dulce sensación. La inseguridad se desvaneció, la timidez se ausentó, se sintió más enamorado que antes y Camus se dejó arrastrar por él. Entonces supo que era el momento adecuado para cerrar los ojos, terminar con la distancia, dar el salto de fe para caer a salvo en su boca. Fue una acción riesgosa, pero al menos había hecho lo que Camus le había pedido ¿no? Había sido sincero. Muy a su manera, pero había dado la muestra más fehaciente de sinceridad después de todo.



Y es que hay veces que no llego

Y otras que me paso de frenada



–Tus labios… tus labios… tus… labios…



Se removió entre las sábanas. Se removió tanto que perdió el extremo de la cama y estuvo a punto de caer, más un par de fuertes brazos lo abrazaron impidiéndolo. Despertó sobre saltado, miró a quien lo tenía sujeto y se encontró con Aioria y su mirada llena de preocupación.



–Descansa, Milo, ya pasó lo peor –le pidió ayudándolo a acomodarse en la cama.



Había soñado con Camus, pero no había sido ninguna fantasía. Aquello había ocurrido. Hace mucho, o tal vez no tanto. Milo nunca había sido bueno para las fechas, pero todo lo ocurrido aquella noche lo recordaba con imprescindible detalle. A pesar de que Camus lo hubiera mandado a dormir a su Templo sin compartirle compartir el merecido descanso a su lado.



Mientras sus ojos se adecuaban a la luz de la habitación iba recordando. Al día siguiente no se sintió nada bien, fue la tormenta que se había adelantado esa noche, lo había pescado justo cuando iba bajando hasta su Templo. Si Camus esa noche le hubiera permitido quedarse no hubiera tenido que pasar por toda esa semana de agonía y delirio, siendo sostenido por tres de sus compañeros. Camus no fue uno de ellos.



Nunca he sido tan de vuelo

Y aterrizo fuera de tu cama





A su lado estaba Aioria cuidando su fiebre y en otro extremo de la habitación también aguardaban Mu y Shura como dos ángeles custodiándolo de algún otro mal que se le ocurriera filtrarse hacia aquella habitación.



– ¿Qué están haciendo aquí? –preguntó incorporándose y sintiendo ese mareo que todos sentimientos la primera vez que queremos levantarnos tras varios días tirados en cama.



–Te estamos cuidando, Milo –contestó Aioria aliviado de verlo despertar.



Los tres lo habían escuchado llamar constantemente a Camus. Así hablaba Milo entre sueños: “Camus, te quiero. Te quiero, Camus, yo te quiero”.



¿Pero cómo podían sus amigos pedirle a Camus que fuera para brindarle consuelo? Hubiera sido una locura, según ellos, Milo y Camus tenían una relación distante. No se lo mencionaron de ninguna manera al caballero de Acuario, así como tampoco le mencionaron a Milo que en esos días había murmurado el nombre del onceavo templo más veces de las que se le puede permitir a un hombre mencionar el nombre de otro hombre, agregando también la forma en la que lo llamaba, con un tono tan dulce e impasible y, por supuesto, vehemente.



Como buenos amigos Aioria, Mu y Shura decidieron no comentárselo y ellos mismos se aseguraron de olvidarlo lo más pronto posible para no incomodar a Milo. Después de todo cuando tenemos fiebre y estamos extenuados podemos decir muchas cosas que luego no recordamos. Ellos no sabían nada de la historia existente entre su amigo y Camus.



Esa tarde, Milo aún convaleciente decidió subir al onceavo Templo. Quizá Camus estaba preocupado por él. Entró sin permiso al centro del Templo y su guardián se presentó frente a él con su familiar mutismo.



–Camus, hola. Disculpa que no haya podido venir antes. Yo… me enfermé. Según lo que me dijo Aioria casi fue una semana, fue después de la tormenta, tuve fiebre. Después de esa noche… después de lo que ocurrió…



Milo calló por un momento cuando se dio cuenta que hablarle a Camus era como hablarle a la pared. Camus lo miraba, mas parecía no hacerlo. Era como si no entendiera porqué Milo se había presentado en su templo y le daba explicaciones sobre su ausencia esos días. Tan buena era la representación de Camus que el mismo Milo llegó a preguntarse su presencia en ese Templo y el porqué se tomaba la molestia de darle explicaciones.



–Camus, disculpa – finalizó creyendo que eso era lo que él esperaba.



– ¿Por?



–Creí que desearías verme después de esa noche – dijo Milo acercándose hasta tomar la mano de Camus como lo había hecho en aquella ocasión, pero este cerró su mano en un puño para impedírselo.



Milo no hizo caso.



–Me hubiera gustado verte al día siguiente. Después de lo que ocurrió entre nosotros… Camus… no he podido dejar de pensar en ti…



Milo se acercó en busca de aquellos labios que tanto había echado de menos y una mísera pena se hizo presente cuando Camus ladeó el rostro para impedir ser besado.



–Nada ocurrió entre nosotros, Milo. No quiero que malentiendas las cosas. Tú hiciste lo que te plació y yo dejé que lo hicieras, pero no creas que volverá a pasar. Somos compañeros de batalla, nada más.



Le dio la espalda, volvió a su habitación. Dejó a Milo en un hilo, equilibrándose para no caer hacia el vacío de la confusión y la malquerencia. Camus no volvió a dirigirle la palabra ni él tampoco tuvo el valor suficiente para preguntarle si lo había ofendido de alguna forma.



¡Y te marchas y me dejas!

¡Otro beso que se estrella!





¿Qué si quiso llorar? Si ustedes hubieran sido Milo ¿no hubieran deseado hacerlo y al mismo tiempo guardarse las lágrimas para no hacer notar que ustedes resultaban ser los perdedores? ¿No hubieran crispado los puños, apretado los labios, temblado de rabia y entrecerrado los ojos para impedir las lágrimas? Entonces, comprenderán la razón por la que Milo hizo todo esto antes de salir del Templo de Acuario jurando arrancarse del corazón a su guardián que le había demostrado lo que mucho se rumoraba en el Santuario: que en lugar de corazón tenía un pedazo de hielo dentro del pecho.



Los siguientes días le dio muchas vueltas al asunto para tratar de entender. No pudo hacerlo y es que aquella noche, tras el beso que se había atrevido a darle a Camus este había insistido en ir más allá. Le había visto una tenue sonrisa. Miró a hacia todos lados para comprobar que nadie hubiera atestiguado aquel beso. Le acarició el rostro, el segundo beso lo había dado él, uno íntimamente tierno, suave y lento por encima de las escaleras de Acuario, justo a la entrada del Templo.





Contra mi canción que me recuerda:

Un beso en tu escalera





Y luego el mismo Camus lo había arrastrado hacia dentro, volvió a sus labios con más avidez que antes. Hizo que los dos se perdieran en los besos cargados de deseo. …l fue quien subió el tono de las caricias que compartieron, fue él quien le pidió en un conmovedor susurro a Milo que lo besara más, que lo acariciara más, que explorara más su cuerpo, que su lengua jugara más, que sus manos bajaran más, que su temperatura subiera más, que le diera más de sí. Camus pidió más y más y más y… y Milo atestiguó la pérdida de su autodominio a medida que las peticiones de Camus se volvían más estremecedoras en su oído.



Ambos cuerpos comenzaron a sudar y la ropa se hizo innecesaria. A Camus le enloqueció el aroma que exudó el cuerpo de Milo y este perdió el juicio al recorrer la piel húmeda de Camus. Sus manos se posicionaron hacia ambos lados de su cuerpo y supo que ninguno de los dos iba a detenerse. Aquello iba a consumarse esa noche.





Mi mano en tus caderas

Tu sangre por mis venas…





La tormenta se tornó su cómplice ya que si no hubiera sido por los terribles truenos de esa noche los demás caballeros hubieran alcanzado a escuchar el eco de los gritos que salieron del Templo de Acuario. Milo le hizo gemir cuando adentró su mano al pantalón y lo hizo gritar cuando se arrodilló ante él para venerarlo y para darle un placer inimaginable que Camus jamás había experimentado en su vida.





¡Mis labios por tus piernas!





Notas finales: ¡Wi! ¿A quién le gustó? No me decepcionen saben bien que yo no cobro por postear en mis temas =)

¡Las quiero nenas yaoistas!

XOXOXOOX

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