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El Maniquí por AthenaExclamation67

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EL MANIQUÍ
By AthenaExclamation67


Caminaba tranquilamente por la calle, mirando escaparates, viendo la cantidad de gente que entraba y salía de las tiendas algunas muy exclusivas, otras más normalitas cuando llegó a una que le llamo la atención.

Se trataba de un enorme escaparate perfectamente iluminado igual de perfecta la decoración y más que perfecta su ubicación.

Estaba situada en pleno centro de la ciudad de Londres. Muy cerca de otras tiendas también lujosas pero que no le quitaban la clientela.

Quedó maravillado con él. Embobado mirando ese escaparate que le llamo la atención de un modo muy especial.
En él, había un maniquí precioso que parecía de carne y hueso. Rubio, de piel pálida y unos ojos azules preciosos que adornado con la ropa de esa lujosa tienda le hacían lucir más hermoso aún.

El rato que pasó frente a ese escaparate mirando el maniquí le pareció un instante, pero cuando la persiana empezó a descender tuvo que marcharse porque era completamente opaca y no podía quedarse esos minutos más que le hubiesen gustado para poder seguir admirando ese maniquí sin vida por el que se sintió atrapado.

Resignado, se marchó a su hogar, sin poder olvidar el precioso muchacho rubio de mejillas sonrojadas y piel pálida que vio en aquel escaparate, pensando que era el maniquí más perfecto que jamás había visto ya que no le faltaba detalle, le parecía tan real que hasta le pareció que parpadeaba y respiraba como un muchacho normal.

Llegó a su casa y tras ponerse a cenar, vio un rato la televisión antes de irse a dormir. Noche en la que soñó sorprendiéndose a sí mismo por que lo recordaba perfectamente cuando despertó y quedo angustiado por el impacto que ese maniquí estaba teniendo en su cuerpo y en su mente.

- ¡¿Cómo puede ser?! – se decía a sí mismo – recuerdo perfectamente que hablaba con el maniquí – te llevó las manos a la cabeza – parece mentira que sueñe con un pedazo de cartón inanimado – susurró aunque sin dejar de tenerle en su cabeza ni un solo instante.

Se fue a trabajar como cada día después de desayunar y arreglarse. Caminando por las amplias calles de ese viejo Londres hasta que llegó a su oficina.
Recibió las órdenes de su jefe y tras coger la cámara fotográfica, salió a hacer el reportaje que le había encargado.

Aioria era un reportero grafico que se encargaba de los fondos fotográficos con los que se organizaban las portadas de la revista. …l se encargaba de retratar paisajes, escenarios o cualquier lugar que le pareciera interesante para que la portada de aquella revista exclusiva quedara impactante. Tanto que la gente no pudiera resistir la tentación y se sintiera incapaz de no comprarla.

Tomo su cámara último modelo de gran calidad que pagaba la empresa, sus bártulos donde llevaba las baterías y los objetivos, también los pies para que la fotografía no saliera movida y salió a caminar.

Primero se dirigió a un parque que no quedaba muy lejos de la editorial y retrató todo lo que le pareció que podría ser útil. Los paisajes con esos árboles con sus vestidos otoñales de colores marrones y rojizos que daban tonos espectaculares.
Después, camino un poco más, adentrándose en ese gran parque que no era otro que el que quedaba frente al palacio de la reina.

Tomo fotografías a casi todos los arboles, a las ardillitas y edificaciones. El castillo que parecía coronarse de oro sobre el que se reflejaba el sol. La guardia real y su desfile cuando cambiaban de guardia hasta que decidió irse más al centro de la ciudad.

Subió a uno de esos autobuses de dos pisos y tras cambiar el modo de retratar de la cámara para que las fotografías no quedaran desenfocadas, retrató todo lo que pudo a través de la ventana.

Finalmente cuando ya se hacía de noche y solo eran cerca de las 5 de la tarde, bajo en Picadilly Circus después de haber bajado primero en otros lugares y después también de comer algo para combatir el cansancio y camino por esas calles llenas de gente, retratando las hermosas luces que adornaban la ciudad, retratando los escaparates hasta que se dio cuenta de que sus pasos le llevaron a la tienda que había frecuentado la noche anterior.

Nuevamente, quedo embobado con el escaparate y con ese maniquí rubio que llevaba una ropa diferente aunque igual de hermosa y decidió entrar, camino hasta uno de los guardias que vigilaban el local y preguntó.

- Buenas tardes… trabajo para la revista Nice View y me gustaría sacar algunas fotografías – decía con una gran sonrisa - ¿podría? – espero a que el guardia le respondiera.

El hombre uniformado, camino hasta la recepción tras indicarle que esperara unos instantes. Cuando regreso le hablo de un modo amable, comunicándole lo que le habían dicho sus superiores.

- No hay problema señor – decía – solo debe hacer publicidad del local y estará todo correcto – sonrió y le cedió el paso para que pudiera ir donde quisiera.

Aioria asintió y camino por aquella amplia moqueta roja que le conducía a un hermoso punto de reunión en el que se bifurcaban varias mangas de pasillos y pensó por dónde empezar a andar.

Retrataba los techos, las hermosas bóvedas que había en ellos, las pinturas y cuadros de las paredes, las lujosas lámparas que parecían arañas que reflejaban una luz blanca que realzaba la majestuosidad del lugar hasta que llego a un gran ventanal y encontró algo que ya conocía y que no había logrado olvidar.

Se trataba del escaparate donde se encontraba el maniquí que le había impactado tanto y que pertenecía a una gran firma de ropa masculina cosa que le impacto más aun. Que se fijara tanto en otro muchacho aunque fuera de cartón no era normal.

No es que tuviera prejuicios, pero en su cabeza, se empezaron a formar preguntas que debería contestar el mismo. Preguntas tales como si le importaría en el caso de que ese maniquí fuera una persona viva el besarle, el abrazarle, el acariciarle como habría hecho con una chica.

Mientras volvía a admirar al maniquí, agitaba su cabeza queriendo olvidar esa tontería, queriendo borrar esos pensamientos por que le parecía absurdo que le gustara una figura de cartón sin vida que no podría corresponderle en el caso que deseara pedirle una cita.

Agitó su cabeza una vez más y saco una fotografía al maniquí y todo lo que le rodeaba, para tener un recuerdo del maniquí, sintiéndose sonrojado por lo absurda que le parecía la situación, aunque no podía negar que cada vez que desviaba la mirada al cuerpo de cartón con los cabellos dorados su corazón latía acelerado.

Tuvo que marcharse puesto que le llamaron la atención y cuando estuvo fuera en la calle viendo como las persianas opacas le privaban de una vista muy deseada, se resigno y llamo a su editor jefe, avisándole del material que había conseguido.

- Señor Kobalt – dijo una vez le atendieron a la llamada – conseguí recaudar muy buenas fotografías. Mañana si desea, podemos escoger las definitivas.
- Por supuesto muchacho – le hablo una voz profunda, más grave que la suya al otro lado – aunque sabes que tengo plena confianza en lo que hagas – acabo y le colgó.

Aioria, muy entrada la tarde, regresó a su casa y tras conectar su cámara al ordenador, descargo las fotografías para ver si precisaban de algún retoque en la iluminación.

Miró con atención cada una de ellas, retocando los contrastes de iluminación, rectificando algunos des encuadres hasta que quedo mirando una fijamente. Suspiró y cansado, se llevo su portátil a su dormitorio mientras no podía dejar de mirar esa fotografía, mientras que sentía una extraña sensación apoderarse de su cuerpo. Sensación agradable, pero extraña puesto que le excitaba ver la fotografía de ese maniquí que parecía posar para él en cada fotografía que le hizo.

Se estiró en la cama, dejando su portátil sobre sus piernas y tras acomodarse, quedo mirando fijo los ojos azules del maniquí.

- Parecen tan vivos… pero no tienen vida… - se decía mientras agotado de tanto andar se dormía mirando esos ojos azules cristalinos que le hipnotizaban de un modo especial.

Cuando Aioria despertó en la misma posición en la que se había quedado, suspiró profundamente, sintiendo los nervios que tiene un enamorado. Sentía correr hormiguitas por su panza, se le dibujaba una sonrisa boba en la cara, y no dejaba de pensar por más absurdo que fuera en el maniquí rubio del escaparate de aquel lugar.

Como cada día. Se arregló, desayunó y se marcho directo a su trabajo donde con el editor en jefe, verían los escenarios más adecuados para hacer su segunda tarea que consistiría en montar algunas de las fotografías para los montajes de los artículos y la portada.

Tras elegir algunos de los paisajes para los artículos, el editor quedo fascinado por los grandes pasillos que estaban engalanados de aquel lujoso centro comercial y lo eligió para la portada del siguiente numero de la revista.
El editor, le indico a Aioria que debía regresar, que debía capturar más rincones de aquél hermoso lugar. Que debía retratar cada pequeña cosa que le erizara la piel. Esta vez llevando un comunicado de la revista al lujoso lugar para anunciarles que les darían una considerable suma de dinero para que les hicieran más fácil la estancia. El editor era del parecer que… “El que tiene dinero puede que no sea feliz. Pero le facilita las cosas y abre muchísimas puertas”.

Aioria sonrió. Pensando precisamente en esa frase que siempre repetía, pensando en que era muy cierta. Pero creyendo que era mejor conseguir los logros con meritos que comprándolas con dinero.

Camino algo nervioso, esperando poder volver a ver el maniquí que le parecía tan hermoso. Esperando también que el día que debía pasar allí no se le hiciera muy pesado puesto que sacar fotografías a un lugar por el que recientemente había pasado le aburría por decirlo de cierto modo ya que no surgía la chispa y no conseguía ninguna fotografía bonita a pesar de que sus compañeros le decían todo lo contrario.


Llegó finalmente a aquella preciosa puerta de engastes dorados. De preciosos troqueles barnizados que le daban un toque especial a cada acceso, a cada ventanal por el que se podían apreciar las vestiduras, muebles y otros complementos que allí se podían comprar.

Nuevamente, caminó hasta el guarda de la recepción. Pero esta vez, directamente se le condujo a los despachos para que pusieran todo en orden cosa que le ayudo a encontrar nuevas vistas que el día anterior no había podido apreciar.

Subió acompañado del guarda a los ascensores de cristal que le proporcionaban una vista fantástica. Vista que no pensaba olvidar y que en cuanto volviera a pasar por allí deseaba retratar.
Caminó después por unos nuevos pasillos. Estos sin moquetas, sin visillos colgando de las paredes o ventanas, sin grandes cuadros espectaculares. Solamente pintadas de un color sobrio, pero elegante que daba la seriedad que merecía a la zona de las oficinas.

Cuando llegó al lugar indicado. El guarda se retiró tras indicarle que esperara unos segundos a que llegara la persona que le daría o no la autorización para la propuesta que tenía el editor jefe de su revista.

- Buenos días… - susurró un señor de unos 60 años – ¿es usted el fotógrafo que pide permiso para retratar el lugar? – preguntó.
- Así es señor… - se levanto y extendió su mano formalmente para saludar – mi editor jefe quedo fascinado igual que yo con las fotografías que realicé ayer, y quiere que este centro comercial sea el protagonista estrella de la próxima tirada mensual – sonrió.
- Acompáñame… - pidió el amable señor – verás – le tuteo sabiendo que podía hacerlo porque la edad le daba ese derecho – este es un antiguo centro comercial que cuenta con mucha historia. Que ha vivido divertidas y no tan divertidas experiencias a lo largo del siglo que tiene de vida – sonrió llamando la atención de Aioria, pensando en el tema.
- Verá señor… - quedó en silencio sin saber el nombre del amable caballero que le hacía de guía.
- Arthur Wells – se detuvo – que despistado que soy… tampoco se tu nombre.
- Aioria Marshall – se sonrojó – disculpe mis modales Sr. Wells – frunció el ceño un segundo – Wells… como el nombre de la puerta… - dijo sin querer preguntar aunque sonó a pregunta.
- Exactamente… soy el dueño del lugar, lo heredé de mi abuelo – sonrió.
- Es un honor. Conozco la historia de su vida, pero jamás pensé que tendría la oportunidad de conocerle – hizo una pequeña reverencia de respeto con la cabeza. Aquel hombre era una leyenda viva que casi todo el mundo conocía.

El señor Wells, lucho en la guerra, pasó por una larga enfermedad pero jamás dejo de lado el que era su sueño. Ese fantástico centro comercial que a pesar de su aspecto lujoso, los precios eran adecuados para todo tipo de bolsillos.

Aioria le siguió y fueron hasta su despacho, donde el mismo Sr. Wells le explico que no era necesario el pago de nada y que agradecía enormemente las fotografías publicadas por que también serian beneficiosas para él y su centro comercial.

En el rato que hablaron, Aioria no podía dejar de escuchar atentamente todo lo que le decía, quedando atónito por alguna de las anécdotas que le explico mientras almorzaban. Almuerzo que no pudo rechazar por la insistencia de aquel buen hombre al que no fue capaz de decirle que no.

Tras la suculenta comida y las batallitas. El mismo Sr. Wells se encargó de acompañar a Aioria y de mostrarle los más recónditos lugares de aquel centro comercial.
Cada paso que daba, sus ojos se abrían más y más con el resplandor de cada escaparate. Con el perfume distinto que había en cada ambiente y que regalaba un suave aroma a los clientes que asistían al lugar.

De pronto, sus pasos les llevaron a aquella tienda en concreto, a la del escaparate que Aioria tanto solía mirar. La tienda de ropa masculina más exitosa que había en ese centro comercial. La del precioso maniquí rubio que le empezaba a quitar el sueño a Aioria por que cuando se daba cuenta, estaba pensando en él, por que cuando se daba cuenta su corazón se agitaba y sus mejillas se ruborizaban pensando cosas que jamás creyó pensar.

Su corazón esta vez se paró en seco cuando lo vio. La ropa que llevaba, el traje azul marino ejecutivo con camisa blanca y corbata, le pareció que resaltaban más aun su belleza y no pudo evitar volver a fotografiarle, a capturar esa vida sin vida que transmitía el maniquí, a reflejar en una fotografía toda esa belleza y hermosura que aquel joven de cartón piedra transmitía con esa mirada tan penetrante.

Preguntó. Ese día le pareció más hermoso que ninguno y tuvo la sensación de que debía pedir permiso para hacerle más fotografías.
- ¿Podría retratarle? – dijo Aioria – ayer ya lo hice, pero es que no se por qué hoy, siento la necesidad de que usted me autorice… - añadió algo sonrojado.
- Claro…Como te dije antes, puedes hacer las fotos a todo lo que quieras, eso le incluye a él – sonrió provocando más sonrojo a Aioria que ni se lo pensó y le hizo un monográfico exahustivo al manuquí desde todos los angulos y con todas las iluminaciones posibles.

Cuando se dieron cuenta, el Sr. Wells y Aioria habían estado hablando y paseando por aquel inmenso lugar toda la tarde hasta que uno de los guardas les avisó que era la hora de cerrar.

Se despidieron, esperando volverse a ver pronto y poder continuar explicándose aventuras el uno del otro.

Después de estrechar sus manos, Aioria corrió raudo frente al escaparate que tenía como protagonista el precioso maniquí y lo observo hasta que la persiana opaca le privó de la vista. Entonces se marcho y repitió la misma rutina del día anterior. Cansado conecto la cámara a su ordenador y se estiró en la cama mientras retocaba cada cosa que le pareció necesaria, sintiendo que cuando llegó a las fotografías del maniquí que se sentía incapaz de dejar de mirar le invadía una sensación muy extraña.

- Mmmnnn… - se sintió morir – no puede ser… - apretó sus piernas – esto no está pasando… ¡Aioria estás enfermo! – apretó más sus piernas, metiendo las manos entre ellas, presionando sobre su sexo – Aghh… - se hizo un ovillo incapaz de creer lo que le ocurría – ¡como me puede excitar ver un pedazo de cartón! – renegó mientras lentamente se dormía.

Por la mañana, el salto que dio en la cama, provocó que tirara su portátil de la cama y se apresuró a conectarlo y ver si con el saltito involuntario lo había dañado. Llevándose una sorpresa cuando sin saber cómo, en el fondo de pantalla había puesto la foto del maniquí vestido con el precioso traje azul que llevaba.

- Enfermo… definitivamente enfermo… - renegaba sabiendo que solo él pudo ponerla ahí – tengo que buscar una solución a esto…

Se baño y se visto, conteniendo la excitación. La misma que sintió la noche anterior abriendo completamente el paso del agua fría y sin desayunar, algo apenado por la situación se marcho a su trabajo donde le mostro todo el reportaje a su editor jefe que le sorprendió cuando menciono una decisión importante que acaba de tomar revisando las fotografías.

- ¡Tenemos que comprarlo! – exclamó – ese maniquí parece tener vida. Hasta se puede decir que sus ojos tienen vida… quedará estupendo en nuestras fotografías.
- ¿Cómo dice? – preguntó no queriendo entender lo que decía.
- Que tenemos que comprar ese maniquí rubio – volvió a decir – si le sacaste tantas fotografías es porque tú piensas lo mismo – adió provocando que Aioria se maldijera interiormente por no haberlas guardado en algún lugar fuera del reportaje para solo poder disfrutarlas él.
- ¡Te vas ahora mismo y hablas con quien sea necesario para que te lo vendan! – exigió y casi le echo de su despacho para que corriera al centro comercial.

Aioria obedeció a regañadientes, no sabía cómo presentarse en el centro comercial y decirle a quien fuera que le vendieran el maniquí. Aunque la idea mientras caminaba se le hizo atractiva y sin que pudiera evitarlo, su cabeza se puso a cavilar el lugar en el que el maniquí se podía quedar mientras no lo fueran a usar.

- ¡NO! – se gritó a sí mismo – ¡Cómo demonios pienso esas cosas! – renegó sentándose al lado de un viejecito en un banco cercando al parque que tenía un precioso lago que miró por largo rato – tampoco es tan macabro… ¿Qué tendría de malo que lo guardara en mi casa si no es necesario en el trabajo? – se dijo - ¡NO! ¡Pero… como! Otra vez pensando lo mismo – se remarco haciendo que el viejito diera un brinco por el susto que le dio.

Se levantó. Marchándose ofuscado, sintiendo a pesar de que era absurdo querer poseer ese maniquí necesitaba verlo a cada rato y decidido entro en el centro comercial dirigiéndose a toda prisa al puesto del guarda, y sin más le espetó lo que su corazón deseaba gritar.

- ¡Quiero comprarlo! No importa cuánto pidan, necesito comprarlo – añadió dejando al guarda atónito.
- ¿El qué? – preguntó extrañado el Sr. Wells que pasaba por el lugar.

Aioria se giró y le miro.

- El maniquí, necesito el maniquí para mi editor – decía – pagará lo que sea y yo lo cuidaré como si de ello dependiera mi vida – dijo sin saber demasiado porque lo decía.
- Pero Aioria… no podemos vendértelo… - contestó.
- ¿Por qué no? – se enfurruño - ¡POR QUE NO! – grito sin darse cuenta, haciendo sonreír al Sr. Wells.
- Ven… acompáñame… - pidió amablemente.

Le siguió, esperando haberle convencido, esperando que hubiera logrado su objetivo.

El Sr. Wells le condujo hasta la tienda donde estaba el maniquí y le invitó a entrar, haciendo que fueran hasta el lado del maniquí.

- Shaka… - tomo al maniquí del brazo y este se giró dejando a Aioria de una pieza – te presento a Aioria – sonrió – el es mi hijo, el futuro heredero de todo… - finalizó viendo como su hijo, un muchacho de ojos agua marina y cuerpo perfecto descendía de la tarima.
- Es un placer conocerte al fin… - susurró extendiendo su mano – te he visto todos los días de esta semana por aquí – añadió.

Aioria educadamente, con su cuerpo temblando extendió su mano para estrechar la suya después de haber escuchado la voz de aquel chico que no podía tener muchos más años que él. Muchacho que cuando lo miró de frente, cuando parpadeaba y hablaba le pareció como un ángel.

- Yo… perdón… - se disculpó – perdón por el espectáculo… - se sonrojo.
- Como verás, el motivo por el que no está en venta está más que claro – sonrió el Sr. Wells – el tuvo la idea de poner maniquíes humanos, me decía que eran mucho más realistas, y que había gente que disfrutaba haciendo ese tipo de cosas – explicaba refiriéndose a las estatuas humanas que un día su hijo vio en una gran avenida de una ciudad que visitó.
- Si, como verás es un éxito – continuo Shaka – el resultado es cien veces mejor… - sonrió dejando más perplejo aun a Aioria – no por nada somos los Nª1 en venta de ropa masculina – acabo.

No podía creérselo, toda esa semana que llevaba viendo al maniquí, le parecía que estaba vivo, que parpadeaba y respiraba, pero se increpaba a sí mismo por pensar semejante tontería. Tontería que no era tal por que finalmente el maniquí tenía vida.

Se sintió incomodo, sus pensamientos que creía absurdos y que tanto le habían hecho pensar ahora que veía al muchacho que le estaba quitando el sueño y que no era un objeto inanimado, sino una persona que poder abrazar, que poder acariciar, persona que también podía transmitirle cariño le asustaron, no podía dejar de imaginarlo, pero no podía dejar de pensar que ese mismo muchacho creería que él era un salido por hacerle tanta fotografía sin sentido.

- Disculpen, tengo que irme… - dijo bajito, sorprendiéndoles a ambos – no me puedo quedar más. Es tarde y debo preparar un reportaje para mañana.
- Ni hablar Aioria – refutó el Sr. Wells – quiero que vengas a cenar con nosotros – pidió.
- De verdad que no puedo Señor Wells, debo marcharme ya – decía queriendo huir de allí, sintiendo que sus mejillas ardían demasiado, sintiendo que su corazón se salía de su pecho.
- Vaya… es una pena… - susurró Shaka – yo que quería explicarte los planes que tengo para este lugar… - sonrió de un modo extraño que Aioria no entendió – creí que podría resultarte interesante, y además podrías añadirlo al reportaje que me explico mi padre que estás realizando – volvió a sonreír.
- Está bien… si es bueno para el reportaje – dijo usando su trabajo como excusa, queriendo conocer un poco más a aquel muchacho – será un placer acompañarles si no es mucha molestia Sr. Wells...
- Llámame Arthur… - dijo poniéndose entre ellos, llevando las manos a sus hombros y los hizo salir de la tienda, sonriendo por que reconoció esa mirada en los ojos de su hijo – ya regreso muchachos, voy por el auto y cenaremos en casa – se fue unos segundos a dar las ordenes correspondientes a sus empleados y regresó a los pocos minutos, llevándose a los muchachos que no se hablaron en ese escaso lapso de tiempo sino que se miraron.

Las miradas continuaron el tiempo que demoró el auto en llegar a la gran casa que habitaban. Mientras caminaban cruzando el jardín privado, mientras le presentaban a la Sra. Wells que se sonreía junto a su marido viendo como los muchachos empezaban a conocerse un poco más mientras cenaban.

- No te sientes como una “Barbie” – preguntó Aioria – quiero decir… estar así tan quieto y tantos cambios de ropa… - sonreía – es como si otras personas fueran quienes te cambiaran mientras juegan a las muñecas… - finalizó sin querer ofenderle.
- Sí – se echo a reír – soy la “Barbie Complementos” – reía a carcajadas – mis amigos alguna vez también me lo han dicho – reía sin parar.

Esa risa fue contagiosa y empezaron a reír los demás, viendo como se tomaba con humor ese trabajo tan particular que ejercía y que tanta fascinación le había causado a Aioria.

Mientras cenaban, continuó la charla que les ayudó a conocer sus inquietudes, sus opiniones del mundo en el que vivían, sus temores y también sus planes de futuro que les mantuvieron entretenidos mientras duró la cena, el postre, el café y también un ratito frente al televisor de la sala cuando cambiaron de estancia al que no prestaron demasiada atención.

- Bueno, nosotros nos retiramos… ¿verdad querida? – susurró el padre de Shaka mirando a su esposa – es hora de que los viejos nos vayamos a la cama… - añadió haciéndoles reír mientras se marchaba con su esposa caminando mientras la abrazaba por su cintura.
- Mis padres siempre decían eso… - sonrió triste una vez se habían marchado – siempre que se marchaba a dormir con mi madre y quedábamos a solas con otras personas.

Shaka sonrió intuyendo la añoranza en sus ojos, presintiendo que ya no tenía a sus padres a su lado.

- Lamento que ya no estén contigo – acarició su hombro – la verdad que no sabré que hacer el día que me falten – le explicó – tu ya has pasado por ello. Debió ser terrible – acarició el antebrazo de Aioria queriendo consolarle.
- Sí… fue en un accidente, cuando era muy pequeño. Mi hermano y yo nos criamos con unos parientes. Nunca nos faltó nada… pero no es exactamente igual… - miró al suelo del salón.

Shaka le miraba, no podía soportar esa pena en su mirada y sin poder evitarlo alzo su mentón y le beso haciendo que los ojos de Aioria se abrieran de par en par pero que luego cerró y correspondió lo mejor que supo.

- Perdona… no pude… no pude evitarlo… - susurró Shaka separándose, esperando un reproche por parte de Aioria.
- No… no te negaré que me has sorprendido… Pero tampoco voy a negarte que me haya disgustado… - confesó – nunca jamás había besado a otro hombre… - se sonrojó – pero espero que no sea la última – añadió para provocarle, sintiéndose incapaz de tomar el control de la situación.

Shaka entendió perfectamente la insinuación. Se acercó pegando su pecho al de Aioria y tras poner una mano detrás de su nuca y otra a la altura de su cintura le volvió a besar, profundizando un poco más, atreviéndose a meter la lengua en la boca de Aioria, encontrando la de él y jugando con ella mientras Aioria lentamente perdía la vergüenza y dejaba que sus manos tímidamente se posaran en el pecho de Shaka que se movía agitado igual que el suyo.

- Mmmnnn… si por mi fuera, tus labios no besarían otros que no fueran los míos – le miró fijamente a los ojos – todos estos días en los que me has estado sacando fotografías, no podía dejar de mirarte, de seguirte con los ojos – le susurró en los labios, volviéndole a besar, deslizando ambos cuerpos hasta la moqueta del suelo para estar más cómodos.
- Mmmnn… Shaka… - gimió inevitablemente – yo no podía dejar de ir para verte… - se sonrojó muchísimo – deseaba que fueras real, pero tenía miedo de que lo fueras.
- ¿Miedo? – preguntó sin dejarle responder – yo también sentí miedo la primera vez… aceptarlo y ser capaz de vencer ese miedo es lo que debe preocuparte, no el que digan o el qué dirán que estés con otro hombre – explicó sabiendo perfectamente lo que sentía Aioria en ese momento.

Aioria asintió. Oírlo de los labios de Shaka, de ese muchacho que le había estado hipnotizando desde ese escaparate… Le parecía todo tan sencillo, tan fácil…

- Veo que tuviste en quien apoyarte… - susurró Aioria – sé que me gustas, que no he podido pasar ni un solo día sin verte… - se sonrojaba cada vez más – cuando vi que te movías después de que te llamo tu padre no supe que hacer, me sentí perdido a la par que feliz… - decía cuando Shaka volvió a besarle, sintiendo como le tendía en el suelo.
- Mmmnn… Aioria… - se acomodó Shaka sobre su cuerpo, besándole el cuello muy despacio hasta poder susurrarle – te confieso que yo, también me asombré cuando te vi con mi padre… pero me alegré de poder conocer al muchacho que se paraba por horas cada tarde a mirarme con esos ojos verdes penetrantes – volvió a besar el cuello de Aioria lentamente, lamiéndolo después – miraba el reloj cuando se acercaba la hora en la que solías llegar esperando que así fuese… - le beso el cuello una vez más, descendiendo en cortos besos, abriéndole los botones de la camisa, besando lentamente sus clavículas – dime Aioria… ¿deseas que pare? – preguntó – porque yo estoy deseando tenerte igual que imaginé una tarde en la que me pusiste en un aprieto en el escaparate… - sonrió mirándole a los ojos – esa tarde hubiese roto el cristal y te hubiera llevado a algún lugar…
- Mmmnnn… - ladeo la cabeza sintiendo las caricias – no… no deseo que pares… - el sonrojo se le salía por las orejas – solo ve despacio… nunca antes hice esto… aunque una noche también desee estar haciéndolo… Mmmnnghhh…

Shaka lentamente se incorporó, besando el pecho de Aioria que se contraía bajo su cuerpo mientras que con las caricias le relajaba, le hacía desear cada vez más que todo eso que estaba deseando sucediera.

Despacio le saco el pantalón y la ropa interior, apreciando la piel morena de Aioria que relucía con el resplandor del televisor, que se erizaba cuando estuvo completamente desnuda. Más cuando tomo su hombría y la beso.

- Mmnnn… Ahhh… quiero… quiero desnudarte… - pidió incorporándose con mucha dificultad, muy excitado – no sé qué debo hacer… solo sé que deseo hacerlo – se lanzó un poquito y se atrevió a besarle mientras con suavidad sus manos le sacaban la camisa y exploraban el pecho de Shaka muy tímidamente descendiendo hasta el pantalón que con la ayuda de Shaka voló por los aires igual que la ropa interior.
- Mmnnn… ¿te gusta lo que ves Aioria? – preguntó Shaka queriendo cerciorarse de que todo iba bien.

Simplemente asintió. Esa fue la única respuesta que Shaka recibió por que los labios de Aioria le besaron y sus manos le acariciaron la espalda deseando, clamando por más mientras se decidía a bajar un poco más, mientras trataba de atreverse a acariciarle más profundamente.
- Aioria… déjame a mí… - susurró Shaka tomando su mano, poniéndola sobre su sexo algo hinchado – puedes hacer lo que quieras… - le imitó y acaricio el de Aioria despacio – siempre que desees hacerlo… no lo dudes… - sonrió sintiendo muchísimo placer por las suaves caricias que imitaban los movimientos de su mano.

Shaka volvió a tenderle en el suelo, sintiendo la mano de Aioria aun acariciar su miembro mientras volvía a besarle sin dejar de acariciarle, mientras se despedía de sus labios y descendía dejando de sentir las caricias pero sin dejar de dárselas a Aioria. Mientras le lamia lentamente los pezones y seguía descendiendo hasta que llego nuevamente a su hombría y la engullía de nuevo escuchando como Aioria se desinhibía completamente y pedía más caracas enloquecido por el placer.

Jadeaban casi al mismo tiempo mientras que con sus dedos Shaka se dedicaba a preparar a Aioria para la inminente entrada, mientras le preparaba para algo que deseaban ambos hasta que ya no pudo más y se tendió sobre Aioria, dejando que sintiera el glande de su sexo presionarle para ir ganando terreno al tiempo que se acomodaba sobre su cuerpo sintiendo que Aioria se tensaba unos segundos buscando acomodo, buscando no sentir esa puntada que noto cuando Shaka presionaba contra su anillo.

- ¿Puedo? – jadeo Shaka muy excitado.
- Mmmnn… sí… ¿dolerá? – preguntó siendo rápidamente acallado por Shaka que le beso al tiempo que empezó a entrar en su cuerpo.

Se arqueó por el dolor que sintió en su cuerpo, por la sensación de calor que le quemaba mientras seguía avanzando lento pero seguro hacia lo más profundo de su interior. Dolor que fue desapareciendo gracias a que Shaka le dio su tiempo para adaptarse, para sentir que mientras volvía a salir para nuevamente penetrarle todo dolor desaparecía completamente. Mas cuando el baile que ejercían sobre el suelo les llevó a la locura y se movieron rítmicamente, acompasándose, acoplándose a la perfección sin dejar de besarse, sin dejar de acariciar cada centímetro de piel que tenían a su alcance.

- Mmmnn… Aghh… Shaka… no… no puedo más… - jadeo Aioria sintiendo que iba a estallar.
- Mmnnmmphhff… - gimió Shaka en sus labios, aumentando más la velocidad de sus penetraciones.

El ritmo aun se incrementó más y más mientras que sus cuerpos se movían, se pegaban el uno al otro danzando en el suelo, moviéndose simultáneamente buscando el punto máximo de placer que en pocos movimientos alcanzaron gracias a las caricias, los besos y los roces que les llevaron al máximo placer dejándoles desfallecidos por momentos en el suelo del salón.

- Mmmnnn… siempre… - jadeaba tratando de recuperar el aire – ¿siempre es así? – preguntó Aioria buscando los labios de Shaka que rápidamente encontró y beso – así de intenso…
- Mmmnnn… pues no sé… deberíamos comprobarlo… ¿no crees? – digo liberándole de su peso, levantándose del suelo y ayudándole a levantarse - ¿vienes conmigo? – sonrió tomándole de la cintura.
- Sí… - contestó decidido, tomando las ropas de ambos, siguiendo a Shaka hasta su gran dormitorio en el que repitieron comprobando durante casi toda la noche que lo que acababan de sentir podía ser aun mucho más intenso.

Agotado, despertó Aioria en cama de Shaka pasadas algunas horas de la mañana en la que no encontró a Shaka a su lado. Sintió curiosidad por saber dónde podía estar y tras ponerse la ropa interior y su pantalón con algo de dificultad por una pequeña sensación que tenía en su trasero, salió del dormitorio buscándole sin hacer ningún ruido, caminando descalzo por esa moqueta tan suave, recordando sus pasos en la osucuridad de la noche mientras era guiado por Shaka.

- Hola… - susurró al encontrarle en la cocina preparado algunas frutas y dos cafes - ¿puedo ayudarte? – añadió sonriéndole.
- Vaya… te despertaste… - se acerco y le abrazó – yo que quería sorprenderte… - sonrió dándole un corto beso en los labios - ¿te sientes bien? – susurró acariciándole el trasero a Aioria que se sonrojó.
- Mmnn… sí… aunque aun te siento en mi… - le beso más profundamente, rodeándole el cuello con los brazos olvidándose de donde estaba.
- ¡VAYA! – exclamó llegando el padre de Shaka – parece que al final sí que podrás quedártelo… - se echo a reír mientras veía como Aioria se sonrojaba al máximo, mientras Shaka le abrazaba y él se escondía queriendo hacer descender ese sonrojo sin lograrlo.


-FIN-

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