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El Día Más Largo De Nuestras Vidas por AthenaExclamation67

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EL DÍA MÁS LARGO DE NUESTRAS VIDAS
By AthenaExclamation67


Lentamente, el sol despuntaba a través de la ventana.

Despacio, Aioria se desperezaba mientras buscaba el calor en aquella mañana que siempre le acompañaba. Calor de su amante, de su pareja desde hacía ya tiempo, del ser que negó amar por el que dirán y que finalmente, haciendo caso omiso a sus propios prejuicios consiguió declararse y por fin alcanzar la felicidad sin importarle otra cosa que no fuera amarle.

Volteó sobre la cama y lo encontró. Hecho un ovillo, abrazadito a la sábana como siempre solía suceder a menos que fuera a él a quién abrazara.

Sonrió mirándole como dormía, apartando los preciosos cabellos rubios que tapaba esa hermosa faz y le besó en la frente para hacerle despertar. Para sacarle de ese sueño que le privaba de ver los preciosos ojos de Shaka.

Este. Se movió apegándose a Aioria y le abrazó alzando su rostro al tiempo que habría los ojos y sonreía.

- Buen día… - se incorporó dándole un suave beso en los labios - ¿has dormido bien? – se acurró escondiéndose en el pecho de Aioria. Esperando una respuesta.
- Perfectamente… - le acunó mientras acariciaba los rubios cabellos de Shaka - ¿y tú? – añadió levantándole el mentón, besando sus labios apasionadamente sin dejarle contestar al tiempo que se alzaba de su postura en la cama y giraba el cuerpo de Shaka para tenderse sobre él.

Shaka le correspondió mientras sentía como crecía en él la excitación, mientras Aioria acariciaba puntos que sabía perfectamente que le encenderían y entonces ya no habría marcha atrás.

- Mmmnnn… Aioria… - jadeo casi inaudiblemente – es… es muy temprano… - añadió tratando de contener los gemidos que clamaban por salir de sus labios.
- Cualquier hora es buena para demostrarte cuanto te amo Shaka… - contestó Aioria empezando a desnudarle, sacándole esa estúpida camisa como el solía decir que le estorbaba cuando siempre deseaba sentir el tacto de la pálida piel de Shaka – además… - se sonrió – hoy no tenemos que trabajar por la mañana, así que serás mío aunque se caiga la casa – siguió besándole con más pasión. Pasión que Shaka ansiaba, que le hacía siempre desearle más y más conforme las caricias sobre su cuerpo aumentaban.

Despacio, le desnudo al tiempo que Shaka también le desnudaba, que le ayudaba a sacarse el sedoso bóxer verde que llevaba y que era lo único que cubría su cuerpo.

Besó cada rincón del cuerpo de Shaka que se retorcía y arqueaba sobre la cama pidiendo por más mientras trataba de corresponder cada una de las caricias que recibía con otra suya, con una palabra, con un gemido, jadeo o suspiro que provocara más a Aioria y que así el frenesí aumentara cada vez más.

Aioria deliraba con las caricias, con los ruiditos y jadeos que emitía Shaka que le hacían sonreír mientras llegaba a la parte baja del cuerpo de Shaka para proseguir con su deseo y hacerle suyo hasta que cayeran desfallecidos sobre la cama.

Separó lentamente sus piernas. Acomodándose, sentándose entre ellas mientras Shaka hacia un puchero. Una mueca de desaprobación aferrado a las sábanas viendo como Aioria detenía por completo las caricias, escuchaba y miraba a su alrededor de un modo extraño.

- ¿Has sentido eso? – le preguntó.
- Sentir… ¿sentir qué? – preguntó Shaka lleno de excitación, deseando que continuara.
- Lo habré imaginado… - susurró volviendo la vista al cuerpo de Shaka que se erizó cuando se tiró sobre él como un león y tras separar un poco más sus piernas le penetró con fuerza provocando que Shaka se arqueara completamente y por la presión le arañó toda la espalda.

Lentamente se movió. Dejando que Shaka se adaptara a tenerle en su interior, dándole tiempo a recuperarse de la fuerte embestida y solo el placer fuera lo que acompañara el movimiento pélvico que Aioria ejercía sobre su cuerpo.

- Eres un bruto… - sonrió tomándole de la nuca, besándole los labios con vehemencia, completamente excitado y descontrolado empezando a acompasar sus movimientos.
- Mmmnnn… sí… ¿te gusta? – preguntó haciendo que Shaka se sonrojara. Recibiendo de respuesta un mordisco en su cuello y unas deliciosas palabras.
- Sí… me encanta… - jadeo para después dejar que su mirada se perdiera en las preciosas esmeraldas de Aioria mientras le amaba.

Todo movimiento aumentó, haciendo que sus pieles se erizaran mientras perladas por el sudor del momento de pasión que les llevo con el paso de las intensas caricias, de las fuertes embestidas y besos enloquecidos a la cúspide del placer y estallaron al tiempo que un fuerte temblor movió la cama y también toda la casa.

- Aioria… eso no creo que lo hayamos provocado nosotros… - rió a carcajadas mientras se incorporaba en la cama abrazándole.
- Shaka… - fue a contestarle pero su teléfono móvil empezó a sonar desquiciado unos segundos antes de que también el de Shaka sonara.

Se levantaron, extrañados por que en el trabajo sabían que era su mañana libre, preocupados por si les había sucedido algo a alguno de sus familiares hasta que descolgaron casi al mismo tiempo y escucharon atentos lo que tenían que decirles.

- ¡¿Cómo?! – exclamó Shaka – no puede ser… - corrió a encender el televisor para cerciorarse de lo que su jefe del cuerpo de emergencias sanitarias de los bomberos de Manhattan le decía.
- Sí señor – hablaba Aioria desde su celular – enseguida voy – decía mientras asombrado veía la enorme humareda que podía apreciarse desde la ventana principal de su casa.

Su jefe, igual que el de Shaka, le ponía al corriente de la situación de alerta máxima que se vivía en esos momentos. Situación que les hizo saber que esos temblores de los que se burlaban no eran otra cosa que dos impactos sobre las torres gemelas de su ciudad que no estaban demasiado lejos de su casa.

Se miraron después de colgar sus teléfonos y se abrazaron temiendo que algo pudiera pasarles en la larga jornada que les esperaba.

Sin hablarse, conmocionados por la noticia, se vistieron rápidamente y marcharon a sus lugares de trabajo. Un trabajo que compartían pero en brigadas distintas. Shaka en las emergencias sanitarias. Y Aioria en los equipos de rescate del cuerpo de bomberos de la isla de Manhattan.

Los escasos minutos que duró el trayecto hasta su cuartel de bomberos, se les hizo más que eterno. Se veía el humo salir de las torres, se presagiaba la tragedia y todo era un caos enorme en el que rápidamente, más de lo que ellos creían, estarían envueltos.

La llegada al cuartel fue lo que esperaban, todo eran carreras, gritos angustiados de casi todos sus compañeros que trataban de organizarse presas de los nervios del momento.

- ¡¡SILENCIO!! – gritó el capitán del cuerpo de emergencias sanitarias cuando llego junto con el comandante de los equipos de rescate – es imperativo que todos os calméis – continuó – nos esperan horas de mucho trabajo y seguro estarán envueltas en tragedia y sangre – inspiró fuerte – mucha gente debe haber muerto ya, así que el estar nerviosos no va a ayudarnos ni mucho menos – acabó con una mueca de preocupación en el rostro, sabiendo que era posible que algunos, muchos de sus compañeros acabasen heridos o peor aun… muertos.

El comandante de los equipos de rescate se subió a una especie de tarima para que todos pudieran verle perfectamente, aunque más que verle, lo que deseaba es que le escucharan sin ningún tipo de problemas atentos y concentrados para que las ordenes que debía darles no conllevaran confusiones.

- Muchachos… compañeros… amigos. Tenemos una ardua labro por delante – decía mientras Shaka y Aioria, el uno al lado del otro le escuchaban pegados, rozándose sus brazos para sentir un calor que los tranquilizara – los hechos son los que siguen… - pronunció escuchándose una fuerte inspiración profunda por parte de todos los presentes – a las 8:46 de esta mañana, un avión de pasajeros hizo impacto contra uno de nuestros estandartes, la torre norte del World Trade Center. Cundió el pánico, y empezó el caos, pero jamás imaginamos que no mucho más tarde, a las 9:02 un segundo avión se estrello contra la torre sur causando graves desperfectos y lamentablemente, como nos han informado desde otras unidades de bomberos muchísimos muertos – tomo aire mientras buscaba un modo coherente y no demasiado alarmante para continuar – nuestra labor es clara. Como todos sabéis. Los equipos sanitarios se dedicaran a atender a todos y cada uno de los heridos que se vayan rescatando. Y los equipos de rescate, haremos eso. Salvar a tantos como esté en nuestras manos. Recordad que es importante salvar vidas. Pero también mantenernos a salvo. No quiero heroicidades de ningún tipo. Aun no sabemos a lo que nos enfrentamos. Todos sabéis lo que debéis hacer. Así que actuad con precaución y todos regresaremos esta noche a nuestros hogares sanos y salvos – finalizó haciendo un saludo con la cabeza y se subió al camión que precedía la comitiva de su unidad, tocando la bocina para que a pesar de que todos lo sabían, subieran a los camiones y ambulancias para rápidamente marcharse al lugar donde tanta falta hacían.

Los grandes camiones prendieron la marcha hacia las torres, llegando pasados escasos minutos puesto que su unidad no distaba del lugar.

Cuando arribaron, la nube de polvo fue aumentando y el caos general reinante en las calles crecía y crecía desmesuradamente al tiempo que se acercaban a las torres.

Bajaron de los camiones, de las ambulancias y asombrados, incapaces de creer que estuviera sucediendo semejante catástrofe, se ataviaron con el resto de sus uniformes, poniéndose las chaquetas amarillas que les protegerían de las llamas y las escafandras que les permitirían seguir respirando cuando entrasen en esas torres heridas a muerte por algún radical sin escrúpulos que deseaba imponer al resto del mundo su mandato y voluntad.

- Chicos, recordad las ordenes, sacad a todos cuanto podáis, pero no es preciso correr riesgos innecesarios – hablo el comandante dirigiéndose a todos sus compañeros, pero más que nada, amigos.

Se dividieron en grupos, tal y como les iba indicando el comandante mientras su voz se entremezclaba con la del capitán de las emergencias sanitarias que indicaba a todos sus enfermeros, doctores y auxiliares que debían atender a todos los heridos usando siempre las prioridades dentro de la gravedad.

Aioria, espero unos segundos a que el capitán dejara de hablar y entonces se acercó a Shaka, abrazándole con fuerza sin que le importase que alguien lo viera, le besó y mirándole fijamente, le hablo muy serio.

- Shaka… - le estrechó nuevamente entre sus brazos – por favor, ten cuidado, quiero que cuando todo esto acabe pueda volver a abrazarte – le susurró al oído con la congoja reflejada en la voz – te amo Shaka, no soportaría que algo malo te sucediese… - acabó y volvió a mirarle fijamente.
- Aioria… - le acaricio la mejilla – lo mismo te digo, no hagas estupideces – increpó conociéndole perfectamente, recordando los sustos que alguna vez se había llevado por sus locuras tratando de ayudar a las personas atrapadas – si te sucede algo… si te sucede algo yo… - se abrazó más fuerte aún sin poder acabar la frase, temiendo por la vida de su amado que tendría que entrar en esos edificios que desde el primer momento que los vio temió que se vinieran abajo.

En los pocos segundos que duró el abrazo, se demostraron lo mucho que se amaban, lo mucho que necesitaban que cuando ese terrible día terminara, el otro regresara a su lado. Se demostraron que la vida sin su compañía, carecía de sentido porque se sentirían perdidos.

- Perdonad chicos… - dijo el compañero de Aioria interrumpiéndoles – debemos marcharnos… - se alejó para esperarle sin estorbar, viendo de reojo como se besaban y despedían.

Aioria se alejó de Shaka, viendo como este le sonreía hasta que tuvo que darse la vuelta por que su jefe le llamaba y se encamino junto con su compañero a la torre sur, corriendo para entrar en aquel desastre cuando alguien que miraba empezó a gritar mientras miraba hacia arriba.

- ¡¡NO!! – chillaba aterrorizada mientras los equipos sanitarios llegaban a su lado – no lo hagan – continuó mientras Shaka le preguntaba y trataba de tranquilizarla sin lograr que dejara de mirar al cielo.
- Cálmese, ya todo pasó… ¿donde está herida? – le preguntaba al no ver herida alguna.
- ¡¡Van a saltar!! – gritó haciendo que Shaka mirara en dirección a una de las torres, viendo con espanto como una pareja se tomaba de la mano y saltaban juntos al vacío creyendo que sería mejor morir así que quemados en uno de los edificios.

Shaka abrazó a la mujer, deseando que no viera el espantoso desenlace de la pareja estrellándose en el suelo, queriendo evitarle más sufrimiento cuando instintivamente buscó a Aioria en la dirección en la que se había marchado sin poder encontrarlo.

Atendió a la mujer que se encontraba en estado de shock cuando nuevamente, unos gritos le alertaron que algo peor estaba pasando.

- Corre… ¡¡¡Shaka corre!!! – le gritó uno de sus compañeros - ¡la torre se viene abajo! – le agarro fuerte de un brazo, tirando de él, haciendo que se llevara también a la mujer para ponerse a salvo.

Entraron rápidamente en una tienda de muebles, que era la más cercana que vieron para resguardarse de los impactos de pedazos de cristal y también de la nube de polvo que se dirigía hacia ellos, mientras veían con horror como la Torre Sur se venía abajo rompiéndose en miles de pedazos, arrasando todo lo que estuviera a su alcance.

Una marea de escombros envolvió el lugar, dejándoles casi sepultados en medio de una gran nube de polvo que se formo al caer la torre, cosa que hizo temer a muchos que la segunda torre, la norte correría su misma suerte y debían apresurarse a sacar a todos los heridos lo más rápido posible.

Esperaron a que aquella oscuridad que se formo disminuyera y lentamente, tratando a ciegas de adivinar por donde caminaban regresaron a su unidad de campaña donde muchos de sus compañeros empezaron a llegar ensangrentados, llenos de cortes y heridas profundas que deberían curar para que los que estuvieran en condiciones regresaran al lugar del siniestro para poder seguir rescatando a los sepultados por el derrumbamiento.

- Aioria… Aioria… - decía Shaka en voz baja mientras curaba a uno de los heridos - ¿dónde estás? – renegaba algo más fuerte mientras veía como llegaban más y más heridos.

Angustiado, siguió haciendo su trabajo, esperando poder encontrar a alguno de los compañeros de Aioria y que estos le informaran de donde se encontraba. Deseando más que otra cosa en ese momento que estuviera a salvo y sin un rasguño o él mismo correría a sacarlo de donde fuese necesario para tirarle de las orejas y regañarle por hacerse el héroe.

Los minutos angustiantes que estaban pasando, parecían correr más lento de lo habitual. Parecía que el tiempo se detenía sin poderlo remediar mientras que con el corazón en vilo por lo que pudiera pasarle a Aioria, continuaba con su trabajo sin despistarse, sin desatender ninguna de sus labores por más que la única vida que deseaba salvar en ese momento era la de Aioria si es que era preciso.

Sumido en sus pensamientos, en sus temores, Shaka ni veía ni oía voz alguna que no fuera la suya martilleando su cabeza. Con mirar a las personas que llegaban para recibir sus cuidados le bastaba, no eran precisas indicaciones o muestras de dolor de ningún tipo puesto que como buen médico, podía descubrirlo con una simple mirada al cuerpo del herido.

Sus pensamientos, malos y buenos, vagaban por su mente mientras continuaba, mientras que sin darse cuenta, los minutos pasaban y sin esperarlo, Aioria le abrazaba por su espalda, sacándolo de su mundo, haciéndole regresar al terrible presente que estaban viviendo, haciéndole ver que nada tenía que temer ya que se encontraba entre sus brazos que era el único lugar en el que deseaba estar.

- ¡¡AIORIA!! – gritó dándose la vuelta, abrazándole con fuerza. Tanta que le hizo caer el casco que llevaba puesto en su cabeza – estás… ¿estás bien? – preguntaba casi llorando, revisando si había heridas en su rostro, en sus manos o brazos.
- Estoy bien mi vida… - le acaricio las mejillas, limpiándole las lagrimas que empezaron a brotar de los preciosos ojos azules de Shaka – no llores, todo saldrá bien… te vi correr y ponerte a salvo mientras nosotros tratábamos de protegernos dentro de los camiones. Los escombros del derrumbamiento nos sepultaron, pero pudimos salir sin daños – le abrazó fuertemente y le beso la frente – agradecí a Dios cuando te vi entrar en esa tienda – le beso ahora los labios profundamente, sintiéndose completo – ve con cuidado por favor, debo regresar a la otra torre, es preciso que saquemos a todos los que podamos porque nuestro temor es que la torre norte se venga abajo – acabó separándose completamente de Shaka, despidiéndose alzando la mano, agitándola levemente mientras se perdía en ese caos.

Shaka respiró tranquilo, pero esa tranquilidad desapareció completamente cuando aterrorizado vio como Aioria entraba en la Torre Norte al tiempo que empezaba a resquebrajarse, a partirse en millones de pedazos que crearon los cristales cuando estallaron y empezaron a caer sobre muchos de sus compañeros que se encontraban ayudando a los heridos, dejando que la polvareda que se formaba, le impidiera ver si Aioria se ponía en un lugar resguardado.

Sus ojos quedaron abiertos como platos y salió corriendo, sin importarle lo que pudiera pasarle, solo deseando ver a Aioria mientras el corto camino que había hasta la torre que acababa de derruirse se le hacía eterno.

- ¡¡SHAKA!! – le gritó su jefe viéndole correr hacia la torre siniestrada - ¡dónde vas! – exclamó empezando a correr, queriendo alcanzarle - ¡detente! – gritó una vez más tomándole del brazo, haciendo que cayera sobre un montón de escombros que les provocó algunos cortes - ¿Qué haces? ¿Dónde crees que vas? – decía incrédulo al ver que uno de sus mejores doctores fuera al encuentro de una muerte más que probable.
- ¡AIORIA! – se giró sentándose en el suelo – ¡Aioria está ahí adentro! – le increpó queriendo volver a correr.

El capitán del cuerpo de emergencias se estremeció. Supo que si como su compañero le decía Aioria se encontraba en el interior, habría muerto sin remedio, aplastado, sepultado por esa torre que cayó antes de lo que esperaban.

- Shaka… - se resigno e hizo lo que debía hacer – Shaka, sabes tan bien como yo que si Aioria estaba ahí ahora estará muerto Shaka… - le miró fijamente, temiendo una mala reacción, temiendo que poco le importara su vida y que corriera a buscarle, sabiendo que de hacerlo, no podría impedírselo y que perdería a uno de sus amigos.

Shaka se conmocionó. Quedó en estado de shock por unos instantes mientras que con la mirada perdida en el horizonte en el que se encontraban los escombros de la torre, trataba de pensar, de encontrar un motivo por el que seguir, por el que luchar y mirar con optimismo hacia adelante y sobrevivir en ese mundo sin Aioria.


- ¡BASTA! – gritaba Shaka llorando, renegando por algo que Aioria acababa de decirle - ¡CALLATE! – negaba con la cabeza mientras Aioria le abrazaba con fuerza.
- Debes entender… Shaka… debes comprender que es algo que podría pasar – le acunó entre sus brazos mientras le explicaba lo que quería hacerle entender – es algo que puede pasar… cada día, cada salida con el camión Shaka… en cada momento ponemos en juego nuestra vida – se estiró en la cama arrastrándole a su lado, dejándole oculto en su pecho – quiero que si eso sucede continúes con tu vida – dijo escuchando como Shaka lloraba desconsolado, sintiendo como se abrazaba a su cuerpo tan fuerte que dejaba sus uñas marcadas en su espalda.
- No podría Aioria… no podría… - balbuceaba mientras con dificultad trataba de tomar aire.
- Hazlo por mí – pidió alzándole el mentón – hazlo por mí… - susurró mientras le mecía entre sus brazos, cerrando sus ojos quedando apoyado en la cabeza de Shaka que se aferraba a su cuerpo y se dormía agotado por el desconsuelo.


Shaka inspiró fuerte, consciente de la realidad, sabiendo que nada peor que su propia muerte podía esperar en ese día que se le arrebató al ser que amaba. Día que le había arrancado de su lado a la persona con la que había encontrado la felicidad.

- Vamos señor – se levantó con pesadez – debemos seguir atendiendo a la gente que llegue – dijo con firmeza tendiéndole la mano a su superior, alzándole y caminando desolado interiormente hasta el hospital de campaña que habían habilitado para atender a los heridos más graves.

Llegó a la carpa amarilla donde se encontraban todas las emergencias médicas y lavó sus manos, poniéndose después una bata limpia y sin demoras ayudó a sus compañeros que estaban desbordados por el gran volumen de heridos que estaba llegando.

Mientras atendía los heridos, le toco en muchas ocasiones dictaminar la defunción de muchos de ellos, sintiendo un inmenso dolor interior al pensar que quizás a alguno de sus compañeros tendría que darle la noticia más tarde de que Aioria había sido encontrado muerto debajo de los escombros que estaban levantando rápidamente para poder salvar a los supervivientes del derrumbamiento aunque sabía que no serían demasiados.

Las horas fueron pasando mientras el caos que se había formado iba disminuyendo igual que el número de heridos vivos que por un momento dejó de llegar siendo solo cadáveres lo que vieron y atendieron poniéndole sus respectivas identificaciones si es que las llevaban y haciendo constar la hora de las muertes como la hora en la que las torres se habían derrumbado. Las 9:59’ y las 10:28’ respectivamente y según les indicaban sus compañeros bomberos del lugar en el que les habían encontrado.

La mañana que daba paso a la tarde, y la tarde que precedía a la noche, acababa sumida en un mar de sangre, de horror e histeria que aun se escuchaba por las calles mientras curiosos que se acercaban al lugar y relataban como ambas torres caían ante la incredulidad de todos los presentes. Como la gente se lanzaba por la ventana, a través de los cristales y se precipitaban al vacio buscando una muerte diferente, una que ellos mismos decidieran, y no una que les había sido impuesta.

Cansado, escuchaba todos y cada uno de los relatos que se explicaban, esperando sin perder la fe, que alguno de ellos contara como un grupo de bomberos logro escapar a la muerte justo cuando la torre norte se derrumbaba.

Pero por más que escucho en los minutos de descanso que se tomo para lavarse, cambiarse y volver a su trabajo, esa historia, la que él esperaba no llegó. Nadie, ni uno solo de los transeúntes que por allí pasaban decía algo parecido. No le daban ni una sola pista de lo que habría sido de muchos y valerosos bomberos que habían perecido en el derrumbamiento.

- Shaka… vete a casa… - llegó el capitán y se apoyó en su hombro – llevas todo el día aquí – prosiguió – no esperes lo inesperable – dijo lamentándose de lo ocurrido, lamentándose de su perdida, igual que el lamentaba la de muchos y muy queridos compañeros y amigos.
- No puedo – contestó – debo encontrarle, muerto o vivo, pero deseo poder darle un entierro digno – añadió con los ojos aguados – necesito despedirme – quiero verle aunque sea por última vez… - se llevó sus manos a la cara para cubrirse e impedir así que su jefe le viera llorar.

El capitán lo abrazó. Dejó que Shaka se desahogara sobre su hombro cosa que no había hecho aun. Dejó que fluyera toda la tristeza, la rabia descontrolada a modo de llanto desesperado que Shaka necesitaba soltar para poder así sentirse ni que fuera un poco mejor dentro de la desdicha que le había tocado padecer.

- Shaka… búscale, si tanto lo necesitas, vivo o muerto, hazlo – le quiso dar algo de esperanza en la que ni él mismo confiaba – si está dentro de los muertos o heridos, alguien podrá darte información de donde se encuentra, de donde lo llevaron, eres miembro del equipo sanitario, así que no te ocultarán nada – acabó mirándole fijamente a los ojos, limpiándole las lagrimas de la cara.

Shaka asintió, agradeciendo la esperanza que su jefe le daba, esperanza que sabía que ni él mismo tenia, pero esperanza que le ayudaba a no perder completamente la fe.

Se despidió de él, teniendo la certeza de que al día siguiente le vería y corrió. Entrando en la primera carpa más cercana a la suya y preguntó, miró a su alrededor viendo la misma imagen dantesca que él había estado viendo todo el día y se dirigió a la persona que creyó que podía ayudarle.

- Estoy buscando a alguien, necesito encontrarle – decía angustiado – ayúdeme – pidió, casi rogo al doctor que atendía a un enfermo grave.
- Si está buscando a alguien allí hay una lista de heridos identificados y de defunciones – le explicó, haciéndole recordar que en su unidad también se había hecho de ese modo.
- Gracias, ya no me acordaba, entre tantos muertos y sangre se me olvidó hasta mi propio trabajo – contestó caminando hacia la pared de la tienda.
- Espera… ¿eres médico? ¡ayúdame! – casi le gritó cuando su paciente empezó a desangrarse.
Shaka corrió a ver qué podía hacer, a comprobar que podía ser de utilidad y sin preguntar, tomo un bisturí y seccionó un costado de ese hombre que con su propia sangre se estaba ahogando, haciendo que la presión descendiera y así el otro médico logró intubarle.

- Gracias – dijo aliviado – es uno de nuestros compañeros, y quedó sepultado bajo los escombros de la torre norte cuando se derrumbó – sonrió mientras Shaka comprobaba de quien estaban hablando - ¿le conoces? – preguntó recibiendo una negación por parte de Shaka.
- No… jamás le había visto – suspiró angustiado – debe ser de un cuartel de bomberos que no es el mío… - añadió llegando a la pared, tomando la lista de heridos en la que constaban los lugares donde se les había llevado y la leyó de cabo a rabo sin poder encontrar el nombre de Aioria entre los heridos.

Respiró más angustiado, volviendo a colgar la lista de heridos y tomando la de los muertos identificados, mirándola con más detenimiento, leyendo cada nombre, cada apellido que se encontraban en esa hoja de papel manchada de sangre.

- No está… aquí tampoco está… - renegó algo desesperado. La búsqueda acababa de empezar y no tenía resultados.
- No desesperes, hay muchos desaparecidos, y mucha gente sepultada, creemos que ya no quedan supervivientes, al menos eso nos han dicho. Han enviado unidades caninas y están buscando heridos. Este es el último que ha llegado. Y lamentablemente, creo que será el único al que podamos salvar. No son buenas las noticias que nos han llegado. Espero que si buscas a alguien haya podido salir antes de los derrumbes, porque nos han quitado la esperanza de encontrar gente viva bajo esa montaña de hierros y cemento candente. Lo que se pueda sacar serán quemados muy graves y quizás imposibles de identificar – acabó girándose, viendo que Shaka se había marchado y extrañado, siguió con su labor para acabar de curar a su compañero.

Shaka corrió desesperado, entrando en todas las tiendas, revisando cada una de las listas que encontró, buscando a Aioria desesperado, necesitando saber si en algún lugar lo estaban cuidando o si por el contrario su cuerpo descansaba en algún hospital para ser reclamado y poder así enterrarlo.

Cada tienda medica que abandonaba, le causaba más desesperación. Empezaba a perder la esperanza y no sabía qué hacer ni a quién acudir, no sabía que podía pasar cuando entro en la última tienda, una que no quedaba demasiado lejos de su casa y entro para comprobar una vez más esas ultimas listas de heridos y fallecidos.

Tomo la primera, la de los fallecidos y leyó detenidamente, queriendo cerciorarse de que por culpa de los nervios, la vista le traicionase y leyera algún nombre que realmente no estuviera en ella. Más cuando llegaba a la mitad, allí estaba. Lo que había temido durante todo el día. Lo que deseaba no encontrar apareció en aquella lista de muertos que habían sido rescatados en la torre norte. Junto con el nombre de varios compañeros estaba el suyo. Aioria Lyon había muerto en el derrumbamiento.

Sus manos se aflojaron y dejaron caer la tabla que aguantaba el papel en el que se encontraba la fatalidad. Papel que le confirmaba que su mayor temor era una realidad. Una muy amarga que debía aceptar. Una realidad con la que debería lidiar desde ese mismo instante y lograr superar.

Salió de la unidad de emergencias con la mirada perdida, caminando rumbo a su casa sabiendo que el cuerpo de Aioria estaba descansando en alguno de los hospitales que se habían habilitado para albergar los cuerpos de los difuntos que perecieron en el atentado. Desconociendo exactamente en cuál de ellos pero consciente de que al día siguiente podría averiguarlo ya que antes de que dejaran ver cualquier cuerpo debían examinarlos y asegurarse si es que era posible de que no hubo errores al identificarles.

Camino sin rumbo, regresando a su casa. Subiendo más despacio aun las escaleras puesto que el ascensor no funcionaba. Sintiendo que con cada peldaño su cuerpo desfallecía, sintiendo que ya todo le daba igual puesto que jamás volvería a ver al ser que amaba, al único que le daba la felicidad.

Abrió la puerta de la casa que compartía con Aioria. Dejó caer todas sus cosas en el suelo, y sin pensarlo demasiado se metió en el baño, abriendo el grifo del agua fría, dejando que cuando entro sin siquiera desnudarse esta le remojara completamente deseando que la pureza del agua le renovase.

Lloro amargamente. Recordando cada momento que había vivido ese día. Recordando como aquella pareja decidía poner fin a sus vidas juntas. Recordando como cayó la primera torre que casi le sepulta, recordando como en pocos minutos se derrumbo la segunda y se trago con ella lo que más amaba.

Mientras se mojaba, se fue desnudando y lanzando todas aquellas ropas manchadas de sangre para cuando estuvo completamente desnudo sentarse y abrazar sus piernas, llorando hasta que se agotó y quedó sin fuerzas. Guardando las pocas que le quedaban para regresar a la cama y ponerse una camisa de Aioria y poder así recordar su olor.

Encendió el televisor. Siendo esta la única cosa que se escuchaba en la casa, en la calle y se abrazó a la almohada de Aioria mientras escuchaba atentamente la veraz noticia en cualquiera de los muchos canales que había.

“Esta mañana, cuando todos permanecíamos aún en nuestras casas ya todo había empezado. Ajenos a ello, nos disponíamos a marchar a nuestros lugares de trabajo sin siquiera sospechar lo que se alzaba sobre nuestra ciudad. Unos hombres desalmados. Despiadados secuestraron 4 aviones de pasajeros, lanzándolos contra sus objetivos y chocando respectivamente contra ellos. A las 8:46 se hirió de muerte la torre norte. Poco después, a las 9:02 se repetía el ataque y un segundo avión se incrustaba en la torre sur haciendo que todo se tambalease.

Pocos podíamos vislumbrar lo que estaba pasando, poca era la información que nos facilitaban. Mas todos sabíamos al conocer que un tercer avión se había estrellado contra el Pentágono y un cuarto se dirigía a un objetivo aun incierto lo supimos. Se trataba del peor atentado jamás vivido.

Todos lo sospechábamos, temíamos que sucediera algo más trágico cuando irremediablemente sucedió lo que lamentablemente todos estábamos esperando.

Dos de nuestros estandartes más preciados se venían abajo, primero la torre sur cuando faltaba un minuto para las diez y más tarde, solo transcurridos veintiocho minutos la torre norte se derrumbaba llevándose todo lo que encontró a su paso.

Se ha abierto una brecha, una gran cicatriz en nuestra alma. Muchos de nuestros amigos han muerto. Trabajadores, turistas, y visitantes que ocupaban sus lugares de trabajo han pagado por algo que capaz jamás habían escuchado.

Bomberos, policías, todos ellos héroes que tanto han ayudado, perecieron salvando vidas, poniendo en riesgo las suyas para rescatar a todos los supervivientes que encontraron.

A todos y cada uno de ellos, les agradecemos y siempre les recordaremos que gracias a su esfuerzo, muchos hoy pueden estar vivos a pesar de que ellos hayan muerto…”

Cuando la reportera aún seguía hablando, Shaka dormía agotado después de ese largo y aterrador día. Necesitando descansar para preparar su cuerpo para el siguiente día que sería más difícil de sobrellevar. Ajeno a que sucedía algo que no esperaba. Alguien entraba en la casa y no se percató hasta que el ruido de la puerta lo alertó.

Adormilado, se levantó y se ocultó. Tomando un bate que siempre había en el marco de la puerta de su dormitorio hasta que una sombra entro llamándole.

- Shaka… Shaka… - pronunció esa voz adentrándose más, escuchando el ruido del bate golpear contra el suelo – Shaka… - se giró y caminó hasta él con los brazos extendidos deseando abrazarle.
- No puede ser… estoy delirando… - se pegó a la pared.
- Shaka… no estás delirando… soy yo… Aioria… - susurró queriendo ver sus ojos, encontrándolos bañados en lágrimas.
- Como… ¿cómo?... – se lanzo sobre él, provocando que cayera, abrazándole mientras caían – vi tu nombre… lo vi con mis propios ojos en esa lista… - lloró desconsolado, sintiendo que si era un sueño no deseaba ser despertado – estoy soñando…
- No mi vida… - le abrazó con fuerza – fue mi chaqueta la que confundió mi identidad. Se la dejé a alguien que estaba bastante mal mientras le sacaba de la torre casi al entrar, cuando vimos que esta se derrumbaba, nos ocultamos en un hueco de los escombros que ya habían caído, pero al sacarnos del agujero, estaba inconsciente y el hombre había muerto. Me sacó una unidad de bomberos de la cual no conocía a ningún miembro así que no lo pudieron evitar – le explicó alzándole el mentón – hasta que no desperté, no pudieron saber quién era yo. Y cuando te fui a buscar, ya te habías marchado. Temía no encontrarte en casa, temí tanto no poder volver a estar a tu lado Shaka… - finalizó sus palabras al tiempo que se juntaron sus labios. Al mismo tiempo que se fundieron en un abrazo del que no se despegaron en toda la noche. Al tiempo que en silencio, mientras se recostaban en la cama y caían en un profundo sueño podían seguir compartiendo su vida a pesar de la pesadilla, del infierno que sufrieron ese día pensando que habían perdido lo que más habían amado en sus vidas, su tesoro más preciado. Su amor y su felicidad sin la cual sus vidas se habrían convertido en un tormento…


-Fin-

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