Cap 1:
No era la primera vez que Marienne veía pasar a esa “extraña” mujer, todo el mundo hablaba de “ella” y siempre le causaba curiosidad
Eran tiempos en los que las mujeres llevaban hermosos vestidos llenos de holanes, ataviadas entre encajes y telas caras; claro... para que esos vestidos lucieran tan fastuosos debían llevar abajo metros y metros de tela, complicados soportes, a las mujeres se les ponía el afamado corsé que les ahogaba el respirar... pero las mantenía rectas, inclusive calladas y les hacía lucir mas altas... eran los precios de ser como se debía ser, de estar como todos debían estar...
Pero siempre alguien se negaba y dejaba el patrón para convertirse en algo que todos verían mal... o al menos casi todos...
Marienne llevaba, como todas las jovencitas de su edad, su vestido de falda amplia que resaltaba su estrecha cintura. Su pecho, apretado por el jubón, resultaba simplemente delicado; sus manos, enfundadas en guantes de fino encaje, se posaron en el vidrio de la ventana como si desearan tocar la figura de quien se movía en la calle exterior
Hoy, como casi todos los días, la miraba pasar. La mujer que llamaba su atención era una dama de sociedad también, tenía un apellido distinguido y sus riquezas eran mencionadas por todos puesto que al morir los miembros de su familia ella los había heredado...
Gessalya Pyntté solo tenía un pequeño defecto...
La gente la despreciaba por su terquedad a no vestirse con lo que ella llamaba “tortura colorida”, los vestidos. Era por eso que se vestía con ropa que parecía de hombre, pero que por sus curvas, había tenido que arreglar. De modo que andaba en la ciudad con pantalones que se pegaban a su perfecta anatomía y con blusas que de uno u otro modo debían llevar debajo la misma idea del sostén, pero para que los hombres no le hicieran ruido al pasar una enorme capa siempre era el último toque de su conjunto
Lo que Marienne no podía dejar de observar, era que “La dama de la tortura colorida”, como le habían bautizado algunos, se movía con una delicadeza que ni su profesora de modales poseía; un suave equilibrio entre la inocencia y la sensualidad que los hombres no dejaban de observar
Pero ya ningún hombre intentaba llamar su atención, ella nunca les había hecho ni el más mínimo caso; inclusive había dejado bien claro que ella moriría feliz sin contraer matrimonio de ninguna índole. Y a pesar de ser tan despreciada en la sociedad, cualquier persona sabía casi todo lo que había llegado a decir en público. Era una persona que daba de que hablar a la aburrida sociedad de ese lugar
Marienne Da Corte suspiró, ni siquiera la huella de su mano quedó en el cristal mientras se retiraba a seguir bordando... pero su madre, que salía de una de las puertas del enorme salón, la distrajo
Madre e hija eran muy parecidas, el cabello de color negro azabache acomodado en finas hebras lisas y la piel ligeramente morena... los ojos color verde esmeralda habían sido heredados de su padre
La belleza de Marienne era famosa, además de su apellido que siempre había sido muy respetado ya que su padre era un consumado militar que vivía de lo que producían sus numerosas tierras y ganados. Actualmente, por su avanzada edad, solo se dedicaba a administrar sus bienes
- Madre - la ojiverde hablo a su progenitora que, a diferencia de la mas joven, tenía ojos negros - ¿Dónde estabas? Mande a buscarte...
- En la plaza, no sabes lo que debo contarte - la mujer, ya entrada en años tenía como única diversión chismorrear con otras damas de su nivel social - he hablado con la señorita Pyntté, me ha parecido encantadora...
- Perdone madre ¿Qué ha dicho? - la morena le miro estupefacta, no creía lo que acababa de decir - ¿Usted ha hablado con ella?
- Pues si, de hecho no era la única, digamos que es una pequeña cajita de Pandora la chiquilla, su boca habla de tantas cosas que se vuelve vicio escucharla, la he invitado a la recepción de mañana, no quisiera que la gente empezara a hacer rumores de si me llevo mal o bien con ella
- ¿Pero que le ha pasado a usted para que se muestra tan interesada en la señorita Pyntté?
- Pequeña... es tan fácil creer en sus palabras como es fácil que la abeja vaya a la flor... - dijo ella ante la mirada atónita de su hija - bueno, ella dijo algo semejante... ¿Me ayudaras a atenderla?
- Por supuesto madre
Marienne no sabía si había respondido demasiado aprisa...
Continuará...
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