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El Arquero por barbychan

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Notas del fanfic:

Espero les guste, va dedicado a Mey y a Karin, dos de mis mejores amigas ^^


El Arquero

Bárbara I. Olvera M.

Dedicado a Mey, con todo mi cariño.

Y a Karin por su apoyo incondicional.

1

Lo encontró tendido en el suelo, inconciente. Parecía joven, quizás de unos treinta o treinta y cinco años[1]; lucía como si estuviera durmiendo, aunque no era común encontrar a chicos dormidos con la ropa hecha jirones y el cabello sucio y revuelto, en el medio del bosque. Fue así que Fionn se dio cuenta de que el rubio no sólo estaba inconciente, sino que probablemente había estado huyendo de su atacante antes de desmayarse.

No tardó en arrodillarse junto a él para tomarlo en brazos y llevarlo a su casa; ahí tenía más posibilidades de curarlo; pesaba muy poco, probablemente habían pasado días desde que comiera por última vez. Razón de más para cuidar de él.

Su hogar se encontraba en lo alto de uno de los árboles del feudo élfico del reino de Dail Eirean, que estaba conformado por cientos de árboles tan viejos como el tiempo mismo; en ellos, las casas de los elfos parecían ser parte de sus troncos, como si las ramas y hojas hubiesen formado naturalmente las viviendas élficas.

La de Fionn era una de las más espaciosas, quizás tanto como las de la familia real, aunque menos suntuosa; y no es que fuese un gran señor de noble linaje, de hecho su padre había sido un militar al igual que él. Sólo que él había demostrado una destreza y habilidad de mando tales que terminó por ser ascendido a General de la guardia real.

Cuando terminó de subir los escalones que conducían a su casa, recostó al chico sobre su cama, en la habitación principal; cuando lo hubo cobijado fue por un lienzo húmedo para colocarlo en la frente del joven y menudo elfo. Pareció pensárselo por unos segundos antes de decidirse a limpiar el cuerpo y la cabellera del chico, para que estuviera más cómodo y descansara mejor.

2

Seguía sentado junto a él, sólo esperando a que despertase. Había pasado ya un día completo. Comenzaba a ganarle el sueño, sus ojos, de un verde tan vivo como las hojas de los árboles, comenzaron a cerrarse y el flequillo, del color de ébano, le cubrió el rostro cuando cabeceó, apunto ya de quedarse dormido en su silla.

Segundos después el chico abrió los ojos, éstos eran de un azul intenso, “ojos de zafiro”, pensó Fionn, que por suerte aún no se dormía. Se miraron fijamente, hasta que el General decidió romper el silencio reinante.

—¿Cómo te llamas?— el chico estaba aturdido, tardó unos momentos en comprender que probablemente el elfo que tenía enfrente era quien le había llevado a aquel lugar.

—Aidan… ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted? —a pesar de su confusión, no tenía miedo. Por algún motivo que aún no comprendía, confiaba en él.

—En mi casa, soy Fionn ap Enda, General de la Guardia Real.

—Gracias por ayudarme, General.

—Llámame Fionn —ambos sonrieron y bostezaron al unísono, riéndose por la coincidencia.

Los ojos de Aidan volvieron a cerrarse, pero antes pudo percatarse de que su anfitrión estaba tan cansado como él.

—No es correcto que me quede en su cama, dormiré en aquella silla —había vuelto a abrir los ojos para buscar otro sitio donde descansar y la amplia y mullida silla le pareció la mejor opción. Pero el moreno tenía una idea mejor.

—Compartiremos la cama, es lo bastante grande como par que ambos podamos estar cómodos. —Se recostó en la orilla opuesta al sitio que ocupaba Aidan. Ninguno de los dos dedicó un solo segundo a pensar en lo extraño que resultaba sentirse tan cómodos al lado de un extraño, ni al grado de confianza que parecían haber desarrollado solamente con mirarse a los ojos.

3

Despertó un par de horas después de haberse acostado; necesitaba comer algo, así que se dirigió a la estancia central de la casa, donde guardaba la fruta. Le habría gustado algo de carnero asado, o estofado de conejo, pero eso implicaba bajar a la cocina comunal y no quería dejar solo a Aidan, no porque desconfiara de él, sino porque deseaba estar a su lado cuando volviera a despertar.

Frunció el ceño, no era normal que se preocupara tanto por alguien, al punto de terminar más temprano el entrenamiento matutino para regresar a velar el sueño de alguien que a penas conocía. Se puso a picar la fruta para el almuerzo: manzanas y fresas cubiertas con miel. Cuando terminó, tomó los dos platos y volvió a su habitación.

¿Qué le estaba pasando? ¿Porqué había decidido dormir en la misma cama que él? Pudo haberse acostado en la espaciosa y cómoda silla que tenía frente a su pequeña chimenea, sabía que habría descansado bien. Pero decidió dormir con él. ¿Porqué? Se quedó estático en la entrada de su cuarto, observándolo.

Se veía muy distinto de cómo lo había encontrado, ahora que estaba limpio podía apreciar la blancura de su piel, la delicadeza de sus labios. Cerró los ojos, recordando el azul intenso de los orbes de Aidan. Nuevas preguntas le acosaron.

¿Quién lo habría atacado? ¿Por qué?

Parecía un chico normal, incluso más frágil que el resto de los elfos del feudo.

¿Un asaltante? Tal vez. Quizás fue atacado por algún ser oscuro, para despojarlo de alguna joya. No sería extraño; los seres oscuros se infiltraban en los feudos, luciendo atuendos comunes. No eran fáciles de identificar, pues el mal estaba oculto en ellos, visible sólo a ojos de los seres de corazón puro. Por desgracia, Fionn ya había participado en algunas batallas y su corazón había dejado de tener la pureza de antaño.

Terminó de entrar en la alcoba cuando vio que el rubio volvía a abrir los ojos.

—¿Cómo te sientes? —apoyó la charola en la cama y se sentó, tomando uno de los platos para empezar a almorzar.

—Bien —se quedó mirando el plato que seguía en la charola, dudando antes de tomarlo, pero estirando un brazo para finalmente hacerlo.

—Supuse que tendrías hambre, espero te guste la fruta con miel.

—Claro, gracias —empezó a comer, sintiendo protestar a su estómago. Llevaba días sin probar bocado o al menos eso sentía… ahora que lo pensaba, no podía recordar nada de lo ocurrido en los pasados días. La fresa que pensaba comerse se quedó a medio camino de su boca.

—¿Pasa algo?

Aidan volvió a dejar la fruta en su plato, se miró las manos, estirando y flexionando los dedos, suspiró, levantando la mirada, enfocándola en los ojos de Fionn.

—No logro recordar cómo llegué aquí, digo… lo último que recuerdo es que estaba en mi chosa, alguien llamó a la puerta y. Es todo lo que recuerdo —tomó un trozo de manzana con los dedos y se puso a jugar con él, bajando la mirada y frunciendo el ceño antes de volver a hablar —, pero creo que es temporal, hace rato que desperté sólo podía recordar mi nombre, ahora lo único que no recuerdo es lo que pasó en los últimos días.

El General seguía preguntándose quién habría atacado al chico, pero al parecer, por ahora tendría que quedarse con la duda.

—Aidan, ¿vives en este feudo? —sí, lo mejor sería averiguar poco a poco todo lo concerniente al rubio. Mientras estuviera con él, su atacante no podría alcanzarlo, además, ni siquiera sabía si aún lo perseguían. Esperaba que no.

—Sí, señor, en el límite entre éste y el territorio de las hadas.

—¿Qué ocurre? —preguntó el moreno al notar cómo se mordía los labios, era obvio que deseaba decirle algo más.

Se llevó el trozo de manzana a los labios, tratando de ganar algo de tiempo antes de responder.

—¿Quisiera unirme a la Guardia Real, sé cómo usar un arco —volvió a mirarlo a los ojos —.Acabo de cumplir treinta años, escuché que es la edad mínima.

—Si eso quieres, puedes hacer una prueba cuando te hayas recuperado —se sentía ridículo, no quería que Aidan se arriesgara, era una tontería, llevaban veinte años sin librar una batalla de verdad y no había indicios de que se avecinara guerra alguna.

—Gracias —había algo más, algo que le había hecho aceptar su comida, que había impulsado su decisión por unirse a la Guardia Real… que lo motivó cada mañana, durante los últimos cinco años a levantarse y practicar con su arco y las dos únicas flechas que tenía. Aidan estaba enamorado de Fionn; pero antes de confesárselo, haría que estuviese orgulloso de él.

—Ahora terminemos de almorzar.

4

Lo vio bajar para dirigir el entrenamiento matutino, era la primera vez que podía presenciarlo desde tan cerca. Por lo general lo observaba a la distancia, oculto tras los árboles que rodeaban el claro donde se preparaban cada día.

La primera vez que se encontraron, veinte años atrás, quedó grabada para siempre en la memoria de Aidan.

Recordaba haber estado jugando con sus pequeños arco y flecha, tratando de imitar a su padre, el experto cazador. Cuando escuchó los gritos de su padre, que al resistirse al repentino asalto de los soldados invasores, fue raptada y obligada a ver morir a su esposo. El pequeño Aidan, que presenció la horrible escena desde la ventana, casi pega un grito al ver entrar un nuevo soldado en su casa, pero éste venía a desterrar a los invasores, cosa que hizo, asegurándose de que madre a hijo se encontraban sanos y salvos antes de marcharse.

Fue el comienzo de días difíciles para el joven elfo, pues se vio forzado a aprender a cuidar de sí mismo y de su madre, luego de que ella perdiera la voluntad de vivir. Aun así, no lo abandonó hasta estar segura de que podía cuidar de sí mismo.

El joven soldado que los salvó a él y a su madre era actualmente conocido como el General Fionn ap Enda. Le costaba creer que lo hubiese olvidado, pero la primera vez que despertó en casa del General, se sentía poco más que confundido. Ahora que lo recordaba, le parecía lo más lógico el haberse sentido tan cómodo en su presencia, sí. Era natural que se sintiera así.

—Es una lástima que él sí me haya olvidado, aunque era de esperarse. Sólo soy un chico al que salvó por casualidad hace veinte años, es normal que no se acuerde de mí —hizo un gesto con la mano, como si acariciara la lejana figura del General Enda. Le habría encantado poder hacerlo.

—Sería como un sueño, si tan solo pudiera lograr que me abrazara —había sido una suerte que Fionn lo salvara, independientemente de lo que ocurriera antes, un asalto o lo que fuera, como no podía recordarlo, no pensaba en ello. Ahora mismo sólo pensaba en lo bien que se sentiría estar rodeado por los brazos del General, sentir su calor, su aroma —, que me abrazara —repitió a media voz.

5

Debía reconocer que era bueno, hasta ahora no había errado ni una sola vez. Se lo quedó mirando, parecía tan decidido a ser arquero; frunció le ceño, seguía sin gustarle la idea de que se uniera a la Guardia. Pero no tenía argumentos válidos para negárselo.

—Bien, te unirás al entrenamiento desde mañana temprano —lo miró de reojo, sin entender del todo la reacción del rubio.

Aidan estaba ruborizado, acalorado incluso. Tan feliz que le costó dominarse para responderle con coherencia a Fionn. No era correcto dejarse llevar frente a los demás arqueros.

—Gracias, señor —a pesar de haberse jurado que trataría de dominarse, no pudo evitar que una radiante sonrisa se formara en su rostro, terminando por delatar sus sentimientos, al menos a ojos del General.

Se removió inquieto al notar el sonrojo en las mejillas del rubio. No es que le desagradara, sino que llevaba demasiado tiempo sin sentirse así… sabía lo que le pasaba, se estaba excitando con sólo ver cómo rehuía su mirada.

—Es todo por hoy —dijo lo suficientemente fuerte como para que sus tropas lo escucharan y dio media vuelta para volver a su casa.

—¿Podemos hablar? —tomó por el brazo a Aidan, conduciéndolo de vuelta a su hogar.

El chico asintió, aunque temiendo lo peor, ya no había razón para que se quedara en casa de Fionn, sus heridas se habían curado y pronto le asignarían una nueva cabaña, como a todos los chicos que entraban a la Guardia Real.

Cuando entraron en la casa, el moreno le hizo tomar asiento frente a él y le miró a los ojos.

—Supongo que ya sabes que a los arqueros de la Guardia se les asigna una vivienda en las inmediaciones de la zona de entrenamiento.

El chico asintió, sin atreverse a hablar, pero rogando internamente por no tener que dejar esa cabaña.

—Bien, se me ocurrió que ya que estás instalado aquí, bien podrías quedarte, claro, si así lo quieres.

El joven elfo se lo quedó mirando. Hizo un esfuerzo por responder, pues la emoción lo dejó mudo, aunque sólo le duró un par de segundos.

—Me encantaría, señor.

6

Aidan se mordió el labio inferior, seguía preguntándose si le había invitado a vivir con él por cuestiones prácticas o por… porque le gustaba “mejor no pensar en eso” se dijo a sí mismo, hacía años que no se le conocía pareja al General, pero su gusto por las relaciones de una sola noche era conocida por todo el feudo.

Suspiró, se encontraba en la cocina comunal, rodeado por la Guardia entera, luego de la práctica de medio día. Algunos de sus compañeros ya estaban enterados de su situación “privilegiada”, pues ninguno de ellos había pasado más de una noche en la cabaña del General Enda. En cambio a él incluso le propuso instalarse permanentemente ahí.

Se sentó a lado de Fionn, el cordero asado con verduras sabía bien, tanto que por unos instantes el sabor lo distrajo de los murmullos que le rodeaban. Alguien más se sentó a su lado, se trataba de uno de los capitanes que estaban bajo el mando del General Enda,

—Hola de nuevo, Aidan —murmuró en el oído del rubio, provocando que un escalofrío le recorriera la columna vertebral al completo —recuerda que tenemos una conversación pendiente. Se olvidó incluso de que estaba comiendo, simplemente se había quedado estático, en evidente estado de shock.

—Keiran… no tenía idea de que conocieras a nuestro nuevo recluta —desde luego, la reacción de joven elfo no pasó desapercibida par Fionn, pero no ganaba nada alterándose, en cambio, manteniendo la cabeza fría podía averiguar lo que ocurría y remediarlo; aunque le estaba costando lograr que su rostro reflejara aquella mezcla de extrañeza e indiferencia.

Era la primera vez que el General veía al capitán Cathaoir cerca del chico, no era lógico que éste reaccionara así solamente porque le hablara al oído, a menos que su subconsciente estuviera tratando de advertirle sobre algún peligro inminente. Ahora faltaba descubrir si eran los susurros o Keiran lo que le había alterado tanto. Pero primero, lo llevaría de vuelta a casa.

7

Hacía horas que actuaba como un autómata. Algo en su interior le impedía volver del estado catatónico en que quedó tras su encuentro con el capitán Cathaoir. A duras penas lograba aferrarse al sentimiento de calma que Fionn provocaba en él; de no ser así, probablemente su reacción en la cocina habría sido peor, incluso podría haberse desmayado de nuevo.

El General lo arropó en la cama, haciendo cuanto podía por paliar la congoja que oprimía su pecho al ver así a Aidan, quien poco tiempo después se quedó dormido, agitándose en sueños a los pocos segundos.

Estaba tumbado en el suelo de su cabaña, pero no se encontraba solo; había alguien encima de él, recorriéndole el cuerpo con sus manos y tratando de forzarlo a corresponderle. Logró darle un rodillazo en la entrepierna y escapar, pero terminó perdiéndose en el bosque, gracias a la confusión y al miedo que sentía. Vagó por el bosque durante días, en tal estado de aturdimiento que incluso se olvidó de comer, hasta que cayó inconciente, siendo encontrado poco después por Fionn.

El moreno le veía dormir, indeciso entre despertarlo o esperar a ver si la pesadilla desaparecía por sí sola. Finalmente estiró una mano y le acarició el cuello, la mandíbula y por último la frente.

Aidan despertó, tomando la mano que le acariciaba e instándole a seguir. En esos momentos necesitaba su contacto, necesitaba seguir soñando con que de algún modo el General le correspondía. Que le quería.

Pero Fionn, a pesar de los sentimientos que se arremolinaban en su pecho, a pesar de saber que ya no podía vivir sin el joven arquero, se negaba a decirlo en voz alta; sin embargo, no apartó su mano del rostro del chico, decidido a mostrar con hechos aquello que no lograba verbalizar.

—Tuviste una pesadilla, no sabía si despertarte.

El elfo de ojos azules inhaló tanto aire como pudo y lo dejó salir lentamente, antes de contarle su pesadilla al General Enda.

8

Terminó de relatar su mal sueño, durante todo aquel rato mantuvo la vista fija en la ventana, evitando deliberadamente cruzar su mirada con la de su anfitrión.

—Y me dices que no lograste ver su rostro —necesitaba pensar lógicamente, o corría el riesgo de dejarse llevar por la frustración, por la rabia e impotencia que se iban adueñando de su corazón—. Lo más extraño de esto fue que olvidaras todo lo ocurrido hasta ahora… ¿Por qué lo habrás olvidado?

—No lo se —respondió Aidan, que parecía estar perdiendo la batalla por mantener su autocontrol.

Pero Fionn no iba a conformarse con una respuesta tan vaga.

—¿Por qué deambulaste por el bosque en vez de venir aquí a pedir ayuda? Todos los elfos del feudo saben llegar a este lugar —Miraba fijamente al rubio, conciente de que este evitaba verle.

—Quería olvidarlo y evitar que te enteraras. Olvidarlo porque al tocarme de ese modo me hizo odiar algo con lo que soñé desde hace años; evitar que te enteraras porque desde que tenía diez años de vida sólo te he mirado a ti. Se que no tiene sentido, que lo más probable es que olvidaras al niño que tras ver morir a su padre fue salvado, junto con su mamá por ti, hace ya veinte años —guardó silencio durante algunos segundos, volviendo el rostro hacia él y enfrentando su mirada —. Debía olvidarlo y debía actuar como si sólo te conociera por lo que se dice de ti, para no incomodarte con sentimientos que pudieran resultarte poco creíbles. ¡Pero ya no puedo más! Logré olvidar lo ocurrido hace más e una semana, pero fue demasiado para mí, son demasiados sentimientos juntos.

El General le sonrió y posó su dedo índice sobre los labios de Aidan para silenciarlo.

—Tus sentimientos no me resultan incómodos —y ya que el elfo le había confesado todo aquello, le parecía justo sincerarse con él —, nunca he sentido lo que siento por ti, deseo cuidarte y estar siempre a tu lado.

La sonrisa que se formó en el rostro de Aidan podría haber iluminado el sitio más oscuro del reino.

9

Se corrió el rumor de que un extranjero había atacado a un miembro de la familia real, así que mientras el General se quedaba cuidando del Rey y su familia, el resto de la guardia buscaba por todo el feudo a un posible sospechoso.

—Es frustrante, nadie ha visto nada fuera de lo común —Aidan suspiró, incluso había ido a preguntar a sus antiguos vecinos, en el límite entre el feudo élfico y el de las hadas. Se recargó en un árbol, en medio del bosque. Aún debía preguntar en una casa más antes de volver a reunirse con sus compañeros.

El capitán Cathaoir apareció repentinamente, se lo veía tranquilo, satisfecho, pero al mismo tiempo aterrador, como si un aura maligna emanara de él.

—Es hora de terminar lo que dejamos a medias la otra noche.

—El chico retrocedió. Esa voz… ¡Era él, él había intentado violarlo! Negó con la cabeza, necesitaba escapar.

—Oh, ni se te ocurra. —La cruel sonrisa en el rostro del capitán se tornó amenazante, metió una mano entre sus ropas y sacó una daga, lanzándola con increíble puntería.

Aidan se quedó inmóvil, la daga le había pasado justo entre el cabello, rozando su cuello. De haberse movido cuando el proyectil fue lanzado, podría haber muerto.

—Si intentas escapar, morirás.

10

Debía llegar a tiempo, tenía que encontrarlo, ¿cómo pudo ser tan tonto? Cuando el Rey preguntó a toda su familia por la víctima del misterioso extranjero, todos respondieron que ninguno de ellos había sido atacado.

Entonces ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Quién había esparcido el rumor? Y más importante aún ¿Por qué?

Tardó pocos segundos en comprenderlo y aún menos en salir corriendo para buscar a Aidan. Estaba seguro de que su atacante había corrido el rumor para dispersar a la guardia y atacarlo de nuevo cuando estuviera a solas.

“Por favor, que no le pase nada, que no lo encuentre antes que yo”

Se adentró en el bosque, a Aidan le había tocado buscar en las inmediaciones de su antiguo hogar, en los límites del feudo; donde era más fácil atacarlo sin temor a que alguien fuese en su ayuda.

11

No podía permitirlo, no podía dejar que le tocara. Sería igual que traicionar a Fionn. Volvió a retroceder, evitando darle la espalda a Keiran.

Pero el capitán lo acorraló contra el árbol más cercano, cortando su huída. Sintió cómo le apretaba la entrepierna con una mano, con fuerza, castigándolo por intentar escaparse de él.

—¡NO! —su grito debió escucharse en todo el bosque, ¡tenía que evitarlo! …l era de Fionn, sólo él podía tocarlo así.

Keiran estuvo apunto de golpearlo por haber gritado de ese modo, pero una fuerza invisible lo lanzó lejos de Aidan.

El chico tenía los párpados y los puños apretados y temblaba visiblemente. Fue rodeado por un resplandor intenso, que emanaba de su propio cuerpo. Abrió los ojos y comenzó a hablar con una voz que no parecía ser suya.

—Keiran, los entes llenos de intenciones oscuras como tú, no tienen cabida en este reino, te has condenado a ti mismo al dejarte invadir por la oscuridad.

El resplandor se desvaneció poco a poco, llevándose consigo la vida del capitán Keiran ap Cathaoir.

Fionn llegó justo a tiempo para evitar que el cuerpo inconciente de Aidan se golpeara contra el suelo.

12

El elfo rubio abrió los ojos, encontrándose con su pareja sentado junto a la cama, velando su sueño.

—¿Qué… ocurrió? —estaba aturdido, trataba de recordar lo que había pasado, sin lograrlo.

—Intentaron atacarte, pero lograste evitarlo. Toda esa historia del extranjero fue sólo una trampa para tenderte una emboscada, pero cuando te acorralaron, que fue cuando llegué donde estabas, un aura brillante y poderosa se apoderó de ti y al desvanecerse, se llevó la vida de tu atacante: el capitán Keiran. —Ambos se miraron, concientes de que el peligro había pasado ya. Ahora todo estaría bien.

—Pero no recuerdo nada —respondió el rubio, estirando una mano para tocar a Fionn.

—Hay cosas que es mejor no recordar. —El moreno se metió en la cama y rodeó a Aidan con sus brazos.

—Supongo que tienes razón. —Se dejó abrazar, conciente de que algo extraño había ocurrido, pero no valía la pena preocuparse por eso. Puede que se tratar de algo irrepetible, una fuerza etérea que decidió ayudarles por única vez, en cuyo caso, sólo podrían especular.

Los labios del General acariciaron suavemente la mandíbula del chico de ojos azules y ambos dejaron de pensar en lo ocurrido horas antes. El presente y el futuro eran lo único que importaba en ese momento.

FIN



[1] Los elfos son mucho más longevos que los humanos, así que me pareció lógico que su adolescencia y niñez duraran casi el doble que las de nosotros, por eso, treinta o treinta y cinco años representan unos dieciséis a diecinueve años, así como sesenta unos treinta y dos, como mucho.


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