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Espejos por Eruka

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Naruto no es mío, ni me lucro con él.

 

Happy B-day, Flor Oriental!!!!!!!!!!!!!!!!

 

Notas del capitulo:

No mucho, trabajando como esclava en la gracia antigua para traerles nuevos capítulos, y muy feliz de darte a ti, Vi, este regalo ^^

 

Disfruten!!

 

                                                   ESPEJOS

 

 

Los espejos deberían pensárselo dos veces antes de devolver una imagen.

Jean Cocteau (1889-1963)

 

 

 

 

 

 

                                        

 

 

Le gustaba ganar, y no sólo ganar, sino pavonearse de su victoria, gritar a los cuatro vientos que él, Sabaku no Gaara, era un ganador. Recibir aplausos en una competencia, diplomas y certificados en un concurso, la simple admiración, incluso, le bastaba.

 

 

Pero lo que le gustaba  incluso más que ganar, eran las apuestas.

 

 

Jugaba fuerte,  desde su coche hasta el cumplimiento de un castigo vergonzoso. Y apostaba por todo, incluso por los meses que el nene se adelantaría en el embarazo de su hermana, o cuantas veces podía mirar Viaje a las Estrellas sin arrojar el televisor por la ventana. Pero incluso más que ganar, le gustaba el pago. Era estricto con él, inflexible ante los más penosos ruegos, las lagrimitas de cocodrilo y cualquier cosa que a otro Ser Humano lo hubiese hecho titubear. Pero también era estricto con los pagos que él tuviera que hacer, por muy pocos que fueran –realmente él NUNCA perdía-, pero cuando llegaba el escalofriante e innatural momento de la derrota, cumplía el pago con diplomacia, soltura y dignidad; tampoco es como si le jodiera desprenderse de algo.

 

Hasta ese día...

 

Resulta que Sasuke, el bastardo del que era amigo desde primaria, lo invitó  su estupenda, pedante y fría mansión con motivo de hacerle menos duro el soportar la visita mensual de su primo Sai, igualmente bastardo, pero mucho más irritante que su amigo.  Uchiha Sai era, exclusivamente para Gaara, el Ser Humano más odioso, castrante y asesinable del mundo.  Con su sonrisa hipócrita con la que se paseaba por el mundo, que le hacia recordar uno de esos perturbadores comerciales de los 90, su cabello medio engominado-medio rebelde, tan negro como el de una niñita petulante. Y encima, odiaba los ojos obsidiana que parecían desnudarlo nada más con posar la vista sobre su vulnerable y caliente cuerpo.

 

Porque eso era lo que más odiaba; le atraía Sai.

 

Desde el primer instante en que sus ojos de prepuber se posaron en el cuerpo adolescente de Sai, cinco años mayor que él, ya había caído ante el influjo erótico del moreno. Un beso, unos cuantos toqueteos indecentes, y las miradas que desnudaban eran lo que había obtenido del otro. Y sabía que no quería más. Hubiese preferido nunca dejarse robar aquel primer beso,  ni dejarse embriagar en caricias en las Pascuas pasadas…

 

Ojala no hubiese conocido a Sai, porque no lo quería a medias, no quería las migajas de falso amor que eran lo único que el otro estaba dispuesto a darle.

 

Cuando llegó a la mansión Uchiha, apenas su piecito de nena piso el alfombrado salón de té, dos manos largas, de pintor experimentado, se posaron en su cintura, levantándolo en vilo para torturarlo con denigrantes giros. En seguida se escucharon las risitas malintencionadas de su bastardo amigo Sasuke (sentado junto a su familia en torno  a la mesita de té), la madre del mismo y su hermano, que tomaban a juego el acoso al que  Sai lo sometía.

 

-Deja de torturar a Gaa-chan, Sai-baka-la voz de su otro amigo, un rubito mucho más confiable que el traidor de Sasuke, se dejó escuchar en su auxilio. Naruto Uzumaki, el nombre del rubio, se acercaba en su rescate. A sabiendas del daño que Sai le hacía a su amigo con esos juegos.

 

 

-Oh, vamos, Naruto-kun-el moreno, a regañadientes, lo bajó con cuidado, dejándolo en medio de la sala, a la vista inquisitiva de la imponente familia Uchiha.

 

-Buenas tardes,  Gaara-kun-saludó formalmente el patriarca, dedicándole una presuntuosa reverencia.

 

-Buenos tardes, gracias por recibirme en su casa este fin de semana-Gaara, de menor categoría en el abolengo japonés, al menos frente a unos gigantes como lo eran los Uchihas, reverenció graciosamente; algunos de sus mechones de rojo cabello le hicieron cosquillas en la frente, aún más cuando le taparon una de sus maravillosas aguamarinas.

 

El resto de la tarde, aguantó estoicamente la presencia y las bromitas obscenas del moreno, que visitaba a sus tíos mes con mes con la excusa de no tener más familia. O bueno, no excusa, pero a Gaara le fastidiaba verlo tan seguido, así como odiaba sus juegos, principalmente porque sabía que solo eran juegos. De cualquier modo, la tarde fue apagándose, consumiendo las horas con tanta rapidez que, al llegar la noche, el bermejo se mostró del todo sorprendido.

 

-Teme… me dijiste que me mostrarías tu nueva consola-le recordó la inocentona voz de Naruto, que tironeaba dulcemente de la manga del Uchiha.

 

-Está arriba…-repuso ambiguamente-¿subimos?-ofreció. Luego de desear buenas noches a la familia, los tres alegres amigos (Gaara, Naruto y Sasuke) y el otro (Sai) se dirigieron a la habitación del Uchiha, en el segundo piso.

 

-No se porque tantas ganas de verla… igual te voy a ganar-molestó el taheño a su amigo ojazul, que lo observó con indignación.

 

-Cada vez te pareces más a Sasuke-se enfurruñó, siguieron picándose mutuamente, ignorantes de la conversación tras ellos.

 

-¿Te declararás por fin al zorrito?-inquirió interesado Sai a su primo, al que un perturbador sonrojo le cubrió las mejillas.

 

-Si… pero no lo cuentes a Gaara, menos a Naruto, me he encargado de que sea una sorpresa; cree que me declararé a Sakura, una compañera de carrera-advirtió. Ambos solían pelearse más seguido de lo deseable, pero ello no significaba que no se consideraran amigos.  Aunque tampoco iban a admitirlo…

 

-¿Y tampoco Gaara lo sabe?-interrogó, sin molestarse en parecer despreocupado-¿no le has dicho a la cerecita?-

 

-No… y es demasiado despistado para notarlo-explicó.

 

-Ya veo-una torcida sonrisa, como de película de horror, se instalo en las facciones principescas, sacando otra sonrisa –mucho menos escalofriante- a Sasuke.

 

La habitación del Uchiha, decorada en tonos añiles, era el templo de la obsesividad del moreno por los videojuegos, siendo que tenía al menos 8  tipos de consolas diferentes,  algunos cientos de juegos y, por supuesto, una pila inmensa de revistas frikis.  En seguida, Naruto se fue a los pies de la cama, donde los controles de la nueva consola de Sasuke estaban ordenadamente tirados.

 

-Vamos, Sasuke, enciéndela-exigió el rubito, mientras Gaara se iba a recostar a la cama, Sai se ponía a su lado y el dueño de la habitación cumplía el exigente mandato.

 

 Hora y media más tarde, Gaara se frotaba los ojos con pereza, siendo fijamente observado por el moreno primo de su anfitrión, que no encontraba las palabras con las cuales comenzar su pequeño ardid. Observó a los otros dos, que estaban absortos en un particularmente sangriento juego, ajenos a todo lo exterior que no significara la victoria.

 

-A Sasuke le gusta Naruto-aseguró de pronto, casi con descuido.

 

-No es verdad-negó el taheño, observando a sus dos amigos-A Sasuke le gusta Haruno; Naruto me lo dijo- Sai agradeció que el pelirrojito fuera tan absolutamente despistado en asuntos de índole romántica, porque de otro modo seguramente no caería.

 

-Claro que si-insistió-es obvio…-

 

-Apenas y los ves, ¿cómo podrías saberlo?-replicó Gaara, buscando, como siempre, tener la última palabra.

 

-Te apuesto que Sasuke se declarará hoy-el sutil tono de reto, de soberbia, era exactamente lo que al menor lo prendía en cada apuesta, lo que lo impulsaba a apostar hasta el alma.

 

-Hecho…-respondió-¿Qué apostamos?-

 

-Si Sasuke se declara hoy,  quiero que me cumplas la fantasía más obscena de mi repertorio-sin tapujos, sin vergüenza ni decencia. Ni siquiera sabía por que se sonrojaba, estaba claro que el pintor pediría algo así. Pero nunca, nunca ni en el universo más paralelo a este, se atrevería a negarse a una apuesta tan sencilla; porque para él era obvio, a Sasuke no le gustaba Naruto, además, ya casi terminaba el día, y esos dos estarían jugando al menos otras dos horas más.

 

-Sí no lo hace, quiero que tú te declares a Sasuke-sonrió al notar la mueca de asco del moreno, que lo miro como si el de las apuestas ridículas fuera él-y también quiero que no vuelvas a meterme mano-agregó, odiándose por no haberlo dicho primero.

 

-Vale.-aceptó Sai, tendiéndole una de sus blancas manos adultas, que obviamente rechazó.

 

Ambos posaron sus miradas –tan contrarias en colores- en los dos chicos que aún estaban absortos en su juego. Sasuke, con la mirada fija en la pantalla, no parecía en absoluto decidido a repentinamente saltarle en brazos a su amigo rubio, que igualmente tampoco parecía a punto de devorarlo a besos. Que fácil, fue lo último que pasó por su mente antes de que la pantalla anunciara la victoria del nivel 4 y comenzará uno nuevo.

 

-Realmente somos buenos-comentó felizmente Naruto, crispando los deditos tostados sobre el control negro. Gaara observó su reloj: 11:29, realmente sería sencillo ganarle al idiota de Sai. Una nueva pantalla inició, con la musiquita espeluznante del ost, parecida a la banda sonora de los animes gore.

 

 

Y Gaara perdió.

La nueva pantalla debería ser un castillo en el medio de una Isla oscura (ya lo había jugado), y debería empezar con la leyenda “Nothing is better than the death!” (nada es mejor que la muerte), y en cambio, la pantalla mostraba un humeante tazón de ramen, en cuya pasta se formaba con trocitos de Naruto, la frase: Me gustas, dobe. En seguida, la pantalla se disolvió, para dejar ver un cachorro digital de zorro, que corría por un campo de verde pasto formando las palabras: responde algo, Naruto.

 

El rubio, que tenía la boca abierta de la impresión, bisbeó unas palabras, presa de la más completa confusión. Mientras Gaara también se quedaba boquiabierto. Miró al Uchiha que estaba a su lado, que le señaló su reloj, en el que marcaban las 11:32, antes de sonreírle triunfante.

 

-Que digas algo, joder-exigió Sasuke, desesperado por recibir al menos una negación, cualquier cosa que calmara su anhelo.

 

 

-Tú también me gustas-el rubio se le arrojó en brazos, exultante de felicidad como un Sol-me gustas mucho, teme-

 

La empalagosa escena tipo película de los 90 (para él era la época mas bizarra de la historia), la sonrisa de comercial de Sai, su maldito reloj que marcaba su condena, y el cosquilló aborrecible de su vientre, todo, señalaban su derrota.

 

Sabaku no Gaara había perdido. Y esta vez, el precio a pagar era más alto de lo que soportaba.

 

 

**

 

Nunca le había gustado el circo. Le parecía que era un sitio repulsivo, demasiado perturbador para que las personas disfrutaran tanto de estar en él. Para que se alegraran con la noticia de su llegada, y los niños fantasearan con los arlequines, los fenómenos, la rueda inmensa y la casa de los espejos.

 

La casa de los espejos.

 

Lo aterraba, la primera vez que entró ahí, con su madre, gritó tan alto que los niños que esperaban su turno para entrar, comenzaron a llorar también. Era tan bizarro y horrible ver su propia cara sufriendo la ilusión de la monstruosidad en un espejo; lo asustaba verse tan alto como su padre,  tal malo como él. Y luego, ver a su lado a su madre, tan chiquita y minúscula,  fue más de lo que podía soportar.

 

 

Pero ya era hora de superar esa absurda fobia.

 

 

¿Y que mejor que hacerlo con sus dos cosas favoritas en el mundo? Con Gaara y el sexo El sexo por obvias razones (realmente obvias), y el pelirrojo por muchos intrincados, perversos y sucios motivos. La primera, era por que el cuerpecito delgado, blanco y pequeñito del bermejo lo ponía con sólo verlo, y la segunda, porque aunque el otro no lo supiera, también había sido su primer beso.  Y luego fue la primera persona que le gustó, después la primera que amó.

 

Y ahora era la única.

 

Se sentó en medio de la aún aterradora casa de espejos, del circo ambulante que había llegado a Tokio hacia algunos días,  en la cual estaba ilegalmente, en espera de que  el pelirrojo arribara dispuesto a pagar su derrota. Esa apuesta le había caído del cielo, una verdadera suerte que Gaara hubiese accedido en primer lugar a apostar, y en segundo lugar, a no escaquearse con vaguesas.

 

-¿Sai?-la fría voz del menor, que lo llamaba bajito desde afuera,  le sacó una sonrisa expectante, antes de ir a quitar el espejo por el que se había colado. El pelirrojo lo observaba avergonzado, cubriéndose imperceptiblemente con ambas manos-no entiendo porque aquí-fue lo primero que dijo, sonrojándose al ver la cantidad de espejos que cubrían desde el piso, las paredes, hasta el techo, formando un angosto laberinto en el que no estaba muy seguro de cómo lo harían.

 

 

-Quiero ver tu preciosa carita en todos partes… y de paso ver como te sonrojas cuando te penetre-respondió honestamente, tendiéndole la mano para que entrara.

 

-Baka-gruñó ofendido, mientras Sai recolocaba el espejo-por tu bien, espero que no nos descubran aquí cualquier manada de payasos idiotas-advirtió.

 

-No te preocupes, mejor aprovecha el tiempo y comienza a desvestirte-pidió lujurioso, ansioso de acostarse por fin con el menor; no es como si ese fuera el medio mas natural, pero su poca moral, sus pocos sentimientos, y su obsesiva fijación por el de ojos claros, obnubilaban su capacidad para razonar con coherencia.

 

 

-Bastardo-refunfuñó, sacándose lentamente la cazadora negra, que le llegaba a media pierna-aquí hace frío-se excusó, cuando se percató de la mirada impaciente del moreno-estás loco Sai- expresó, observando intimidado la fila interminable de espejos, en todos, reflejándose en diferentes formas, aunque en lo espejos del techo y el piso, no había curvatura alguna que provocara ilusiones. Prefería verse deformado en los espejos de los lados, que en el techo, donde su rostro sonrojado resplandecía de puros nervios.

 

 

-Estoy loco por ti-la sedosa voz de Sai, que siempre salía tan sincera, era lo primero en excitarlo. Tal vez, solo con su voz, el moreno ya hubiera podido hacerlo suyo.

 

 

Continuó sacándose la ropa, de apoco pero con algo de mas premura, quizás por la mirada fija y pasional del otro,  o porque el también comenzaba a impacientarse. Al final, teniendo sólo puestos los boxer, Sai comenzó a sacarse también la ropa. No era la primera vez que se veían desnudos: en el año nuevo pasado,  habían estado apunto de hacerlo, y también hacia uno o dos meses, pero Gaara siempre se echaba hacia atrás. Se observaron cortamente, maravillándose del cuerpo ajeno, tan perfecto ante sus ojos. Tan inigualable… Gaara sabía, con dolor y masoquista pasión, que Sai siempre había sido la única persona capaz de desbocar su corazón, de aplastarle los nervios y de llevarlo tan lejos como quisiera.

 

Quería todo de Sai, era demasiado egoísta, posesivo y celoso como para conformarse siendo sólo muy atractivo para el otro. Quería gustarle, quería que lo amara y quería sentirse asfixiado por la pasión que veía en los ojos de ónice.

 

 

Quería que Sai fuera suyo antes de entregarse él.

 

Pero una apuesta era una apuesta, y Gaara nunca se había negado a pagar alguna. Era sagrado, era como apostar también su orgullo en cada juego.  Las caricias de Sai, tan suaves y dulces que no parecían suyas, comenzaron en seguida  a recorrer su cuerpo a todo lo largo. Desde sus muslos lechados, su estomago plano de ociosidad, y su cuello casi egipcio.  Los labios del moreno, que besaban sus pezones, lo llenaban de calor, mientras su voz tersa lo comenzaba a empujar al tenebroso abismo de la lujuria.

 

-Me aterra la casa de los espejos-comentó Sai en su oreja, mordisqueándola hasta herirlo-pero por ver tu cuerpo representado abstractamente en 25 diferentes formas, creo que podría superarlo-Ciertamente, pensó Gaara, a él también le parecía morboso ver el cuerpo semidesnudo del ojinegro, en tantas formas; sentía como si estuviera conociéndolo en todas sus caras. Como si fuera posible que se volviera suyo.

 

-No se nota-repuso irónico, aunque los ojos ligeramente confusos, le demostraban lo contrario.

 

 

-Ponte a gatas-pidió con suavidad, nervioso quizás por primera vez en su vida.-Sabes, perdí la virginidad a los 15-expresó, con su usual sinceridad. Demasiado caliente para mostrarse sereno.

 

-Bravo-repuso Gaara, que se ponía a gatas, sorprendiéndose al ver su rostro reflejado en el piso, aún cuando ya lo esperaba. Pero lo que no esperaba era que su rostro se mostrara tan ansioso, tan… tan feliz. Y tan sonrojado, tan perlado de sudor y tan miserablemente exitado.

 

 

-Ni siquiera con la zorrona con la que la perdí, me había sentido tan… bueno, de esta manera-siguió contando, mientras le bajaba los boxer gris oscuro a su amante, que tembló al sentir las manos pálidas tan cerca de su miembro-supongo que es por que tú no eres igual- La ingenua confesión, lo hizo abrir los ojos con verídica ilusión, ilusionado de escuchar esas palabras del otro-eres especial, Gaara-los dedos de Sai se habían colado en su entrada, buscando ensancharlo con la premura inocente de la primera vez, aún cuando estaba lejos de serla. Para ambos.

 

-Yo me acosté con… argh…ahhh… con mi profesor de cálculo-confesó, arrancándole una carcajada al moreno.

 

-Ya lo se-repuso-resulta que es mi amigo-informó-Shikamaru podrá ser un idiota, pero está realmente bueno, tiene sentido que te hayas sentido atraído; aunque tengo entendido que ahora está comprometido con tu hermana- no sabía como es que el mayor podía seguir hablando como si nada, siendo que él se sentía ya perdido entre las sensaciones que le otorgaba sólo con haberlo penetrado con su largos y apurados dedos, que salían y entraban de su mojada entrada, que rogaba por ser infestada con la frialdad del otro.

 

 

-Ahhmmm… Sai, ya…. Ya mételo-suplicó, no aguantando más su propia imagen, obscenamente reflejada en tantos ángulos. Cerró  los ojos para no soportar más la denigración del deseo, aun sabiendo que no verse él, no significaba que no lo viera Sai.

 

-No los cierres… si no veo tus ojos, siento que no te eres tú, Gaara-el tigueño, atendiendo la súplica,  se bajaba los boxer con candencia, bajo la mirada verde, que también lo había acatado. Gaara observaba desde el espejo frente él, como el moreno tomaba su propio miembro, dirigiéndolo con cuidado a su entrada, rosácea y palpitante. Tan anhelante que termino distendiéndose del todo. Si hubiera tenido vos, probablemente habría rogado, habría pedido clemencia para calmar toda la lujuria que la llenaba.

 

 

-Ahmmmm….-nada, nada se comparaba con tener a Sai dentro, o eso creyó el granate, cuando nuevamente el azabache volvió a hablar.

 

 

 

-Es porque eres demasiado despistado y eres incapaz de notarlo, pero lo cierto es que te amo-parecía una oración salida de la fuerza restante luego de la penetración, jadeante, suave y absolutamente sincera. Pero ni siquiera el amor era suficiente, necesitaba más. Al menos una promesa jadeante, un juramento de amantes. Una ilusión de verdades.

 

-Quie… quiero… to…do de… tiiiiiiiiiiii, ¡ahm!-gritó en la primea embestida, profunda y exultante-¡todo!-repitió, esperando una respuesta del rostro a través del espejo, al que veía penetrarlo con toda la intensidad que le permitía su cuerpo.  La imagen, tan erótica como obscena, ya no podía avergonzarlo, no cuando esperaba una sentencia.

 

-Lo… lo tienes-prometió, tomando con frenesí las caderas, agradecido de escuchar tanta inocencia, desespero y ruego de Gaara, cuyo rostro en el espejo del piso, parecía el más glorioso y perfecto que había visto nunca.

 

Un grito, un gemido tan alto como las estrellas y glorioso como el Edén, los hizo terminar simultáneamente, dejándose caer después sin fuerzas en el piso. Querían mirarse, pero no tenían el valor de hacerlo cara a cara, por eso, sus ojos se dirigieron al espejo del techo, que les obsequiaba la imagen de sus cuerpos en gloriosa desnudez, enredados en un una maraña dulce de miembros. Verde y Negro, ambos tan profundos, tan orgullosos y tan amados.

 

Tan reales…

 

-Te amo-susurró Gaara, sonriéndole al reflejo-pero si no te tengo todo, no quiero nada-advirtió.

 

 

-Te daré todo lo que quieras-prometió Sai-si me quieres todo, si no quieres nada, si quieres un mundo… o la flor más extraña-también le sonreía. No sólo se devolvían las miradas, sino también los gestos. Y los sentimientos.

 

-Una flor…-susurró el menor, tomando la mano de piel más pálida-también sería un lindo regalo-me gustan las violetas-informó.

 

 

-Todo lo que tú quieras-apretó la mano, que ya de por si lo apresaba con celo.

 

-Soy muy posesivo-explicó, como si le leyera el pensamiento.

 

-Una cualidad del todo peligrosa… justo como me gusta-por fin se vieron a los ojos, simultáneamente como en un segundo orgasmo. Convencidos, por fin, de un amor imperfecto como sólo ellos.

 

De un Sí a todas las preguntas de vida eterna.

 

 

Al final, él tenía todo de Sai, y de paso, tenía también su victoria, o su derrota. En realidad, en cuestiones románticas no se gana, se vive, ni se pierde, se cede. Aún que eso eran metáforas; ya le pediría a su (¿pareja, amante?) Sai la revancha. Y se le ocurría como.

 

Siempre quiso saber como se sentía hacerlo en la cama de los pedantes Uchihas.

 

Y en el metro. Y también en un estudio de pintura. En una casa ajena. En un departamento compartido. En una casa de Té…

 

 

 

Notas finales:

Deseo fervientemente que les haya gustado, es cortito, pero lo hice con cariño n.n

 

Espero Vi, que nos sigas regalando historias tan preciosas y lemonosas como hasta ahora, se te quiere un montón n.n

 

Dején reviews!!!!!!!!!

Kisus ^x^


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