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Alivia mi dolor por starsdust

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Notas del fanfic:

Esto está ambientado después de la batalla de las Doce Casas, cuando Camus está muerto. Tiene muuucho angst. No puse lemon como advertencia por ser suave, pero tiene algo medio lime.

Saint Seiya es propiedad de Masami Kurumada.

Este fic lo publiqué en SSY y en fanfiction.net, pero finalmente decidí quitarlo de allí, donde estoy dejando solamente fics que tienen elementos de Lost Canvas.

Este no es un fic muy popular (aquí no es nada popular), y puedo entender por qué. 

Por eso especialmente agradezco algunos comentarios que me hicieron en ffnet :3 Tengo esas reviews guardadas y atesoradas.

Luego de la batalla de las doce casas el santuario se había vuelto un lugar solitario. Lo que antes estaba poblado por sonidos y movimiento era ahora el testigo mudo de una historia de vergüenza, una lucha sin sentido donde varios habían muerto para proteger una mentira.

Los dorados se habían enfrentado a quienes venían a defender a la verdadera Atenea, traicionando sin saberlo a su propia diosa y defendiendo a un usurpador. Reparar las armaduras de los santos de bronce que habían ido contra todo obstáculo para derribar aquella farsa era lo menos que podían hacer.

Unas horas después de entregar su propia sangre para la reparación, Mu los había convocado para discutir cuál sería el camino a seguir de allí en adelante. Aiolia acudió sintiéndose aún debilitado, pero por primera vez en mucho tiempo podía decir que estaba en paz consigo mismo. Allí estaban los sobrevivientes reunidos: Mu, Aldebarán, Shaka. Miró a su alrededor buscando a quien faltaba pero no fue capaz de encontrarlo.

Desde la muerte de Camus, Milo parecía haberse convertido en otra persona. Generalmente entusiasta y ruidoso, el escorpión se mostraba ahora serio y callado. Aiolia sentía a veces que parte de él se había ido junto con Camus.

Habiendo perdido a alguien que era preciado para él y conociendo a Milo, Aiolia podía entender por lo que estaba pasando, por lo que se sintió intranquilo cuando Mu explicó que después de la ofrenda de sangre Milo había desaparecido y nadie sabía dónde estaba. El león terminó ofreciéndose a buscarlo.

Luego de haber recorrido cada rincón del templo de Escorpio infructuosamente y de llamarlo telepáticamente sin obtener respuesta, Aiolia se dirigió hacia la casa de Acuario. El lugar estaba aparentemente vacío, pero justo antes de dirigirse a la salida Aiolia creyó sentir una chispa de cosmos. Siguiendo su pista llegó a una habitación apartada de la parte residencial, un lugar cubierto por el polvo. Milo estaba sentado en el mismo suelo, con la cabeza gacha y los brazos cayendo fláccidamente a sus costados, cubiertos por vendas manchadas de sangre que aún no había terminado de secarse.

-Milo... -susurró Aiolia arrodillándose frente a él. Milo sonrió con tristeza.

-Yo lo maté, Aiolia. Maté a Camus -dijo Milo. Aiolia meneó la cabeza, pero Milo no le dio la oportunidad de hablar-. Dejé pasar a Hyoga. Creí que sería lo correcto. Y por eso ahora él está muerto.

-Lo que ocurrió fue consecuencia de las acciones de Camus, no de las tuyas. Fue su elección, lo que él quería. ¿No dijiste que él deseaba más que nada que su discípulo se volviera más fuerte?

-Sé que era lo que Camus quería, y ahora lo único que puedo hacer es apoyar a Hyoga... pero yo no quería que esto fuera así... no es como lo había imaginado.

Las palabras de Milo hicieron que Aiolia sintiera un nudo en la garganta. No estaba acostumbrarlo a verlo tan vulnerable. Siguiendo un impulso lo rodeó con sus brazos, apoyando la cabeza de su compañero sobre su pecho. Para su sorpresa Milo no se resistió, pero Aiolia encontró la sensación inquietante. Aquello se sentía más cercano a un muñeco de trapo que a una persona. No se sentía como Milo.

Milo cerró los ojos y quiso imaginar que quien lo confortaba era Camus. A veces lo veía en sus sueños, de los que Milo despertaba feliz hasta caer lentamente en la cuenta de que en el mundo real Camus ya no estaba allí, y era entonces cuando la frustración y la culpa volvían para atormentarlo. Aún así le había dado su sangre a la armadura de Cisne. Si había algo que no podía permitir era que la persona por quien Camus había dado la vida quedara fuera de combate.

Escuchó la voz de Aiolia. "Milo, Milo", repetía. Aquel gato no perdía la costumbre de irritarlo, pero esta vez no tenía fuerzas para discutir. Deseó que se callara y lo dejara en paz, pero sintió una opresión en el pecho al recordar que jamás le había pedido perdón por haber llamado "traidor" a su hermano. Al final ellos mismos habían sido los traidores.

Aiolia depositó a Milo sobre una vieja cama que crujió bajo el peso de los dos. Milo le dirigió una mirada haragana al notar el cambio de escenario y Aiolia le respondió con una expresión afligida. Aunque estaba consciente, el escorpión parecía no estar allí.

Habían crecido juntos. Desde que podía recordarlo existía una rivalidad entre ellos dos cuyo origen no lograba identificar. Discutían a menudo, con Milo armando escándalos desproporcionados por temas insignificantes. Y una y otra vez Aiolia caía en el juego que siempre culminaba en un intercambio de gritos e insultos que en el fondo divertía a ambos. Era su manera de interactuar, y la manera que tenían de demostrar que se preocupaban el uno por el otro. Verlo tan apagado hizo que Aiolia deseara tener de vuelta al Milo impertinente y provocador que tan bien conocía.

Al acostar a Milo, Aiolia había trastabillado y terminado por apoyar sus manos a los lados al cuerpo del escorpión para evitar caer sobre él. El viejo colchón amenazaba con tragarse a ambos. La respiración de Milo era casi imperceptible y sus ojos húmedos estaban ausentes. Sus labios se entreabrieron de repente emitiendo un débil chasquido y Aiolia fue asaltado por un recuerdo que estaba agazapado en un rincón de su mente, esperando el momento propicio para resurgir.

Había ocurrido muchos años antes, poco después de la batalla contra Cronos. Una discusión se había salido de control y no había nadie cerca para detenerlos, así que terminaron llevándola a los golpes. Aquello estaba destinado a terminar mal, y en esa ocasión fue Aiolia quien derribó a Milo, que terminó en el suelo con el león encima de él y dirigiéndole una mirada triunfante.

Aiolia recordó la expresión de rabia y desconcierto de Milo de aquella vez. "¡No pienses que me derrotaste, gato idiota! ¡No tienes nada que hacer ante el gran Milo de Escorpio!", había gritado su contrincante, a pesar de encontrarse totalmente vencido. Aiolia no había podido evitar reírse, lo que confundió aún más a Milo, que se sonrojó y enmudeció por unos instantes.

Al percibir el rubor que cubría sus mejillas Aiolia había comenzado a reparar en detalles a los que nunca antes le había prestado atención. Los ojos de Milo, azules y expresivos. La manera en que el cabello alborotado enmarcaba su rostro. La piel cálida y delicada de las muñecas que había tomado entre sus manos. Y sus labios rosados que se entreabrían como prometiendo la entrega de un secreto.

Aiolia no había comprendido lo que había sentido en ese momento. Fue como si su cuerpo se llenara de electricidad luego de recibir el golpe de un relámpago. Una revelación inesperada y un inusual deseo que lo hacía sentir contrariado. Se había dejado llevar por el ímpetu del momento, las ansias de querer probar el sabor de esa boca que lo invitaba a entrar. El beso fue un momento extraño y cálido que lo hizo vibrar.

Cuando se había apartado las cosas no se habían sucedido como esperaba. Milo lo miraba con una mezcla de curiosidad y asombro. "¿Por qué hiciste eso?", le preguntó. "Me preguntaba cómo se sentiría", respondió Aiolia, que no vio necesidad de mentir. "Yo me preguntaba lo mismo", admitió Milo. Aiolia había entonces preguntado cómo se había sentido y Milo pareció pensarlo antes de responder: "Húmedo..."

Ambos decidieron ignorar aquel pequeño incidente apenas hubo terminado. Fue como un mudo acuerdo que las dos partes respetaron a rajatabla. Aiolia supo poco después que Milo se había involucrado con Camus. Ese no era su asunto. A los santos de Atenea les estaba prohibido mantener relaciones que pudieran tener como resultado el nacimiento de un niño, por el problema que eso podría generar, pero por supuesto que eso no ocurriría si los amantes eran del mismo sexo. A causa de eso no era extraño que surgiera ese tipo de vínculo. Era una consecuencia natural.

Aquello no había sido más que un experimento entre adolescentes. Pero con el correr de los años, Aiolia no había sido capaz de olvidar ese momento. A veces lo perseguía el recuerdo de la suavidad de los labios de Milo y se encontraba imaginando cómo sería poseerlo entero. Y sin importar cuántas veces había intentando enterrar bien hondo el deseo, éste siempre volvía.

-Aiolia... -dijo Milo devolviéndolo al presente. Aiolia dio un respingo. La mano de Milo rodeaba su nuca.

Aiolia se dejó atraer hacia Milo, y esta vez no era una fantasía. Se deleitó recorriendo lentamente sus labios y el interior de su boca como tantas veces había soñado poder hacerlo, terminando por apartarse solamente al ser interrumpido por un quejido. No había notado que Milo aún estaba llorando.

-Perdón -murmuró Aiolia avergonzado. Milo sonrió con indulgencia.

-¿Te acuerdas de aquella vez, Aiolia? Querías saber cómo se sentía un beso.

Aiolia fue tomado por sorpresa.

-¿Tú lo recuerdas? -preguntó.

-Claro... fue mi primer beso. Eso siempre se recuerda, supongo -Milo había apoyado el dorso de su mano con delicadeza sobre los labios de Aiolia-. Me preguntaste cómo se sentía, pero no me dijiste lo que habías sentido tú.

El león dorado se detuvo a buscar las palabras con las que responder, pero no pudo encontrarlas. Se quedó en silencio un largo rato y finalmente habló en voz baja, como si estuviera confesando un secreto.

-Nunca pude olvidarlo.

Milo apretó los labios conteniendo un sollozo. La luz del atardecer que se colaba por la ventana enmarcaba la silueta de Aiolia. Hacía mucho tiempo que Aiolia había dejado de ser niño, pero por alguna razón al estar a su alrededor él siempre había vuelto a sentirse pequeño. Pero esta vez fue consciente de que tenía ante sí a un hombre adulto que poseía un porte que se asemejaba a las descripciones de los héroes de leyenda.

El escorpiano se dio la vuelta en la cama con dificultad. El cuerpo no quería responderle. Se preguntó vagamente si había exagerado en cuanto a la cantidad de sangre que había entregado para reparar la armadura. Sintió que los dedos de Aiolia recorrían su cabello. Como solía hacer Camus.

-Tómame -dijo Milo.

Aiolia detuvo su caricia y se quedó helado.

-¿Qué...?

-Por favor.

Aiolia se sintió atrapado entre el deseo y la responsabilidad. Milo se veía desarmado y descompuesto, pero la tentación era demasiado fuerte y la invitación era demasiado directa como para ser rechazada. Desnudó con cuidado el cuerpo de Milo y se lo quedó mirando hipnotizado por su belleza antes de atreverse a tocarlo. Había fantaseado con ese cuerpo incontables veces, sabiendo que estaba fuera de su alcance, y ahora que tenía la oportunidad de hacerlo suyo se sentía como un criminal.

-No quiero lastimarte, Milo...

Milo cerró los ojos con fuerza cuando Aiolia entró en él. Aiolia se sentía muy diferente a Camus, pero aún así intentó imaginarse que era Camus quien lo penetraba. Extrañaba a las palabras de Camus, las caricias de Camus, la manera en que Camus lo hacía sentir. Y era su culpa que él ya no estuviera allí. Sintió que el cuerpo entero se le deshacía de dolor con cada embestida de Aiolia, pero eso era exactamente lo que buscaba. El dolor concreto lo hacía olvidar por unos momentos el remordimiento que sentía.

-Duele... -se lamentó Milo finalmente, dejando escapar un sollozo.

Consternado, Aiolia se detuvo al instante. Debajo de él Milo temblaba, sacudido por el llanto. Aiolia comprendió de repente lo que estaba ocurriendo.

-¿Me estás usando como herramienta para torturarte a ti mismo...?

Milo ahogó una risita nerviosa contra la almohada antes de volver a quebrarse en lágrimas. Aiolia se apartó, sin poder evitar sentirse humillado.

-Perdóname, Aiolia.

El calor del cuerpo de Aiolia cubrió su piel una vez más, en esta ocasión solamente en forma de una delicada caricia que Milo encontró reconfortante. Se arrepintió de lo que había hecho y quiso decir algo más, pero entonces sintió que el peso del colchón se aligeraba. Aiolia se había levantado de la cama.

-Te quiero, Milo -dijo Aiolia antes de salir de la habitación sin mirar hacia atrás.


Fin :P
Notas finales:

La historia tras este fic vino de que quería un fic con Milo uke y como se me hizo difícil encontrar algo que me complaciera (además tengo poca paciencia y experiencia para buscar fics) decidí hacerlo yo y chau. No soy fan de Aiolia pero se me ocurrió esta idea y me pareció interesante. Al final me gustó manejarlo y me dio hasta lástima XDDD

Tiene elementos del manga Episodio G además del clásico (en Episodio G, Aiolia y Milo se pelean mucho y se insultan llamándose "gato" y "bicho" XD). Y en mi mente este no sería el final del fic, pero para el fic elegí un final que fuera redondo.

Voy a agregar algo más. A mí me interesa hacer a los personajes "in character", porque me molesta y MUCHO ver personajes OOC. Milo es un personaje alegre y lleno de energía. Entonces, ¿por qué esto? ¿Sería posible?

Mi mejor amigo hombre, que es Escorpio, es muy parecido a Milo (incluso cumple el mismo día que Milo), y cuando tengo que escribir algo sobre Escorpio (sea Milo o Kardia) muchas veces termino buscando inspiración en él y su manera de reaccionar y de pensar. Como Milo, él es alegre, energético, orgulloso y un poco exagerado, pero muy fiel y querible, además de que guarda un gran respeto por sus afectos más cercanos. Como Kardia, es irónico, "peleador" y se hace el difícil para algunas cosas, esperando que le insistan antes de ceder.

En adición a esto, y para sorpresa de muchos, mi amigo también pasó por un período terriblemente emo llegando a límites feos de autoflagelación. Por lo tanto, ¿creo posible que una persona usualmente despreocupada y de buen humor toque fondo de tal manera, despojándose de todo lo que aparenta ser? Sí, lo creo porque lo vi con mis propios ojos.

Y porque, causalmente o no, no es el único Escorpio que conozco que pasó por un proceso similar, y a veces sin pasar siquiera por una situación concreta que desencadenara el ataque de emocidad, como es en el caso de este fic, donde lo que genera la desesperación es la muerte de alguien y la culpa por eso.

También entiendo que no es un fic super original, la temática debe de haber sido tocada muchas veces, pero yo casi no leo fics, y la quería hacer yo misma.

Setiembre de 2009


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